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TODO Y NADA P4 By Chica de Terry. Mafia Negra GRANDCHESTER. Yaoi 18+

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igzell
ODET la chica de Terry
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ODET la chica de Terry

ODET la chica de Terry
Niño/a del Hogar de Pony
Niño/a del Hogar de Pony

TODO Y NADA P4 By Chica de Terry. Mafia Negra GRANDCHESTER. Yaoi 18+ Ty_n_213


MAFIA NEGRA
GRANCHESTER

Todo y Nada
Parte III
By Chica de Terry

Guerra Florida 2017
Candy Candy: Final Story de Keiko Nagita.
“Derivación”  Yaoi/18+



ADVERTENCIA:

Éste capítulo contiene situaciones de sexualidad explicita de temática yaoi (chico/chico) y se utiliza lenguaje soez, que puede suponerse vulgar o poco adecuado para las personas con sensibilidad a los temas. La historia trata sobre dos varones como protagonistas y bajo éste contexto es que se expresan sus pensamientos, deseos e ideas.

Una vez comprendido y tomado en cuenta lo anterior, es bajo responsabilidad propia decidir seguir con la lectura del fanfic o abstenerse para evitar desencantos pues la trama en lo sucesivo será en el mismo tenor.

Gracias.




“Goza de mi lectura como yo goce, escribiendo”





Lakewood
28 de Junio 1905.


Otro cumpleaños más.  Éste no era como los otros que viví en mi vida. Éste traía aires de esperanzas renovadas y de un futuro prometedor. Estaba eufórico por cumplir mi mayoría de edad que apenas me podía contener.

El día transcurrió como cualquier otro. No había festejo aunque sí regalos materiales. ¡Bah!  Como si no hubiera un montón de cosas acumulándose en… quien sabe dónde.  Yo quería libertad. Ese era el regalo que esperaba con ansias que incluso el pastel de frutas que me prepararon los cocineros, con quienes tomaba clases,  me supo más dulce que nunca.

Era jueves. Toda la tarde estuve distraído.  Por ser mi cumpleaños esperaba poder desapañarme  un momento de mis tareas asignadas pero fue imposible. No podía ni concentrarme. Mi mente volaba al establo cada 5 segundos.  George había cumplido cabalmente con su palabra y estaba adiestrándome al fin con lecciones que me agradaban de defensa personal y que llenaban  el poco tiempo que me  quedaba libre.  No sé qué demonios le había dicho a mi tía pero ahora no tenía que aburrirme por las tardes con el profesor de alemán.  
George. Desde aquel día de mi intento de fuga y aquella noche en la vieja casa olvidada del bosque…  me di cuenta de algo. Había una especie de atracción  entre nosotros,  era tan palpable que incluso me erizaba la piel.

El miembro se me ponía duro de solo recordar aquella boca tibia  bebiéndome como un corderito de su chupete.  Cada noche deseaba volver a sentir las sensaciones maravillosas que la boca de George me produjo.

Cuantas veces las palabras murieron en mis labios porque no me atreví a pronunciarlas, tenía miedo de excederme. Tenía miedo de ofenderlo.  Pero le deseaba.  Deseaba mucho su boca, sus manos acariciándome.

Algo retorcido  crecía en mí,  sin que yo pudiera evitarlo.  De pronto me descubrí  mirándolo fijamente  a través de los espejos. Imaginaba su cuerpo perfecto bajo el traje negro mientras mi ardor aumentaba.  Tenía sueños recurrentes en los que yo “el dueño absoluto de todo”  le ordenaba a Johnson inclinarse ante mí, desabrochar mi pantalón, liberar mi falo duro, metérselo en la boca y… mamar.   Me bebía hasta que mis propios jadeos me despertaban mientras el miembro seguía vibrando porque se había vaciado con un sueño. Con el sueño de George  tomándome con su boca porque si yo lo ordenaba se cumplía y  nadie podía hacer algo al respecto, ni siquiera él.  Ni siquiera yo.

En mi sueño me sentía tan bien que deseaba llevar ese poder al mundo  consiente.  Quería dirigir y que George  cumpliera sin chistar. Y de pronto se me ocurrió que tal vez  podría hacerlo.  Yo, podría manipularlo.  Yo, podía ordenarle cualquier cosa porque ya me lo había probado  con hechos, tal y como lo prometió.  La idea me seducía enormemente, crecía voraz dentro de mí.

Antes de caer en el sueño profundo, desnudo en mi cama,  rememoraba  su cuerpo a la luz de la chimenea,  me la jalaba duro y rítmicamente  tratando de hallar liberación pero las sensaciones no eran nada en comparación a sentir su rostro tibio entre mis muslos. Su tupido bigote oscuro contrastando con mi vello rubio mientras me comía de entero. .   Consideré  que George era un hombre muy críptico, que así como él mencionó  mis necesidades,  también debía tener las suyas. Pero  ¿En qué lugar? ¿En qué momento? ¿Cómo las satisfacía?  Se me ocurrió que tal vez  yo, podría ser  su liberación.  Él,  solo vendría a mí saciarse en mí. Él, solo vendría a mamarme a mí, su boca hallaría la satisfacción necesaria con mi verga.  Los pensamientos revoloteaban en mi cabeza robándome el sueño, acelerándome la respiración.  La fantasía resultaba tan tentadora que incluso dolía que no fuera una realidad.  

Si era verdad que yo iba a tener el poder absoluto de todo el clan, también deseaba ardientemente tener poder sobre él, nombrarlo mi mano derecha y que endiosado de mí,  yo pudiera hacer mi puta voluntad.  Y George,  lo aprobaría.

Ya había decidido que Elroy no me ordenaría  más nada en todo lo que me quedara de vida. La decisión estaba tomada. Mañana mismo tenía cita con el abogado de la familia,  George y la tía Elroy.  Las cartas se pondrían sobre la mesa y necesitaba  a Johnson de aliado.

No pude contener el suspiro. Los días pasaron desde aquella noche sin  novedad. Lo que enseñaba Johnson era interesante pero yo,  estaba deseando…  aprender a montar y luego trotar.

Cuantas veces estuve a punto de ordenarle  pero los negros ojos de Johnson parecían ciegos a mis deseos secretos, a mi sutil escarnio, a mis labios húmedos anhelantes. Era como si hubiera olvidado aquella noche y eso me volvía loco.  Quería hacerlo rendir a mis pies pero… él se había vuelto inmune.  Como si todo hubiese sido un sueño prohibido.

Incitado por lo que vendría el día de mañana y enfadado con Johnson por no volver a tocar el tema del contacto físico,  no quise irme de Lakewood sin visitar el establo una vez más.  Al menos sabía que ese material visual  siempre estaba ahí para mi desahogo personal.  Ésta vez, quería mirar más de cerca a quien pertenecían  los rostros de los amantes que se apareaban uno al otro en el pajar como caballos salvajes.  De tanto dar vueltas al ventanal vigilando el establo casi hice un hoyo en el mármol del salón en vano,  pues la puerta siempre permaneció abierta, señal de que los amantes no asistirían aquella tarde.

Estaba demasiado excitado con tantas cosas bombardeando mi cabeza que simplemente salí de la habitación por la noche.  Mis propios pasos inquietos me llevaron a la penumbra del establo. Entre por el escondrijo que habilité y sigilosamente me acerque a las caballerizas. Estaba completamente solo.

Estuve ahí tendido dentro de una de las cuadras desocupadas,  esperando y esperando en la oscuridad.  Fastidiado, cuando  me harte de esperar  unos pasos apresurados hicieron eco en la gran nave.  Se encendió un quinqué con luz tenue y desde mi escondite, recostado  entre la paja fresca  pude ver mi recompensa. Las siluetas doradas se acoplaron  rápidamente, sus cuerpos refulgían en la oscuridad con la tenue luz.  Al abrigo del silencio y oscuridad de la noche se desprendieron de la ropa casi con violencia. Algo había cambiado.  En las otras ocasiones, el encuentro duraba tan poco y nunca se desnudaban. Ahora,  el obsceno pero atrayente   espectáculo  sería mi regalo y mi despedida de Lakewood para siempre.  Sin hacer siquiera ruido me coloqué sobre las rodillas para poder observar a través de la rendija con mayor precisión.

