Lilqalab
Por el corazón
By Alnair Skat, Adry Grandchester
CAPÍTULO V
En su habitación Candy escuchó también lo que sucedía en el exterior, su primera reacción fue esconderse, pero no, prefirió salir, aún en bata. Al llegar al portal su vista fue enceguecida por la fuerte luz de los faros de los helicópteros, lo que hizo que pusiera su mano frente a sus ojos para evitar deslumbrarse, el ruido de los motores, así como el aire fuerte que lazaban las élices de los artefactos provocaban que el camisón se ciñera al cuerpo de la chica; Terence que estaba afuera cuando la miró fue directamente hacía ella, la levantó en vilo como si fuera un costa sobre sus hombros y la regresó al interior del palacio, a pesar de los gritos y forcejeos de ella.
Cuando llegaron a la habitación, la soltó en la cama sin delicadeza alguna, ella rápidamente se reincorporó y le dijo enojada — ¿Qué te pasa? ¿Estás loco? — ¡No! La loca eres tú para salir así de tu habitación — Respondió molesto, también — ¡Me asusté! No quería quedarme aquí, no supe a dónde ir, es la primera vez he salido de esta recámara. ¡Te has negado a decirle cómo y él por qué de lo sucedido en el aeropuerto! Sólo me dices que todo estará bien ¡Pero, nada más! ¿Qué esperabas? — Ese no es motivo para que salgas como una loca desquiciada en paños menores. En un supuesto caso de emergencia, si tuvieras que huir ¿Cómo lo harías así vestida? ¿Cómo correrías sin zapatos? ¡No, Candy! Si yo te estoy diciendo que no dejaré que nada te pase ¡Debes creerme! — ¿Cómo me pides que crea en ti, si apenas te conozco? — ¿Qué? Entonces ¿No han bastado estos días para que te sientas segura a mi lado? — ¡Sí! Pe…ro no me dejas ver a mis primos y amigas, ¡Comprende! Me tienes prisionera — Gritó la chica — ¿En verdad es eso, Candy? O más bien es porque ya extrañas a tu noviecito —Reparó él con una mirada gélida que la paralizó — No es eso — ¿No? Creo que ya no estoy tan seguro —Dijo retirándose hacía la ventana con las manos en los bolsillos de su pantalón apretaba la mandíbula, los celos comenzaban a subir por sus sienes, que palpitaban fuertemente. En fin ¡Aquí te quedarás! Por ningún motivo, saldrás hasta que yo mande por ti ¡Entiendes! —Concluyó saliendo sin volverse a mirarla; Ella se tumbó en la cama con frustración, si sabía que no era adecuada la ropa que traía, pero no era para tanta agresividad por parte de él.
Terence en verdad iba molesto, al llegar nuevamente a la entrada ordenó a Jon que encerraran a sus huéspedes. Los chicos que escucharon atónitos su orden, intentaron protestar, pero él no lo permitió se siguió de largo junto con otros hombres armados. Cuando los cuatro chicos iban a entrar por un instante miraron atrás observando como un grupo bastante numeroso de seguridad de los Grandchester formaba filas, unos hincados, otros de pie, pero empuñando metralletas a la espera de que bajaran de los helicópteros los visitantes, el pánico nuevamente se apoderó de ellos, así que sin más resistencia entraron al palacio.
Los guardias de seguridad encabezados por Terry esperaban el descenso de los visitantes, él con la mirada fiera no podía reprimir los celos que recorrían su torrente sanguíneo, tal vez se había equivocado y ella no sentía lo mismo que él sentía, pero ¿Entonces? ¿Por qué parecía embelesada en sus conversaciones’ ¿Por qué le coqueteaba y se dejaba seducir? Interrumpió sus pensamientos cuando los faros de alógeno de exterior del palacio se encendieron, con los brazos cruzados esperaba y a la vez que los visitantes ya venían custodiados por su personal reingresó a la mansión dirigiéndose de inmediato a su oficina.
