«¿Qué tanto escriben?», se preguntó Terry, siendo consciente de que la desesperación, ganaba terreno y poco a poco, se apoderaba de su ser, «¿Por qué ella aún no sale de allí?», volvió a cuestionarse, al tiempo que, metía la mano dentro del bolso de su abrigo y sacaba un cigarrillo, para tomarlo entre sus dedos.
—Jovencito, no puede fumar aquí —advirtió un oficial, que había estado vigilándolo—. Si su deseo es encender ese maldito cigarro, entonces, tendrá que ir a sentarse a la calle… —El oficial no dejó de mirarlo y añadió—. No me importa quién es usted, aquí se deben respetar las reglas, así que, se comporta o se va. Usted elige.
Aquella “invitación”, sonó demasiado altanera, pese a ello, Terry no demostró molestia alguna y enseguida, devolvió el cigarro al bolso de su abrigo. No deseaba más problemas... lo único que quería, era que el tiempo pasara. Ansiaba que aquella puerta, que se encontraba frente a sus ojos, se abriera y que la incertidumbre se terminara.
«Candy...», pensó el joven actor, con desespero, recordando los asustados ojos de la chica, quién había sido llevada, por dos oficiales, a una sala de interrogatorios. «Dios, por favor, haz que ella regrese pronto», rogó en su interior, buscando aquella ayuda celestial a la que nunca recurría.
—Solo están haciéndole algunas preguntas, no tiene por qué preocuparse —expresó un policía de mediana edad, acercándose hasta él, para ofrecerle una taza con café—. No es tan bueno como el tabaco, lo sé perfectamente… pero estoy seguro de que un poco, le ayudará a sentirse mejor.
El muchacho tomó la taza y luego bebió un sorbo de la caliente bebida. Dios sabía cuánto odiaba el café, sin embargo, en esos momentos, no le importaba que ese molesto sabor estuviera dentro de su boca.
—No comprendo, ¿por qué razón siguen interrogándola? —Le cuestionó Terry al policía—. Está claro que ella no tiene nada que ver con lo que sucedió.
—El testimonio de la señorita es de suma importancia, pues ella, fue una de las personas que estuvieron presentes en la escena... —El policía bebió de la taza de café, que llevaba entre las manos y agregó—. Así son estos casos, hay que ver las cosas desde todos los ángulos posibles. La ley nos lo exige.
Terry iba refutar la respuesta del policía, no obstante, se abstuvo de expresar alguna palabra, porque en ese preciso momento, la joven por la que tanto tiempo había esperado, apareció en el umbral de la puerta.
—Terry... —murmuró Candy, echándose a correr, para poder encontrarse con él—. Aún estás aquí... —expresó tímidamente, al tiempo que el joven, le dedicaba una mirada llena de preocupación.
— ¿Qué ha pasado? ¿Qué te han dicho? —quiso saber, de inmediato.
—Dijeron que ya puedo irme a casa... —respondió ella, mirando hacia la salida del lugar.
Terry tomó la mano de Candy entre las suyas, luego, le invitó a caminar junto a él.
—Terry... espera… yo… —Rápidamente, él la interrumpió, diciendo:
—No quiero hablar ahora, ¿de acuerdo? Dejemos las cosas como están.
—Pero, yo quiero explicarte...
—Hablaremos cuando estemos a solas... —mencionó Terry, en tanto que, observaba con atención a su alrededor y corroboraba que algunos curiosos, los veían—. Ponte esto… —Le pidió, extendiendo su gorra—. Seguramente habrá un par de reporteros allí afuera, si es así, no les prestes importancia, solo camina junto a mí...—Sin decir nada, Candy se colocó la gorra y emprendió el camino hacia la salida de la comisaría, finalmente entendió que no era el lugar, ni el momento para hablar sobre lo acontecido—. Bien, aquí vamos… sigue mis pasos y si alguien se acerca, no respondas a sus preguntas, ¿entiendes? —La chica asintió y después salió junto a él, para enfrentar el nuevo camino, que el destino, había trazado para ellos...
Un camino con un futuro incierto, el cual, estaba obligada afrontar, sin importar lo difícil que le resultara hacerlo.
Continuará...