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Eliza se levanta como cada mañana con dolor de cabeza, mucha sed y la piel blanca. Para alguno hombre puede ser de gran seducción, ella lo sabe y se encarga de recordárselos cada vez que puede.
Siempre acude a las fiestas de la sociedad, engalanada hasta las pestañas, sus mejores vestidos y sus mejores joyas. Un par de bailes, un guiño de ojo y con esa boca sensual insinuarle >>"Sabes que soy genial y estás loco por besarme"<< y antes de que ese simple gesto se llegase a dar, se iba con otro pretendiente a bailar. Y cuando no había alguna fiesta a la que acudir, no dejaba de visitar el club de campo para revivir el ambiente con su sola presencia.
Así es como siempre terminaba llegando tarde a casa, alegre por las diversas copas de alcohol que bebía y con la moral por los cielos, por saberse deseada.
Sin darse cuenta el tiempo se le ha pasado, una a una de sus amigas se han ido casando. Pero eso era algo que no le importaba pues aún no ha a aparecido ese "hombre digno" de merecer sus afectos y atenciones.
Al entrar en su cuarto de baño y lavarse la cara se percata de sus ojeras, cada vez le está costando un poco más disimularlas; toma el cepillo y acicala los cabellos cuando de presto por el reflejo del espejo le parece ver la imagen fantasmagórica en un esquina de la habitación... no puede evitarlo, se queda de piedra incapaz hasta de respirar.
El espectro tiene la piel más que pálida, quizás hasta pútrida. Los cabellos largos y desaliñados, ojeras al rededor de unos ojos negros y los labios oscuros. Viste de blanco y encaje, como una mortaja.
-No dejes que tu vida pase...
Empezó a hablar la imagen... para Eliza fue tan surrealista, pues parecía tener su mismo tono agudo de voz, sólo un poco desgarrado. No puede evitar que la piel se le ponga de gallina
-... con tus decisiones te estás alejando
-¿Cómo dices?
La joven se gira para ver al espectro y se da cuenta que ahí no hay nada... más esas palabras se repiten como un eco en su mente
-No dejes que tu vida pase...
Se sacudo los pensamientos, considerando que quizás lo que bebió la noche anterior la tiene todavía con embriaguez. Se da un par de palmadas para obligarse a despertar de una buena vez.
Cuando Eliza baja al comedor a desayunar son casi las 12 del medio día. Su hermano llega para comer en familia y darles una gran noticia, nuevamente sería tía. La pelirroja se alegró por Neil y decidió que lo mejor era brindar con champan; a la tarde decidió ir a comprar algunas cosas para el futuro nuevo integrante de los Leagan y después se prepararía para salir a cenar con sus amigos.
Mientras compartía en el club, le pareció ver a esa misma imagen aterradora de la mañana... se empinó la copa hasta acabarla y le pidió a uno de los chicos que la llevara a bailar.
El mismo geste se empezó a repetir en las mañanas de Eliza y la perseguía por todos lados.
Estaba aterrada, no entendía qué era lo que estaba pasando; por un momento pensó que algún alimento le estaba provocando las alucinaciones; luego dejó de mezclar licores con tal de dejar de ver a esa mujer que le decía >>"No dejes que tu vida pase..."<<
Exasperada hasta el hastío decidió volver a Chicago, la mansión en Lakewood. Le apetecía pasar lejos de todo el barullo de la ciudad en Florida, cambiar de rutinas o se terminaría volviendo loca. Arreglaron con sus amigos hacer una escapada.
Cuando llegaron a la residencia le pareció volver a sus años de juventud. Saliendo a cabalgar con Anthony, molestando a Candy, las tardes de té con la tía abuela Elroy; cuando pasó frente a los establo no pudo evitar soltar una risa al recordar la imagen de una rubia entrando y durmiendo en ese lugar.
Pero al final de cuentas, no todo le estaba saliendo como quería, desde el momento que puso un pie en la casa, junto a las escaleras principales, ahí estaba ese espectro otra vez. Las alucinaciones eran peores, el ente se sentaba a su lado y Eliza lo miraba con ojos de horror; sus amigos no le entendían, nunca la habían visto comportarse de esta manera.
