"Luz del Alba"
By: Lita Wellington
By: Lita Wellington
Capítulo Uno
Un barco procedente de Inglaterra, arribó al puerto de New York, era una fría mañana de febrero de 1920, una gran multitud se daba cita en el muelle en espera de familiares y amigos, otros en busca de un mejor porvenir en América, la mayoría de los pasajeros habían dejado el barco, era un ir y venir de maletas al mismo tiempo los pasajeros embozaban una sonrisa por estar de vuelta en su país, en viaje de placer o una mejor calidad de vida.
Aunque no todo era dicha y felicidad para todos los pasajeros, en uno de los camarotes de primera clase una joven se observaba minuciosamente su atuendo en un gran espejo, una mirada triste iluminaba su rostro al parecer había llorado toda la noche, sus ojos se veían hinchados.
- Sra. Diamond, ya es hora.
- Gracias, voy enseguida- mientras decía aquellas palabras tomo de la cama un bolso negro y unos guantes del mismo tono - Ya es hora- suspiraba con resignación mientras cerraba la puerta del camarote.
Al salir observó cada detalle de aquel barco, solo faltaba un largo pasillo y enfrentar la cruda realidad, su marido había muerto de manera trágica dos meses atrás y esta situación no le era nada fácil, pero debía ser fuerte por su hijo Armand de apenas tres años de edad. Sus pensamientos fueron interrumpidos por una pequeña voz.
- Mamá, mira – fueron las palabras de un niño vestido de traje y sombrero azul marino.
- Si, hijo hay muchas personas vamos deben estar esperándonos - el pequeño movió su cabeza afirmando lo dicho por su mamá.
- Disculpe señora no fue mi intención dejarlo solo, fue un descuido de mi parte.
- No te preocupes Lilian, sabes que este diablillo es idéntico a su padre y…- una lágrima rodó por la mejilla de la dama.
- Señora no llore, al señor no le gustaría verla triste sonría señora.
- Lo intentaré, gracias de todas maneras.
Las dos mujeres bajaron la escalinata del barco mientras escuchaban a lo lejos una voz solicitando que esperaran al final de la escalera.
- Buenos días Sra. Diamond, bienvenida a casa
- Buenos días Theodore, fue un largo viaje para todos.
- Debió darle muchas molestias mi hija señora.
- Ninguna Theodore, al contrario me apoyo en muchas cosas principalmente con mi hijo.
- Papá te extrañe- acercándose la joven y abrazándolo como si nunca lo hubiese hecho antes al hombre mayor.
- Yo también hija- tomando el rostro de la joven- te pareces tanto a tu madre como me gustaría que estuviera en estos momentos con nosotros.
- Hola - interrumpió una tercera voz que al mismo tiempo jalaba el abrigo del hombre.
- Armand ven aquí- alzando al pequeño como si de una pluma se tratase.
- Theodore disculpe pero debemos ir con las abogados cuanto antes.
- No se preocupe señora la reunión es hasta las cuatro de la tarde.
- ¡Qué cabeza la mía! Tiene mucha razón el largo viaje me afecto demasiado, mejor llévenos a casa para descansar unas cuantas horas.
Abordaron un lujoso Mercedes y el muelle quedo atrás la Sra. Diamond recordó todo lo sucedido en sus cuatro años de matrimonio, principalmente la ocasión que dejo América para marchar a Londres iba junto con su hijo y su esposo Armand Diamond donde pasarían mucho tiempo viviendo en aquella vieja ciudad de Inglaterra, solo que una excursión de alpinismo le arrebato al hombre que era su todo fue algo doloroso para ella, tenía muchos enemigos por doquier principalmente su cuñado Abelard.
