CDAR Capítulo 1 Aquí
CDAR Capítulo 2 Aquí
CDAR Capítulo 3 Aquí
—Se ve tan hermoso cuando duerme—decía la princesa de oros, guardiana del destino mientras era observada muy de cerca por su hermana mayor Temperance.
—Sí aunque yo lo prefiero despierto para admira esos bellísimos cobaltos—Decía Maegalle mientras acariciaba el bello rostro de su emperador.quien en esta ocasión yacía sobre la cama de Moira mientras se sumergía en un profundo trance.
—No te vayas a pasar de tiempo Maegalle y ya deja de estarlo acariciando, no creas que no te estoy viendo. — le replicaba Moira a su compañera lanzándole unos ojitos de “me las vas a pagar” aunque sabía que no era el momento para enfrascarse en una batalla de Terrytorialidad por su emperador.
Esta noche tenían una misión muy especial, se trataba de regresar a Terry a uno de los tantos momentos en los que su padre lo había ignorado.
—Él tiene mucho que sanar de esos momentos, de esa relación— les recordaba la reina de oros a sus compañeras.
Era primordial que lo hiciera si es que pretendía seguir evolucionando porque ¿Cuántos años más vas a tener antes de darte a ti mismo el regalo del perdón a tus progenitores?
El perdón es para ti, no para los que estas perdonando en realidad. De nada te sirve tener atoradas esas emociones que no han sido desazolvadas de tu sistema, lo único que sucederá si las sigues trayendo estancadas es que se te pudren e infectan el alma.
Las Divinas entendían perfecto la ley universal del perdón y sabían que esta era una de las lecciones que más le costaba trabajo aceptar a su divino emperador por esto requería de mayor preparación de la que hubiera requerido para cualquier otro reto.
Mist,Fedra, Psychie, Laera y Lexie conectaban sus poderes canalizando su energía sanadora rascando en lo profundo de sus propias experiencias en sus vidas antes de ser Divinas para así estar en sintonía y poder ayudar a entibiar el corazón de Terry para que lograra ver desde otra perspectiva el proceder de su padre.
—Sí aunque yo lo prefiero despierto para admira esos bellísimos cobaltos—Decía Maegalle mientras acariciaba el bello rostro de su emperador.quien en esta ocasión yacía sobre la cama de Moira mientras se sumergía en un profundo trance.
—No te vayas a pasar de tiempo Maegalle y ya deja de estarlo acariciando, no creas que no te estoy viendo. — le replicaba Moira a su compañera lanzándole unos ojitos de “me las vas a pagar” aunque sabía que no era el momento para enfrascarse en una batalla de Terrytorialidad por su emperador.
Esta noche tenían una misión muy especial, se trataba de regresar a Terry a uno de los tantos momentos en los que su padre lo había ignorado.
—Él tiene mucho que sanar de esos momentos, de esa relación— les recordaba la reina de oros a sus compañeras.
Era primordial que lo hiciera si es que pretendía seguir evolucionando porque ¿Cuántos años más vas a tener antes de darte a ti mismo el regalo del perdón a tus progenitores?
El perdón es para ti, no para los que estas perdonando en realidad. De nada te sirve tener atoradas esas emociones que no han sido desazolvadas de tu sistema, lo único que sucederá si las sigues trayendo estancadas es que se te pudren e infectan el alma.
Las Divinas entendían perfecto la ley universal del perdón y sabían que esta era una de las lecciones que más le costaba trabajo aceptar a su divino emperador por esto requería de mayor preparación de la que hubiera requerido para cualquier otro reto.
Mist,Fedra, Psychie, Laera y Lexie conectaban sus poderes canalizando su energía sanadora rascando en lo profundo de sus propias experiencias en sus vidas antes de ser Divinas para así estar en sintonía y poder ayudar a entibiar el corazón de Terry para que lograra ver desde otra perspectiva el proceder de su padre.
