Capítulo II
- ¿Perdón? Candy no es tu novia, ¡quisieras! - responde Tom como si no entendiera de lo que Jimmy le decía.
- ¿Quién es este tipo? - Jimmy cuestionó con celos.
- ¡Nadie que te interese Jimmy! Charles deberías de llevarte a tu hermano, Candy está muy cansada y no quiero que nada la altere, ¿me has entendido? - solicitó Tom con un poco de molestia.
- ¡Jimmy ya vámonos, debes de darle paz cuando está tan cansada! - Charles pidió tregua.
- ¿Quién era? - preguntó Albert sin querer.
- Jimmy es un chico que quiere a Candy - informa Tom dándose la vuelta.
- ¡Qué bueno! ¿No? - expresó Albert sin saber que ese hombre no era bueno para ella.
- A la mala, obviamente y eso no lo voy a permitir, si no fue para mí, menos será para otra persona igual a mí - respondió Tom, tomándose el resto del whisky que había en su vaso.
- ¿De qué hablas? ¿Quién eres tú? - el rubio quiso saber.
- Un alma que ella reubicó... - responde Tom con ahínco y sonriendo de últimas cuentas.
- ¿De verdad? - quiso enterarse.
- Sí, pero esa es otra historia, por lo pronto disfrutemos en silencio de nuestras bebidas y veremos, ¿no lo crees? - solicitó el joven.
- De acuerdo, hombre - respondió el rubio, sabiendo que eso era lo que él quería.
Y esa fue la primera vez que Albert platicó con mi alma gemela, Tom era un gran amigo en mi vida que me aceptaba como era, nerd o no, él fue una pieza importante para mi matrimonio, después de todo, era la persona que amaba más después del que fuera mi esposo, meses después. Sí, Albert y yo nos casamos dos meses más tarde en un tórrido romance y en una boda lo más veloz posible, en parte porque estábamos locos y quisimos inventar que nos habíamos emborrachado, pero no, el único licor que tomamos era el de nuestro puro y perfecto amor.
La boda fue increíble, pero lo fue más la sorpresa de encontrarnos en nuestra luna de miel a Annie, mi hermana que casualmente estaba... embarazada. Annie trabajaba para haciendas cafetaleras en Colombia, una noche de verano se entregó al hombre que amaba como una obsesión y de ahí no le volvió a ver más hasta que se le ocurrió a aquella insensata venir a Londres para buscarle sin una dirección y menos una ciudad en concreto para encontrarlo.
- Annie, Annie, Annie... ¿qué esperabas? Te sabes el nombre de Archie, su apellido y lo buscas en el país donde estudia, pero te faltó un detalle, ¡Londres es enorme! ¿Una dirección? - exclamé irónicamente. ¡Descarado! - refutó la rubia cuando ella bajó el rostro a sus mano y brazos entrelazados en su regazo.
- No, se me olvido preguntársela... - confesó avergonzada.
- ¡Ay Annie, así no vas a llegar a ningún lado! - la reprendió Candy.
- ¡Basta chicas! ¡Candy puedes dejarla en paz! ¡No ves que la pones mal! - exclamó Albert.
- ¿Qué? ¿No tiene cerebro? - le preguntó Candy a Albert.
- Yo puedo llevarte hasta donde Archie vive, Annie - respondió el rubio observando cómo su esposa se enfada... con él.
- ¿Qué cosa? - Annie se puso feliz con la noticia esperanzada de volver a verle.
- Que puedo llevarte ante el gran Archie Andley... - informó sentándose a su lado.
- Pero ¿cómo puedes hacer eso? - cuestionó ella al no creerla tan ingenua.
- ¿Qué crees que haces? - cuestiono la rubia a su esposo.
- ¡Ella no sabe dónde está, pero yo sí! - explicó en voz baja cuando su esposa se le acercó.
- ¡No puedes ayudarle! - Candy le prohibió que se entrometiera.
- ¿Quién dice que no puedo? ¿Tu? ¡Por supuesto que puedo ayudarle! - respondió él entre dientes.
- ¡Claro que no Albert, ese hombre solo la hará sufrir! - asegura la rubia retirándose de ahí.
- Y tú ¿cómo sabes? - le pregunta él con altanería.
