¡Bellas combatientes! ¿Cómo están? Hoy hago mi ofensiva para defender a Terry, y voy con la segunda parte del minific. Espero que les guste.
Y ahí venía llegando su Chispita corriendo como llevada por uno de esos rayos que salían de sus manos.
—¿Por qué siempre con tus tardanzas, Chispita? — reclamó Terry otra vez con impaciencia.
— Perdón, schtaz. He estado muy distraída y se me fue el tiempo muy rápido.
—¿Chispita distraída?— Terry enarcó sus labios en una incipiente media sonrisa. —Eso tengo que verlo ¿Qué pudo haberte distraído?
—¿Acaso tienes que preguntártelo, mein reizvoll? — lo miró moviendo sus pestañas repetidas veces. —Sólo hay algo, mejor dicho alguien que es capaz de distraerme.
Si Terry entendió a lo que se refería, no dio señal alguna de haberlo hecho.
—¿No hay helado para mí hoy, mein reizvoll?— preguntó Luana de pronto, notando que él no llevaba nada para ella.
—Creo que después de lo que mi Nerd ventiló ayer, tendrás que alejarte los postres al menos por un tiempo, Chispita.
—¡Que! ¡No es justo! ¡Yo quiero mi postre! — la alemana se llevó sus manos como jarra a su cintura, con su chispita más que encendida. —La Méert se abrirá para mí cuando yo quiera, y cuando menos te los esperes, mein reizvoll. — sonrió endiabladamente dejando muy en claro a lo que tenía que atenerse.
—Mejor ya no digo nada, Quiero ver tu ofensiva de hoy, Chispita. Ya lo llevo esperando toda la mañana.
—Muy bien, schatz. Aquí lo tienes, tal como pides...
INICIO DE UN VERANO DIFERENTE
Anteriormente…
El corazón de Terry latía con fuerza al no ser capaz de aliviar esa profunda angustia que lo invadía. Tragó duramente, intentando ahogar sus miedos. Apretó sus labios una última vez y su voz se quebró cuando habló.
—Por favor, Pecosa, despierta…
Pero para mayor desesperación de él, su pecosa no despertaba…
Tan angustiado estaba Terry por Candy que no fue consciente de que precisamente en ese momento, iban llegando a la orilla los otros dos botes con todos los demás entre náufragos, salvadores y espectadores.
—Necesita respiración boca a boca. — expresó agitadamente Stear mientras desembarcaba de su bote con rapidez.
—¿Respiración qué? — le preguntó su hermano menor, quien también estaba descendiendo de su propio bote.
Archie ni tuvo tiempo de procesar el significado cuando vio cómo Terry se acercó con velocidad a los labios de Candy y comenzó a realizarle la así llamada respiración boca a boca.
—¿Qué le pasa a este…? —Archie se acercó a ellos dispuesto a romperla la cara a ese aristócrata y separarlo lo más lejos posible de su gatita.
—¡Detente, Archie! — Stear se interpuso en su camino a último minuto. —La está ayudando.
Aunque el elegante joven parecía poco dispuesto a ceder en su intento, sólo pudo quedarse impotente viendo lo que sucedía, mientras su hermano seguía impidiéndole continuar. No fue hasta cuando Patty y Annie llegaron al lado suyo, y esta última le diera una mirada muy dolida, que Archie decidió cesar sus esfuerzos y desviar sus ojos al suelo para quedarse finalmente quieto.
—Vamos, Candy. — murmuró Terry, volviendo a unir sus labios con los de ella. —Despierta, por favor, pecosa. — su profunda voz sonaba muy angustiada.
Eliza, que seguía fingiendo que había perdido la consciencia, pareció recuperarse poco a poco hasta abrir los ojos e incorporarse, sentándose repentinamente en el suelo; pero al ver a Terrence con Candy dándole lo que parecían ser bastantes besos en la boca, sus ojos se abrieron como platos antes de tambalearse hacia adelante y hacia atrás por unos segundos para volver a caer al suelo, nuevamente en la inconsciencia, sólo que esta sí era muy real. La verdad que nadie le prestó mucha atención, todos estaban más concentrados en Candy que en ella.
