—¡Vaya, ya era hora, Chispita! — exclamó Terry, cruzándose de brazos en cuanto vio a Luana venir corriendo a su encuentro.
—Estoy aquí. — dijo la alemana, una vez junto a él, tratando de recuperar el aliento luego de tremenda corrida de maratón que tuvo que hacer para llegar a tiempo. —¡Lista y preparada para combatir!
—Te has pasado la mitad del día ocupada, que yo ya estaba dudando si vendrías a defenderme hoy. — se quejó el hermoso joven, con cierto aire petulante en la voz.
— ¡Cómo te atreves a dudar de mí, Liath! — Luana bufó indignadísima, todavía con la respiración agitada. —Sabes que nunca te olvidaría, reizend (precioso).
—Entonces, empieza de una vez. — expresó con apremio, mirándola con un reto implícito en sus ojos.
—Lo haré, pero no porque me lo estés ordenando. — contestó ella, alzando el mentón aún terca en mantener algo de su orgullo leonino.
Terry sólo le respondió con una sonrisa ladeada, su Chispita sí que era de armas tomar, pero mejor así, sabía que combatiría por él con garras y dientes, como toda la leona que era.
La vio directo a los ojos, arqueando una ceja más que dispuesto a ver que había traído hoy para defenderlo…
By: Luana Hoffman (Sundarcy)
Cuando el cansancio la atrapaba y caía rendida en él, una misma pesadilla se repetía en su mente con frecuencia. Cada noche era de esta manera, en cuanto sus párpados se cerraban para refugiarse en sus sueños, más que refugio sólo encontraba numerosos y dolorosos recuerdos que quería olvidar.
Así empezaba… de pronto, su mundo comenzaba sacudirse, volviéndose totalmente borroso; no podía decir lo que pasaba, ni siquiera lo entendía. Una luz cegadora y claustrofóbica atrapaba su universo, asfixiándola poco a poco, y haciendo que lentamente algo explotara en su interior… ¡Un dolor insoportable retorciéndose dentro de ella!
Tan sólo un momento de silencio y después… después todo se rompía en un grito arrancado de su mismo pecho.
Inmediatamente, saltaba de la cama con desgarradores sollozos escapando de su garganta, saliendo por sus temblorosos labios, pareciendo no querer acabarse nunca. Ella se desplomaba en un impulso, enterrando su cabeza en sus rodillas, llorando y gritando de igual forma. Ahí era cuando entraba en unos de sus momentos más críticos, se tapaba los oídos con sus manos nerviosas, y solamente trataba de ahuyentar esas horribles imágenes que se mostraban en su cabeza una y otra vez, todo en una lacerante tortura llena de esas memorias que reprimía, pero que tercamente se empeñaban en salir.
Por más que podría parecerle un tiempo interminable, en realidad no pasaba muchos segundos hasta que una imponente figura aparecía en el umbral de la puerta, corriendo hacia ella sin dudar, muy dispuesto a serle de ayuda.
Era él… el único que se portaba tan bien con ella, el único cuyo rostro ella parecía recordar.
Reaccionando rápidamente, Terry envolvía sus brazos alrededor suyo, pasando sus firmes manos por su alborotado y rubio cabello. Ella respiraba agitadamente, soltando jadeos involuntarios mientras intentaba recuperar el aliento. Las imágenes seguían recorriendo su cabeza; un dolor profundo agobiaba su pecho, como si el humo que quedaba de sus recuerdos invadiera sus pulmones más y más.
Él la abrazaba fuertemente, meciéndola en sus brazos, y asegurándole en susurros que todo estaría bien, que no tenía nada que temer. Luego, le besaba su frente suavemente, esperando a que los pesados sollozos de ella se transformaran en trémulos suspiros.
