Ciao Bellissime avversari...
—Creí que nadie atacaría hoy
—Amore siempre estaremos aquí para ti
—Pero ya es tarde
—No tanto. Además tenía que prepararme muy bien porque los dos días siguientes también me corresponde defenderte
—¿Vas a atacar tres días seguidos?
—Por supuesto mio cuore —Maia se acercó demasiado a Liath envolviéndolo en un abrazo.
—Nerd, ¿por qué te pegas tanto?, antes eras más discreta —Terry pregunto levantando ambas manos indicando que no colaboraría
—Si Andrei ya me delató, ¿qué más da?. Tú déjate querer —muy cariñosa, y hasta tierna la amazona del veneno abrazo al castaño.
Terry quien ya comprendía mejor a sus amazonas y sus traviesos acosos, optó por dejarse querer, correspondió el abrazo de su Nerd con lo que la chica italiana volteó de inmediato a verlo muy sorprendida
—Supongo que algún día tendría que dejarme querer. Pero ni te acostumbre, y deja que la bruja y Chispita se den cuenta por sí solas, ¿De acuerdo?
—Di accordo amore (Aunque pronto se enterarán )
Después de esta interrupción las dejó con el capítulo 4 de Besos del pasado
Ci vediamo
Capítulo 3
Capítulo 2
Capítulo 1
Besos del pasado
Capítulo 4: Encuentros
Capítulo 4: Encuentros
By: Maia Moretti (Gissa), Luana Hoffman (Sundarcy) y Andreia Letellier (AyameDV)
By Maia Moretti (Gissa)
Un hermoso par de ojos de un bello color perdido entre el azul zafiro y el verde de un día de campo, se encontraban fijos en un punto inexistente sobre el techo de aquella maltrecha habitación de hotel. Eran ya las cuatro de la mañana y Terrence apenas había podido dormir si acaso un par de horas. Sin nada mejor que hacer que esperar, veía hacia la nada con una mano por debajo de la almohada y de su cabeza, mientras que su otra mano inquieta tamborileaba sus dedos sobre el muslo de su pierna derecha.
Sólo podía pensar en que ese sería el día definido, teniendo la esperanza de que su “yo” más joven no lo arruinara por la inmensa culpa que a veces, hasta él creía, la gente de su entorno podía palpar de tan presente que se encontraba. Culpa, responsabilidad, dolor, pena, frustración, esa combinación de emociones era lo que sintió con tan sólo dieciocho años y muchos sueños rotos. Terry se giró sobre su costado izquierdo reacomodando todo su esbelto cuerpo. Estar en esa época, en ese día, sabiendo lo que había sucedido y lo que probablemente sucedería le había recordado el por qué había soportado tantos años a las Marlowe, aun cuando nadie era feliz.
Una sonrisa iluminó su rostro remembrando lo que el día anterior había hecho, diciéndole todo aquello a Susana, y luego yendo a hablar con el doctor; el doctor, traer a su mente aquel hecho le provocó una amplia sonrisa, ¿había sido su imaginación o aquel galeno de cierto modo le coqueteo? Jajajaja, la sonrisa se convirtió en carcajada, tampoco era la primera vez que le sucedía, pero no por eso dejaba de ser algo... interesante.
Después de la reconfortante carcajada que volvió a relajarlo, volvió a enfocarse en el día que daba inicio, hora tenía que aprovechar hasta el último minuto, de ese día dependía que regresara o se quedara para ver como él mismo se arruinaba, claro que la ruina se lograba con algo de ayuda de Candy, y otra poca de Susana, tampoco fue que él solito se echara la soga al cuello, aunque tampoco hizo mucho por quitársela.
—Ya duerme o tú mismo arruinarás este día por no coordinar bien.
Al escuchar aquella voz, cada vez más conocida en su cabeza, Terry cerró los ojos por un momento, para luego con su preciosa sonrisa ladeada decir.
—Mejor ven a platicar conmigo un rato en lugar de sólo estar espiándome. Has algo más productivo.
—¿Más productivo que estar intercediendo para que regresaras?