CICATRICES DE UN ALMA REBELDE
ACCIONES Y REACCIONES
Capítulo 4
ACCIONES Y REACCIONES
Capítulo 4
Richard Grandchester mantenía una reunión con un grupo de investigadores que traía pesquisas que podrían confirmar que su amado hijo estaba vivo. El empresario siempre había tenido dudas del fallecimiento de su primogénito, debido a que los rescatistas nunca confirmaron a quién pertenecían los restos, que se habían mezclado en ese día fatídico, lo único que pudieron asegurar era que Eleanor, había muerto instantáneamente.
En diversas ocasiones el millonario había cambiado de investigadores dado que no traían nuevas que pudieran confirmar su sospecha, por el contrario, siempre decían lo mismo, “…por más que buscamos, no hay indicios de nada, señor…” Eso lo consumió por muchos años, él no podía estar en paz hasta confirmar o desechar la muerte de su único hijo.
Las actividades del empresario eran muchas, pero daba preferencia a aquellas que, le retribuían prestigio y clientes que demandaban sus autos de lujo, atendiendo en persona a figuras reales de diferentes países, justo en uno por el medio oriente distribuiría pedidos al Sha de Persia, el emir de Kuwait, el príncipe Talal de Arabia Saudita, el rey Faisal II de Irak y la princesa regente de Irak.
Este tipo de transacciones representaban ventas millonarias y las aprovechaba para fomentar sus relaciones públicas en los festines reales. Fue ahí donde conoció a Reuven Shiloah, quien fuera el primer director del Mossad, Servicios de Inteligencia Israelíes, convertido en su amigo con el paso del tiempo, una de las pocas personas que conocían sus sospechas. Shiloah era un hombre mayor con enorme perspicacia de mirada aguda y conocimientos de investigación que había adquirido al ser la cabeza del mejor servicio de inteligencia del mundo.
Siempre escuchó a Richard atento, pensando que su amigo sólo quería desahogarse, cuidando de no emitir su opinión, no fue hasta que el empresario le preguntó ─ ¿Reuven, por qué nunca me dices qué piensas? ¡Soy patético! ¿Cierto? Tú silencio me hace pensar que te aburro con mí repetida historia llena de dudas, desesperación y tristeza.
─ ¡No, no digas eso!, sucede que, no es fácil decir lo que pienso, dado que a nadie le gusta oír que no se ha hecho lo correcto. No quiero ser entrometido ─respondió el hombre tomando su copa de coñac, después de agitarla circularmente con su mano.
─ ¡Por favor, no me vengas con eso! Tal vez tengas razón, pero me extraña que no me digas nada. De verdad, me gustaría saber tú punto de vista, rebatió Richard.
─ Bien, ya que tú me lo solicitas, te diré, ¡nada de lo que me comentas tiene sentido! Desde el accidente, incluso antes de él, ¿no te das cuenta de que caíste redondito en una trampa? ¡Te casaste con la doncella de tú mujer! Una persona que no soportas, que no te ha ayudado a olvidar al amor de tú vida, aunado a que sus hijos no son tuyos y para acabar no te apoya en la búsqueda de aquél que sientes está vivo. Creo que estás buscando en el lugar equivocado apoyado de personas carentes de profesionalismo ─respondió Shiloah mirando seriamente a su interlocutor.
─ ¿Eso crees?, pero he buscado expertos, ¡no he escatimado dinero en su contratación! ─Refutó el millonario sentándose frente al hombre que le llevaba varios años de edad.
─ Mira Richard, yo te aconsejo que busques un grupo de verdaderos investigadores, bien preparados, pero sobre todo incorruptibles. Personal que ante todo te sea leal y no se venda a cualquier postor. Aseveró el ex director del Mossad y prosiguió ─ Te voy a presentar a un Katsa, él empezará de cero y con otros métodos de búsqueda.
