CIRCLES
CAPÍTULO 6 FINAL
CAPÍTULO 6 FINAL
Albert venía muy serio de regreso a Chicago, acompañado por George Johnson y su sobrino Alistear Cronwell. Finalmente habían encontrado a Stear después de un largo viaje de regreso, el joven venía muy cambiado por la horrorosa experiencia de la guerra. Haber visto a cientos de hombres morir en el conflicto armado lo había hecho madurar de una forma que jamás pudo concebir, cuando fue notificado que regresaría a América lo hizo sin cuestionamientos y con la urgencia de escapar de esa pesadilla en la que europa ahora se había convertido. Se sorprendió cuando George le presentó a ese hombre como su tío William, quien se había encargado de gestionar por todos lo medios para su retorno a casa. Albert le había comentado que su identidad aún no había sido revelada por tecnicismos legales y le pedía discreción ya que se estaban realizando diligencias civiles que no debían ser afectadas hasta que fuera el momento adecuado, que sería en 2 días mediante una reunión familiar. El buen Stear aceptó la explicación y les aseguró que por él nadie se enteraría, y que estaba más que agradecido de por fin poder estar de vuelta con su familia, que necesitaba ver con urgencia a su hermano, a su novia, a su abuela y a Candy.
Al escuchar el nombre de la rubia, Albert sintió un estremecimiento en el pecho. Había resuelto infinidad de situaciones complicadas los últimos días, pero aún le faltaba el trago más difícil de todos. No podía seguir posponiéndolo y no quería esperar hasta la reunión familiar donde ella estando presente como parte del clan, se enterará junto a los demás de quien era en realidad.
Candy por otro lado estaba lidiando con otra circunstancia molesta, Neal Leagan tenía 3 días buscándola con flores al hospital después de haberle ayudado en un accidente de automóvil donde él salió levemente lesionado. Al parecer su madre, la señora Leagan enterada del súbito interés de su hijo en ella, había ido a solicitar al director del hospital que la despidiera. Candy estaba que no cabía de la indignación y sopesaba la posibilidad de regresar al hogar de Pony ante el acoso de esta familia. Sin embargo no quería marchar a la espera de la promesa de Albert de volver a aclarar las cosas entre ellos. Nunca llegó a imaginar que podía sentir algo tan fuerte por un hombre. Ni Anthony, ni Terry, ni ese esquivo príncipe de la colina que fue su primer ideal amoroso siendo una pequeña niña huérfana. Albert se había convertido en el todo y nada para ella. No podía concebir continuar la vida sin él, los recuerdos y las sensaciones de la pasión amorosa que vivieron la atormentaban de día y de noche, se negaba creer que él fuera capaz de abandonarla o engañarla. Simplemente no le cabía en la cabeza la posibilidad de esto.
Por otro lado, había recibido una nota de la mansión Andrew de parte de la tía abuela Elroy para una reunión oficial donde todos los Andrew eran requeridos para que el patriarca William Andrew se presentara formalmente como el director de las empresas familiares. De su puño y letra, Elroy le solicitaba de una forma ferviente que asistiera, lo cual a ella la dejó extrañada por saber que la señora no la toleraba. Pero ante el acoso de la familia Leagan estaba considerando la posibilidad de asistir para pedir ayuda a su benefactor y que este los obligara a dejarla en paz. Perdida en esos pensamientos escuchó la puerta de su departamento abrirse. Era él! Por fin había vuelto, salió de su habitación acompañada de Puppet y lo vió de pie en la sala, vestido con un elegante traje sastre gris, como nunca lo había visto en todo el tiempo que tenía de conocerle.
-Albert, oh Albert volviste!! Por Dios cuan preocupada estaba por como te marchaste, me quise volver loca por no entender lo que pasaba. Lo abrazó y le cubrió amorosamente la cara de besos que él recibió con alegría, sintiendo que el corazón quería salirse del pecho, él sabía que la amaba, conforme los recuerdos se iban integrando en su mente y cada pieza se acoplaba dentro de su memoria, entendía que él también no podía concebir la vida sin ella a su lado. Ahora debía apurar el trago amargo de la verdad y el resultado que esta confesión pudiera traer.
-Candy, necesito hablar contigo y quiero que tomemos asiento. Es algo difícil lo que tengo que decirte y espero me puedas entender.
Candy se detuvo poniéndose pálida y con un gesto de preocupación se sentó al lado de él en el sofa de dos plazas de su pequeño recibidor.