Después de varios intentos en los que Terry se sentía más desesperado al ver que no daban resultados sus esfuerzos, Candy al fin pudo respirar de nuevo. Con un último choque entre sus labios, en los que el bello joven fue vagamente consciente del dulce sabor de los labios de ella, Candy pareció inhalar profundamente y luego un ataque de tos la azotó con fuerza, escupiendo así toda el agua que había tragado.
Jadeando, la joven abrió lentamente los ojos para encontrase frente a esos profundos ojos color mar de abrumadora intensidad, instintivamente, comenzó a temblar al sentir la cercanía del bello inglés.
—¡Candy! — exclamó en alivio Terry, quien sin poder contenerse la atrajo contra su pecho, dándole un suave beso en la frente. —¡Qué bueno que estés bien, pecosa!
Obviamente había olvidado que había otros presentes, quienes junto a él observaban atónitos la actitud del normalmente reservado aristócrata que todos conocían.
—Estás toda helada. Tienes que cambiarte la ropa. — susurró sólo para ella sin que le importasen todos los demás. —Ven, te llevaré a la villa Grandchester. ¿Puedes pararte?
La joven asintió débilmente, y Terry la tomó de los brazos, ayudándola a incorporarse; sin embargo, una vez parada, la pecosa se vio presa de un repentino mareo que la hizo recostarse sobre el hombro del inglés antes de que nuevamente su mirada se le nublara y cayera otra vez en el pozo de la inconsciencia.
Apenas lo notó y sin pedir el permiso a nadie, Terrence la cargó entre sus brazos, como si de una pluma se tratara, emprendiendo su camino rumbo a su villa sin mayor demora.
—Déjala donde está y aléjate de ella. — bramó Archie desde atrás antes de correr hasta alcanzarlo y bloquearle el paso. —Nosotros la llevaremos a la Villa de los Andley.
—¡Apártate! — Terry le dedicó una mirada furibunda, tratando de contener su molestia. —La villa Grandchester está más cerca y ahí es adonde la llevaré.
—Eso no importa, no dejaremos que Candy esté en la casa de un extraño. La llevaremos a la Villa de los Andrey.
El joven Cornwell estiró sus brazos hacia Candy, muy dispuesto a cargarla él mismo, un encargo que no le molestaba en lo más mínimo.
—Terry tiene razón, Archie. — intervino Stear una vez más como la voz de la razón. —No perdamos más tiempo, Candy necesita descanso y cambiarse rápido. Mejor que sea en la villa de Terry.
Su hermano menor miró a Annie y Patty, pidiendo el apoyo de ellas para que lo ayudaran en su pedido, pero al verlas sólo se encontró con que ellas estaban muy de acuerdo en dejar a Candy en manos del inglés. Titubeando, todavía renuente a ceder demoró demasiado en decidirse que la paciencia de Terry no pudo soportarlo más tiempo.
—¡Ahhh! ¡No tengo tiempo para esto! — exclamó, resoplando enfadado. —Yo sí quiero ayudar a Candy.
Acto seguido, bordeó la montaña que no le permitía continuar y que únicamente representaría a Archie, para seguir con su camino nuevamente.
—Está bien. — aceptó el menor de los Cornwell, tragándose el fastidio que tenía. — Pero ni creas que te dejaremos con Candy a ti solo.
Dicho y hecho, siguió a Terry muy cerca por detrás, cumpliendo lo que había advertido.
—¡Oigan! — Stear clamó la atención de todos en el último momento cuando ya se disponían en irse hacia la villa de Terry. —¿Y Elisa?
Los demás pararon de caminar en cuanto escucharon esa pregunta.
—Yo digo que la dejen donde está y que su hermano la ayude. Estará más que bien. — habló Terry con sequedad, mirando fríamente a la pelirroja. —Ni siquiera entiendo porque está inconsciente, toda el agua que debió haber tomado se la dio a Candy.
No quiso ni seguir hablando de ello, se encaminó hacia su villa al paso más presuroso que podía y con Candy todavía entre sus brazos. Archie hizo ademán de seguirlo, sin embargo, Stear no lo dejó.
—¡Espérate, Archie! Tenemos que saber que va a pasar con Eliza.
El elegante joven rodó sus ojos, más fastidiado que antes, pero no opuso resistencia y se quedó en su sitio, impaciente porque esto acabara pronto.
—¿Podrás con ella tú solo Neal? — preguntó Stear a su primo, también ansioso por irse de una vez.
