-Doctor
La mujer asiente a la vez que acerca un tubo curvo para aspirar el exceso de sangre que impide la visibilidad al doctor. Termina de seccionar parte del estómago y logra conectar el duodeno perfectamente. Cierra la incisión y tras poner los últimos puntos en el abdomen deja que la enfermera desinfecte y cubra la herida.
El doctor Michael se coloca la bata y entra al pabellón en donde están los soldados recuperándose de sus heridas o mutilaciones. La enfermera Hamilton se ajusta las gafas para disimular quién es el que acaba de entrar y se pone a su lado para observar qué es lo que está apuntando en el informe.
-¿Hay alguna novedad, enfermera Hamilton?
-Todo en orden doctor
-Muy bien... si hay alguna emergencia, llámame
-Sí doctor
Cruzan sus miradas, un destello les resplandece y no dicen más palabras. Como si fuese algo que no busca o es accidentalmente, sus hombros se rozan e inevitablemente, se les eriza la piel.
Esa fue una noche tranquila y antes de que despuntara el alba, el doctor entra al cuarto de enfermería donde sabe que está ella cambiándose, cierra la puerta tras de sí y es entonces que se digna en abrazarla. Flammy se estremece con el gesto, tímidamente levanta su rostro para recibir ese ansiado beso. ¡Y lo hace!
Michael la besa con ferocidad y desesperación, sus manos recorren la espalda de ella. La desea, de eso no tiene duda, pero sus valores morales no le permiten si quiera olvidarse por un momento que están en tiempos de guerra y que algún día se pueden separar, quizás para siempre, como para dar rienda suelta a la lujuria y pasión.
Sus arrebatos y locuras sólo se limitan a esos encuentros clandestinos en los que se pierden en la dulzura de sus labios, hasta el punto de reventar y querer poseerla, luego se aleja procurando ser ese caballero que Flammy Hamilton se merece.
Cuando llegó a Francia tras recibir el telegrama urgente, ella fue asignada para asistirle en las operaciones las primeras semana; se sorprendió de su sagacidad y temple. Tras pasar muchos días y horas juntos, y quizás por él ser doctor y deberle respeto, Flammy siempre contestaba a sus interrogantes ya fuesen laborales o personales.
Y así fue como al pasar de los meses empezó a caer preso de un sentimiento nuevo y puro por la joven, pero no quería que fuese un noviazgo en plena guerra, ella no se lo merece... pero incapaz de mantenerse lejos, de contener las ganas de tocarla y besarla, habían caído en el vorágine del amor y tentación.
-Michael... debemos parar, mi compañera puede entrar en cualquier momento
-Lo sé... lo siento
-No pasa nada
Le da otro beso fugaz y con la misma rapidez se separa para abrir la puerta y dejar que el hombre se marche.
Horas después el doctor recibió la cruel noticia, debía ir al frente, en las trincheras para atender a los heridos, un camarada había salido herido y era preciso cubrir su puesto. No le temía al trabajo, sino al hecho de tener que permanecer lejos de la persona que se ha adueñado de su corazón. Es entonces que se decide, no sólo a cumplir su trabajo, sino a ser consecuente con lo que siente, no es justo perder la oportunidad que la vida le ha dado de encontrar aun ser tan especial.
-Flammy, me temo que tengo que darte una triste noticia
-No te preocupes, ya sé que debes marchar al frente... es lo que hay que hacer
-Aunque tus palabras suenen dulces, y quieres parecer comprensible y profesional, no quiero eso
-¿Cómo dices?
-Lo normal sería que hicieras alguna queja o berrinche
-No puedo... vas para cumplir con tu deber, no debes de preocuparte porque me quede sola, siempre lo he estado. Tranquilo, no me pasará nada
-¡No quiero que sigas pensando, sintiendo o considerando tal situación! Yo te quiero, amada niña mía... y aunque yo parta mi alma siempre será tuya. Por favor, quiero que me esperes porque volveré por ti, y nunca más tendrás que decir que estas sola.
Y para sellar esas palabras, la besa. El corazón de Flammy late impetuoso ante tal declaración, no terminaba de creer que el corazón de ese hombre le perteneciera, y más todavía, anhelar el momento en que regrese para poder entregarse a él; está segura que lo ama, como la flor a la luz del día.
Tras ese hermoso momento de confesión y promesa, la pareja se ve obligada a separarse. Cuando el doctor llegó a Somme rápidamente fue aclamado para que atendiera a los heridos. Estuvo 15h operando herido tras herido, hasta que recibió relevo. Se fue a la tienda de campaña que sería su lujosa alcoba de ahora en adelante e intentó dormir un poco antes de volver a la carga nuevamente. El rostro apacible de su amada vino a la mente y son eso se escabulló al mundo de Morfeo.
La situación era desgastante a nivel económico, físico y sobre todo de sujetos. Los ataques desde las trincheras parecían incesantes. Por lo que prontamente Michael recibió la orden de ir al frente.
