Hola chicas, espero que todas se encuentren bien, esta dificil con la cuarentena pero que se le hace, en verdad cuidense mucho, aca en CDMX esta horrible el calor, en fin, no queda otra mas que cuidarnos, y pues aprovechemos el aislamiento para escribir historias hermosas de nuestros rebeldes, les mando un fuerte abrazo a todas y gracias a quienes me leen.
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PARTE 9
Esa parte de mí, que no puede dejar atrás lo sucedido con Susana en ocasiones viene a torturarme en sueños, y esta noche es una de ella, los recuerdos se agolpan con tal brusquedad y crueldad que hacen parecer todo tan real, a pesar de que en mi subconsciente sé que esto es un maldito sueño, no puedo despertarme, los meses siguientes después de mi separación con Candy, fueron muy difíciles, más cuando regrese al lado de Susana, para ese tiempo ella estaba en malas condiciones, había dejado el tratamiento para su pierna y también la rehabilitación que los médicos había sugerido, su madre se encargó de culparme por el mal estado de salud de Susana, al grado que en verdad sentí culpa, había roto promesas y decepcionado a mucha gente, tuve que sacar fuerzas quien sabe de dónde para levantarme, hasta que lo conseguí, pero no tuve la misma suerte con Susana, ella siguió empeorando y finalmente murió en la habitación de un hospital, al lado de su madre, aun por mi mente pasan las vivas imágenes del velorio, bastante gente del medio teatral dándome las condolencia, pero si soy honesto, no me dolía su muerte, todo lo contrario sentía que me liberaba de esas cadenas que me tenían atadas. Su madre, por su parte no dejaba de culparme por haber abandonado a Susana cuando ella más me necesitaba, pero estoy convencido que no fue mi culpa, cada quien es responsable de sus acciones y las de Susana fue no cuidarse como se lo indicaron los médicos, así que no… yo no la mate, pero en ese momento no lo entendí y me deje llevar, estaba tan sumergido en mis pensamientos que siquiera prestaba atención a quienes se acercaban a mí, el rostro de Robert y el de su esposa eran los más conocidos para mí, mi madre estuvo de incógnita para darme consuelo, sí, a pesar de todo ella estuvo ahí, sentada junto a mí, apoyándome, una mujer se acercó a la madre de Susana y esta se echó a llorar en sus brazos, yo la mire por un instante, siquiera pregunte quien era, no me interesaba así que no le preste atención, solo recuerdo la dureza en su rostro.
- ¡Ah! – me levante en un grito, transpiraba y temblaba, mis ojos estaban tan abiertos como platos, en verdad estaba consternado por mi sueño, pero sobre todo por la parte final, que diablos hacia la señora Bellamy en mis recuerdos, avente la ropa de cama hacia un lado y me puse de pie, levante la cortina aún estaba oscuro, mire mi reloj y vi que faltaban un par de horas para levantarme así que me volví a la cama y me tape, tenía la firme intención de volver a dormir pero ya no pude, me la pase dando de vueltas, pensando... pensando, tratando de hacer conjeturas que me llevaran a relacionar a Bellamy con mis sueños. Me sentía tan confundido que no pude seguir en cama, tome un baño y después abandone mi recamara, fui a la torre de vigía del río, hacia bastante frío lo bueno es que llevaba mi abrigo y bufanda puestos, además de los guantes, saque mi antigua pitillera, la que utilizaba en el colegio, mire los cigarrillos - ¡ufff! – exclame – hace tanto que no fumo – por primera vez en mucho tiempo sentí la necesidad de poner un cigarro en mis labios, quise contenerme pero en ese instante mis ansias fueron más grandes que mi fuerza de voluntad, coloque un cigarrillo en mis labios y lo encendí, al dar la primera fumada sentí una especie de satisfacción, me recargue en el pretil del puente y mire alrededor, el archipiélago del rio San Lázaro parece sacado de algún cuento de ficción, volví a darle una fumada a mi cigarrillo, en ese preciso momento voltee hacia la puerta de la torre y me percate que no estaba el candado que la mantenía cerrada, mire a mi alrededor con la intención de saber quién lo había abierto, la curiosidad me invadió de repente – ¿y si entró? – me cuestione al tiempo que tiraba el cigarro y lo apagaba con la suela de mi zapato – no creo que sea correcto – comencé a pelear conmigo mismo – pero, la curiosidad me mata – dio el primer paso hacia la torre, tome la manija de la puerta y antes de entrar volví a echar un vistazo para ver si nadie me estaba observando, al entrar había una primera torre con una pequeñas escaleras, las cuales subí a tientas, encendí un cerillo para iluminarme, en ese lugar no había más que algunos muebles en desuso, estaban llenos de polvo, antes de que se apagara el cerillo alcance a ver una vela sobre la mesa, volví a encender otro fosforo y tome la vela, hice varios intentos de prender el pabilo ya que la humedad del lugar era difícil, hasta que finalmente la luz en la vela ya no se apagó, la tome y baje las escaleras, cruce otra puerta y detrás había una habitación bastante amplia, la cual imagine que fungió en algún tiempo como estudio, pero ahora solo era una bodega que resguardaba cajas y más muebles, en una de sus paredes había un gran libero de madera que ya estaba enmohecido, me acerque y lo ilumine, los libros de igual manera estaban demasiado maltratados y el particular olor de la humedad los invadía al grado de que me dieron nauseas, en la pared interior había un pequeño pasillo que llevaba a otras escaleras a una torre más alta, al poner el pie en el primer escalón sentí como si un imán me jalara, fue una sensación extraña, pero no me dio miedo, sentía que en ese lugar encontraría respuestas a las preguntas que me estaba haciendo una hora atrás, cuando llegue al último escalón vi que frente a mi había una puerta de madera, demasiado rustica y vieja - ¿desde cuándo no le dan mantenimiento a este lugar? – me cuestione y abrí la puerta, pensé que encontraría a alguien, pero estaba completamente solo, por dentro ese lugar no estaba tan descuidado como lo demás, me acerque a la ventana de vigilancia, la abrí, se encontraba en muy buen estado y desde ahí se podía apreciar de manera maravillosa el caudal del río y las demás islas con sus respectivas mansiones - ¡Wow!, no dejo de sorprenderme, en ese momento el viento que se coló por la ventana apago la vele, volví a encenderla, cerré la ventana y regrese mi mirada, en un costado había una cajonera, sobre esta un florero con trilios blancos, cosa que me sorprendió, ¿que no se suponía que nadie podía cortar esa flor?, recordé las palabras de la señora Bellamy. Me pareció muy extraño el modo en que estaba ordenado, parecía una especie de altar, nuevamente apareció esa extraña energía que me atrajo como imán, me acerque a paso cauto y mire que también había una cera terminada - ¡sí, es como un altar! – murmure, sentí la necesidad de seguir buscando, así que abrí el primer cajón, en el cual había solo libros aparentemente de contabilidad, luego fui por el segundo cajón y me seguí sin encontrar nada sospechoso, hasta que llegue al último, mi mano comenzó a temblar de repente, estaba en cuclillas, sentí un ligero mareo así que me detuve por un instante - ¿acaso esta sensación es una advertencia? – aun dudoso, tome el tirador y jale el cajón, se encontraba ordenado a la perfección, había algunos sobres, el papel estaba amarillento por el paso del tiempo, los tome con mis manos temblorosas - ¡qué sensación tan extraña! – pensé, en ese momento mis ojos se llenaron de sorpresa al ver que debajo del sobre estaba nada más y nada menos que uno de los carteles de romeo y Julieta, solté el sobre y tome el cartel, era el que anunciaba la obra con Susana y conmigo de protagonistas - ¿Qué hace esto aquí? – sentí un frío recorrer mi espalda, mi curiosidad fue creciendo así que seguí hurgando como un vil ladrón, pero… pero yo tenía que averiguar lo que estaba pasando, empecé a buscar algo que me diera un indicio que aclarara las dudas que ahora me estaban matando, cuando comencé a sacar los demás papeles un pequeño sobre cayó al suelo, el sonido que hizo llamo mi atención - ¿y esto es? – lo tome con mis manos - ¡una carta! – la voltee para ver el remitente, sentí como la expresión de mi rostro se fue distorsionando al tiempo