Mafia Negra
GRANDCHESTER
Todo y Nada
Parte III
By Chica de Terry
Guerra Florida 2017
Candy Candy: Final Story de Keiko Nagita.
“Derivación” Yaoi/18+
ADVERTENCIA:
Éste capítulo contiene situaciones de sexualidad explicita de temática yaoi (chico/chico) y se utiliza lenguaje soez, que puede suponerse vulgar o poco adecuado para las personas con sensibilidad a los temas. La historia trata sobre dos varones como protagonistas y bajo éste contexto es que se expresan sus pensamientos, deseos e ideas.
Una vez comprendido y tomado en cuenta lo anterior, es bajo responsabilidad propia decidir seguir con la lectura del fanfic o abstenerse para evitar desencantos pues la trama en lo sucesivo será en el mismo tenor.
Gracias.
“Goza de mi lectura como yo goce, escribiendo”
**********
-¡Eres, o no eres William Albert Adley! -Grité con enojo. La poca autoestima que el chico mostraba respecto a su propia identidad me podría las entrañas- ¡Contesta! ¡Eres o no eres el dueño absoluto de todo esto!
-Lo soy.
-¿Lo eres? Dilo de forma admisible. De una forma en que tú mismo te lo puedas creer. De tal forma que a nadie se le pueda ocurrir arrebatarte los medios que tienes para hacer de tu vida lo que deseas. ¿O seguirás comportándote como un vasallo llorón toda tu vida? ¡¿Lo eres?!
-Lo soy. ¡LO SOY! -Gritó con todas sus fuerzas- ¡Soy William Albert Adley! Y nadie va a volver a darme órdenes en lo que me reste de vida. Nadie manejara mi destino. Yo son el dueño de todo, ¡HASTA DE TI! -Gritó el chico con lágrimas de rabia.
-Estoy para ayudarte, William. No soy tu enemigo. Creo que no te has dado cuenta que en poco tiempo saldrás de aquí. Irás a Londres a cursar la universidad y ya no habrá tantas restricciones para ti. No debía decírtelo hasta pasado algunos meses pero en las presentes circunstancias…
La libertad William, también implica responsabilidad. La responsabilidad de conocerse y bastarse a sí mismo. Es un conocimiento que aún no tienes. Puedo enseñarte cómo adquirirlo, con una condición.
-¿Cuál? -Dijo él, aun con la frustración a flor de piel.
-Que no intentes escapar de nuevo. No debes hacerlo hasta que no te consideres apto para poder vivir por tus propios medios. Si lo hicieras…
Mi mente no pudo escapar a mi peaje pasado, al tiempo en que mi forma de subsistir era denigrante. Chupar pitos rancios en callejones oscuros por unas cuantos francos. No podía imaginar a William haciendo tal cosa para poder llevarse una hogaza de pan a la boca.
-Si lo hicieras estarías poniendo en riesgo tu propia vida. Estoy seguro que lo que deseas es vivirla, no arruinarla.
**********
Para ese momento el joven había accesado a una de las habitaciones principales en la segunda planta, la que tenía salida a un amplio y resguardado balcón con celosías invadidas por una gran enredadera. La visibilidad era casi nula desde abajo. La vegetación vertical que colgaba meciéndose al viento, funcionaba perfecto para delimitar la mirada indiscreta de extraños. Había algunas sillas de exterior y una gran tumbona llena de hojas secas. Vaya capricho natural –Pensó George al recorrer el lugar con la mirada.
**********
Albert, se mantuvo en el balcón a respirar aire fresco. Yo me quede en el umbral dándole un poco de espacio. El chico estaba sopesando mis palabras. Bien lo conocía, aunque debía admitir que jamás me pasó por la cabeza que planeara un escape. Eso definitivamente debía poner en alerta mis sentidos. Era un doble cara, debía estar al pendiente de sus reacciones.
-Me comprometo a saciar tu curiosidad, cualquiera que ésta sea. Te enseñaré mucho más que lo básico para que puedas moverte sin acoso de sirvientes. Dejaremos la clase de alemán de lado y ese tiempo lo emplearemos en lo que desees saber. Será nuestro acuerdo. Ésta nueva clase, no será notificada a la señora Elroy. Déjamelo a mí.
-Está bien -Apenas y susurro.
-William, los años pasaran. Y si te preparas adecuadamente para tu futuro, enfrentaras con entereza tus obligaciones pero también tendrás la virtud de ostentar el alto mando. Solo entonces podrás vivir a tu aire. Un caballero debo conocer de todo. Es la única forma de ir un paso al frente. Conviértete en ese caballero, prepárate para un futuro que te ofrece mil posibilidades pero solo las obtendrás si te comprometes contigo mismo.
-¿Es verdad que iré a Londres, George?
-Así es. Sabes que no te mentiría. Quiero saber que lo entiendes. Que puedes confiar ciegamente en mí.
William apenas y movió la cabeza ligeramente. Eso era algo, por ahora.
-Empezaremos la primera lección. Ve al auto y trae el alcohol que encuentres.
Le dije mientras retiraba la sábana blanca que cubría uno de uno de los sillones de la habitación y me sentaba en él.
-Cuando regreses, charlaremos sobre tus intereses William. Así me darás tiempo de organizar las lecciones para ti.
Ésta era la primera prueba. Las llaves se habían quedado pegadas al contacto del automóvil. Él podría intentar huir nuevamente dejándome aquí, o, traería el alcohol y… comenzaría una nueva era entre nosotros. Estaba brindándole el beneficio de la duda y probando su madurez emocional.
**********
No paso mucho tiempo para que el chico cediera al influjo del alcohol. Ahora hablaba hasta por las orejas. Habló de sus expectativas, de lo que quería hacer en el futuro. Deseaba viajar por el mundo y conocer gente. Deseaba conocer Italia. Tiene un especial interés en la Roma antigua, hay un vasto apartado dedicado a ese tema en su biblioteca personal. Ansiaba conocer el continente Africano sobre todo. Quería aprender a pelear para defenderse y quería aprender a cocinar también. Era cómico verlo despatarrado en el sillón riendo por lo bajo, relajado.
Luego intento tocar la gaita y bailar al mismo tiempo. Estaba eufórico. Me di cuenta que había inhalado la heroína, sus pupilas azules estaban dilatadas. Realmente era un joven dulce, que aun guardaba alegría en su ser pero que constantemente era reprimida por los deberes que debía cumplir a cabalidad. Lo dejé ir y venir.
Explorar la casa a oscuras conforme pasaban las horas. No le temía a la oscuridad. Era como un felino moviéndose con gracia en un lugar casi en penumbra y desconocido. Reía a carcajadas de la nada por cualquier tontería. Si no fuera porque estaba un poco drogado y ebrio, diría que se comportaba como cualquier chico de su edad, estaba divirtiéndose.