—Sí, mucho más, como interceder para que me regresaran antes del accidente, eso hubiese sido más simple. ¿No lo crees? —con una gran lógica cuestiono.
—Jajajaja —una sonora carcajada con el sello Grandchester se dejó escuchar repiqueteando no sólo en la cabeza de Terry sino en entre las paredes de la habitación — Se trata de que corrijas tus errores, y así aprendas de ellos, ¿o qué crees que todo sería fácil?
—Aunque he estado cavilando sobre algo: si arreglo esto, ya no voy a tener error, entonces ¿cómo voy a regresar de mi futuro para corregir este momento, que de por sí ya no existirá? —medito en voz alta el apuesto británico.
—Muchacho insolente, esto es el cielo, aquí hacemos los que nos plazca con el tiempo —se defendió el abuelo.
—¿Y cómo le hiciste para que te aceptaran allá?, ¿no me digas que también aceptan sobornos? —el joven seguía incordiando a su pariente.
—Más insolencia —se escuchó después de un pequeño carraspeo — Sino fui malo, sólo cometí errores, como tú. -
Luego de eso silencio fue lo único que quedo, contra eso no podía rebatir nada Terrence.
...
Las ocho de la mañana y Terry había logrado dormir una hora más, ahora ya se le veía alistado para salir con aquel segundo traje que había adquirido a costa del dinero de su otro yo, pero ahora que se lo terminaba de acicalar pensaba en que tal vez no debió de haber realizado aquellos gastos pues el dinero sería algo que necesitaría muy pronto, mucho más si conseguía que su pecosa se quedara, sin embargo no podía permitirse verse vestido siempre de la misma manera, eso era algo que lo rebasaba, en definitiva, antes muerto que simple.
Llegó a la estación con el tiempo suficiente para encontrar el asiento perfecto para observar aquel ansiado encuentro, para poder ver a Candy después de todos aquellos años sin hacerlo, como deseaba volver a verla y mirarla con detenimiento. Con un gran periódico, como el día anterior, ocupo su lugar a unos metros de donde él sabía perfectamente en ese momento había encontrado a Candy.
Las diez marco el reloj casi al mismo tiempo que un fuerte silbido anuncio el momento en que el convoy hacía arribo. Cerca de cinco minutos después sus ojos se llenaron con aquella pequeña y esbelta figura, sin poder evitarlo una maravillosa sonrisa iluminó su rostro; por instinto se puso de pie dejando el periódico aventado en quién sabe dónde; dio un par de pasos para acercarse más.
—No creo que eso sea lo más acertado —una voz que ignoró se dejó escuchar en su cabeza, pero Terry continuo caminando.
Vio como la chica rubia le buscaba y su rostro y ojos se le veían luminosos con aquel brillo de la ilusión y la esperanza, se detuvo detrás de una columna para reír cuando la entusiasmada joven se acercó a un hombre con una capa muy parecida a la que él solía utilizar. Carcajeó al ver la cara de circunstancia que su entonces novia ponía al descubrir la terrible confusión cometida. Entonces unos pasos atrás vio a su mini-mi acercándose con sigilo para tomarle de la mano y correr con ella.
—Si Terry, sigue corriendo y no te detengas ni la sueltes nunca —dijo para sí en un inaudible susurro.
Con paso apresurado e ignorando a todos en su rededor se acercó hasta donde ellos se habían detenido contemplado a la distancia el rostro de ambos, amor, era lo que se reflejaba en ellos, un suspiro lo hizo distraerse unos segundos, en los que volvió el rostro para observar como una joven volvía a suspirar al observar lo mismo que él. Sonrió al darse cuenta que lo que Candy y él tenían era innegable, regresó su atención a aquel esperado encuentro.
—Abrázala —se oyó decir a él mismo y a la chica del suspiro al mismo tiempo después de un largo par de minutos en los que ambos se limitaban a contemplarse.