- ¡Solo lo sé! Ella no piensa con la cabeza, si no con el corazón - responde sin darse cuenta de la media confesión que hace.
- ¿Qué quieres decir con eso? ¡Te casaste conmigo y ahora es que me entero de esto! - refiere Albert molesto y mucho más que eso.
- No voy a discutir sobre mí, estamos discutiendo de ella - intenta distraerlo.
- ¡Pues ahora veras que sí lo voy hacer! ¡Porque ella, a diferencia de ti, si ama a Archie - responde dándole justamente donde sabía que le dolería.
- ¡No te atrevas, Albert Andley! - le advirtió la rubia.
- ¡Oh si verás que si me atrevo! - respondió él con sorna.
- ¡Esperen chicos, no quería incomodarlos! - advirtió Annie cuando los vio enfrentarse a media voz.
- Annie yo soy... - intentó decirle su nombre y que él pertenecía a la familia de Archie.
- ¡Sí lo haces, no te volveré a hablar! - advirtió Candy, pensando que lo amedrentaría con ello, pero si pensaba que lo conocía, era algo que no sabía a ciencia cierta, después de todo solo se casaron a los dos meses.
- Te recuerdo que eres mi esposa... - advirtió él en son de advertencia.
- Y... ¿crees que me importa, estaba borracha? - reclamó ella, si quería pelea le recordaría cómo sucedieron las cosas.
- Soy Albert Andley - le soltó el rubio con alevosía y ventaja hacia su esposa, desencajándola de pronto. Annie se asustó de un momento a otro.
- ¡Albert! - Candy lo llamó.
- ¡Candice! - el rubio le llamó con burla.
- ¡Tendrás la visita de Tom! ¡Firmarás el divorcio! - le dijo cuando se dio la vuelta, yéndose a la recamara de su casa para sacar su maleta e irse con lo que había llegado a la Mansión Andley.
- ¿Por que por dejar que tu hermana decida en su futuro? - le preguntó siguiéndola a cualquier lado de la mansión donde se dirigiera.
- ¡Porque quiero! - respondió ella sin entenderlo, ninguna persona le decía que pensar, que hacer ni que decir en lo que a Annie se refería.
- Candice, espera - trató de intervenir Annie, pero aquella se encontraba tan furibunda que no lo intentó más.
- Y tú, espero que ese hombre valga la pena para haber venido hasta aquí - advirtió Candy a Annie, ella no quería reconocer que la equivocada era ella.
- Candy... - Annie se limitó a sentir que su hermana no comprendía cómo es que ella se sentía.
- ¡No puedes irte así! - Albert la detuvo del brazo.
- ¿Quién dice que no puedo? ¡Déjame! - ella se jaloneó y salió de allí cuando se dio cuenta de que Annie se había ido ya.
- ¡Hola Tom! ¿Qué sucede? - preguntó el rubio al verlo aparecer.
- Traigo los papeles de... divorcio... - informó Tom con duda.
- ¿Cuál divorcio? - el rubio quería confirmar lo que su esposa le había ordenado
- El tuyo con Candy... - explica ella.
- ¿Sigue con esa idea? Siéntate Tom, ¡de una vez dile que no le daré el divorcio! - advirtió mientras el pobre de Tom seguía sus indicaciones.
- ¡Ella sólo pide tres cosas! - refiere Tom nervioso.
- ¿Cuáles? - el rubio quiso saberlas.
- Que dejes de llamarla y de nombrarla como tu mujer - responde Tom y al mismo tiempo el rubio permanece adusto.
- Y que los papeles del niño quedarán a nombre suyo - informa y completa.
- ¿Cual niño? - pregunta el rubio.
- El que adoptó hace unos seis días - informa Tom, sabía que ella no le había dicho nada aún, tomando a Albert por sorpresa.
- ¿Adoptó un niño? - volvió a preguntar subiendo el tono de su voz.
- Sí, pensé que te lo había platicado ya - hizo hincapié en ello.
- No, pero ¿por qué adoptó un niño? - el rubio pareció no notarlo pero Tom no tenía mucha información.
- ¡No lo sé! ¡Sólo sé que su amiga Natalie murió la semana pasada y ella adoptó a su hijo, bueno no fue ella pero a ella se lo dieron... - respondió Tom a cuenta gotas.