—Que alguien me ayude al menos, no puedo cargarla solo. — pidió el aludido, cansadamente. —Yo también casi me ahogo.
Stear y Archie se miraron entre ellos en una lucha de miradas que le pedían al otro que tomara el poco deseado encargo.
—Tú eres el mayor. — se excusó Archie, cruzándose de brazos.
—Eso sólo lo recuerdas cuando te conviene. — contratacó el otro hermano, no dispuesto a ceder.
Siguieron mirándose de hermano a hermano por lo que pareció fueron horas, cuando en realidad sólo fueron unos cuantos minutos, hasta que al final Stear se dio por vencido y gimió en resignación.
—Está bien, iré yo. — el pobre muchacho suspiró, preparándose para hacerse cargo de lo que había accedido.
—Si me lo permites, Archie. — intervino Annie por primera vez desde que todo esto había iniciado. —Yo la verdad no creo que a la tía abuela Elroy le guste saber que Eliza tuvo un accidente y que tú no estabas para ayudarla, es decir, sabes cómo reaccionará ella cuando despierte, ¿verdad?
¿Qué si lo sabía? ¡Claro que lo sabía! Conocían a la joven Leagan de toda la vida, seguro que comenzaría a dedicarle a sus dos primos y a su hermano una retahíla de acusaciones en la que todos menos ella eran los principales causantes de su desgracia, cuando en verdad todo fue culpa de la misma Eliza.
La tía abuela, obviamente le creería sus acusaciones sin dudar, y al final serían ellos los que sufrirían todo lo que conllevaría la ira y frustraciones de Eliza junto con su tía defendiéndola. Lo mejor era estar cerca de ella para que la tía abuela viera con sus propios ojos que todos sus primos habían estado ayudándola en su altercado.
—Tienes razón, Annie. — Archie suspiró decepcionado, y luego habló dirigiéndose a Annie y a Patty. —¿Podrían ir ustedes para cuidar a Candy de ese aristócrata engreído?
Las muchachas asintieron solemnemente y continuaron su recorrido hacia la villa Grandchester, mientras que a Stear, Archie, y Neal no les quedó de otra que llevar a una inconsciente Eliza de regreso a casa.
Durante el tiempo que les tomó a los hermanos Cornwell decidirse, Terry y Candy ya iban adelantados mucho camino, estando a punto de llegar a la villa. La joven seguía acunada en los fuertes brazos del inglés, con la cabeza firmemente apoyada sobre su hombro.
Todo el tiempo, Candy estaba luchando contra la nube oscura que la había envuelto, tenía la impresión que debía haber caído, pero no era consciente de haber golpeado el suelo, sino más bien se sentía sobre un suave y a la vez firme respaldo con una rara sensación de flotar sobre nada, además de estar abrigada en una calidez que la hacía sentir sumamente bien. Mientras su cabeza seguía apoyada, sus oídos captaron unos rítmicos latidos e inhaló un aroma familiar de lavanda que siempre la asociaba a una sola persona.
—Terry… — murmuró con un hilo de voz y con sus ojos aún cerrados.
El precioso joven que la llevaba en brazos paró su caminata, bajó sus ojos a ella, mirándola dulcemente.
—No te preocupes. — escuchó ella decir a esa profunda voz que asociaba con el aroma. —Sólo descansa.
Candy se acurrucó más en esos brazos, regocijándose en el calor que le otorgaba ese cuerpo y en ese aroma que le parecía celestial. Después, de lo siguiente que fue consciente, es que yacía sobre una cama en amplio cuarto que ella juraría nunca antes había visto.
Sus ojos se abrieron paulatinamente a la vez que en su mente se comenzó a revivir vagamente el incidente que sucedió en el lago, en lo que sólo la imagen de una persona en todo lo que recordó le pareció realmente importante.
“Terry.” — pensó con más lucidez que antes. —“Debo estar en su villa.”
Con ansiedad, su verde mirada vagó por todo el cuarto buscándolo, pero a la única que halló fue a una señora mayor que estaba parada junto a la cama.
—¡Qué bueno que despierta, señorita! Estaba preocupada por usted. — expresó la señora, tomando algo que yacía sobre una mesa al lado suyo. —Tome, aquí le traigo ropa seca y limpia, me parecen que son de su talla, eran de mi hija.