-Esto no me puede estar pasando... me estoy volviendo loca, loca
Farfullaba, todos la observaban para entender a qué se refería, pero no lograban entenderla... al segundo día la pelirroja estaba que no podía más y hablaba en voz alta sin contenerse
-¡Vete, vete y déjame en paz!
Le exigía al espíritu, y cuando sus amigos intentaron calmarla y hacerle ver que nadie le estaba importunando, hizo un berrinche descomunal, hasta los terminó echando de la casa y se encerró en su habitación.
Acurrucada en un esquina, se sujetaba la cabeza con fuerza mientras se repetía
-No es real... no es real
-Eliza... no dejes que tu vida pase
El espíritu poso su palma sobre el brazo de la joven y ésta dio un respingón del susto ¡Lo había sentido! Desesperada se pone en pie y decide lanzarle todas las cosas posibles con tal de hacerle daño o que se desaparezca.
Salió corriendo de la mansión, necesitaba huir, alejarse, olvidar, ignorar. Todavía sentía la sensación de frescura donde le tocó el ente. Empieza a llover y Eliza continua su estampida sin rumbo fijo. Hasta que sus pies ya no le responden y termina cayendo de bruces, le da un ataque de tos impetuoso, siente que se queda sin aire y un esputo sanguinolento sale de su boca; ella se aterra, no entiende lo que le está pasando.
Se coloca en posición fetal mientras siente que las gotas siguen cayendo, gira su rostro para observar el cielo nublado; se siente como una rana olvidada, vacía, flotando en el espacio, desde aquella mañana que despertó algo en su vida había cambiado y no lo quiso ver.
El sonido de unos pasos se dejaron escuchar, un hombre de cabellos castaños largos, mirada color miel y voz grave le saluda, Tom Stevenson le ofrece su ayuda pero Eliza no emite palabra. Entonces él decide cargarla en brazos y la lleva hasta una cabaña donde sus jornaleros descansan cuando están cuidando el ganado.
Tom le ofrece una manta a la pelirroja para que entre en calor, sentada cerca de la chimenea, ve como el hombre se vuelve a la puerta para cerrarla; los dientes empiezan a castañear cuando se percata que tras la puerta estaba ahí el espectro. Eliza traga grueso, teme que se le ha desatado la locura. Él enciende el fuego y busca de preparar algún brebaje para convidar a su invitada. La alucinación se hasta donde ella
-Es la hora... tu vida se te ha escapado
-¿Q-qué? ¿Por qué?
-Has seducido a cualquier extraño, te has bebido los años olvidando hacer algo más
-¡N-no! ¡Me niego! ¿Qué tiene de malo ser feliz?
-¿Realmente has sido feliz?
Eliza no responde, quiere hacerlo... pero esa sensación de vacío hizo eco en cada fibra de su ser. Pensaba entonces si realmente le había llegado su hora, si se tenía que morir. Se lamentaba su vida, sólo de fiesta en fiesta sin importarle nada. Provocar y sentirse deseada, pero nunca dispuesta a entregar su corazón a alguien. Sin darse cuenta poco a poco se había quedado sola y con más de treinta años.
Tom la observa preocupado, teme que debido al haber estado bajo la lluvia esté teniendo fiebre y delirios, ella habla sola. Le pide de favor que se cambien y ponga ropa seca, que él irá en busca del doctor.
Eliza se queda sola y piensa en todas las cosas que le gustaría poder hacer, no desea morir, quiere tener una oportunidad de vivir, viajar, sentir, amar y ser amada. Observando la danza de la llamas cree fervientemente que puede hacer algo más y que se merece una oportunidad. Tiene que cambiar.
Cuando Tom vuelve con el médico, se encuentran a una joven pelirroja con los cabellos sueltos y revueltos, observando el vacío, vestida sólo con su camisola, su piel parece de porcelana con el resplandor del fuego.
-Señorita, aquí está el doctor
Eliza gira el rostro para ver a los hombres y a ella, el espectro la observa por unos instantes... y antes de que el doctor diga nada, esa presencia le advierte
-No dejes que tu vida se pase...
