¿Qué tal hermosas combatientes? Aquí vengo yo, la Amazona del Trueno, con mi ataque para el día de hoy, el cual incluye otro relato muy interesante de nuestro Liath con nosotras... Me emociona publicarlo, espero les guste...
o-O-o-O-o
—No me digas que van a seguir ventilando más de mis actividades con ustedes. — Terry fijó sus hermosos ojos en ella, aparentemente molesto.
—¡No te hagas, Liath! — repuso Luana, a la defensiva. —Bien que te encanta lo que hacemos contigo.
—¿Te refieres a cuando se ponen en modo acosador conmigo? — sonrió con arrogancia, cruzándose de brazos.
—Sabes que es solamente contigo, Liath. —se defendió Luana una vez más con un mismo gesto parecido al de él. —Solamente contigo, mein reizvoll (mi delicioso). — terminó sonriéndole pícaramente en un mensaje que él entendía perfectamente.
Terry amplió aún más su sonrisa al escuchar ese apelativo con el que su Chispita solía llamarlo casi siempre.
—No sé porque tengo la impresión que piensas que no puedo ser tan hermoso por las puras, ¿cierto?
—Qué bien me conoces, precioso.
—Entonces eso es un sí. —enarcó una ceja curiosamente.
—¿Tú que crees?
—Pues, ya quiero ver con quien me toca esta vez. La vez pasada fue con mi Nerd, ¿y ahora?
—Lo verás justo ahora, schatz (querido). — Luana correspondió con una sonrisa endiablada. —Lo verás justo ahora...
TENTATION FRANÇAISE (Francesa Tentación)
By: Luana Hoffman (Sundarcy)
En la calle de Knightsbridge dentro de una de las más lujosas zonas de Londres, se encontraba una de las muchas mansiones que poseía la noble familia de los Grandchester; albergando hoy al primogénito marqués, heredero del próximo título de Duque de Grandchester, y a sus tres hermosas guardianas.
Desde las afueras de la suntuosa mansión, cualquiera diría que no podría haberse encontrado una casa más tranquila que ésta. Había tanta calma y quietud en el exterior que todo el que pasara por ahí pensaría que las personas que vivían dentro llevaban la más pacífica y normal de las vidas, ¿sería acaso cierto?
Pues, para Terrence G. Grandchester cualquier cosa entraría dentro de la categoría de pacífica menos su vida; la cual podría ser de todo, menos normal. Aquí una clara muestra de ello…
—¡Por supuesto que no! ¡No lo permitiré!
Las palabras de Terry retumbaban con mucha fuerza en todo el pequeño cuarto, estando demasiado ofuscado para controlar el tono de su voz, tan potente que podría haber resultado intimidante para cualquiera; obviamente, para todos menos para su bella amazona francesa que estaba parada justo enfrente de él.
Sin perder en ningún momento ese porte y gracia de princesa que tanto la caracterizaba, Andreia, la letal amazona del hielo, sólo le sonreía con toda la paciencia del mundo, para nada afectada con esa retahíla de exclamaciones molestas que su hermoso encargo le mandaba.
—¿Ya terminaste, mon cher? — preguntó muy tranquila la francesa, arqueando su perfecta ceja izquierda, sin dejar de lado su sonrisita traviesa. — Porque debo recordarte que estás muy apurado y que el avión partirá en menos de una hora.
—Ese no es el punto. — negó con la cabeza, frunciéndole el ceño.
—¿No? — esta vez, ambas de sus cejas se enarcaron en aparente sorpresa. — Creía que eso sería lo que más te importaría, ma vie. Como los ingleses pasan alardeando sobre su puntualidad. — rodó sus ojos con evidente ironía.
—No cambies el tema. — farfulló él entre dientes, tratando de no mostrarse tan exasperado como se sentía. — Sabes lo que me pasa.
—No tengo ni idea, Liath. — posó su mano enguantada en la mejilla de él, mirándolo inocentemente sólo para hacerlo rabiar. — ¿Qué es lo que te pasa, precioso?
—¡No finjas demencia, Bruja! — exclamó, moviendo su rostro a un lado para escapar bruscamente de su toque, al no hacerle gracia que se hiciera la desentendida. ¿No venían discutiendo ya varios minutos sobre el mismo tema?
Si la Letellier se sintió ofendida por esa acción no lo demostró, al contrario, sólo le sonrió en respuesta, mostrándose impasible ante esa acusación.
—Yo no estoy fingiendo, Liath. — contestó desafiantemente, ampliando aún más su sonrisa mientras que en sus ojos aparecía un brillo travieso.
—Así que quieres seguir con tu juego, Bruja. — la miró directo a los ojos con el mismo desafío. — Está bien, continúa, pero ten por seguro que no te funcionara. — le dedicó su propia sonrisa retadora, cruzándose de brazos antes de añadir. — No me pienso mover de aquí.