-Mira Candy, yo recuerdo perfectamente todo. El día que despertamos juntos recordé todo lo que viví previamente a mi accidente en el tren, y porciones de nuestra vida juntos...
Candy parpadeo confundida, le costó entender en un inicio las palabras del muchacho que estaba pasando un trago amargo, intentando ser sincero y siendo honesto como nunca lo había sido antes.
-No entiendo, no entiendo a que te refieres. Tú, tú eres Albert...
-Si, yo soy Albert, pero no conoces mi apellido. Nunca te lo dije, tú no sabes quien soy...
-Por que nunca me hizo falta conocerlo...
-Bien, te voy a decir cual es mi apellido y cual es mi historia... Albert sostenía entre sus manos las de candy quien lo escuchaba con una expresión de incertidumbre en su rostro.
-No es necesario! A mi no me importa tu pasado, que cosa tienes que decirme que lo haces parecer tan grave y misterioso...!
-Escúchame Candy, mi nombre completo es William Albert Andrew y soy el heredero universal de los bienes de la familia Andrew. A quien le han llamado desde hace tiempo el abuelo William.
A Candy se le cayó la quijada de la sorpresa y abrió la cuenca de sus ojos en un azoro que la hizo marearse de la impresión por la noticia recibida.
-Tú estás bromeando, tú no puedes estar hablando en serio... esto... no puede ser...!
-Creeme, Candy, no es una broma. Yo me ocultaba de mi familia en la época en que nos conocimos en la cabaña del bosque por que no deseaba la responsabilidad que el título representaba para mi. Por eso el tener tu amistad fuera de las estrictas reglas de mi familia, donde no interviniera la conveniencia ni la falsedad era tan valiosa.
-Pero por que me adoptaste y no me dijiste nada? Por que no me dijiste que fuiste tú quien me acogió en la familia Andrew? Con que objetivo ocultar todo? No lo puedo entender!
-Por que yo quería ayudarte, por que al conocerte vi la niña tan especial que eras y desee ayudarte de alguna forma, los muchachos intercedieron por ti, me enviaron cartas explicando tu situación y decidí hacerlo por que estaba en mis manos.
- Y todos esos años, en Lakewood, en Londres... todo ese tiempo me mentiste! Con que objeto, Albert, por que??
Albert apretaba las manos de Candy intentando calmarla, pero ella miraba al piso como buscando un hilo que conectara hechos con fechas e indicios que ella nunca intuyó.
-Por favor, Candy, se que es difícil de entender, pero creeme, siempre quise ayudarte, esa fue mi principal intención, pero también estaba lidiando con asuntos muy míos, que no se ni como explicar. Quería hacer mi vida sin que mi familia me dijera que debía hacer...
-Entonces tú, eres mi tutor legal! Albert, tú eres mi tutor legal! Candy sollozó al decir las últimas afirmaciones y él comprendió por que estaba llorando decepcionada. La intimidad entre ellos ahora no parecía tan natural e inocente ante esa nueva perspectiva.
-Candy, linda, por favor, no te pongas así...
-Como quieres que me ponga??? Nunca me ha importado el que dirán, jamás! Si ya recuperaste la memoria, deberás estar seguro de conocerme y saber como se me resbala lo que la gente tenga que decir de mi y de lo que hice, hago o haré. No me interesa la opinión de nadie, de nadie! Pero esto, Albert, o William, o cómo te llames, esto es algo que vá más allá de cualquier cosa que pueda entenderse!
-No quería hacerte daño, Candy, no fue mi intención!! Yo no sabía esto cuando las cosas se dieron entre nosotros... Candy soltó con violencia las manos del hombre y se puso de pie llevándose la diestra a la frente y caminando como leona enjaulada. Albert no quiso ni mirarla.
-Tú lo provocaste, tú lo provocaste! Albert se puso de pié y ella comenzó a golpearlo y él no metió en ningún momento las manos afrontando la ira de la joven que lloraba casi al borde de la histeria.
-Y ahora que quieres hacer, eh, tío abuelo? te vas a desdecir de todas las promesas?
-No Candy, no! Él dándose cuenta de que ella estaba perdiendo la razón, la tomó en sus brazos y ella intentó soltarse, pero él no se lo permitió y finalmente lloró mientras él la abrazaba lamentando ese dolor que ella estaba padeciendo.
