Bueno chicas, pues aquí dejando la tercera parte del fic ya que mañana no creo poder publicar, pero sigo al pendiente de sus trabajos, hay unos arts hermosos que me han encantado, espero sigan teniendo un excelente fin de semana y nos leemos el proximo lunes.
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DESPUÉS DE LA GUERRA
Parte 3
Aún no digiero el amargo trago de saber que Candy… ¡dios mío!, no puedo aceptar que esto está pasando, por qué la vida se encargó de ponerme en esta difícil situación, y en el interior me culpo por la situación actual de ella, si al menos hubiera tenido el valor para detenerla es día tal vez ella no hubiese tomado la decisión de ir a la guerra… ¡Si hubiera, si hubiera!, esas palabras resuenan en mí cabeza como voces recriminatorias, sujeté el vaso con agua entre mis manos con tanta fuerza como si quisiera romperlo, la impotencia que estoy sintiendo no la había experimentado nunca, ni siquiera el día en que rompimos, me siento en el sofá tapizado en piel negra que se encuentra en la estancia de la habitación del hotel, dejé íntegro el vaso con agua sobre la mesa y recargué mi cabeza en el respaldo del sofá, exhalé en silencio para ocultar mi presencia en dicho lugar, no quiero que ella se entere de que estoy aquí, me incorporé al escuchar abrir la puerta de la recamara, Annie salió cauta y con delicadeza cerró la puerta.
- Se ha quedado dormida – me explicó Annie con voz suave mientras recargaba su espalda en la hoja de madera – lo siento tanto – se disculpó como si ella fuese la causante de todo lo que estaba sucediendo, se llevó la mano a la boca para no dejar salir los sollozos Yo estaba dudoso de hablar ya que no quería que Candy me escuchara, Annie levantó la vista para observarme, yo no dije nada solo le hice una seña de que se sentara a mí lado, una ligera sonrisa se dibujó en sus labios, se llevó la mano al rostro para limpiar sus lágrimas, cuando al fin estaba sentada junto a mí me dijo – perdóname por no haberte dicho nada – musitó, no sé qué sentimiento me invadió al escucharla que tomé su mano para consolarla, ella volteó a verme con sorpresa.
- Candy, no quería que yo lo supiera – afirme también en un susurro – no tienes que sentirte mal por no haberme dicho nada – dije para tranquilizar un poco su sentimiento de culpa. Miré de reojo cuando Annie se llevó la mano al rostro para cubrirlo – qué pesadez se siente en el ambiente – pensé para mis adentros - ¿Cómo fue que ocurrió? – cuestioné sin titubear, sentía el derecho de saber qué es lo que había sucedió, por algunos segundos Annie aguardó silencio absoluto haciendo que la poca paciencia que tenía se desvaneciera casi de inmediato, estaba por hablar, pero ella se me adelanto.
- Fue en la segunda batalla de Marne – dijo en un hilo de voz – cuando el ejército Alemán intentó tomar el frente occidental – se notaba el nerviosismo en su voz, de nueva cuenta hizo una pausa, pero ahora esperé paciente a que continuara con el relato, el cual sabría me partiría el corazón otra vez – los defensores fueron atacados y bombardeados por cañones Alemanes – le costaba trabajo contener la voz – y aunque el campamento estaba retirado no pudieron evitar… - se le quebró la voz, sus ojos se llenaron de lágrimas – la explosión lanzó fragmentos de rocas y desperdicios por doquier los cuales la golpearon en la cabeza y rostro – al oír hablar a Annie, sentí que en mí estómago comenzó a contraerse, ella trató de calmarse al verme en un estado de ánimo de devastación – después de semanas despertó en el hospital, aparentemente estaba recuperada pero… cuando quitaron los vendajes vino lo peor – hundió su rostro entre sus manos.
- ¡Había perdido la vista! – musité afirmándolo, Annie asintió - ¿Cómo puede ser posible que el ser humano sea tan miserable y dañe a las personas en tal grado? – pensé mientras sentía como los músculos de mí rostro tensarse, estábamos tan sumergidos en lo nuestro que ambos nos sobresaltamos cuando llamaron a la puerta con unos ligeros golpes.
- Un momento – Annie sacó un pañuelo de su bolso y se limpió los ojos, luego se puso de pie y fue a abrir la puerta – ¡Buenas tardes! – saludó con amabilidad.
- El señor Thompson la busca en la recepción – dijo un joven botones.