Dicho y hecho, terminó plantándose en su sitio para asegurar sus palabras. ¡Pobre! No tenía ni idea en lo que se había metido, parecía ser que todavía no había llegado a comprender muy bien el carácter de su Bruja francesa. Bueno pues, ahora ya lo averiguaría.
Andreia estaba más que dispuesta a contratacar, sino hubiera sido porque en ese preciso momento la dulce e inocente Maia decidió hacer su aparición por la puerta.
—¡Qué bueno que llegas, princesse! — habló la Letellier, dedicándole una sonrisa a su compañera, para luego mirar atrás suyo, buscando a la otra amazona. —¿Y dónde está Luana?
—Se quedó revisando el perímetro. — explicó la italiana calmadamente.
Terry se olvidó por un momento de su cruzada con la francesa en cuanto escuchó lo que dijo Maia; y agrandando sus ojos con temor, se dirigió a ella.
— ¿Escuché bien? ¿Dejaste a Chispita revisando el perímetro… sola? — la vio rogando fervientemente haber entendido mal.
No recibió más respuesta que la estoica mirada de su Nerd italiana que le aseguraba que así había sido, pero lo más sorprendente es que Maia y Andreia se mostraban muy tranquilas con ello.
—¿Se han vuelto locas? — miró a sus dos chicas como si en verdad creyera que habían perdido el juicio. — Están conscientes del peligro que supone que esté rondando sola la zona. ¡Es una caja de alto voltaje andante a punto de explotar! — su rostro lucía muy angustiado. — Y no lo digo sólo por nosotros, sino también por los pobres e inocentes peatones que no tienen la culpa de nada.
—No exageres, mon ami. Luana puede mantenerse… calmada si la situación lo amerita.
¿Fue su imaginación o en verdad a Terry le pareció detectar una cierta inflexión de duda en la voz de su Bruja?
“¡Dios mío! Que sólo sea mi imaginación, por favor.” — pidió al santo padre, aunque es bien conocido que él no era muy devoto que digamos.
—¿Por qué todavía no has entrado a bañarte, Liath? — Maia interrumpió sus desesperados ruegos con esa inesperada pregunta.
Una pregunta que, por sí sola, le hizo recordar lo que había pasado con su amazona francesa antes de que apareciera, así que rápidamente le respondió.
—No he entrado a bañarme porque no pienso hacerlo a menos que me dejen hacerlo SOLO. — recalcó lo último, mirando exclusivamente a la francesa.
Andreia no dio muestra alguna de reacción en su semblante más que el leve arqueamiento de su ceja izquierda, esbozando ligeramente una sonrisa divertida en sus labios.
“¡Oh, sí! Ahora ya recuerdas el tema de nuestra discusión, ¿cierto?” — Terry la retó con la mirada para que no se hiciera la desentendida de nuevo.
—Como te podrás dar cuenta, cherie, aquí nuestro Liath se está poniendo un poco testarudo.
Y aunque la francesa se dirigió a su compañera italiana, no apartó la mirada de su Terry ni un solo instante.
—Parece que esto requerirá de más persuasión de la que pensamos. ¿Necesitas que te ayude, cara mia? — ofreció la Moretti a su amiga, muy dispuesta a colaborar, dicho sea de paso que estaría encantada de hacerlo, arrinconar a Terry solo en el baño era demasiado tentador para la italiana.
—No te preocupes, jolie. Déjame esto a mí, s’il te plaît (por favor).
Sin más que decir, Maia asintió observando a Terry con una mirada un poco enigmática.
—No demores mucho en dejarte convencer, cuore mio. — habló de pronto, haciendo que Terry enfocara sus ojos en ella. —Tu itinerario de giras no puede permitir que tu vuelo termine retrasado.
Fue ahí que mirando rápidamente a la francesa, quien en ese momento estaba convenientemente inmersa en la tarea de acomodarse el guante de su mano izquierda, Maia no perdió el tiempo en acercase al oído de Terry para susurrar suavemente.
—Lo que daría por estar en el lugar de Andreia ahora, mi bellissimo. — dijo viéndolo como si fuera un delicioso bocadillo que ella estaba ansiosa por probar. —No sabes todo lo que haría contigo, sólo tú y yo. — y le mandó una sonrisa que hablaba por sí sola en todo lo que estaba pensando.
Terry tragó duramente, quedándose sin palabras como le estaba sucediendo constantemente cada vez que su Nerd lo sorprendía con tremendas insinuaciones; pero tan rápido como se acercó a él, también se separó en el momento exacto en el que Andreia alzó la vista.
Elevando sus cejas, sorprendido por la rapidez con la que actuaba, Terry sólo vio Maia dedicarles a ellos una última sonrisa cargada de inmensa dulzura antes de retirarse del cuarto.