Mientras  la pareja comenzó el devaneo sumergida  en jadeos ahogados y chupeteos,   me lleve el peor susto de muerte de mi juvenil  vida.

Una mano fuerte me tapó la boca desatando el pánico en mí. En acto reflejo trate de forcejear creyendo que era el caporal que me había atrapado creyéndome alguna especie de malviviente pero en cuanto intente zafarme  el otro brazo del atacante  casi me corta la respiración  al pasarla por mi cuello inmovilizándome.

Presa del terror, hincado sobre la paja, trate de pensar en algo para escapar pero la  mano en mi cuello del captor bajo lentamente y entró por el hueco de mi camisa abierta a mi torso, la bajó  lentamente acariciándome mientras mi respiración se aceleraba,  hasta encontrarse con el presilla de mis pantalones de montar, ante mi pasmo e indecisión,  sin dificultad liberó mi verga que al instante recobro la energía extinguida en su puño que la tomaba firmemente desde la base. Jadeé.

Me dio unos jaladas rápidas hasta la punta haciéndome gemir contra su mano húmeda por mi respiración agitada. Estaba excitado pero tampoco podía abandonarme de esa forma, intenté nuevamente forcejear pero el cuerpo detrás de mí era muy fuerte.

-Shhh…   -Susurro contra mi oído suavemente-   No hagas ruido o nos descubrirán.

¡Era George!  Me cuerpo caliente y asustado se relajó, me recargué  en su cuerpo, pude sentir que él estaba excitado. El bulto en sus pantalones se clavaba duro en mi trasero no pude evitar estremecerme y sin querer acune su verga entre mis nalgas. Él no se movió pero pude notar el cambio de respiración de su pecho en mi espalda.

Hábilmente tomó mi verga y comenzó a acariciarla  de arriba abajo con cadencia. Con el pulgar, hacia círculos en la cabeza de vez en vez. Luego su mano bajaba para acunar mis bolas contraídas. Sin dejar de masajearlas,  con su largo dedo aplicó fricción en el perineo haciéndome estremecer y pegarme a su cuerpo.  

Su mano no disminuía la fuerza con que oprimía mi boca.  La verdad es que no quería que dejara de hacerlo por temor a ser descubierto por mis gemidos que se estrellaban contra su fuerte palma.

Mientras el encuentro sexual de los amantes se llevaba a cabo,  mis oídos se llenaban de sonidos de  jadeos de placer y de cuerpos duros chocando uno contra otro.   George,  no permitió que me  derramara de inmediato.

Podía leer en mi cuerpo el instante exacto cuando deseaba explotar y  con sus dedos pulgar e índice aprisionaron  justo en la base del tronco de mi verga rígida, haciendo que el torrente de semen quedara atrapado dentro, colisionando contra el duro anillo que formaban sus dedos impidiendo el paso hacía la liberación.  Irritado por impedirme la gloria, meneaba la cadera contra su mano para exigir atención inmediata y ante ese dulce dolor por la interrupción, la excitación volvía con más fuerza cuando mis caderas venían de regreso y se encontraban con un palpitante miembro partiéndome en dos el trasero a pesar de la ropa.  

Con esa agridulce tortura me mantuvo preso durando un buen tiempo. Mi cuerpo estaba empapado de sudor, la camisa blanca se me pegaba a la piel, mis manos estaban ahora apoyándose  firmemente en sus muslos, completamente entregado al placer que me provocaba.  Entonces de lo recóndito de mis deseos privados  vino a mi mente ese deseo de poder.  Quise ordenarle que se bajara los pantalones para  cogérmelo.  Y al mismo tiempo deseaba su dulce boca cubriendo con saliva mi falo sobre estimulado. No sabía que era lo que deseaba más; sin embargo,  tampoco  quería dejar de sentir su mano y  él no  permitió que fuera de otra forma.

El momento del clímax al otro lado de la pared de madera que nos separaba de los amantes, llegó. Los escuché lanzar grititos sordos de placer y satisfacción,  en automático George,  hundió apenas la punta de su dedo en mi ansiosa entrada trasera que clamaba por atención también y me chorreé  estampando aparatosamente la savia lechosa  contra la pared.  No se detuvo en su trabajo sobre mi sexo furioso  hasta exprimirme por completo, hasta ordeñar la última gota.

Antes de soltarme, mientras masajeaba delicadamente mis bolas secas,  susurro  en mi oído…

-Eres oficialmente un adulto. Felicitaciones.

Me quedé  apoyando la frente  contra la pared. Exhausto. Sudoroso. Medio desnudo.  La pareja se había marchado.  No puedo recordar que tan fuerte había gemido y si me habían escuchado pero recuerdo uno de los dedos de George en mi boca y yo chupé… como un corderito a su teta.

Me quede recostado en la fresca paja por un buen rato. El olor de mi sexo, de mi propio sudor  me inundaba las fosas nasales, era agradable mezclado con el olor de la paja fresca recién trillada.   La caballeriza quedó en silencio. Daba igual tener los ojos cerrados que abiertos, solo había oscuridad alrededor.  Comprendí que George me había ganado. Comprendí que se dio cuenta de mi intento de seducción. Comprendí que el leyó mi inclinación  voyeur pues desde hacía algún tiempo que descubrí éste escondite de los amantes, ver a través de las rendijas a dos cuerpos martillándose rápidamente era la única inspiración, mi único material para auto complacerme. Comprendí que él había planeado esto y sonreí complacido.   Ahora me sentía ligero, la frustración de todo el día se había ido junto con la leche almacenada en mis testículos.  La prueba estaba embarrada  en la tercera tabla de la cuadra número 6.

No hubo chicas de mi edad a mi alcance. No sabía si lo hacían a propósito o si ni siquiera les importaba que yo me relacionara como cualquier joven de mi edad.  Quizás consideraron que me distraería o qué sé yo. Así que tome lo que había y no me arrepentí.  

Comenzó con el modisto,  mientras tomaba medidas al tiro de mis pantalones con su cinta de medir. Al principio me incomodaba pero luego, al roce del filo de la cinta métrica le siguieron pulsaciones como un suave tintineo de campanillas navideñas, luego cambió,   tan contundentes y sonoras como campanas de catedral haciendo eco por todo mi cuerpo que tuve que aprender a controlar mi miembro inquieto y sus estremecimientos.  Concluí  que el modisto de rasgos finos y un tanto femeninos, lo hacía con premeditación puesto que yo no protestaba. Por primera vez en mi vida me sentí admirado, luego deseado.  Esperaba con ansias aquel sutil intercambio.
Con la poca experiencia adquirida de aquella forma, noté como el hombre se excitaba,  el bulto en sus pantalones lo evidenciaba.  Sentir ese pequeño poder sobre él me hacía feliz, me sentaba bien.  Yo, con un simple movimiento de cadera, con un inocente reacomodo de posición provocaba el roce contra sus dedos y vualá,  ahí estaba la magia. El sastre se mojaba los labios cuando notaba mi verga erecta, desde su posición hincado a mis pies,  me miraba como un fiel lacayo y yo le retribuía  dejándolo tocar un poco más mis dotes de varón.

Todo ello sucediendo ante George. Era  franca rebeldía de mi parte aquel comportamiento impropio de mi posición pero era divertido, emocionante, muy excitante.  

Ahora, con George. Ciertamente me doy cuenta que prefiere la compañía masculina.  Y no debería ser tan malo, después de todo,  los romanos practicaban la homosexualidad abiertamente y los franceses eran más abiertos respecto al sexo también.  Cada gran pensador de la antigüedad,  tenía a algún discípulo joven, favorito y amado en el estricto sentido de la palabra al que adiestraban en ambos sentidos, en filosofía y en sexualidad.  

Ahora soy adulto.  Hoy me tuvo en sus manos.  Mañana yo tendré a George en las mías. Quizás el me gane en experiencia sexual  pero yo tengo una ventaja… y con una sola me basta.  Soy el puto amo.  Y ejerceré ese derecho.

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Recuerdo que al siguiente día, por primera vez en mi vida tome decisiones determinantes.