La pecosa sonrió a la buena mujer muy agradecida, sin embargo no podía evitar que en sus ojos se reflejara una gran decepción al haber despertado sin Terry a su lado.
“¿Qué es lo que me pasa?” — sacudió su cabeza levemente para acabar con esa desilusión que tenía, obviamente, Terry tendría otras cosas que hacer y no podía acapararlo todo el día, ¿cierto?
Sentándose con mucha lentitud, aceptó la ropa que amablemente se le ofrecía y se dirigió al baño para cambiarse.
—Disculpe no me dijo su nombre. — habló ya desde el otro lado de la puerta mientras se cambiaba, sólo para iniciar conversación con la señora.
—Soy la Sra. Cods, he trabajado para los Grandchester en esta villa desde hace muchos años. — explicó la señora acomodando la cama.
—Muchas gracias por cuidarme todo el tiempo que estuve inconsciente. ¿Hace mucho que llegué? — preguntó curiosa.
—Hace sólo unos momentos, señorita. Pensaba cambiarla yo misma, y lo hubiera hecho si usted no hubiera despertado. — la mujer no dudo en responder rápidamente. —El amo Terrence llegó todo mojado e igual que usted también se fue a cambiar la ropa.
La rubia se sintió tontamente contenta de que Terry sólo la hubiera dejado para cambiarse la ropa y no por algún otro motivo, como el que ya no deseara su compañía.
—Por cierto, él me dijo que le hiciera saber que en cuanto se cambiara y si se sentía bien, la esperaba en la sala.
De repente, la señora se topó su frente con la palma de su mano.
—Acabo de recordar que tengo algo que hacer, si me perdona debo retirarme, señorita. No se olvide que el amo Terrence la espera en la sala, al fin de las escaleras del primer piso en la segunda habitación de la mano izquierda.
—No se preocupe, bajaré apenas acabe de vestirme. Gracias por todo. — sonrió la joven de nuevo aunque sabía bien que la señora no podía verla.
—No hay de que, señorita. — le respondieron y después sólo escuchó el sonido de la puerta cuando era cerrada.
En el transcurso en el que se iba vistiendo, la joven pecosa no dejaba de sentir un cierto hormigueo en sus labios por lo que paraba de vez en cuando a tocarse dichos labios con sus dedos, tratando de comprender la razón por la que sentía eso. Hubo un momento, en el que sólo pudo mirarse a un espejo que estaba frente a ella, acariciando sus labios aún más confundida cuando la imagen de Terry apareció frente a sus ojos repetidas veces.
“Creo que me estoy volviendo loca.” — puso sus ojos en blanco y se dispuso a acabar con esto de una vez.
Candy no demoró mucho en terminar de cambiarse, y aún más corto fue el tiempo que le tomó poder orientarse en la gran casa hasta llegar a la sala del primer piso. Ella caminó sigilosamente hacia la entrada de la habitación y se detuvo justo en la puerta mientras sus ojos comenzaron a vagar por el interior del cuarto, en donde su mirada acabó irremediablemente perdida hacia la zona de la chimenea en la que se encontraba Terry, observando muy distraído en las llamas que había encendido y estando de espaldas a ella.
Suspirando para darse el ánimo suficiente, entró en la habitación con paso sereno; apenas ingresó, Candy sintió que el lugar se sentía un poco frío, haciendo que se rodeara sus brazos con sus manos instintivamente. El suave roce de sus zapatos contra el suelo llegó hasta los oídos de Terry, haciendo que éste volteara a verla de pronto, y en el momento en que él enfocó sus ojos en los de ella, aquella sensación cálida que desbordaba en su pecho y que estaba aprendiendo a reconocer cada vez que estaba con él, le hizo perder repentinamente el frío que sentía hacia sólo instantes.
—¿Entonces si te sientes bien, Candy? — su aterciopelada voz sonaba… ¿preocupada?
Candy parpadeó un poco perpleja al escucharlo, pero si eso no fuera suficiente, su mirada ya le decía mucho, esos preciosos ojos verdiazules desbordaban una ternura innegable.
Sin poder evitarlo, los labios de Candy se esbozaron en una pequeña sonrisa, después de todo, Terry sí se preocupaba por ella. Inconscientemente, la joven siguió acercándose a él, queriendo acabar con toda la distancia que los separaba.
