LA SOCIEDAD SECRETA DEL NARCISO
Intro: EL DERECHO A ELEGIR TU DESTINO
GF 2022
por Fedra\ Elby8a
Si hay una ley en el universo que se debe respetar aún a pesar de las consecuencias esa es LA LEY DEL LIBRE ALBEDRÍO capaz de hacer temblar incluso a los más fuertes de espíritu pues ante ella no hay manera de ignorar la voluntad de quien hace válido este derecho.
Así fuera por pura irreverencia, por tomar el camino menos andado o simplemente saltar a un precipicio en llamas, ese era el libre albedrío, ¡la prerrogativa de todo ser! Tener la libertad para pavimentar su camino al infierno o subir los peldaños al cielo. Como almas guerreras y por el infinito respeto de las divinas místicas hacia su emperador y hacia cada alma bajo su protección ¡honraban esa decisión!
En el Real Colegio San Pablo, cerca del extenso campo de narcisos, dentro de la cueva oculta bajo la enorme piedra ancestral a la cual él había bautizado como “La Madriguera” El joven castaño se puso de pie después de haber estado largas horas intentando buscar solución por lo menos a uno de los problemas que le aquejaban. La estancia estaba penetrada del olor de sus cigarrillos de no ser por las velas encendidas ya se habría ahogado con el humo.
Era la central de reuniones para los miembros de La Sociedad Secreta Del Narciso a la cual ahora sabía que habían pertenecido todos sus ancestros. Ese era el único lugar dónde podía pensar, tenía la absurda idea que alguno de ellos aparecería mágicamente frente a él para aconsejarle. Terence soltó una escandalosa carcajada irreverente que ponía en entredicho su cordura.
Había perdido la noción del tiempo, siempre le sucedía cuando se adentraba en esa cueva. Paseaba de un lado a otro, observando los cuadros que adornaban las paredes de piedra representando a sus antepasados a través de diferente eras. Buscaba desesperado en todas direcciones, tratando de encontrar respuestas, dentro de un cofre había hallado un papiro el cual desplegó con precaución para no maltratarlo, en este, el dibujo de una extraña piedra que contenía antiguos símbolos egipcios, pasó sus dedos sobre ellos sintiendo el material áspero bajo su tacto. Otro ataque, fue presa de un temblor que parecía provenir de una descarga eléctrica en su cerebro.
Cerró los ojos apretando sus párpados la cabeza le quería explotar, su cuerpo se estremecía con los recuerdos apilándose uno tras otro sin aparente orden mientras intentaba calmar su agitada respiración. Al momento que logró abrirlos de nueva cuenta, se enfocaron en el papiro frente a él, los símbolos parecían tomar vida ante él ¡Con una mierda! ¿desde cuando era que él podía leer y comprender jeroglíficos como si de su lengua natal se tratase? Los que más saltaban a la vista eran los representantes de los cuatro elementos.
Agua - zafiro
Aire - amatista
Tierra - diamante
Fuego - rubí
Junto a cada símbolo se encontraba la imagen de una piedra esas piedras eran la clave, sabía que las había visto antes, esas mujeres que decían ser sus guías las portaban de diferentes maneras, como brazaletes, diademas o tobilleras, recordaba haberlas visto brillar del mismo tono de los ojos de sus dueñas. Las poderosas damas resultaban ser un enigma aún por resolver.
Se dejó caer cansadamente sobre el antiguo sillón bajo el retrato de su abuelo tomándose unos minutos para reflexionar lo sucedido desde el acontecimiento que le había llevado a encontrar ese refugio.
Su mundo se sacudió el destino le había golpeado en la cara con esa realidad que le dejó el vacío abismal de la pérdida experimentada. Los días que le siguieron a la muerte de su padre definitivamente le habían marcado en más de una manera. El periodo de su duelo le había llevado al borde de la locura cometiendo un error de juicio tras otro. A ratos consumido por el enojo, a ratos movido por la tristeza, ahora lo aceptaba, la muerte de su padre le había afligido más de lo que habría esperado. Atrapado entre la idea de lo que sentía que debía ser su vida y lo que el deber despiadadamente le había exigido de un momento a otro, se encontraba abrumado, la carga sobre sus hombros se tornaba intolerable y el hecho de que las monjas se habían empecinado a llamarle “su excelencia” terminaba por hacerle difícil incluso el mantener su tradicional rostro imperturbable. La angustiosa desolación que lo atacaba por las noches especialmente al observar la luz prendida de la habitación especial que sabía debería ser habitada por alguien más que no fuera Eliza Leagan. Esa persona cuyo nombre moría en sus labios en un grito imposible de ahogar al despuntar el alba.
