Maegalle se encontraba junto a una mesa sucia observando sus manos, no estaba acostumbrada a trabajos casi forzados ya que su pasatiempo favorito era ir de un lugar a otro a través del tiempo, en esta ocasión tenía que permanecer atrapada en la cafetería “Mándala” ya que el emperador requería de toda su atención junto con las otras místicas.
-¿Qué te sucede?- le pregunto el chico castaño mucho más alto que ella muy cerca del oído que a la chica se le erizó la piel al sentir la cercanía del hombre –he notado que estás un poco lastimadas ¿necesitas ayuda?- decía al tiempo que le tomaba ambas manos
-no… no es nada, es solo que este es mi primer empleo y el trabajo es algo difícil por llamarlo de alguna manera- replicaba Maegalle sonrojada viendo como Terrence le dedicaba la sonrisa más hermosa que nunca había visto en su larga vida. La arrastro con suavidad para que la chica tomara asiento al tiempo que él se dirigía al lugar donde se encontraba un pequeño botiquín de primeros auxilios, extrajo un ungüento para aliviar el escozor de las pequeñas manos de Maegalle regresando a su lado, con suavidad y amorosamente le aplico la pomada mientras ella en silencio y perpleja se dejaba consentir por el hombre de ojos azules.
-¡listo! Ya termine- sonreía nuevamente
-gracias- intento ponerse nuevamente de pie pero el castaño se lo impidió – tengo que terminar de limpiar o Temperance y Moira se molestaran por dejar todo sucio – se veían fijamente, ella sentada en una silla del lugar y él en cuclillas enfrente de la chica de ojos oscuros.
-no te preocupes, yo te puedo ayudar ¿quieres que arrime las mesas?- el tono sarcástico lo sonrojo cuando Maegalle soltó tremendas carcajadas, callo de espalda y entonces ambos terminaron riendo sin control.
Mientras que ellos se divertían y reían sin parar, del otro lado de la cafetería un par de ojos los asechaban esperando el instante justo para entrar en acción.[/center]
imágenes, Adry Grandchester
Edición, Laera
Portada, Laera.
-¿Qué te sucede?- le pregunto el chico castaño mucho más alto que ella muy cerca del oído que a la chica se le erizó la piel al sentir la cercanía del hombre –he notado que estás un poco lastimadas ¿necesitas ayuda?- decía al tiempo que le tomaba ambas manos
-no… no es nada, es solo que este es mi primer empleo y el trabajo es algo difícil por llamarlo de alguna manera- replicaba Maegalle sonrojada viendo como Terrence le dedicaba la sonrisa más hermosa que nunca había visto en su larga vida. La arrastro con suavidad para que la chica tomara asiento al tiempo que él se dirigía al lugar donde se encontraba un pequeño botiquín de primeros auxilios, extrajo un ungüento para aliviar el escozor de las pequeñas manos de Maegalle regresando a su lado, con suavidad y amorosamente le aplico la pomada mientras ella en silencio y perpleja se dejaba consentir por el hombre de ojos azules.
-¡listo! Ya termine- sonreía nuevamente
-gracias- intento ponerse nuevamente de pie pero el castaño se lo impidió – tengo que terminar de limpiar o Temperance y Moira se molestaran por dejar todo sucio – se veían fijamente, ella sentada en una silla del lugar y él en cuclillas enfrente de la chica de ojos oscuros.
-no te preocupes, yo te puedo ayudar ¿quieres que arrime las mesas?- el tono sarcástico lo sonrojo cuando Maegalle soltó tremendas carcajadas, callo de espalda y entonces ambos terminaron riendo sin control.
Mientras que ellos se divertían y reían sin parar, del otro lado de la cafetería un par de ojos los asechaban esperando el instante justo para entrar en acción.[/center]
imágenes, Adry Grandchester
Edición, Laera
Portada, Laera.
¿Segunda oportunidad?
Escrito por Maegalle.