El abogado me leyó los estatutos a los que estaba sujeto por mi condición de heredero. También me dio a conocer mis derechos y obligaciones en el futuro. Lo que ellos no sabían era que yo tenía mi futuro muy claro.  Vaya que se sorprendieron cuando pensaron que la reunión informativa había terminado pero yo todavía no comenzaba a dictar mis demandas.

Se me dijo que iría a cursar la universidad a Londres, Inglaterra.  Estuve de acuerdo. Mucho en realidad,  pero solo George lo sabía.  Así que dispuse que me marcharía  a más tardar el próximo mes. Elroy,  apenas y podía creerlo.  Antes de que pensaran en alguna forma de detenerme, concluí que la tía merecía unas vacaciones, que no tenía caso permanecer en Lakewood pues antes de comenzar mi matricula debía habituarme a la ciudad.
Escoger las materias a cursar. Preparar mi nuevo horario, etc.

También se me dijo que en mi ausencia, mientras yo estuviera en Londres habría un albacea que en mi nombre comenzaría  a hacer sentir mi presencia en el consejo del clan y que tendríamos  reuniones esporádicas para  comunicarme las decisiones importantes que requirieran de autorización pues antes era Elroy quien lo determinaba.  El nombre de George Johnson fue pronunciado casi al mismo tiempo por el abogado y por mí.

Él sería mi albacea,  estaba completamente de acuerdo en ello, de inmediato le pedí al abogado que hiciera los arreglos pertinentes para que nombrara a Johnson como mi mano derecha.  Lo cual asombró más a Elroy, estaba despojándola a ella de todo el poder conferido hasta ahora sobre mí.  Obviamente trato de oponerse pero yo fui tajante. Era mayor de edad, esos hombres a excepción de Elroy eran “teóricamente”  mis empleados pero ahora mismo estaba llevándolo a la práctica. Me importó un bledo las recomendaciones del abogado que  sabía estaba perfectamente adiestrado por mi tía. No zanjé en mi empeño de hacer reinar mi voluntad.

George se convertiría en mi mano derecha, mi apoderado legal, mi representante en las juntas y para cualquier movimiento debía hacerme participe. Me iría a Londres tan pronto me fuera posible. Mañana mismo si fuera preciso.  Y, aunque mi tía protestara, estaba sacándole de los hombros  la responsabilidad de mi persona de ahora en adelante.  Ya no iba a responder ante nadie, ni a tomar parecer de terceros en mis decisiones. El colmo fue que incluso pretendieran  imponerme  las materias que debía cursar en la universidad a cientos de kilómetros de aquí.  

Sin involucrar a George, le hice saber al abogado con las mismas palabras que uso, que ahora mi firma era la que dictaría el curso del clan les pareciera o no.  No porque me interesara hacerme cargo de los asuntos de las empresas y la familia, para eso estaría George, sino porque ya no soportaba imposiciones.  El abogado con el sudor perlándole la  calva cabeza  no tuvo más remedio que aceptar las disposiciones de un empoderado joven heredero de 18 años.  

Cuando conseguí lo que deseaba y pregunte si era todo, fui el primero en levantarme del despacho y abandonarlo con  paso seguro. Ya afuera, apenas y pude contenerme de gritar a todo pulmón… “SOY LIBRE”.  

Cuan equivocado estaba. Firmados los papeles,  yo mismo había autorizado mi sentencia. Pero no fui consciente de ello en ese momento y me negué rotundamente a hacerlo durante los siguientes años.  Estaba demasiado eufórico para escuchar a Johnson que en varias ocasiones me   pidió hablar en privado pero yo me negué.  Sabía que iba a tratar de disuadirme, que debía  hacer  las cosas a su manera, no le di la oportunidad. Debí escucharlo.  Debí, pero no lo hice.

¿Quién tiene de la verga a quien, ahora? ¡JA!

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Mi vida en Londres fue frenética.

Los Andrew tenían propiedades en Inglaterra pero me negué a usar la de Londres  como residencia oficial, alegando mi anonimato. Eso que antes me molestaba de sobremanera ahora era mi escudo y mi pretexto perfecto.  De lunes  a viernes  ocupaba un lugar en la residencia estudiantil. Yo estaba desesperadamente ansioso por vivir una vida normal como la de cualquiera.  

Los fines de semana como me dedicaba a conocer la ciudad y a poner en práctica lo que Johnson me había enseñado en mis últimos meses en Lakewood, dormía en la mansión Andrew.  Hice de todo. Conocí de todo. Me relacione con todos. Y…  me enamoré también.

Como estaba acostumbrado a una educación estricta, la universidad me pareció un juego de niños. No tenía que esforzarme demasiado en aplicar mis materias. Así que tenía tiempo de sobra para mis propios asuntos.  Cuando llegaba a la mansión Andrew me encontraba con un cerro de cartas de George sobre cuestiones empresariales y familiares.  El primer y segundo año no le di importancia y dejé todo en manos de Johnson, yo estaba demasiado ocupado viviendo mi vida de la forma en que siempre la quise vivir, libremente. Hasta que una tarde a mitad de mi tercer año, mi destino fue a alcanzarme a la residencia de estudiantes.

Estaba teniendo fantástico sexo con Laila. Ésta mujer era todo un caso.  Tenía mi edad al parecer  pero su alma la hacía parecer como toda una experta matrona.  Me hacía sentir un crio malcriado, incluso cuando la tomaba.  Ella era hermosa, culta y desvergonzadamente rebelde.   Pertenecía a una familia de origen noble.  Al igual que yo, su familia ya tenía planeado para ella un futuro que no le era nada agradable. Ella había sido comprometida desde su niñez  con un aristócrata mucho mayor. Un vejestorio.  

La conocí en un bar y la confundí con una prostituta por su vestimenta.   Ella no lo parecía en realidad pues al ver  su angelical rostro pícaro,   era demasiado bello  para ser una ramera de arrabal.  Sus increíbles ojos verdes me atraparon. La atracción fue inmediata.  Admito que se divirtió conmigo a placer la primera vez.  Cuando yo trataba de seducirla ella me llamó:  “americano impoluto”.

Yo ya no lo era.  Apenas llegar a Londres busqué sacarme ese estigma pero Laila se rió de mis reducidas dotes de amante. Fue ella la que me enseñó la diferencia entre hacerme la paja dentro de una vagina y tener buen sexo, estupendo sexo.  No pude contener el sonrojo cuando me dijo sin reparos que se notaba  que mi experiencia se limitaba a prostitutas.  Solo entrar y salir. Vaciarse y adiós.  

Laila descubrió para mí un mundo de posibilidades en ese… “entrar y salir”.  Me enamoré de su arte, de su sabiduría, de su libertad de pensamiento,  de su arrojo y valor.

Cogiéndola de pie contra la pared, clavada hasta el fondo en mis caderas,  en medio de nuestro frenético encuentro, no me percate que alguien había entrado a la suite que ocupa en la residencia de estudiantes. La puerta del dormitorio estaba entre abierta y por medio del espejo pude ver una sombra que nos espiaba. Era Johnson. Su silueta era inconfundible para mí.

El shock que sentí al verlo observándome, fue como si su dedo estuviera taponeado  mi trasero,  trate de calar mi anillo tenso alrededor del delicioso intruso que al apretar  duro  me provocó un orgasmo casi instantáneo.  La sensación de ser observado me excitó de sobre manera,  los recuerdos me calentaron la sangre. Gemí sin pena mientras partí a Laila en dos haciendo que ella se viniera con deleite colgándose de mi cuello.  Apenas y  escuché cuando la puerta se cerró.

Tuve que salir a buscar la ropa de Laila que la había dejado regada en el pequeño living  cuando se desnudó solo llegar, disfrazada de hombre. No me moleste en cubrir mi desnudez. Ella también se dio cuenta del intruso pero la tranquilice revelándole su identidad.  Ella se vistió rápidamente y salió a la estancia. El pasmo de Johnson al verla fue cómico. Un chico de grandes y  brillantes ojos verdes y  mejillas sonrojadas  le  tendía la mano a modo de saludo.

-George, la señorita Laila.

-Señorita  Viladoms -George se mostró algo desconcertado. Aunque ya sabía de quien se trataba. Sin perder sus modales a pesar de la íntima situación  tomó su pequeña mano para luego besarla en el dorso.