Tomó su maletín con el instrumental necesario para atender de emergencia y luego se coloca las insignias correspondientes como equipo médico. No había terminado de llegar cuando era capaz de escuchar las detonaciones. Al descender el vehículo empezó su trabajo, debía ir por los terrenos que había logrado ganar la Triple Entente, no era muchos metros, pero si había una gran cantidad de heridos.
Se escuchaban alaridos por aquí y por allá, cuando le daba vuelta a un cuerpo, lo encontraba con el rostro deformado a causa de una granada o con las vísceras expuestas, miembros amputados o individuos desangrándose.
Procuraba hacer un control de daños, considerando si con las heridas que tenían, valía la pena gastar minutos en la vida de ese hombre. El ruido de los cañones no paraba. Se encontraba a soldados con hemotórax, para estabilizar a la persona y detener el sangrado, coge un bisturí y hace una incisión e introduce una sonda para extraer el aire y la sangre. Luego llama a un camillero para que se lo lleve inmediatamente.
De presto escucha las voces de un hombre que pide ayuda, trae a alguien en brazos, inmediatamente se acerca para socorrerlo. El soldado llora, le pide que le salve la vida a su hermano y cuando menos siente, se tropieza y caen al suelo. El herido rueda por la superficie desparramando todas sus vísceras. Los intestinos se le enganchan y enredan en el torso, inmediatamente el otro soldado se levanta y los toma para volver a introducirlos
-¡No, por favor! ¡Sálvelo!
-Está muerto no puedo hacer nada
-¡Sálvelo maldita sea! ¡Haga su puto trabajo!
-Déjalo ir... necesito revisarte, ver si tienes una herida
-¡No, no! No, no puede estar muerto
Y de presto, empieza a hiperventilar y escupir sangre. Michael lo tumba para poder atenderlo, entonces le abre el pecho para constatar alguna herida, está lleno de sangre de su hermano y también suya. Tiene un par de heridas de bala, la adrenalina que había estado recorriendo su cuerpo es insuficiente a causa de las hemorragias.
Para Michael ver a los hombres morir ante sí, lo devastaba. El sonido de unos motores de avión se acercaba y alguien dio la orden de ponerse a cubierto antes de que el bombardeo lo pillase. Tuvo la suerte de entrar en un trinchera al momento de que los proyectiles empezaran a caer. Ante él se veían chispas de las explosiones, la tierra se estremece y los cuerpos de hombres vuelan por los aires debido al impacto, algunos era alcanzados por restos de metal que les seccionaban el cuello haciendo que se desangrasen instantáneamente.
Con su mano hacía presión, mientras buscaba algo que sirviese como gasa para detener la hemorragia. Y sin entender muy bien o cómo, de presto un escuadrón de los Aliados aparecía por su flanco matando a los soldados sin piedad. Cuando vino a ser consiente, había un alemán a su lado apuntándole con un revolver, cerró los ojos instintivamente creyendo que sería su fin.
-Wir nehmen ihn gefangen! (Lo vamos a hacer prisionero)
Dijo el hombre, e inmediatamente alguien se le acercó por la espalda y se lo llevó. Intentó resistirse, alegaba que eso era una violación al tratado de Ginebra, y de presto enmudeció debido a un golpe.
cuando se despertó estaba custodiado por dos soldados, luego entró un tercero, éste parecía ser de mayor rango, y hablando con un acento diferente le dice que sigue con vida por la simple razón que necesitan que ayude a curar a sus heridos.
Aunque Michael hubiese querido negarse, su juramento se lo impedía, y lo primordial en su profesión es salvar la mayor cantidad de vidas posibles. De mala gana siguió tras el hombre y entró en la tienda donde atienden a los heridos.
El hedor a sangre estaba impregnado en el lugar, la sangre ha oscurecido el suelo y rechinaba como chicle. Se lavó las manos y se puso los guantes que le ofrecieron. Ante un abdomen expuesto pedía unas pinzas para enganchar una vena y controlar la hemorragia. Suturas, cortes, extracción de balas y amputaciones se sucedían día tras día
-¡Rápido! Tiene las pupilas dilatadas, hay una hemorragia en el cerebro, si no lo trepanamos morirá
-Pero doctor, se está desangrando, tiene que terminar de extraer el proyectil
-Si no se alivia la presión en su cerebro, de nada servirá extraer proyectiles ni gastar energías en él
Michael detestaba que cuestionaran sus indicaciones, el oficial que estaba a cargo de cuidar que no matase a los hombres que atendiese siempre tenía un "pero" cuando el doctor daba una orden diferente a lo esperado. A regañadientes accede en entregarle un artilugio, para la vista de un soldad, raro.
Entonces el doctor coge el bisturí y hace una incisión en la cabeza para exponer el cráneo, se percata de no haber cortado la dura madre y entonces toma el trepanador, le dice a la enfermera que lo sujete al hombre que convulsiona, coloca la punta del aparato sobre el hueso y empieza a girarlo