Buenas noches lindas chicas, las hermanitas del mal están de vuelta en la Fiesta Florida, para presentarles un nuevo capítulo de el Fic, El Último Aliento, si ya se que está historia lleva tres años, pero créanme que mi hermanita y yo hemos trabajo en él con mucho cariño, nos hemos tardado si porqué de repente nuestra vida cotidiana nos absorbe, hoy traigo el capítulo 22 ya está en sus últimos capítulos por fin ya tendrá su final.
Así que sin más palabrería les dejo el capítulo.
Posdata: Los capítulos anteriores los pueden encontrar en el grupo dé Facebook La Morada Mística.
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El último aliento
Capítulo 22
El culpable soy yo
Ya no tenía fuerzas para nada. La voz de Archie se escuchaba cada vez más lejana. El dolor en el cuerpo poco a poco se iba diluyendo, todo se puso muy oscuro. De repente, y sin darse cuenta, estaba de pie, en un corredor muy largo dónde, a lo lejos, podía vislumbrar una luz muy tenue. Annie sintió el impulso de caminar hacia ella. Cuando dio el primer paso escuchó la voz desconocida de una mujer. "Lo siento tanto" decía y parecía escucharse a sí misma.
Necesitada de alcanzar aquella iluminación blanca, siguió avanzando, pero ahora, imágenes se proyectaban inconexas frente a sus ojos. Ella de niña, en el colegio, con Candy, la hermana Lane, la señorita Pony… la señora Brighton… Archie… Su boda… un bebé… se tocó el vientre buscando sentir la redondez llena de vida, y que cada que tocaba se movía en su interior, pero no había nada, tan sólo un pequeño volumen de carne sensible, fría y húmeda.
— Mi… niña… — Pronunció la chica al tiempo que se giraba, buscando.
Ese movimiento bastó para que se sintiera perdida. El corredor desapareció, en su lugar, la bruma a su alrededor no le permitía ver nada. Gritó. Una y otra vez pero la voz no salía de su garganta, buscó la luz, la que había visto antes, pero no había nada, solo la niebla espesa, el frío, y la desolación.
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Archie, cegado por la rabia, insultaba y sacudía a Annie exigiendo que ésta respondiera por lo que acababa de decir sin darse cuenta de que ya había abandonado este mundo.
Luca, que había entrado a la habitación al escuchar los gritos luchaba por quitarle las manos de encima a la fallecida ayudado por el patriarca de los Andley.
Cuando al fin lograron dominarlo, el joven esposo se quedó estupefacto ante la visión frente a él.
La cama de sábanas blancas se teñía de rojo; los ojos de Annie, antes cerrados, se habían abierto y parecían mirarlo, acusarlo, y el hombre dejó de luchar cayendo en cuenta que la mujer ahí acostada, su esposa, estaba muerta.
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Albert se había quedado en el pasillo. Su mente ágil hilaba los acontecimientos y las palabras dichas por su sobrino, aunque le costaba creer que fueran ciertas.
Discutía la situación de Annie con el médico italiano cuando ambos escucharon los gritos de Archie.
La escena que sus azules ojos captaron le causaron gran impresión. Su sobrino fuera de sí, con el rostro tan desencajado que no parecía ser el. Annie con la piel tan blanca como las sábanas que iban adquiriendo una tonalidad escarlata. Una visión horrenda y aterradora que la piel se le puso de gallina.
Una vez fuera de la habitación, el rubio ya no siguió aplicando más fuerza. Archie parecía perdido. Sosteniendole por los hombros, lo guío hasta la sala, dónde los demás seguían, sentados y de pie, esperando noticias.
La primera en levantarse de su asiento al verlos, fue Candy, quien, notando su terrible aspecto, intuyó lo que había pasado. La rubia se llevó una mano a la boca ahogando un sollozo al tiempo que susurró un ¡No!