Y una sensación de calidez la embargó cuando la mano de Tom se posó sobre su hombro.
Siempre acude a las fiestas de la sociedad, engalanada hasta las pestañas, sus mejores vestidos y sus mejores joyas. Un par de bailes, un guiño de ojo y con esa boca sensual insinuarle >>"Sabes que soy genial y estás loco por besarme"<< y antes de que ese simple gesto se llegase a dar, se iba con otro pretendiente a bailar. Y cuando no había alguna fiesta a la que acudir, no dejaba de visitar el club de campo para revivir el ambiente con su sola presencia.
Así es como siempre terminaba llegando tarde a casa, alegre por las diversas copas de alcohol que bebía y con la moral por los cielos, por saberse deseada.
Sin darse cuenta el tiempo se le ha pasado, una a una de sus amigas se han ido casando. Pero eso era algo que no le importaba pues aún no ha a aparecido ese "hombre digno" de merecer sus afectos y atenciones.
Al entrar en su cuarto de baño y lavarse la cara se percata de sus ojeras, cada vez le está costando un poco más disimularlas; toma el cepillo y acicala los cabellos cuando de presto por el reflejo del espejo le parece ver la imagen fantasmagórica en un esquina de la habitación... no puede evitarlo, se queda de piedra incapaz hasta de respirar.
El espectro tiene la piel más que pálida, quizás hasta pútrida. Los cabellos largos y desaliñados, ojeras al rededor de unos ojos negros y los labios oscuros. Viste de blanco y encaje, como una mortaja.
-No dejes que tu vida pase...
Empezó a hablar la imagen... para Eliza fue tan surrealista, pues parecía tener su mismo tono agudo de voz, sólo un poco desgarrado. No puede evitar que la piel se le ponga de gallina
-... con tus decisiones te estás alejando
-¿Cómo dices?
La joven se gira para ver al espectro y se da cuenta que ahí no hay nada... más esas palabras se repiten como un eco en su mente
-No dejes que tu vida pase...
Se sacudo los pensamientos, considerando que quizás lo que bebió la noche anterior la tiene todavía con embriaguez. Se da un par de palmadas para obligarse a despertar de una buena vez.
Cuando Eliza baja al comedor a desayunar son casi las 12 del medio día. Su hermano llega para comer en familia y darles una gran noticia, nuevamente sería tía. La pelirroja se alegró por Neil y decidió que lo mejor era brindar con champan; a la tarde decidió ir a comprar algunas cosas para el futuro nuevo integrante de los Leagan y después se prepararía para salir a cenar con sus amigos.
Mientras compartía en el club, le pareció ver a esa misma imagen aterradora de la mañana... se empinó la copa hasta acabarla y le pidió a uno de los chicos que la llevara a bailar.
El mismo geste se empezó a repetir en las mañanas de Eliza y la perseguía por todos lados.
Estaba aterrada, no entendía qué era lo que estaba pasando; por un momento pensó que algún alimento le estaba provocando las alucinaciones; luego dejó de mezclar licores con tal de dejar de ver a esa mujer que le decía >>"No dejes que tu vida pase..."<<
Exasperada hasta el hastío decidió volver a Chicago, la mansión en Lakewood. Le apetecía pasar lejos de todo el barullo de la ciudad en Florida, cambiar de rutinas o se terminaría volviendo loca. Arreglaron con sus amigos hacer una escapada.
Cuando llegaron a la residencia le pareció volver a sus años de juventud. Saliendo a cabalgar con Anthony, molestando a Candy, las tardes de té con la tía abuela Elroy; cuando pasó frente a los establo no pudo evitar soltar una risa al recordar la imagen de una rubia entrando y durmiendo en ese lugar.
Pero al final de cuentas, no todo le estaba saliendo como quería, desde el momento que puso un pie en la casa, junto a las escaleras principales, ahí estaba ese espectro otra vez. Las alucinaciones eran peores, el ente se sentaba a su lado y Eliza lo miraba con ojos de horror; sus amigos no le entendían, nunca la habían visto comportarse de esta manera.