Así fue como, luego de que se fuera, los que quedaron en la habitación se mantuvieron sumidos en un profundo silencio, el cual Andreia decidió acabar.
—Solos nuevamente, mon amour. — desvió sus ojos a él, sonriéndole con una chispa pícara en su mirada.
La francesa lo miró detenidamente de arriba a abajo, sin ninguna prisa, sumamente contenta de deleitarse en el completo examen del monumento de hombre frente a ella.
“¿Por qué tendrás que ser tan apetecible, ma vie?” — pensó para sí misma, esbozando una sonrisa ligeramente endiablada.
—Borra esa sonrisa, Bruja. — Terry la sorprendió diciéndole eso.
Ahora sí, aunque fue en un brevísimo lapso de tiempo, un claro brillo de ligera molestia cruzó por los verdes ojos de la francesa, quien irguiendo su cuello para adoptar en su regio porte el semblante de una princesa herida, contestó.
—¡Vaya! — arqueó una ceja, moviendo una de sus manos casi imperceptiblemente. —No sabía que se me prohibía sonreír.
Terry tensó los hombros al sentir un ligero escalofrío recorrer su espalda; confundido, contrajo sus cejas, porque de pronto le había parecido sentir un ligero cambio en su entorno.
¿Era imaginación o estaba empezando a hacer un poco de frío?
—Es lo que estás pensando lo que me inquieta. — titubeó su excusa intentando sonar firme, por más que el repentino frío hiciera temblar su voz un poco.
Los ojos de Andreia se mostraron igual de impasibles, pero por alguna razón Terry sintió otro estremecimiento más, cuando la corriente helada de antes siguió subiendo por su espalda hasta casi llegar a su cuello.
“¿Qué es lo que me pasa?” — se preguntó consternado.
—¿Y qué es lo que estoy pensando supuestamente? — inquirió la francesa, alzando su barbilla y de esa manera interrumpiendo sus pensamientos.
—¿En verdad quieres que lo diga? — logró decir Terry con la voz apretada.
—S’il te plaît. (por favor) — movió hacia adelante su mano en un ademán para que continúe.
Inhalando profundamente para evitar pensar en el súbito frío que lo envolvía y la forma en que éste hacía que su respiración se agitara, él contestó.
—Estás pensando la mejor forma en como comerme enterito. — acusó con seguridad, aun cuando su respiración salía entrecortada.
—¡Ah, era eso! — Andreia agitó la mano restándole importancia. — Obviamente, no voy a negarlo. Claro que es cierto.
Eso sí que Terry no se lo esperaba, pues no creía que ella lo aceptaría tan fácilmente.
—Soy tan hermoso que no puedes evitar caer en la tentación. — lo dijo, sonriéndole con arrogancia, aunque era más por sarcasmo que por hablar en serio.
—¡Por supuesto que eres hermoso, mon amour! Es algo que tampoco puedo negar, pero eso ya lo sabes. Tanto como que yo controlo el hielo, Maia, el veneno, y Luana, los truenos, tú, mi precioso, estás bordado a mano por los dioses.* — habló confiada como si dijera la más grande de las verdades. —Todo lo que he dicho son hechos reales y factibles. ¿Cómo no podrías parecerme tan delicioso? ¡Sería imposible!
Los labios de Terry se entreabrieron, bajando instintivamente la mirada no sabiendo que responder a aquello, y para mayor alarma de él, su única reacción fue sonrojarse levemente porque… ¡ni siquiera entendía por qué!
“Este no soy yo” — caviló ligeramente molesto consigo mismo por su reacción.
—¡Allez, Liath! ¿No me digas que te estás avergonzando? — la clara voz de su Bruja se dejó escuchar acompañada de una risilla traviesa, y él alzó su mirada al sentir cierta burla en ella. —Si ser hermoso fuera un crimen, hace tiempo que ya estarías en prisión.
Los ojos de Terry se abultaron aún más, luego de esa afirmación, y Andreia por poco se ríe a carcajadas de su expresión confundida. Igualmente confiada que antes, siguió con sus piropos.
—Si cada vez que te veo sólo pienso, ¿en qué estaban pensando los dioses cuando crearon semejante preciosidad?* Es que es demasiada belleza para un solo hombre, ¿cierto? — dijo eso mirándolo otra vez de arriba a abajo en un lenta inspección de su cuerpo. —Pero luego me doy cuenta que se nota que los dioses querían presumir contigo al crearte.
Suspirando inconscientemente, fascinada con lo que veía sólo pudo añadir con una sonrisa encantada.
—E hicieron un estupendo trabajo contigo hay que reconocerlo. — alzó la mirada para verlo a los ojos de nuevo. — Así que, mi Liath, no me queda más que mirarte como la tremenda visión de belleza que los dioses le han regalado a este mundo. Y si quiero comerte con la mirada, pues sólo tendrás que aguantarte.