─ ¿Katsa? - Cuestionó el empresario ─ Sí, son oficiales de campo, investigadores, o como muchos les llaman espías, ─aseveró Shiloah.
Isaac Shamir, Katsa recomendado, desde un inicio mostró su compromiso para su ahora jefe que lo miraba expectante en la sala de juntas del lujoso edificio situado en el centro de Londres. Él había hecho varias modificaciones a la cotidiana vida de Richard, instándolo a mantenerse alerta no sólo en la oficina, sino en su casa, había investigado a la servidumbre e infiltrando gente que le informaba de todo lo que acontecía.
En uno de los primeros reportes, se le advirtió de las asiduas visitas de su cuñado Oliver Johnson, gerente de la planta de Goodwood, enclavada en el condado de Sussex Occidental, puesto al que llegó debido a las súplicas de su hermana.
Gracias a ello, el millonario aconsejado por Isaac llegó temprano a su residencia para encontrarse al hermano de su esposa y preguntarle el ¿por qué de su estancia en horas de trabajo?, pero antes de entrar a la biblioteca que tenía las puertas entre cerradas se esperó para escuchar lo que decían.
─ ¡Sí hermanita! De la transacción que hice nadie se dará cuenta, los clientes no sabrán que la venta no está autorizada y tú marido, él no supervisa la planta de los Bentley, ¡y tú trátalo bien, no sea que se le ocurra meter sus narices en mis asuntos! ─decía el hombre obeso que comía pasteles mientras platicaba con su hermana, que mirándolo divertida le corroboró.
─Por Richard no te preocupes, no desconfía, entre los negocios y su estúpida búsqueda se ha convertido en un mentecato que no sospecha nada, así que movilízate y modifica las acciones lo antes posible.─
Richard respiró hondo y confirmó lo dicho por Issac ¡Sí, esos dos se estaban burlando de él!, faltaba por confirmar si ellos tenían algo más que esconder. Era obvio que su esposa no toleraba saber nada referente a su primogénito, lo que la hacía estallar en contra de cualquier chico con ojos azules.
Todo eso pensaba, cuando la voz de su jefe de investigadores le dijo ─ Al momento hemos concluido aquí nuestras indagatorias, partiremos a América para continuar con ellas, en tanto, usted por favor, trate de guardar mesura, no permita que nadie piense que tiene algunas sospechas.
OoOoOoOoOoOoOoOo
La tarde casi terminaba, al igual que el horario de trabajo, la obscuridad pronto envolvería las calles, pero eso no impedía que fuertes carcajadas, aplausos al unísono y una vigorosa música emergieran de un taller mecánico, ubicado a las afueras de Memphis en el barrio South Main, que apenas era un trozo de calle, que daba paso unos metros más adelante a la estación de tren.
En el interior al ritmo de “All Shook Up” un joven movía su cadera vigorosamente, mientras que otros intentaban seguirle el paso, pero era inútil, “el inglés” tenía un estilo único, todo su cuerpo se contorsionaba dejando ver los marcados músculos de su pecho y espalda, mientras que sus largas piernas se deslizaban hacía abajo, al tiempo que él con las dos manos hacía su largo cabello para atrás. Eso provocaba que sus amigos al no poder bailar como él lo molestaran aventándole estopa llena de grasa. Cuando James estaba de buenas era un acontecimiento digno de disfrutarse.
Al, un hombre un poco mayor que ellos de mirada serena y ojos claros, se movía también al tiempo que seguía reparando el motor de un Sunbeam Alpine MK1, su dueño no tardaría en pasar a recogerlo. Todos estaban tan metidos en el jugueteo que no se percataron en qué momento una joven rubia de enormes ojos verdes vestida con un coqueto vestido rojo de vuelos bailaba al lado de James, quien a pesar de la sorpresa tomó a la chica de la cintura para seguir danzando sin dejar de mirarla a los ojos, ella, que tampoco dejaba de mirarlo se dejaba llevar, disfrutaba de su cercanía, aroma y la prisión que le significaba la profundidad de esos hermosos ojos azul cobalto.
