¡Hola niñas del hogar de pony!
Es un placer participar de nuevo en este magno evento. Agradezco a las divinas místicas por la invitación.
Hoy les quiero compartir un pequeño escrito de nuestros amados rebeldes, espero sea de su agrado.
Las adversidades que la vida nos puso para poder estar juntos, solo hicieron que mi amor por ti se fortaleciera, que echara raíces en mi corazón. Mis ojos al igual que mi ser, te pertenecieron desde el primer momento que te vi. Nuestros hijos adoran nuestra historia de amor, aunque no saben todos los detalles. Hasta hoy que tienen la edad suficiente y hemos decidido revelar nuestro sombrío pasado. Te tomé de la mano y juntos relatamos las dolorosas experiencias que tuvimos que pasar cada uno en la ausencia del otro.
¿Recuerdas cuándo nos casamos? fue uno de los días más felices de mi vida, a tu lado he aprendido a coleccionarlos. Pero ese en especial aún me provoca taquicardia cuando lo recuerdo. Te veías como una aparición divina, bella, delicada y angelical. Tu sonrisa, la hermosa sonrisa tan grande que me regalaste, cuando levanté el velo que cubría tu cara y esos ojos tan radiantes, desmoronaron mi corazón de amor. Para después moldearlo como arcilla con tus bellas manos y lo fusionaste con el tuyo.
Creaste magia en tu interior, las preciadas vidas de mis dos tesoros, y por eso te amo más. El día que respondiste aquella carta volví a nacer. Tardé un año y medio para tener el valor de enviarla. Escribir esas líneas me llevó horas, días y muchas noches de desvelo, pero valió la pena, a cambio me has dado tanta felicidad. ¿Me amas? preguntaste cuando te tuve frente a mí, después de los largos años de separación, tus ojos temerosos de mi respuesta, tu voz temblaba y no dejabas de estrujar el pañuelo que te ofrecí para limpiar tus lágrimas. Te respondí con un beso antes de decirte que sí con voz queda y entrecortada.
Tus rizos volaban libremente en la cubierta del barco que nos trajo a Inglaterra, tu mirada perdida en el denso océano, la brisa acariciaba tu piel, te vi y me volví a enamorar. Débiles lágrimas resbalaban por tus mejillas encendidas. Te abracé por detrás y besé tu cuello, observando el mismo punto que mirabas, perdiéndome en las profundas aguas. Al llegar, visitamos el Real Colegio de San Pablo, caminamos entre los árboles y la colina, que en esa época de adolescentes fue testigo de nuestro inocente amor. Eres luz en mi vida y por eso “te amo” gracias por salvarme, gracias por amarme. Cómo olvidar cuando me diste la maravillosa noticia de que sería padre, te abracé fuerte, tan fuerte que por un momento tuve miedo de lastimarte, todo mi mundo se llenó de alegría.
Hoy estamos sentados una vez más frente al lago, viendo el arrebol del atardecer. Un día más que llega a su fin. Estela la ama de llaves suele decir que es un día menos. El viento juega con tu blanca cabellera, me encanta contemplar tus ojos brillantes cuando el sol se oculta y te vuelves hacia mí, para decirme que me amas, como respuesta te doy un beso recordando la promesa que te hice hace más de cuatro décadas: “Te amaré toda la vida, hasta que la muerte nos separé mi amor”
Nuestros hijos han crecido y como aves emigraron hace tiempo de nuestro lado. Dejándonos como al principio, solos, para amarnos y cuidarnos el uno al otro. Hace más de diez años que dejamos Londres y nos establecimos en la villa de Escocia. Este lugar guarda celosamente nuestras memorias de adolescencia, es testigo de incontables noches de pasión, fue aquí, donde concebimos a Matthew, nuestro primogénito. Tu bello rostro se ve más resplandeciente con los signos de sabiduría que se han marcado en tu piel. Tus manos cálidas apartan el frío aire que con frecuencia cala mis huesos. Eres el amor de mi vida, te digo cada día, nunca me cansaré de decirlo. En las mañanas cuando despiertas, en las tardes cuando terminó de leer algún poema para ti o en el ocaso cuando tus ojos se confunden con la naturaleza. Con nuestro caminar ahora pausado, nos permitimos saborear cada segundo mientras recorremos tus lugares favoritos de la villa.
Te amo Candice White, mi pequeña pecosa. Si el destino cruel decide que seré yo el primero que tenga que marcharse y dejarte, entonces perdóname por ser el causante de tus lágrimas. Quiero que sepas que estoy viviendo la vida que siempre soñé, desde que acepté que te amaba. Si algún día mi memoria falla y me hace olvidar todo, estoy seguro que lo único que nunca podré olvidar es que tú eres mía y yo soy tuyo. Si tuviera que sufrir en otra vida igual o más de lo que he sufrido en está y la recompensa fuera tu corazón. Con gusto aceptaría el dolor y sufrimiento, porque sé que tú eres vida, salvación, esperanza y renacer. Te amo mi tarzán, aunque ese sobrenombre hace mucho tiempo que lo dejamos atrás, pues tú bello cuerpo ya no es tan fuerte como para aventurarse a semejantes hazañas. Si mi corazón tuviera que entregar a cambio de tu vida, me lo arrancaría para que tu sonrisa jamás se extinguiera. Te amo señorita pecas. Te amo en esta vida y después de ella, te amaré toda la eternidad.
Gotas saladas mojaban la hoja de un grueso manuscrito de impecable caligrafía. Es Ethan quien lo ha leído, el hijo menor de los Granchester. Aquel día los prados se vistieron de colores, los jardines de flores, el sol abrazaba la mañana. Matthew encontró a sus padres abrazados en su cama, con una sonrisa dibujada en sus labios y sus frías manos entrelazadas.
Fin