La doncella le ayudó a quitarse el vestido y el collar y le llevó una maleta cuando se la pidió. Candy se puso unos vaqueros y una camiseta y guardó en la maleta los pocos objetos personales que había llevado de New York . Cuando escuchó un portazo procedente del vestíbulo de entrada, se quedó paralizada.
— ¡Candy!
Candy tragó con esfuerzo al escuchar la voz de Terry.
—Estoy aquí arriba...
Terry apareció en el umbral de la puerta.
— ¿A qué diablos crees que estás jugando? —preguntó con expresión tensa y retadora.
Candy alzó la barbilla.
— ¿Y a qué estabas jugando tú? ¡Si crees que voy a quedarme cruzada de brazos mientras te dedicas a ligar con otras mujeres delante de mí, estás muy equivocado!
— ¡No se te ocurra volver a dejarme plantado en público! —espetó Terry.
—Puedes romper nuestro acuerdo en pedazos. Te dejo.
—Ya eres mayorcita —dijo él en tono despectivo—. No puedes huir así como así cuando las cosas se ponen mal.
— ¡Jamás he huido de nada en mi vida!
—Huyes de cualquier cosa que te disgusta.
— ¡No estoy disgustada!
—No pareces la calmada y razonable Candy que conozco.
— ¡Tú no me conoces!
Candy la miró burlonamente.
—Debo reconocer que no esperaba una reacción tan histérica por tu parte.
Candy permaneció un momento en silencio.
— ¿Por qué has utilizado la palabra «esperaba»? ¿Acaso te has dedicado a coquetear con esas mujeres para obtener una reacción por mi parte?
Terry contempló su encantador y ruborizado rostro y extendió las manos en un gesto que no negaba ni confirmaba nada.
— ¿Me crees capaz de hacer algo tan calculador?
— ¡Sí! Serías capaz de hacerlo si te divirtiera, porque eres el hombre más retorcido y manipulador que he conocido nunca.
—Yo también habría podido decirte que te estabas comportando mal. Es de mala educación atender las llamadas de teléfono cuando estás acompañada.
Candy miró a Terry con una mezcla de furia e incredulidad.
— ¿Cómo te atreves a decir que he sido yo la que se ha comportado mal?
—Es la verdad. Tu comportamiento ha dejado mucho que desear. Has acudido a la fiesta molesta y has seguido molesta todo el rato.
— ¡Eso es una estupidez!
— ¿Lo es? No querías dejar a Tyler.
—Soy humana y me preocupo por el, algo más de lo que puede decirse de tu actitud. ¡Te ha dado igual que estuviera enfermo! ¡Había que acudir a la fiesta a toda costa!
— ¿Y entonces porqué he hablado con el médico que la ha atendido? ¿Y por qué he llamado luego a Nancy para comprobar cómo estaba el niño?
—No sabía que habías hablado con el médico... no lo has mencionado.
—Puede que no me ponga tan emocional y dramático como tú, pero eso no significa que no estuviera preocupado por Tyler.
Candy apretó los dientes.
—Te pido disculpas si me he equivocado en eso.
—Te has equivocado —replicó Terry, implacable.
— ¡Pero no estaba molesta!
—Puede que prefieras otro adjetivo, pero no parecías precisamente de buen humor.
—Estaba enfadada contigo —dijo Candy a regañadientes.
—Ya lo había notado, pero te has dedicado a hacer gala de tu mal humor en público como una adolescente. Soy un hombre que valora mucho su privacidad y la discreción, pero esta noche has hecho una escena perfecta para las revistas de sociales. Hazlo una vez más y te mando de vuelta a New York.
—No necesitas enviarme a ningún sitio —dijo Candy en tono despectivo —. Me voy. Pero reconozco que se te da muy bien dar la vuelta a las situaciones. No has dicho una palabra de tu inadecuado comportamiento, excepto para implicar que estabas coqueteando con otras mujeres sólo para irritarme.
Terry echó la cabeza atrás y rió abiertamente, lo que alivió el tenso ambiente reinante.
—No lo he hecho para irritarte.
—Me da igual lo que hagas —siseó Candy a la vez que cerraba la maleta con más fuerza de la necesaria.
—Mentirosa. Estabas roja de celos.
Candy tuvo que contenerse para no arrojarle algo a la cabeza. ¿Cómo se atrevía a acusarla de estar celosa? ¿Cómo se atrevía a tener el poder de adivinar sentimientos que ni siquiera ella había admitido ante sí misma?
Tomó la maleta y se encaminó hacia la puerta, pero Terry se interpuso en su camino y le quitó la maleta de la mano.
— ¿Qué haces?
—Evitar que hagas una tontería, pecosa —dijo Terry mientras dejaba la maleta en el vestidor.
— ¡No soy una fulana dispuesta a aceptar cualquier cosa que se te ocurra! —La adrenalina que estaba corriendo por las venas de Candy hizo que le resultara imposible pensar con calma—. No estoy interesada en tu dinero ni en lo que puedas comprarme. ¡No me impresionas! ¡Nada de lo que pudieras darme me persuadiría para tolerar la forma en que me has tratado esta noche!
— ¿Ni siquiera si admito que la única mujer que deseo eres tú? —dijo Terry mientras se apoyaba de espaldas contra la puerta de la habitación para cerrarla—. Reconozco que esta noche he hecho un experimento. Quería obtener una reacción.
— ¿Un experimento? —repitió Candy , incrédula.
—Un experimento inofensivo. Sólo una mujer muy posesiva se habría alterado tanto al verme bailando con otra mujer.
Candy apretó los puños. Se sentía furiosa y a la vez terriblemente vulnerable.
—Pero eso es todo lo que he hecho —añadió Terry —. Nada más.
Continuará...