Al final, ella misma le regaló una sonrisa que no dejaba duda de la veracidad de sus palabras, y Terry se quedó mirándola sin poder replicar con algún comentario ingenioso como le gustaría, al haberse quedado sin palabras con la declaración de su Bruja.
Es cierto que sabía que las mujeres lo encontraban atractivo, notaba muy bien las miradas que le dedicaban, pero nunca lo habían piropeado de esta manera. No es que le molestara, al contrario, se sentía halagado y extrañamente satisfecho.
¡Vamos! No iba a ser inmune a los piropos que le decía una mujer tan hermosa como su amazona francesa, habría que estar hecho de piedra. Todavía buscando palabras con las que responder, Terry se vio sacado de sus pensamientos cuando Andreia empezó a hablar.
—Ma vie, ya basta de puro relajo. — señaló a la puerta abierta del baño, que estaba a un par de pasos, dejando claras sus intenciones. —¿Ya me dejarás acompañarte mientras te bañas?
Eso sí le devolvió las palabras a Terry, ya recordaba cual era el punto central de esta discusión, y su amazona, una vez más muy astutamente, había logrado desviarlo de nuevo.
—¡No y no! — se cruzó de brazos, terco en seguir donde estaba. —No me vas a obligar a hacer esto y es mi última palabra.
—Trés bien, mon ami. — la francesa suspiró con aparente resignación y Terry sonrió triunfante creyendo que por fin ella ya daría su brazo a torcer; sin embargo, le sorprendería lo que vino después.
—No quería tener que hacerlo, esperaba que aceptaras por las buenas, pero ya que no es así, tú no me dejas otra alternativa.
Esa respuesta lo dejo intrigado, tragando instintivamente con cierto nerviosismo, tuvo miedo de preguntar lo siguiente.
—¿De qué hablas? — contuvo la respiración en espera de que le respondiera.
Pero no recibió contestación, de lo único que fue consciente es que por alguna razón el suelo donde está parado se volvió repentinamente resbaladizo, y no pudo reaccionar más que para tratar de mantener el equilibrio que estaba perdiendo. Consternado, miró hacia el suelo para notar que había una capa de hielo justo bajo sus pies.
—Nos vemos en el baño, precioso.
Sin comprender lo que pasaba, Terry alzó la mirada justo en el momento en que la Letellier le dio un ligero empujón con la intención de dirigirlo al baño.
Sin palabras y sin poder evitarlo, accionado por la fuerza del empuje unido a la leve pendiente en el suelo, Terry se deslizó casi como experto patinador sobre el hielo que Andreia había formado debajo de ellos. Así fue como terminó yendo a parar en el baño, donde pudo controlar una segura caída sosteniéndose en el lavado.
La francesa siguió detrás suyo llegando al baño muy campante, y con una inverosímil velocidad que sólo ella poseía, aprovechó que Terry todavía procesaba el haber sido trasladado de esa manera, para cerrar la puerta atrás de ella, poniéndole llave muy a su manera.
Cuando Terry pudo entender lo que sucedía y recuperó la voz, se fue directo a la salida más que dispuesto a irse, sino fuera porque su amazona se encontraba firmemente interpuesta entre él y la puerta.
—¡No me impidas el paso! ¡Ábreme la puerta, Bruja! — ordenó con la voz más autoritaria que tenía.
—Te quedarás aquí, mon ami, y te bañarás de una vez. — señaló a la ducha con una tranquilidad impresionante.
—No me vas a detener. — fijó sus desafiantes ojos en ella. — Sabes qué puedo hacerte a un lado y salir ahora, ¿cierto?
—Y tú sabes que he congelado el picaporte, ¿verdad? — respondió sonriente y se hizo a un lado para que él mismo viera si hablaba en serio.
Sorprendido, Terry miró hacia la puerta donde comprobó que, precisamente, su Bruja había congelado su único medio de escape. ¿Cómo podría abrir la puerta ahora?
Con aparente desesperación, corrió hacia la puerta intentando abrirla sin resultado a lo que comenzó a darle golpeteos con sus manos, deseoso de escapar de esta situación en la que sentía había sido atrapado como un indefenso corderito.
—Cómo te podrás haber dado cuenta, mon cher — escuchó a la voz de Andreia detrás de él detectando un tono triunfante en ella. —No podrás salir de aquí, a menos que yo quiera.
Sin querer aceptar lo que ella le decía, Terry siguió con sus golpeteos con manos y pies contra la pobre puerta, casi dispuesto a tirarla si era necesario.
“Excelente tiempo, Andreia. Sólo te tomó menos de cinco minutos.” — la francesa escuchó la voz de Maia vía cosmo. — “Ahora lo tienes atrapado para ti sola.”
“Y voy a disfrutarlo todo lo que pueda.” — Andreia sonrió pícaramente viendo al precioso Terry, todavía inmerso en sus golpeteos, completamente a su disposición.