La miseria… ¿Cómo la definía la pobre de Elisa? ¡Oh, sí! Ya lo recuerdo. Es cuando esos pobres idiotas empleados de la familia Andrew por más que fregaran los pisos, la porcelana y lustraran los muebles de cedro de la mansión, siempre que volvieran a casa solo tendrían un pedazo de pan duro y un poco de queso apestoso para mitigar un poco el hambre después de una ardua jornada laboral.
Después de tanto tiempo, ¿quién diría que aquella miseria terminaría por alcanzarme? pero no en el mismo contexto que a los empleados, sino que yo defino mi propia miseria como… el estado en el que al volver a casa solo me aguardaba en abundancia todo lo que otros desearían tener y de lo que yo sí puedo gozar. Pero ahora que lo pienso, yo deseo lo que ellos tienen y yo ni siquiera puedo tocar.
Flash back.
Mis padres, Elisa y yo habíamos recibido la fabulosa invitación a participar del compromiso de un importante banquero, amigo y socio de papá. Nos dirigíamos rumbo a la reunión, retrasados por culpa de mi madre y de Elisa, que en su afán de querer ser el centro de atención y de que mi fabulosa hermana fuese el blanco de las miradas de los importantes hombres que ahí se encontrarían, se habían esmerado en su arreglo personal.
Mi padre, estaba eufórico y me hizo tomar las llaves del auto para que yo condujera, ese sería parte de mi castigo por haber tirado las negociaciones con las empresas Andrew, pues el abuelo William había rechazado mi propuesta luego que lo insulte diciéndole que él no era más que un idiota que no alcanzaba a entender la importancia de nuestra sociedad. En aquel momento papá palideció y pude imaginar cómo su cuerpo se desmoronaba frente a mis ojos – desde este momento Neil, el puesto que ocuparas será el de mi asistente personal y te limitaras a obedecer y cerrar la boca a menos que te lo pida- me dijo enfurecido.
Aquella semana fue una pesadilla para mí, subía y bajaba, iba de un lugar a otro como mensajero por la empresa, todo mundo me veía con burla y eso comenzaba a disgustarme demasiado. Pero aquel día del compromiso de Eithan Smith, era el peor… seria el chofer de la familia, no tendría permitido acercarme a nadie y siempre… en todo momento debería permanecer al lado de mi padre pasara lo que pasara, nada de bailes y por supuesto, nada de chicas o escapadas furtivas con alguna de ellas.
Aquella tarde, nos dirigíamos por la carretera, todos peleábamos por alguna razón . Elisa discutía con mamá por su ridículo vestido, según ella no realzaba su belleza y no se adecuaba a su figura, y a pesar de aquello ella la había obligado a usarlo. Yo… en mi último intento por que mi padre dejara la loca idea de su castigo, le rogaba con argumentos estúpidos que me dejara volver a mi puesto de socio, pero que no me humillaría ofreciéndole disculpas al vagabundo de la familia, que no me degradara a ese nivel pues mi apellido también pesaba en los negocios con los socios de la compañía. Papá no estaba dispuesto a ceder y fue entonces que la discusión se tornó acalorada y subida de tono.
Yo me aferraba al volante del auto de tal forma que las venas de mis manos comenzaron sobresalir y la fuerza que se concentraba en ellas hacía que mis nudillos palidecieran. No me percate que había invadido el carril en dirección contraria y al enfilarme a la curva de la carretera, frente a mí… un enorme camión me cerro el paso, yo gire el volante a la izquierda lo más rápido que mis habilidades me lo permitieron y fue entonces que la tragedia comenzó.
El auto giro una y otra vez por la barranca del lugar, los gritos de mi madre y hermana eran siniestros y ensordecedores, mi padre se había golpeado la cabeza y desmallado al instante, después de unos segundos que me parecieron siglos, los dejé de escuchar y me perdí en un mundo de obscuridad donde ya nada me podía hacer daño.