William, había aprendido a fingir todo el tiempo. A controlar la frustración y la ira. Tuvo que emborracharse con unos cuantos tragos de whisky para que pudiera verlo reír de esa forma jovial y escandalosamente juvenil. Una vez saciada su curiosidad respecto a la mansión, regresamos a la habitación. Sus ojos estaban llorosos y lucía cansado.
-Mi tía… la dulcísima Elroy… -William levantó la botella de Whisky en alto en señal de brindis. Apenas y pude contener la risa- quisiera que me viera en éste momento, George. ¡Se moriría, la vieja! Ya me imagino… el patatus que le daría… al verme… borracho. ¡Ah…! Pero, antes de desmayarse me leería toda su letanía de reglas… y me enumeraría todas las veces que le he… fallado al glorioso apellido… Adley.
“William, un Adley no tiene ese comportamiento. William, un Adley no se rebaja a cuidar animales. William, no debes correr por la casa. William, debes sentarte perfectamente derecho. William, eres el futuro jefe del clan Adley. William, los hombres Adley no hacen bromas. William… debes ser lo más infeliz que se puede ser, sino, no eres un digno Adley”
Repetía el joven una y otra vez imitando a su tía con esa voz rasposa a causa del alcohol. Sin querer me hacía reír. El chico estaba teniendo su propia fiesta privada. El escoces se le había subido muy rápido, seguramente por la falta de alimento. No tenía planeado venir a éste lugar para haber preparado algo de viandas pero creo que he logrado algo con William. Suena entusiasmado con su viaje a Londres y con alejarse del duro brazo de Elroy Adley.
-Sabes, George. Cuando vaya a Londres… seré un pelele americano desabrido.
-¿Por qué lo dices William?
-Nunca he salido con ninguna jovencita. La chica que más recuerdo es mi… hermana. ¡Ah… y esa chiquilla andrajosa de la colina! “Caracoles arrastrándose…” - Repitió simulando una voz infantil- que niña graciosa. Tenía los ojos verdes… como los de Rosemary.
-¿De quién hablas William? -El chico había conocido a alguien en aquel lugar donde lo pillé. Pero, ¿A quién?
-Es curioso. Solo puedo recordarlas a ellas. Una está muerta y la otra… es una nenita chillona. ¿Dónde se encuentran las chicas de verdad? No conozco ninguna. Cuando vaya a Londres… ¿Qué haré con las chicas, George? ¿Puedes decírmelo? Cuándo esté en… Londres, ¿Sabré lo que es… vivir?
Dijo el chico arrastrando un poco las palabras.
-¿Qué sabes sobre las chicas, William? –Tema interesante.
-Casi nada. Solo que gimen un poco raro. Hace algún tiempo, yo… vi a unos sirvientes en el establo… van ahí, cada Jueves. Hacen algunos ruidos toscos y al poco tiempo salen del pajar acomodándose la ropa. Tienes razón, George. No sé nada del mundo real. De las relaciones con las personas, con las mujeres. Ni con los hombres. Por cierto, lo que dije allá en la escalera… sobre ti… no lo dije en serio…
William estaba somnoliento, con pasos inseguros y la botella en la mano salió al balcón que se mantenía abierto.
La luz de la vela iluminaba la habitación pero la luna, alumbraba muy bien el cielo con ases plateados que atravesaban el follaje de entre los pinos.
-En teoría William, soy tuyo.
Dije con sinceridad en voz baja. El chico esbozo una leve sonrisa, como si creyera que lo dije en broma. No tengo tan buen tino para las ocurrencias graciosas como él. No es mi natural pero la sinceridad sí.
Lo que dije era verdad. Yo haría cualquier cosa por mantenerlo a salvo. Esto para mí era más que un trabajo. El joven necesitaba verdadera dirección, al transcurrir la noche me había dado cuenta de ello. Y también me había percatado de cuanto había crecido, prácticamente tenía mi estatura. Era un error tratarlo como a un chico cuando en realidad era un muchacho a punto de su mayoría de edad. Muy pronto iría a la universidad. Muy, muy pronto sentirá el peso del poder Adley en sus manos y no había vivido absolutamente nada. Un poder sin control tiende a corromper y destruir. William, tenía un gran espíritu. Era un joven formidable con cantidad de cualidades e intereses a pesar de la rígida vida llevada hasta ahora, era dueño de un vigor indomable. Bajo esa mirada aparentemente serena, reventaban deseos ardientes de vivir y descubrir.
-¿George, nunca te has enamorado? ¿Has estado con una mujer? ¿Cómo es? – Esas preguntas hechas una detrás de otra apresuradamente me hicieron contraer el ceño. ¿De qué iba aquello? No deberían sorprenderme sus inquietudes pero lo hicieron.
-Vaya… Bueno, yo… creo que la respuesta a esa pregunta debe contestarse personalmente William. Y tú, tendrás oportunidad para…
Cuando me di la media vuelta para mirarlo de frente, el chico estaba recostado en la tumbona, la botella resbaló de su mano vertiendo un poco de líquido ámbar en el piso, formando un charco. El chico comenzó a roncar, se había quedado dormido. Seguramente las emociones del día, la huida, el alcohol, la idea de ir a Londres lo
vencieron.
Me acerqué a él. Levante la botella del piso y la puse en posición vertical cerca de una silla. Luego tome el tobillo del chico y lo subí al camastro. El joven estaba completamente dormido. Ya no traía la chaqueta escocesa, solo la camisa blanca. En la oscuridad y con la luz de la luna que se volvía escasa por el paso de las nubes, pude ver que William ya no tenía la apariencia de un chico como lo hacía sentir Elroy. Tenía el torso ancho, el vello dorado comenzaba a vestir su mentón, tenía las piernas fuertes y duras y una talla de calzado bastante considerable.
Se veía muy buen mozo y se antojaba bien dotado físicamente. Como un príncipe. Me quede contemplándolo un momento. Estaba embebido en las proporciones de su cuerpo cuando una brisa fría proveniente del norte se dejó sentir. Regrese a la habitación, puse un votivo sobre la vela para que no se apagara con las ráfagas frías de viento. Busqué una manta acogedora dentro de los armarios cuando de pronto una lluvia repentina y copiosa comenzó a caer.
Escuché la voz de William quejándose. Salí de inmediato al balcón, él intentaba incorporarse pero sus reflejos le fallaban, lo tome por debajo del brazo y le ayude a levantarse. Casi tuve que cargarlo, sus piernas no le respondían aunque se quejaba de la lluvia que nos mojaba, como si fuera un crio.
Estábamos empapados cuando entramos en la habitación, Lo dejé sentado sobre la cama para ir a cerrar la puerta del balcón.
-Primero me invitas a beber y luego me bañas… con agua fría… -Dijo el William como si se diera cuenta apenas que tenía el cabello empapado- ¿Qué clase de trato… es… éste?