Cornwell arrastraba los pies, sus ojos se movían inquietos de un lado a otro como buscando alguna respuesta a lo que sucedía. Al levantar la vista, el tono dorado que habían adquirido sus ojos chocaron con las vetas verdes, casi negras de Candy.
— ¡Tú lo sabías! — Afirmó con los ojos refulgiendo en flamas doradas, apuntándole a su prima con el índice — Tú siempre sabes ¿Verdad? — La voz susurrante de Archie salió temblorosa. Tenía los labios apretados al igual que el puño, su cuerpo en extrema tensión mientras se acercaba despacio a la rubia ante la mirada atónita de todos en la sala — Tenías que saberlo — La tomó por los hombros.
— ¡Archie! ¡¿Qué te pasa?! — Inquirió el patriarca haciendo esfuerzo por apartar a su sobrino de su hija — Estás lastimando a Candy — Dijo al ver cómo las manos del muchacho comenzaban a apretar los brazos de la rubia.
Por su parte. Candice lo miraba boquiabierta. No necesitaba preguntar a qué se refería su primo. Ya lo sabía.
— ¡Di algo! — El grito salió fuerte e imperativo — ¡Sabías lo que hicieron esos perros traicioneros!
— ¡ARCHIBALD! — Volvió a exclamar Albert al tiempo que le hacía señas a George para que entre ambos pudieran controlar al joven.
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En apariencia, Terry estaba más o menos tranquilo. La plática con su madre le aclaró las ideas. Sin embargo, una decisión difícil debía ser tomada, y no solo por él. Así que, acompañado por Eleonor, regresó al nosocomio, dispuesto a llevarse a su mujer de ahí pues, pasara lo que pasara con Annie ellos debían solucionar su situación.
La sala de espera estaba delante del edificio, a la izquierda, con grandes ventanales que, desde el exterior dejaban ver a las personas ahí sentadas; por lo que, al acercarse Terry al inmueble, la visión clara de Archie sacudiendo a su esposa hizo que la sangre del inglés hirviera cuál lava.
Soltándose de su madre, el castaño subió los pocos escalones corriendo y, pasando junto a todos velozmente, usando ambas manos, apartó a Cornwell de Candy, inmediatamente le sostuvo por la camisa, retrajo el brazo derecho tomando impulso para luego asestar tremendo puñetazo, que reventó el labio inferior de Archibald Cornwell.
— ¡¡Alejate de mi mujer infeliz!! — La voz de Terry sonó como un trueno al tiempo que señalaba al joven tirado en el piso.
Archie veía todo rojo. La rabia, los celos, el dolor le escocían hasta el último músculo del cuerpo. El golpe lo sacudió, todo se revolvió en su mente. Su cuerpo ardía, la bilis le quemaba la garganta.
Desquite. Necesitaba desquitarse, y quién mejor, que el causante de su rabia. Por lo que, limpiando su sangre con el antebrazo, se incorporó con todo el coraje interno abalanzándose sobre el castaño con todo el peso de su cuerpo. Abriendo los brazos para tumbar el metro ochenta de longitud, se aferró al torso, cayendo los dos al piso, con el encima de su oponente, aprovechando la sorpresa de este y su posición ventajosa, agarrando la parte media de la camisa blanca de Terry, asestando puñetazos dónde podía, logrando impactar al menos dos en el rostro del actor al tiempo que gritaba a los cuatro vientos la razón de su furia.
— ¡¡MALDITO HIJO DE PERRA! — Un golpe en la mandíbula — ¡ME PIDES QUE NO TOQUE A TU MUJER Y TU TE REVOLCASTE CON LA MÍA! — Otro golpe ahora en el pómulo izquierdo — ¡¡VOY A MATARTE Y LUEGO HARÉ LO MISMO QUE TU ME HICISTE!!
