CAPÍTULO DOS
La rubia se quedó prácticamente paralizada con ese hombre casi desnudo frente a ella y regalándole la sonrisa más diabólicamente sensual que ella haya visto en un espécimen masculino.
–Vamos primor, dime que prefieres ¿café o té?. Yo te recomiendo el té, pues me queda de maravilla.
La mujer con los nervios a flor de piel, trató de responderle.
–Por… favor, dime que esto es solo una broma de mis amigas ¿verdad?. Dime, ¿dónde están escondidas? A puesto que están detrás de los sillones burlándose de mí.
—Mmm, pues no. En este departamento no hay nadie más que tú y yo; por el momento. Ahora, ven a comer que el desayuno se enfría. ¡Vamos señorita Pecas que yo no muerdo!
[suspiro] —E… está bien. Voy a ponerme mi ropa.
—Está en la lavadora, pronto estará completamente seca. Así que aprovecha el tiempo y siéntate a desayunar.
La ojiverde trató de acomodarse lo mejor que pudo en la enorme camisa que se había puesto encima.. Con su menuda estatura la prenda cubría perfectamente todo su torso, más no así sus torneadas piernas. A pesar de tener hambre, la rubia mujer casi que no probaba un bocado. Él la miraba con algo de diversión, pero viendo que si apenas se alimentaba decidió ponerle fin a su congoja
—Vamos preciosa, desayuna con calma. Sé que debes de tener muchas preguntas, así que de apoco iremos poniéndonos al corriente. ¿Qué deseas saber?
La mujer tragó en seco, apretando fuertemente sus ojos lanzó la pregunta que le estaba quemando la garganta.
—Tu y yo…. anoche…¿pasó algo?
—Anoche pasaron muchas cosas entre los dos, pero tendrás que ser más específica.
—Bueno, me dejo de rodeos, entonces dime ¿por qué estoy en tu departamento semidesnuda? y ¿por qué diablos te paseas casi que desnudo por toda la cocina? ¿es que no te enseñaron modales?
—Amanecimos de mal genio ¿eh? Primero, yo duermo en boxers y me desperté totalmente hambriento. Segundo, me pondría mi camisa para estar más presentable ante la dama, pero “alguien” la carga puesta y tercero, te quedaste profundamente dormida en mi carro, el cual lo vomitaste y no tuve más remedio que subirte a mi apartamento y sacarte esa ropa para lavarla.
La mujer se paró de un solo impulso de la silla y empuñando sus manos comenzó a increpar
—Me… me… me ¿sacaste la ropa?
—O era eso, o te quedabas impregnada de ese aroma. Lo bueno fue que no te quedaste dormida en la ducha.
—¿¡Qué!? ¿Me viste totalmente desnuda?
—Yo lo llamaría a medio vestir.
—¡Me hubieras dejado ahí dormida en la ducha! ¡Diablos! ¡Agh! Y dime ¿qué tienes que ver tú con los famosos tickets?
—Yo soy quien los hace realidad. Soy como el genio de la lámpara. Cumplo tres deseos a quien sea el dueño de los tickets..
La rubia solo cerró los ojos en señal de frustración. Estaba segura que ese embrollo en el que estaba metida era un complot de sus amigas y la cabecilla tenía que ser Elena.
—Y dime ¿cuántos tickets he usado?
El hombre solo sonrió. Recogió los platos del desayuno y los llevó hacia el lavadero. La mujer impaciente por la contestación se acercó a él sin importar que casi anduvieran sin ropa por el departamento.
—Vamos, dime ¿use esos boletos anoche?
—Antes que nada mi bella dama, soy un auténtico caballero inglés y jamás me aprovecharía de una mujer en completo estado de embriaguez. Aunque la dama en cuestión rogara por… sexo. Yo siempre me comporto a la altura de la situación.
—¿Rogarte? ¿Te rogué por sexo? ¡Santo Dios!
A esas alturas Candy se tapaba el rostro con sus manos por la vergüenza. Su rostro había cambiado de color. De pálido pasó a púrpura en cuestión de segundos. El hombre seguía divertido con su charla, quiso saber hasta que punto la señorita White podía aguantar una de sus jugarretas; así que se aventuró a decir una pequeña frase.
–Yo diría que mucho– Eso último lo dijo con verdadera arrogancia.
Candy se quedó petrificada con esa frase, pero de nueva cuenta se armó de valor y comenzó a espetar de manera furiosa en contra del castaño. –¡Eres un engreído, mal educado! y…y… ¡Un aprovechado!
El ojiazul la miró con un gesto de picardía. Esa mujer lo estaba llevando al límite. La noche anterior lo había dejado totalmente excitado después de la forma en que casi se lo había comido a besos en la ducha, pero eso no lo revelaría aún. Sin embargo, él no había hecho más que comportarse de manera decente, pero ella ahora lo acusaba de ser un aprovechador.
*****flashback****
[toc, toc]
Silencio
[toc, toc] –Oye, responde. [toc, toc] Llevas mucho tiempo con esa ducha abierta. ¿estás bien? Responde. [sollozos] [silencio]
–Escucha bien lo que te diré, si no respondes en este momento tendré que abrir esta puerta para ver qué es lo que pasa contigo y te aseguro que no me importará si estás desnuda o no.