-Tú decidiste beber. Y afuera comenzó a llover. Te quedaste dormido –Su ebriedad me hacía gracia. Ahora estaba intentando sacarse la camisa sin desabotonar por encima de la cabeza. No puse mucha atención pues la cerradura de la puerta estaba oxidada y no cerraba. Fui a buscar una silla para atrancar la cerradura y evitar que entrara la lluvia cuando por el rabillo del ojo veo que William, se recuesta sobre la cama a todo su largo con el brazo derecho y la cabeza atrapadas en la tela húmeda de su propia camisa. Había dejado de luchar con ella.
Creí que se había quedado dormido nuevamente. Tendría que desvestirlo o se resfriaría.
Busque en el último armario alguna ropa seca pero no había nada. Lo único que había en la habitación era la colcha de lana sobre la que William estaba recostado ahora, sobre la cama. La habitación estaba dotada de una chimenea cerca del lecho. No había madera pero en una de las habitaciones contiguas sí. ¿Qué hacer?
Encender el fuego, u ocuparse de William para evitar que pescara un resfrío. Esa no era tan mala idea después de todo, evitaría que Elroy lo reprendiera al menos por unos días, mientras se mejoraba recuperando la salud.
-No me respondiste… George. Que se siente… montar a una chica… -Balbuceó tras la tela húmeda de su camisa, mientras trataba inútilmente de incorporarse.
Eso me sacó de la disyuntiva anterior distrayéndome por completo. “¿Qué se siente montar a una chica?” Yo no lo sabía en realidad. Nunca había montado a una. No supe que responder a eso.
Me encamine hacía la amplia cama. Albert estaba recargado sobre sus codos, aun con la camisa atorada en la cabeza, el torso firme ligeramente contraído y húmedo. La visión me hizo salivar involuntariamente. Me desconcerté ante tal sentimiento de ardor. Me sentí confuso. De pronto el chico se dio la vuelta recostándose sobre su vientre, las piernas colgando ligeramente. En el brusco movimiento el kilt voló sobre su cadera, dejando un perfecto y esculpido trasero púber al aire.
William no traía ropa interior debajo del kilt que estaba húmedo y arremolinado en su cintura. Entonces en la escalera… no lo imagine. El chico se mantuvo a la antigua usanza escocesa todo ese tiempo. Me quedé estático mirándolo. La cabeza escondida bajo la tela húmeda de la camisa, la espalda desnuda, el trasero al aire, las pantorrillas cubiertas con las largas calcetas escocesas. Era una visión graciosamente erótica. Jadee al imaginarme ensillado en sus muslos dorados y… montándolo cadenciosamente. Lancé un gran suspiro. Me quite el saco mojado y camine de un lado a otro de la habitación sin atinar a acercarme a él.
-¿Y bien… vas a… decírmelo? -Cuando no podía sorprenderme más, ahí estaba pidiendo que su curiosidad fuera saciada. Y yo se lo prometí- Quiero… saber. Mientras respondes, intento… quitarme… esto….
Su voz sonaba adormilada. Luchaba contra su camisa pero el cuello no cedía puesto que había botones impidiéndole el paso a la cabeza. Serpenteo un poco en la cama en esa posición, haciendo que sus torneadas piernas cubiertas de un fino vello dorado se movieran eróticamente provocando que el kilt se hiciera una especie de rollo en su cintura y cadera. Cargo su peso en las rodillas y elevó el trasero al aire unos cuantos segundos para volverse a desplomar en la cama, exhausto.
Fue apenas un atisbo pero pude ver la verga rosada que colgaba flácida entre sus piernas. Efectivamente, William, había dejado de ser un niño hace bastante tiempo. No sabía si estaba despierto o semidormido. Lo escuchaba quejarse, decir frases apenas audibles. ¡Oh… William! Eres encantador estando ebrio. He aquí mi confesión.
-Nunca he montado a una chica. Pero tengo experiencia en otro tipo de trote…
-¿Cuál…? -Para mi sorpresa el rubio querubín desvergonzado me contestaba con otra pregunta.
-Eres tierno, aun. Para saberlo y probarlo hace falta… ciertos inicios.
-¿Jalármela? A eso, te refieres… vamosss… no soy tan ingenuo… -Casi rio entre su voz de borracho juguetón.
-¿Y… lo haces muy seguido? –Quise saber ya que estaba muy comunicativo.
-Cuando el modisto toma mis medidas… tengo que hacerlo. Es… agradable.
Su confesión hizo explotar algo en mí. Yo estaba presente mientras el modisto claramente homosexual tomaba sus medidas para los nuevos ajuares. Ahora que recuerdo, el rostro de Albert se enrojecía ligeramente y permanecía en silencio toda la sesión. En mis narices, un homosexual le tocaba los genitales sutilmente y nunca me di cuenta. William, me miraba a través del espejo siempre durante el proceso pero yo creía que su mirada era de fastidio. Ahora comprendo que él se excitaba por ser tocado y ser apreciado por mí, secretamente.
-Te agrada la sensación de ser tocado, William.
-S-í…
-¿Alguien te ha tomado con la boca?
-N-o…
Aunque eso ya lo sabía. Estaba detrás de cada paso suyo, como una sombra.
-Bien. Hoy lo vas saber.
Con decisión me acerque, le saque los zapatos y lo despojé de las calcetas. Subí mis manos a través de las piernas desnudas hasta llegar a sus nalgas. Las acaricié suavemente mientras él las elevaba contra mí. Le gustaba, aceptaba mi trato gentil en su cuerpo. Metí la mano entre sus piernas hasta atrapar las bolas duras y contraídas. Estaban pesadas. Seguramente llevaban buen tiempo sin ser descremadas. Las masajee mientras él seguía elevando el trasero hacía mí. La tentación de desvirgarlo era apremiante con ese precioso y virginal trasero al aire pero era demasiado pronto. Había camino por recorrer aún y tendría que ser con su consentimiento.
Sentado en la cama, metí mi otra mano entre sus piernas atrapando el miembro ya despierto. Había notado el suave movimiento de fricción contra la colcha. Si quería atención en esa fusta inquieta, la tendría. Así, haciéndolo elevar el trasero saque la estupenda verga por debajo y entre sus piernas para admirarla. La tenía atrapada en mi mano, mientras palpitaba y crecía con el roce mientras mi otra mano seguía masajeando las criadillas contraídas y la zona del perineo provocándole temblores.
Estratégicamente, puse el pulgar en su reducido orificio virginal, presionando suavemente contra él. William, jadeó estremeciéndose entero. El fuerte olor almizclado de sus genitales en función sexual no se hizo esperar. Su orificio comenzó a humedecerse. Era tiempo, la verga estaba completamente erecta y fuera del capuchón infantil que lo resguarda en reposo.