-El gusto es mío George   –Respondió Laila con una amplia sonrisa.  Luego se volvió, me dio un beso rápido, mordió mi labio inferior obligándome a besarla fuerte para que me soltara. Satisfecha por el espectáculo que estábamos dando,  abrió la puerta de la suite,  espió el corredor en ambas direcciones y salió como un suspiro.

-Es un disfraz. Idea de ella.  Nadie lo nota.

Traté de explicar. Sé que al principio Johnson se imaginó que estaba teniendo sexo con un hombre por el desorden de ropa de varón regada en el piso, pero al escuchar los gemidos pudo darse cuenta de que era una chica a quien llevaba a trote en la claridad de la habitación con luz de media tarde.

-Entiendo  -Respondió pragmático-    También puedo notar que has estado demasiado ocupado para revisar la correspondencia, William.

-Hiciste un viaje demasiado largo para decirme lo mismo, George. Te lo hubieras ahorrado.

-Hay un asunto que la señora Elroy quiere consultar contigo.  Es de vital importancia…

-Todo es vital e importante en el mundo Andrew, ¿no? ¿Alguna vez dejará de ser así?

-Nunca. Aunque tú haces un estupendo trabajo ignorándolo.

Me volví a mirarlo con una sonrisa ladina, consiente de mi desnudes.  La verdad me importaba un rábano, si algo fuera mal no hubiera sido George, sino Elroy  quien me hubiera sorprendido echando un polvo contra la pared con una chica que gusta de disfrazarse de chico solo por la emoción de incordiar la  honorabilidad del estatus universitario, al atreverse a venir a mi suite para que la folle como a ella le gusta ser follada, en un perfecto escondite, con un perfecto disfraz.

Entré en el cuarto de baño y me duché. Ya había perdido por completo  el pudor de mi pasada juventud.   Era un adulto con 21 años. Ahora igualaba la estatura de Johnson. Entre nosotros casi no había diferencia corporal.

George, a sus  32 años seguía viéndose prácticamente igual. Desde que vine a Londres en muy pocas ocasiones nos habíamos vuelto a encontrar.  Era la misma cantidad de tiempo que no pisaba suelo americano.  George se hacía cargo eficientemente de mis asuntos y me notificaba cada decisión tomada, así que sabía que no debía preocuparme, él había cumplido cabalmente su promesa hasta ahora.  Al verme frente a él trajo de nuevo el recuerdo de aquellas dos noches en que me dio placer y desahogo cuando curiosamente yo lo necesitaba desesperadamente,  sin saberlo.

-Cuál es el motivo de la visita George. Porque me queda perfectamente claro que no es una visita social  -Espeté.   Mi impertinencia era mordaz.  Sabía que él no se merecía ese trato, después de todo estaba dando la cara por mí,  pero era patológico cuando  algo apestaba  a restricción. Comencé a acicalarme sin importar que George estuviera viéndome.  

-Los doctores sugirieron aire de campo para el señorito Anthony.  Los Cornwell has decidido dejar la educación de los señoritos  Archivald y Alistear  en manos de  la señora Elroy. Ella solicita tu aprobación para cambiar de residencia a Lakewood por un tiempo.

-Elroy, encontró una nueva entretención.  Veo…  Pobres chicos…  los  compadezco.  Pero si eso quiere, yo no tengo objeción alguna.  ¿Qué piensas tú, George?

-Lakewood es un buen lugar para que los jóvenes pasen juntos una temporada. Al señorito Anthony le sentará bien la estancia  sobre todo si tiene a sus primos como compañía.

-¿Sigue enfermo?

-Su salud ha mejorado mucho.

-Me alegro.  ¿Algo más?

-Sí. Necesitas empaparte de los asuntos de la familia. Será mejor si vas poco a poco a entrar de lleno sin conocer los pormenores.

-Aun no termino la universidad.  No tengo ninguna prisa en regresar…

-Lo sé.  Solo te pido que leas la correspondencia y que valores  en tu criterio mis propuestas y los números que te presento.  No tienes que ir a América. Solo quiero asegurarme que estas  enterado de todo lo que respecta a tu fortuna y tu lugar.  Un día de la semana que le dediques podría bastar.  Hay documentos importantes que requieren de tu firma y necesitas revisarlos primero.

-Pero…

-Recuerda William,  el día que te emancipaste de la señora Elroy, te echaste de lleno un peso mucho mayor , y
fue tu decisión. Decisión que trae consigo mucha responsabilidad.

-Dijiste que cuando viniera a Londres podría gozar de…

-¿Acaso no lo haces?

-Sí,  lo hago.

-Una última petición William  -Rodé los ojos.  Johnson, había logrado fastidiarme.  El deseo que llegó a despertarme en cuanto lo vi mirándome follar  se desvaneció muy rápido.

-¿Cuál?

-Cuidado con los depósitos que haces a la  cuenta de la fertilidad de la señorita Laila.  No resulte que luego tengas intereses por pagar.

-Ella no es ésa clase de chica.

-¿Y qué clase de chica es?  ¿Qué clase de hombre eres tú, William?

Aquellas preguntas siguieron zumbando en mi cabeza por años.  Sobre todo cuando Laila me dijo que se iba en una caravana de misioneros.  El compromiso matrimonial  era un hecho y ella no estaba dispuesta a que nadie rigiera su vida.  Primero su familia y después un esposo que la llenaría de hijos. Ella no deseaba tener hijos.  Descubrí que usaba algún método extraño para impedir la concepción. Esa era la razón por la que tanto sexo no generaba ningún tipo de interés en la cuenta de su fertilidad.  Por una parte me sentí aliviado. Yo tampoco necesitaba ningún tipo de amarre por ahora.

Yo estaba fascinado con esa mujer, incluso puedo decir que enamorado, me tenía vuelto un idiota con su modo de ver la vida, jamás imagine conocer a una mujer que hiciera, dijera, se comportara y cogiera como ella.  A esa conclusión llegué cuando me descubrí extrañándola todo el tiempo que duró la universidad. Así como llegó,  así se fue y yo no podía hacer nada para retenerla.  Cuando le dije de mis deseos de libertad me comprendió perfectamente  y  congeniamos inmediatamente en ideas y… en el sexo.  Pero cuando conoció a George por accidente  en mi suite estudiantil y luego se enteró  a lo que había venido, ella entendió primero que yo, que nunca escaparía a mis obligaciones  y derechos de nacimiento.  Ella me lo dijo claramente y yo enfurecí.

Le aseguré,   fuera de mis cabales que no lo permitiría pero yo, ya lo había permitido a mis 18 años. En ese momento lo comprendí y esa fue la razón de mi furia que desafortunadamente descargue en presencia de Laila, quien con seriedad solo me escuchaba vociferar mi completa negación a la realidad. Cuando ella se marchó de la mansión,  un poco más calmado comprendí que  tendría prácticamente que desaparecer como iba a hacerlo ella para evadir  mi destino. Esto que vivía no era realmente libertad absoluta.

No era el mismo caso en ambos.   Ella, en su condición de mujer,  estaba siendo obligada a casarse por  imposición y yo, tenía que cargar con todo un clan sobre mis hombros.  Muy en el fondo era muy consiente de ese hecho, quizás por todas las veces que me lo repitieron de niño, de joven y ahora de adulto.  Pero me negaba a abrazarlo como una verdad.  Sinceramente esperaba que algo sucediera, algo, que cambiara las cosas.

Pensé que tal vez sería Laila pero ella me dejó atrás sin miramientos  y siguió su camino,  con lo que consideraba mejor para ella.

Sumido en una especie de depresión, me refugié en tratar de entender mi deber.  No sé porque lo hice, quizás porque ya no quería pensar en Laila y su partida abrupta,  o porque buscar mujeres ya no me atraía en lo absoluto.  Las profesionales hacían lo que les pidieras  siempre que pagaras el precio y las señoritas de buena cuna...  esperaban y aceptaban lo que quisieras dar, mucho, poco o nada. Esos devaneos  ya no eran satisfactorios. No después de probar las verdaderas mieles del sexo. Primero con George, luego con Laila.

