DECIMOCTAVO APORTE – PELOTON PECOCITAS
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Los personajes de Candy Candy pertenecen a sus creadores Kyōko Mizuki y Yumiko Igarashi respectivamente. Todo se ha escrito sin fines de lucro, solo para entretenimiento, y lo que se presenta son simplemente ideas de una servidora. Saludos a todas mis compañeras del Pelotón Pecocitas, especialmente a mi querida amiga y compañera Nerckka Andrew por ayudarme a preparar todos los años los regalos para todas ustedes y a mi querida amiga Maravilla121 de Fanfiction quien siempre me apoya leyendo mis borradores. Gracias, amigas, de verdad les agradezco todo su apoyo.
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Mi Duquesa
Capitulo - 4
Ella palideció, ¿de qué estaba hablando este cretino?
— No…no entiendo.
— Ah, ¿no lo sabes? —, preguntó socarronamente.
Ella solo negó preocupada.
— ¿Dime que te dijo Albert cuando llegó golpeado ayer?
Ella abrió los ojos asustada, ¿cómo diablos sabia él que Albert había sido asaltado cuando salía de una junta?
— Aalbert tuvo un problema ayer, ¿por qué me preguntas eso? ¿Cómo sabes eso? —, contestó nerviosa.
— ¿Así que no te lo dijo? —, sonrió burlón.
— ¿Decirme qué? No entiendo.
— Que en la junta de negocios que tuvo ayer, uno de los socios habló mal de ti. Albert por supuesto defendió tu honor y hubo golpes. Al final, el negocio de tu familia no se hizo.
Candy palideció, eso no lo sabía. Recordó que su padre, Albert y Archie estuvieron encerrados en la biblioteca hasta la madrugada, pero pensó que estaban ultimando los detalles del nuevo negocio que harían en esas vacaciones. Se sentó confundida. Terry la miró triunfante, la tenía en sus manos.
— ¿Sabes dónde está Archie en este momento?
La rubia levantó la vista y se encontró con una mirada seria. Solo asintió a negar con la cabeza.
— En este momento mi abogado lo está sacando de la cárcel.
— ¿Qué? — se levantó asustada.
—Alguien hablo mal de ti en un restaurante y tú sabes cómo es tu primo.
— ¿Qué le paso? —, preguntó asustada — ¿Los niños, Chantele, Stephanie? ¡¡Oh, Dios! —, se dejó caer destrozada llorando. Él quiso abrazarla, pero sabía que la rubia lo rechazaría. Solo atinó a calmarla.
— No te apures, el asunto no paso a mayores, mis guardias pararon todo. He tenido a tu familia vigilada. También mi abogado a callado el escándalo que provocó su pelea. No tardaran en llegar. El negocio que Albert perdió, también lo recuperaran. Nadie se atreverá a meterse con la familia de la futura Duquesa de Grandchester.
Ella se levantó llorando y se le fue encima pegándole en el pecho.
— Tú tienes la culpa de todo, te odio, te odio.
Terry no dijo nada, aguantó todo. Dejó que llorara y se desahogara. Una angustiada Dorothy escuchaba todo afuera. Quería correr y decirle todo lo que pasaba a sus patrones, pero sabía que si hablaba la situación entre la pareja sería peor.
— Perdóname, Candy, por favor perdóname. Sé que me odias, pero tienes que casarte conmigo si quieres que tu familia viva en paz.
La rubia lo miró bañada en lágrimas, todo era su culpa, pero el maldito tenía razón. Se apartó de él furiosa. Se limpió sus lágrimas con furia y lo miró con desprecio. Le iba hacer la vida imposible como él se la estaba haciendo a ella.
— Esta bien Grandchester acepto, pero con condiciones.
Él la miró molesto.
— ¿Condiciones?
— Solo quiero ser tu esposa de nombre, nada más —, gritó desafiante.
Terry la fulminó con la mirada, pero sonrió burlón. Si ella creía que con esa condición él iba a desistir está equivocada. Ya le rogaría ella que la hiciera su mujer.
— ¿Es todo?