Entonces sucedió, contra todo lo que recordaba, Terry menor abrazo fuertemente a Candy, y ella le correspondió con sumo afecto, se mantuvieron juntos alrededor de otro minuto en el que pudo notar como él, de dieciocho años, le susurraba algo al oído a su pecosa, quien asintió con entusiasmo, para salir rápidamente del lugar.
Tal parecía que aquello si estaba dando resultados, todo iba cambiando de apoco, pero, si Candy y él hablarían para arreglarlo todo, ¿por qué a él le parecía que no era suficiente?
—Porque aún no está resuelto nada.
Oyó a un hombre junto a él.
—¿Abuelo? —pregunto más por asombro que por no reconocerlo.
—¿A quién esperabas?, ¿a un ángel de cabellos rubios y ojos azules? —ironizó.
—Preferiría que tuviese ojos verdes y muchas pecas.
—Pues salió hacia allá —dijo apuntando con su inseparable fino bastón de caoba con empuñadura de plata.
—Me parece que ya lo había notado —Terry se cruzó de brazos recargando su cuerpo en una columna.
—¿Entonces qué haces aquí? —la voz de mando del abuelo Grandchester se dejó escuchar.
—No puedo estarme correteando todo el tiempo. Además, necesitan privacidad —respondió.
—¿Crees que Candy aceptara todo así de fácil? — fue el sencillo cuestionamiento que el hombre mayor le hizo a su nieto.
Terry se le quedo mirando largo y tendido a su antecesor, analizando todas las posibilidades, todos los diferentes escenarios, luego recordó a Candy ayudando a sus amigas, compadeciendo a Eliza, buscando la felicidad de todos menos la de ella misma.
—¡Carajo! —casi gritó mientras salía corriendo para saber si los alcanzaba.
En menos de cinco minutos arribo a la cafetería que perfectamente recordaba había llevado a Candy para que almorzara algo, aunque ella sólo pidió un jugo y él un café, después ambos se felicitaron por haber logrado sus objetivos profesionales, sin embargo no los encontró en el lugar, en la misma mesa ahora se podían ver a un par de jovencitas risueñas, quienes le miraron con cierto embeleso, acción con la que notó que su bufanda había resbalado a su cuello. Se giró sin motivar más miradas pícaras.
—Otra vez a buscarme —hablar en voz alta había sido una costumbre recién adquirida en aquel extraño viaje, rodó los ojos al notar que lo había vuelto a hacer y salió del lugar.
—“Piensa Terry, a donde la pudiste haber llevado si quería hablar y no me he arrepentido.” —pensó para luego, nuevamente a viva voz— A mi departamento. -
Si seguía utilizando los recursos de su yo joven a ese paso se dejaría sin nada, no obstante tenía que tomar otro carruaje, sólo esperaba no encontrar al conductor del primer día que terminó por verlo con ojos de miedo por el raro comportamiento que incluso al mismo Terry asombró. Para su fortuna, y del chofer, este era uno nuevo al cual el guapo actor no incordio no diciendo una sola palabra.
Cuando finalmente el carruaje arribó, Terrence agradeció internamente poder encontrar sus Ford rojo en la entrada del lugar. Otra vez a esperar. Se fue hacia un lugar apartado pero desde donde podía ver la entrada de aquel edificio. Pasó media hora, cuarenta minutos, sesenta y le dieron la una, las dos y... ninguna novedad, por suerte la ansiedad no lo dejo sentirse aburrido.
Después de tres horas de estar ahí la gente ya lo comenzaba a ver con mala cara, como él al resto de la gente, aunque eso no era nada extraño; sin embargo si algo le había dejado convivir tanto tiempo con las Marlowe era fingir comodidad ante los demás, así que en el momento en que alguien se acercaba con obvias intensiones de interrogar su presencia, Terry sencillamente se bajaba la bufanda y sonreía, si era mujer le hacía un guiño, eso de inmediato calmaba los ánimos, al menos de la mayoría. Luego de varios guiños se preguntó ¿en qué momento se había vuelto tan descaradamente coqueto? Se encogió de hombros, siempre había sido coqueto, pero en los últimos años simplemente se acostumbró a darle a la gente cosas sencillas, solamente para no ser molestado.