sé que tensaba - ¡esto no puede ser! – creó que deje de respirar por un momento, saque a carta del sobre y comencé a leerla, seguí buscando y aparecieron más cartas, todas eran de Susana e iban dirigidas a la señora Marina Bellamy Marlowe… Me lleve las manos al rostro, no podía creerlo que había descubierto, ahora entendía todo - ¿Cómo no me percate antes? – me recrimine, pero el día del sepelio de Susana no preste la más mínima atención a las familias de su madre. Después de leer algunas de las cartas pude percatarme de que Susana nunca le informo a señora Bellamy sobre mi relación con Candy, solo se encargó de hablarle de mí, de lo mucho que me amaba y también de lo mucho que le dolía mi rechazo, me talle los ojos una vez más, en el fondo yo quería que todo lo que había descubierto fuera un error, una mentira, pero tenía que enfrentar las consecuencias de mis actos, además no era como si yo fuese a quedarme con los brazos cruzados, no iba a permitir que la señora Bellamy me siguiera atacando o tratándome mal como lo hacía día a día, guarde todo tratando de dejarlo en el mismo orden que lo encontré, estaba por retirarme solo que en ese momento escuche un ruido que provenía de la planta baja, supongo que Bellamy regreso a seguir orando por el descanso de su sobrina, ¡Sí!, la sobrina de Bellamy y de la que me hablo Maggi, era Susana. Apague la luz de la vela, como el buen dramaturgo que soy improvise la atmosfera adecuada para encarar a esa mujer, la escuche subir por las escaleras y por las rendijas de la rustica puerta de madera vi como el corredor se fue iluminando hasta que finalmente abrió la puerta y volteo para cerrarla, cuando se volvió e ilumino el lugar donde estaba el altar de su sobrina vio que no estaba sola.
- ¡Ah! – lanzó un grito, por el susto y dejo caer la cera, la cual se apagó de inmediato al contacto con el suelo.
- ¡Buenos días!, señora Bellamy – dije en cuanto encendí la vela que sostenía en mi mano, la mujer estaba pálida, como si hubiese visto un fantasma.
- Us… usted, ¿Qué está haciendo aquí? – me preguntó aun impactada por verse descubierta.
- ¡Marina Bellamy Marlowe!, prima hermana del padre de Susana – dije esbozando una sonrisa - ¿no es así? – pregunté mientras le mostraba la carta que tenía en la mano, la mujer apretó los dientes.
- ¿Usted hurgó mis cosas? – casi corrió para arrebatarme la carta.
- No lo niega – dije pensativo – entonces estoy en lo cierto – le había dado el beneficio de la duda.
- Debí de haberle creído a la madre de mi sobrina cuando me dijo que usted es una persona indeseable – expresó haciendo una rabieta.
- ¿Así que usted es de las que juzga sin conocer a las personas? – le extendí el sobre y ella me lo arrebato.
- Lo conocí a través de las cosas que me contaba mi adorada sobrina – respondió con un tono de voz, que no iba de acuerdo a la expresión de pesadumbre de su rostro – y de lo que su madre me conto el día del sepelio – se sentó en una caja de madera – y sé que ella murió por su culpa – parecía como si su voz fuese a quebrarse en cualquier momento.
- Ella le conto solo su parte – le asegure, yo no quería enemistades con nadie, lo único que yo deseaba era ayudar a Candy con su rehabilitación y la señora Bellamy se había convertido a últimas fechas en un obstáculo, y bueno ahora entendía el porqué.
- ¿Qué me va a decir? – me grito – que usted la amaba y la trataba bien – sus manos se aferraron a la falda de su vestido – ella lo amaba de modo incondicional y usted solo le trajo desgracias – comenzó a llorar – primero sufre por su rechazo – se limpió el rostro con dorso de su mano – luego pierde su pierna por salvarlo a usted – Bellamy me miro con recelo – y después la abandona a su suerte y ella… no logra superarlo – comenzó a sollozar, en verdad esta mujer está demasiado dolida por la muerte de Susana – ella se dejó morir por usted – me reclamó y tal vez con justa razón, no justifico mi abandono a su sobrina, pero no fui yo quien le dijo que dejara el tratamiento – usted es el causante de mi dolor – con todo y carta, se llevó las manos al pecho, como si con esa acción quisiera calmar su sufrimiento.
