En esta ocasión solo quiero agradecer a cada una de mis compañeras por el apoyo que me han brindado, por su dedicación con el grupo y sobre todo por el tiempo que han invertido para estar presentes creando historias maravillosas.
Decirles que lo único valioso que tenemos en la vida son los seres humanos que amamos , aquellos que nos entregan un pedazo de ellos, su esencia y sobre todo el cariño incondicional, a aquellas personas especiales que nos encontramos en el camino volviéndose una extensión de nosotros mismos.
Compañeras de batalla, gracias por todos los momentos de dicha que me han compartido.
Decirles que lo único valioso que tenemos en la vida son los seres humanos que amamos , aquellos que nos entregan un pedazo de ellos, su esencia y sobre todo el cariño incondicional, a aquellas personas especiales que nos encontramos en el camino volviéndose una extensión de nosotros mismos.
Compañeras de batalla, gracias por todos los momentos de dicha que me han compartido.
Portada, Laera.
¿Segunda oportunidad?
Capítulo 2
Escrito por Maegalle
William ingreso a mí habitación ya entrada la tarde acompañado por la chica e hizo las presentaciones formales –Raissa- me dijo el tío mientras yo lo ignoraba sentado frente a la ventana donde podía sentir el aire gélido de la temporada e imaginaba como una gruesa capa de nieve caía y cubría los jardines de Lakewood –se ocupara de tus necesidades, estará a tu servicio el tiempo que la requieras- no daba crédito que esa mujer, de ahora en adelante me recordaría cada minuto del día que yo soy un inútil que no es capaz de fajarse los pantalones o abotonarse correctamente la camisa. Me gire y el gesto que le ofrecí fue lo suficientemente arrogante para que supiera desde el primer momento que su presencia seria corta y que ella al igual que las otras terminará por hartarse de mí y se iría al finalizar la semana o si tenía suerte… el día siguiente.
El itinerario comenzaba por las mañanas. A primera hora me preparaba la ducha llevándome a ella, si yo no le arrojaba objetos donde apenas la podía vislumbrar estoy seguro que se quedaría a ver cómo me bañaba como un niño pequeño al que su madre le está enseñando como debe hacerlo correctamente. Una vez que terminaba, un mozo ingresaba y me ayudaba a salir de la bañera para después ayudarme a vestir. Ya fuera de esta, la joven me acicalaba el cabello y me colocaba frente a la pequeña mesa que se encontraba en mi dormitorio, ahí…seguramente estaría mi desayuno el cual la mujer me tendría que dar directamente en la boca para que yo no me lo derramara encima. Así era en la comida y la cena, entre estas me leía y religiosamente realizaba mis terapias para que los músculos de mis piernas no terminaran por atrofiarse aún más de lo que ya lo estaban.
Todos los días era exactamente la misma rutina… día tras día, mientras ella hacia su mayor esfuerzo por reconfortarme, yo le devolvía gritos y humillaciones, no soportaba su presencia, deseaba que desapareciera, que se fuera de Lakewood. Uno de esos días mientras la mujer me ofrecía los alimentos, ya no pudo más y cual niño pequeño volqué la mesa sobre ella y reí…reí como no lo había hecho desde hacía mucho tiempo, enseguida mis risotadas fueron calladas por una sonora y muy dolorosa bofetada acompañada por un discurso bastante elocuente a mi parecer.
-¡te crees muy listo niñito idiota! acaso crees que porque estas en esa sillita y apenas eres capaz de saber en dónde me encuentro en este preciso momento voy a compadecerme de ti, que voy a permitir más groserías de tu parte a mi persona… pues te equivocas conmigo, no soy de las chicas que se guardan y aguantan todo, no voy a agachar la cabeza solo porque el niño rico cree que su dinero le da el derecho de tratar a los demás como le venga en gana y que la persona que está a su servicio tiene que soportar sus malos tratos solo por la paga que se nos ofrece, no…no, conmigo te equivocas y de ahora en adelante si te molesta que te trate como un inútil, las cosas se harán a mi modo- no me dio tiempo de replicarle y se marchó de la habitación después de azotar la puerta. Desde entonces todo cambio.
Los días subsecuentes me vi forzado a dirigirme a ella con más respeto y creo que el muro que construí se desmorono poco a poco, ladrillo tras ladrillo fue cayendo sin que me diera cuenta en que momento paso.
No sabía absolutamente nada de la joven que impasible se mantenía a mi lado, manteniendo mis reservas un buen día solo le pregunte.
-¿de dónde eres?- su respuesta inmediata fue – de Líbano- y con voz temblorosa prosiguió – salí de mi país por la guerra, ya sabe… después de la lucha por independizarnos de Francia todo se ha vuelto un caos, el trabajo es escaso y muy mal retribuido. Me fui a Inglaterra para poder ayudar a mis padres, con mis estudios en enfermería pude encontrar trabajo fácilmente, después de la gran guerra todavía hacían falta manos por aquellos lugares. Ahí conocí a la señora Candice…
-lo sé… se quien la envió aquí- le respondí algo molesto, seguramente ella lo noto pues enseguida tomo los utensilios de la comida y sin decir más solo se alejó de mi tras un fuerte portazo en la habitación.