George…  estaba seguro que él siempre estaría dispuesto a…

En aquella época atravesaba  mi primera resaca sentimental y lo único que se me ocurrió hacer, es lo que siempre hacía, lo que se me enseñó año tras año de restricciones,  callar, reprimir y  trabajar, seguir adelante.  Ya no encontraba divertida la heroína recreativa, ni el sexo casual. Bebía y el licor me sabía a hiel.  Volví a sentirme como en el pasado. Atrapado.  Solo. Desesperado.

El darme cuenta del alcance del poderío de mi fortuna no me producía ningún sentimiento. Todo me resultaba tan ajeno  como si no fuera mío, como si no me perteneciera, como si yo no lo mereciera.  ¿Que había hecho yo para tener lo que tenía? Yo veía todo aquello como una prisión, como un lastre que no sabía cómo sacármelo de encima.  Una noche en que me sentía perdido, fui a los muelles y contrate el servicio de una dama de la noche.  En el oscuro callejón maloliente  se inclinó frente a mí, sacó la verga flácida  de los pantalones  y comenzó su trabajo sin mucho éxito.  

Cuando regresé a la mansión Andrew de madrugada, tome una determinación.  Yo solo había estado jugando la vida de un rico heredero. Laila tenía razón. Yo estaba atrapado, realmente no había dejado la jaula nunca. El sexo, emborracharse, el ir y venir sin restricción, a eso no le podía llamar libertad. Recordé las palabras de
George la noche en que puso mi verga en su boca.  

¿Qué decisiones había tomado para ponerme exactamente en el camino que deseaba?  Para ese entonces ya tenía una noción bastante clara de lo que poseía,  de los negocios de la familia y de las ramas que dependían de los Andrew.  Pero, ¿quién era yo? ¿Qué propósito tenía mi vida? Por vivir frenéticamente la vida de adulto que creí merecer olvide mis sueños de niñez. Mis deseos, mis aspiraciones.

Pero eso tenía que cambiar.


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Lakewood
28 de Junio de l909


Llegué a Lakewood sin anunciarme.  Tenía algo que comunicarle a George pero el coche que usaba no estaba en la propiedad.  La casa estaba en preparativos para recibir a Elroy con mis sobrinos. Había mandado remodelar algunos espacios y mantener otros intactos.  Había trabajadores en la casa. No reconocí a nadie.  Sin pensarlo demasiado me dirigí al bosque en medio de la oscuridad hasta llegar a la casa vieja.

El auto de George estaba aparcado afuera.

Sabía dónde iba  a encontrarlo.  Entre en silencio a la habitación, había una sola vela encendida, salí al balcón.  Estaba recostado en la tumbona donde yo me había quedado dormido la primera vez que me trajo a éste lugar.

-Me mentiste.

-Albert…  -George realmente se sorprendió de verme ahí.

-Me dijiste que la boca de un hombre y una mujer son iguales.  Es totalmente falso.

-No te… escuché llegar   -Obvió mi recriminación.

-Entonces me enseñaste bien. Volví, George.

-Pero…  ¿La universidad?

-Me he graduado. Adelante el curso y termine antes. Me urgía volver.

-¿Por qué?

-Porque ésta vez me iré de verdad. Antes de entregarme por entero al trabajo que me espera, quiero saber quién soy yo.  

-Creí que ya lo sabías. Cuando te vi en Londres…  supuse que tenías claro quién eres, erróneamente.

-No, George.  Eso solo sirvió para darme cuenta que no soy libre. Que solo estuve jugando a engañarme.

-¿Qué es lo que vas a hacer?  -El desconcierto en su voz era evidente. Además, note que Johnson había estado bebiendo, aunque no se veía por ningún lado el licor.

-Justo ahora… quiero bañarme.  Estoy agotado.  Luego hablaremos…  por la mañana.

-Espera…  Cómo supiste que yo…   ¿Cómo llegaste hasta aquí?  

-Paso a paso.  Caminando  –Fue mi respuesta a sus dos preguntas.

Sin detenerme a escuchar más cuestionamientos  me dirigí a la planta baja. Tome algunas cosas de mi maleta y salí por la puerta trasera en dirección al río.   Sentí el cuerpo estremecer, pequeñas campanillas  vibrando a través de mi piel.  Estar en aquella habitación con George, me traía recuerdos,  despertando viejas ansias.  Sería mejor apresurar ese baño de agua fría.  

Por entre la espesura llegué a una parte donde el río se volcaba en una  pendiente formando una cascada.  Sin pensarlo dos veces me desnude y me sumergí de un clavado en las aguas cristalinas pero frías. El choque de temperaturas de mi cuerpo caliente y el agua helada  resultó revitalizante.   Escuché  el motor del auto de George, alejándose. Se había marchado.  Estaba decepcionado.  Pensé que tal vez él, me seguiría.

Nade de ida y vuelta un par de veces por puro gusto, me refregué la piel con jabón y me aclaré bajo el chorro, donde la presión del salto  era soportablemente agradable. Resultó relajante.  Esto me hacía feliz, me proporcionaba tranquilidad,  como si no hubiera en el mundo otra cosa que valiera la pena una sola preocupación siquiera. Llené mis pulmones de aire fresco, lo solté lentamente un par de veces, sonreí con ironía ahora mismo estaba donde había comenzado, en Lakewood.  La fatiga mental comenzó a hacer estragos en mi ánimo.  Cansado por el viaje, deseaba dormir muchas horas.  

Después de ponerme los pantalones y las botas regresé a la mansión.  El crepúsculo estaba a punto. Era una noche de verano agradable.  Cuando entre en la casa mi equipaje no estaba en donde lo había dejado. Supuse que George se lo había llevado quizás, torcí la mueca con fastidio pero no le di importancia.  Subí a la recamara, la casa estaba en penumbras, la poca luz de la luna atravesaba perezosa por los ventanales cubiertos por capas de polvo, una sobre otra.

La recamara  estaba sola. Me saqué  las botas y me senté en la orilla de la cama un momento. Recargué los antebrazos en los muslos y deje caer la cabeza hacía el frente,  me abstraje observando mis pies desnudos y las gotas que resbalaban de mis cabellos mojados  cayendo al piso.  No sé en qué momento se confundieron con mis lágrimas.  El cansancio físico, así como el cansancio emocional se me vinieron  encima como una pesada loza.  Para qué resistir más. Dejé caer el llanto libremente mientras mi pecho se contraía en espasmos sonoros.

Hacía 4 años que no lloraba. La última vez había sido en éste mismo lugar. Y ahora, estaba de nueva cuenta en Lakewood recordando que había prometido nunca volver. Veintidós años y aún no sabía que quería de mi vida.  ¿Cómo es que las demás personas en una situación similar a la mía lo sobrellevan?  Cuatro años me habían bastado para saber que la vida veleidosa que lleve en Londres no era lo que yo en realidad quería.  Había cambiado la definición de libertad por la de libertinaje a mi antojo, aunque debo confesar que aprendí mucho, quizás demasiado de las frivolidades del mundo. Aprendí sobre todo que es lo que no deseo para mi vida porque nada de aquello que viví me había llenado el vacío que llevó por dentro.

Laila Viladoms fue punto y aparte.  Me gustó todo de ella, me enamoré de sus cualidades difíciles de encontrar en una mujer.  Con el tiempo comprendí que incluso Laila con todo lo que me gustaba su irreverencia,  su loco y maniaco deseo de rebelión, yo, en realidad deseaba estabilidad, constancia,  entrega.   Y Laila… Laila era una veleta.  Y así tal cual era la admiraba, la apreciaba, la quería   pero era eso, admiración por lo que representaba,  por atreverse a vivir su vida de la manera en que ella misma había elegido vivirla.  Me desapasioné cuando lo entendí.  

¿Qué clase de mujer es Laila Viladoms?  Fue la pregunta que Johnson me hizo aquel día en que la conoció y reconoció.  Solo verla supo de quien se trataba.  Laila era sobrina del duque de Grandchester, uno de los aristócratas más cercanos al rey de Inglaterra.  En todas las familias, incluso en las nobles siempre había una oveja descarriada,  orgullosa de ser negra.  