En tanto, todos los chicos que se habían ido a la habitación de Archie intercambiaban su percepción de lo sucedido. Además de que le comentaban a chico, aún convaleciente los descubrimientos que Stear había hecho. — La verdad estoy desconcertado por la actitud de Terence, estaba demasiado molesto —Comentó el chico de gafas — ¡Si! —Respondió Patty ¿Será que nos entregarán a los captores de Elisa y Neil? — Preguntó Annie que comenzaba a llorar — ¡Por favor chicos! No entremos en pánico, Terry ha sido lo bastante hospitalario para hacernos daño, de ser así desde cuando pudo haberlo hecho y al contrario nos han tratado como reyes o ¿No? — Repuso Stear — Si, tienes razón, pero ¿A poco no se te hace sospechoso que no nos dejen enterarnos de nada? Incluso de no ver a Candy — Intervino Anthony — No lo sé, Tonny, pero de lo que si estoy seguro es de que Terry nunca nos haría daño, al contrario, creo que su actitud fue precisamente por protección para nosotros y por desacatar las instrucciones del jefe de seguridad — Volvió a intervenir Stear.
Sentados alrededor de la mesa de la sala de juntas del palacio se encontraban dos líderes sindicales de los gremios que no habían participado en los disturbios, otros dos hombres con cara de mafioso, que miraban con desdén a su alrededor, un hombre blanco de ojos azul claro que iba con otro que parecía su mano derecha; Terry sentado en la cabecera comenzó a hablar — ¡Caballeros! Creo que todos sabemos porque estamos aquí y tenemos que llegar a un arreglo para parar ya la situación, que indudablemente tomó a la caída de los precios del petróleo como pretexto para una revuelta que claramente tiene otros fines, que no son precisamente de nuestra incumbencia, ya que dependen en su totalidad del gobierno de Dubái, pero que tanto sindicatos, empresarios y población estamos sufriendo las consecuencias.
Para Terry no habían pasado desapercibidas las expresiones de cada uno de los presentes, sí, él había contactado con todos ellos, se había aventurado a intentar negociar lo que posiblemente le representaría una inversión que iba más allá de lo económico, se jugaba la vida de muchas personas, la estabilidad económica de las mismas y un posible adiós a esa chica que lo tenía cautivado.
Momentos después llegó Richard con un semblante un tanto desmejorado, sentándose al lado de su hijo, asumió la segunda posición como anfitrión, en esos días comprendió que era momento de que su vástago tomara las riendas de todo su emporio. — ¡Nosotros hemos venido a la fuerza! No, nos interesa dialogar nada, sólo queremos que nos entreguen los fideicomisos sindicales para que nuestras familias soporten esta catástrofe financiera —Comentó uno de los hombres con facha de delincuente — ¡Creo que usted no está en posición de exigir nada, señor! Han provocado serios problemas a la sociedad en general, que difícilmente podrán librarse de ello, además han secuestrado a integrantes de familias importantes de diferentes nacionalidades, como los hermanos Leagan, que, por cierto, aprovecho para presentar a William Albert Ardlay, jefe de los consorcios más importantes de Estados Unidos — Increpó dirigiendo su mirada hacia el hombre rubio que, con una ligera sonrisa asintió con su cabeza a los asistentes.
— ¿Qué? Nosotros no hemos hecho nada de eso — Respondió el hombre que ya se había levantado de su asiento colocando sus dos palmas sobre la hermosa mesa de caoba — Sólo nos hemos manifestado en libertad ante los malos manejos de los empresarios, que nos han dejado en la calle, pero eso ustedes no lo pueden entender porque no padecen hambre —Prosiguió — ¡Disculpe! Pero creo que los disturbios no permitirán que se solucione ese problema — Intervino uno de los líderes sindicales — Por el contrario, han permeado de mayor inestabilidad a los mercados financieros evitando hacer efectivo un rescate económico de las petroleras y por tanto la salvaguarda de los empleos de nuestro personal — ¡Usted, no sabe nada! Son un par de vendidos a los deseos de los poderosos —Reprochó el otro un tanto fuera de si —¡Basta! —Dijo Terry, tenemos pruebas de que ustedes mantienen retenidas en contra de su voluntad a diferentes personas y han intentado pedir rescate por cada una de ellas — Eso es cierto, por eso estoy aquí —Intervino Albert — Tienen capturados a mis sobrinos y me han pedido un millonario monto en dólares para liberarlos y aunque les he pedido muestras de que están con vida, no me han contestado, por ello decidí venir — Concluyó regresando a su asiento —¡Por favor! Calmémonos — Invitó Richard —Es por todo esto que estamos aquí, señores, no perdamos eso de vista — Nosotros como líderes del gremio no hemos participado en los disturbios, contenido los intentos de sumarse a ellos por parte de los trabajadores, todo gracias a los Grandchester, quienes han inyectado fuertes sumas de dinero para contener cualquier inconformidad por parte de su personal —Comentó el otro líder sindical — Y ¿Qué es lo que nos ofrecen? — Preguntó el compañero con apariencia de maleante — ¿Ofrecer? ¡No! No voy a ofrecer nada más que tres días como plazo para que liberen a los retenidos — Reparó Terry con tono decidido — Jajaja… Creo que no está en posición de nada — Concluyó con una risa sarcástica.
