==Capítulo III==
Fue una noche dura, apenas si pudo cerrar los ojos e intentar dormir, debía confesar que fue una labor titánica, pues cada que los cerraba lo primero que le venía a la mente eran esos exquisitos ojos azules, tan claros como un día soleado y de pronto tan oscuros como un cielo en próxima tormenta y eso solo podía interpretarlo como deseo, significaba que él la deseaba tanto como ella.
No era ingenua, el hecho de solo haber compartido su cuerpo con un solo hombre y de eso ya hacía más de un año, no la clasificaba como ignorante del tema, de solo pensar en este hombre, su deseo se encendía como si de un interruptor de energía se tratara, con él no era difícil interpretar los movimientos, los gestos, todo, ellos eran como libros abiertos, un secreto solo compartido entre ambos.
Ya solo quedaba ella en el ascensor y eso la alerto de sobre manera, probablemente ahora que ya conocía su secreto no regresaría a trabajar, tal vez al entrar a su oficina encontraría sobre su escritorio una carta de despido, que calamidad, si por lo menos hubieran llegado a algo más se iría con la satisfacción de haberse deleitado con ese cuerpo, el ascensor llego a su destino, salió y al verlo sentado en su lugar de siempre la hizo detenerse en seco, camino con paso sigiloso como temerosa de que fuera una ilusión que entre más se acercara él se desvanecería, al estar más cerca se percató de la sonrisa tonta que adornaba su sublime rostro, se preguntó en qué o quién estaría pensando que le robaba esa sonrisa, de pronto el día se le torno un tanto agrio de solo imaginar a una fémina en su mente.
Por su parte Albert estaba sumido rememorando en sus recuerdos y su sonrisa se hizo más expresiva.
Sí que fue una noche intensa y a pesar de que no durmió como deseaba, su imaginación y libido estuvieron a tope, después de colgar con George la noche anterior, se desnudó y fue directo a tomar un baño, se sorprendió que aún no acababa de quitarse la ropa pero su cuerpo y su “amigo” le indicaba que ya estaba más que dispuesto a ser parte del juego o lo que fuera que en ese momento sucediera, se sentía adolorido por la presión no desahogada como deseaba, pero dada las circunstancias su “querida amiga” la mano debía entrar en acción.
Abrió la regadera y no deseo templar el agua, lo que necesitaba era agua helada para calmar los deseos no correspondidos, se situó bajo el chorro y tomo shampoo de baño y masajeo el cuero cabelludo intentando pensar en otras cosas, pero maldita sea si eso lo ayudo, cada pensamiento lo finalizaba con las preciosas esmeraldas de Candice, sabía que esa mujer era fuego, su mirada y su cuerpo incitador así se lo hacían saber y deseaba tanto quemarse con ese fuego, ningún pensamiento, ni el agua fría estaba menguando el deseo, así que pronto recurrió a la última opción disponible.
Con mano firme la coloco alrededor de la base de su “amigo”, pero esto no podía ser así de simple, a su mente vinieron las manos de la rubia y se imaginó que esas manos eran las que sostenían a su “amigo” en ese momento, con dedos trémulos empezó a acariciarlo, a sentir la longitud y el grosor, las delgadas venas que se formaban por la dureza que en este momento poseía, la tibieza del líquido que empezar a emanar que pese al agua fría no se perdió, bajo a los testículos y los acaricio con parsimonia, quería alargar el momento, como si fuera ella quien le estaba regalando este placer, los masajeo e imagino que ella sería capaz de mimar con besos suaves a esos “otros amigos” deslizar su lengua y dejar un rastro de besos hasta llegar a su miembro, lo tomo con firmeza y empezó a deslizar, adelante-atrás, atrás-adelante, no quería guardarse nada, los suspiros cada vez se hacían más audibles con solo imaginar que Candice era quien le estaba dando este placer, la velocidad de su mano fue más exigente, el cuerpo lo sentía más caliente por el placer y las sensaciones gozosas, pero aun así en busca de que fuesen más y más duraderas, pero a la vez más tortuosas por la necesidad de llegar al nirvana del placer, imprimió más velocidad y termino, liquido derramado en su mano, suspiros aun desbocados y un cuerpo tembloroso por la energía expulsada, pero tal vez también por la falta de calidez de ese cuerpo femenino que lo ínsito a lo que en ese momento había estado haciendo y al final llego a ese placer pero el nirvana había quedado aun fuera de su alcance.