Sobándose su tenso cuello con una mano, ya quería saber que sucedía en el interior del que fuese su hogar, así como su estómago comenzó a protestar reciamente, y ¿cómo no? si apenas y había tenido un desayuno simple desde más de, vio su reloj para asegurarse que ya eran seis horas sin probar bocado.
Cuando ya se estaba resignando a no comer por un buen tiempo más, volvió a ver a quien le hacía olvidar toda el hambre del mundo, y le producía hambre de otro tipo también, Candy salía del edificio, por supuesto acompañada por su mini-mi. El hermoso británico levantó su cara al cielo.
—Abuelo esto es más cansado de lo que creí.
—¿Qué esperabas, que tus sonrisas y guiños también resolvieran esto? —escuchó muy claro en su cabeza.
—Al menos desde ahora no tendré ninguna duda de donde viene mi lado sarcástico —habló en el mismo tono que su abuelo.
No hubo respuesta. Por la hora supo que Terry menor tenía que llevarla al hotel que había reservado, luego se iría al último ensayo para de regreso a su departamento pasar por el hotel de Candy sin animarse a entrar. Fue cuando sus ojitos destellaron otorgándole un azul cobalto a su bella mirada, otra idea había llegado a él. De inmediato fue por otro carruaje dándole la dirección del hotel “Royal”, que si no recordaba mal era donde Candy se hospedaría.
Llegó en quince minutos para encontrarse a su mini-mi despidiéndose de la culpable de que él tuviese un día demasiado ajetreado, por decir lo menos.
—“Pero cuando haya resuelto esto me las pagarás pecosa, y no sabes de qué manera” —pensó regresando a él la misma mirada de brillo cobalto a sus ojos.
Entonces vio como ellos se despedían con un abrazo, pero nada más, no hubo otro acercamiento, aunque un abrazo era mucho mejor que cuando él simplemente la dejó ahí parada, por no decir de cuando cayeron al piso y él ni las manos movió; Terry negó con la cabeza, cinco años después se dio cuenta de las tantas oportunidades que tuvo, claro que en ese entonces ninguna idea le era clara —“Ojalá en esta ocasión si me haya aprovechado, de la caída, claro”— pensó Terry deseando aprovecharse de muchas más cosas.
Después de un rato se puso a analizar que paso dar primero, un gruñido de su estómago resolvió rápido el problema, prioridades, y un gruñido podría resultar no sólo embarazoso sino también inoportuno. Para no alejarse fue directo a la cafetería del hotel donde pidió algo ligero y fácil de preparar, tan sencillo que veinte minutos después ya se le veía frente a la puerta de la habitación de Candy, él sabía lo rotundamente inapropiado de esa acción, pero si todo resultaba bien, no tendría de qué preocuparse.
—Hey muchacho, sólo no te emociones de más —escucho otra vez en su cabeza, lo que hizo detener su puño en el aire.
—Abuelo, no me espíes en estos momentos — dijo contundente.
—Nunca te espío, sólo cuido tus pasos; y creo que ahora es cuando los debo cuidar aún más —escucho seguida de una larga carcajada.
Terry negó repetidamente con la cabeza.
—No, no, no, ni creas que esto es prudente.
—Terrence Graham Grandchester, no me hagas bajar allá y entrar contigo.
—Henry Terrence Graham Grandchester no hagas que te mande a...
Todo quedo ahí, la puerta ante él se abrió despacio.
—¿Terry? —una confusa joven pregunto abriendo la puerta al completo.
—¡Candy! — la voz del actor se escuchó profunda, sedosa, bellísima, con un tono ligeramente más grave que sólo la rubia había logrado identificar y que le sonó a música celestial.
—¿Escuché voces y... —la pregunta se quedó hasta ahí, Candy enmudeció parpadeando un par de veces.
La chica inicio una revisión crítica de su novio, lo miro con ojos achicados, cual rendijas, comenzó a caminar para acercársele aún más, luego giró en entorno a él observándolo a detalle ante la mirada divertida del inspeccionado. Ella lo había notado al instante, y él había sucumbido ante la imagen de Candy de diecisiete años.