Cuando terminó la música, el simplemente se apartó dándole la espalda para dirigirse a donde estaban los demás jóvenes, quienes con vítores lo felicitaban por no dejarse intimidar por la atrevida chica, que a leguas se notaba que venía del barrio al otro lado de la ciudad reconocido por ser habitado por personas adineradas.
Para James ver a la chica fue como un latigazo en el cerebro, sabía que se había portado mal, aunque no sabía exactamente por qué. La migraña que lo atacara después de su despedida le impedía tener claridad sobre las palabras intercambiadas. Se sentía atraído por ella, bien después de ese beso, más que atraído, pero al mismo tiempo había algo, un sentido de supervivencia que le instaba a mantenerse alejado del torbellino de ojos verdes, además no dejaba de pensar que para ella lo vivido en el baile había sido pura diversión de niña rica, por eso no hizo nada cuando vio que sus compañeros la rodearon para incordiarla.
Al, que observó que los jóvenes molestaban a la chica se acercó para detenerlos, pero al mirarla un sudor frío recorrió su frente y espalda, no podía ser, ¿qué hacía ella ahí? Tratando de parecer normal se acercó ─Ya basta chicos dejen a la dama en paz, ¿se te ofrece algo? Dijo mirando a la joven que a pesar de todo no parecía tener miedo, al contrario, una risita salió de sus labios.
─Sí, sabes mi auto no quiere arrancar, pregunté a la gente y me dijeron que aquí me podrían ayudar—respondió.
─ ¿Y no será que le falta gasolina, pecas?, ¿sabes eso también usan los autos? ─Dijo James con tono burlón, detonando con el comentario las risotadas de los demás trabajadores.
Ella volteó a ver al irrespetuoso que le había dicho tal cosa, ladeando la cabeza respondió ─ ¡Sabes muchacho engreído!, sí tú no eres capaz dar mantenimiento a un vehículo ¿no sé qué haces trabajando aquí? ─Dándose la vuelta para referirse a Al ─ ¿me podrías ayudar? por favor.
─ ¡Claro, vamos, llévame!, ¿dónde está tú coche? ─contestó Al ─Ella salió del taller dejando a James entre las burlas de sus compañeros, ya que él se había quedado completamente callado.
─Pero dime, ¿qué hace una chica como tú en un barrio como éste? ─Cuestionó el rubio cuando caminaban rumbo al vehículo.
─ ¡Bueno, yo! ─Dijo tímidamente la joven bajando la cabeza, mientras ideaba cómo explicar su presencia en esos rumbos.
Robin, su amiga del personal de servicio con quien fue al baile clandestino, se quedó maravillada al ver cómo esa blanca pecosa había agarrado el ritmo del Rock and Roll, más asombrada permaneció cuando reparó que “el inglés” la había tomado como pareja, desde que comenzó la música el choque eléctrico que transmitieron con la fusión de sus cuerpos fue obvia, a tal grado que no se separaron por el resto de la noche. La mucama estaba tan emocionada que no paraba de hablar acerca de esa noche, comentándole a Candy todo acerca del chico con quien había danzado, dijo que era conocido en el barrio como “el inglés”, el mejor bailarín, que trabajaba en un taller a unas cuadras de ahí, además de envidiar su suerte por haber bailado con él, ya que era un hombre de trato difícil.
Una revolución de sentimientos y pensamientos mantuvo a Candy aislada de sus amigas durante varios días, se sentía feliz de haber encontrado de nuevo a James, aunque le parecía que no la recordaba, ─ ¿será que no me reconoce o estará fingiendo? ─ Se decía a sí misma, esa situación la tenía desconcertada, no podía creer que él la hubiera olvidado. Por otro lado, también estaba molesta con él por la forma en que la trató al final del baile y como la había dejado ahí parada al pie de la colina que la llevaba al colegio.
