Desde la cocina de la Mansión Leagan les comparto la primera incursión en Leagan's Wonderland.
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Estaba realmente preocupado, cuando se enteró del asunto su primera reacción fue un tirón en las entrañas, las cosas habían llegado demasiado lejos, no era eso lo que se había imaginado cuando ella le contó que haría algo para vengarse.
Corrió hasta la rectoría, como era de esperarse no había manera de entrar, las hermanas y los sacerdotes custodios estaban ubicados estratégicamente para que ningún alumno pudiera ver ni escuchar nada. Pero no contaban con él, él era sin duda un experto en encontrar la manera de enterarse de todo lo que no era de su incumbencia y esta seguramente no sería la excepción.
Había un pequeño tapanco sobre el despacho de la hermana Grey, un techo falso de exquisitas maderas talladas y pinturas con imágenes angelicales que adornaban la rectoría.
-¡Eres una serpiente! –le dijeron alguna vez uno de sus primos, y sí, haciendo gala de su esbeltez y agilidad se encaramó por la habitación del archivo, la hermana Dewitt estaba ya tan anciana que se quedaba dormida con la puerta abierta y entró al tapanco diminuto que no en pocas ocasiones había usado para echar ceniza de cigarro en el té de la hermana sin que nunca se diera cuenta.
Además de que los chismes más jugosos tenían origen en ese lugar, aunque nunca fue él el primero en hablar de nada, sólo se divertía al escuchar las conjeturas que los chicos y chicas hacían de algún tema en específico. Se hinchaba el pecho de orgullo al ser él el único dueño de la verdad absoluta del asunto en cuestión.
Pero ahora el asunto que lo traía aquí no era para nada algo trivial ni juguetón como en el pasado, él tenía que saber que había pasado con ella, estaba seguro que la expulsarían y que la enviarían a América y el tío abuelo… ¿Qué haría el tío al enterarse? ¿La repudiaría? ¿Le retiraría su apoyo? Todo el mundo pensaría que esto le traería una alegría infinita al ver a la chica derrotada, pero no, para él no era en lo absoluto satisfactorio, una cosa era hacer bromas o meterla en problemas cuando eran chiquillos, pero otra muy distinta era inmiscuirla en un asunto tan delicado. Si de algo estaba seguro era de la virtud y buenas costumbres de la rubia. No era posible que pensaran que ella había sido capaz de verse con Grandchester.
Puso atención a las palabras que la Rectora hablaba con Grandchester, él defendía su posición y la virtud de la chica. Por primera vez Neal simpatizaba con la causa de Terrence y se sorprendió en extremo cuando Grandchester ofreció irse del colegio a cambio del perdón para ella.
También se enteró que ella estaba confinada al viejo torreón en la parte lejana del bosque del colegio. Una sensación incómoda de preocupación por la integridad de la chica se instaló en su pecho. Con mucho cuidado salió de su puesto de observación se asomó por la puertita en el archivo y bajó con cuidado, se marchó no sin antes llevarse consigo la cajita de galletitas danesas que la monja tenía sobre el escritorio.
Estaba en el torreón desde la noche anterior cuando habían sido descubiertos y según escuchó de la misma hermana, no le habían dado de comer ni le habían permitido que tuviera abrigo.
Corrió a su habitación y sacó una bolsa de lona, metió varias cosas, garrapateo algo en su escritorio y salió corriendo rumbo al bosque, corrió y corrió hasta que llegó al torreón. Se encaramó en el árbol más cercano hasta llegar al hueco del techo, se encaramó tratando de no hacer ningún ruido y la vio.
Estaba hecha un ovillo recargada en la pared del torreón, se veía tan pequeña, tan menuda y desvalida. El chico tuvo el deseo de bajar para confortarla un poco. No era correcto lo que le había pasado, no era correcto que la tuvieran así. Se recostó por un momento en el techo del torreón mirando al cielo, las nubes comenzaban a teñirse de calidez. La imagen de la chica en su mente estrujó su corazón. Volvió a asomarse, ella estaba dormida así que no había problema, con cuidado bajó el saco con cosas que había dispuesto para ella, lo bajó con cuidado hasta que llegó al suelo, y dejó caer la delgada cuerda con lo que la había atado. Se quedó mirando a la joven dormida un poquito más antes de bajar y correr nuevamente al dormitorio de los chicos, aún no terminaba la tarea de francés ni de álgebra y eso podría traerle problemas al día siguiente.
Antes de caer la noche la joven despertó por la sensación de vacío en el estómago, estiró un poco sus músculos y de pronto vio junto a ella un saco atado a un cordel largo, sin pensarlo mucho abrió la bolsa y sacó de su interior una cantimplora con té tibio, un vasito pequeño de metal, un sándwich de un guisado que parecía del almuerzo de ese día, una cajita de galletitas danesas y dos chocolates amargos que a ella tanto le gustaban. Al final sacó un tartán de lana, lo reconoció de inmediato al tacto, lo extendió para ponérselo en los hombros entonces un papel cayó al suelo frente a ella. La chica lo abrió y observó en una elegante caligrafía sólo 3 palabras:
TODO ESTARÁ BIEN
Tal vez sus primos le habían llevado todo aquello, estaba tan agradecida, sólo alguien que se preocupara verdaderamente por ella podría haberse arriesgado a hacerle llegar todo aquello, sólo alguien que le tuviera cariño lo habría hecho.
A la mañana siguiente un murmullo general corría por los pasillos del colegio, Neal se apresuró a asomarse por la ventana de la biblioteca. Salió rápidamente y se sentó en un rincón cerca de la entrada al dormitorio de las chicas, oculto tras el follaje. Ella caminaba por el jardín, Neal la observó venir, con la cabeza en alto, sin mirar a nadie de los que murmuraban a su paso. El chico sonrió al ver la expresión de Candy, orgullosa y sin dar importancia alguna a las habladurías, con paso firme y seguro caminaba al dormitorio de las chicas, erguida con los hombros firmes tal y como la tía abuela le había enseñado. De porto la hermana Rose apareció apurando a las chicas para que entraran a misa lo más pronto posible, el patio quedó vacío en un dos por tres pero él no se movió, siguió observando.
Él era el único que sabía que había pasado realmente, sabía que ella estaría bien, que permanecería en el colegio, las habladurías eran molestas y si el pudiera les gritaría la verdad pero… el secreto no era suyo.
Candy al verse sola dio un suspiro y se tocó la frente, le temblaban las manos y una lágrima se asomó en sus ojos. La chica se reacomodó el tartán que traía sobre sus hombros y se abrazó así misma no sin antes secar la lágrima insolente. Se recompuso así misma y entró al edificio.
Neal se sentó en el césped recargándose en un árbol, ayer se veía tan desvalida y hoy estaba llena de valor y temple. El tartan que él le había hecho llegar la cubría, su tartán la abrazaba, era como si él mismo lo hiciera.
Se rascó la sien al mismo tiempo que suspiraba satisfecho, esa chica era distinta, ¡Seguro que lo era!
Se levantó de su escondite y caminó entre los árboles pensativo y una pregunta le vino a la mente.
-Candy ¿Cómo es que siempre eres tan pequeña o tan alta?
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Última edición por Mimicat Cornwell el Mar Abr 04, 2017 11:08 am, editado 2 veces