Abelard Diamond no estaba de acuerdo con el matrimonio de su hermano, toda la sociedad de Chicago, New York e Inglaterra sabían que la futura Sra. Diamond venía de una prominente familia de Chicago, tenía el porvenir asegurado al contraer nupcias con un joven ingles hijo de un respetable Almirante de Inglaterra, su boda fue celebrada cerca del puerto de Dover, por parte de la novia fueron las personas más allegadas todo marchaba viento en popa pero la avaricia de su cuñado Abelard lo llevo al grado de investigar por su cuenta el verdadero origen de su cuñada. Al tener la información necesaria Abelard le reclamo a su hermano, el atreverse en inmiscuir en la familia a una huérfana, hija de quien sabe quién y todo lo peor que se pueda decir de un ser humano.
Fue un pleito inminente entre los hermanos pero Armand sabía todo lo sucedido a su esposa y no le importaba porque la amaba y eso era lo que le importaba, no las reglas de la sociedad y en las tonterías de su hermano.
Además no la iba a dejar sola en los momentos que más la necesitaba, aunque todavía ella amará a otro, no bajaría la guardia en ningún momento pasaron 14 meses de matrimonio y la nueva familiar Diamond fue bendecida por la llegada de su primogénito al cual bautizaron con el nombre de Armand.
Regresando a la realidad la Sra. Diamond observaba por la ventanilla del automóvil las bulliciosas calles de New York, para luego ver a su hijo con Lilian la joven institutriz del pequeño, Lilian hija de Theodore chofer y amigo de la familia vio crecer a los hijos del Almirante Adolphus Diamond y conocía a la perfección la forma de ser de cada uno.
- Joven Armand fue una perdida para la familia su trágica muerte, aunque algo me dice que su muerte fue provocada juro por lo más sagrado, que encontrare al culpable y pagara todo lo que ha ocasionado - el viejo Theodore observaba por el retrovisor al futuro heredero de la familia.
Transcurrió alrededor de media hora y llegaron a una mansión a las afueras de Manhattan, el lujoso auto se detuvo a la entrada principal, los ocupantes bajaron calladamente del auto.
- Buenos días señora, es un gusto tenerla de regreso- dijo una de las empleadas del servicio mientras tomaba el abrigo y sombrero de la dama.
- Gracias Emma.
- Mamá, tengo mucho sueño.
- Si hijo, vamos a tu habitación.
- Disculpe señora yo puedo llevar al niño a su habitación hay una persona que la espera en la biblioteca.
- ¿Quién es?
- Es una señorita que viene de Chicago.
- Por favor lleve al niño no tardare, es una sorpresa recibir noticias de Chicago.
- Eso mismo dijo la señorita- la joven tomó en brazos al pequeño mientras observaba, la loca carrera que su patrona.
Y en otra parte de la bulliciosa Ciudad de New York.
- Referente al testamento del Sr. Diamond sus únicos herederos son su esposa y el pequeño, pero hay terceras personas interesadas en quedarse con la fortuna y es el hermano mayor el Sr. Abelard Diamond.
- Hoy se dará lectura al testamento y debemos estar con mucho cuidado a cada movimiento del hermano.
- De eso estoy seguro, además le haré una confesión amigo por eso lo hice venir antes de dar lectura del testamento a la familia Diamond, el difunto Sr. Diamond dejo bajo custodia de usted al pequeño.
- No comprendo la decisión de ser el albacea del pequeño Armand.
- Sus razones habrá tenido, Armand siempre fue una persona amable y comprensiva, todos aquellos que llegaron a conocerlo se llevaron una buena impresión de él, su círculo de amigos era uno de los más variados, tenía amistades de todos los niveles sociales y a todos los respetaba por igual. Que podemos decir de Abelard que su sola presencia trata de intimidar a todo aquel que se acerque a él, pero tarde o temprano toda esa arrogancia pasara a segundo plano.
- Lo entiendo Sr. Raymond, lo entiendo perfectamente, aunque debo decirle que a la Sra. Diamond la conozco desde hace mucho tiempo y le confieso que nuestro encuentro no será nada agradable.
- Ya veremos, nos vemos en la tarde.
- Ahí estaré presente.