Albert no se había percatado de la presencia de Candice hasta que a sus fosas nasales llego ese aroma afrutado y femenino, estaba tan concentrado en sus recuerdos que no escucho sus pasos acercarse.
La sonrisa desapareció lentamente y al voltear sus ojos hacia Candice la mirada que ella le dedicaba definitivamente le quitaba las ganas de dirigirle la palabra, parecía sumamente molesta y eso le hizo a él poner una sonrisa en sus labios, esa mujer seria su perdición, lo sabía, lo sentía, por supuesto que había un deseo duro y puro hacia ella, su cuerpo reaccionaba y no se molestaba en ocultarlo, pero también había más, la admiraba por la dedicación que le ponía a su trabajo, por la ternura y esmero que brindaba en cada tiempo libre que tenía a esa casa hogar llamada, Hogar de Pony, sabía que ese era su hogar también y por ese hecho y muchos más a lo largo de los meses que llevaba asistiéndole, algo se removía en su pecho, muy cerquita de su corazón.
-Buenos días Sr. Johnson -ahora su saludo carecía de una sonrisa, ya no era como el día anterior, pero eso no le importo, él si le dedico la mejor de sus sonrisas.
-Sra. White, excelente día.
Candy lo observo por un momento y juraría que la sonrisa que ahora tenía solo era para ella y eso le derritió el mal humor, se dirigió a su oficina y Albert tras ella.
Espero a que entrara y cerrara la puerta tras él.
-Ahora, ¿Será posible conocer los motivos que lo hicieron ser el Sr. Johnson?
El volvió a sonreír, por supuesto que ella no iba a dejar pasar esto, no importaba que supiera que él era William
Albert Andrew, ahora debía decir los motivos, aunque estos fueran a cuentagotas.
-Sra. White, solo le pido que sigamos manteniendo la discreción como hasta ahora, por el momento no puedo decir más, solo seguir asistiéndola.
Candy arrugo el cejo al escuchar su respuesta, si es que a eso se le podía llamar respuesta, algo sucedía, algo muy grande y no tenía la más remota idea de cómo indagar, por ahora no diría nada porque lo podría alertar de las intenciones que tenia de investigar.
==Continuara==
No era ingenua, el hecho de solo haber compartido su cuerpo con un solo hombre y de eso ya hacía más de un año, no la clasificaba como ignorante del tema, de solo pensar en este hombre, su deseo se encendía como si de un interruptor de energía se tratara, con él no era difícil interpretar los movimientos, los gestos, todo, ellos eran como libros abiertos, un secreto solo compartido entre ambos.
Ya solo quedaba ella en el ascensor y eso la alerto de sobre manera, probablemente ahora que ya conocía su secreto no regresaría a trabajar, tal vez al entrar a su oficina encontraría sobre su escritorio una carta de despido, que calamidad, si por lo menos hubieran llegado a algo más se iría con la satisfacción de haberse deleitado con ese cuerpo, el ascensor llego a su destino, salió y al verlo sentado en su lugar de siempre la hizo detenerse en seco, camino con paso sigiloso como temerosa de que fuera una ilusión que entre más se acercara él se desvanecería, al estar más cerca se percató de la sonrisa tonta que adornaba su sublime rostro, se preguntó en qué o quién estaría pensando que le robaba esa sonrisa, de pronto el día se le torno un tanto agrio de solo imaginar a una fémina en su mente.
Por su parte Albert estaba sumido rememorando en sus recuerdos y su sonrisa se hizo más expresiva.
Sí que fue una noche intensa y a pesar de que no durmió como deseaba, su imaginación y libido estuvieron a tope, después de colgar con George la noche anterior, se desnudó y fue directo a tomar un baño, se sorprendió que aún no acababa de quitarse la ropa pero su cuerpo y su “amigo” le indicaba que ya estaba más que dispuesto a ser parte del juego o lo que fuera que en ese momento sucediera, se sentía adolorido por la presión no desahogada como deseaba, pero dada las circunstancias su “querida amiga” la mano debía entrar en acción.