Desde la ventana, que visualizaba hacia afuera, Annie y Patty habían llegado hace un par de minutos y veían la escena que Candy y Terry representaban desde dentro.
—Creo que hay darles un tiempo solos. — musitó Annie a su compañera de lentes, con un brillo extrañamente travieso en sus ojos. —Candy está bien por lo que podemos ver y yo diría que está en muy excelentes manos.
Patty asintió con una sonrisa muy segura de lo que decía su amiga, las compañeras se tomaron de los brazos y decidieron convenientemente ir a dar un paseo por el bosque antes de volver a la Escuela de Verano. Ya sabían que Candy hallaría su camino de vuelta a la escuela por su propia cuenta, y sin duda, estaría felizmente acompañada durante todo ese transcurso.
Por suerte para Candy, sus compañeras se fueron en ese instante y ya no estuvieron en la ventana más tiempo para poder presenciar lo que sucedió después.
—¿Podrías decirme qué sucedió, Terry? —inquirió la pecosa, entrecerrando los ojos para hacer memoria.—Tengo recuerdos muy vagos de todo.
—El bote en el que ibas con los Leagan se cayó al lago. — explicó él, desviando sus ojos al fuego de la chimenea.
—Eso sí lo recuerdo bien, lo que pasó después está como una neblina en mi mente.
—La tal Eliza te tomó como su flotador personal. — rodó sus ojos sarcásticamente, sin embargo tanto en la dureza de su mirada como en el tono de su voz se notaba una abierta rabia hacia la pelirroja.
—¿Cómo? — Candy agrandó los ojos con sorpresa, y después poco a poco flotaron en su memoria los recuerdos de cuando luchaba por respirar. —¿Ella está bien?
Terry la miró asombrado por que le preguntará eso; meneando la cabeza le contestó honestamente.
—La verdad es que deberías estar más preocupada por ti, por culpa de ella tragaste demasiada agua, pecosa. ¡Casi te ahogas!
—En esas circunstancias uno sabe ni qué hacer. — se excusó lo mejor que podía. — Además, Eliza no sabe nadar.
—¡Qué raro! A mí me pareció que nadaba muy bien. — expresó su punto, cruzándose de brazos y recostándose sobre el muro de la chimenea. —Después que te dejó libre, tuvieron que sacarla a la fuerza ya que quería quedarse más tiempo en el agua para que yo la salvara. No sé tú Candy, pero a mí me parece que actuaba más que por las por las circunstancias, ¿no crees? — enarcó una ceja con tremendo sarcasmo.
Candy se quedó muda y sin más argumentos, por lo que bajó la mirada, tratando de disimular una mueca, a la vez que asentía de acuerdo con ello.
—¿Dónde están los demás? — ella decidió cambiar el tema a asuntos que le interesaban más, como sus primos y sus amigas.
—No lo sé, supuestamente me iban siguiendo para ver cómo estabas. — se encogió de hombros sin darle mucha importancia. —Supongo que algo los habrá retrasado.
La pecosa alzó la mirada, observándolo con súbita suspicacia.
—¿Qué es lo que hago aquí, Terry? ¿Tú me trajiste?
—Así es, por suerte la Sra. Cods le tocaba venir hoy día, sino yo hubiera tenido que cambiarte. — terminó de hablar sonriendo pícaramente.
Los ojos de Candy se abrieron como platos; y muy atónita, sintió cómo su garganta se quedaba seca.
—No te hubieras atrevido. — dijo ella al recuperar la voz luego de la conmoción.
—¿Estás segura? — él arqueó una ceja, sonriendo más ampliamente.
La joven tragó con dificultad, intentando de esa forma ahogar su turbación, cuando de repente, la clara imagen de un Terry con la ropa mojada y el cabello lleno de agua goteando sobre su rostro llegó vívidamente a sus ojos, ahora lo recordaba encima suyo mirándola aliviado, pero con una latente muestra de preocupación en sus ojos.
—Tú me sacaste del agua, ¿no es así, Terry? — Candy ya sabía lo que le contestaría antes de que él lo dijera.
El muchacho sonrió en respuesta, asegurando de esa forma que así fue, y por más que ella quería preguntar algo más, parecía ser que otra vez se quedó sin palabras.
—Creo que me he vuelto muy bueno en la respiración boca a boca. — comentó como si hablara del clima, torciendo los labios en su afán de evitar sonreír.