Ella se sorprendió ante su reacción, pensaba que él se iba a negar. Ningún marido aceptaría algo así si estuviera interesado en su esposa, pero claro él la detestaba solo quería mortificarla. ¡Ah como lo odiaba!
— Quiero vivir temporadas con mi familia en América.
Terry suspiró frustrado, Candy estaba abusando, pero sería paciente.
— No hay problema.
— No quiero restricciones en cuanto a mis amistades o cariños.
— ¿No entiendo?
— Es decir, no quiero que tengas problemas con Archie, él es una de las personas que más quiero en mi vida.
Terry se molestó, pero lo disimulo; tenía que tragarse sus celos si quería tenerla a su lado. Después de todo “el Elegante” era su primo, no su rival de amores de colegio.
— No habrá problema, es tu primo.
— Quiero seguir trabajando.
— ¿Trabajando?
— Me gradué de doctor Grandchester —, dijo orgullosa.
Él la observó asombrado, no sabía que Candy se había graduado de doctor y trabajaba, pensaba que al ser hija de una familia pudiente solo se dedicaba a ser obras de caridad. La había mandado investigar y lo único que le intereso del reporte fue la parte dedicada a su vida sentimental. Como siempre era un imbécil, Era importante saber que fue de ella esos años que estuvieron separados si quería conquistarla.
— No sé Candy, todo depende de tus actividades del ducado.
— Pero…
— Por mí no hay problema siempre y cuando tengas el tiempo —, se quedó pensando que bella se vería con hijos, pero sacudió la cabeza. Eso sería imposible ella lo detestaba.
— Entiendo, me organizaré y tendré tiempo para todo —, él le sonrió. Ella sintió una extraña punzada en su estómago al ver el guapo rostro de Terry relajado, pero desechó esa sensación. No podía olvidar lo que había pasado entre ellos. — También tengo amigas y amigos y yo— Terry caminó furioso hacia ella interrumpiéndola. Si ella creía que él iba hacer un cornudo, estaba equivocada. Ella retrocedió asustada hasta que su espalda toco una fría barrera. Ella quiso escabullirse, pero él se lo impidió.
— ¿De qué amigos estás hablando Candy? — gruñó mirándola furioso a los ojos.
Ella tragó seco, la estaba intimidando, pero ella no estaba haciendo nada malo. Solo quería su libertad. Sabía cómo era su carácter explosivo y no quería ser una muñeca de aparador.
— Eh…yo solo estoy hablando de mis compañeros de trabajo y de las personas con las que he convivido los últimos años —, pensó fugazmente en Kenneth Boyle, ella había pensado en aceptar su propuesta y todo había terminado de la peor manera.
Terry la miró fijamente, ella le estaba ocultando algo.
— ¿En quién estás pensando Candy?
Ella se sonrojó, ¿cómo rayos se dio cuenta?
— Yo —, lo miró con tristeza, derrotada y suspiró profundamente antes de continuar. — Tengo que mandar una carta a…a una persona que ha sido —, se calló, no tenía caso decirle nada, ¿o sí?
— ¿A quién Candy? —, la interrogó celoso.
Ella lo miró con rencor, ¿con que derecho la hostigaba? Por su culpa estaba metida en este lío. Kenneth iba hacer su novio y tal vez su esposo. Y de la noche a la mañana su vida cabio completamente por culpa de Terry.
— Se supone que yo debo dar una respuesta cuando regrese a América a una persona. Pero ya no tiene caso, todo ha cambiado. Aun así, debo mandarle una carta diciéndole que me voy a casar con otra persona, es lo correcto. —, lo miró fijamente. Prefería ser honesta y no tener problemas en el futuro.
— ¿Y qué respuesta le pensabas dar Candy? Si se puede saber —, preguntó mordaz.