- Señora Bellamy – hable claro y conciso – yo siempre he vivido enamorado otra una mujer – confesé, ella me miro sorprendida – desde que tengo dieciséis años – me puse serio – eso fue mucho antes de que conociera a su sobrina – confesé – Susana lo sabía y aun así se aferró a mí – dije esas palabras con el peso que me generaba el solo recordarlo – hubiese preferido ser yo quien perdiera la pierna en ese accidente – la mujer no apartaba la vista de mí – yo no le pedí que me salvara y tuve que cargar con la culpa por meses – suspire – es verdad que yo me aleje de Susana, pero no era vida digna la que yo le hacía pasar con mis desprecios y la que ella me hacía pasar con sus chantajes y reclamos – me acerque a la ventana – cuando volví ella había dejado el tratamiento y su salud estaba en declive – le dije, yo quería que ella supiera que no era mi culpa que Susana muriera – por más que trate de animarla… no quiso poner de su parte – mis hombros estaban caídos – y vino lo inevitable – mordí mi labio inferior.
- ¿Quién es la mujer que usted ama? – me pregunto con curiosidad, aunque yo pude ver en sus ojos que ella ya sabía la respuesta.
- La señorita Andley – confirme su sospecha – ella y yo estudiamos en el mismo colegio en Londres, por situaciones ajenas tuvimos que separarnos por un tiempo, fue en ese lapso que conocí a Susana – por mi mente paso ese recuerdo – yo siempre he sido hermético con respecto a mi vida privada, así que nunca le dije a nadie sobre mi relación con Candy – la señora Bellamy escuchaba atenta a mi relato – eso incluyo a Susana, no sé en qué momento ella se enamoró de mí, pero cuando yo volví a ver a Candy reanudamos nuestra relación hasta ese invierno – me costó trabajo contar la última parte de esa historia, aun me dolía – creo que lo que siguió, usted ya lo sabe – trato de recobrar la compostura – no era mi intención invadir su privacidad – le pedí disculpas por buscar donde no debía – pero no podía permitir que usted siguiera poniéndome el pie – dije seguro de mis palabras, quería que le quedara claro que no iba a declinar mis esfuerzos de recuperar a Candy, por nada ni nadie, camine hacia la puerta, estaba por salir cuando ella hablo.
- Joven Grandchester – se puso de pie – yo siempre le dije a Susana que no se aferra a usted – me hizo saber, siquiera la voltee a ver – pero la apoye en afán de tenerlo a usted, sin imaginar las consecuencias que esto traería – al parecer la señora Bellamy también sentía culpa por la muerte de su sobrina – ella era lo que yo más amaba en el mundo – dijo con un profundo dolor al grado de que se podía sentir su alma desgarrada – mi Susi era lo único que me quedaba del hombre que ame – esa última confesión no me la esperaba, me volví hacia ella, la dama estaba de espaldas, giro su rostro hacia a mí, sus ojos estaban humedecidos y por primera vez desde que la conocí me sonrío, yo tome ese gesto como un pacto de paz – pronto amanecerá – me dijo mientras volteaba su rostro hacia la cajonera – vaya a arreglar la terraza – me ordenó con seriedad – y por favor, no corte los trilios – se agacho a recoger la vela que había en el piso y la encendió.
- ¡Como usted ordene!, Bellamy – hice una reverencia y salí del lugar, con el alma un poco más tranquila, por un instante ella me dio un poco de pena, el saber que también había perdido un amor por partida doble era triste, pero de algún modo me sentía feliz, por fin me estaba librando de los obstáculos que se estaban interponiendo entre Candy y yo, la señora Bellamy había quedado fuera de la jugada, ahora solo me faltaba resolver el otro problema que se atravesó de improviso… tenía que quitar esa pieza llamada Andrew Billard.
CONTINUARA…