La rubia hundía su cabeza en el fuerte pecho de él, y se concentraba en escuchar el constante y rítmico sonido de los latidos de su corazón, sintiendo cómo el aroma a lavanda que emanaba de él inundaba con lentitud sus sentidos; y únicamente eso le bastaba para que todo se calmara instantáneamente.
Candy no dijo ni una palabra, lo único que hizo fue alzar su perdida mirada hacia él. Ese pecoso rostro otrora alegre y vivaz, ahora lucía roto; y esos hermosos ojos verdes, en ese instante llorosos, sólo le daban una mirada que parecía rogarle: “¿Te quedarías conmigo?”
Y con eso… él estaba absolutamente perdido, pues ya no habría poder humano que pudiera separarla de su lado.
Haciendo caso a lo que le mandaba el corazón, Terry se recostó junto con ella, envolviendo sus fuertes brazos en los delgados brazos de Candy; y acariciando su pecoso rostro con ternura, acercó sus labios a sus oídos.
—Siempre estaré contigo, pecosa. — susurró con esa profunda voz que corrió a través de ella estremeciéndola ligeramente. —No lo dudes nunca.
Aunque no estaba seguro si Candy podía entenderlo o no, su corazón aceleró sus latidos cuando ella se acurrucó en su abrazo y lo atrajo más a su lado. El pecho de Terry se hinchó en regocijo ante esa acción, no importaba si Candy no podía contestarle con palabras ahora; para él, este simple deseo de ella de querer sus caricias y su continuo contacto, era la mejor de todas las respuestas que podía darle, valía mucho más que mil palabras.
Terry acarició delicadamente sus brazos, consolándola lo mejor que podía, intentando calmar los restos que quedaban de su entrecortada respiración, y queriendo que ella alcanzara quizás un sueño más calmado…
o-O-o-O-o
¿Qué tal, preciosas combatientes? Aquí estoy yo, la Amazona del Trueno haciéndome presente con una ofensiva para el hermoso de Terry. Espero les guste, y muchas gracias a todas las que leen. Nos iremos viendo por aquí, todavía hay mucho que las Amazonas tenemos que combatir por Terry.
—Estoy aquí. — dijo la alemana, una vez junto a él, tratando de recuperar el aliento luego de tremenda corrida de maratón que tuvo que hacer para llegar a tiempo. —¡Lista y preparada para combatir!
—Te has pasado la mitad del día ocupada, que yo ya estaba dudando si vendrías a defenderme hoy. — se quejó el hermoso joven, con cierto aire petulante en la voz.
— ¡Cómo te atreves a dudar de mí, Liath! — Luana bufó indignadísima, todavía con la respiración agitada. —Sabes que nunca te olvidaría, reizend (precioso).
—Entonces, empieza de una vez. — expresó con apremio, mirándola con un reto implícito en sus ojos.
—Lo haré, pero no porque me lo estés ordenando. — contestó ella, alzando el mentón aún terca en mantener algo de su orgullo leonino.
Terry sólo le respondió con una sonrisa ladeada, su Chispita sí que era de armas tomar, pero mejor así, sabía que combatiría por él con garras y dientes, como toda la leona que era.
La vio directo a los ojos, arqueando una ceja más que dispuesto a ver que había traído hoy para defenderlo…
Siempre estaré contigo
By: Luana Hoffman (Sundarcy)
Cuando el cansancio la atrapaba y caía rendida en él, una misma pesadilla se repetía en su mente con frecuencia. Cada noche era de esta manera, en cuanto sus párpados se cerraban para refugiarse en sus sueños, más que refugio sólo encontraba numerosos y dolorosos recuerdos que quería olvidar.
Así empezaba… de pronto, su mundo comenzaba sacudirse, volviéndose totalmente borroso; no podía decir lo que pasaba, ni siquiera lo entendía. Una luz cegadora y claustrofóbica atrapaba su universo, asfixiándola poco a poco, y haciendo que lentamente algo explotara en su interior… ¡Un dolor insoportable retorciéndose dentro de ella!