Con eficiencia lo hice girar sobre su espalda, el miembro se elevó en toda su gloria como un mástil perfecto. El vello dorado que adornaba la zona estaba alborotado. No hacía otra cosa más que salivar por tenerlo dentro de la boca. William, seguía gimiendo, su mano libre sostenía el kilt con fuerza como si temiera que al bajar y cubrirle los genitales, las caricias terminarían. Eso no iba a suceder.
El viento silbaba a través de la puerta doble que no cerraba a la perfección. La luz de la vela casi se extinguía, prodigaba un aura bruñida y danzarina a la habitación. El olor del bosque, de la lluvia y de la simiente expelida por el cuerpo de Albert se mezclaban, enardeciéndome. Nunca había deseado tanto mamar como ahora. Nunca había sentido la imperiosa necesidad de lamer y succionar con mi boca una verga. La espada escocesa de William de delicado tono rosado y punta escarlata era un monumento a la belleza masculina, olía delicioso ligeramente a sal y seguramente sabría mucho mejor. La serpiente frente a mis ojos se agitaba violentamente sin dejar de destilar su enigmático, cristalino y peligroso veneno.
Acaricié la tierna carne de los muslos interiores. Di un lametón lento a lo largo de su sexo hinchado, humedeciendo generosamente testículos y pene hasta la punta, en el trayecto. Luego jugué un poco con su vello jalándolo y masajeando el área.
William, intentaba sacarse la camisa pero no hacía nada por detenerme en mi misión de tomarlo con la boca. Cuando lo hice, cuando introduje el falo ensanchado en mi boca Albert, gimió adorablemente y con ese consentimiento de su parte al verlo dejar de luchar contra su prenda que lo cegaba de mis procederes, me lo bebí.
Me lo trague entero. Lo deguste con un placer que no había conocido antes, tuve que detenerme a momentos rítmicos porque su escasa experiencia lo haría explotar prontamente y deseaba lanzarlo al límite de su resistencia hasta escucharlo pedir la liberación dentro de mi boca.
Cuando sus nalgas y muslos comenzaron a temblar rítmicamente supe que era el momento, lo metí profundo en mi boca casi al tiempo que explotaba, se irguió y tomó mi cabeza por detrás hundiéndome su verga hasta la garganta, luego me tomo por la barbilla al tiempo que me daba de comer su verga dura. Lo dejé atraparme con sus muslos, mientras, fui gentil al no involucrar los dientes para no lastimar su impetuosa venida. Se chorreo largamente entre jadeos extasiados mientras contraído no me permitió apartarme ni un segundo de su ingle. Yo tampoco lo deseaba. A tragos audibles me bebí su semilla cremosa. ¡Una delicia!
Satisfecho y sin fuerzas me liberó de su agarre de mano y muslos. Saqué con delicadeza la verga aun palpitante y al sentir la cabeza le di una lamida rápida, luego hurgue con la punta de la lengua en su diminuta brecha por la última gota de crema. William, se contrajo, estaba sobre estimulado y el menor roce le producía un escozor placentero apenas soportable.
Me dirigí a buscar los leños. Eficientemente encendí la chimenea con el pedernal seco. William, aún estaba recostado en la cama con el miembro erecto. La camisa blanca seguía cubriendo su cara. La respiración se le había normalizado. A pesar de que tenía el cuerpo caliente decidí desvestirme. La ropa húmeda comenzó a hacerme sentir frio. Completamente desnudo, me senté en un sillón frente a la chimenea. Tenía el miembro increíblemente tieso. La boca me sabía a Albert. Al joven que yo desconocía y que hoy, se había revelado con valentía ante mí. Me estremecí por las consecuencias. Tome otra de las botellas que había traído del auto y di dos tragos de whisky intentando aplacar un poco el fuego dentro de mí. Tratando de borrar su sabor embriagador de mis papilas gustativas. La habitación comenzó a sentirse cálida, cerré los ojos un momento, necesitaba urgentemente autosatisfacerme.
-¿Tengo… que hacer lo mismo?
-No. Si no es lo que quieres.
Respondí. No escuche en qué momento se levantó de la cama. Parecía que la borrachera había menguado debido a la adrenalina de la buena mamada que recibió. Estaba parado atrás de mí, podía sentir su presencia cercana.
Estaba consciente de que estaba mirándome completamente desnudo con la verga erecta y ansiosa. Éramos dos hombres jóvenes de 17 y 28 años que nos conocíamos formalmente, que nos veíamos prácticamente todos los días dirigiéndonos apenas unas cuantas palabras en medio de una situación extraña. Creí que después de tan espectacular liberación Albert, dormiría hasta media mañana. Sin embargo, era innegable la tensión sexual que pulsaba en la habitación, acelerando nuestra respiración.
-Nunca he estado con una mujer... Albert. Cuando era apenas un jovenzuelo, ésta era mi forma de ganarme la vida en los suburbios parisinos. Y cuando no había ni eso, tenía que arriesgarme a robar. Era aún peor porque debía hacer exactamente lo mismo pero sin sacar un beneficio que me diera algo para comer. Supongo que mi destino fue marcado desde entonces -Albert solo escuchaba.
-Robé la billetera de tu padre y me detuvo un gendarmen. Estaba resignado a utilizar mi forma de vida para salvarme. Pero… Tu señor padre, fue el caballero más decente que he conocido en mi vida. No solo se apiado de mi mísera existencia sino que me trajo a América con él y me convirtió en lo que soy ahora. Deje de meter pitos miados a mi boca para ganarme la vida, gracias a él. Tu padre nunca se enteró. Me avergonzaba que lo supiera. El siempre creyó que fui un ladroncillo vulgar con un desafortunado comienzo en la vida. Me enseñó lo que es la dignidad, el respeto y el honor. Esa es mi historia.
Albert, Te pregunte… Si sabías lo que era una mamada. Ahora lo sabes. Prometí que saciaría tu curiosidad. La boca es exactamente igual en un hombre que en una mujer. Quizás hubieras preferido que te trajera a una profesio…
-Pero también dijiste que… sabías… de otro tipo de trote… -Me sorprendió su claridad de pensamiento, la bruma etílica se estaba disipando rápidamente, era como si, lo que acababa de contarle no le hubiera importado en lo absoluto.
-Sí. Pero si quieres ese tipo de lección, créemelo, tan frecuente que te sorprenderías… No será hoy. Hay señoritas encantadoras que…
-Nunca dije que la pareja de los jueves en el establo, fueran un hombre y una mujer.
Me enderece para mirarlo. William, estaba completamente desnudo frente a mis ojos y su miembro viril en una arrogante erección, tan dura como la primera vez.