-Esto no me puede estar pasando... me estoy volviendo loca, loca
Farfullaba, todos la observaban para entender a qué se refería, pero no lograban entenderla... al segundo día la pelirroja estaba que no podía más y hablaba en voz alta sin contenerse
-¡Vete, vete y déjame en paz!
Le exigía al espíritu, y cuando sus amigos intentaron calmarla y hacerle ver que nadie le estaba importunando, hizo un berrinche descomunal, hasta los terminó echando de la casa y se encerró en su habitación.
Acurrucada en un esquina, se sujetaba la cabeza con fuerza mientras se repetía
-No es real... no es real
-Eliza... no dejes que tu vida pase
El espíritu poso su palma sobre el brazo de la joven y ésta dio un respingón del susto ¡Lo había sentido! Desesperada se pone en pie y decide lanzarle todas las cosas posibles con tal de hacerle daño o que se desaparezca.
Salió corriendo de la mansión, necesitaba huir, alejarse, olvidar, ignorar. Todavía sentía la sensación de frescura donde le tocó el ente. Empieza a llover y Eliza continua su estampida sin rumbo fijo. Hasta que sus pies ya no le responden y termina cayendo de bruces, le da un ataque de tos impetuoso, siente que se queda sin aire y un esputo sanguinolento sale de su boca; ella se aterra, no entiende lo que le está pasando.
Se coloca en posición fetal mientras siente que las gotas siguen cayendo, gira su rostro para observar el cielo nublado; se siente como una rana olvidada, vacía, flotando en el espacio, desde aquella mañana que despertó algo en su vida había cambiado y no lo quiso ver.
El sonido de unos pasos se dejaron escuchar, un hombre de cabellos castaños largos, mirada color miel y voz grave le saluda, Tom Stevenson le ofrece su ayuda pero Eliza no emite palabra. Entonces él decide cargarla en brazos y la lleva hasta una cabaña donde sus jornaleros descansan cuando están cuidando el ganado.
Tom le ofrece una manta a la pelirroja para que entre en calor, sentada cerca de la chimenea, ve como el hombre se vuelve a la puerta para cerrarla; los dientes empiezan a castañear cuando se percata que tras la puerta estaba ahí el espectro. Eliza traga grueso, teme que se le ha desatado la locura. Él enciende el fuego y busca de preparar algún brebaje para convidar a su invitada. La alucinación se hasta donde ella
-Es la hora... tu vida se te ha escapado
-¿Q-qué? ¿Por qué?
-Has seducido a cualquier extraño, te has bebido los años olvidando hacer algo más
-¡N-no! ¡Me niego! ¿Qué tiene de malo ser feliz?
-¿Realmente has sido feliz?
Eliza no responde, quiere hacerlo... pero esa sensación de vacío hizo eco en cada fibra de su ser. Pensaba entonces si realmente le había llegado su hora, si se tenía que morir. Se lamentaba su vida, sólo de fiesta en fiesta sin importarle nada. Provocar y sentirse deseada, pero nunca dispuesta a entregar su corazón a alguien. Sin darse cuenta poco a poco se había quedado sola y con más de treinta años.
Tom la observa preocupado, teme que debido al haber estado bajo la lluvia esté teniendo fiebre y delirios, ella habla sola. Le pide de favor que se cambien y ponga ropa seca, que él irá en busca del doctor.
Eliza se queda sola y piensa en todas las cosas que le gustaría poder hacer, no desea morir, quiere tener una oportunidad de vivir, viajar, sentir, amar y ser amada. Observando la danza de la llamas cree fervientemente que puede hacer algo más y que se merece una oportunidad. Tiene que cambiar.
Cuando Tom vuelve con el médico, se encuentran a una joven pelirroja con los cabellos sueltos y revueltos, observando el vacío, vestida sólo con su camisola, su piel parece de porcelana con el resplandor del fuego.
-Señorita, aquí está el doctor
Eliza gira el rostro para ver a los hombres y a ella, el espectro la observa por unos instantes... y antes de que el doctor diga nada, esa presencia le advierte
-No dejes que tu vida se pase...
Y una sensación de calidez la embargó cuando la mano de Tom se posó sobre su hombro.
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