Los días que siguieron después de ese primer acercamiento fueron creciendo en cortas pláticas, yo le preguntaba pequeñeces acerca de su vida y ella sin resentimiento por lo que le hice solo se limitaba a responderme con singular alegría. Me podía dar cuenta que Raissa es una chica que ama la vida, que la vive y la disfruta sin reservas, sin importar lo mala que en ocasiones puede presentarse, ella solo… la disfruta. Me recuerda tanto a Candice, si ella estuviera aquí, seguramente las cosas no serían muy distintas de lo que son ahora mismo.
Pasaron muchas semanas y puedo decir que la mujer lleno un gran vació dentro de mí, no puedo decir de qué forma lo hizo pues ni yo mismo lo sé, pero puedo estar seguro que hoy tengo una amiga y confidente.
Los días que amanezco con los ánimos por los suelos Raissa encuentra la forma de sacarme adelante, como aquel día de primavera que no deseaba salir de la cama. Sin más, entro a mi habitación acompañada por un mozo y me sacaron de la casa, una vez que estuve fuera, el hombre se retiró y ella tomo la silla de ruedas llevándome a no sé a qué lugar, se detuvo y coloco a mi costado diciéndome.
-sabes… hay días que extraño tanto a mis padres y hermanos, pero tengo la certeza que están bien y que me aman tanto como yo los amo, tú Neil ya no los tienes cerca pero estoy segura que donde quiera que estén también te aman
-¿Cómo puedes estar segura de eso? Si aquel día que murieron sentía odiar a mi padre y deseaba que mi madre y Elisa solo se callaran, no las quería escuchar, lo desee tanto que veme aquí, solo… sin nadie que me diga lo que tengo que hacer, sin nadie que me grite o sin nadie que me abrace, estoy completamente solo a no ser por la caridad de la tía Elroy o la lastima de William- le replicaba sollozando.
De pronto, creí que el abrazo que me ofrecía parada frente a mí era sincero hasta que me levantó y con dificultad me saco de la silla, me recostó en el pasto y me arrojo para que yo rodara por un pequeño sendero que en aquel momento me pareció increíblemente enorme pues pude recordar el día en el que acompañado por mi familia rodamos colina abajo donde ellos murieron. Al detenerme pude escuchar mis gritos, no supe en que momento comencé a hacerlo pero no pude parar, grite con más fuerza y lágrimas cálidas rodaron por mi rostro, al fin pude desahogar lo que mi alma mantenía atrapada. Momentos más tarde, la chica se recostó a mi lado diciéndome que “conocía muy bien la tragedia que me sucedió y que para seguir adelante tenemos que enfrentar nuestros miedos o quedaremos atrapados en ellos reviviéndolos una y otra vez”. No puedo asegurar si esto es verdad, no volveré a conducir un auto pero al menos pude sentir que algo en mi interior se liberó. Ya no le guardo tanto rencor a William.
Capítulo 2
Escrito por Maegalle
William ingreso a mí habitación ya entrada la tarde acompañado por la chica e hizo las presentaciones formales –Raissa- me dijo el tío mientras yo lo ignoraba sentado frente a la ventana donde podía sentir el aire gélido de la temporada e imaginaba como una gruesa capa de nieve caía y cubría los jardines de Lakewood –se ocupara de tus necesidades, estará a tu servicio el tiempo que la requieras- no daba crédito que esa mujer, de ahora en adelante me recordaría cada minuto del día que yo soy un inútil que no es capaz de fajarse los pantalones o abotonarse correctamente la camisa. Me gire y el gesto que le ofrecí fue lo suficientemente arrogante para que supiera desde el primer momento que su presencia seria corta y que ella al igual que las otras terminará por hartarse de mí y se iría al finalizar la semana o si tenía suerte… el día siguiente.
El itinerario comenzaba por las mañanas. A primera hora me preparaba la ducha llevándome a ella, si yo no le arrojaba objetos donde apenas la podía vislumbrar estoy seguro que se quedaría a ver cómo me bañaba como un niño pequeño al que su madre le está enseñando como debe hacerlo correctamente. Una vez que terminaba, un mozo ingresaba y me ayudaba a salir de la bañera para después ayudarme a vestir. Ya fuera de esta, la joven me acicalaba el cabello y me colocaba frente a la pequeña mesa que se encontraba en mi dormitorio, ahí…seguramente estaría mi desayuno el cual la mujer me tendría que dar directamente en la boca para que yo no me lo derramara encima. Así era en la comida y la cena, entre estas me leía y religiosamente realizaba mis terapias para que los músculos de mis piernas no terminaran por atrofiarse aún más de lo que ya lo estaban.
Todos los días era exactamente la misma rutina… día tras día, mientras ella hacia su mayor esfuerzo por reconfortarme, yo le devolvía gritos y humillaciones, no soportaba su presencia, deseaba que desapareciera, que se fuera de Lakewood. Uno de esos días mientras la mujer me ofrecía los alimentos, ya no pudo más y cual niño pequeño volqué la mesa sobre ella y reí…reí como no lo había hecho desde hacía mucho tiempo, enseguida mis risotadas fueron calladas por una sonora y muy dolorosa bofetada acompañada por un discurso bastante elocuente a mi parecer.
