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ESA NOVIA ES MÍA.
CAPÍTULO 4.
Buscaron por la mansión algún indicio de la culpabilidad de la tía abuela por toda la mansión, pero no encontraron nada. Esa misma noche, Archie había llegado a la residencia Ardley, esperando quizás que su gatita estuviera ahí para consolarla después de las noticias que había leído en el periódico.
Sin embargo, se encontró con otro panorama.
—¿Qué están haciendo? —Pregunto el joven elegante al ver a su hermano y a Dorothy haciendo maletas.
—Oh,hermano, gracias a Dios que llegas —Habla el joven de gafas con nervios —¡Es una emergencia! La tía abuela quiere obligar a Candy a casarse con Neal.
—¿Qué? ¿Con Neal? ¿Es una broma?
—Ya quisiera.—Contesta Dorothy cerrandoa maleta —Y ahora está desaparecida, pensamos que la tía abuela y los Leagan se la han llevado.
—Esto... es que... —Archie trata de analizar los rostros de su hermano y Dorothy y a su parecer, todo lo que decían era cierto. —Candy no puede casarse con Neal ¡Debemos hacer algo!
—La señorita Candy ni en pintura se le acercaría al señorito Neal. Y he visto como ha estado desde que llegó de Nueva York ¡Ayúdenos, por favor!
—Es que... —No podía creer lo que escuchaba aún, se había paralizado. Sólo Dios sabía cuándo tiempo llevaba enamorado de Candy y ahora eso ocurría.
—Archie... Somos los paladines de Candy, está en nuestro debes protegerla, y creo que hay un par de personas en este momento que puede hacer algo con solo presentarse aquí.
—¿Quiénes?
—El primero es el tío abuelo William... el segundo, es Terry Grandchester —Concluye Stear.
—Bien... —Archie se rasca la cabeza y da la vuelta por toda la sala. Aquello le daba rabia, sus padres venían de un matrimonio arreglado al igual que muchos de los Ardley, y sabia a la perfección que Candy seguía enamorada de Terrence.
Es ahí, en donde se enciende una idea en su mente. Quizás el tiempo sea corto, pero les ayudaría.
Si para sacar a Candy de ese embrollo debia de buscar a Grandchester y obligarlo a robarse a Candy lo haría.
—No he desempacado. Creo que si me voy a Nueva York ahora puedo llegar precisamente a mediodía para traerme a rastras a Grandchester, ustedes busquen a Candy y al tío abuelo William.
Ambos estaban al tanto que era lo que había de por medio en esa supuesta boda entre Candy y Neal, era. dinero. Por ello debían buscar pronto a Terry, mal que bien, él era un miembro de la nobleza, a él la tía abuela no le objetarian nada.
......
Jacob A. Riss ha sido toda su vida un fotógrafo que se ha encargado precisamente de retratar alegrías, esa era la parte favorita de todo su trabajo. Ya que la satisfacción que le genera ver un rostro sonriente le calienta el corazón, ver ojos brillantes y sonrisas francas es el sello de la felicidad plena.
Sin embargo, la fotografía que tomo esa tarde fue todo lo contrario.
En medio de su arduo proceso para revelar aquella fotografía por la cual había sido llamado de forma presurosa, no pudo evitar darse cuenta de muchos detalles. Lo alejado del lugar, la forma como habían llevado a esa bella chica solo para fotografiarse con Neal Leagan, no era la primera vez que a ellos los veía, eran sus clientes fijos, pero la chica si era para él un rostro nuevo, el rostro de un ángel al cual acababan de arrancarle las alas.
—¡Por Dios Santísimo! —Exclamo al colocar la fotografía a secar en su cuarto oscuro. La chica era bellísima, y su tristeza no compaginaba con la belleza del lugar. Sintió un nudo en la garganta al ver en su minucioso exámenes una lágrima descender por sus mejillas.
Eso quizás fue lo que más lo afecto.
—¡Señor Riss! —Alguien dice su nombre en la puerta. Se da la vuelta y encuentra a unos de sus compañeros fotógrafos esperándole —Ya entregué las fotos que tome esta tarde, están geniales ¿Cómo le fue en el campo?
—¡Oh! Hola Paul. Ya quisiera decir que bien. Los ricos pagan bien por fotos bonitas... Pero ellos no entregan el ambiente para una.
El joven fotógrafo se acerca a su compañero de edad. Se detiene a ver la foto que había trastornado a Jacob y lo que ve, lo deja con la boca abierta. Era algo que le estrujó el corazón.
—Esto no puedes presentarlo. Porque es una falsedad lo que muestran, las lágrimas de la chica y su gesto es lo único real de todo esto.
—Pagaron por esa foto para que se distribuya mañana en todo el país. Es la noticia de un matrimonio, pero a mí parecer, la chica no quiere casarse. —Concluye Jacob llevándose las manos a la frente —Y uno solo está tomando una foto, no haciendo de menester en un asunto de ricos.
Del fondo de la oficina, escuchan la maquinaria activa esperando por esa foto, la noticia ya estaba redactada y aguardando por los ejemplares para todo el país. Pero Paul tenía razón, esa foto no debería ser distribuida, solo alguien con tacto y un alma sensible puede reflejarse en esa fotografía, pero eran chismes de ricos... nada más.