Continuara…
“El review es el alimento de una imaginación creativa, agradezco el tuyo en compensación a la mía"
GRANDCHESTER
Todo y Nada
Parte III
By Chica de Terry
Guerra Florida 2017
Candy Candy: Final Story de Keiko Nagita.
“Derivación” Yaoi/18+
ADVERTENCIA:
Éste capítulo contiene situaciones de sexualidad explicita de temática yaoi (chico/chico) y se utiliza lenguaje soez, que puede suponerse vulgar o poco adecuado para las personas con sensibilidad a los temas. La historia trata sobre dos varones como protagonistas y bajo éste contexto es que se expresan sus pensamientos, deseos e ideas.
Una vez comprendido y tomado en cuenta lo anterior, es bajo responsabilidad propia decidir seguir con la lectura del fanfic o abstenerse para evitar desencantos pues la trama en lo sucesivo será en el mismo tenor.
Gracias.
“Goza de mi lectura como yo goce, escribiendo”
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-¡Eres, o no eres William Albert Adley! -Grité con enojo. La poca autoestima que el chico mostraba respecto a su propia identidad me podría las entrañas- ¡Contesta! ¡Eres o no eres el dueño absoluto de todo esto!
-Lo soy.
-¿Lo eres? Dilo de forma admisible. De una forma en que tú mismo te lo puedas creer. De tal forma que a nadie se le pueda ocurrir arrebatarte los medios que tienes para hacer de tu vida lo que deseas. ¿O seguirás comportándote como un vasallo llorón toda tu vida? ¡¿Lo eres?!
-Lo soy. ¡LO SOY! -Gritó con todas sus fuerzas- ¡Soy William Albert Adley! Y nadie va a volver a darme órdenes en lo que me reste de vida. Nadie manejara mi destino. Yo son el dueño de todo, ¡HASTA DE TI! -Gritó el chico con lágrimas de rabia.
-Estoy para ayudarte, William. No soy tu enemigo. Creo que no te has dado cuenta que en poco tiempo saldrás de aquí. Irás a Londres a cursar la universidad y ya no habrá tantas restricciones para ti. No debía decírtelo hasta pasado algunos meses pero en las presentes circunstancias…
La libertad William, también implica responsabilidad. La responsabilidad de conocerse y bastarse a sí mismo. Es un conocimiento que aún no tienes. Puedo enseñarte cómo adquirirlo, con una condición.
-¿Cuál? -Dijo él, aun con la frustración a flor de piel.
-Que no intentes escapar de nuevo. No debes hacerlo hasta que no te consideres apto para poder vivir por tus propios medios. Si lo hicieras…
Mi mente no pudo escapar a mi peaje pasado, al tiempo en que mi forma de subsistir era denigrante. Chupar pitos rancios en callejones oscuros por unas cuantos francos. No podía imaginar a William haciendo tal cosa para poder llevarse una hogaza de pan a la boca.
-Si lo hicieras estarías poniendo en riesgo tu propia vida. Estoy seguro que lo que deseas es vivirla, no arruinarla.
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Para ese momento el joven había accesado a una de las habitaciones principales en la segunda planta, la que tenía salida a un amplio y resguardado balcón con celosías invadidas por una gran enredadera. La visibilidad era casi nula desde abajo. La vegetación vertical que colgaba meciéndose al viento, funcionaba perfecto para delimitar la mirada indiscreta de extraños. Había algunas sillas de exterior y una gran tumbona llena de hojas secas. Vaya capricho natural –Pensó George al recorrer el lugar con la mirada.
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Albert, se mantuvo en el balcón a respirar aire fresco. Yo me quede en el umbral dándole un poco de espacio. El chico estaba sopesando mis palabras. Bien lo conocía, aunque debía admitir que jamás me pasó por la cabeza que planeara un escape. Eso definitivamente debía poner en alerta mis sentidos. Era un doble cara, debía estar al pendiente de sus reacciones.
-Me comprometo a saciar tu curiosidad, cualquiera que ésta sea. Te enseñaré mucho más que lo básico para que puedas moverte sin acoso de sirvientes. Dejaremos la clase de alemán de lado y ese tiempo lo emplearemos en lo que desees saber. Será nuestro acuerdo. Ésta nueva clase, no será notificada a la señora Elroy. Déjamelo a mí.
-Está bien -Apenas y susurro.
-William, los años pasaran. Y si te preparas adecuadamente para tu futuro, enfrentaras con entereza tus obligaciones pero también tendrás la virtud de ostentar el alto mando. Solo entonces podrás vivir a tu aire. Un caballero debo conocer de todo. Es la única forma de ir un paso al frente. Conviértete en ese caballero, prepárate para un futuro que te ofrece mil posibilidades pero solo las obtendrás si te comprometes contigo mismo.
-¿Es verdad que iré a Londres, George?
-Así es. Sabes que no te mentiría. Quiero saber que lo entiendes. Que puedes confiar ciegamente en mí.
William apenas y movió la cabeza ligeramente. Eso era algo, por ahora.
-Empezaremos la primera lección. Ve al auto y trae el alcohol que encuentres.
Le dije mientras retiraba la sábana blanca que cubría uno de uno de los sillones de la habitación y me sentaba en él.
-Cuando regreses, charlaremos sobre tus intereses William. Así me darás tiempo de organizar las lecciones para ti.
Ésta era la primera prueba. Las llaves se habían quedado pegadas al contacto del automóvil. Él podría intentar huir nuevamente dejándome aquí, o, traería el alcohol y… comenzaría una nueva era entre nosotros. Estaba brindándole el beneficio de la duda y probando su madurez emocional.
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No paso mucho tiempo para que el chico cediera al influjo del alcohol. Ahora hablaba hasta por las orejas. Habló de sus expectativas, de lo que quería hacer en el futuro. Deseaba viajar por el mundo y conocer gente. Deseaba conocer Italia. Tiene un especial interés en la Roma antigua, hay un vasto apartado dedicado a ese tema en su biblioteca personal. Ansiaba conocer el continente Africano sobre todo. Quería aprender a pelear para defenderse y quería aprender a cocinar también. Era cómico verlo despatarrado en el sillón riendo por lo bajo, relajado.
Luego intento tocar la gaita y bailar al mismo tiempo. Estaba eufórico. Me di cuenta que había inhalado la heroína, sus pupilas azules estaban dilatadas. Realmente era un joven dulce, que aun guardaba alegría en su ser pero que constantemente era reprimida por los deberes que debía cumplir a cabalidad. Lo dejé ir y venir.
Explorar la casa a oscuras conforme pasaban las horas. No le temía a la oscuridad. Era como un felino moviéndose con gracia en un lugar casi en penumbra y desconocido. Reía a carcajadas de la nada por cualquier tontería. Si no fuera porque estaba un poco drogado y ebrio, diría que se comportaba como cualquier chico de su edad, estaba divirtiéndose.