El castaño comenzó a sentirse nervioso ante el silencio que reinaba en el cuarto de baño. Maldecía momentos como esos, pues no era la primera vez que una mujer no quería abandonar su departamento; pero el caso de esta mujer era diferente. Cuando la subió a su vehículo fue con la intención de llevarla hasta su casa, pues a él lo habían contratado para que sea el acompañante ocasional de una soltera que solo buscaba a alguien con quien conversar. Si la cita en cuestión lo llevaba a tener sexo ocasional, pues ya serían cosas del destino. Sin embargo, todo cambió conforme avanzaba la noche.
Ya le habían informado que la rubia de moño alto sería la soltera con quien debía tener una cita, pues ya estaba arreglado que ella sería la ganadora del sorteo. Al principio pensó que sería algo complicado mantener una cita con esa mujer, pues su forma de vestir le indicaba que era una de esas solteras amargadas y remilgonas, pero cuando la vio beber y bailar tan desenfadadamente con él, pensó que aquel encuentro arreglado sería pan comido; es más, hasta estaba pensando en que la disfrutaría por completo. Pero todo cambió cuando la mujer se subió a su auto y se desplomó en su asiento trasero para quedarse totalmente dormida y roncar como si algo en ella se fuera a descomponer.
Por todos los medios había tratado de despertar a aquella que no dejaba de acurrucarse entre sus brazos al momento en el que él se sentó a su lado.
–Hey, despierta. Necesito saber donde vives para dejarte en tu casa. ¡Oye!
Con palabras pesadas la rubia mujer solo atinó a balbucear frases cortas.
–Mmm, no…mmm sé donde vivo..Mmm solo llevame a tu casa… papito rico.
–¿Qué dices?, no te puedo llevar a mi apartamento, eso solo me metería en un serio problema con… ¡diablos! ¡Oye, despierta!
–Mmm… ya te dije que no sé donde vivo…solo llévame… a tu casi…papito sabroso. [zzzz]
El castaño solo rodó sus azules pupilas ante el intenso ronquido de la rubia. Con un suspiro de fastidio, no le quedó más remedio que llevar a la mujer hasta su apartamento. De pronto, la rubia abrió desmesuradamente los ojos y comenzó con arcadas; preámbulo de que vomitaría todo el alcohol que había ingerido esa noche.
–Para el coche… por favor… yo… [arcadas]
–No en mi carro…¡Demonios!
[Arcadas]
–¡Me lleva el diablo! ¡Mi carro! ¡Y justo hoy lo envié al carwash!
Con la escasa paciencia que le quedaba tomó a la rubia entre sus brazos y la cargó para sacarla del vehículo ante la mirada atónita del portero del edificio que en ese momento le abría la compuerta del garaje.
– Una noche muy movidita eh… señor Granchester
–¡Deje de hablar tonterías hombre! y ayúdame con la señorita que se encuentra indispuesta.
–¡Oh! si, si, enseguida señor.
Una vez que la joven pudo ser acomodada en el sofá del departamento, él le habló en tono conciliador al portero, pues sabía lo bocafloja que era el susodicho; así que, más le valía tenerlo de aliado.
–Jimmy, necesito que mañana a primera hora lleves mi vehículo al carwash.
–¡Otra vez!
Rodando los ojos, el castaño siguió con el pedido. –Si… otra vez. Pero en esta ocasión necesito que le hagan una limpieza profunda en el interior. Encárgate de eso, por favor. No está de más decirte que este pequeño inconveniente con la señorita no debe de salir de estas cuatro paredes ¿verdad?
–¡Por supuesto! No faltaba más. Usted sabe señor Granchester que yo soy una tumba para con los secretos del condominio.
–Eso espero Jimmy. Y como siempre contarás con mi generosa recompensa si de tu boca no sale ni media palabra.
–¡Delo por hecho! Además, la señorita no es de su tipo. No es como las mujeres que usted acostumbra a traer aquí. A esta pobre se ve que solo se le pasó la mano con el licor.
–Largo de una buena vez, Jimmy.
–Si, sí señor.
El hombre respiraba ya molesto. No sabía que esa noche en donde le habían pagado extremadamente bien por uno de sus shows privados, se terminaría por convertir en un completo caos.
Cuando abrió a la fuerza la puerta del cuarto de baño, encontró a la rubia mujer sentada a un costado de la ducha… llorando. Acuclillado para estar a la altura de ella, le habló.
–¡Demonios! ¿Y ahora qué te pasó?
–¡Llegaste! Pensé que me habías abandonado, así como lo hizo el imbécil de… Edward
–No me puedo ir a ningún lado estando tú así. Además, esta es mi casa. Ahora necesito que te duches.
Con el licor aún corriendo por sus venas, la mujer pasó del llanto a la risa en cuestión de segundos.
–¿Sabes algo? [risilla] No puedo hacerlo sola. [risilla] Vas a tener que desnudarme [risilla] Hoy sabrá Edward de lo que se perdió por andar de perro con su amante.