Eso sí que no se lo esperaba Candy; aunque ya no parecía posible que sus ojos se agrandaran más después de tanta conmoción, éstos lo hicieron aún más ante esta otra sorpresa.
—¿Qué? — la pecosa no reconocía su voz, ¿en verdad estaba hablando? Ni siquiera era consciente de estar respirando porque estaba conteniendo el aire en espera de la respuesta de Terry.
—Estabas inconsciente cuando te saqué del agua, así que tuve que recurrir muchas veces a la respiración boca a boca. — aseguró sonriendo feliz.
—¿Cuántas veces? — preguntó ella en el acto más curiosa que molesta. ¡Sorprendente!
—La verdad que perdí la cuenta. — respondió el muy bribón.
No podía ser cierto, ¿o sí? La sola mirada de Terry le aseguraba la sinceridad de sus palabras, y eso no fuera suficiente, esa sonrisa que le estaba dando no podría ser mayor confirmación para ella.
Candy se mordió su labio inferior nerviosamente, ahora entendía el porqué de ese continuo cosquilleo en sus labios que no se le iba desde que despertó, lo más desconcertante de todo es que estaba muy decepcionada de no poder recordar nada de todo eso que contaba Terrence.
—¿Aceptarías un nuevo intento? — ofreció Terry como leyendo sus pensamientos. — Si te soy sincero, quiero volverme en un verdadero experto en la respiración boca a boca antes de acabar el verano.
La pecosa únicamente lo miró fijamente y Terry hizo lo mismo sin desviar su mirada ni un instante.
Él todavía estaba estudiando sus ojos cuando se inclinó hacia adelante y, tocando suavemente su barbilla, acercó sus labios a los de ella en un inesperado, pero a la vez muy deseado beso.
La sensación de sus labios contra los de ella, su aliento mezclándose con el suyo y su delicioso sabor llenando su boca, su mano moviéndose para acunar su cabeza y con ese delicioso aroma a lavanda una vez más. Candy estaba completamente perdida en esas sensaciones que Terry le hacía sentir, y la verdad era que no esperaba y ni quería volver a encontrarse.
Tan perdida como estaba, ella sabía que sólo necesitaba más; sus manos, que habían permanecido hasta ahora quietas a sus costados aún sin extenderse para tocarlo, se alzaron lentamente y se dirigieron al castaño cabello de él para aferrarlo entre sus dedos. Su cuerpo reaccionaba a él en maneras que eran muy nuevas para la joven, que si bien la confundían también la emocionaban en esa nueva intimidad.
Renuentemente, Terry se separó sus labios de los de ella, y se echó hacia atrás, estudiando su reacción. Candy creía que si él no la estuviera sosteniendo entre sus brazos desde hace rato que se hubiera caído, todo su cuerpo temblaba y tenía la sensación como si se hubiera despertado de alguna especie de sueño.
No salieron palabras de sus labios, y sus verdes ojos cambiaron su enfoque de los ojos de él a sus labios y de los mismos labios otra vez a sus profundos ojos, así repetidas veces, deteniéndose más y más en sus labios.
Terry apretó esos mismos labios un momento, entendiendo muy bien cual quería ella que fuera su próxima acción, pero queriendo alargar más la espera.
—¿Candy? — ella no le respondió, seguía con sus esmeraldas fijas en sus labios. — ¿Candy? — luego de ese último llamado, ella al fin pareció reaccionar.
—¿No estuvo mal o sí? — preguntó él con una sonrisa ladeada una vez hubo recuperado su atención.
Todavía sin poder hablar, Candy lo miró nuevamente a los ojos, negando con la cabeza como si aquella noción fuera absolutamente inconcebible.
—¿Me dejarías intentarlo otra vez? Ya sabes para seguir practicando.
¿Qué más respuesta podría dar una mujer en su sano juicio ante esa petición?
Sólo cerrar sus ojos e inclinar su cabeza hacia atrás en una ansiosa espera que Terry ya no quiso seguir alargando. Para él esa fue una invitación más que suficiente, así que no pudo hacer nada más que acercarse a ella para que sigan practicando. Al final resultó que esa sólo fue la primera de las muchas otras prácticas que tuvieron esa muy larga tarde que se tornó perfectamente deliciosa.
FIN