William, había aprendido a fingir todo el tiempo. A controlar la frustración y la ira. Tuvo que emborracharse con unos cuantos tragos de whisky para que pudiera verlo reír de esa forma jovial y escandalosamente juvenil. Una vez saciada su curiosidad respecto a la mansión, regresamos a la habitación. Sus ojos estaban llorosos y lucía cansado.
-Mi tía… la dulcísima Elroy… -William levantó la botella de Whisky en alto en señal de brindis. Apenas y pude contener la risa- quisiera que me viera en éste momento, George. ¡Se moriría, la vieja! Ya me imagino… el patatus que le daría… al verme… borracho. ¡Ah…! Pero, antes de desmayarse me leería toda su letanía de reglas… y me enumeraría todas las veces que le he… fallado al glorioso apellido… Adley.
“William, un Adley no tiene ese comportamiento. William, un Adley no se rebaja a cuidar animales. William, no debes correr por la casa. William, debes sentarte perfectamente derecho. William, eres el futuro jefe del clan Adley. William, los hombres Adley no hacen bromas. William… debes ser lo más infeliz que se puede ser, sino, no eres un digno Adley”
Repetía el joven una y otra vez imitando a su tía con esa voz rasposa a causa del alcohol. Sin querer me hacía reír. El chico estaba teniendo su propia fiesta privada. El escoces se le había subido muy rápido, seguramente por la falta de alimento. No tenía planeado venir a éste lugar para haber preparado algo de viandas pero creo que he logrado algo con William. Suena entusiasmado con su viaje a Londres y con alejarse del duro brazo de Elroy Adley.
-Sabes, George. Cuando vaya a Londres… seré un pelele americano desabrido.
-¿Por qué lo dices William?
-Nunca he salido con ninguna jovencita. La chica que más recuerdo es mi… hermana. ¡Ah… y esa chiquilla andrajosa de la colina! “Caracoles arrastrándose…” - Repitió simulando una voz infantil- que niña graciosa. Tenía los ojos verdes… como los de Rosemary.
-¿De quién hablas William? -El chico había conocido a alguien en aquel lugar donde lo pillé. Pero, ¿A quién?
-Es curioso. Solo puedo recordarlas a ellas. Una está muerta y la otra… es una nenita chillona. ¿Dónde se encuentran las chicas de verdad? No conozco ninguna. Cuando vaya a Londres… ¿Qué haré con las chicas, George? ¿Puedes decírmelo? Cuándo esté en… Londres, ¿Sabré lo que es… vivir?
Dijo el chico arrastrando un poco las palabras.
-¿Qué sabes sobre las chicas, William? –Tema interesante.
-Casi nada. Solo que gimen un poco raro. Hace algún tiempo, yo… vi a unos sirvientes en el establo… van ahí, cada Jueves. Hacen algunos ruidos toscos y al poco tiempo salen del pajar acomodándose la ropa. Tienes razón, George. No sé nada del mundo real. De las relaciones con las personas, con las mujeres. Ni con los hombres. Por cierto, lo que dije allá en la escalera… sobre ti… no lo dije en serio…
William estaba somnoliento, con pasos inseguros y la botella en la mano salió al balcón que se mantenía abierto.
La luz de la vela iluminaba la habitación pero la luna, alumbraba muy bien el cielo con ases plateados que atravesaban el follaje de entre los pinos.
-En teoría William, soy tuyo.
Dije con sinceridad en voz baja. El chico esbozo una leve sonrisa, como si creyera que lo dije en broma. No tengo tan buen tino para las ocurrencias graciosas como él. No es mi natural pero la sinceridad sí.
Lo que dije era verdad. Yo haría cualquier cosa por mantenerlo a salvo. Esto para mí era más que un trabajo. El joven necesitaba verdadera dirección, al transcurrir la noche me había dado cuenta de ello. Y también me había percatado de cuanto había crecido, prácticamente tenía mi estatura. Era un error tratarlo como a un chico cuando en realidad era un muchacho a punto de su mayoría de edad. Muy pronto iría a la universidad. Muy, muy pronto sentirá el peso del poder Adley en sus manos y no había vivido absolutamente nada. Un poder sin control tiende a corromper y destruir. William, tenía un gran espíritu. Era un joven formidable con cantidad de cualidades e intereses a pesar de la rígida vida llevada hasta ahora, era dueño de un vigor indomable. Bajo esa mirada aparentemente serena, reventaban deseos ardientes de vivir y descubrir.
-¿George, nunca te has enamorado? ¿Has estado con una mujer? ¿Cómo es? – Esas preguntas hechas una detrás de otra apresuradamente me hicieron contraer el ceño. ¿De qué iba aquello? No deberían sorprenderme sus inquietudes pero lo hicieron.
-Vaya… Bueno, yo… creo que la respuesta a esa pregunta debe contestarse personalmente William. Y tú, tendrás oportunidad para…
Cuando me di la media vuelta para mirarlo de frente, el chico estaba recostado en la tumbona, la botella resbaló de su mano vertiendo un poco de líquido ámbar en el piso, formando un charco. El chico comenzó a roncar, se había quedado dormido. Seguramente las emociones del día, la huida, el alcohol, la idea de ir a Londres lo
vencieron.
Me acerqué a él. Levante la botella del piso y la puse en posición vertical cerca de una silla. Luego tome el tobillo del chico y lo subí al camastro. El joven estaba completamente dormido. Ya no traía la chaqueta escocesa, solo la camisa blanca. En la oscuridad y con la luz de la luna que se volvía escasa por el paso de las nubes, pude ver que William ya no tenía la apariencia de un chico como lo hacía sentir Elroy. Tenía el torso ancho, el vello dorado comenzaba a vestir su mentón, tenía las piernas fuertes y duras y una talla de calzado bastante considerable.
Se veía muy buen mozo y se antojaba bien dotado físicamente. Como un príncipe. Me quede contemplándolo un momento. Estaba embebido en las proporciones de su cuerpo cuando una brisa fría proveniente del norte se dejó sentir. Regrese a la habitación, puse un votivo sobre la vela para que no se apagara con las ráfagas frías de viento. Busqué una manta acogedora dentro de los armarios cuando de pronto una lluvia repentina y copiosa comenzó a caer.
Escuché la voz de William quejándose. Salí de inmediato al balcón, él intentaba incorporarse pero sus reflejos le fallaban, lo tome por debajo del brazo y le ayude a levantarse. Casi tuve que cargarlo, sus piernas no le respondían aunque se quejaba de la lluvia que nos mojaba, como si fuera un crio.
Estábamos empapados cuando entramos en la habitación, Lo dejé sentado sobre la cama para ir a cerrar la puerta del balcón.
-Primero me invitas a beber y luego me bañas… con agua fría… -Dijo el William como si se diera cuenta apenas que tenía el cabello empapado- ¿Qué clase de trato… es… éste?