Las palabras de Archie retumbaron en los oídos de Grandchester mientras recibía el impacto. La espalda le ardía por el golpe contra el duro suelo, apenas y lograba meter las manos para evitar los golpes. De manera inconsciente se dejaba pegar, como queriendo pagar su deuda con el primo de su esposa pero, escuchar eso último… el Terry del colegio, ese que bebía y peleaba, resurgió, así que, sin dilación, capturó ambas muñecas de Cornwell, levantó la rodilla derecha con fuerza, castigando la entrepierna de lleno, lo que hizo que el hombre a horcajadas sobre él se doblara de dolor cosa que aprovechó para ahora el someterlo.
La lucha cuerpo a cuerpo era observada por seis pares de ojos. No había forma de pararlos sin salir librado, sin embargo, el primero en actuar, como siempre, fue George.
El hombre, aunque rebasaba los cincuenta años, conservaba su fuerza y habilidad por lo que, pasando sus manos por la cintura del castaño lo jaló hacia la derecha quitándole de encima de Archie, para, inmediatamente, aventarlo hacía la izquierda donde Albert lo sostuvo pues, al incorporarse, Terry iba a regresar a por el muchacho de cabellos cenizos.
Archie estuvo a punto de hacer lo mismo, se puso de pie, un poco mareado por los golpes, con la camisa abierta ya que los botones salieron volando en cuanto Terry lo agarró, sangraba por la boca, y uno de sus pómulos, aún maltrecho, quiso lanzarse de nuevo a los golpes, solo que esta vez, Neil se interpuso poniéndose frente a él con las manos extendidas.
— ¡QUÍTATE DE MI CAMINO IMBÉCIL! — Fue el grito de Archibald seguido de un puñetazo que si bien tomó por sorpresa al moreno haciendo que se tambaleara, no lo detuvo, sino por el contrario, le calentaron la sangre haciendo que este le devolviera el favor con un buen golpe de izquierda noqueando a su primo que cayó cuan largo era.
— ¡Neil!
Saliendo de su estupefacción, Patricia corrió junto a su novio, pues este se sacudía la mano con la que le pegó a Archie haciendo muecas de dolor.
Mientras tanto, Albert, que tenía agarrado a Terry por los brazos, lo giró de forma violenta aporreando su golpeada humanidad en un pilastrón al tiempo que hablaba de manera firme y autoritaria.
— ¡Qué diablos Terrence! — Lo sacudió — ¿Porque Archie dijo eso? — Los ojos de Andley, encendidos en llamas azules, quemaban las pupilas de su amigo al cuestionar — ¡¿Qué hiciste?! — Le preguntó muy cerca de la cara.
— ¡Albert por favor! — Suplicó Candy tratando de que, al que consideraba su hermano, dejara de maltratar a su marido — ¡Déjalo! — Imploró mientras intentaba separarlos.
— ¡William!
— ¡Y una mierda! ¡Responde! — Exigió — ¿Es cierto lo que dijo Archie?! ¿Te acostaste con Annie?
Terry desvió la mirada, sin aceptar o negar nada.
— ¡¿Qué carajos?! ¡Es cierto! — Afirmó el rubio mirando a Candy que todavía mantenía sus manos sobre su brazo.
— ¡No es lo que piensas!
— ¡¿A no?! ¿Y que se supone que estoy pensando Candice?
— ¿Qué es todo esto señor Andley? — El doctor Leonard, responsable del edificio, había llegado corriendo tras ser avisado por las enfermeras del zafarrancho que se estaba llevando a cabo en la sala de espera — ¡Le recuerdo que este es un lugar donde hay personas enfermas que necesitan paz y tranquilidad y usted y su familia lo están convirtiendo en un campo de batalla! ¡Hagan el favor de retirarse, o me veré en la obligación de llamar a las autoridades!
Albert soltó a Terry, Candy junto con Eleonor, se acercaron al castaño para ayudarlo a mantenerse en pie, George solicitó que alguien fuera por Archie para llevarlo a una habitación y fuera atendido mientras que Neil y Patricia salían del lugar en silencio.
