LAS DIVINAS MISTICAS DE TERRY PRESENTAN: PEQUEÑA SEÑORITA ANDREW

Capítulo uno


Una pequeña lloraba desconsolada, su pequeño corazón estaba enfrentando un terrible dolor a sus escasos seis años, su mejor amiga y prácticamente hermana, su aliada fue adoptada, la niña que había sido abandonada el mismo día que ella, con quien creció y la que ahora tuvo que ver partir, trató de ser fuerte, contuvo su dolor, no quería que nadie la viera llorar.

Aun recordaba que tuvo que buscarla por todos lados, porque la pequeña llorona de Annie tenía miedo de irse con sus nuevos padres, Candy había tenido que convencerla y darle ánimos, como siempre le tocaba hacer, disimuló su propio dolor todo el tiempo que le fue posible, no permitiendo que ni siquiera las directoras o los otros niños del hogar la vieran llorar.

En cuanto vio que el coche en que se la llevaban se perdía de vista, bajo del padre árbol y subió a prisa a la colina de Pony, únicamente cuando pensó que nadie la vería soltó a llorar, se regañaba así misma, pues por más que tratara su llanto no cesaba, sus lágrimas no paraban de salir de sus ojitos.

“me duele tanto y soporté mucho tiempo, si bajo así voy a preocupar a todos, ya se, lloraré con todas mis fuerzas, hasta que no haya más lágrimas” y así lo hizo, hasta que el sonido de su propio llanto le pareció el sonido de algún perro hambriento, sintiéndose ridícula comenzó a reírse de sí misma.

—ya decía yo, que tienes una adorable sonrisa pequeña, —un joven rubio muy alto, de ojos color del cielo con una extraña indumentaria dijo a la niña.

La pequeña sorprendida por la apariencia del joven frente a ella se preguntó en su inocencia, si no es que él era alguien bajado del cielo, puesto que nunca había visto una ropa similar a la que usaba, ni mucho menos el extraño objeto que tenía en sus brazos.

—¿eres del espacio?, —preguntó curiosa la niña, entrecerrando los ojos.

Ante las ocurrencias de esta, el joven que ya tenía dibujada una sonrisa en su rostro estaba ahora riendo a boca suelta.

—eres muy graciosa pequeña, pero te aseguro que soy un ser humano, común y silvestre.

—pero, si es así, ¿porque llevas falda? si eres un chico.

—pequeña, no es una falda, es un kilt, es parte del traje tradicional escoces.

—¿kit?, de toses ¿qué?, —la niña nunca había escuchado nada parecido a las palabras o cosas que el joven le decía, este en cambio volvió a reír por las inocentes ocurrencias de ella.

—se dice: kilt, es parte del traje tradicional escoces, de Escocia y esto que ves aquí, —dijo señalando el objeto que cargaba, —es una gaita escocesa, un instrumento musical, mira voy a mostrarte como suena.

El joven comenzó a tocar por lo que el instrumento comenzó a emitir un muy extraño sonido, al menos así era para la niña.

—pero si eso suena como si fueran caracoles arrastrándose, —dijo ella sorprendida, pegando brinquitos.
El joven no pudo más que dejar de tocar y comenzó a reír nuevamente.

—en serio pequeña, eres muy graciosa, —reiteró el joven con una luminosa sonrisa.

La mirada del joven era de un azul tan claro como el cielo en aquel día y la niña sintió que podía contarle cualquier cosa, por lo que  comenzó a hablar rápidamente preguntándole de donde era y enseñándole el hogar de Pony que se veía desde la colina, explicándole que era un orfanato, que vivía allí, pero cuando volteo a ver el joven ya no estaba, miró alrededor y lo único que encontró fue un broche de plata con la forma de un águila con sus alas extendidas, del cual colgaba un pequeño cascabel, ella lo recogió con la esperanza de devolverlo, pues parecía una joya muy valiosa, por lo que pensó que seguro al día siguiente lo vería y se lo podía devolver.
“Parecía un príncipe”, se dijo así misma.

—pequeña, ¿estas bien?, —se escuchó otra voz masculina, ya conocida para la niña.

—aquí estoy señor William, sí, estoy bien, espero no haberlo preocupado.

—ven acá Candy, conmigo no tienes que disimular, sé que estas sufriendo, pero no estás sola, deja que comparta tu tristeza.

La niña no dudó en correr a los brazos de aquel hombre de ropas humildes, que se había puesto a la altura de ella y la recibió en un apretado abrazo lleno de cariño.

De pronto el hombre se percató que se habían puesto frente a ellos un hombre de cabellos y bigote negro y un joven rubio que lo miraban con una mezcla de asombro e incredulidad.

—¿señor William?

—¿papá?

Al escuchar las voces Candy se separó del abrazo y observó al joven que estuvo con ella minutos antes, intentó entonces devolver el broche que había encontrado tirado en la hierba, aprovechando que volvía a verlo tan pronto.

—mira, se te ha caído esto.

La niña levantó el broche mostrándolo, quedando a la vista del hombre que la estaba consolando, él ya había quedado casi en shock cuando vio a los desconocidos, mucho más cuando le hablaron y parecían conocerlo, pero al ver el broche fue como si estuviera dentro de una campana gigante y de pronto comenzara a repicar, sintiendo que caía en un profundo agujero, todo se le volvió negro y cayó desmayado.

—¡señor William!, era el grito desgarrador de la niña al ver al hombre a quien tanto cariño le tenía caer inconsciente frente a ella, sacudía su camisa, daba palmaditas en su rostro, desesperada por que respondiera.
El joven rubio y el hombre pelo negro estuvieron en un instante junto a la niña, también tratando de hacer reaccionar al señor William, ahora que estaban más cerca comprobaban que era el, no tenían duda, pese a las ropas humildes y a estar un poco más bronceado, era el, claro que sí.