—“¡Oh por Dios, tiene diecisiete y medio y yo veintitrés!” — Reflexionó dándose cuenta de la situación — “Soy un condenado asaltacunas”.
Entonces carcajeó al contemplar toda su situación provocando que Candy se detuviese.
—¿Qué te da tanta gracia?
—Pensar en qué tanto me miras.
—Te cambiaste de ropa... te ves más alto, más... varonil, más... “antojable (ups, eso lo pensó la escritora)”— La joven enfermera no supo cómo definir todo lo que veía— Y hace un rato... no estoy segura de que... lucieras así, -
—¿Así cómo? — Terry ladeo su bella boca para formar una sonrisa. De un rápido tirón y un par de pasos se metió con ella a la habitación — ¿Más provocador? — cuestionó al tiempo que alargo el brazo para cerrar la puerta.
—¡¡Terry!! —la rubia dijo en un grito ahogado por la sorpresa.
—Olvidé algo muy importante hace rato —fue la muy mala excusa que dio el actor agachándose para acercarse a su novia.
—¿No creo que sea algo que yo tengo? —Candy hablo prácticamente por inercia, su mirada seguía inmutable sobre aquel hombre de hermosas y varoniles facciones que repentinamente se había metido con ella en aquella habitación de hotel. Ya ningún otro hecho se encontraba en su cabeza, sólo Terry ante ella.
—No, no es nada que tengas, es algo que quiero darte. —pero así como pronunció aquello el joven británico se enderezó cual alto era y dando un paso hacia atrás dijo— Acabo de recordar que es mejor pedir que robar.
La enfermera se puso colorada subiendo ambas manos a su boca, pues a pesar de lo patidifusa que se encontraba comprendió perfectamente las pretensiones de Terrence.
—Dijiste que no me besarías hasta arreglar lo de Susana.
—“Así que si hablamos” —se afirmó internamente el actor, sonrió de nuevo, se acercó a Candy quien al estar cerca de la pared quedo acorralada—. Sólo un beso me dará la confianza para saber que enfrentarás todo conmigo.
Silencio fue lo único que hubo como respuesta, Terry frunció el ceño — ¿Candy? —pregunto a la joven rubia quien ni siquiera parpadeaba.
—Yo te sigo a donde quieras — se respondió con una voz extremadamente pausada y sugerente.
—No te pregunté eso — el joven achico los ojos, en ese instante identifico en Candy una mirada que muchas otras chicas le habían dedicado, con la excepción que en su pecosa un brillo singular acompañaba aquella expresión, además de un encantador rubor.
—¿No?, entonces, ¿Qué me dijiste? —la rubia en su ensoñación seguía sin carburar bien.
—¿Por qué no me estas poniendo atención? —el británico se acercó mucho más a ella, inclinándose hasta que ambos alientos se combinaron. Sin perder su bella sonrisa acariciaba la mejilla de la enfermera con el dorso de su mano derecha mientras decía de la manera más delicada y tierna que podía— ¡Candy!
Aquel nombre surgió de sus labios en forma de caricia, la chica, quien jamás había estado en una situación siquiera parecida, cerró sus ojos dejándose llevar por aquel momento. Volvió a abrirlos encontrándose con la mirada más azul que había visto en su vida, con esos pequeños ribetes verdes que los hacían aún más enigmáticos e hipnotizantes.
—Tus ojos son hermosos — la rubia habló sin pensar, acto que había dejado de efectuar desde que el británico cerró la puerta.
—¿Únicamente los ojos? — el muy bribón le cuestionó.
—No, tus ojos, tu nariz, tu... boca —Candy enfocó aquello que nombró.
—¿Te gustaría probarla, Pecosa? —a sólo un suspiro de distancia se hizo la sugerencia. Misma que fue aceptada con una muy leve pero obvia afirmación con la cabeza.