El castaño suspiró. Definitivamente esta noche sería memorable. Con infinita paciencia ayudó a quitarle la ropa a la rubia, pero sin dejarla completamente desnuda. Soltó su intrincado moño y dejó caer su larga melena y la metió a la ducha. De a poco el agua caía sobre ellos de manera refrescante, como si fuera lluvia de mayo. Tomó el gel de baño y lo vertió sobre ella haciendo que la fragancia masculina los envolviera. La mujer estaba de pie, pero con los ojos cerrados dejándose acicalar por aquellas manos que parecían ser de otro mundo.
El fastidio que el castaño había experimentado en un inicio por todo aquella situación, de apoco se estaba esfumando. Verla cubierta de espuma y el agua caer sobre aquella mujer había sido una experiencia casi alucinante. Sin poderlo evitar había acariciado y admirado cada una de las pecas de su espalda.
Una vez que estuvo totalmente limpia la envolvió en una enorme toalla de baño.
–Vamos, necesito que limpies tus dientes; aún debes tener el sabor amargo de todo lo que vomitaste.
Ella obedeció. Limpió sus dientes tal y como él se lo había ordenado. Parecía una niña pequeña a la cual habían castigado con un par de nalgadas.
«Nalgadas» pensó. Eso era lo que le había provocado hacerle al momento en el que ella había pegado su trasero a su pelvis erecta.
Con los ojos entrecerrados ella le sonrió. Envuelta en aquella blanca toalla y con su cabello totalmente suelto parecía tener la apariencia de una muñequita de trapo.
–Ahora a dormir.
–¡Espera!– Dijo ella. –Edward tiene que pagar por todo lo que me ha hecho pasar–. Y sin más dejó caer la toalla que la cubría y se arrojó a los brazos del castaño. Como si el agua no hubiera amainado el fuego de la noche, la mujer comenzó a devorar la boca del castaño. Su ansiosa lengua le pedía a gritos que la succionara y él solo respondió.
–Bésame. [suspiro] Solo bésame y hazme el amor.
Esa frase fue una bomba que explotó en la ingle del ojiazul. La tomó entre sus brazos y la cargó hasta pegar su espalda a la fría pared. Su lengua comenzó a recorrer ese blanco cuello que sin reparos ella le ofrecía. Tenía las piernas de ella enroscadas en la cintura de él, y con sus manos la agarró por sus glúteos para acomodarla mejor y poder jugar de manera deliciosa con su cavidad femenina..
–¡Dios! Eres exquisita. Muero por probarte.
–[jadeo] Yo…Yo… te deseo.
Por largos minutos ella se aferró a sus anchos hombros mientras él acariciaba con su mano a placer toda su húmeda feminidad. Jadeos y besos era todo lo que se escuchaba en ese cuarto de baño hasta que un sabor salado llegó a su paladar. En uno de esos ardorosos besos el castaño sintió la tibieza de unas lágrimas.
Se detuvo al instante para observar que de las verdes lagunas de ella brotaban calladas lágrimas. Sin decir más la soltó del agarre a cual la tenía sometida. Tomó la toalla para nuevamente volver a enrollarla en ella; acuñándola entre sus brazos la llevó hasta su recámara y la acostó en su cama.
Ella seguía aferrada a él, pero con tiernos besos y susurros logró que ella se soltara y terminara por acostarse en la cama. Viendola así dormida, tan indefensa y con el alma dolorida supo que lo mejor que podía hacer por esa mujer era no tener simple sexo con ella. Al parecer Candy era de esas mujeres a las cual había que amarlas completamente porque era de las que entregaba el alma en una relación, con ella había que “hacer el amor”
*****fin del flashback****
La mujercita si que era exasperante. Primero le pedía que le hiciera el amor y ahora sin más le gritaba que era un aprovechador. Tratando de dar fin a todo ese embrollo comenzó a acorralar a la ojiverde entre sus brazos y el filo del mesón; y sin importar que ella comenzara a temblar por su cercanía, acercó su rostro al de ella para hablarle con voz ronca y sensual.
—Mi bella señorita Pecas, le aclaro que yo jamás me he aprovechado de una mujer. Usualmente son ellas las que se meten en mi cama. Si fuera un aprovechador, hubiera terminado lo que anoche empezamos en la pista de baile
–¿Por qué me llamas señorita Pecas?
–Porque tu espada está plagada de una constelación de ellas.
–¡Descarado! –Y sin más le soltó una bofetada.
El hombre no dijo nada, solo sonrió maliciosamente y se acercó mucho más a ella. En un rápido movimiento la tomó por la cintura y la colocó sobre el mármol del mesón de la cocina. Tomando sus piernas las colocó alrededor de la cintura de él y la apretó contra su cuerpo.
—¿¡Pero qué diablos hace!? —La mujer usaba sus brazos para tratar de evitar más su cercanía pero su presencia era realmente avasalladora
—Solo le muestro lo que es comportarse como un descarado.
Y sin esperar que ella siguiera con sus reclamos comenzó aquella danza de besos que quedaron pendientes la noche anterior.
Continuará….