Capítulo IX
- ¿Le apetece un café? – le ofrezco.
- Me apetece, pero no con usted, así que iré por uno, ¡buena idea! – le digo, un café en Thoms.
- ¿Albert no se molestará con usted por no llegar? – lo digo porque es su cumpleaños.
- ¡Ni idea, supongo que no! – este hombre que no se va.
- Ni porque hoy es su cumpleaños… veo que le atiné – le digo, al parecer está sorprendida.
- ¿Cómo supo eso? – le pregunto, quién diablos le conto eso.
- Ya ve, ser el dueño tiene sus beneficios – le presumo, pero aún no me dice nada del café.
- ¡Me imagino que sí! – exclama y medio abre la puerta del auto.
- ¿Me permite acompañarla? – le ofrezco.
- No gracias – responde ella de forma brusca.
- Sólo es un café… - pido con clemencia, quizás si acepte.
- Sin preguntas personales y yo pago lo mío – le digo, con tal de que deje de molestar.
- Bien, adelante – le digo y me dirijo a mi auto.
- Adelántese usted, lo alcanzo en Thoms – digo e indico el lugar.
- ¿Dónde está Thoms? – pregunto, me lo dice como si fuéramos clientes desde toda la vida.
- A tres cuadras para allá y dos a la derecha – refiero sonriéndome internamente
- ¡Ahí no está Thoms, Candy! – me dice mi grillo, aunque no me importa que lo diga.
- Bien, te espero allá entonces – le digo, al fin aceptó hacer las paces allá.
- Sí, llegaré en 20 minutos – le digo finalmente lo dejaré plantado y Greta se divertirá un rato.
- Bien, no me vayas a dejar plantado – advierto, al parecer eso planeaba hacer cuando se lo digo porque hasta se le borró la sonrisa.
- Bien – acepto con tal de que desaparezca.
- ¡Candy! ¡Eso no se hace! – me reprende el grillo y yo me suelto a reírme con una carcajada.
- Candy, Candy ¿qué misteriosa eres? Espero que pueda averiguar por qué eres así con todos – pienso más que para mí mientras me dirijo a mi auto.
- Pensar que tengo que meter la batería recargable. Lo bueno es que ya no me duele tanto, esa piel que se corruga… - digo esto de ser robot no es nada bueno.
Veinte minutos después…
- ¡Voy, voy, ya mero llego! ¡Ya llegué! – llego corriendo prácticamente a Thoms.
- ¿Todo bien? – me pregunta Thom cuando llego hasta él, desde el accidente ha sido mi único amigo y sabe que no me canso, pero a veces aparento que sí, para sentirme más humana.
- Sí – le sonrío suspirando y recobrando el aire, lo que le hace reír.
- ¡Hola, Candy! – me saluda con un sonoro beso, sé que me va a felicitar, pero se contiene.
- Thom, ¿qué estabas haciendo? – le pregunté porque no lo vi en todo el día.
- Platicaba con Emilie, ¿qué es lo que vas a pedir? – me pregunta aun sin decirme nada.
- Lo de siempre a estas horas Thom… - le digo. ¡Thom! – lo llamó audiblemente.
- Dime – él contesta sin entenderme.
- ¡Suéltalo! Seguramente Emilie te contó lo del festejo… - le cuento, porque sé que quiere felicitarme apropiadamente y como debe hacerse.
- ¡Antes que nada, felicidades amiga! – claro el hombre que me saca algo más que una cabeza me felicita y abraza como si estuviese apachurrando un mango.
- ¡Gracias Thom! Pero no tenías que molestarte… - le dije en parte para que me soltara.
- No es una molestia, sabes que mi familia te aprecia mucho… - me cuenta él sonrojándose, claramente está mintiendo.
- Gracias… - lo digo sinceramente.
- De nada, recuerda que aún puedes sentir, ¿puedo verte en tu casa más tarde…? - refiere sabiendo que me dice la verdad cuando pasa su dedo por mi mejilla.