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— Sabía que algo estaba sucediendo — Afirmó Albert a George una vez se quedaron solos en la sala — Pero no creí que fuera tan grave — Se pasó la mano por la cara — No entiendo cómo ¡¿Cuando?!
— Me temo que eso solo lo saben Annie y el señor Grandchester William.
— Por parte de Annie no podremos saber nada, está muerta.
George abrió mucho los ojos a la vez que contenía la respiración.
— Necesito que vayas a buscar a la mucama de Annie y la lleves a la casa, recuerdo que me dijiste que ella vio todo, estoy seguro que sabe cosas de su patrona, yo me quedaré aquí a esperar que Archie reaccione para llevarlo también a casa, cuando estemos todos ahí hablaremos, luego avisaré a los padres de Annie y a mi tía.
— ¿Les vas a decir lo de...?
— Por ahora no, necesito todos los detalles, ahí viene el doctor Luca, ve a hacer todo eso y yo me encargo aquí.
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Con la vergüenza de haber sido echados del recinto hospitalario todos estaban en la calle.
Nadie decía nada. No sabían qué hacer, tampoco cómo actuar después de lo sucedido.
Patty, junto con Neil, se encontraban un par de metros apartados de Candy, Eleonor y Terry, dándoles espacio.
Por fortuna para todos, George salió un par de minutos después.
Debido a que el hombre mayor tenía órdenes expresas, los demás acordaron regresar en el auto del joven Legan.
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El trayecto hacia Lakewood se hizo en un silencio atronador.
Apenas estacionaron el vehículo de Neil, Candy, junto con su suegra, ayudaron a bajar al golpeado actor, para luego, después de un "gracias" por parte de la ex actriz, subir con él hasta las habitaciones que les fueron asignadas.
— Vamos — Declaró O'Brien jalando a su novio al interior de la casa — Deja te reviso esa mano.
El joven obedeció. Y aunque le dolía como los mil infiernos, esbozó una leve sonrisa al ver la preocupación reflejada en el rostro de la muchacha de ojos miel.
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Mientras los novios iban a la biblioteca, arriba, Eleonor y Candy se dividían para atender, cada una, a sus respectivos hijos.
— ¿Estás cómodo? — Inquirió la rubia acomodando una almohada en la espalda de Terry.
El no contestó. Solo asintió, demasiado cansado y adolorido para hacer algo más.
— Cuando Candice entre por esa puerta tienes que hablar con ella acerca de lo que te dijo esa… esa mujer — Ordenó la dama Baker con los dientes apretados. La sola mención de Annie, aunque no pronunciara su nombre, y a pesar de saberla muerta, le provocaba un regusto amargo en la boca.
Dejó salir un suspiro ante el silencio de su hijo, se llevó la mano al estómago al sentir un hueco, tenía un mal presentimiento.
Con el rostro ensombrecido, Eleonor se giró, tomó la toalla junto al aguamanil, la mojó, regresó junto al castaño, y se dispuso a limpiar sus heridas.
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Patty puso un paño frío sobre los nudillos de Neil mientras esté se dedicaba a contemplarla.
— ¿Te duele mucho? — Quiso saber, levantando el rostro preocupado hacia el moreno.
— ¡Como no tienes una idea! — Respondió él en un susurro a la vez que hacía un gesto de dolor.
— ¡Oh Neil! — Exclamó ella con pesar.
— Está bien — Dijo él, quitándole importancia — La peor parte se la llevaron esos dos — Expuso refiriéndose a Grandchester y su primo — Todo esto es una locura ¿Escuchaste lo que dijo Archie? — Inquirió — todavía no lo puedo creer.
Patricia se quedó mirando unos segundos esos ojos marrones, conteniendo la respiración. Al darse cuenta de algo en lo que todavía no había caído, soltó la toalla, la vista se le nublo, se llevó ambas manos a la boca, y tras tragar saliva habló.
— Annie… Annie está muerta… — Alcanzó a decir para luego estallar en sonoros sollozos.