Desperté semanas después en una fría cama de hospital, no supe como llegue ahí, lo único que recuerdo hoy es que lo primero que hice fue preguntar por mis padres y Elisa, no supe quien se encontraba a mi lado pues me habían cubierto con un ligero vendaje desde los ojos hasta la cabeza, el dolor en todo mi cuerpo era insoportable. Intente sentarme pero alguien me tomo con fuerza por los hombros impidiéndome el movimiento, fue entonces que pude reconocer la voz del tío abuelo William que me decía que no me moviera pues me haría daño. Creo que las enfermeras se percataron del espectáculo que monte, comencé a escuchar pasos apresurados en la habitación y pude sentir un pinchazo en el antebrazo hasta que mi fuerza mitigo y poco a poco caí… una vez más, en penumbras.
Después de ese momento… no supe cuánto tiempo volví a dormir, el día en que desperté mucho más lúcido y tranquilo, puede tener el temple para recibir las noticias que cambiarían mi vida para siempre.
¡Que ironías de la vida! Por tantos años me había mofado de Candy, ahora yo era un huérfano más. Sin padres y sin mi hermana… creí que esa noticia era la peor que podría recibir en esos instantes, pero no… lo peor aún no estaba dicho. Los médicos me informaron que con todos los golpes que recibí era un verdadero milagro que estuviera vivo, y que si dios aún tenía planes para mí, era hora de encontrarle sentido a mi existencia. Aquel accidente me dejo paralitico y ciego por así decirlo, pues solo era capaz de ver sombras los médicos no sabían si sería capaz de recobrar la visión, me informaron que era un caso inexplicable y que tenía dos opciones, perderla totalmente o recobrarla, nada estaba dicho y cualquiera podía suceder.
En cuanto supe lo que me había pasado, me volví loco y maldije mi existencia ¿Cómo era posible que me sucediera a mí? ¿Por qué no morí con mi familia? Pero sobre todo ¿Por qué si yo fui el único que sobrevivió, alguien se ensaño con mi persona y me dejo lisiado de por vida? No era posible mi maldita suerte, ni siquiera pude asistir al funeral de mis padres y hermana. Ahora ¿qué sería de mi futuro? ya no quedaba nada del hombre exitoso que fui en antaño.
Todos se volcaron a mi rescate, me daban consuelo y con una palmadita en la espalda me decían “todo va estar bien, Neil” palabras de apoyo que me parecían vacías y sin sentido ¿cómo sería posible? si ellos no estaban atados a una maldita silla de ruedas y atrapados en penumbras…idiotas, los odie a todos. Si antes fui un hombre arrogante, me convertí en un ser amargado, iracundo y sin una razón para vivir.
Nadie en la mansión de Lakewood me soportaba, me llevaron a esa casa horrible con olor a rosas por órdenes del tío abuelo ¡Cuánto lo odiaba! Él era el causante de mis desgracias, por su culpa había discutido con mi padre aquel día, si William no hubiera roto la sociedad con papá nada de lo acontecido hubiera sucedido. Ahí dispusieron una persona para que se ocupara de mis necesidades, pero cada una de aquellas mujercitas inútiles que desfilo por mí recamara no eran capaces de soportar el malhumor con el que amanecía y anochecía todos los días. Esto llego a los oídos de la entrometida de Candice que para ese entonces ya tenía varios años de residir en Inglaterra al lado de su famoso actor barato, esta ni tarda ni perezosa sugirió a una amiga suya que laboraba en el mismo hospital en el que ella colaboraba como voluntaria.
En la carta que le envió a Albert, sugería a una joven mujer la cual estaba deseosa de cambiar de aires y dispuesta a embarcarse en el primer trasatlántico lo antes posible si así lo disponían los Andrew. El tío, harto de mis rabietas no dudo en dar su total aprobación sin consultármelo antes, ¡Cuánto lo odiaba! Ahora más que nunca.
Así, un día de invierno con la ventisca calando los huesos como si los rompiera con el solo hecho de atreverse a caminar entre ella, llegó a las puertas de Lakewood aquella enfermera enfundada en un grueso abrigo de lana, con una pañoleta cubriendo la mitad de su rostro y largas botas que le cubrían las piernas hasta las rodillas la mujer que cuidaría de mí, que horas más tarde me fue presentada con el nombre de Raissa.