Abrió la regadera y no deseo templar el agua, lo que necesitaba era agua helada para calmar los deseos no correspondidos, se situó bajo el chorro y tomo shampoo de baño y masajeo el cuero cabelludo intentando pensar en otras cosas, pero maldita sea si eso lo ayudo, cada pensamiento lo finalizaba con las preciosas esmeraldas de Candice, sabía que esa mujer era fuego, su mirada y su cuerpo incitador así se lo hacían saber y deseaba tanto quemarse con ese fuego, ningún pensamiento, ni el agua fría estaba menguando el deseo, así que pronto recurrió a la última opción disponible.
Con mano firme la coloco alrededor de la base de su “amigo”, pero esto no podía ser así de simple, a su mente vinieron las manos de la rubia y se imaginó que esas manos eran las que sostenían a su “amigo” en ese momento, con dedos trémulos empezó a acariciarlo, a sentir la longitud y el grosor, las delgadas venas que se formaban por la dureza que en este momento poseía, la tibieza del líquido que empezar a emanar que pese al agua fría no se perdió, bajo a los testículos y los acaricio con parsimonia, quería alargar el momento, como si fuera ella quien le estaba regalando este placer, los masajeo e imagino que ella sería capaz de mimar con besos suaves a esos “otros amigos” deslizar su lengua y dejar un rastro de besos hasta llegar a su miembro, lo tomo con firmeza y empezó a deslizar, adelante-atrás, atrás-adelante, no quería guardarse nada, los suspiros cada vez se hacían más audibles con solo imaginar que Candice era quien le estaba dando este placer, la velocidad de su mano fue más exigente, el cuerpo lo sentía más caliente por el placer y las sensaciones gozosas, pero aun así en busca de que fuesen más y más duraderas, pero a la vez más tortuosas por la necesidad de llegar al nirvana del placer, imprimió más velocidad y termino, liquido derramado en su mano, suspiros aun desbocados y un cuerpo tembloroso por la energía expulsada, pero tal vez también por la falta de calidez de ese cuerpo femenino que lo ínsito a lo que en ese momento había estado haciendo y al final llego a ese placer pero el nirvana había quedado aun fuera de su alcance.
Albert no se había percatado de la presencia de Candice hasta que a sus fosas nasales llego ese aroma afrutado y femenino, estaba tan concentrado en sus recuerdos que no escucho sus pasos acercarse.
La sonrisa desapareció lentamente y al voltear sus ojos hacia Candice la mirada que ella le dedicaba definitivamente le quitaba las ganas de dirigirle la palabra, parecía sumamente molesta y eso le hizo a él poner una sonrisa en sus labios, esa mujer seria su perdición, lo sabía, lo sentía, por supuesto que había un deseo duro y puro hacia ella, su cuerpo reaccionaba y no se molestaba en ocultarlo, pero también había más, la admiraba por la dedicación que le ponía a su trabajo, por la ternura y esmero que brindaba en cada tiempo libre que tenía a esa casa hogar llamada, Hogar de Pony, sabía que ese era su hogar también y por ese hecho y muchos más a lo largo de los meses que llevaba asistiéndole, algo se removía en su pecho, muy cerquita de su corazón.
-Buenos días Sr. Johnson -ahora su saludo carecía de una sonrisa, ya no era como el día anterior, pero eso no le importo, él si le dedico la mejor de sus sonrisas.
-Sra. White, excelente día.
Candy lo observo por un momento y juraría que la sonrisa que ahora tenía solo era para ella y eso le derritió el mal humor, se dirigió a su oficina y Albert tras ella.
Espero a que entrara y cerrara la puerta tras él.
-Ahora, ¿Será posible conocer los motivos que lo hicieron ser el Sr. Johnson?
El volvió a sonreír, por supuesto que ella no iba a dejar pasar esto, no importaba que supiera que él era William
Albert Andrew, ahora debía decir los motivos, aunque estos fueran a cuentagotas.
-Sra. White, solo le pido que sigamos manteniendo la discreción como hasta ahora, por el momento no puedo decir más, solo seguir asistiéndola.
Candy arrugo el cejo al escuchar su respuesta, si es que a eso se le podía llamar respuesta, algo sucedía, algo muy grande y no tenía la más remota idea de cómo indagar, por ahora no diría nada porque lo podría alertar de las intenciones que tenia de investigar.
==Continuara==