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Después de ver que su hijo estaba bien, Candy regresó a su habitación. Lo primero que vio al entrar fue a su suegra ayudando a su marido a quitarse la camisa rota y manchada de sangre, producto de la gran pelea que protagonizarán él y su primo Archie.
Armándose de valor, se acercó al golpeado castaño, el cual después de haber recibido las respectivas curaciones por parte de su madre no se veía tan mal como suponía.
— Terry — Lo nombró con una voz casi audible.
Tanto madre como hijo voltearon hacia la voz que le llamaba.
— ¡Candy! ¿Cómo está el niño? — Preguntó La rubia mayor.
— Está durmiendo, más tarde lo traeré, primero quiero revisarte — Se dirigió a su esposo.
El apenas y se movió. Eleonor se hizo a un lado y Candy se inclinó para hacer una auscultación extensiva al torso desnudo de Terry.
En el momento que la luz de la lámpara iluminó la cara de su marido, ella tuvo que contener un gemido de dolor y angustia al ver su aspecto magullado.
—¿Te duele aquí? — Le preguntaba al momento de tocar uno de los hematomas en el costado izquierdo.
— ¡Auch! — Se quejó él cuando sintió la presión de las manos de su mujer.
— Duele un poco pero estoy bien, no te preocupes, "El Elegante" ha mejorado, pero me han dado más duro — Quiso bromear.
Las manos temblorosas y las facciones compungidas de Candy lo hicieron arrepentirse de lo dicho.
— Bajaré a la cocina por algo para comer, no se preocupen por Evan, me lo llevaré a mi habitación — Declaró Eleonor, pues al ver la interacción de ambos jóvenes decidió retirarse para que al fin pudiesen hablar.
La de ojos verdes se sentó en la orilla de la cama. Segura de que Terry no tenía nada roto se armó de valor y preguntó:
— Terry… — Aspiró hondo — ¿Para qué pidió hablar contigo Annie?
El castaño miró esos ojos que tanto amaba, podía ver la turbulencia en el interior de su mujer. Le dio miedo. Se quedó meditando, pensando cómo le diría a su esposa lo que Brighton, agonizando, le había pedido.
— No se por donde empezar — Dijo bajando la cabeza, incapaz de seguir sosteniendo esa mirada llena de dolor — Lo que pasó con ella nos ha tenido separados por muchos meses, estamos sufriendo lo indecible y ahora… después de lo que voy a decirte no sé qué va a pasar y tengo miedo — Confesó.
— ¿Por qué?
— Porque no quiero perderte de nuevo, y a mi hijo.
— Quiero saberlo.
El volvió a mirarla, su naricita pecosa enrojecida, indicando que estaba a punto de llorar. No quería verla llorar de nuevo.
— Me pidió que me hiciera cargo de la niña.
Una puñalada le hubiera dolido menos a Candy. Dejó de respirar. Todo comenzó a moverse a su alrededor, las tripas se le revolvieron. Suspiro entrecortada, tragó saliva, y volvió a hablar.
— ¿Qué le respondiste? — Cuestionó expectante.
— En un principio yo no quería aceptar su petición pero…
— Pero… — Lo interrumpió ella, intuyendo la respuesta.
— Sabes que lo único que me ha atormentado todos estos años ha sido la forma en la que me separaron de mi madre, que mi madrastra me haya "criado" y el hecho que siempre fue tildado por ella como un bastardo, eso es algo que hace hervir mi sangre. Me prometí no cometer los errores de mi padre, y heme aquí en un juego macabro del destino.
— Entonces… ¿Me estás diciendo que aceptaste?— Interrogó la rubia con mirada sorprendida.
Él cayó. No quería decir las palabras que serían como una sentencia de muerte. Se sentía atrapado, como cuando el accidente de Susana.