— Lo iba aceptar Grandchester — Terry palideció al escucharla. Sintió unos celos intensos. — Kenneth tiene varios años cortejándome y por fin había aceptado hacerle caso. Aunque él no tenía idea de lo que yo pensaba hacer. Yo quedé en darle una respuesta a mi regreso —, dijo tranquila. — Pero las cosas no salen como uno las planea. Si yo lo hubiera aceptado la primera vez que me lo pidió, en este momento probablemente ya tuviéramos un bebito —, sonrió con tristeza y melancolía. Ella le debía mucho a Kenneth, fue su mejor amigo en los últimos anos. Al mirar la mirada furiosa de Terry, levantó la barbilla y lo encaró.— Yo tenía una vida antes de este viaje y me imagino que tú has tenido una vida también. Después de la manera humillante con que mandaste echarme del teatro y de tu departamento hace años, cada uno ha hecho su vida. Tú quedaste en mi pasado. Yo no tengo nada de qué avergonzarme. Puedes investigarme todo lo que tú quieras — Terry tragó seco.
Si ella supiera que él acaba de terminar de leer el informe de su vida sentimental por la mañana; probablemente le estrellaría un florero en la cabeza por no confiar en ella. Afortunadamente ella no estaba comprometida, aunque fue informado que tenía un fastidioso pretendiente, el idiota que ella le mencionó anteriormente, el tal Kenneth. Por eso decidió forzarla porque ese tipo venía siguiéndola a Inglaterra, sus contactos se lo habían comunicado. Pero ni él, ni un millón como él le quitaría a su mujer, sí Candy era suya, solo suya. Ya había perdido muchos años por haber sido un estúpido, esta vez no la iba a perder. Ajena al drama que Terry tenía, Candy sonrió sarcástica al ver su actitud.
— Es más, me imagino que ya has de haber investigado. Tú nunca has confiado en mí, le crees a todos menos a mí. Me lo demostraste en el pasado y lo seguiste demostrando en ese escándalo que organizaste —, él enrojeció. — Lo ridículo fue que debiste de hacerlo antes, pero tal parece que eso nunca te importó. Te convertiste en mi juez y jurado, pero sabes una cosa Grandchester. Eso ya no me importa, eso está en el pasado, muerto esta. — Lo miró desafiante y con odio. Terry palideció, al parecer Candy aun no olvidaba eso. —Tú en cambio —, le apuntó el pecho con el dedo, — has tenido una vida llena de escándalos amorosos, eres un Casanova. Al menos eso es lo que he leído en los periódicos —, Terry sonrió al pensar que ella estaba celosa. Ella lo fulminó con la mirada. ¡Ah! como lo detestaba. Burlona le gritó, — pero yo Grandchester, no te estoy reclamando nada, no me importa lo que has hecho porque sencillamente no te amo —, él apretó los puños molesto y dolido por su desprecio. — Eso Grandchester, es el pasado, algo que como te dije antes no me importa — lo retó con la mirada.
Aunque por dentro estaba sí preocupada. Claro que le importaba lo que él hiciera con otras mujeres, pero nunca se lo diría primero muerta que aceptar que sentía algo por él. Su esposo era muy guapo y no dudaba que él la engranaría inmediatamente. Solo esperaba el fuera al menos discreto con sus aventuras, pero tampoco quería ser la burla de Inglaterra. También estaba la honra de su familia, eso sí le importa y la mortificaba muchísimo, por eso estaba aceptando este horrible arreglo. El bienestar de su familia estaba primero que el de ella.
Ambos bajaron la vista después de retarse con la mirada, este matrimonio no iba a ser nada fácil. Ella se alejó hacia unas fotos; el atractivo duque joven siguió con la mirada la silueta amada. Le dolía su odio y desprecio, pero se lo merecía por haber sido un imbécil.
— El matrimonio, ¿Cuándo quieres que se celebre —, preguntó él queriendo cortar la tensión que había entre ellos.
Candy lo observó indiferente, le daba igual. Mañana, en una semana, en un año, en diez. Sería la esposa de un hombre que la había humillado, despreciado y pensaba lo peor de ella. Por mucho que le hayan explicado, él le creyó a todo el mundo menos a ella. Ni siquiera el dio la oportunidad de hablar. La juzgó y condenó sin oportunidad de defenderse. Por eso le dijo todo lo de Kenneth no quería más secretos ni malentendidos, ya habían sido demasiados en seis años.
