EL PASTEL DE LA SEDUCCIÓN
Lo veo bajar del auto, se ve tan hermoso, elegante y gallardo. Entra a la cafetería y al encontrarnos con miradas deseosas, me sonríe coqueto. Alza la vista buscando el reloj de pared, el cual marca las veinte con cuarenta, se desabotona el saco y cruza una pierna sobre la otra, recostándose en el sofá. Coge una revista de negocios matando el tiempo.
Le preparo lo mismo de todos los viernes, una rebanada de ese exquisito pastel de chocolate con fresas acompañado de un café expreso. Mi compañera se lo entrega, mientras yo atiendo a otros clientes. Al pasar frente a él, mis caderas se contonean sensualmente y veo de soslayo cuando discretamente se ajusta el pantalón, imagino que es por su ya creciente erección. Su fragancia, invade mis sentidos y recuerdo cuando lo conocí un tiempo atrás.
Lizzi mi jefa me envió a realizar la entrega de un pastel de dos pisos para la prima de Archibald. Ya saben, la gente de la alta sociedad se cree la crema y nata, así que yo llegué despampanante por supuesto.
Estaba terminando de decorar unas rosas del pastel, cuando lo vi por vez primera caminar hacia mí. Yo estaba boquiabierta con tremendo ejemplar, se detuvo unos breves segundos para observarme de pies a cabeza y me sonrió, yo sentí mis piernas flaquear.
Me pidió un poco de la crema pastelera y atrevidamente me sujetó de la mano con la que sostenía la manga. Todos los invitados se fueron a un salón contiguo, porque el novio de la cumpleañera le había llevado una sorpresa, así que nos quedamos completamente solos. Se me acercó lo suficiente y pude sentir su estocada, yo estaba nerviosa.
Con su dedo índice, tomó un poco de la crema de fresas y luego lo llevó a mis labios muy delicadamente. Y yo, en ese roce tan erótico, le quité la crema con la lengua. Se acercó y me dijo al oído que en quince minutos me esperaba en el patio trasero y con sus lindos ojos color miel, me señaló una enorme puerta de madera. Se fue con paso muy sensual y elegante.
Habían pasado treinta minutos y yo estaba hecha un manojo de nervios, quería ir con ese hombre, pero a la vez tenía temor. “Es un pez gordo, es del clan de los Ardlay” me había mensajeado Astrid mi amiga, cuando le conté el coqueteo del bello hombre conmigo. Por supuesto que sabía quién era, con frecuencia aparecía en los diarios junto al magnate William Albert en la sección de sociales. Esta es mi oportunidad para salir de la pobreza, la fama me espera, una mujer con una voz como la mía no se hizo para ser una simple empleada.
Fui interrumpida de mi debate interno al recibir el mensaje de Yuli, mi otra compañera. Ella se disculpaba diciendo que no podía ir a recogerme porque era viernes y ya había hecho planes con Tony, su novio. Maldije, eso significaba que tendría que llamar a un uber y empecé a buscar entre mis contactos.
De pronto, alcé la vista ante el bullicio y las carcajadas. Me perdí viendo a aquellas refinadas señoritas y señoras, llenas de lujos, joyas y vestidos ostentosos; soñé despierta con tener, aunque sea un poco de todo aquello.
Así que más que dispuesta, me dirigí hacia la puerta que me había indicado aquel apuesto hombre.
Empecé a caminar por un pasillo oscuro y luego me detuve dubitativa, alguien me abrazó por la espalda y empezó a besar apasionadamente mi cuello, me dejé llevar al reconocer la fina fragancia. Sentí su virilidad creciente entre mis glúteos y cerré los ojos al sentir sus manos recorrer mi vestido buscando mis senos. Luego de unas caricias muy atrevidas, él me volteó y aprisionó en un rincón, devorándome impaciente con su boca. Entre jadeos me llevó por otro pasillo y quedé impresionada cuando entramos a una enorme y muy lujosa habitación.
Me depositó sobre la gran cama y continuó departiendo besos por todo mi cuerpo. Me dejé hacer a su gusto y antojo. Retiró mis diminutas bragas con sus dientes y me hizo disfrutar del mejor sexo oral que jamás haya recibido. Con su sedosa cabellera castaña entre mis piernas vibré con un explosivo orgasmo.
Se retiró para deshacerse del pantalón y bóxer, tragué en seco al ver su miembro húmedo y dediqué a complacerlo con la boca. Con sus manos enredadas en mi cabello marcó el ritmo que cada vez iba en aumento hasta que se corrió y derramó su semilla sobre el piso de mármol.
Escuchamos unos tacones acercarse y una débil voz llamarlo, así aterrorizados nos vestimos. Me llevó por una puerta pequeña y me dió su tarjeta, rogándome que lo llamara.
Las demás empleadas se han retirado y yo, cómo suelo hacerlo todos los viernes me quedo con la excusa de realizar el cierre semanal. Ya no hay clientes, así que pronto cerraré.
Antes voy al servicio a cambiarme. Me quito ese ridículo uniforme, por un fino y elegante vestido combinado con unas zapatillas y suelto mi cabello, tal y cómo sé que a él le gusta.
Una vez a solas, me siento sobre sus piernas y nos besamos apasionadamente, sus manos acarician mi cabello, mi espalda y baja a mis glúteos, los cuales aprieta mientras su lengua recorre mi cuello. Esta noche está muy fogoso y mientras aprieta mi mano en su miembro, jadeando dice que me desea con locura.
Me arrodillo frente a él, bajo la cremallera de su pantalón y liberó su firme miembro. Mi lengua recorre de arriba abajo y lamo el líquido pre seminal, succiono con más ímpetu al ver que arquea su espalda y levanta su pelvis, enreda sus dedos en mi cabello y toma un puñado con su mano para empujar mi cabeza y así llenarme toda de él. Siento el líquido caliente en mi boca y trago, levantó la mirada y veo su mirada lujuriosa llena de placer. Sonríe y me dice que esto aún no se acaba.
Desabotono su camisa y empiezo a acariciar su firme torso, él deja expuestos mis blancos pechos y empieza a dar pequeños mordiscos sobre mis pezones ya erectos. Me siento de nuevo a horcajadas y lo besó con frenesí.
Se está divorciando de la pobre mustia que tiene como esposa, ya que la señora es más anticuada que mi abuela. Me da mucha lástima de todo el placer que se está perdiendo.
Sus dientes mordiendo mis pechos me enloquecen, desesperado alza un poco las caderas y gimo al sentir su gran miembro penetrándome, nuestras caderas se mueven y yo me arqueo levemente, el ritmo es desenfrenado y estamos por llegar al clímax. Antes de liberarse me pide que le dé un hijo. Abro los ojos ante su pedido y me contoneo más, nos besamos en la boca.
Él sabe que no podría negarme ya que en dos ocasiones se lo había pedido, cuando me contó que pensaba que su mujer era estéril. Ahora tiene dos hijos con ella, pero no me importa porque anhelo llevar en mi vientre un hijo suyo, así aseguro mi futuro y este magnífico hombre al que jamás me cansaré de complacer.
Cambiamos de posición y se coloca encima de mí. Sus embestidas son fuertes y rudas, estoy temblando casi por llegar al clímax. –Córrete conmigo – dice con voz gutural. Vibramos mientras él, por vez primera, libera toda su caliente semilla dentro de mí.
Y yo, con esa mezcla de emociones al fin me siento llena y completa. Sé que a partir de ahora mi vida cambiará, ya no seré más esa pobre extranjera que lo conquistó con la entrega de un delicioso y exquisito pastel.
FIN
¡Que tengan dulces sueños!