No había más que esperar, con el permiso recibido Terry eliminó el suspiro de distancia, sólo rozando ambos pares de labios, Escocia le había dado una gran lección que para nada desaprovecharía en esta ocasión. Por lo que se permitió disfrutar de aquel nuevo encuentro a conciencia, muy delicadamente, comenzó con roces que de apoco se transformaron a pequeños y castos besos; pequeñas gotas de lluvia que caían cual rocío sobre los labios de Candy; uno tras otro, tras otro, hasta que la joven subió las manos para asirlo de la nuca y exigir más, más que él no negó. La suave llovizna comenzó a ganar intensidad, las gotas a desbordarse en sabor sobre sus bocas, una tempestad estaba dando inicio.
—Ejem, ejem, coff, coff —Terry medio escuchaba en su cabeza, pero aquello no le importó, sólo el poder sentir a Candy como nunca antes lo había hecho, acariciando todo su cuerpo — COFF, COFF —se escuchó más fuerte, hasta que un muy audible grito resonó — ¡TERRENCE!
El nombrado alzo el rostro mirando a todos lados seguro de que su abuelo estaría ya junto a él y que Candy también había oído aquello. Por su parte la chica pecosa no le quitaba las manos de encima y seguía cual pececillo solicitando aliento abriendo y cerrando la boca con los ojos cerrados, Terry olvidó de inmediato el grito de su abuelo dispuesto a contraatacar...
—¡Terrence Graham Grandchester! — otro concluyente llamado de atención de su abuelo provocó un pequeño brinco en Terry, acto seguido abrió los ojos, levanto los brazos en señal de tregua y le dio un último beso a Candy.
—Pecosa, creo que me tengo que ir.
—¿Por qué? — preguntó la rubia abriendo sus verdes esmeraldas obscurecidas por la excitación.
—“Porque si no mi otro yo encontrará muy extraño que cuando se casen ya no seas...” — analizaba metódicamente para él mismo porque no se podía quedar, cuando prefirió responder — Porque tengo que ir al último ensayo.
—Cierto. ¿Luego regresarás? — apenas había preguntado cuando de nuevo se llevó ambas manos a la boca, completamente colorada por aquel atrevimiento.
Terry río con ganas, se acercó a aquella pequeña rubia que durante años le había robado, o animado, el sueño, para abrazarla fuertemente.
—No creo regresar, no lo creo prudente — pero remembrando aquel día, sabía que si regresaría. — Pero si me esperas, como a eso de las nueve y media, puedo pasar a despedirme de ti, aunque sea desde lejos — le daría a su mini-mí, otro motivo para luchar.
—Entonces estaré esperando en mi ventana — con mucho entusiasmo Candy aseguró.
Al verla así, con la ilusión, la esperanza y el amor brillando en sus ojos a Terry también se le entibió el corazón.
—Gracias Pecosa, gracias por quedarte, por querer resolver esto conmigo — el guapo británico la abrazó por los hombros para darle un beso en sus cabellos; posterior con sumo cuidado salió de la habitación para no ser visto por nadie.
La rubia de inmediato se dirigió a la ventana para verle partir, desde ahí le dedico una hermosa sonrisa, Terrence la vio alzando la mano para decirle hasta luego.
—Lo mejor que pude hacer fue quedarme— Candy se dijo a sí misma, sonriendo feliz, ahora muy segura de que todo se resolvería a favor para todos los involucrados.
Quitando definitivamente de su mente la idea de irse ese mismo día de Nueva York, y alegrándose de que Terry no hubiese notado sus maletas intactas a un lado de la puerta, la chica sólo estaba esperando que pasara media hora para salir, a su cálculo el tiempo suficiente para que su novio estuviese lo suficientemente alejado y más o menos tranquilo en los ensayos. Pero después de lo vivido y sobretodo sentido unos minutos antes, después de que Terry le agradeciera, así como demostrara, tan fervientemente lo mucho que quería que estuviese allí ninguna duda cruzaba su corazón. Todo se resolvería y ella ya no tendría que regresar a Chicago.
Última edición por Gissa Alvarez el Sáb Abr 21, 2018 7:20 pm, editado 1 vez