- Albert vive conmigo otra vez… - le explico, quizás eso me evite sentir, este día solo quiero descansar.
- ¡Como los 364 días del año! – mi grillo dando lata.
- ¡De seguro que no se molestará, llevaré el vino y a ti un galón de café…! – me dice, sacándome una sonrisa, este Thom… se emborrachará con el vino.
- Gracias, te veo después – me sonríe y se despide dándome otro beso.
Más tarde Thom llega a casa y nos sentamos en la orilla de la playa a tomar café y vino, él ya lleva algo más de media botella y contando chistes y cuentos de antaño es que terminamos tirados sobre la manta y la arena.
- ¡Thom estamos borrachos, fuiste malo conmigo…! - presiento que mi café tenía algo.
- ¿Por qué lo dices? – me pregunta encarándome y colocando su brazo de lado.
- ¡Ese café tenía droga…! - le dije haciendo que sonriera maliciosamente cuando se lo decía de broma.
- ¡Sólo un poco de coca cola…! - me confiesa sonriéndome.
- ¡Jajajaja, te pasas, no puedo tomar eso! – le reclamo dándole un golpe en el pecho, acción con la que me retiene la mano.
- ¡Lo sé, pero te sientes más relajada…! - me dice mirándome con unos ojos que nunca le había visto anteriormente.
- Sí de hecho más, tú sabes… - le confieso, creo que así él siempre querrá agarrarme borracha.
- ¿Puedes? – me pregunta él cuando entiende a lo que me refiero.
- Por supuesto que puedo y sin cuidarme… - le digo, sin percatarme de lo que he confesado.
- Seguro que ¿eso quieres? – ahora su semblante ha cambiado, Thom me ofrece lo que estoy pensando.
- Eso quiero Thom, tú… ¿no quieres? – quiero corroborar eso que ambos deseamos.
- ¿Mañana no… te arrepentirás? – pregunta él con cautela y muy cerca de mi rostro.
- Yo no recuerdo todo Thom – le miento, sí debo mentirle porque ahora no quiero pensar, sino sentir.
Esto que está pasando es nuevo para mí, cómo decirle que técnicamente sigo siendo virgen, aunque ya no tenga más esa parte, Thom a pesar de ello es delicado y muchos pensamientos vienen a mi mente, la ropa desaparece, la de ambos y Thom me hace el amor en la playa o eso es lo que creía, me preocupa que Albert nos esté viendo, pero a estas horas ni las gallinas están despiertas.
- ¡Dios! Sé que últimamente no me quieres mucho, pero todo esto que me puso Jeremy se siente muy bien – refiero cuando Thom se detiene un momento y me deja de besar.
- Candy, ¿estás segura? De qué quieres, esto – me pregunta él mirándome a los ojos y señalándome cómo nos encontramos.
- Sí Thom, quiero esto, si tú quieres también – le respondo a él, que solo ríe y me besa de nueva cuenta, para después levantarme.
- Ven Candy, entremos, este lugar no es el apropiado para esto, aunque te he de confesar que me no me gusta utilizar protección – me susurra en el oído cuando entramos a mi habitación.
- No te preocupes, es amigable… - respondo, ¡que tonta! Sólo se me salió.
- Es migable, jajaja – Thom parece entender mi mal chiste y saca otro peor.
- Sííí, esto se siente riquísimo, ¿por qué nunca se lo propuse a Thom? ¡Ah que bien…! – pienso mientras Thom me hace el amor. Fue a pesar de todo, maravilloso y más cuando él me cobija entre sus brazos y nos quedamos viéndonos, analizándonos hasta que me hace una observación.
- Pareciera que eras virgen, ¡fue… fenomenal! ¡Gracias preciosa, por tan bello regalo! – dice él, repartiendo muchos besos sobre mi rostro.