- ¿A dónde está? - el rubio se levantó rápidamente.
- ¿El niño? - pregunta Tom tontamente.
- ¡No, ella! - reclama Albert, lo que menos quiere es perder el tiempo.
- En el hotel, pero creo que salió hacer compras para el niño - refirió Tom.
- ¿Lugar...? - insistió.
- ¡Westfield...! - susurró haciéndose hacia atrás cuando el rubio acercó su rostro.
- ¡Buen muchacho! - le dio unas palmaditas en la cabeza y salió de allí.
- Con esa amenaza... ¡quién no suelta la sopa! - refirió sintiéndose como si un peso se le quitara de encima.
Y así mi flamante esposo fue a buscarme a Westfield...
- ¿Cuando pretendías decirme que adoptaste un niño? - me preguntó cuando salía de un probador.
- ¡Yo no lo adopté! - refiere Candy con sencillez.
- ¡Ah no! ¿Entonces quién? - cuestionó atentamente colocándose en jarras.
- Mi familia - responde saliendo de los probadores.
- ¡Y por qué no se lo queda tu familia! - sugiere él.
- Porque Natalie era amiga mía, no de ellos, los gastos corren por cuenta de mi madre, así que no gastaré nada que sea tuyo - refiere ella.
- Me importa un bledo quién lo mantenga, yo puedo hacerlo falta que quiera - le grita a ella, sacándolo de quicio.
- ¿Cuándo ibas a decírmelo? - cuestiona Albert.
- Ayer, pero oportunidad no me diste - recalca sonriéndole hacia los demás.
- Tú te fuiste, tú hermana tiene una oportunidad con Archie y no se la quieres dar - Albert quería que recapacitara.
- ¡Eso no importa ya! - exclama la rubia yendo hacia los vestidores de nueva cuenta.
- ¿Por qué? ¡Falta que haya huido! - sin querer su esposo había dado en el clavo.
- ¡Mmmhhh! - atinó a decir eso.
- ¿Lo hizo? ¡Vaya, no me lo esperaba! - susurró aquella frase.
- Annie lamenta que nos estemos divorciando... - informó ella, dándose la vuelta para colocar por encima de sus ropas algunos vestidos, viendo como le quedaban.
- ¡Aún no nos hemos casado, Candy! - reclama el rubio, fumando la pipa de la paz.
- ¡Ah no! ¡Pensé que sí! Cuando me emborrachaste y me hiciste el amor... - respondió cuidando que las lágrimas no cayeran por sus mejillas.
- Candy, debemos de aprender a manejar nuestros problemas de forma civilizada - sugirió Albert, sonriendo y abrazándola.
- Te dije que no le hicieras ilusiones a Annie y tenías que abrir la boca - la rubia le reclamó.
- ¡Ella se fue! - informó Albert.
- Lo sé, se que se fue, sabía que ella haría eso, pero tú tenías que presionarla... - era imposible, las gotas comenzaban a salir, eran lágrimas de sufrimiento.
- ¡Yo no tengo la culpa! - alzó un poco la voz.
- Yo tampoco, sólo que no sé ¿qué estamos haciendo? - responde la rubia.
- Ven mi amor, tu hermana debe decidir lo que es mejor para ella - le informa su esposo.
- ¡Tú no conoces a Annie! - le reclama sin compasión.
- ¡Tú tampoco, la conocías! ¡No la conoces ahora! - responde sabiamente.
- ¡Annie está sufriendo mucho! - susurra sobre su pecho.
- ¡Y tú también mi amor! ¿Cómo se llama? - pregunta Albert.
- Arthur... - responde.
- ¡No te daré el divorcio! - bromea con ella.
- ¡Y yo no te lo pediré! - responde ella de la misma forma.¿
- ¿Me perdonas Candy? ¡No debí meterme entre ustedes dos! - notifica a su esposa.
- ¡No hay nada que perdonar! - exclama ella acercándose para darle un beso.
- ¡Te amo Candy - le dice Albert a ella entregándose a un apasionado beso.
- ¡Te amo Albert! - ella hace lo mismo ganándose el aplauso y los suspiros de todos los demás cliente que presenciaban esa escena.
- ¿Quién es este tipo? - Jimmy cuestionó con celos.