En sus sueños a los que quisiera aferrarse en especial a ese sentimiento era lo único que tenía sentido en medio de la tormenta, más no lo lograba, algo no le permitía hacerlo, retenerla en su memoria le resultaba imposible, se olvida de ella al amanecer. Sus recuerdos intermitentes se le escapan de entre los hilos entretejidos de su memoria. Le parecía estar cayendo en un abismo interminable. Las creencias antes grabadas en fuego dentro de su corazón se disipaban, las heridas sin sanar habían dejado cicatrices, su rebelde juventud estaba siendo dejada de lado sabía que debía soltarse más no podía por más que lo intentara siempre fallaba. Recuerdos de su juventud mezclados, historias interpoladas y borrándose volviéndose intermitentes palpitando en su cerebro sin elección sobre cuales lograr retener. El eco de esas memorias perdidas reverberado a través de las arenas del tiempo haciendo titilar las peculiares joyas siendo usadas por cuatro reinas.
La rubia de ensortijada cabellera era la persona que solo él parecía tener conocimiento de su existencia en esa realidad que sabía en la médula que no era la suya. Esa pecosa con la que intercambiaba bromas sarcásticas y agudas observaciones con tal de molestarla y reír a carcajadas. ¡Oh cuanto añoraba esa existencia! incluso repleta de vicisitudes adolescentes que ahora le parecían insignificantes. La fina línea que separaba la consciencia de sus vidas pasadas se mezclaba en su mente. La memoria de un chico de 15 años con un cuerpo de 18.
Se puso de pie de nueva cuenta recordando a esas damas exóticas a quienes había descubierto siguiéndole constantemente haciéndose pasar por sus profesoras, por otras monjas, por dependientas de establecimientos, incluso yendo tan lejos como para hacer guardia en su balcón. Fue en esa ocasión que se había despertado con el sudor corriendo por su espalda, agitado a causa de sus propios sollozos con el nombre de ese ser por el cual clamaba su alma, que las había confrontado exigiendo saber su motivo oculto. De repente ante sus ojos habían aparecido de la nada un grupo de hermosas mujeres cuya aura poderosa emanaba de sus cuerpos. Se hacían llamar sus Divinas Místicas y alegaban que él era su emperador que tenía un propósito que cumplir y ellas se presentaban ante él para ayudarle a llevarlo a cabo ya que alguien había ocasionado estragos en su misión.
Libre albedrío había dicho la gitana Marcela Luna, volvió a reír de manera histérica. Él en algún momento dentro de su demencia les exigió a las divinas lo dejaran en paz para vivir su vida seguir su aprendizaje solo. Había apelado a la libertad para tomar sus propias decisiones, sin estar sujeto a presiones, necesidades o limitaciones, o a alguna predeterminación divina.
Fue ingenuo y arrogante al pensar que no requería ayuda de nadie. Estaba a días de ser declarado oficialmente el nuevo duque de Grandchester un título que jamás quiso ni mucho menos había pedido, un título que había sido el único motivo para el cual después de haber sido engendrado era por lo que su padre se había quedado con él o según esa era la idea que tenía de Richard. ¡Cuán equivocado había estado! ahora tras haber leído la misiva entregada por el almirante Brower amigo entrañable de su finada excelencia, sabía que debía luchar por defender el nombramiento de duque. Los secretos debían ser salvaguardados, alejados de manos codiciosas. Había demasiadas cosas que requerían explicación.
Lo único que tenía claro ahora era que todo se originó- con esa gitana así que ahí era donde había decidido buscar respuestas.
—¡Estoy atrapado en medio de todo!
“El futuro, sea lo que sea, está totalmente regido por verdades pasadas” —Aristóteles
Ahora debía regresar al inicio, al tiempo cuando todo comenzó, aquella vida en la que las había conocido por vez primera esa de la cual su padre le había mencionado en la primera de las pocas pistas que había logrado descifrar. Todo lo que había leído aconsejaba lo contrario, era una elección imprudente, iba en contra de toda regla escrita sin embargo quién era él sino un rebelde irreverente y si su existencia peligraba al menos sería bajo sus propios términos sin pedir permiso.
Caminó con determinación hacia el espejo esperando poder cruzarlo como aquella vez que fue llevado por sus Divinas Místicas a su otro mundo donde él era el emperador sin siquiera imaginar que en esta ocasión sería también un líder, un regidor, un faraón.
Intro por Las Divinas Temperance y Fedra
Video por La Divina Alix
Diseño de Avatares por Dení TG
"Las Divinas Místicas Cambiando El Destino por Terry"