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OPERACIÓN C0507–T1231
CAPÍTULO 3 —PARTE 2
CAPÍTULO 3 —PARTE 2
—Ya era hora que llegaran —dijo un hombre en la oscuridad de una habitación.
—Señor, las cosas se complicaron un poco y tuvimos que....
—Ya sé todo lo que pasó —respondió el hombre interrumpiéndolos —debería de partirles el trasero por lo que hicieron —apretó los puños —les pedí que no quería violencia, ahora por culpa de ustedes, se ha organizado un ejercito de rescate —golpeó el escritorio con fuerza —son unos imbeciles.
—Señor, le juro que no tuvimos otra opción.
—Siempre hay otra opción, idiota
—Pero usted fue claro con sus órdenes, dijo que la quería esta noche pasara lo que pasara.
—Pero no me refería a esta mierda —dijo furioso encendiendo la televisión y cambiando de un canal a otro. Todos hablaban del secuestro de la primera Dama del País —Lárguense de mi vista ahora mismo si no quieren que acabe con sus miserables vidas —amenazó. —No pensarán dejarla aquí ¿verdad?, manada de idiotas —los detuvo al ver que se marchaban dejándole a su prisionera allí. —Llévenla al ático y tu —señalo a uno de ellos —asegúrete que no se escape, porque si lo hace, vas a pagarlo muy caro.
Candy escuchó con atención aquella voz. Su piel se erizó bajo su abrigo al reconocerla. Su mente voló a años atrás. Era él. Era la misma voz que la amenazó a travez del auricular de un celular cuando rescató a Terry.
Una vez más se obligó a permanecer quieta y fingirse aún dormida.
—Hemos llegado a lo que serán sus aposentos de ahora en adelante Primer Dama. Lamento mucho todo esto, realmente lo lamento —decía el hombre mientras le desataba los pies —pero sabe, no tengo opción, ellos tienen a mi madre y si no hago lo que me piden, no dudaran en torturarla frente a mis ojos una vez mas.
Candy apretó la mandíbula al percibir el dolor en aquellas palabras.
—Si estuviera en mis manos ayudarla, lo haría sin dudarlo —continuó el hombre mientras desataba sus manos —yo no quiero ser como ellos, yo me uní a esto porque me dijeron que era una muy buena oportunidad de empleo para que mi madre no trabajara mas haciendo flores artificiales y que con la paga que recibiría podría darle la vida de reina que ella se merece —concluyó con los ojos cristalizados.
—Ayúdame y yo te ayudaré a que lo consigas —respondió Candy al monólogo del hombre.
—Señora —dijo cubriendo su rostro con la manta que acaba de retirar del rostro de Candy y se dirigió con rapidez a la puerta de salida.
—No voy a delatarte, ¿como lo haría? —Dijo Candy con suavidad provocando que el hombre se detuviera antes de abrir la puerta —por tus palabras me doy cuenta que eres una buena persona y que eres capaz de todo por la felicidad de tu madre.
—No de todo señora. Yo no soy un asesino, y créame, estoy muy lejos de serlo —respondió el hombre ladeando el rostro para verla de reojo.
—Lo sé —respondió Candy poniéndose de pie —por eso te pido que me ayudes a salir de aquí.
—Pero ya escuchó usted lo que hará si lo hago.
Candy guardó silencio meditando en las palabras del muchacho frente a ella. Podía aprovechar su momento de vulnerabilidad y escapar en ese momento, pero no iba a poner en riesgo su vida ni la de su madre; en su lugar lo dejó marcharse, ya encontraría la manera de ganar su confianza y convencerlo para que la ayudara.
En cuanto se quedó sola, Candy se adentró en el lugar en busca de algo que le ayudara a comunicarse con Terry. El seco sonido de fuertes pisadas acercándose al lugar, le hicieron regresar al sitio donde aquel joven la había dejado.
—Buenas noches primera dama, le he traído su cena, tal vez no es lo que usted acostumbra a comer pero es lo único que hay por ahora —le acercó una bolsa.
Candy miró de reojo lo que su interlocutor le acercaba. Era comida de un reconocido restaurante de comida rápida. Si bien era cierto aquello no era lo que acostumbraba a comer, también era cierto que durante sus años de Universidad en donde el tiempo para prepararse algo decente escaseaba, aquel se convirtió en uno de sus platillos favoritos.
Giró su rostro y contempló la bolsa, no era de papel, era de plástico, podia usarla para asfixiar a su opresor y salir de aquel lugar, pero.... tensó la mandíbula al recordar las palabras de aquel joven.
De que ella no escapara dependía la vida no solo del muchacho, sino la de su madre. ¿Cuanto hubiera dado ella por que sus padres hubiesen tenido una oportunidad de salir con vida de aquel atentado?. De que aquel terroristas hubiese sido reclutado con promesas falsas de superación. Estaba segura que si ese hubiese sido el caso, su bondadosa madre hubiese conseguido convencerlo de no llevar a cabo todo aquello, pero no, aquel hombre era tan despiadado como el cabecilla de aquella organización terrorista.