- ¡Nadie que te interese Jimmy! Charles deberías de llevarte a tu hermano, Candy está muy cansada y no quiero que nada la altere, ¿me has entendido? - solicitó Tom con un poco de molestia.
- ¡Jimmy ya vámonos, debes de darle paz cuando está tan cansada! - Charles pidió tregua.
- ¿Quién era? - preguntó Albert sin querer.
- Jimmy es un chico que quiere a Candy - informa Tom dándose la vuelta.
- ¡Qué bueno! ¿No? - expresó Albert sin saber que ese hombre no era bueno para ella.
- A la mala, obviamente y eso no lo voy a permitir, si no fue para mí, menos será para otra persona igual a mí - respondió Tom, tomándose el resto del whisky que había en su vaso.
- ¿De qué hablas? ¿Quién eres tú? - el rubio quiso saber.
- Un alma que ella reubicó... - responde Tom con ahínco y sonriendo de últimas cuentas.
- ¿De verdad? - quiso enterarse.
- Sí, pero esa es otra historia, por lo pronto disfrutemos en silencio de nuestras bebidas y veremos, ¿no lo crees? - solicitó el joven.
- De acuerdo, hombre - respondió el rubio, sabiendo que eso era lo que él quería.
Fin del flashback
Y esa fue la primera vez que Albert platicó con mi alma gemela, Tom era un gran amigo en mi vida que me aceptaba como era, nerd o no, él fue una pieza importante para mi matrimonio, después de todo, era la persona que amaba más después del que fuera mi esposo, meses después. Sí, Albert y yo nos casamos dos meses más tarde en un tórrido romance y en una boda lo más veloz posible, en parte porque estábamos locos y quisimos inventar que nos habíamos emborrachado, pero no, el único licor que tomamos era el de nuestro puro y perfecto amor.
La boda fue increíble, pero lo fue más la sorpresa de encontrarnos en nuestra luna de miel a Annie, mi hermana que casualmente estaba... embarazada. Annie trabajaba para haciendas cafetaleras en Colombia, una noche de verano se entregó al hombre que amaba como una obsesión y de ahí no le volvió a ver más hasta que se le ocurrió a aquella insensata venir a Londres para buscarle sin una dirección y menos una ciudad en concreto para encontrarlo.
Inicio del flashback
- Annie, Annie, Annie... ¿qué esperabas? Te sabes el nombre de Archie, su apellido y lo buscas en el país donde estudia, pero te faltó un detalle, ¡Londres es enorme! ¿Una dirección? - exclamé irónicamente. ¡Descarado! - refutó la rubia cuando ella bajó el rostro a sus mano y brazos entrelazados en su regazo.
- No, se me olvido preguntársela... - confesó avergonzada.
- ¡Ay Annie, así no vas a llegar a ningún lado! - la reprendió Candy.
- ¡Basta chicas! ¡Candy puedes dejarla en paz! ¡No ves que la pones mal! - exclamó Albert.
- ¿Qué? ¿No tiene cerebro? - le preguntó Candy a Albert.
- Yo puedo llevarte hasta donde Archie vive, Annie - respondió el rubio observando cómo su esposa se enfada... con él.
- ¿Qué cosa? - Annie se puso feliz con la noticia esperanzada de volver a verle.
- Que puedo llevarte ante el gran Archie Andley... - informó sentándose a su lado.
- Pero ¿cómo puedes hacer eso? - cuestionó ella al no creerla tan ingenua.
- ¿Qué crees que haces? - cuestiono la rubia a su esposo.
- ¡Ella no sabe dónde está, pero yo sí! - explicó en voz baja cuando su esposa se le acercó.
- ¡No puedes ayudarle! - Candy le prohibió que se entrometiera.
- ¿Quién dice que no puedo? ¿Tu? ¡Por supuesto que puedo ayudarle! - respondió él entre dientes.
- ¡Claro que no Albert, ese hombre solo la hará sufrir! - asegura la rubia retirándose de ahí.
- Y tú ¿cómo sabes? - le pregunta él con altanería.
- ¡Solo lo sé! Ella no piensa con la cabeza, si no con el corazón - responde sin darse cuenta de la media confesión que hace.
- ¿Qué quieres decir con eso? ¡Te casaste conmigo y ahora es que me entero de esto! - refiere Albert molesto y mucho más que eso.