- Técnicamente si lo era Thom, eres el primer chico, por así decirlo… - le cuento, a nadie me había atrevido a contárselo.
- ¿Eras…virgen? Gracias, sé que te amo con locura, pasión y frenesí… - suelta y parece arrepentirse de ello.
- De nada Thom, ¿es en serio? – quiero saberlo, pero él parece no querer abrir ese tema ahora. No me puedo embarazar, Thom – aclaro, no quiero que se haga falsas ilusiones.
- ¡Quizás no ahorita y sí después! – me anima, sólo él logra animarme.
- Pues espero adelantar algo… - mejor no le digo que en el aeropuerto se echaron las células, no quiero que esto termine aquí.
- Candy – me llama, sé que mi mente está en otro lado.
- Dime – respondo y él vuelve a besarme largo y lento mientras acaricia mi cuerpo.
- Quiero hacerte el amor otra vez… - y eso precisamente me lleva a olvidar todo aquello que me hiere y me hace infeliz.
Unas horas más tarde, Thom se despierta en mi cama y sale de ella corriendo, vistiéndose rápidamente y contándome en susurros que se va.
- ¡Candy! – me llama corriendo tanto que casi se cae de la cama.
- ¿Qué sucede? – me levanto con el torso desnudo y salgo de la cama ayudándolo a ¿vestirse?
- Ya me voy – me dice él deteniéndose cuando nos encontramos colocándole la chamarra.
- ¿Por qué? – cuestiono, ya que no entiendo su huida.
- ¡Recuerdas que tu padre está aquí! – me suelta y sí, mi padre no tardará en venir.
- Papá, es cierto, en 20 minutos entrará a enchufarme – le cuento colocándome el pijama, pero antes de eso, él me arrastra a la puerta que da a la playa y me planta un beso ardoroso y con pequeños besos se despide de mí.
- Si supiera que eso ya lo hice… - me dice descaradamente, dándome unas palmadas en las asentaderas.
- ¡Thom, no seas grosero! – lo reprendo, al mismo tiempo que me lleva a la cama, me pone el pijama y me recuesta sobre el colchón
- ¿A poco no te gustó? – me pregunta arrodillándose al lado de ésta.
- ¡Me encantó! – a él no puedo mentirle. ¡Lástima que te veré como hasta las 11! – refiero cuando lo veo que se levanta y se dirige a la puerta.
- Y estaré ocupado…, pero quizás si pueda darte 15 minutos – explica, para darme 15 minutos de su valioso tiempo.
- Bien, te veo antes de las 11 – le digo despidiéndome y cerrando los ojos.
- De acuerdo… - él sonríe y tomando su chamarra se va de ahí mientras yo me descargo completamente.
Dos horas más tarde…
- ¡No creo que me haya dejado plantado! – vocifero internamente, desde ayer que no me lo puedo creer.
- ¡Buenos días! – llego hasta donde Emilie muy alegre, saludando a todos. Definitivamente creo que he mal acostumbrado a mi personal, todos parecen sorprendidos…
- Buenos días señorita Candy, ¿cómo ha estado? Veo que hoy amaneció muy contenta… - me dice Emilie, por supuesto que estoy contenta, además presiento que Thom me ama, eso es algo que él tiene que contarme.
- Algo, aunque la borrachera de ayer ni la siento Emilie – le confieso a mi secretaria a lo que ella suelta una risotada que sorprende a los demás.
- Bueno, sí, ahorita le digo. Señorita Candy, podría usted ir a la oficina del Señor Grandchester, la está esperando – me informa Emilie, que al ser más pequeña que yo, no ha tomado nota de que él anda muy cerca de la oficina.
- ¡Dile que aún no llego! – me va a reclamar el haberlo dejado plantado, no quiero enojarme en este día.
- ¡Mejor no me diga nada, Emilie! ¿Podemos hablar? – susurra detrás de nosotras, Emilie suelta el teléfono y yo me volteo sonriente, que por lo visto no sólo mis empleados se han quedado boquiabiertos.