Laila es la clase de mujer que no pertenece a nadie, más que así misma.  Esa era la respuesta correcta.  Y era, lo que yo anhelaba  alcanzar.

¿Qué clase de hombre era yo?  No lo sabía aún.  Y verme en ésta incertidumbre de identidad me hería desesperándome.  La única persona que siempre creyó en mi potencial  fue... Johnson.  Quisiera saber qué demonios ve en mí para tener esa clase de fe.  Ya viví la vida típica de un hombre rico que no tiene que preocuparse por nada en la vida más que satisfacer sus propias e insulsas  necesidades. No me gustó. No sabe a nada. No aporta nada.  No reta. No premia. No llena. No satisface. Es tan vano que llega a hartar.

Quizás ahora debería probar el otro extremo,  vivir sencillamente y darme cuenta de una realidad que desconozco por completo.  Antes, viví aislado de un mundo hipócrita  pero no estuve solo. Me quejaba de mi suerte pero nunca me faltó nada.  He comprendido que, gracias a esa burbuja en la que me mantuvo Elroy,  fue que no terminé siendo seguramente un mequetrefe.  Mi sobrada rebeldía no se debía realmente a mi aislamiento, sino a la imposición de directrices establecidas.  Cuatro años de hacer de mi tiempo, de mi espacio,  de mi cuerpo, lo que me diera la puta gana y aun así…   ¿Dónde está la grandeza de la vida? ¿En dónde  radica su sentido?

“Yo… no lo sé.”    -Suspiré derrotado.

-Albert…

Levanté  la vista.  Frente a mí está George.

-Creí que… te habías marchado.

No escondí mi rostro lloroso de él.  Aunque George ya conocía me conocía en cueros, ahora realmente me sentía desnudo ante esos penetrantes ojos negros. Sentía que podía atravesar mi piel y mirar dentro a la oscuridad,  donde me encontraba hecho un ovillo.

-Nunca.

Movido por el sentimiento de confort que esa palabra me hizo sentir me levanté  de golpe y me eché a sus brazos.

Al principio noté su sorpresa por mi proceder  pero luego pude sentir su abrazo rodeándome con fuerza. Por primera vez en mi vida sentí consuelo. Por primera vez en mi vida alguien  me encerraba en un abrazo genuino,  apretado, real. El dique de mis emociones se desbordó.  Mis lágrimas corrieron a mares mientras estrujaba la fina tela de su saco entre mis manos.

Había olvidado lo que era abrazar de aquella forma. De sentir que a pesar de la vulnerabilidad en que te encuentras estás a salvo.  Un lugar quieto, cálido, perene y privado. George,  me encerró con más fuerza entre sus brazos, dejó que me desahogara hasta que mi llanto se fue apagando lentamente.  Nunca había llorado de aquella manera ante nadie, ni siquiera solo;  pero ahora me sentía vaciado por dentro y con el cuerpo  y el corazón más relajado, casi lívido.

Sentí la mano tibia de George sobando mi húmeda y fría  espalda desnuda, mientras interminables suspiros me trasportaban de regreso a la tierra normalizando mi respiración.  Luego sentí sus dedos enredándose en mi cabello largo que llegaba más allá de los hombros.  Lucía  un aspecto desaliñado pero eso ayudaba a que nadie reparara  en mí.  

Mi cuerpo comenzó a relajarse y a traspirar. Mi respiración era profunda y rítmica. Se sentía tan bien estar de aquella forma. Mis dedos corrieron por el filo del cuello de su camisa blanca hasta rozar las  suaves hebras húmedas de su cabellera oscura. También estaba sudando. No sé cuánto fue que nos mantuvimos así, encerrados en ese cálido abrazo pero el tiempo fue marcado por numerosos  suspiros profundos.  

El cuello de George olía sutilmente salino, el aroma de su piel se mezclaba con la fragancia de la colonia en su pulcra ropa. La combinación era agradable, vigorizante.  Una cálida humedad resbaló suavemente por mi hombro, labios carnosos marcando una línea en clave morse de pequeños besos,  haciéndome suspirar.

Me incorporé para mirarlo, aún tenía el rostro húmedo por las lágrimas y un aspecto miserable,  seguramente.

-Todo irá bien  –Susurró. Su aliento a whisky me dio de lleno-  Encontrarás lo que buscas.

-¿Cómo lo sabes?  -Pregunte apenas.

-Siempre lo haces, Albert. –Respondió dibujando una silueta de sonrisa.

-¿Por qué me llamas Albert?

-Porque ese es tu verdadero nombre.

Yo comprendí perfectamente cada una de sus palabras.  George tenía razón. De alguna u otra forma yo  siempre obtenía lo que deseaba.  Brinqué  las trancas muchas veces  sin importar cuan altas me las pusieran.  George me sorprendió haciéndolo, otras tantas. Tenía  que reconocer que a pesar de seguir las reglas, yo, siempre obtenía lo que quería. En todo.  Eso me hizo sonreír genuinamente, reconociendo en mí a la persona que había dejado olvidada en algún momento del camino recorrido.

-El…  “William”  define de dónde vienes y hacía donde va encaminado tu destino. Pero, “Albert”  es el nombre que te define a ti, que define quien eres tú.  Tarde o temprano lo sabrás.  Deja de huir…  deja de luchar contra la corriente.   Fluye  y deja que la vida te muestre de lo que eres capaz.
Sonreí apenas.  Las palabras de George estaban llenas de dulzura. Sentí como si hubiera vertido una manta tibia sobre mi corazón congelado.  Por primera vez sentí afinidad hacía a él, como si fuera en verdad un buen amigo en quien confiar, como si fuera…  

Otra lagrima rodó por mis mejillas,  iba a limpiarla con mi mano pero…

-Déjala.  Permíteme…  hacerlo…  

Él se acercó a mi rostro y con su lengua  trazó el recorrido de la lágrima solitaria. Luego llenó de besos secos mi pómulo,  luego el otro.   Arrastró su suave mejilla contra el filo de mi mandíbula sin rasurar y cuando iba a brincar al otro lado de mi rostro  mis labios se atravesaron en su camino y atraparon los suyos.

Lo tome por el cuello  y la mandíbula  con ambas manos para que no se le ocurriera rechazar mi ambición. De inmediato supe que no hacía falta, nuestros corazones ya estaban acelerados y nuestras bocas están al fin, donde deseaban estar.  La vehemencia de los labios de George me arrobó.  Comprendí que él había estado esperando a que estuviera listo y me decidiera por mucho tiempo.  Quizás en el pasado no fue el momento, quizás éste tampoco lo sea pero… eso importaba un carajo ahora.

Nuestra fuerza masculina se desató haciendo de nuestro beso, un beso urgente y muy deseado. Nuestras lenguas se entrelazaron tan pronto se encontraron y  se acariciaban dándose la bienvenida. No soportaba éste ardor quemándome por dentro, un momento más. Rompí el beso.

-Desnúdate.

-Albert… estás seguro de esto…

-No tienes idea de cuantas veces pensé en éste lugar. Y en ti.

-Oh… Albert.   Yo, igual  -Dijo emocionado. En un nuevo tono de voz en George,   con el que seguramente iba a familiarizarme  muy pronto.

Nos despojamos de la ropa al instante y volvimos a abrazarnos.  A tocarnos la piel. A reconocernos como varones, como  amantes. Nuestras vergas estaban saludándose, vibrando al contacto, ansiosas por ser atendidas. La primera vez que nos vimos desnudos las diferencias en nuestra anatomía saltaban a la vista, ahora ya no existía  esa diferencia, éramos adultos y estábamos perfectamente conscientes de lo que iba a ocurrir.  No volvimos a decir una sola palabra. Dejamos que nuestros cuerpos se rindieras a los deseos salvajes por tanto tiempo contenidos en nuestra piel trémula.  Teníamos  el temor de que el lenguaje de las palabras lo arruinara.

Nos tendimos en el lecho, abrazados, besándonos, acariciándonos, entrelazando nuestras piernas para acercar la cadera  y adentrarnos en un duelo de espadas aterciopeladas y calientes que se rozaban una contra la otra, en una cruzada mortal de deseo. Cuando decidimos que era suficiente de caricias tibias, nos acomodamos sobre la cama  uno al lado contrario del otro y comenzamos a atender nuestros sexos avivados por el roce sensual del combate anterior.