El maleante se levantó de su lugar y apuntando a Terence un el dedo índice para intimidarlo dijo — ¡Usted es quien no está en posición de nada! Sólo concrétese a darnos los fideicomisos y punto, ahora nos vamos — ¡No tan rápido! — Lo detuvo Terry — Antes de que se vayan creo que debe de ver esto — Dijo el chico girando en su asiento para encender una de las pantallas en las que se veían imágenes de cientos de hombres vestidos con trajes negros y armados de los Emiratos Árabes Unidos, así como otro centenar de individuos ataviados de armas con uniformes verdes y el escudo de los Ardlay — Como puede ver, no solo se enfrenta a nosotros, sino también a la fuerza del consorcio Ardlay, además no dudo que los otros empresarios se quieran sumar a esta cruzada para la estabilidad de sus propias fortunas, así que usted decide o nos entrega a los retenidos y detienen los disturbios o esto será… No terminó la frase, porque el hombre soltó tremenda carcajada —Creo que antes de aseverar eso debería poner los monitores de su mansión enfocados al exterior… Ante ello, Richard encendió otra pantalla en la que se veían grupos de hombres armados que amenazaban con entrar por medio de la fuerza al palacio — Como puede ver usted no fue el único que tomó precauciones y si doy una orden mi gente entrará y esto será una masacre — Terry no se intimidó por ello y aseveró — ¡Yo no haría eso! Es poco inteligente tratar de eliminar a las únicas personas con las que se puede hablar… En fin, señores esto se ha terminado. Jon, acompaña a los señores que ya se van — Ordenó al jefe de seguridad.
Al salir los maleantes, Richard conversaba con los líderes sindicales, mientras que Terry se acercaba a Albert, ambos se saludaron de mano, al hacerlo sintieron confianza y fraternidad de hermanos — Es un placer conocerlo Terence — Lo mismo digo, pero llámame Terry, por favor Albert — Mira te presento a mi mano derecha George Jonson —Comentó permitiendo que se saludaran — Dime Terry, se que es tarde, pero ¿Puedo ver a mi hermana y a mis sobrinos? — Claro Albert, sólo que no estoy tan seguro que sea adecuado, me gustaría que fuera mañana, antes deberíamos acordar lo siguiente que haremos porque imagino que una de tus prioridades es rescatar a tus otros sobrinos ¿No? — Mira si quiero ayudarlos, son sobrinos más bien de mi tía, es por ella que intentaré hacer algo, pero la verdad es que no son de todo mi agrado, esos jóvenes son… — Si, entiendo, pude verlo mientras se los llevaban, de hecho fue por los comentarios de la joven por lo que se los llevaron, ahora que lo pienso, ella no tenía la intención de auxiliar a los demás, sólo se preocupó por si misma y su hermano — Lo sé y no me extraña, son demasiado egoístas — jajaja… bueno si eso crees, tu los conoces mejor que yo —Comentó Terry invitando a los dos hombres a salir con él.
La mañana era como todas, extremadamente calurosa, Candy se había levantado temprano, estaba tomando un jugo cuando, entró Jon — ¡Señorita Ardlay! Buenos días — Me hace el favor de venir conmigo — ¿A dónde vamos? — Preguntó la joven — Afuera, alguien la espera — Ella se levantó, acomodó su cabello, se miró en el espejo y salió detrás del jefe de seguridad, iba contenta por fin podría hablar con Terry para aclarar los malos entendidos. Al llegar al exterior, grande fue su alegría al ver a su hermano que la esperaba con los brazos abiertos, ella corrió y refugió en ellos con algunas lágrimas que resbalan por sus mejillas — ¡Albert! Dios, que bueno que estés aquí —Decía, mientras se abrazaban — Lo sé, calma pronto iremos a casa. Terry los observaba desde su balcón, no quería estar ahí, saber que pronto se irían.