De una cosa estaba segura, James, si cuando niños era su amigo, ahora ya mayores le provocaba que sus emociones levitaran cada vez que recordaba los brazos de él sobre su cuerpo, no podía dejar de pensar en él, ni siquiera cuando Archie iba a verla, bueno, a decir verdad, no era que esas visitas le emocionaran mucho, al contrario, eran demasiado monótonas y aburridas.
Precisamente el haber reencontrado a James le había permitido abstraerse de esas horas que pasaba con Archie, quién había cambiado tanto desde que le habían dicho que se casaría con ella, su trato se había tornado posesivo y controlador la quería como una dama perfecta e impecable esposa. Todo había cambiado entre ellos, cuando meses antes eran tan amigos, cómplices de esos momentos en los que hacían rabiar a la tía abuela con sus absurdas reglas, que para la rubia resultaba muy complicado acostumbrarse a la forma en la que su prometido se conducía.
Fue precisamente esa tarde que había ido a comer a uno de los restaurantes más exclusivos de la ciudad, Candy estaba a punto de estallar, dado que él le había mandado a personal para que la maquillaran y peinaran, indicando incluso, el vestido que se pondría, no tuvo más remedio que aceptar, pero eso no quería decir que se sintiera cómoda, aún más cuando la presentaba como si fuera un trofeo, eso terminó por desquiciar a la chica, quien no se contuvo más y levantándose de su silla miró con sus ojos centelleantes de ira hacia el joven.
─ ¡Archibald! ¡basta por favor, no soy un objeto para que me trates como si no existiera. ─
─Cálmate Candice ─reparó Archie autoritariamente, ─ ¡aquí no me digas nada, lo hablaremos en casa! ─
─ ¡No, no, haré lo que tú me digas! Estoy cansada de que me quieras someter a tus decisiones, para eso necesitas otro tipo de mujer, sumisa, sin voluntad propia, cosa que yo no soy─ alegó la rubia.
─ El joven se levantó para tomarla del brazo forzándola a sentarse de nuevo, ─ ¡baja la voz y siéntate! ¡compórtate como una dama! ─
─ ¿dama has dicho? ─ Reparó la joven eso es lo que necesitas, así que deberías buscarte a otra. ─
─ ¡Te lo suplico calmémonos! ¡hablemos como los buenos amigos que siempre hemos sido! ─Rebatió él al ver la determinación de la muchacha, sabía que no lograría nada de seguir enfrentándola.
─ ¿cómo amigos has dicho? ¡creo que hace mucho tiempo que dejamos de serlo! Desde que asumiste esa postura de cabeza de la familia ¿por qué has cambiado tanto? ¿dónde quedó ese joven galante, tierno y amable? ─ gritó la chica provocando que los comensales voltearan a verlos. El joven se quedó pasmado con la cara enrojecida por la pena, ya no hizo nada al ver que la rubia salía del lugar y tomaba su auto rumbo quien sabe a dónde.
Cuando el joven reaccionó sólo alcanzó a gritar ─ ¡espera Candy, Candy!, pero ella había arrancado sin detenerse al doblar la esquina haciendo que los neumáticos rechinaran por la fricción al dar la vuelta. No sabía a donde ir, sus lágrimas bañaban sus mejillas, no, no amaba a Archie, si lo quería como primo, amigo entrañable, pero no como a un hombre.
Calles más adelante se detuvo recargando su cara en el volante tratando de calmarse, cuando levantó sus ojos observó que estaba cerca de la estación de tren, recordando que por ese lugar estaba el taller, donde le había dicho Robin que trabajaba James. Sin pensarlo más comenzó a preguntar sobre el taller donde laboraba “el inglés” por lo que le fue fácil dar con el lugar, para encontrarse con ese lapso de diversión protagonizado por el enigmático chico. Sin dudarlo se adentró para integrarse a bailar con el joven. Sabía que estaba loca por haberlo ido a buscar, pero no podía o más bien no quería estar alejada de él.