Continuara…
Después de tanto tiempo, ¿quién diría que aquella miseria terminaría por alcanzarme? pero no en el mismo contexto que a los empleados, sino que yo defino mi propia miseria como… el estado en el que al volver a casa solo me aguardaba en abundancia todo lo que otros desearían tener y de lo que yo sí puedo gozar. Pero ahora que lo pienso, yo deseo lo que ellos tienen y yo ni siquiera puedo tocar.
Flash back.
Mis padres, Elisa y yo habíamos recibido la fabulosa invitación a participar del compromiso de un importante banquero, amigo y socio de papá. Nos dirigíamos rumbo a la reunión, retrasados por culpa de mi madre y de Elisa, que en su afán de querer ser el centro de atención y de que mi fabulosa hermana fuese el blanco de las miradas de los importantes hombres que ahí se encontrarían, se habían esmerado en su arreglo personal.
Mi padre, estaba eufórico y me hizo tomar las llaves del auto para que yo condujera, ese sería parte de mi castigo por haber tirado las negociaciones con las empresas Andrew, pues el abuelo William había rechazado mi propuesta luego que lo insulte diciéndole que él no era más que un idiota que no alcanzaba a entender la importancia de nuestra sociedad. En aquel momento papá palideció y pude imaginar cómo su cuerpo se desmoronaba frente a mis ojos – desde este momento Neil, el puesto que ocuparas será el de mi asistente personal y te limitaras a obedecer y cerrar la boca a menos que te lo pida- me dijo enfurecido.
Aquella semana fue una pesadilla para mí, subía y bajaba, iba de un lugar a otro como mensajero por la empresa, todo mundo me veía con burla y eso comenzaba a disgustarme demasiado. Pero aquel día del compromiso de Eithan Smith, era el peor… seria el chofer de la familia, no tendría permitido acercarme a nadie y siempre… en todo momento debería permanecer al lado de mi padre pasara lo que pasara, nada de bailes y por supuesto, nada de chicas o escapadas furtivas con alguna de ellas.
Aquella tarde, nos dirigíamos por la carretera, todos peleábamos por alguna razón . Elisa discutía con mamá por su ridículo vestido, según ella no realzaba su belleza y no se adecuaba a su figura, y a pesar de aquello ella la había obligado a usarlo. Yo… en mi último intento por que mi padre dejara la loca idea de su castigo, le rogaba con argumentos estúpidos que me dejara volver a mi puesto de socio, pero que no me humillaría ofreciéndole disculpas al vagabundo de la familia, que no me degradara a ese nivel pues mi apellido también pesaba en los negocios con los socios de la compañía. Papá no estaba dispuesto a ceder y fue entonces que la discusión se tornó acalorada y subida de tono.
Yo me aferraba al volante del auto de tal forma que las venas de mis manos comenzaron sobresalir y la fuerza que se concentraba en ellas hacía que mis nudillos palidecieran. No me percate que había invadido el carril en dirección contraria y al enfilarme a la curva de la carretera, frente a mí… un enorme camión me cerro el paso, yo gire el volante a la izquierda lo más rápido que mis habilidades me lo permitieron y fue entonces que la tragedia comenzó.
El auto giro una y otra vez por la barranca del lugar, los gritos de mi madre y hermana eran siniestros y ensordecedores, mi padre se había golpeado la cabeza y desmallado al instante, después de unos segundos que me parecieron siglos, los dejé de escuchar y me perdí en un mundo de obscuridad donde ya nada me podía hacer daño.
Desperté semanas después en una fría cama de hospital, no supe como llegue ahí, lo único que recuerdo hoy es que lo primero que hice fue preguntar por mis padres y Elisa, no supe quien se encontraba a mi lado pues me habían cubierto con un ligero vendaje desde los ojos hasta la cabeza, el dolor en todo mi cuerpo era insoportable. Intente sentarme pero alguien me tomo con fuerza por los hombros impidiéndome el movimiento, fue entonces que pude reconocer la voz del tío abuelo William que me decía que no me moviera pues me haría daño. Creo que las enfermeras se percataron del espectáculo que monte, comencé a escuchar pasos apresurados en la habitación y pude sentir un pinchazo en el antebrazo hasta que mi fuerza mitigo y poco a poco caí… una vez más, en penumbras.