- Enseguida me reuniré con él – Annie fue a donde su bolso, sacó un billete y se lo entregó, al cerrar la puerta se volvió a mí – El señor Thompson es un médico especialista en la visión – me explicó ante la interrogante que se había dibujado en mí rostro – me dará las indicaciones que tengo que seguir ahora que nos vayamos… - se quedó callada al darse cuenta de su imprudencia, yo la miré sorprendido.
- ¿Se marcharán? – qué pregunta tan estúpida, me recriminé en pensamientos, acaso creí que se quedarían, que tonto soy, seguramente Albert sabe de esto y estará intentando por todos los medios ayudar a Candy.
- Los médicos han hecho lo humanamente posible para que ella recupere la vista – se sentó junto a mí y me tomó la mano – pero nada ha funcionado – no hay desprendimiento de retina, así que no comprenden aún el porqué de su ceguera – me explicó el parte médico – es por ello que el doctor Thompson nos ha sugerido llevarla a un lugar donde pueda estar tranquila y en reposo – mis ojos seguían clavados en Annie – Albert cree que ir a Thousa Islands le ayudará en su recuperación – mis ojos se abrieron como platos al escuchar a donde irían – ella está profundamente dormida – me recordó – así que no creo que haya problema con que te quedes un momento a solas aquí – tomó su bolso – no demoraré mucho con el doctor Thompson – abrió la puerta – por cierto Terry – volvió a dirigirse a mí – tú voz ha cambiado desde la última vez que te vi – me aseguró – se oye más madura – sonrió – y esa barba en crecimiento te hace ver mayor de lo que eres – sonreí con ligereza.
- Anda, ve a tú cita – casi le ordené antes de que me dijera que ya tenía canas en mí cabellera.
Estaba aún abrumado por el relato de Annie y ahora tenía más ganas de asomarme por esa puerta que divide la estancia de la recamara, pero me contuve, no era oportuno, pero estaba preocupado y consternado, con un remolino de sentimientos que luchaban en mí interior, tomé el vaso con agua y di un pequeño sorbo, me acerqué al espejo que encontraba en el muro atrás del sofá, tenía un marco hermoso tallado a mano, la hoja de oro lo hacía lucir elegante y costoso, demasiado lujo para un simple espejo, miré mi reflejo y por varios minutos me mantuve así, absorto a mis pensamientos. Annie tenía razón la barba que no había rebajado en algunos días estaba creciendo y me avejentaba al menos seis años más de lo que era y mi voz, se había tornado más grave, aunque a veces mi oficio de actor me obligaba fingirla, para que sonara como si fuese otra persona, cerré los ojos por un instante tratando de despejar la mente, de ordenas las ideas, de buscar una alternativa para poder ayudar a Candy.
- ¡Annie! – la voz de ella al llamar a su amiga, me sacó de los profundos pensamientos que habían gobernado mi cabeza por algunos minutos - ¿Dónde estás? – cuestionó, y yo no quería ni respirar, es más siquiera había abierto los ojos y mucho menos había hecho el intento de voltear a donde ella - ¡Annie! – volvió a llamar, abrí los ojos y miré su reflejo a través del espejo.
- ¡Cuánta belleza hay en ella! – dije para mí mismo, ha pasado bastante tiempo desde la última vez que la vi, ese día en el hospital… ella no se volvió a mirarme, nunca imaginé que sus ojos se apagarían. Candy comenzó a palpar las paredes a su alrededor, como queriendo encontrar a Annie, yo no me moví ni un solo centímetro ya que no deseaba se percatará de que había alguien más que ella - ¡diablos! – que doloroso es verla así, me siento impotente, miro el reloj de pared, espero que Annie no tarde, no se cuanto más pueda contener la respiración pero sobre todo mis ganas de abrazarla y decirle que todo estará bien, la voy siguiendo con la mirada mientras se sujeta del muro, en ese instante se soltó y caminó hacia el centro de la estancia, de manera automática me puse alerta, como si mí instinto me estuviese alguna señal, con paso cauto me fui acercando hacia donde ella.
- ¡Annie! – la volvió a llamar, pero ahora con un tono más angustiante, dio unos pasos muy apresurados y giró su cuerpo de manera brusca, lo cual ocasionó que sus pies chocaran con un banquillo que se encontraba frente a ella, Candy salió casi disparada de espalda, yo solté el vaso con agua sin importarme que se hiciera trizas al contacto con el piso, y me a balanceé hacia ella, sujetándola de la espalda para evitar la dura caída - ¡Ay! – gritó al pensar que caería, cuando sintió que era sostenida por instinto se aferró a mí abrazo buscando protección, era tal mi preocupación de que no cayera que se me olvidó por completo la promesa de no ser descubierto, pero qué más daban las promesas, eran insignificantes comparadas con la gloria que estaba sintiendo al tenerla de nuevo entre mis brazos - ¿Quién es? – dijo temerosa mientras se soltaba de mí abrazó.