Después de un rato se sumaron a la reunión los demás jóvenes, quienes contentos platicaban de las experiencias vividas. George y Jon hablaban mirando a su alrededor, algo no estaba bien, pero no querían alertar a los visitantes, así que decidieron ir a la sala de juntas.
Ese día transcurrió tranquilo, sin embargo, la rubia estaba inquieta, era tarde y Terry no la había ido a ver, así pasaron cuatro días, no lo había visto, a pesar de preguntar por él y mandarle recados para hablar, el chico brillaba por su ausencia. Por el contrario, Anthony aprovechaba cualquier momento para hablar con ella, para retomar su amistad esperando que los acontecimientos vividos los hubieran unido más. Candy aceptaba las muestras de afecto, pero durante sus conversaciones, ella parecía ausente, no prestaba mucha atención a lo que le decían. Terry por su parte, a pesar de que moría por estar con ella, no quería interferir en lo que suponía era una relación de noviazgo.
En las noches, Candy se sentaba en las sillas del balcón y observaba la tranquilidad, suspiraba esperando que en cualquier momento se abriera la puerta y entrara Terry como anteriormente sucedía. En ese momento entró Albert, quien extrañado por los suspiros de su hermana exclamó — ¡Dios! Creo que aspiraste toda mi alma con ese suspiro, Candy, puedo preguntar ¿A quién o qué se deben? — Oh… Albert, no es nada, sólo sentí nostalgia por nuestro país es todo — ¡En unos días más estaremos por allá! Yo que tú aprovecharía mi estancia aquí, donde te tienen como reina —Respondió el rubio sentándose a su lado, ella reclinó su cabeza en su hombro y guardó silencio — ¿Qué pasa Candy? Hay algo que quieras decirme? — Mmm… Sabes que me pasa algo extraño con Terry, siento que lo conozco de otro lugar, pero no sé de dónde, he soñado con él en otra época, viéndome vestida de colegiala ¿Puedes creerlo? — Colegiala ¡Vaya! Eso si es candente — Respondió el hermano riendo — ¡No te burles! Es verdad — Ya no te enojes, ahora que lo dices a mi me pasa algo similar, siento que lo conozco demasiado bien, pero es difícil, no tenemos nada en común más que los negocios, creo que esto es una investigación para expertos paranormales — Decía el rubio a tono de burla —
Terry fumaba un cigarrillo y miraba hacía el balcón, desearía estar ahí, pero no podía, tendría que dejar ir a esa chica, aunque sintiera que su corazón se partiría con ella. Stear y Archie habían salido a caminar, la noche era fresca y eran pocos esos momentos en la ciudad decidieron aprovecharlos para caminar y refrescarse, cuando vieron a Terry se encaminaron hacía él — ¡Terry, amigo! — Dijo Stear con una amplia sonrisa — Archie rodó los ojos, pero se unió al par — La noche es fresca ¿No? — Si, así es, respondió el castaño. Ya está todo listo para que partan pasado mañana para su país — ¡Cierto! Muchas gracias Terry por todo lo que nos ayudaste, nosotros estamos muy agradecidos, verdad Archie — Eh… Si, no queríamos dejar pasar la oportunidad de agradecerte, pero lo que no entendemos es por qué Albert se quedará, creo que Candy no estará de acuerdo — Comentó Archie — ¡No, lo sé! Así lo decidió él — Respondió Terry.
— Me quedé con las ganas de conocer Dubái — Aventuró Archie — Si hermano, pero ahora conocemos a Terry y volveremos ¿Cierto, Terry? — ¡Claro, cuando gusten! Al escuchar las voces Candy se asomó mirando la plática entre los tres chicos, entendiendo que era Terry, quien se había negado a verla en esos días. — ¡Creo que hay alguien que extraña a nuestro anfitrión! — Le comentó Albert, quien también los había visto — ¡No, nada de eso! — Repuso Candy, entrando en la habitación — ¡Eso sólo tú lo sabes! Ahora te dejo, mañana será un día ajetreado, así que debemos dormir —Concluyó saliendo de la habitación.
Continuará…
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