Después de ese momento… no supe cuánto tiempo volví a dormir, el día en que desperté mucho más lúcido y tranquilo, puede tener el temple para recibir las noticias que cambiarían mi vida para siempre.
¡Que ironías de la vida! Por tantos años me había mofado de Candy, ahora yo era un huérfano más. Sin padres y sin mi hermana… creí que esa noticia era la peor que podría recibir en esos instantes, pero no… lo peor aún no estaba dicho. Los médicos me informaron que con todos los golpes que recibí era un verdadero milagro que estuviera vivo, y que si dios aún tenía planes para mí, era hora de encontrarle sentido a mi existencia. Aquel accidente me dejo paralitico y ciego por así decirlo, pues solo era capaz de ver sombras los médicos no sabían si sería capaz de recobrar la visión, me informaron que era un caso inexplicable y que tenía dos opciones, perderla totalmente o recobrarla, nada estaba dicho y cualquiera podía suceder.
En cuanto supe lo que me había pasado, me volví loco y maldije mi existencia ¿Cómo era posible que me sucediera a mí? ¿Por qué no morí con mi familia? Pero sobre todo ¿Por qué si yo fui el único que sobrevivió, alguien se ensaño con mi persona y me dejo lisiado de por vida? No era posible mi maldita suerte, ni siquiera pude asistir al funeral de mis padres y hermana. Ahora ¿qué sería de mi futuro? ya no quedaba nada del hombre exitoso que fui en antaño.
Todos se volcaron a mi rescate, me daban consuelo y con una palmadita en la espalda me decían “todo va estar bien, Neil” palabras de apoyo que me parecían vacías y sin sentido ¿cómo sería posible? si ellos no estaban atados a una maldita silla de ruedas y atrapados en penumbras…idiotas, los odie a todos. Si antes fui un hombre arrogante, me convertí en un ser amargado, iracundo y sin una razón para vivir.
Nadie en la mansión de Lakewood me soportaba, me llevaron a esa casa horrible con olor a rosas por órdenes del tío abuelo ¡Cuánto lo odiaba! Él era el causante de mis desgracias, por su culpa había discutido con mi padre aquel día, si William no hubiera roto la sociedad con papá nada de lo acontecido hubiera sucedido. Ahí dispusieron una persona para que se ocupara de mis necesidades, pero cada una de aquellas mujercitas inútiles que desfilo por mí recamara no eran capaces de soportar el malhumor con el que amanecía y anochecía todos los días. Esto llego a los oídos de la entrometida de Candice que para ese entonces ya tenía varios años de residir en Inglaterra al lado de su famoso actor barato, esta ni tarda ni perezosa sugirió a una amiga suya que laboraba en el mismo hospital en el que ella colaboraba como voluntaria.
En la carta que le envió a Albert, sugería a una joven mujer la cual estaba deseosa de cambiar de aires y dispuesta a embarcarse en el primer trasatlántico lo antes posible si así lo disponían los Andrew. El tío, harto de mis rabietas no dudo en dar su total aprobación sin consultármelo antes, ¡Cuánto lo odiaba! Ahora más que nunca.
Así, un día de invierno con la ventisca calando los huesos como si los rompiera con el solo hecho de atreverse a caminar entre ella, llegó a las puertas de Lakewood aquella enfermera enfundada en un grueso abrigo de lana, con una pañoleta cubriendo la mitad de su rostro y largas botas que le cubrían las piernas hasta las rodillas la mujer que cuidaría de mí, que horas más tarde me fue presentada con el nombre de Raissa.
Continuara…
Última edición por Nanamy el Vie Abr 24, 2020 1:13 am, editado 1 vez