La experiencia oral  de George sobre pasaba la mía. Nunca había tenido una verga en la boca pero resultaba excitante, provocaba que mi propio deseo aumentara. Aun así la experta boca de George me hacía detenerme muy seguido en mi tarea porque me estaba elevando demasiado rápido, al tiempo que no podía parar de cogerle la boca con mi meneo de caderas, mientras él estaba prendido, abrazado a mis nalgas  contraídas que empujaban duro hasta rozar su garganta.

-De-tente… -Balbucee-  Quiero que dure mucho más…    Quiero…  la posesión completa esta noche.  No voy a esperar otros cuatro años por esa clase pendiente de… trote masculino.

-Albert…  

La cara de George era de puro deseo pero en sus ojos vi un destello de duda conocido muy bien  por mí.

-Ya no necesitas esa clase. Tengo perfectamente claro que en Londres la practicaste hasta dominarla. Lo vi… doy fe de ello.   –Se refería al dia que me encontró partiendo en dos a Laila contra la pared.

-Quiero tu clase  -Respondí- Y quiero que sea esta noche. Quiero sacarme esa imagen tuya de mi cabeza. Y volverla una realidad.

El deseo en los ojos y en el cuerpo de George era evidente, sin embargo algo ocurría. Me parecía increíble que él pareciera cohibido ante mis deseos y avances, aunque luchara por no hacerlo evidente.  

-Cuando venía hacía Lakewood,   en el prado que pertenece a Cartwright me encontré   dos  hermosos garañones. Corrían libres por toda la extensión del terreno a un lado de camino.  Sentir su gusto por el espacio abierto me divirtió.  Retozaban como si fueran potrillos. Los observé detenidamente, era obvio que se conocían de hace tiempo. Confiaban. Se divertían. Trotando se alejaron hasta desaparecer en la llanura.  

Bordeando la cerca y cortando camino por entre el bosque hacía Lakewood volví a encontrármelos en un paraje solitario.  Estaban apareándose.  Fue algo digno de verse, un verdadero espectáculo.  Pareciera que la pareja de garañones hubieran buscado a propósito más intimidad en un lugar alejado del camino principal  -lo mire directamente a los ojos-     Sabía que estarías aquí.

-Albert… tengo que decirte algo… yo…  tú…  hablaste de…  posesión.

-Vamos,  dilo de una vez. ¿No lo deseas?  ¿Lo tuyo es el sexo oral, solamente?

-Lo mío es…  ver.  Soy virgen.  

Dijo él bajando la vista, como si aquello le avergonzara. Ahora lo podía entender claramente. Johnson era un voyerista pajero, como lo fui yo.  Dado su pasado, seguramente vivió expuesto a muchas atrocidades y su sexualidad se vio afectada de alguna forma. No así la mía. El despertó mi instinto sexual con tal fuerza que desee continuara pero las  circunstancias nos obligaron a hacer un stand by.  Yo que había tenido un comienzo hecho a mi gusto y medida en lo sexual, no tuve mayor consecuencia más que la de querer descubrir, conocer y practicar todo lo que fuera posible hacerlo. En Londres, las chicas fueron mi objetivo. Sus cuerpos redondeados ocuparon toda mi curiosidad hasta que llegó Laila y se apodero con su mente abierta respecto al sexo, de todo mi libido, hasta que se marchó.  Luego… nada.  No hubo nada. Solo el recuerdo del hombre que juró complacer todos mis deseos, cuya boca no se comparaba a ninguna otra.

-Por fin.  Algo en lo que puedo competir contigo…  sin ventaja.

Expuse con delicadeza. Él se volvió a mirarme y su rostro tenso se relajó visiblemente,  la comprensión fue mutua. Yo también era un virgen anal pero aun así lo deseaba y podría jurar que él también,  por eso su preocupación.

Después de aquellas confesiones  privadas  nos volcamos en caricias, besos y chupeteos. Nuestros cuerpos se fueron acoplando mientras se restregaban,  sentados frente a frente en una perfecta flor de loto, manipulamos nuestras vergas  mientras con el dedo índice alternado con el pulgar preparábamos la abertura a desvirgar.  El goce no se hizo esperar cuando ambos aceptamos en el reducido conducto toda la prolongación y la anchura, de los diferentes dedos respectivamente.

Era una delicia sumamente placentera estar conectados de esa forma, hasta que alcanzamos una pequeña nuez dentro,  que al estimularla nos hacia lanzar sonoros jadeos, trasfigurando nuestros rostros en muecas de placer.  Era ahora o nunca, iba a lograr que George se rindiera ante sus deseos por mí de una buena vez. En esa misma posición y con su cuerpo empapado de sudor, lo tome por el trasero metiendo mis manos por debajo y lo atraje directamente a mi falo erecto.

Sin fuerza de voluntad para oponerse, embebido por el continuo espoleo del  placer,  me ayudó recargando el peso de su cuerpo  en sus talones y se dejó llevar.  Coloque un poco de ungüento en mi miembro para ayudar en la inauguración, George, lo tomo con su mano y  jalo rápidamente arriba y abajo para  para esparcir el aceite de almendras dulces   calentando la  sensible piel color de rosa, ahora vuelta escarlata brillante por el aceite.   Como si se pudiera estar más en llamas.

Una vez centrado el objetivo,  fui hundiendo las caderas de Johnson en mi estaca ansiosa.  Con la punta de la verga atrapada por la fruncida entrada,  calme mi avance sin dejar de sujetar sus caderas mientras él buscaba acomodar su cuerpo de alguna  forma que le resultara placentera.

Me agaché lo más que pude hasta lamer la cabeza de su miembro duro que  blandía arrogante y reclamando atención frente a mí, haciéndome agua la boca. Sentía la urgente necesidad de chuparlo.   George, estaba excitado tanto como lo estaba yo. Quería tomarlo de las caderas y hundirme en sus profundidades  oscuras pero sabía que no sería correcto.  Quería hacerlo rendir, quería hacerlo gozar, quería escucharlo gemir y pedirme que me lo follara hasta hacerlo enloquecer. Quería que él pidiera ser cogido por mí.  Lo deseaba tanto,  desde hacía 4 años.  Él tenía la verga increíblemente tiesa y yo recompensaba su dolor virginal con húmedas lamidas en la punta  para disminuirlo. Funcionó.

Poco a poco fue cediendo a  mi intrusión hasta que el mismo comenzó a mover las caderas suavemente hundiéndose poco a poco a su propio ritmo. La sensación era delirante. Él estaba gimiendo de placer mientras aceptaba mi miembro en su trasero, sus pequeños mordiscos que tragaban a bocados mi falo me hacían temblar.  Poco a poco fue dejándose clavar.  Poco a poco fui clavándolo mientras su anillo de duro musculo cedió y permitió retirarme apenas para volver dentro,  a empalarlo.

Apoyados de esa escandalosa manera, con la mitad de mi verga  deslizándose dentro de su cuerpo suavemente, nos mande a ambos a un glorioso éxtasis.  

Mi verga comenzó a vibrar, mi orgasmo iba a ser devastador, podía sentirlo crecer vorazmente por todo mi cuerpo. George,  había tomado el mando del ritmo de la clavada, mientras yo soportaba el no tomarlo de sus esbeltas caderas  y hundirlo en mi espada hasta la empuñadura.  Aun no era el momento de que nuestras bolas se conocieran tan de cerca.

-Jálatela…   quiero que me bautices con tu leche, así  como voy a bautizarte el trasero.  ¡Ahora!

Y  obedeció. Completamente abstraído por el deseo, soportando su peso con una sola mano para no desconectar nuestros cuerpos, con la otra comenzó el masaje delirante sobre su propio miembro, halándolo a una velocidad rítmica para luego jalar sus criadillas de forma brusca. Luego enmarco su entrada trasera con sus dedos anular e índice, sintiendo el roce de mi verga mientras entraba y salía ensanchando el anillo que apretaba duro, haciéndome sentir escalofríos.