— No tienes que contestarme — Dijo ella, y la tristeza en su tono de voz atravesaron el alma de Terry, rompiéndola de nuevo en mil pedazos — Ella supo muy bien por donde agarrarte. Sabía que no podrías negarte a su petición — Aunque le costaba hablar, continuó — No puedo creer la clase de persona en la que se convirtió. Yo siempre la consideré como una hermana, y me hirió en lo más hondo de mi alma, ni aún en su lecho de muerte se arrepintió, y encima te dejó una losa imposible de cargar.
— Candy yo… — Trató de tomarle la mano, pero ella se apartó — A pesar de mi estupidez jamás permitiré que les hagan daño, y que a mis hijos les digan de la misma manera despectiva que a mí me llamaron.
— Tus… tus hijos — Susurró la rubia entre lágrimas amargas — Entonces… entonces ¿Estás decidido? ¿Vas a quedarte con ella? — Interpelo con voz trémula — Y sin consultarme primero.
— No podía decir que no — Afirmó, mostrando en sus gestos lo afectado que estaba — Se que mi decisión te esta causando daño, pero por favor trata de entenderme, estoy entre la espada y la pared, no quiero ser como mi padre, no quiero abandonar a mis hijos, no deseo que te pongas en mi lugar, pero en verdad no quiero perder a ninguno de ustedes los amo demasiado, esa niña no tiene la culpa de lo que su madre y yo hicimos, por un momento, te suplico que por un momento dejes de pensar en otros y piensa en mí, en el dolor que todo esto me está causando. Fue en contra de mi voluntad, yo no lo busqué.
— Entonces no hay más que decir. Tu ya decidiste.
Candy no dijo más. Se levantó de la cama, acercó un vaso con agua, dejó dos píldoras sobre el buró y lo dejó solo.
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Un poco más repuesta, Patty se apartó del abrazo en el que Neil la había envuelto.
— Lo siento — Se disculpó al ver la chaqueta del muchacho arrugada y empapada con sus lágrimas.
— No pasa nada cariño — Le acarició la mejilla — Entiendo tu tristeza, Annie era una de tus mejores amigas.
— ¿Qué sigue ahora Neil? Es horrible lo que está pasando, yo… ¿Qué fue lo que hicieron? Archie parecía un demonio, Candy debe estar destrozada.
— No sé qué pasará con ellos, pero sé lo que quiero que pase con nosotros.
— ¿Cómo?
— Tal vez este no sea el mejor momento, o tal vez si, acabamos de ser testigos de cómo la vida da vueltas y que el destino es cruel. Yo hace tiempo que estoy haciendo lo posible por cambiar el mío, y sé que mi vida no sería la misma sin ti, así que… — El rebuscó en su bolsillo con la mano sana, se apartó dos pasos, abrió la cajita blanca al tiempo que tomó la mano izquierda de Patty, y colocó una rodilla en el piso.
— ¿Que… ? ¿Qué estás haciendo? — Preguntó ella incrédula.
— Patricia O'Brien — Se aclaró la voz — Sé que durante años fui un cobarde, que mi madre y hermana me empujaron a ser un chico mimado, sin escrúpulos, un verdadero imbécil. Pero hoy soy un hombre, he cambiado, estudié una carrera, trabajo y estoy viviendo del fruto de ello, me he apartado de las malas amistades. Y es por eso que me atrevo a pedirte que formes parte de mi vida para siempre, porque tú me haces ser mejor hombre, y estoy seguro que a tu lado seré feliz. Si me aceptas, a cambio te prometo mi fidelidad, y todo el amor que pueda darte a ti y a los hijos que dios nos dé. Patty, mi dulce Patty ¿Te casarías conmigo?
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Margareth se había quedado de pie junto a la fuente mientras el auto negro se alejaba por el camino, llevándose a su patrona.
Asustada, y sin saber que hacer, permaneció un buen rato sin mover un solo músculo.
— Maggie ¿Qué hacemos con todo esto? — Quiso saber otra de las trabajadoras sacando a la joven de su estado catatonico.