Faltaba solo una hora para dar lectura al testamento, Theodore llevo a la Sra. Diamond a un pequeño recorrido por la ciudad mientras era la hora de ir al despacho de los abogados donde sería leído el testamento.
- Theodore por favor deténgase en este lugar.
- Como usted diga señora.
Poco a poco la dama bajaba la ventanilla del auto mientras observaba una cafetería.
- Armand te necesito tanto. Aquí fue donde me pediste que me casará contigo, estabas muy nervioso, las palabras no salían de tus labios, tenías un futuro prometedor, no debiste haber muerto Armand, te necesito mucho.
- Disculpe señora creo que es la hora- interrumpió Theodore.
- Vamos ya – nuevamente la mujer subió la ventanilla del coche.
= o =
- Raymond Sullivan viejo amigo tanto tiempo sin vernos - fue el saludo de un elegante caballero.
- Lo mismo digo Abelard el tiempo no ha pasado por ti, pero me alegra verte- dándole un fuerte abrazó – “aunque desearía no lidiar contigo en estos momentos”- fue el pensamiento del abogado.
- Buenas tardes padre, no pensé que se encontraría aquí.
- Pensaste mal, no pienso dejar sola a mi nuera por ningún momento.
- Son ideas tuyas, como me crees capaz de hacerle daño a mi querida cuñada.
- Eres mi hijo y te conozco a la perfección.
En eso entra la Sra. Diamond con Theodore.
- Buenas Tardes señor, tanto tiempo sin verlo.
- Si fue mucho tiempo hija, pero sabes que siempre contaras conmigo, siéntate aquí.
La dama tomó asiento junto a su suegro, lo mismo Theodore para protegerla de Abelard.
- Raymond creo que la familia está reunida, ya es conveniente dar lectura al testamento.
- No, falta una persona más, que por petición de tu difunto hermano debe estar también.
- ¿A quién te refieres? Ya nadie falta- preguntando intrigado.
La puerta se abrió lentamente, un hombre de gabardina negra entró al despacho.
- Disculpen la tardanza.
La dama que todo el tiempo se encontró cabizbaja, aquel tilde de voz la obligó a levantar su rostro rápidamente. Sus miradas se cruzaron, y estas los hicieron regresar a un tiempo del cual todo era alegría y al mismo tiempo desesperación.
Continuara…
Aunque no todo era dicha y felicidad para todos los pasajeros, en uno de los camarotes de primera clase una joven se observaba minuciosamente su atuendo en un gran espejo, una mirada triste iluminaba su rostro al parecer había llorado toda la noche, sus ojos se veían hinchados.
- Sra. Diamond, ya es hora.
- Gracias, voy enseguida- mientras decía aquellas palabras tomo de la cama un bolso negro y unos guantes del mismo tono - Ya es hora- suspiraba con resignación mientras cerraba la puerta del camarote.
Al salir observó cada detalle de aquel barco, solo faltaba un largo pasillo y enfrentar la cruda realidad, su marido había muerto de manera trágica dos meses atrás y esta situación no le era nada fácil, pero debía ser fuerte por su hijo Armand de apenas tres años de edad. Sus pensamientos fueron interrumpidos por una pequeña voz.
- Mamá, mira – fueron las palabras de un niño vestido de traje y sombrero azul marino.
- Si, hijo hay muchas personas vamos deben estar esperándonos - el pequeño movió su cabeza afirmando lo dicho por su mamá.
- Disculpe señora no fue mi intención dejarlo solo, fue un descuido de mi parte.
- No te preocupes Lilian, sabes que este diablillo es idéntico a su padre y…- una lágrima rodó por la mejilla de la dama.
- Señora no llore, al señor no le gustaría verla triste sonría señora.
- Lo intentaré, gracias de todas maneras.
Las dos mujeres bajaron la escalinata del barco mientras escuchaban a lo lejos una voz solicitando que esperaran al final de la escalera.
- Buenos días Sra. Diamond, bienvenida a casa
- Buenos días Theodore, fue un largo viaje para todos.