Tan sólo un momento de silencio y después… después todo se rompía en un grito arrancado de su mismo pecho.
Inmediatamente, saltaba de la cama con desgarradores sollozos escapando de su garganta, saliendo por sus temblorosos labios, pareciendo no querer acabarse nunca. Ella se desplomaba en un impulso, enterrando su cabeza en sus rodillas, llorando y gritando de igual forma. Ahí era cuando entraba en unos de sus momentos más críticos, se tapaba los oídos con sus manos nerviosas, y solamente trataba de ahuyentar esas horribles imágenes que se mostraban en su cabeza una y otra vez, todo en una lacerante tortura llena de esas memorias que reprimía, pero que tercamente se empeñaban en salir.
Por más que podría parecerle un tiempo interminable, en realidad no pasaba muchos segundos hasta que una imponente figura aparecía en el umbral de la puerta, corriendo hacia ella sin dudar, muy dispuesto a serle de ayuda.
Era él… el único que se portaba tan bien con ella, el único cuyo rostro ella parecía recordar.
Reaccionando rápidamente, Terry envolvía sus brazos alrededor suyo, pasando sus firmes manos por su alborotado y rubio cabello. Ella respiraba agitadamente, soltando jadeos involuntarios mientras intentaba recuperar el aliento. Las imágenes seguían recorriendo su cabeza; un dolor profundo agobiaba su pecho, como si el humo que quedaba de sus recuerdos invadiera sus pulmones más y más.
Él la abrazaba fuertemente, meciéndola en sus brazos, y asegurándole en susurros que todo estaría bien, que no tenía nada que temer. Luego, le besaba su frente suavemente, esperando a que los pesados sollozos de ella se transformaran en trémulos suspiros.
La rubia hundía su cabeza en el fuerte pecho de él, y se concentraba en escuchar el constante y rítmico sonido de los latidos de su corazón, sintiendo cómo el aroma a lavanda que emanaba de él inundaba con lentitud sus sentidos; y únicamente eso le bastaba para que todo se calmara instantáneamente.
Candy no dijo ni una palabra, lo único que hizo fue alzar su perdida mirada hacia él. Ese pecoso rostro otrora alegre y vivaz, ahora lucía roto; y esos hermosos ojos verdes, en ese instante llorosos, sólo le daban una mirada que parecía rogarle: “¿Te quedarías conmigo?”
Y con eso… él estaba absolutamente perdido, pues ya no habría poder humano que pudiera separarla de su lado.
Haciendo caso a lo que le mandaba el corazón, Terry se recostó junto con ella, envolviendo sus fuertes brazos en los delgados brazos de Candy; y acariciando su pecoso rostro con ternura, acercó sus labios a sus oídos.
—Siempre estaré contigo, pecosa. — susurró con esa profunda voz que corrió a través de ella estremeciéndola ligeramente. —No lo dudes nunca.
Aunque no estaba seguro si Candy podía entenderlo o no, su corazón aceleró sus latidos cuando ella se acurrucó en su abrazo y lo atrajo más a su lado. El pecho de Terry se hinchó en regocijo ante esa acción, no importaba si Candy no podía contestarle con palabras ahora; para él, este simple deseo de ella de querer sus caricias y su continuo contacto, era la mejor de todas las respuestas que podía darle, valía mucho más que mil palabras.
Terry acarició delicadamente sus brazos, consolándola lo mejor que podía, intentando calmar los restos que quedaban de su entrecortada respiración, y queriendo que ella alcanzara quizás un sueño más calmado…
¿Fin?
o-O-o-O-o
¿Qué tal, preciosas combatientes? Aquí estoy yo, la Amazona del Trueno haciéndome presente con una ofensiva para el hermoso de Terry. Espero les guste, y muchas gracias a todas las que leen. Nos iremos viendo por aquí, todavía hay mucho que las Amazonas tenemos que combatir por Terry.