Volvió a repetir ese patrón hasta que  escuché su pecho lanzar gemidos ahogados. Tomó su verga con firmeza y comenzó a jalar con furia pues iba volando por lo alto, justo ahora.   Estaba mirándolo, él estaba mirándome.

Estábamos unidos,  cogiendo como dos enloquecidos y era sumamente electrizante.  Johnson estaba cabalgando mi silla, estrenándose  por primera vez y lo hacía estupendamente bien. Sabía que no iba a decepcionarme.  Apoyándome contra la cama cogí un ritmo suave pero constante al tiempo que él me atrapaba en cada espasmo con sus entrañas.  No resistí más,  exploté.

Mi miembro convulsionó  expulsando la leche a chorro  dentro de su cuerpo y éste succionaba sin darme tregua,  exprimiéndome hasta la última gota. El intercambio de pulsaciones de ambos cuerpos hizo que él también se desatara y sin pena lanzó su potente simiente sobre mí alcanzando  mi cara, rociando luego en chorros menos precisos  todo mi abdomen empapado de sudor y de semen.

La descarga fue larga y los gemidos numerosos, cuando veníamos en picada de la cima del  cielo de Lakewood  al que volamos, George se dejó caer sobre la cama haciendo una mueca de dolor,  sin moverme soporté el roce de su  rugosa desembocadura trasera mientras él lentamente expulsaba mi verga aun erecta y viscosa.

Cuando al fin estuvo fuera de su cuerpo soltó un hondo suspiro, relajándose visiblemente. En ese momento me dejé caer sobre mi espalda, completamente exhausto.  Mientras mi respiración se  normalizaba cerré los ojos.  Dentro de mí sabía que me había salido con la mía nuevamente como lo había afirmado George. Ante tal pensamiento, una sonrisa de completa satisfacción partió mi cara.  Había desvirgado a Johnson.  Él,  era completamente mío.

-Feliz cumpleaños, Albert.  –Susurró entre jadeos-  Has tomado de mí, lo que nadie.

Sonreí. Era verdad, hoy es mi cumpleaños.

“Completamente  mío”

Continuara…

“El review es el alimento de una imaginación creativa, agradezco el tuyo en compensación a la mía”

igzell

igzell
Niño/a del Hogar de Pony
Niño/a del Hogar de Pony

OMG!!!! Este capitulo fue un contraste tras otro!!! En un mismo capitulo vimos como Albert fue evoluncionando a travez del tiempo.
Pero lo que definitivamente me sorprendio fue la virginidad de Goorge,apenas si me la puedo creer,me cayo como un blde de agua fria al principio...Oh ese Alber,cuan orgulloso y prepotente: me gusta.
Laila prima de Terrence?Uhh,dato que,a lo mejor,hara que la historia tome un giro inesperado...A lo mejor,quien sabe TODO Y NADA P4 By Chica de Terry. Mafia Negra GRANDCHESTER. Yaoi 18+ 362558

_________________________
Esa entrega fue maravillosa.Confieso que me costo imaginarme un poco en la posicion en la que se hallaban esos dos.

EL TANTO LEER MANGAS YAOI ME HICIERON IRME MAS ALLA DE LO QUE HAZ ESCRITO ODET.SORRY TODO Y NADA P4 By Chica de Terry. Mafia Negra GRANDCHESTER. Yaoi 18+ 362558

ESPERO QUE ESTA VEZ NO DURES TANTO EN ENTREGARNO LOS QUE SIGUE,EH

_______________
OTRO DATO:AUNQUE YA E VISTO AL ALBERT ADOLESCENTE,NO LOGRE DETENER MI IMAGINACION AL COLOCAR EN SU LUGAR A GILBERT,DEL MANGA "KAZE TO KI NO UTA"....casi shoro


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Aqui te lo dejo


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http://larojamelenaquesellevoelviento.blogspot.com/

Liesel Graham

Liesel Graham
Rosa Roja
Rosa Roja

Excelente capitulo Odet!!! Algo que no había leído!!! Gracias por la entrega!!

ladylore

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Niño/a del Hogar de Pony
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wow.... sin palabras... q capitulo
me encantó

ODET la chica de Terry

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Niño/a del Hogar de Pony
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Liesel gracias por leer. ;)

cilenita79

cilenita79
Niño/a del Hogar de Pony
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Uffff que calor!!!!!!!!!! Que capitulazo!!!! Espero ver la continuación de esta historia, avisaaaa

Lady Supernova

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Niño/a del Hogar de Pony
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¡El capítulo que tanto esperaba!
TODO Y NADA P4 By Chica de Terry. Mafia Negra GRANDCHESTER. Yaoi 18+ 523816526 TODO Y NADA P4 By Chica de Terry. Mafia Negra GRANDCHESTER. Yaoi 18+ 523816526 TODO Y NADA P4 By Chica de Terry. Mafia Negra GRANDCHESTER. Yaoi 18+ 523816526
Primero: me dio gusto darme cuenta de que Albert, se enamoró de una prima de Terry... A él no le gustan las mujeres, pero la chica era tan excepcional, que él se enamoró, se encontró extrañándola mucho cuando ella se fue... Me gustó esa relación.
Segundo: por fin él y George, tuvieron su momento... Calorrrrrr, que forma de describirlos... ¡Me encantó! ¿Esto va seguir... No? ¡Espero leerte pronto!
Estuvo genial, Odet TODO Y NADA P4 By Chica de Terry. Mafia Negra GRANDCHESTER. Yaoi 18+ 971718

https://www.fanfiction.net/u/2786408/Lady-Supernova

ODET la chica de Terry

ODET la chica de Terry
Niño/a del Hogar de Pony
Niño/a del Hogar de Pony

Ame tu mensaje Igzell preciosa!! AHHH hasta que alguien noto ese pequeñísimo detalle sobre Laila!!!
jajajajajaja tu fuiste la primera en notarlo y comentarlo!! GRACIAS!!!
Hijoles... a tu suposición... puede ser... puede ser...

JAJAJAJA lo de la posición... la flor de loto... creo que al final si le entendiste bien a bien como era, y donde iba cada parte de esos cuerpecitos hermosos... (se sonroja furiosamente XD)

Mira que lindo ese chico.. bien podría ser Bertito de jovenzuelo.

Saludos Igzell!!

ODET la chica de Terry

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Niño/a del Hogar de Pony
Niño/a del Hogar de Pony

Lady lore, Cilenita, Muchas gracias por leer¡¡

ODET la chica de Terry

ODET la chica de Terry
Niño/a del Hogar de Pony
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Hola mi Lady Superrrr

Bueno... hasta aquí... ella ha sido la única que lo ha clavado en un bar... como dice la cansion jejejeje

Pero yo creo que hasta ahorita estaríamos hablando de que Beto es Bi, mas bien.

Poco a poco ira encontrando su verdadero camino. =S

Pues si mi Gema, Laila es primita de Terry. yeiiiiii

Muchas gracias mi Gema, nos leemos prontito¡¡¡


Como ya acabo la GF creo que pondré el cap final en el foro del lado oscuro, del foro normal, si es que me cierran el foro de la guerra.

ODET la chica de Terry

ODET la chica de Terry
Niño/a del Hogar de Pony
Niño/a del Hogar de Pony

AVISO:

Si no alcanzo a postear el ultimo capitulo antes de que cierren el foro de la GF 2017, lo posteo en el foro normal del lado oscuro.

Gracias por la oportunidad a la historia a todas las que leyeron. ;)

igzell

igzell
Niño/a del Hogar de Pony
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Como que a èl nole gusta las mujeres? No me acuerdo de haber leido algo semejante,mas bien,desde el comienzo de la lectura,vi que el tio estaba interesado,por no decir curioso, en experimentar con ambos sexo.
Creo que la curiosidad lo ha llevado a este caminio,y como dice Odet,èl es Bi,puede vivir su vida como tal,en la dos balanza;tengo amigos(de amos sexo)que son asi;no hay camino para "esto".
No es ser "gay" o "hetero ",uno puede ser ambas cosa: como el equilibrio,no se si me entienden TODO Y NADA P4 By Chica de Terry. Mafia Negra GRANDCHESTER. Yaoi 18+ 362558

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ODET la chica de Terry

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Niño/a del Hogar de Pony
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Concuerdo el bisa ea Bi.

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