— Cuando tú quieras, mi familia estará aquí solamente unos meses; desgraciadamente tienen que regresar a América.
— ¿Quieres encargarte de la organización o prefieres que alguien de mi confianza lo haga?
— Prefiero que lo organice alguien de tu confianza —, contestó apática.
Terry suspiró desalentado.
— Esta bien, te enviare una persona para que organice todo a tu gusto. Me retiro, si necesitas algo manda un mensaje al palacio Grandchester.
Ella asintió con una leve inclinación; pedía a gritos que se marchará.
Él se despidió besándole la mano y camino hacia la salida. Ella cuando estuvo sola se acercó a la ventana a ver la caída del sol. Escuchó unos pasos tras de ella y sonrió, de seguro era su padre o Albert. Se dio ánimos y volteó sonriente.
— Estoy b…—, las palabras muriendo en su boca al darse cuenta de la identidad de la persona que estaba tras de ella. — Grandchester, ¿tú? ¿Necesitas algo?
Terry frunció el ceño, odiaba que lo siguiera llamando por su apellido.
— Sí, me olvide de algo.
— ¿De qué?
Sacó de su bolsillo una cajita de terciopelo y la abrió. Era un anillo de oro con el escudo del ducado con un diamante enorme en el centro y dos esmeraldas a los lados.
— El anillo de compromiso.
Sin esperar respuesta, le puso el anillo en su mano izquierda, ella lo observó atónita. No esperaba eso.
— Serás mi esposa en unos días Candy, prepárate —, la miró profundamente a los ojos, y después depositó un tierno beso en su frente y en su mano que la hizo estremecer.
— Vendré mañana.
Ella se quedó muda. Él se dio la media vuelta, pero antes de salir se giró.
— Ah Candy, tú me has dicho todas tus condiciones y las he aceptado todas, ¿correcto? —, ella asintió. — Yo solo necesito un favor de mi futura duquesa.
Ella asustada preguntó.
— ¿Cccuál?
— No te apures, no te estoy pidiendo nada que perturbe tu integridad virginal —, contestó burlón, la joven se puso roja de vergüenza ante tal declaración.
— Terry —, dijo burlón.
— ¿Terry? — preguntó confundida ella.
— Sí, Terry es el nombre que quiero que uses para mí. No quiero volver a escucharte llamarme Grandchester, por favor.
Ella lo observó estupefacta, ¿para eso le había dicho tanta tontería?
— ¡Ah!, y respecto a tu primera condición, no haré nada que tú no quieras —, Candy lo miró confundida. ¿De qué condición estaba hablando? ¡Oh! Cuando se dio cuenta, se ruborizó mortificada. Terry sonrió burlón. — Hasta mañana, futura duquesa de Grandchester —, le hizo una venia y se marchó ante una fúrica Candy que solo atinó a arrojar un jarrón a la puerta, cuando lo vio desaparecer. Terry escuchó el fuerte golpe y sonrió. Su “Mona Pecas” estaba molesta.
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Días Después
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— Los declaró marido y mujer. Puede besar a la novia.
Terry levantó el velo y se encontró con el hermoso rostro de una asustada Candy. Su corazón latió acelerado. La amaba, aunque sabía que ella lo detestaba, pero trataría con todo su ser de conquistarla nuevamente.
Terry sonrió todo le había salido como lo había planeado. Acorraló a los Andrew con lo del escándalo y Candy no tuvo otra salida, más que aceptar esa boda; ella nunca sabría nada de todo lo que hizo para obligarla. Ahora era su duquesa. Le llevaría tiempo enamorarla, pero lo haría poco a poco.
Tomó su rostro y besó tiernamente a la joven, ella se dejó llevar por el momento.
La vida de esta pareja no sería fácil, había obstáculos que tendrían que superar juntos, pero aquel amor de juventud aun existía en ambos. Solo era cuestión de tiempo. Juntos de la mano salieron de la catedral y juntos de la mano seguirían enfrentando la vida. Algún día en el futuro les terminaré de contar la vida de esta pareja, pero eso amigas será en otra historia.
¿Fin?
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