La chica se percató entonces del reguero de alhajas y dinero, así como del charco de sangre en el suelo y las manchas en su vestido. Al fin reaccionó, abrió grandes los ojos y se puso a recoger tratando de controlar el temblor de su cuerpo.
"Tengo que irme de aquí", pensó mientras metía las joyas en una bolsa de terciopelo.
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La casa de Annie y Archie Cornwell se encontraba en un silencio sepulcral.
George se ajustó la corbata mientras caminaba hacia la entrada.
El tramo era corto, iluminado por algunas lámparas. A pesar de eso, el hombre no se percató de la piedra saltada, tropezó, estuvo a punto de caer, pero se sostuvo de la orilla de la fuente. Mirando hacia abajo para destrabar el pequeño tacón cuadrado de sus zapatos, notó la mancha oscura. Tragó saliva al darse cuenta que eran los vestigios de la sangre de Annie Cornwell.
Con premura, el hombre se obligó a recomponerse, siguió andando hasta entrar a la casa donde lo recibió el ama de llaves, muy seria, evidentemente cansada.
— Buenas noches, disculpe haber llegado sin avisar.
— Buenas noches señor George ¿Cómo está la señora Annie? — Fue lo primero que preguntó la mujer de poco más de cincuenta años.
Villers puso su mano sobre el hombro de la empleada al tiempo que negaba con la cabeza. Ella se llevó las manos a la boca, ahogando un grito.
— No se lo diga a nadie todavía — Pidió el secretario — El señor Andley hará lo pertinente, he venido porque necesito hablar con la mucama de su señora.
Limpiando las lágrimas que caían por su mejilla, tras una breve pausa, habló con voz temblorosa.
— No sabemos a dónde se metió. Después de que pasó todo recogió sus cosas y se fue, no nos dimos cuenta hasta hace un rato que la llamamos a cenar.
— ¿Sabe a dónde pudo haber ido? ¿Si tiene familia, amigos, novio?
— Solo sé que tiene una tía que vive en las afueras, pero no sé exactamente dónde, ella no suele visitarla porque dicen que la señora es una especie de bruja, que prepara pociones de amor y esas cosas.
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No fue difícil hallar a Emma Green, la tía de Margareth. La mujer era bastante conocida en el pueblito de las afueras de la ciudad. Aunque si se hubiera retrasado un poco más, George no la hubiera hayado.
Cuando llegó, la casita parecía vacía. Con cautela, se acercó, entonces pudo ver una pequeña luz en el interior. Se acercó a la ventana semi abierta, viendo a las dos mujeres sentadas, tía y sobrina, junto a una mesa vieja llena de joyas y dinero. Tocó a la puerta, escuchó los cuchicheos femeninos, seguidos del ruido de la madera al ser arrastrada, luego; silencio. Volvió a golpear la puerta, y esta vez, una mujer de aspecto sombrío le abrió.
— Buenas noches señora Emma, estoy buscando a Margareth, su sobrina, en casa de los señores Cornwell me dijeron que podría estar aquí.
Con un gesto mal disimulado, la mujer miró hacía su izquierda, dónde una jovencita, pegada a la pared le hacía señas de que no dijera nada.
— Maggie no…
— Mire señora — La interrumpió — Sé que está aquí, y no me voy a ir sin ella, el señor William Albert Andley me ha solicitado llevarla ante su presencia. Así que más vale que venga conmigo por las buenas, porque por las malas no me va a gustar — Finalizó el hombre. Y Emma se apartó de la puerta, al ver en esos ojos tan oscuros como el carbón un brillo igual a cuando estos ardían que la asustaron.
— Tienes mucho que contarle al señor Andley Margareth — Declaró George, en un tono tan gélido, que la sangre en las venas de la mucama se le congeló.
Continuará…
Por: Lexie Graham y Temperance
Para: Las Divinas Místicas de Terry y Fiesta Florida 2022.
3 de abril de 2022.
Última edición por Esmeraldagraham el Dom Abr 03, 2022 11:07 pm, editado 1 vez