-Y ahora que recuperaste la memoria, a donde se fue el amor que dijiste sentir por mi? Albert la separó y miró casi al borde del llanto el rostro descompuesto de la mujer que más le importaba en el mundo.
-Aquí esta, Candy, ese no se ha ido ni se irá a ningún lado...
-Como podría creerte?
-Aquí estoy dándote la cara y pidiéndote perdón, no fue mi intención mi niña hacerte ningún mal, si pudiera remediar algo quitándome la vida, te juro que con gusto lo haría...
-No digas necedades, cállate por favor! Si te pasa algo yo me muero después de tí, aunque ahorita mismo tenga ganas de sacarte los ojos con mis propias manos! Albert no pudo evitar reírse con la ocurrencia y ella volvió a golpearlo con los puños mientras emitía improperios ininteligibles y revolviéndose como gata entre sus brazos.
-Arráncame lo que quieras, Candy, me merezco toda tu ira, perdóname por favor. No tengo manera de expresarte lo duro que ha sido para mi reconocer lo lejos que llegó mi juego, en el que nunca quise lastimar a nadie. Perdóname mi amor, nada en mi ha cambiado... nada.
Ella se cansó de luchar, se quedó en el candado que los fuertes brazos de Albert habían cerrado a su alrededor.
-Si nunca hubieras perdido la memoria, nunca me hubieras amado...
-Candy, el hubiera no existe, ojala fuera clarividente para ver el futuro y poder asegurar que pasará mañana, no lo se. Del pasado ni hablemos, no puedo cambiar nada, sólo arrepentirme de lo que mi irresponsabilidad ocasionó y enmendar en la medida de lo posible lo que resultó afectado. Yo no quiero separarme de tí. Tal vez me lo merezco, pero no podría soportarlo. Por favor, mi niña, perdóname. Déjame cuidarte, bastante hiciste por mi, me brindaste tu confianza cuando nadie mas lo hizo, me diste lo más hermoso de tu ser... déjame cumplir las promesas que te hice...
Ella levantó los ojos y lo miró suspirando con tristeza. El sabía que ella estaba muy profundamente decepcionada.
-Cásate conmigo, Candy. Compartámos lo mucho y lo poco.
El silencio de ella le caló amargamente. Candy cerró los ojos y recargó su cabeza en su pecho.
-Albert, William... no quiero que me pidas matrimonio por culpa o un sentido de responsabilidad. Yo ya no estoy segura ni del piso en el que estoy parada. Te creo que me dices que no quisiste herirme, y hasta te puedo decir que te perdono de corazón, pero me da miedo que tu amor no sea de verdad, como al parecer muchas cosas no lo fueron...
- No mi amor, creeme, yo si te quiero, casémonos. La suave voz de Albert y la forma como la mecía con dulzura la tranquilizaron y ella se dejó llevar por ese movimiento que la serenó y relajó.
-Dame tiempo, Albert. Yo no dudo de lo que siento por ti, déjame digerir todo esto. Yo... te agradezco que hayas sido finalmente sincero conmigo.
Se soltaron y él la llevó de la mano a la cocina donde le sirvió un vaso de agua, que ella se tomó como una niña después de haber hecho un berrinche. Ambos de pie, sin atinar a que decir, hasta que él por fin se acercó y le dio un beso en la frente.
-Me retiro, Candy, no quiero obligarte a nada, estoy consciente de que necesito recuperar tu confianza y estoy dispuesto a todo con tal de lograrlo. Enviaré a mi chofer el día de la reunión por que tu asistas ya que tambien tienes el derecho y la obligación de estar ahí. Buenas noches.
Candy lo miró salir de la cocina y se fue detrás de él, cuando lo vio tomar su saco puso el vaso sobre la mesa.
-Te vas a marchar, de verdad quieres irte? Albert la miró y vio esa sonrisa que iluminaba hasta la noche más oscura.
Soltando de nuevo el saco corrió hacia ella y la levantó en un abrazo fuerte, ella ya no lloró pero a él gruesas lineas de lagrimas se le derramaron por las mejillas. Sabía cuan noble era Candy de aceptarlo con todo y lo difícil que la verdad había resultado de escuchar. En ella no había orgullo, ni soberbia ni rencor. Y él estaba dispuesto a todo para darle el amor y la felicidad que se merecía, que ambos se merecían.
FIN
Última edición por Maga Cafi el Vie Mayo 15, 2020 8:02 pm, editado 1 vez