Al que notó la turbación de la rubia continuó preguntando ─ ¿No me has contestado, acaso te has perdido? ─ contestándose el mismo ─ ¡No, no lo creo! Dado que tú y James se conocen, así que dime ¿viniste a buscarlo? ─ Ella iba a contestar, cuando la voz potente de “el inglés” le respondió.
─Ese no es tu asunto Al, ¡déjanos solos por favor! ─ acercándose a Candy, quien lo miraba con una sonrisa disimulada. Al asintió con la cabeza, pero antes de retirarse le dijo al castaño.
─ No dejes que se vaya muy tarde, ya comienza a anochecer y estas calles no son seguras, también no sabemos qué desperfecto tenga su auto. ─
James había conocido hace tiempo a Al cuando andaba en busca de trabajo, no sabía ¿por qué?, pero siempre le había dado curiosidad por los motores, le resultaba muy fácil entender su funcionamiento, así como su reparación, cuando le pidió la oportunidad al dueño del taller, se esmeró por no defraudarlo, cosa que había logrado a base de mucha paciencia para aprender de ese hombre que él consideraba como un hermano mayor. El tiempo se había encargado de fortalecer su amistad, al grado que cuando rubio se ausentaba, era “el inglés” el que se encargaba de todo lo referente al negocio.
─ ¿Qué haces por aquí pecosa? ¿soy tan irresistible que vienes a buscarme? ─
—¡Hay Por favor!—decía la joven tratando de ocultar su nerviosismo pues no había pensado en elaborar más allá su débil excusa para haberlo ido a buscar dejando al descubierto sus intenciones. El sentimiento de peligro mezclado con adrenalina pura que le producía estar tan cerca de él le estaba ganando la partida a sus neuronas. El chico tomó a Candy del brazo haciendo que se recargase en el auto, mientras él acomodaba sus brazos sobre el toldo del vehículo uno a cada lado de la rubia acercándose a su cara y con una voz suave, casi un susurro le preguntó.
—¿Por favor qué, acaso quieres que te de otro beso? — La joven intentó alejarse, pero él bajó los brazos tomándola por la cintura, pegándola a su cuerpo. Ella no pudo oponerse, sentía que su cuerpo necesitaba de su calor, de su aroma, si, él era el único que le podría provocar esas reacciones. James fue acercándose lenta y suavemente a su cuello acariciándolo con el roce de su nariz para ir subiendo hacía su mejilla y tomar sus labios. Ambos sintieron una descarga eléctrica que por un momento los hizo olvidarse de todo. El sentimiento fue mutuo, necesitaban cada vez más el uno del otro.
—¡Candy! — un grito enérgico provocó el sobresalto de la chica, quien inmediatamente se separó de James. El inglés se sintió un tanto molesto por la interrupción y aún más por la reacción de la pecosa, pero logró ocultar su fastidio lo suficiente detrás de la media sonrisa y gélida mirada con la que se volvió para ver al de la voz que había reconocido como la del catrín que había sacado la cara por el gallina que arrollará a su madre.
─ ¿Qué se supone que estás haciendo en este lugar y con este tipo Candy? — Inquirió Archie, quien empuñaba sus manos que temblaban incesantemente para contener la furia que sentía hacía su prometida, pero sobre todo para intentar contener las ganas que tenía de borrar esa maldita sonrisa de la cara de ese chico que lo miraba retadoramente por segunda ocasión desde que sus caminos se cruzaran.
CONTINUARÁ…
Fanfic escrito en conjunto por Las Divinas Místicas de Terry para La GF2020
Portada realizada por La Divina Mist \Byul Hye.
Edición de portada por La Divina Laera\Lau4you.
Capítulo 3 por La Divina Psychie\Adry Granchester.
Introducción por La Divina Fedra\Elby8a.