“No te entretengas mucho, cara mia. Recuerda que debe llegar a tiempo para continuar con su gira.”
“Trataré de hacer que no se demore, chérie.” — le prometió Andreia a su compañera y adivinando sus pensamientos, añadió. — “Por cierto, no te preocupes que también pronto llegará tu turno.”
Eso le alegró el humor a la italiana, quien desde el sitio donde estaba, no pudo evitar que una gran sonrisa se quedará estampada en su rostro de sólo pensar en ese ansiado turno con su Liath para ella solita.
—¡Con razón que tenía frío en la espalda! — esa exclamación hizo que le prestara atención de nuevo a Terry, quien había volteado a verla apenas se percató de algo. —Desde hace rato que me estabas llenando de escarcha, Bruja.
En su afán por tirar la puerta, de pronto notó copos de nieve volando por el aire, y confundido al no saber de dónde pudieron haber salido fue cuando notó, para mayor indignación de él, que estaba cubierto de nieve en la espalda.
—¡Al fin te das cuenta! Te tardaste demasiado, mon ami. — dijo Andreia sin mostrarse para nada arrepentida.
—¡No puedo creerlo! — musitó molesto, sacudiéndose toda la nieve que podía.
—Créelo, mon amour, tú te lo buscaste. Yo también tengo mi carácter. — acercándose a él, posó una mano sobre su hombro sacudiendo un poco de nieve. —En este caso tuviste suerte, si no fueras mi precioso Liath, te hubiera encerrado en un Ice Coffin por varios días.
Terry seguía sin poder creer lo que escuchaba, así que sólo le dedicó una mirada que claramente buscaba intimidarla, y si tenía suerte que lo dejara salir; pero obviamente, no funcionó.
—No intentes intimidarme, ma vie. — le sonrió, como siempre sin mostrarse afectada. — Mi valor y mi ánimo crecen aún más con cada intento de intimidación.
Liberando un suspiro resignado, el hermoso joven bajó la mirada al suelo.
—No veo la razón por la que debas acompañarme mientras me baño. — repitió por enésima vez ese argumento que no quería que se pasara por alto.
Ella alzó una de sus manos para acariciarle su mejilla suavemente.
—Mon cher, comprende que lo hago por cuidarte.
A Terry le pareció detectar una ligera connotación de preocupación en su voz, la cual hubiera escuchado más tiempo sino fuera porque poco después ella soltó una risilla pícara antes de agregar.
—Además, no hay nada que no haya visto ya, guapo. — le guiñó un ojo en complicidad.
Terry abrió los ojos como platos, recordando cuando ella lo había desvestido mientras estaba inconsciente. Inhalando profundamente para recuperar un poco de ecuanimidad, le dijo.
— ¿Eso es todo lo que dirás para apoyar tu causa?
-—No hay mucho más que decir, trésor. — encogió los hombros. —Sólo que mientras más te demores en iniciar tu baño, más tarde llegarás, tu avión terminará retrasado y al final se arruinará todo el perfecto itinerario que ya tienes planeado.
Su carácter indomable no podía rendirse tan fácilmente, saliendo a relucir con toda la impetuosidad que lo caracterizaba.
—Escúchame bien, Bruja. No voy a dejar que sigan invadiendo mi privacidad de esta manera. ¡Sólo se aprovechan de mí! — exclamó en tono acusador. —Pero no me voy a dejar. Te recuerdo que me explicaron cómo con sus cosmos pueden sentir a la gente a su alrededor. Si alguien quisiera atacarme, aún desde el otro lado de la puerta, ustedes se darían cuenta. ¿Por qué es necesario que me sigan hasta en el baño?
—¿Crees que desaprovecharía la oportunidad? — ella lo miró como si lo que dijo no tuviera sentido. —¿Estás loco, mon cher?
—¿Loco? Creo que loco me quieren volver ustedes. Entre las tres, tú junto con Nerd y Chispita son todo lo que necesito para perder la cabeza.
—Es un gran halago para nosotras, mon amour. Captar tu atención hasta el punto de hacerte perder la cabeza no es poca cosa.
Apenas le respondió, Terry la miró fijamente, las comisuras de los labios de ella lucían una sonrisa mientras sus cejas estaban ligeramente levantadas. En el acto, el hermoso joven desvió la mirada antes de que esa mirada juguetona de ella se propagara a él mismo, podría jurar que la exuberancia e ironía de esta mujer en sus maneras traviesas eran muy contagiosas.
Si quería mantener al menos algo de su orgullo, Terry sabía que no debía sonreír a su comentario, así que estaba decidido a no hacerlo; pero antes de que pudiera afianzar su resolución de mostrarse serio, él ya la había vuelto a mirar, y en pocos segundos esa misma sonrisa de ella estaba ahora también en el rostro de él, sin que pudiera evitarlo y embelleciendo aún más ese precioso rostro que por sí sólo ya era tremendamente hermoso.