- Podemos… - le indico el lugar, su oficina obviamente y ella toma sus cosas y las deja en el closet mientras alegre se va al sillón detrás de su escritorio.
- Me dejaste plantado y el café de dos cuadras y tres para allá no se llama Thoms – me dice y yo no puedo evitar soltar una risita de travesura.
- ¡Lo sé! ¿Greta se burló de ti? – pregunto, al parecer no le causa mucha gracia.
- Después de una hora, sí – me siento frente a ella, la he visto sonreír maliciosamente más de tres veces.
- ¡Lo siento, creo! Pero es que Thom me emborrachó y bueno después me dio mi regalo de cumpleaños y me llevó a casa – le dije, fue el mejor regalo de cumpleaños que alguien me haya dado desinteresadamente y sabiendo lo que soy.
- ¡Fue una buena noche! – espeto no muy conforme con que me haya cambiado por otro.
- Y una estupenda madrugada, no sé, creo que eran como las cinco cuando por fin me dormí – bueno técnicamente cuando me descargo, duermo.
- ¡Y son las 8:30! – apenas durmió dos horas y se ve como si no hubiera pasado nada.
- ¡Lo sé, me hice un tiempo récord…! Creo que no dormí mucho, que digamos – confieso con diversión.
- ¿Te divertiste? – le cuestiono y ella asiente.
- ¡Candy! – Albert entra y se detiene en la puerta al ver que estoy ocupada.
- Albert, ¿qué pasa? – le pregunto, está ansioso.
- ¿Puedo hablar contigo? ¡Es urgente y privado! – Albert dice eso y yo me disculpo con Terry que se nos queda viendo.
- Sí por supuesto, me permite – Candy pidiendo permiso para ausentarse un momento, estoy que no me lo creo.
- Pase – refiero, ella y Albert entran a una sala contigua y hablan en susurros.
- ¿Qué hacía Thom, en tu cama?
Continuará…
Borrachera
- ¿Le apetece un café? – le ofrezco.
- Me apetece, pero no con usted, así que iré por uno, ¡buena idea! – le digo, un café en Thoms.
- ¿Albert no se molestará con usted por no llegar? – lo digo porque es su cumpleaños.
- ¡Ni idea, supongo que no! – este hombre que no se va.
- Ni porque hoy es su cumpleaños… veo que le atiné – le digo, al parecer está sorprendida.
- ¿Cómo supo eso? – le pregunto, quién diablos le conto eso.
- Ya ve, ser el dueño tiene sus beneficios – le presumo, pero aún no me dice nada del café.
- ¡Me imagino que sí! – exclama y medio abre la puerta del auto.
- ¿Me permite acompañarla? – le ofrezco.
- No gracias – responde ella de forma brusca.
- Sólo es un café… - pido con clemencia, quizás si acepte.
- Sin preguntas personales y yo pago lo mío – le digo, con tal de que deje de molestar.
- Bien, adelante – le digo y me dirijo a mi auto.
- Adelántese usted, lo alcanzo en Thoms – digo e indico el lugar.
- ¿Dónde está Thoms? – pregunto, me lo dice como si fuéramos clientes desde toda la vida.
- A tres cuadras para allá y dos a la derecha – refiero sonriéndome internamente
- ¡Ahí no está Thoms, Candy! – me dice mi grillo, aunque no me importa que lo diga.
- Bien, te espero allá entonces – le digo, al fin aceptó hacer las paces allá.
- Sí, llegaré en 20 minutos – le digo finalmente lo dejaré plantado y Greta se divertirá un rato.
- Bien, no me vayas a dejar plantado – advierto, al parecer eso planeaba hacer cuando se lo digo porque hasta se le borró la sonrisa.
- Bien – acepto con tal de que desaparezca.
- ¡Candy! ¡Eso no se hace! – me reprende el grillo y yo me suelto a reírme con una carcajada.