- Debió darle muchas molestias mi hija señora.
- Ninguna Theodore, al contrario me apoyo en muchas cosas principalmente con mi hijo.
- Papá te extrañe- acercándose la joven y abrazándolo como si nunca lo hubiese hecho antes al hombre mayor.
- Yo también hija- tomando el rostro de la joven- te pareces tanto a tu madre como me gustaría que estuviera en estos momentos con nosotros.
- Hola - interrumpió una tercera voz que al mismo tiempo jalaba el abrigo del hombre.
- Armand ven aquí- alzando al pequeño como si de una pluma se tratase.
- Theodore disculpe pero debemos ir con las abogados cuanto antes.
- No se preocupe señora la reunión es hasta las cuatro de la tarde.
- ¡Qué cabeza la mía! Tiene mucha razón el largo viaje me afecto demasiado, mejor llévenos a casa para descansar unas cuantas horas.
Abordaron un lujoso Mercedes y el muelle quedo atrás la Sra. Diamond recordó todo lo sucedido en sus cuatro años de matrimonio, principalmente la ocasión que dejo América para marchar a Londres iba junto con su hijo y su esposo Armand Diamond donde pasarían mucho tiempo viviendo en aquella vieja ciudad de Inglaterra, solo que una excursión de alpinismo le arrebato al hombre que era su todo fue algo doloroso para ella, tenía muchos enemigos por doquier principalmente su cuñado Abelard.
Abelard Diamond no estaba de acuerdo con el matrimonio de su hermano, toda la sociedad de Chicago, New York e Inglaterra sabían que la futura Sra. Diamond venía de una prominente familia de Chicago, tenía el porvenir asegurado al contraer nupcias con un joven ingles hijo de un respetable Almirante de Inglaterra, su boda fue celebrada cerca del puerto de Dover, por parte de la novia fueron las personas más allegadas todo marchaba viento en popa pero la avaricia de su cuñado Abelard lo llevo al grado de investigar por su cuenta el verdadero origen de su cuñada. Al tener la información necesaria Abelard le reclamo a su hermano, el atreverse en inmiscuir en la familia a una huérfana, hija de quien sabe quién y todo lo peor que se pueda decir de un ser humano.
Fue un pleito inminente entre los hermanos pero Armand sabía todo lo sucedido a su esposa y no le importaba porque la amaba y eso era lo que le importaba, no las reglas de la sociedad y en las tonterías de su hermano.
Además no la iba a dejar sola en los momentos que más la necesitaba, aunque todavía ella amará a otro, no bajaría la guardia en ningún momento pasaron 14 meses de matrimonio y la nueva familiar Diamond fue bendecida por la llegada de su primogénito al cual bautizaron con el nombre de Armand.
Regresando a la realidad la Sra. Diamond observaba por la ventanilla del automóvil las bulliciosas calles de New York, para luego ver a su hijo con Lilian la joven institutriz del pequeño, Lilian hija de Theodore chofer y amigo de la familia vio crecer a los hijos del Almirante Adolphus Diamond y conocía a la perfección la forma de ser de cada uno.
- Joven Armand fue una perdida para la familia su trágica muerte, aunque algo me dice que su muerte fue provocada juro por lo más sagrado, que encontrare al culpable y pagara todo lo que ha ocasionado - el viejo Theodore observaba por el retrovisor al futuro heredero de la familia.
Transcurrió alrededor de media hora y llegaron a una mansión a las afueras de Manhattan, el lujoso auto se detuvo a la entrada principal, los ocupantes bajaron calladamente del auto.
- Buenos días señora, es un gusto tenerla de regreso- dijo una de las empleadas del servicio mientras tomaba el abrigo y sombrero de la dama.
- Gracias Emma.
- Mamá, tengo mucho sueño.
- Si hijo, vamos a tu habitación.
- Disculpe señora yo puedo llevar al niño a su habitación hay una persona que la espera en la biblioteca.
- ¿Quién es?
- Es una señorita que viene de Chicago.