- ¡Soy un imbécil! – fueron las primeras palabras que se cruzaron por mí cabeza, casi me mordí la lengua para no hablar - ¿Cómo no se me ocurrió que esto pasaría?
- ¡Gracias por ayudarme! – dijo mientras su mirada parecía perdida, como queriendo encontrar algo - ¿no piensa responder? – parecía asustada. Pensé que se alejaría al ver la negativa de respuesta, pero como siempre termino por sorprenderme cuando estiró su brazo y postró la palma de su mano sobre mí brazo – ¿es un hombre? – comenzó a palpar mis ropas mientras su mano recorría desde mí muñeca hasta mis hombros, yo sentía arder mi piel debajo de la tela, pensé que se detendría pero me sorprendió más cuando su mano buscó mi rostro, fue ahí que sentí el infierno arder en mí interior, sus delgados dedos acariciaron mi mentón – ¡Sí, es un hombre! – dijo al sentir la barba que estaba creciendo – lo siento – de inmediato me soltó y su rostro se ruborizó, sus mejillas se llenaron de carmesí haciendo resaltar sus pecas, antes de que ella alejara su mano por completo yo la detuve, su rostro se llenó de sorpresa, en silencio guíe su mano nuevamente a mí rostro, quería volver a sentir esa sensación de fuego ardiendo en mí corazón, ella titubeó un poco pero al final se animó a volverme a tocar, ahora lo hacía con las dos manos, acarició mi rostro como queriendo trazar en su mente cada línea de mis rasgos, no me importaba ser descubierto, estas indescriptibles emociones valían el sacrificio, mis sentidos estaban tan abrumados que al fin mi voz comenzaba a reaccionar con mis labios.
- So… - estaba por decirle que quién era, cuando la puerta se abrió.
- ¡Candy! – Annie casi gritó su nombre, cerró la puerta y casi corrió a donde nosotros, de inmediato separó a Candy de mí, no sin antes lanzarme una mirada de recriminación – debiste de quedarte en cama – dijo, mientras le ayudaba a sentarse.
- ¿Quién es quién está aquí? – Candy ignoró por completo los reclamos de Annie y se enfocó en mí.
- Bueno… - titubeó – no deberías de tomarle mucha importancia – añadió, yo volteé a ver a Annie con cierto grado de molestia.
- ¿Acaso le mordieron la lengua los ratones? – cuestionó Candy, con gran curiosidad y reproche. Annie hizo un ademán de que guardara silencio.
- El señor ya se iba – Annie me señaló la puerta con la mirada, pensé que lo mejor era retirarme… pero como podía marcharme después de lo ocurrido, después de haber revivido, no, después de haber conocido estas nuevas emociones que me provocó Candy, si me marchaba sería el mismo cobarde de aquella noche de invierno, aclaré un poco mi garganta.
- Mi nombre es Clark Eversong – dije tratando de fingir la voz, lo cual me salía muy bien por mis dotes artísticos, esperando que ella no me descubriera – y seré su mayordomo el tiempo que dure su estadía en Thousand Islands – añadía, mientras miraba la expresión de asombro de Annie, la cual tenía la boca abierta al grado que parecía su mandíbula inferior caería al suelo. El rostro de Candy evidenciaba su confusión y yo… yo esperaba que ella no sospechara que se trataba de mí.
- Es un placer señor Eversong – observé que su rostro se llenó de desilusión.
- El señor… - Annie me volteó a ver – ya tiene que irse – de nuevo me señaló la puerta con la mirada.
- Con su permiso – dije en un susurro y fingiendo la voz, me di la vuelta y salí de la habitación; sabía que Annie me reprimiría por esto, pero siendo como soy no me importaba, en el momento en que ella tocó mi rostro, tomé la determinación de querer estar a su lado el tiempo que fuese posible, por fortuna el invierno esta próximo y las funciones teatrales del grupo Stratford, se terminarían en unos días, así que aprovecharía las vacaciones venideras para acompañar a Annie y Candy a la masión que los Andley tenía en Thousand Islands, sabía que tendría que hacer el sacrificio de hablar poco delante de ella, pero si era necesario me volvería mudo, con tal de estar a su lado de poder ayudarla a recuperar la luz de sus verdes ojos, haría todo lo que estuviera en mis manos para volverme a ver reflejados en ellos.
CONTINUARÁ…
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