—Al menos ya estás sonriendo por alguna broma mía. — la voz de su Bruja sonaba satisfecha. — No perdamos más tiempo, Liath. Recuerdas el vuelo para seguir con tu gira, ¿verdad?
Sacudiéndose todos los restos de escarcha que tenía también sobre los hombros, Terry ya no dijo nada, aceptando al fin, aunque con un poco de reticencia que no lo quedaba de otra que quedarse con ella.
La francesa lo miró, mordiéndose el borde sus labios cuando se le ocurrió una graciosa y deliciosamente traviesa idea en su cabeza. Así que intentando mantener su sonrisa a raya para no generar sospechas, se acercó más a Terry y le ofreció.
—Déjame ayudarte, ma vie. ¡Qué poca confianza! Si necesitabas ayuda, sólo tenías que pedírmelo.
Sin esperar a que le respondiera, se puso atrás de él y con el poder de sus expertas manos deshizo toda la nieve que todavía traía sobre la espalda.
El hermoso actor se irguió en cuanto notó que había terminado y volteó a encararla de nuevo, mirándola a los ojos y notando que ella le sonreía por alguna razón. La intención detrás de esa sonrisa en sus labios no era algo que pudiera asegurarse fácilmente, era mejor estar seguro y esperar entender que era lo que tenía en mente.
Ambos se miraron a los ojos fijamente, sin que ninguno dijera alguna palabra. Aun cuando Andreia estaba perdida en el paraíso sin aliento de esos azules ojos soñadores, lo disimulaba muy bien, mientras que Terry tenía problemas para evitar que ella se diera cuenta de que la mirada que le daban sus francos ojos verdes le resultaba inquietante y fascinante a la vez.
Intempestivamente, ella posó sus manos sobre el firme pecho de él, y lentamente comenzó a desabrochar los botones de la camisa que llevaba puesta. Terry por fin desvió su mirada y sostuvo sus manos, deteniendo así sus administraciones.
—¿Qué es lo que haces? — inquirió alzando una ceja, como si lo que haría ya no pareciera demasiado obvio.
—Ayudarte, por supuesto. — contestó, sonriéndole más ampliamente y zafándose de su agarre.
Otra vez sin esperar que él contestara, enfocó sus ojos en el amplio y muy bien esculpido pecho frente a ella, feliz de volver al ataque. Incluso antes de ser consciente de sus intenciones, Terry sentía sus pulmones expandiéndose con aire, haciendo que se mantuviera extrañamente quieto y dejando que la francesa siguiera con el reinicio de sus atenciones sin reparo alguno.
Con mucha paciencia y ágiles dedos, Andreia logró desabotonar la camisa, la cual pasó a dejar al descubierto parte de la piel de su pecho y abdomen. No necesitaba de su permiso, aunque él no opuso resistencia en ningún segundo, cuando la fina tela de su camisa se deslizó por los dedos de ella, que con gran rapidez, lo despejaron de la condenada prenda, dejando finalmente libre ante sus ojos toda la piel desnuda de su torso.
Las manos de la francesa se alzaron deseosas de seguir con el juego, sin embargo, se detuvo un momento, pensando en querer vivir la experiencia completamente. Mientras optaba por quitarse el único guante de su mano, se dio un tiempo para admirar con detenimiento todo lo que se exponía frente a ella.
Lamió sus labios inconscientemente y su garganta se secó en la examinación, luciendo fascinada con lo que veía; sus ojos no mentirían, éstos brillaban ansiosos por tocar esa piel expuesta, un deseo nacido de esa atracción que no podía negar sentía por él. Era su Liath, es cierto que lo compartía con sus amigas, contenta de tenerlas junto en esta misión para protegerlo, pero una parte de ella se regocijaba por tener este momento únicamente para ella y él.
Sin querer alargar la espera, sus manos siguieron su recorrido hasta realizar el primer contacto con la piel de su abdomen. La respiración de ambos se cortó, en breves instantes ninguno de ellos respiró, hasta que después de unos segundos suspiraron al unísono.
Un toque muy suave que para Andreia hizo que una deliciosa corriente de placer recorriera su cuerpo al sentir la tersa y cálida piel bajo sus dedos. Con el paso de los segundos el toque se volvía más seductor, era una exploración profunda, la forma en que movía sus manos en una sensualidad desbordante, un descubrimiento en la suavidad que poseía el imponente cuerpo de él.
Terry trataba de mostrarse indiferente, no sirve dejar que alguien sepa cuanto poder tiene sobre otra persona. No se inclinó hacia ella, no lo hacía fácil o parecía demasiado entusiasta, aunque por dentro no podía negar que le gustaba su toque, la forma en qué los vellos de su piel se erizaban bajo el ligero temblor que el contacto de sus manos creaban mientras formaban pequeños círculos con sus dedos.