-¡te crees muy listo niñito idiota! acaso crees que porque estas en esa sillita y apenas eres capaz de saber en dónde me encuentro en este preciso momento voy a compadecerme de ti, que voy a permitir más groserías de tu parte a mi persona… pues te equivocas conmigo, no soy de las chicas que se guardan y aguantan todo, no voy a agachar la cabeza solo porque el niño rico cree que su dinero le da el derecho de tratar a los demás como le venga en gana y que la persona que está a su servicio tiene que soportar sus malos tratos solo por la paga que se nos ofrece, no…no, conmigo te equivocas y de ahora en adelante si te molesta que te trate como un inútil, las cosas se harán a mi modo- no me dio tiempo de replicarle y se marchó de la habitación después de azotar la puerta. Desde entonces todo cambio.
Los días subsecuentes me vi forzado a dirigirme a ella con más respeto y creo que el muro que construí se desmorono poco a poco, ladrillo tras ladrillo fue cayendo sin que me diera cuenta en que momento paso.
No sabía absolutamente nada de la joven que impasible se mantenía a mi lado, manteniendo mis reservas un buen día solo le pregunte.
-¿de dónde eres?- su respuesta inmediata fue – de Líbano- y con voz temblorosa prosiguió – salí de mi país por la guerra, ya sabe… después de la lucha por independizarnos de Francia todo se ha vuelto un caos, el trabajo es escaso y muy mal retribuido. Me fui a Inglaterra para poder ayudar a mis padres, con mis estudios en enfermería pude encontrar trabajo fácilmente, después de la gran guerra todavía hacían falta manos por aquellos lugares. Ahí conocí a la señora Candice…
-lo sé… se quien la envió aquí- le respondí algo molesto, seguramente ella lo noto pues enseguida tomo los utensilios de la comida y sin decir más solo se alejó de mi tras un fuerte portazo en la habitación.
Los días que siguieron después de ese primer acercamiento fueron creciendo en cortas pláticas, yo le preguntaba pequeñeces acerca de su vida y ella sin resentimiento por lo que le hice solo se limitaba a responderme con singular alegría. Me podía dar cuenta que Raissa es una chica que ama la vida, que la vive y la disfruta sin reservas, sin importar lo mala que en ocasiones puede presentarse, ella solo… la disfruta. Me recuerda tanto a Candice, si ella estuviera aquí, seguramente las cosas no serían muy distintas de lo que son ahora mismo.
Pasaron muchas semanas y puedo decir que la mujer lleno un gran vació dentro de mí, no puedo decir de qué forma lo hizo pues ni yo mismo lo sé, pero puedo estar seguro que hoy tengo una amiga y confidente.
Los días que amanezco con los ánimos por los suelos Raissa encuentra la forma de sacarme adelante, como aquel día de primavera que no deseaba salir de la cama. Sin más, entro a mi habitación acompañada por un mozo y me sacaron de la casa, una vez que estuve fuera, el hombre se retiró y ella tomo la silla de ruedas llevándome a no sé a qué lugar, se detuvo y coloco a mi costado diciéndome.
-sabes… hay días que extraño tanto a mis padres y hermanos, pero tengo la certeza que están bien y que me aman tanto como yo los amo, tú Neil ya no los tienes cerca pero estoy segura que donde quiera que estén también te aman
-¿Cómo puedes estar segura de eso? Si aquel día que murieron sentía odiar a mi padre y deseaba que mi madre y Elisa solo se callaran, no las quería escuchar, lo desee tanto que veme aquí, solo… sin nadie que me diga lo que tengo que hacer, sin nadie que me grite o sin nadie que me abrace, estoy completamente solo a no ser por la caridad de la tía Elroy o la lastima de William- le replicaba sollozando.
De pronto, creí que el abrazo que me ofrecía parada frente a mí era sincero hasta que me levantó y con dificultad me saco de la silla, me recostó en el pasto y me arrojo para que yo rodara por un pequeño sendero que en aquel momento me pareció increíblemente enorme pues pude recordar el día en el que acompañado por mi familia rodamos colina abajo donde ellos murieron. Al detenerme pude escuchar mis gritos, no supe en que momento comencé a hacerlo pero no pude parar, grite con más fuerza y lágrimas cálidas rodaron por mi rostro, al fin pude desahogar lo que mi alma mantenía atrapada. Momentos más tarde, la chica se recostó a mi lado diciéndome que “conocía muy bien la tragedia que me sucedió y que para seguir adelante tenemos que enfrentar nuestros miedos o quedaremos atrapados en ellos reviviéndolos una y otra vez”. No puedo asegurar si esto es verdad, no volveré a conducir un auto pero al menos pude sentir que algo en mi interior se liberó. Ya no le guardo tanto rencor a William.
Imagenes, Adry Grandchester.
edicion, Laera.
edicion, Laera.
Última edición por Nanamy el Vie Abr 24, 2020 1:20 am, editado 1 vez