- No voy a discutir sobre mí, estamos discutiendo de ella - intenta distraerlo.
- ¡Pues ahora veras que sí lo voy hacer! ¡Porque ella, a diferencia de ti, si ama a Archie - responde dándole justamente donde sabía que le dolería.
- ¡No te atrevas, Albert Andley! - le advirtió la rubia.
- ¡Oh si verás que si me atrevo! - respondió él con sorna.
- ¡Esperen chicos, no quería incomodarlos! - advirtió Annie cuando los vio enfrentarse a media voz.
- Annie yo soy... - intentó decirle su nombre y que él pertenecía a la familia de Archie.
- ¡Sí lo haces, no te volveré a hablar! - advirtió Candy, pensando que lo amedrentaría con ello, pero si pensaba que lo conocía, era algo que no sabía a ciencia cierta, después de todo solo se casaron a los dos meses.
- Te recuerdo que eres mi esposa... - advirtió él en son de advertencia.
- Y... ¿crees que me importa, estaba borracha? - reclamó ella, si quería pelea le recordaría cómo sucedieron las cosas.
- Soy Albert Andley - le soltó el rubio con alevosía y ventaja hacia su esposa, desencajándola de pronto. Annie se asustó de un momento a otro.
- ¡Albert! - Candy lo llamó.
- ¡Candice! - el rubio le llamó con burla.
- ¡Tendrás la visita de Tom! ¡Firmarás el divorcio! - le dijo cuando se dio la vuelta, yéndose a la recamara de su casa para sacar su maleta e irse con lo que había llegado a la Mansión Andley.
- ¿Por que por dejar que tu hermana decida en su futuro? - le preguntó siguiéndola a cualquier lado de la mansión donde se dirigiera.
- ¡Porque quiero! - respondió ella sin entenderlo, ninguna persona le decía que pensar, que hacer ni que decir en lo que a Annie se refería.
- Candice, espera - trató de intervenir Annie, pero aquella se encontraba tan furibunda que no lo intentó más.
- Y tú, espero que ese hombre valga la pena para haber venido hasta aquí - advirtió Candy a Annie, ella no quería reconocer que la equivocada era ella.
- Candy... - Annie se limitó a sentir que su hermana no comprendía cómo es que ella se sentía.
- ¡No puedes irte así! - Albert la detuvo del brazo.
- ¿Quién dice que no puedo? ¡Déjame! - ella se jaloneó y salió de allí cuando se dio cuenta de que Annie se había ido ya.
Montamos una escena y por supuesto que Annie obtuvo lo que quería y lo que no me esperaba es que huyera a Francia. Tom aceptó mi rabieta y al otro día se presentó ante Albert en la oficina de Liverpool.
- ¡Hola! - saludó Tom cuando me vio salir del elevador- ¡Hola Tom! ¿Qué sucede? - preguntó el rubio al verlo aparecer.
- Traigo los papeles de... divorcio... - informó Tom con duda.
- ¿Cuál divorcio? - el rubio quería confirmar lo que su esposa le había ordenado
- El tuyo con Candy... - explica ella.
- ¿Sigue con esa idea? Siéntate Tom, ¡de una vez dile que no le daré el divorcio! - advirtió mientras el pobre de Tom seguía sus indicaciones.
- ¡Ella sólo pide tres cosas! - refiere Tom nervioso.
- ¿Cuáles? - el rubio quiso saberlas.
- Que dejes de llamarla y de nombrarla como tu mujer - responde Tom y al mismo tiempo el rubio permanece adusto.
- Y que los papeles del niño quedarán a nombre suyo - informa y completa.
- ¿Cual niño? - pregunta el rubio.
- El que adoptó hace unos seis días - informa Tom, sabía que ella no le había dicho nada aún, tomando a Albert por sorpresa.
- ¿Adoptó un niño? - volvió a preguntar subiendo el tono de su voz.
- Sí, pensé que te lo había platicado ya - hizo hincapié en ello.
- No, pero ¿por qué adoptó un niño? - el rubio pareció no notarlo pero Tom no tenía mucha información.
- ¡No lo sé! ¡Sólo sé que su amiga Natalie murió la semana pasada y ella adoptó a su hijo, bueno no fue ella pero a ella se lo dieron... - respondió Tom a cuenta gotas.