Luego el ligero temblor pasó, dando paso a otro tipo de estremecimiento. Su respiración se aceleró junto a la de ella, el ritmo intenso de sus latidos sufrió un recuento irregular martilleando más rápido que un rayo de Luana, justo cuando las manos de su Bruja se iban deslizando sobre su cuerpo, bajando poco a poco de su torso a su abdomen, y de su abdomen más abajo…
—Esto ya lo hago yo. — detuvo sus manos una vez más, aunque su respiración sonaba agitada todavía. — Gracias por tu ayuda.
También con la respiración agitada, la francesa le sonrió un momento, soltando una risita después, y aceptando con ello el fin de su exploración para volverse a poner el guante que había dejado a un lado. Todo ese tiempo Terry se mantuvo callado, esperando a que ella alzara la vista en cuanto terminara, lo que hizo exactamente.
—Está bien, hagamos esto…
Andreia alzó una ceja, muy curiosa por escuchar lo que tenía que decirle, no fue para mucha sorpresa de ella cuando le dijo.
—Voltéate mientras termino de desvestirme, también te quedarás así todo el rato que me estoy bañando, de esa forma me aseguro que me des la privacidad que quiero. De todas maneras, recuerda que voy a estar detrás de la cortina. ¿Lo harás?
La francesa rodó sus ojos, intentado pasar por alto el hecho que casi lo dijera como una orden.
“Hay que concederte esta victoria sólo por ahora, trésor.” — sonrió para sí misma. —“Ya hemos visto cuantas te voy ganando si me lo propongo.”
—Muy bien. — murmuró la amazona volteándose para darle privacidad.
Terry entrecerró los ojos, mirándola desconfiado, le sorprendió que hubiera aceptado sin oponer mayor resistencia, seguramente algo estaba planeando.
—No planeo nada, mon amour. — habló casi como si le hubiera leído los pensamientos. — Sólo estoy dándote espacio, tal como tú mismo me pediste.
El joven no le creyó, y siguió mirándola por largos segundos.
—¿Seguirás así, ma vie? — se cruzó de brazos aún sin voltearse. — Recuerda que ya has perdido demasiado tiempo.
¿Cuánta razón tenían sus palabras? A este paso llegaría tarde, y él nunca llegaba tarde.
Suspirando, y sin hacer nada más que aceptar que ella hablaba en serio, comenzó a quitarse lo que le quedaba de ropa. En un muy rápido tiempo se terminó de desvestir, y usó una de las toallas que ahí había para cubrirse.
—Ya voy a entrar a la ducha. — le avisó caminando hacia la ducha de espaldas para no perderla de vista. — Estoy mirándote, Bruja.
La francesa rio en respuesta, muy divertida por lo que decía Terry.
—Tranquilo, no pienso comerte…— miró sus manos aparentemente distraída antes de agregar. — …al menos hoy no.
—Sabes que te estoy escuchando, ¿verdad? — Terry ya había llegado a la ducha y estaba corriendo las cortinas.
—Claro que lo sé, y me alegra que así sea, ya estás advertido. — volvió a reírse por su propia ocurrencia, y luego aclaró su garganta para añadir. —Ahora, no te demores más Liath.
—Yo siempre me baño rápido.
Así lo dijo y así trató de hacerlo; dio un paso en la ducha y recibió la lluvia de agua que acarició su piel, intentando serenarse un poco; sin embargo, desde el momento en que abrió la ducha hasta que terminó, no paraba de mirar a las cortinas pensando en que su Bruja aparecía ahí en cualquier momento para verlo totalmente desnudo.
Por más que estaba confundido por las acciones de la francesa, lo más sorprendente eran sus propias reacciones a ella. Muy tenso, estaba comenzando a descubrir que no era inmune a los encantos de sus Amazonas.
Sí que había sido un todo un recorrido con sus chicas hasta ahora, ¿quién sabe cuántas cosas todavía le faltaba por vivir con ellas? Sonrió pensando en el grupo muy disparejo que formaban, provenientes de diversas partes del mundo.
En eso estaba pensando mientras se pasaba el jabón por su cuerpo, cuando inconscientemente sus manos llegaron a una parte de su cuerpo, un poco más debajo de donde acaba la espalda, en donde tenía un pequeño tatuaje.
Sin planearlo, su mente comenzó a divagar pensando en aquel tatuaje que se hizo cuando visitaba Rusia junto a su padre. Lo recordaba muy bien, habían ido por una de esas ceremonias diplomáticas a las que el duque asistía ejerciendo sus funciones como embajador, Terry siempre lo había acompañado desde niño y estaba acostumbrado a ese tipo de reuniones.