-Tú decidiste beber. Y afuera comenzó a llover. Te quedaste dormido –Su ebriedad me hacía gracia. Ahora estaba intentando sacarse la camisa sin desabotonar por encima de la cabeza. No puse mucha atención pues la cerradura de la puerta estaba oxidada y no cerraba. Fui a buscar una silla para atrancar la cerradura y evitar que entrara la lluvia cuando por el rabillo del ojo veo que William, se recuesta sobre la cama a todo su largo con el brazo derecho y la cabeza atrapadas en la tela húmeda de su propia camisa. Había dejado de luchar con ella.
Creí que se había quedado dormido nuevamente. Tendría que desvestirlo o se resfriaría.
Busque en el último armario alguna ropa seca pero no había nada. Lo único que había en la habitación era la colcha de lana sobre la que William estaba recostado ahora, sobre la cama. La habitación estaba dotada de una chimenea cerca del lecho. No había madera pero en una de las habitaciones contiguas sí. ¿Qué hacer?
Encender el fuego, u ocuparse de William para evitar que pescara un resfrío. Esa no era tan mala idea después de todo, evitaría que Elroy lo reprendiera al menos por unos días, mientras se mejoraba recuperando la salud.
-No me respondiste… George. Que se siente… montar a una chica… -Balbuceó tras la tela húmeda de su camisa, mientras trataba inútilmente de incorporarse.
Eso me sacó de la disyuntiva anterior distrayéndome por completo. “¿Qué se siente montar a una chica?” Yo no lo sabía en realidad. Nunca había montado a una. No supe que responder a eso.
Me encamine hacía la amplia cama. Albert estaba recargado sobre sus codos, aun con la camisa atorada en la cabeza, el torso firme ligeramente contraído y húmedo. La visión me hizo salivar involuntariamente. Me desconcerté ante tal sentimiento de ardor. Me sentí confuso. De pronto el chico se dio la vuelta recostándose sobre su vientre, las piernas colgando ligeramente. En el brusco movimiento el kilt voló sobre su cadera, dejando un perfecto y esculpido trasero púber al aire.
William no traía ropa interior debajo del kilt que estaba húmedo y arremolinado en su cintura. Entonces en la escalera… no lo imagine. El chico se mantuvo a la antigua usanza escocesa todo ese tiempo. Me quedé estático mirándolo. La cabeza escondida bajo la tela húmeda de la camisa, la espalda desnuda, el trasero al aire, las pantorrillas cubiertas con las largas calcetas escocesas. Era una visión graciosamente erótica. Jadee al imaginarme ensillado en sus muslos dorados y… montándolo cadenciosamente. Lancé un gran suspiro. Me quite el saco mojado y camine de un lado a otro de la habitación sin atinar a acercarme a él.
-¿Y bien… vas a… decírmelo? -Cuando no podía sorprenderme más, ahí estaba pidiendo que su curiosidad fuera saciada. Y yo se lo prometí- Quiero… saber. Mientras respondes, intento… quitarme… esto….
Su voz sonaba adormilada. Luchaba contra su camisa pero el cuello no cedía puesto que había botones impidiéndole el paso a la cabeza. Serpenteo un poco en la cama en esa posición, haciendo que sus torneadas piernas cubiertas de un fino vello dorado se movieran eróticamente provocando que el kilt se hiciera una especie de rollo en su cintura y cadera. Cargo su peso en las rodillas y elevó el trasero al aire unos cuantos segundos para volverse a desplomar en la cama, exhausto.
Fue apenas un atisbo pero pude ver la verga rosada que colgaba flácida entre sus piernas. Efectivamente, William, había dejado de ser un niño hace bastante tiempo. No sabía si estaba despierto o semidormido. Lo escuchaba quejarse, decir frases apenas audibles. ¡Oh… William! Eres encantador estando ebrio. He aquí mi confesión.
-Nunca he montado a una chica. Pero tengo experiencia en otro tipo de trote…
-¿Cuál…? -Para mi sorpresa el rubio querubín desvergonzado me contestaba con otra pregunta.
-Eres tierno, aun. Para saberlo y probarlo hace falta… ciertos inicios.
-¿Jalármela? A eso, te refieres… vamosss… no soy tan ingenuo… -Casi rio entre su voz de borracho juguetón.
-¿Y… lo haces muy seguido? –Quise saber ya que estaba muy comunicativo.
-Cuando el modisto toma mis medidas… tengo que hacerlo. Es… agradable.
Su confesión hizo explotar algo en mí. Yo estaba presente mientras el modisto claramente homosexual tomaba sus medidas para los nuevos ajuares. Ahora que recuerdo, el rostro de Albert se enrojecía ligeramente y permanecía en silencio toda la sesión. En mis narices, un homosexual le tocaba los genitales sutilmente y nunca me di cuenta. William, me miraba a través del espejo siempre durante el proceso pero yo creía que su mirada era de fastidio. Ahora comprendo que él se excitaba por ser tocado y ser apreciado por mí, secretamente.
-Te agrada la sensación de ser tocado, William.
-S-í…
-¿Alguien te ha tomado con la boca?
-N-o…
Aunque eso ya lo sabía. Estaba detrás de cada paso suyo, como una sombra.
-Bien. Hoy lo vas saber.
Con decisión me acerque, le saque los zapatos y lo despojé de las calcetas. Subí mis manos a través de las piernas desnudas hasta llegar a sus nalgas. Las acaricié suavemente mientras él las elevaba contra mí. Le gustaba, aceptaba mi trato gentil en su cuerpo. Metí la mano entre sus piernas hasta atrapar las bolas duras y contraídas. Estaban pesadas. Seguramente llevaban buen tiempo sin ser descremadas. Las masajee mientras él seguía elevando el trasero hacía mí. La tentación de desvirgarlo era apremiante con ese precioso y virginal trasero al aire pero era demasiado pronto. Había camino por recorrer aún y tendría que ser con su consentimiento.
Sentado en la cama, metí mi otra mano entre sus piernas atrapando el miembro ya despierto. Había notado el suave movimiento de fricción contra la colcha. Si quería atención en esa fusta inquieta, la tendría. Así, haciéndolo elevar el trasero saque la estupenda verga por debajo y entre sus piernas para admirarla. La tenía atrapada en mi mano, mientras palpitaba y crecía con el roce mientras mi otra mano seguía masajeando las criadillas contraídas y la zona del perineo provocándole temblores.
Estratégicamente, puse el pulgar en su reducido orificio virginal, presionando suavemente contra él. William, jadeó estremeciéndose entero. El fuerte olor almizclado de sus genitales en función sexual no se hizo esperar. Su orificio comenzó a humedecerse. Era tiempo, la verga estaba completamente erecta y fuera del capuchón infantil que lo resguarda en reposo.