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—Señor, las cosas se complicaron un poco y tuvimos que....
—Ya sé todo lo que pasó —respondió el hombre interrumpiéndolos —debería de partirles el trasero por lo que hicieron —apretó los puños —les pedí que no quería violencia, ahora por culpa de ustedes, se ha organizado un ejercito de rescate —golpeó el escritorio con fuerza —son unos imbeciles.
—Señor, le juro que no tuvimos otra opción.
—Siempre hay otra opción, idiota
—Pero usted fue claro con sus órdenes, dijo que la quería esta noche pasara lo que pasara.
—Pero no me refería a esta mierda —dijo furioso encendiendo la televisión y cambiando de un canal a otro. Todos hablaban del secuestro de la primera Dama del País —Lárguense de mi vista ahora mismo si no quieren que acabe con sus miserables vidas —amenazó. —No pensarán dejarla aquí ¿verdad?, manada de idiotas —los detuvo al ver que se marchaban dejándole a su prisionera allí. —Llévenla al ático y tu —señalo a uno de ellos —asegúrete que no se escape, porque si lo hace, vas a pagarlo muy caro.
Candy escuchó con atención aquella voz. Su piel se erizó bajo su abrigo al reconocerla. Su mente voló a años atrás. Era él. Era la misma voz que la amenazó a travez del auricular de un celular cuando rescató a Terry.
Una vez más se obligó a permanecer quieta y fingirse aún dormida.
—Hemos llegado a lo que serán sus aposentos de ahora en adelante Primer Dama. Lamento mucho todo esto, realmente lo lamento —decía el hombre mientras le desataba los pies —pero sabe, no tengo opción, ellos tienen a mi madre y si no hago lo que me piden, no dudaran en torturarla frente a mis ojos una vez mas.
Candy apretó la mandíbula al percibir el dolor en aquellas palabras.
—Si estuviera en mis manos ayudarla, lo haría sin dudarlo —continuó el hombre mientras desataba sus manos —yo no quiero ser como ellos, yo me uní a esto porque me dijeron que era una muy buena oportunidad de empleo para que mi madre no trabajara mas haciendo flores artificiales y que con la paga que recibiría podría darle la vida de reina que ella se merece —concluyó con los ojos cristalizados.
—Ayúdame y yo te ayudaré a que lo consigas —respondió Candy al monólogo del hombre.
—Señora —dijo cubriendo su rostro con la manta que acaba de retirar del rostro de Candy y se dirigió con rapidez a la puerta de salida.
—No voy a delatarte, ¿como lo haría? —Dijo Candy con suavidad provocando que el hombre se detuviera antes de abrir la puerta —por tus palabras me doy cuenta que eres una buena persona y que eres capaz de todo por la felicidad de tu madre.
—No de todo señora. Yo no soy un asesino, y créame, estoy muy lejos de serlo —respondió el hombre ladeando el rostro para verla de reojo.
—Lo sé —respondió Candy poniéndose de pie —por eso te pido que me ayudes a salir de aquí.
—Pero ya escuchó usted lo que hará si lo hago.
Candy guardó silencio meditando en las palabras del muchacho frente a ella. Podía aprovechar su momento de vulnerabilidad y escapar en ese momento, pero no iba a poner en riesgo su vida ni la de su madre; en su lugar lo dejó marcharse, ya encontraría la manera de ganar su confianza y convencerlo para que la ayudara.
En cuanto se quedó sola, Candy se adentró en el lugar en busca de algo que le ayudara a comunicarse con Terry. El seco sonido de fuertes pisadas acercándose al lugar, le hicieron regresar al sitio donde aquel joven la había dejado.
—Buenas noches primera dama, le he traído su cena, tal vez no es lo que usted acostumbra a comer pero es lo único que hay por ahora —le acercó una bolsa.
Candy miró de reojo lo que su interlocutor le acercaba. Era comida de un reconocido restaurante de comida rápida. Si bien era cierto aquello no era lo que acostumbraba a comer, también era cierto que durante sus años de Universidad en donde el tiempo para prepararse algo decente escaseaba, aquel se convirtió en uno de sus platillos favoritos.
Giró su rostro y contempló la bolsa, no era de papel, era de plástico, podia usarla para asfixiar a su opresor y salir de aquel lugar, pero.... tensó la mandíbula al recordar las palabras de aquel joven.
De que ella no escapara dependía la vida no solo del muchacho, sino la de su madre. ¿Cuanto hubiera dado ella por que sus padres hubiesen tenido una oportunidad de salir con vida de aquel atentado?. De que aquel terroristas hubiese sido reclutado con promesas falsas de superación. Estaba segura que si ese hubiese sido el caso, su bondadosa madre hubiese conseguido convencerlo de no llevar a cabo todo aquello, pero no, aquel hombre era tan despiadado como el cabecilla de aquella organización terrorista.
Gracias Por Leer