- Candy, Candy ¿qué misteriosa eres? Espero que pueda averiguar por qué eres así con todos – pienso más que para mí mientras me dirijo a mi auto.
- Pensar que tengo que meter la batería recargable. Lo bueno es que ya no me duele tanto, esa piel que se corruga… - digo esto de ser robot no es nada bueno.
Veinte minutos después…
- ¡Voy, voy, ya mero llego! ¡Ya llegué! – llego corriendo prácticamente a Thoms.
- ¿Todo bien? – me pregunta Thom cuando llego hasta él, desde el accidente ha sido mi único amigo y sabe que no me canso, pero a veces aparento que sí, para sentirme más humana.
- Sí – le sonrío suspirando y recobrando el aire, lo que le hace reír.
- ¡Hola, Candy! – me saluda con un sonoro beso, sé que me va a felicitar, pero se contiene.
- Thom, ¿qué estabas haciendo? – le pregunté porque no lo vi en todo el día.
- Platicaba con Emilie, ¿qué es lo que vas a pedir? – me pregunta aun sin decirme nada.
- Lo de siempre a estas horas Thom… - le digo. ¡Thom! – lo llamó audiblemente.
- Dime – él contesta sin entenderme.
- ¡Suéltalo! Seguramente Emilie te contó lo del festejo… - le cuento, porque sé que quiere felicitarme apropiadamente y como debe hacerse.
- ¡Antes que nada, felicidades amiga! – claro el hombre que me saca algo más que una cabeza me felicita y abraza como si estuviese apachurrando un mango.
- ¡Gracias Thom! Pero no tenías que molestarte… - le dije en parte para que me soltara.
- No es una molestia, sabes que mi familia te aprecia mucho… - me cuenta él sonrojándose, claramente está mintiendo.
- Gracias… - lo digo sinceramente.
- De nada, recuerda que aún puedes sentir, ¿puedo verte en tu casa más tarde…? - refiere sabiendo que me dice la verdad cuando pasa su dedo por mi mejilla.
- Albert vive conmigo otra vez… - le explico, quizás eso me evite sentir, este día solo quiero descansar.
- ¡Como los 364 días del año! – mi grillo dando lata.
- ¡De seguro que no se molestará, llevaré el vino y a ti un galón de café…! – me dice, sacándome una sonrisa, este Thom… se emborrachará con el vino.
- Gracias, te veo después – me sonríe y se despide dándome otro beso.
Más tarde Thom llega a casa y nos sentamos en la orilla de la playa a tomar café y vino, él ya lleva algo más de media botella y contando chistes y cuentos de antaño es que terminamos tirados sobre la manta y la arena.
- ¡Thom estamos borrachos, fuiste malo conmigo…! - presiento que mi café tenía algo.
- ¿Por qué lo dices? – me pregunta encarándome y colocando su brazo de lado.
- ¡Ese café tenía droga…! - le dije haciendo que sonriera maliciosamente cuando se lo decía de broma.
- ¡Sólo un poco de coca cola…! - me confiesa sonriéndome.
- ¡Jajajaja, te pasas, no puedo tomar eso! – le reclamo dándole un golpe en el pecho, acción con la que me retiene la mano.
- ¡Lo sé, pero te sientes más relajada…! - me dice mirándome con unos ojos que nunca le había visto anteriormente.
- Sí de hecho más, tú sabes… - le confieso, creo que así él siempre querrá agarrarme borracha.
- ¿Puedes? – me pregunta él cuando entiende a lo que me refiero.
- Por supuesto que puedo y sin cuidarme… - le digo, sin percatarme de lo que he confesado.
- Seguro que ¿eso quieres? – ahora su semblante ha cambiado, Thom me ofrece lo que estoy pensando.
- Eso quiero Thom, tú… ¿no quieres? – quiero corroborar eso que ambos deseamos.
- ¿Mañana no… te arrepentirás? – pregunta él con cautela y muy cerca de mi rostro.