Con eficiencia lo hice girar sobre su espalda, el miembro se elevó en toda su gloria como un mástil perfecto. El vello dorado que adornaba la zona estaba alborotado. No hacía otra cosa más que salivar por tenerlo dentro de la boca. William, seguía gimiendo, su mano libre sostenía el kilt con fuerza como si temiera que al bajar y cubrirle los genitales, las caricias terminarían. Eso no iba a suceder.
El viento silbaba a través de la puerta doble que no cerraba a la perfección. La luz de la vela casi se extinguía, prodigaba un aura bruñida y danzarina a la habitación. El olor del bosque, de la lluvia y de la simiente expelida por el cuerpo de Albert se mezclaban, enardeciéndome. Nunca había deseado tanto mamar como ahora. Nunca había sentido la imperiosa necesidad de lamer y succionar con mi boca una verga. La espada escocesa de William de delicado tono rosado y punta escarlata era un monumento a la belleza masculina, olía delicioso ligeramente a sal y seguramente sabría mucho mejor. La serpiente frente a mis ojos se agitaba violentamente sin dejar de destilar su enigmático, cristalino y peligroso veneno.
Acaricié la tierna carne de los muslos interiores. Di un lametón lento a lo largo de su sexo hinchado, humedeciendo generosamente testículos y pene hasta la punta, en el trayecto. Luego jugué un poco con su vello jalándolo y masajeando el área.
William, intentaba sacarse la camisa pero no hacía nada por detenerme en mi misión de tomarlo con la boca. Cuando lo hice, cuando introduje el falo ensanchado en mi boca Albert, gimió adorablemente y con ese consentimiento de su parte al verlo dejar de luchar contra su prenda que lo cegaba de mis procederes, me lo bebí.
Me lo trague entero. Lo deguste con un placer que no había conocido antes, tuve que detenerme a momentos rítmicos porque su escasa experiencia lo haría explotar prontamente y deseaba lanzarlo al límite de su resistencia hasta escucharlo pedir la liberación dentro de mi boca.
Cuando sus nalgas y muslos comenzaron a temblar rítmicamente supe que era el momento, lo metí profundo en mi boca casi al tiempo que explotaba, se irguió y tomó mi cabeza por detrás hundiéndome su verga hasta la garganta, luego me tomo por la barbilla al tiempo que me daba de comer su verga dura. Lo dejé atraparme con sus muslos, mientras, fui gentil al no involucrar los dientes para no lastimar su impetuosa venida. Se chorreo largamente entre jadeos extasiados mientras contraído no me permitió apartarme ni un segundo de su ingle. Yo tampoco lo deseaba. A tragos audibles me bebí su semilla cremosa. ¡Una delicia!
Satisfecho y sin fuerzas me liberó de su agarre de mano y muslos. Saqué con delicadeza la verga aun palpitante y al sentir la cabeza le di una lamida rápida, luego hurgue con la punta de la lengua en su diminuta brecha por la última gota de crema. William, se contrajo, estaba sobre estimulado y el menor roce le producía un escozor placentero apenas soportable.
Me dirigí a buscar los leños. Eficientemente encendí la chimenea con el pedernal seco. William, aún estaba recostado en la cama con el miembro erecto. La camisa blanca seguía cubriendo su cara. La respiración se le había normalizado. A pesar de que tenía el cuerpo caliente decidí desvestirme. La ropa húmeda comenzó a hacerme sentir frio. Completamente desnudo, me senté en un sillón frente a la chimenea. Tenía el miembro increíblemente tieso. La boca me sabía a Albert. Al joven que yo desconocía y que hoy, se había revelado con valentía ante mí. Me estremecí por las consecuencias. Tome otra de las botellas que había traído del auto y di dos tragos de whisky intentando aplacar un poco el fuego dentro de mí. Tratando de borrar su sabor embriagador de mis papilas gustativas. La habitación comenzó a sentirse cálida, cerré los ojos un momento, necesitaba urgentemente autosatisfacerme.
-¿Tengo… que hacer lo mismo?
-No. Si no es lo que quieres.
Respondí. No escuche en qué momento se levantó de la cama. Parecía que la borrachera había menguado debido a la adrenalina de la buena mamada que recibió. Estaba parado atrás de mí, podía sentir su presencia cercana.
Estaba consciente de que estaba mirándome completamente desnudo con la verga erecta y ansiosa. Éramos dos hombres jóvenes de 17 y 28 años que nos conocíamos formalmente, que nos veíamos prácticamente todos los días dirigiéndonos apenas unas cuantas palabras en medio de una situación extraña. Creí que después de tan espectacular liberación Albert, dormiría hasta media mañana. Sin embargo, era innegable la tensión sexual que pulsaba en la habitación, acelerando nuestra respiración.
-Nunca he estado con una mujer... Albert. Cuando era apenas un jovenzuelo, ésta era mi forma de ganarme la vida en los suburbios parisinos. Y cuando no había ni eso, tenía que arriesgarme a robar. Era aún peor porque debía hacer exactamente lo mismo pero sin sacar un beneficio que me diera algo para comer. Supongo que mi destino fue marcado desde entonces -Albert solo escuchaba.
-Robé la billetera de tu padre y me detuvo un gendarmen. Estaba resignado a utilizar mi forma de vida para salvarme. Pero… Tu señor padre, fue el caballero más decente que he conocido en mi vida. No solo se apiado de mi mísera existencia sino que me trajo a América con él y me convirtió en lo que soy ahora. Deje de meter pitos miados a mi boca para ganarme la vida, gracias a él. Tu padre nunca se enteró. Me avergonzaba que lo supiera. El siempre creyó que fui un ladroncillo vulgar con un desafortunado comienzo en la vida. Me enseñó lo que es la dignidad, el respeto y el honor. Esa es mi historia.
Albert, Te pregunte… Si sabías lo que era una mamada. Ahora lo sabes. Prometí que saciaría tu curiosidad. La boca es exactamente igual en un hombre que en una mujer. Quizás hubieras preferido que te trajera a una profesio…
-Pero también dijiste que… sabías… de otro tipo de trote… -Me sorprendió su claridad de pensamiento, la bruma etílica se estaba disipando rápidamente, era como si, lo que acababa de contarle no le hubiera importado en lo absoluto.
-Sí. Pero si quieres ese tipo de lección, créemelo, tan frecuente que te sorprenderías… No será hoy. Hay señoritas encantadoras que…
-Nunca dije que la pareja de los jueves en el establo, fueran un hombre y una mujer.
Me enderece para mirarlo. William, estaba completamente desnudo frente a mis ojos y su miembro viril en una arrogante erección, tan dura como la primera vez.
Continuara…
“El review es el alimento de una imaginación creativa, agradezco el tuyo en compensación a la mía"