- ¿A dónde está? - el rubio se levantó rápidamente.
- ¿El niño? - pregunta Tom tontamente.
- ¡No, ella! - reclama Albert, lo que menos quiere es perder el tiempo.
- En el hotel, pero creo que salió hacer compras para el niño - refirió Tom.
- ¿Lugar...? - insistió.
- ¡Westfield...! - susurró haciéndose hacia atrás cuando el rubio acercó su rostro.
- ¡Buen muchacho! - le dio unas palmaditas en la cabeza y salió de allí.
- Con esa amenaza... ¡quién no suelta la sopa! - refirió sintiéndose como si un peso se le quitara de encima.
Y así mi flamante esposo fue a buscarme a Westfield...
- ¿Cuando pretendías decirme que adoptaste un niño? - me preguntó cuando salía de un probador.
- ¡Yo no lo adopté! - refiere Candy con sencillez.
- ¡Ah no! ¿Entonces quién? - cuestionó atentamente colocándose en jarras.
- Mi familia - responde saliendo de los probadores.
- ¡Y por qué no se lo queda tu familia! - sugiere él.
- Porque Natalie era amiga mía, no de ellos, los gastos corren por cuenta de mi madre, así que no gastaré nada que sea tuyo - refiere ella.
- Me importa un bledo quién lo mantenga, yo puedo hacerlo falta que quiera - le grita a ella, sacándolo de quicio.
- ¿Cuándo ibas a decírmelo? - cuestiona Albert.
- Ayer, pero oportunidad no me diste - recalca sonriéndole hacia los demás.
- Tú te fuiste, tú hermana tiene una oportunidad con Archie y no se la quieres dar - Albert quería que recapacitara.
- ¡Eso no importa ya! - exclama la rubia yendo hacia los vestidores de nueva cuenta.
- ¿Por qué? ¡Falta que haya huido! - sin querer su esposo había dado en el clavo.
- ¡Mmmhhh! - atinó a decir eso.
- ¿Lo hizo? ¡Vaya, no me lo esperaba! - susurró aquella frase.
- Annie lamenta que nos estemos divorciando... - informó ella, dándose la vuelta para colocar por encima de sus ropas algunos vestidos, viendo como le quedaban.
- ¡Aún no nos hemos casado, Candy! - reclama el rubio, fumando la pipa de la paz.
- ¡Ah no! ¡Pensé que sí! Cuando me emborrachaste y me hiciste el amor... - respondió cuidando que las lágrimas no cayeran por sus mejillas.
- Candy, debemos de aprender a manejar nuestros problemas de forma civilizada - sugirió Albert, sonriendo y abrazándola.
- Te dije que no le hicieras ilusiones a Annie y tenías que abrir la boca - la rubia le reclamó.
- ¡Ella se fue! - informó Albert.
- Lo sé, se que se fue, sabía que ella haría eso, pero tú tenías que presionarla... - era imposible, las gotas comenzaban a salir, eran lágrimas de sufrimiento.
- ¡Yo no tengo la culpa! - alzó un poco la voz.
- Yo tampoco, sólo que no sé ¿qué estamos haciendo? - responde la rubia.
- Ven mi amor, tu hermana debe decidir lo que es mejor para ella - le informa su esposo.
- ¡Tú no conoces a Annie! - le reclama sin compasión.
- ¡Tú tampoco, la conocías! ¡No la conoces ahora! - responde sabiamente.
- ¡Annie está sufriendo mucho! - susurra sobre su pecho.
- ¡Y tú también mi amor! ¿Cómo se llama? - pregunta Albert.
- Arthur... - responde.
- ¡No te daré el divorcio! - bromea con ella.
- ¡Y yo no te lo pediré! - responde ella de la misma forma.¿
- ¿Me perdonas Candy? ¡No debí meterme entre ustedes dos! - notifica a su esposa.
- ¡No hay nada que perdonar! - exclama ella acercándose para darle un beso.
- ¡Te amo Candy - le dice Albert a ella entregándose a un apasionado beso.
- ¡Te amo Albert! - ella hace lo mismo ganándose el aplauso y los suspiros de todos los demás cliente que presenciaban esa escena.
Fin del flahsback
Continuará...