- Yo no recuerdo todo Thom – le miento, sí debo mentirle porque ahora no quiero pensar, sino sentir.
Esto que está pasando es nuevo para mí, cómo decirle que técnicamente sigo siendo virgen, aunque ya no tenga más esa parte, Thom a pesar de ello es delicado y muchos pensamientos vienen a mi mente, la ropa desaparece, la de ambos y Thom me hace el amor en la playa o eso es lo que creía, me preocupa que Albert nos esté viendo, pero a estas horas ni las gallinas están despiertas.
- ¡Dios! Sé que últimamente no me quieres mucho, pero todo esto que me puso Jeremy se siente muy bien – refiero cuando Thom se detiene un momento y me deja de besar.
- Candy, ¿estás segura? De qué quieres, esto – me pregunta él mirándome a los ojos y señalándome cómo nos encontramos.
- Sí Thom, quiero esto, si tú quieres también – le respondo a él, que solo ríe y me besa de nueva cuenta, para después levantarme.
- Ven Candy, entremos, este lugar no es el apropiado para esto, aunque te he de confesar que me no me gusta utilizar protección – me susurra en el oído cuando entramos a mi habitación.
- No te preocupes, es amigable… - respondo, ¡que tonta! Sólo se me salió.
- Es migable, jajaja – Thom parece entender mi mal chiste y saca otro peor.
- Sííí, esto se siente riquísimo, ¿por qué nunca se lo propuse a Thom? ¡Ah que bien…! – pienso mientras Thom me hace el amor. Fue a pesar de todo, maravilloso y más cuando él me cobija entre sus brazos y nos quedamos viéndonos, analizándonos hasta que me hace una observación.
- Pareciera que eras virgen, ¡fue… fenomenal! ¡Gracias preciosa, por tan bello regalo! – dice él, repartiendo muchos besos sobre mi rostro.
- Técnicamente si lo era Thom, eres el primer chico, por así decirlo… - le cuento, a nadie me había atrevido a contárselo.
- ¿Eras…virgen? Gracias, sé que te amo con locura, pasión y frenesí… - suelta y parece arrepentirse de ello.
- De nada Thom, ¿es en serio? – quiero saberlo, pero él parece no querer abrir ese tema ahora. No me puedo embarazar, Thom – aclaro, no quiero que se haga falsas ilusiones.
- ¡Quizás no ahorita y sí después! – me anima, sólo él logra animarme.
- Pues espero adelantar algo… - mejor no le digo que en el aeropuerto se echaron las células, no quiero que esto termine aquí.
- Candy – me llama, sé que mi mente está en otro lado.
- Dime – respondo y él vuelve a besarme largo y lento mientras acaricia mi cuerpo.
- Quiero hacerte el amor otra vez… - y eso precisamente me lleva a olvidar todo aquello que me hiere y me hace infeliz.
Unas horas más tarde, Thom se despierta en mi cama y sale de ella corriendo, vistiéndose rápidamente y contándome en susurros que se va.
- ¡Candy! – me llama corriendo tanto que casi se cae de la cama.
- ¿Qué sucede? – me levanto con el torso desnudo y salgo de la cama ayudándolo a ¿vestirse?
- Ya me voy – me dice él deteniéndose cuando nos encontramos colocándole la chamarra.
- ¿Por qué? – cuestiono, ya que no entiendo su huida.
- ¡Recuerdas que tu padre está aquí! – me suelta y sí, mi padre no tardará en venir.
- Papá, es cierto, en 20 minutos entrará a enchufarme – le cuento colocándome el pijama, pero antes de eso, él me arrastra a la puerta que da a la playa y me planta un beso ardoroso y con pequeños besos se despide de mí.
- Si supiera que eso ya lo hice… - me dice descaradamente, dándome unas palmadas en las asentaderas.