- Por favor lleve al niño no tardare, es una sorpresa recibir noticias de Chicago.
- Eso mismo dijo la señorita- la joven tomó en brazos al pequeño mientras observaba, la loca carrera que su patrona.
Y en otra parte de la bulliciosa Ciudad de New York.
- Referente al testamento del Sr. Diamond sus únicos herederos son su esposa y el pequeño, pero hay terceras personas interesadas en quedarse con la fortuna y es el hermano mayor el Sr. Abelard Diamond.
- Hoy se dará lectura al testamento y debemos estar con mucho cuidado a cada movimiento del hermano.
- De eso estoy seguro, además le haré una confesión amigo por eso lo hice venir antes de dar lectura del testamento a la familia Diamond, el difunto Sr. Diamond dejo bajo custodia de usted al pequeño.
- No comprendo la decisión de ser el albacea del pequeño Armand.
- Sus razones habrá tenido, Armand siempre fue una persona amable y comprensiva, todos aquellos que llegaron a conocerlo se llevaron una buena impresión de él, su círculo de amigos era uno de los más variados, tenía amistades de todos los niveles sociales y a todos los respetaba por igual. Que podemos decir de Abelard que su sola presencia trata de intimidar a todo aquel que se acerque a él, pero tarde o temprano toda esa arrogancia pasara a segundo plano.
- Lo entiendo Sr. Raymond, lo entiendo perfectamente, aunque debo decirle que a la Sra. Diamond la conozco desde hace mucho tiempo y le confieso que nuestro encuentro no será nada agradable.
- Ya veremos, nos vemos en la tarde.
- Ahí estaré presente.
Faltaba solo una hora para dar lectura al testamento, Theodore llevo a la Sra. Diamond a un pequeño recorrido por la ciudad mientras era la hora de ir al despacho de los abogados donde sería leído el testamento.
- Theodore por favor deténgase en este lugar.
- Como usted diga señora.
Poco a poco la dama bajaba la ventanilla del auto mientras observaba una cafetería.
- Armand te necesito tanto. Aquí fue donde me pediste que me casará contigo, estabas muy nervioso, las palabras no salían de tus labios, tenías un futuro prometedor, no debiste haber muerto Armand, te necesito mucho.
- Disculpe señora creo que es la hora- interrumpió Theodore.
- Vamos ya – nuevamente la mujer subió la ventanilla del coche.
= o =
- Raymond Sullivan viejo amigo tanto tiempo sin vernos - fue el saludo de un elegante caballero.
- Lo mismo digo Abelard el tiempo no ha pasado por ti, pero me alegra verte- dándole un fuerte abrazó – “aunque desearía no lidiar contigo en estos momentos”- fue el pensamiento del abogado.
- Buenas tardes padre, no pensé que se encontraría aquí.
- Pensaste mal, no pienso dejar sola a mi nuera por ningún momento.
- Son ideas tuyas, como me crees capaz de hacerle daño a mi querida cuñada.
- Eres mi hijo y te conozco a la perfección.
En eso entra la Sra. Diamond con Theodore.
- Buenas Tardes señor, tanto tiempo sin verlo.
- Si fue mucho tiempo hija, pero sabes que siempre contaras conmigo, siéntate aquí.
La dama tomó asiento junto a su suegro, lo mismo Theodore para protegerla de Abelard.
- Raymond creo que la familia está reunida, ya es conveniente dar lectura al testamento.
- No, falta una persona más, que por petición de tu difunto hermano debe estar también.
- ¿A quién te refieres? Ya nadie falta- preguntando intrigado.
La puerta se abrió lentamente, un hombre de gabardina negra entró al despacho.
- Disculpen la tardanza.
La dama que todo el tiempo se encontró cabizbaja, aquel tilde de voz la obligó a levantar su rostro rápidamente. Sus miradas se cruzaron, y estas los hicieron regresar a un tiempo del cual todo era alegría y al mismo tiempo desesperación.
Continuara…