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AMISTADES PELIGROSAS CH. 3
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AMISTADES PELIGROSAS CH. 3
Un suave roce en mis dedos me entibió el corazón, la ternura que percibí me recordó a mi hermano. Después frío una sensación de abandono me invadió Stear mi compañero, mi cómplice de fechorías no está. Yo toco la gaita en su funeral, es la despedida para él, para ellos, mis hermanos los autodenominados tres mosqueteros de los cuales tan solo he quedado yo. Algo más ha muerto en mí, desde ese día no he logrado ser recuperarme.
Estoy recostado de lado sobre mi brazo el peso de mi cabeza me molesta. Percibo movimiento junto a mí, abro los ojos y lo tengo de frente, viéndome y no sé cómo interpretar su mirada, sus cobaltos me escudriñan, pero no es con enojo, al menos eso me queda claro y siento un alivio que no sé cómo explicar. Todo lo que recientemente aprendí acerca de Terry me hace querer estar en su lado bueno. No quiero decepcionarlo. De repente me doy cuenta que le estoy viendo a los labios, esos finos labios bien delineados, no tiene el lunar, pero son exactamente iguales, perfectos y paso saliva con dificultad.
Sigo adormilado, no sé si lo imagino o lo veo extender su mano hacia mí. Me toma de la nuca, es imposible que no me inquiete ante la intensidad de su mirada, me roba el aliento, y me encuentro buscando aire. Se acerca y no pide permiso, simplemente me besa, ¡ME BESA! y yo quiero quitármelo o al menos eso es lo que dice mi cerebro, debería querer quitármelo de encima, molerlo a golpes, ¡pero no es así
Todo lo contrario, las respuestas de mí cuerpo traicionan mis pensamientos. Abro más la boca y nuestras lenguas se encuentran explorándose, ¡ávidas de más!
No me doy cuenta en qué momento ha bajado su mano, hasta que siento su toque sobre mi miembro a través de los pantalones, Terry me recorrió tan solo con las yemas de sus dedos mi endurecida protuberancia a lo largo y ancho, ese simple roce me estremeció. Me pierdo en lo placentero de la caricia y me doy cuenta que he cerrado los ojos.
El sigue sin decir nada y yo me quiero morir ¿qué diablos me pasa? Se separa de mí abruptamente y en esta ocasión lo que veo reflejado en su mirada no me agrada.
—Listo, ahí tienes tu pago, conozco a los de tu clase, ¡ya te puedes largar! — me dice con todo el desprecio cargado en su rostro, sonríe malicioso y se vuelve a recostar en la cama, cruzando los brazos detrás de su cabeza.
Me levanto sin decir nada, escribo algo en un papel. Me dirijo al baño para acicalarme rápidamente, no puedo permanecer ni un segundo más allí. Me fajé la camisa en el pantalón y la condenada erección no se bajaba, sabía el remedio, pero…
¡Que me partiera un maldito rayo antes que hacerme una paja provocada por Terrence Grandchester! No me quedaba otra opción más que un baño de agua fría. Afortunadamente mi ropa estaba colgada en el armario del baño odio bañarme y no tener algo limpio que ponerme. Me tomé mi tiempo para calmarme. Trataría de no pensar en lo sucedido primero porque no quería ni imaginar las repercusiones que tendría. Segundo porque mi verga estaba dura y de solo recordar se volvía a inflamar. ¡Ah! Terminé haciéndolo, en contra de mí, en contra de lo que jamás en mis locas fantasías habría podido imaginar. Esos dedos firmes con su cálido toque, la lengua en mi boca, que debería haberme asqueado y sin embargo no se comparaba a ninguno de los besos que hubiera intercambiado antes. El agua caía helada sobre mi piel, pero me parecía fuego líquido al imaginarme que su toque había continuado por debajo de la ropa, bajando mi cremallera, dentro de mi pantalón. Que su mano era la mía, poderosa y cuidadosa subiendo y bajando por mi falo una y otra vez una y otra vez hasta que ¡Ah! debí morderme los labios para que el desahogo no se escuchara hasta la habitación. Tuve que sostenerme del muro para no caer, mi orgasmo fue intenso. Lo espeso de mi semilla se desapareció en la corriente de agua.
Salí y me vi al espejo, no me reconocía, o tal vez me veía por primera vez. El peso que normalmente traía a cuestas no era perceptible en ese momento. Me sentía ligero, pero no podía pensar correctamente, no con él ahí afuera. Me vestí rápidamente con un traje a rayas hecho a la medida, pasé el peine por mi cabello húmedo. Estaba decidido Terrence Grandchester no era mi problema.
Respiré profundamente antes de abrir la puerta que nos enfrentaría de nueva cuenta. De manera diligente me moví por el lugar tomando solo lo indispensable. Tampoco era un mal nacido que lo dejaría a su suerte, aunque debería. La nota tenía las indicaciones del doctor y un lugar donde contactarme por si se requería. Lo demás lo resolvería en la recepción.