Para esa, en particular, no había querido asistir; y para ese entonces estaba molesto con su padre por haberle hecho viajar con él a pesar de sus objeciones. Fue así que sólo para molestar al duque se le había ocurrido tatuarse la palabra ‘incontrolable’, que por un mal entendido con el que la hizo terminó tatuada en ruso sobre su cuerpo. Bueno, al menos le quedó como un recuerdo de su carácter rebelde.
De la nada, un súbito viento en el baño levantó la cortina, justo cuando su mano estaba posada sobre esa parte de su piel. Sobresaltado por la repentina corriente, miró por todos lados buscando el origen de tal viento.
“Pero si la ventana ni abierta está.” — se dijo confundido. — “¿De dónde vino el viento?”
De pronto, se le ocurrió una tentativa idea, sospecha más que nada; nervioso, corrió un poco la cortina sólo lo suficiente para que sus ojos vean qué era lo que hacía Andreia, quien de espaldas a él y colocando una mano atrás de su cuello, lucía muy quietecita, aparentemente ajena a lo que vivía su Liath.
Aliviado de que no haya sido lo que pensaba, Terry volvió a cerrar la cortina dispuesto a terminar de una vez con su baño y dejar de perder tiempo. ¡Lástima que no lo veía! Pero la francesa estaba sonriendo feliz de haberlo engañado.
Había sido toda una tortura para ella, no poder ver a su Liath sabiéndolo completamente a su disposición a solo unos pasos de ella, así que no pudo evitar darse ese pequeño regalito con esa travesurilla que hizo, es que no podía soportar más tiempo era demasiada tentación. Por suerte para ella, antes de que se diera cuenta, Terry ya había terminado de bañarse.
Él se acercó a ella, con una toalla sobre su cintura, mirándola con cautela, ni siquiera tuvo que hablar, porque la francesa sintió su presencia y volteó lentamente para encararlo.
—No sabes lo deliciosamente hermoso que te veías con toda el agua cayendo sobre tu cuerpo. — comentó la Letellier, suspirando con esa sonrisa encantada que sólo dedicaba a él.
Las cejas de Terry se alzaron, sorprendido por lo que le dijo.
—Pero si no me miraste en ningún momento. — expresó el hermoso actor con una sonrisa ladeada.
La francesa caminó hacia él pausadamente, sonriendo internamente ante lo que estaba a punto de decirle. Cuando estuvo a su lado, acercó sus labios a sus oídos y susurró.
—¿En verdad no lo hice, hermoso Liath? — Andreia habló en un ruso muy fluido, y separándose un poco de su rostro le sonrió traviesamente. —¿En verdad no lo hice?
Cuando el rostro de Terry palideció por completo y sus labios se entreabrieron incrédulos, la francesa soltó una risilla muy satisfecha por esa reacción.
—Te aconsejaría que no me subestimes, mon ami, pero mirando tu precioso rostro veo que comprendiste el mensaje perfectamente. — posó inesperadamente su mano sobre el todavía húmedo pecho de él, acariciándolo suavemente antes de seguir. —No sabes con qué ansias esperaré a mañana para repetir esto. — retrocedió un par pasos para observar mejor todo ese manjar que estaba frente a ella y suspiró.
Acto seguido, se irguió entusiasmada e inició rápidamente su camino hacia la puerta, donde paró un momento para deshacer con el poder de sus manos el hielo que cubría el picaporte. Aunque lo abrió suavemente haciendo ademán de irse, a último minuto se quedó quieta en su sitio; y apartando la vista de la puerta, enfocó sus ojos en su Liath para decirle.
—Por cierto, ma vie. Cierra tus lindos labios ahora antes de que busque otra forma más deliciosa de cómo cerrarlos yo misma.
Le sonrió endiabladamente una última vez con ese brillo pícaro en sus ojos verdes, que él ya había aprendido a reconocer, y volteó lentamente para iniciar su retirada, caminando grácilmente cual princesa que era y dejando atrás suyo a Terry todavía bajo un estado de total aturdimiento.
Justo cuando ella desapareció de su vista al salir por la puerta, él dejó escapar un suspiro; un suspiro que, se dio cuenta con gran alarma, no sabía que había estado conteniendo. Se acababa de dar cuenta de algo que hasta ahora no se le había ocurrido, pero que muy bien explicaba por qué reaccionaba a ella de esa forma como lo hacía.
—¡Wow! Sí que es toda una francesa tentación. — su franca risa se escuchó en el cuarto, sacudiendo su cabeza en una burla a sí mismo. — Algún día te lo cobraré, Bruja. — dijo lo último como una firme promesa. —Algún día…
Así fue como él inició su camino hacia el otro cuarto con ese andar majestuoso que poseía, estando muy seguro que algún día, tarde o temprano, lo que había dicho sucedería, y para ese entonces Terry aún no sabía cuán ciertas podían volverse sus palabras…
¿Fin?
*Frases creadas por Ayame DV.