A los gritos de la niña llegaron corriendo las dos buenas mujeres que atendían el orfanato, se preocuparon al ver al buen hombre inconsciente, también de ver dos personas totalmente desconocidas para ellas, sin perder tiempo, pidieron ayuda a los dos hombres para cargar al señor William y llevarlo dentro del hogar de Pony, para allí poder auxiliarlo, los cuales sin dilación cumplieron la petición de las directoras.

Al llegar al hogar de Pony lo recostaron o al menos gran parte de su cuerpo, en una humilde banca de tablas, la señorita Pony corrió por las sales para ayudarlo a reaccionar, la hermana María en cambio buscó un paño y lo humedeció para pasarlo por su rostro, mientras les pedía a los niños un poco de orden y calma, pues todos se habían alborotado muy preocupados por el estado del señor William.


El joven rubio nunca en su vida tuvo tanto miedo y felicidad mescladas, peleando en su pecho al mismo tiempo, se había escapado de casa hacia unas horas, estaba frustrado, molesto y muy triste, por tantos años de soledad, y ahora frente a él estaba un milagro viviente, no podía creerlo.

Cuando el joven tenía ocho años, su padre sufrió un accidente en el cual estuvo a punto de perder la vida, dicha situación causó preocupación ya que su padre era el patriarca del Clan, eso provocó inestabilidad, e intranquilidad en la sucesión y por temor a que quisieran lastimarlo, su tía Emilia Elroy decidió que debían mantener seguro al joven, al ser el siguiente patriarca, alejándolo de todos, ocultando su existencia.

Su padre estaba siempre muy ocupado viajando de un lado a otro, trabajando incansablemente por el bien del clan, apenas y lo veía unas veces al año, solo su hermana mayor, quien prácticamente se había convertido en su segunda madre, le hacía compañía, ella no estaba de acuerdo con esa forma de mantenerlo aislado, por lo que habló con su padre para cambiar la situación, él había estado de acuerdo con Rosemary y decidió viajar para ir por él, pero los negocios y trabajo retrasaron los planes.

Como si fuera poco, su vida se volvió aún más solitaria un año atrás, cuando finalmente su hermana salió a recoger a su padre, ellos viajaron juntos desde Chicago y fue cuando sucedió el fatídico accidente en que ambos murieron, su tía junto al concejo de ancianos del clan tomó la decisión de no revelar la muerte de su padre, para no volver a sufrir inestabilidad.

Su única compañía desde entonces, eran los estrictos maestros cuya tía contrató para continuar su educación, después de morir su padre, él era la cabeza del clan y ahora más que nunca, su tía no quería arriesgarse a que le sucediera algo o a que aprovechándose de su edad quisieran despojarlo de su derecho.

Pero estaba tan solo, que esa mañana cuando escuchó la música sonar por una fiesta que estaban dando en la mansión de las rosas, no dudó en ponerse su traje tradicional, colándose en la fiesta, total eran tantos los miembros de la familia que nadie lo reconocería, pero se equivocó, un anciano lo reconoció y avisó de inmediato a su tía, quien lo había reprendido duramente.

En un acto de rebeldía tomó el vehículo de su padre y condujo, sintiéndose libre por primera vez en mucho tiempo, no supo porque se detuvo en ese lugar, subiendo a esa colina precisamente, allí estuvo cavilando sobre su vida, reflexionando que pese a lo estricta y sofocante que era su tía Elroy, esta solo buscaba protegerlo y que pasara lo que pasara el seguiría siendo un Andrew, tomando una resolución de lo que haría a partir de allí.
En ese momento vio un rayo rubio en la forma de una pequeña con preciosos risos, que subía a toda prisa la colina, traía una mueca de dolor en su lindo rostro, él pudo notar que estaba conteniéndose para no llorar, comprendiendo que ella esperó a estar sola para comenzar a llorar.

El joven estaba impresionado, era la primera vez que el escuchaba un llanto tan liberador, pero también era la primera vez que era testigo de una sonrisa tan linda, tanto que no pudo evitar acercarse a la pequeña.
Pero en medio de su charla con la niña, vio como George, el fiel asistente de su difunto padre estaba acercándose, por lo que buscando escapar de él, se fue a prisa, solo para ser atrapado unos pasos abajo, no pudo ni emitir palabra, al ver los ojos de aquel hombre tan serio y callado, llenos de lágrimas, como solo lo había visto cuando murieron su padre y hermana.

Entendiendo que lo preocupó mucho, no ofreció resistencia cuando este comenzó a guiarlo para bajar, pero ni un solo paso dieron cuando oyeron una voz que creyeron jamás volverían a escuchar, volvieron a verse y luego subieron a prisa en busca del origen de la voz, encontrándose ahora con un acertijo.


Con asombro el hombre de pelo negro y el joven rubio observaban la preocupación pintada en los rostros de los niños, así como también de las directoras que trataban con esmero de atender al hombre inconsciente, no entendían ¿cómo es que él había llegado a parar en ese lugar?, mucho más, ¿porque no había regresado a la casa?, ¿porque no avisó que seguía con vida?, esas y muchas más preguntas surgían en sus cabezas, pero solo el hombre que se encontraba inconsciente podía responder a todas y cada una de las interrogantes.

Continuará…



Esta historia es un pequeño regalo de cumpleaños para nuestra pecosa favorita, en ella trato de darle algo que siempre anhelo, supongo que pese a lo corto del capítulo, varias ya comenzaron a hacer sus conjeturas de lo que planeo.