Me planté frente a la cama observándolo sin decir nada. Me pareció ver un ligero temblor en sus manos, pero su mirada era impasible. Estaba regio ahí sentado recargado en la cabecera de la cama, sin camisa con la venda atravesando el torso y aun así seguía siendo una magnifica visión. En cualquier otro momento le habría partido la cara. Decido ir en otra dirección.
Él me sonríe de medio lado, jamás me había dedicado una sonrisa así. Otra vez algo cambió, al parecer no le puedo seguir el paso con lo que podría estar pensando o... sintiendo. De cualquier forma, ya no es asunto mío.
Ahora es mi turno, sin dejarlo reaccionar le tomo ambos lados de su cara e introduzco mi lengua en su boca. Hago una degustación de su lengua y aunque al principio se resiste, termina correspondiendo, ¡sí lo sabía maldito aristócrata!. Lo siento soltar un suspiro involuntario el cual aspiro para guardar como un trofeo y ahora es él quien ha cerrado los ojos. Dando un último mordisco a su labio inferior, me separo de él. Su frente está perlada de sudor.
Me doy la vuelta para tomar mi abrigo y saco mi cartera.
Saqué unos billetes y se los dejé sobre el buró vi cómo me observaba con la mirada endurecida, me importó una mierda no debí bajar la guardia con este estúpido aristócrata.
He sido un verdadero imbécil ahora era mi turno de portarme a la altura.
—Aquí tienes, por tus servicios, yo no dejo cuentas pendientes—
Me encamino a la puerta y la cierro tras de mí, suelto el aire que hasta ese momento había estado conteniendo. Me recargo en la pared. Quiero golpear los puños contra esta.
No sé lo que siento, tan solo sé que lo hago, que no puede ser solo nada, estoy harto, el vacío me parte la madre me des hoya el alma. una terrible angustia me invade. Mis manos en puños evidencian mi frustración los ojos me queman de vergüenza, de impotencia de pensar de nueva cuenta en lo que pudo haber sido y no fue, ¡Con un carajo! ¡así justo así había empezado la noche!, pero pareciera que había sido toda una vida la que pasó desde ese entonces.
Escucho el ruido del ascensor y saco el pañuelo del bolsillo para limpiarme los ojos. No es hasta ese momento que recuerdo. ¡Estúpida suerte la mía!
El botones me espera en la puerta del ascensor, me sonríe de nueva cuenta de esa manera que ahora entiendo, pero no siento nada. No es lo mismo.
—Mil disculpas, debo regresar, he olvidado algo—
—No se preocupe, yo tampoco le dejaría— No pude ni reaccionar, la puerta ya se había cerrado. Este joven me descolocaba con sus cavilaciones.
Abro la puerta de la habitación y él trata de levantarse rápidamente pero no lo logra. Ha caído como costal de papas desprovisto de su fuerza. mientras aviento lo que ocupa mis manos y corro a levantarlo.
—¡Mierda! ¿qué haces aquí? ¡No me toques! — ¡Estaba hirviendo en temperatura!
—No puedo dejarte así— paso mis manos por debajo de sus axilas para cargarlo de vuelta a la cama, pero en el último instante cambio de opinión y me dirijo al baño.
—¡Te he dicho que te vayas! —, y hasta ese momento lo recuerdo. Es el mejor actor de Broadway con quien estoy lidiando.
Le bajo los pantalones dejándolo en calzoncillos y lo siento en la tina, pero se resbala. Su mirada ha vuelto a cambiar, la fiebre le baja la guardia de nuevo empieza a alucinar.
—Candy debí decírtelo en cuanto llegaste— Está tan débil que temo que se ahogue, no me queda de otra y me meto en la tina con él, detrás de él, abrazándolo por la espalda. Yo estoy completamente vestido, zapatos incluidos. Terry se recarga en mi pecho. Con mis manos le mojo el cabello vierto agua fría sobre él. Su cuerpo se estremece contra el mío mientras sigue diciendo incoherencias. —Debí haber sido yo, las luces— ¿para qué sigo aquí? Eleonor no viajes, no vayas a Lakewood—
Su madre había tenido un accidente en automóvil, a las afueras de Chicago. Mi mente ataba los cabos. No existían las coincidencias.
Mojo una toalla y se la pongo en la frente. Mientras espero que el baño le haga efecto le lavo el cabello sucio. Es pesado y abundante, ahora ya limpio lustroso como la crin del más fino pura sangre. Los temblores empiezan a bajar en intensidad. Observo como el agua jabonosa escurre por su rostro pasa por entre su barba incipiente, baja por el hueco del cuello y se sigue por el canal en medio de su pecho hasta perderse más allá de su ombligo. Sí, estaba más delgado de lo que le recordaba, pero aun así su cuerpo tenía la memoria de años de trabajo. Se me secó la boca al tiempo que imaginaba mis manos recorrer el mismo camino del agua. Un destello plateado en el suelo llamó mi atención había caído del bolsillo trasero del pantalón de Terry. Era el objeto que tanto defendió del gorila en la cantina, ahora que lo podía ver bien parecía una armónica.
Mi extraviada alianza de bodas está ahí tirada junto a esta, burlándose de mí.
Edición por La Divina Laera\ Lau_4_you
Escrito por La divina Fedra\Elby8a