- ¡Thom, no seas grosero! – lo reprendo, al mismo tiempo que me lleva a la cama, me pone el pijama y me recuesta sobre el colchón
- ¿A poco no te gustó? – me pregunta arrodillándose al lado de ésta.
- ¡Me encantó! – a él no puedo mentirle. ¡Lástima que te veré como hasta las 11! – refiero cuando lo veo que se levanta y se dirige a la puerta.
- Y estaré ocupado…, pero quizás si pueda darte 15 minutos – explica, para darme 15 minutos de su valioso tiempo.
- Bien, te veo antes de las 11 – le digo despidiéndome y cerrando los ojos.
- De acuerdo… - él sonríe y tomando su chamarra se va de ahí mientras yo me descargo completamente.
Dos horas más tarde…
- ¡No creo que me haya dejado plantado! – vocifero internamente, desde ayer que no me lo puedo creer.
- ¡Buenos días! – llego hasta donde Emilie muy alegre, saludando a todos. Definitivamente creo que he mal acostumbrado a mi personal, todos parecen sorprendidos…
- Buenos días señorita Candy, ¿cómo ha estado? Veo que hoy amaneció muy contenta… - me dice Emilie, por supuesto que estoy contenta, además presiento que Thom me ama, eso es algo que él tiene que contarme.
- Algo, aunque la borrachera de ayer ni la siento Emilie – le confieso a mi secretaria a lo que ella suelta una risotada que sorprende a los demás.
- Bueno, sí, ahorita le digo. Señorita Candy, podría usted ir a la oficina del Señor Grandchester, la está esperando – me informa Emilie, que al ser más pequeña que yo, no ha tomado nota de que él anda muy cerca de la oficina.
- ¡Dile que aún no llego! – me va a reclamar el haberlo dejado plantado, no quiero enojarme en este día.
- ¡Mejor no me diga nada, Emilie! ¿Podemos hablar? – susurra detrás de nosotras, Emilie suelta el teléfono y yo me volteo sonriente, que por lo visto no sólo mis empleados se han quedado boquiabiertos.
- Podemos… - le indico el lugar, su oficina obviamente y ella toma sus cosas y las deja en el closet mientras alegre se va al sillón detrás de su escritorio.
- Me dejaste plantado y el café de dos cuadras y tres para allá no se llama Thoms – me dice y yo no puedo evitar soltar una risita de travesura.
- ¡Lo sé! ¿Greta se burló de ti? – pregunto, al parecer no le causa mucha gracia.
- Después de una hora, sí – me siento frente a ella, la he visto sonreír maliciosamente más de tres veces.
- ¡Lo siento, creo! Pero es que Thom me emborrachó y bueno después me dio mi regalo de cumpleaños y me llevó a casa – le dije, fue el mejor regalo de cumpleaños que alguien me haya dado desinteresadamente y sabiendo lo que soy.
- ¡Fue una buena noche! – espeto no muy conforme con que me haya cambiado por otro.
- Y una estupenda madrugada, no sé, creo que eran como las cinco cuando por fin me dormí – bueno técnicamente cuando me descargo, duermo.
- ¡Y son las 8:30! – apenas durmió dos horas y se ve como si no hubiera pasado nada.
- ¡Lo sé, me hice un tiempo récord…! Creo que no dormí mucho, que digamos – confieso con diversión.
- ¿Te divertiste? – le cuestiono y ella asiente.
- ¡Candy! – Albert entra y se detiene en la puerta al ver que estoy ocupada.
- Albert, ¿qué pasa? – le pregunto, está ansioso.
- ¿Puedo hablar contigo? ¡Es urgente y privado! – Albert dice eso y yo me disculpo con Terry que se nos queda viendo.
- Sí por supuesto, me permite – Candy pidiendo permiso para ausentarse un momento, estoy que no me lo creo.
- Pase – refiero, ella y Albert entran a una sala contigua y hablan en susurros.
- ¿Qué hacía Thom, en tu cama?
Continuará…