—Esperan por esta —Dice Jacob poniéndose de pie para preparar la fotografía para las prensas.
—Pero igual... es triste... —Es lo único que dice Paul viendo cómo su compañero se va del lugar.
Rápidamente, la fotografía se distribuyó en cada diario, y apenas se secó la tinta fue distribuido en los respectivos trenes que lo llevarían por todo el país, para al día siguiente esperar este en la plana de sociales de los Estados Unidos.
......
Karen se habia organizado para visitar a Terry una vez más a su departamento para verificar que estuviera bien y para ayudarlo a organizar sus ideas y a que se controlara. Ese era el muchacho que ella había conocido, con determinación y ganas de comerse el mundo. La depresión no le sentaba bien y necesitaba de su compañía.
En especial, alguien que le hiciera abrir los ojos a lo que había hecho y de que no debía dejar las cosas así. Sin embargo, no podía controlarlo cuando seguía llorando, sobre todo cuando le contó la verdad detrás de las Marlowe.
—Terry... —La chica toca la puerta. Sin embargo, descubre la puerta abierta, entra y lo encuentra mirando a la ventana, con nuevas lágrimas en su rostro, seguía llorando y no podía controlarlo —¡Ay Terrence!
—Oh... Llegaste, entrometida —Dice el joven dándose la vuelta y trata de al menos tratar de controlar las lágrimas que nuevamente quieren brotar de sus ojos y mira su amiga.
—¿Listo? Debemos irnos a ver a la maldita lisiada —Comenta Karen señalando por la puerta —Y de una buena vez, a que busques a Candy.
—Yo... no sé si pueda... Yo... la perdí, Karen.
—¿Por qué?
Terry se pone de pie para entregarle un periódico a Karen y así volver a tirarse al mueble a llorar. La chica se lleva las manos a la boca con sorpresa, veía una nota en la sección de sociales. Candice White Ardley, heredera del emporio Ardley comprometida en matrimonio con el joven Daniel Leagan, aquello fue lo que provocó que el corazón de Terrence se rompiera en mil pedazos.
—¡Fui un imbécil, Karen!
—No... escucha, esto debe ser un error y...
—Yo le envié un boleto para que se quedará conmigo para siempre. Le prometí que nadie nos iba a volver a separar, pero lo primero que hice fue dar pie a que todo se rompiera... Y ahora el destino se ha firmado.
Karen observa la nota nuevamente, no puede creer lo que está viendo, aquello debía ser una locura. Candy, la chiquilla enamorada no podía casarse con otro hombre que no fuera Terrence. Ella misma había visto de mano propia lo que hacían el uno por el otro y los sacrificios que habían cometido por alcanzar sus sueños y la posibilidad de un futuro para ambos, aquello no podía terminar de esa manera tan cruel, con corazones rotos e ilusiones hundiéndose en lo más profundo del infierno.
Pero al detallar la foto, Karen descubre el gesto del rostro de Candy... veía esa lágrima de tristeza brotar de sus ojos, la veía pidiendo ayuda. Se da la vuelta y mira a Terry, enrolla el periódico y le golpea en la cabeza.
—¡Auch!
—¡Levántate, maldita sea! Ve y pelea por ella ¡Pelea por Candy!
—¿Acaso no sabes leer? La he perdido Karen ¡La perdí para siempre! Y me da rabia el hecho de que yo tuve la culpa de todo.
—Pues es el momento de que te pongas los pantalones y demuestres que eres un hombre ¡Ve y enfrenta a Susana para que vayas a buscar a Candy en este instante.
—¿Qué es lo qué pretendes? ¿A que has venido?
—¿A qué he venido? A parte de limpiarte la cara de bodrio que tienes, a hacerte recapacitar. Porque no debes permitir esa boda, porque lo que tú y tu novia hicieron es dejarse engañar para que todo esto ocurra.
—¿Cuál es el punto de todo esto?
—Que no quiero que seas uno más de los pobres imbéciles que caen en el cuento del honor y la moral. Es el cuento que esas mujeres una para atar a los hombres ¡Demuestra que tienes pantalones y enfrentalas! —Grita la chica con una chispa de rabia en los ojos —Demuestra que eres agradecido pero no al punto de entregar tu propio ser por alguien por quién no sientes nada en lo absoluto. Los Romeos no hacen eso.
Terry aprieta las manos, desenvuelve el periódico enrollado y se topa con la foto, en efecto, Karen tenía razón, la joven que veía ahí era una Candy pidieron ayuda, esa única lágrima derramándose de su rostro era la prueba de que ella se negaba a eso, que seguía llorando por él... En todo el barullo de Karen había razón. Él no había hecho nada para evitar ser confrontado de esa manera, quizás si su padre hubiera estado ahí lo hubiera sacado del camino de esas mujeres. Pero no estaba, él era el hombre ahora y debía demostrar valía.
—Bien... acompañame Claise. Necesitaré un testigo.
—¡Ese es mi Romeo!
Ante la decisión de Terry, la chica no puede evitar gritar. Ambos salen del departamento dispuestos a enfrentar a las Marlowe y de una buena vez a todas esas semanas de lágrimas y sufrimiento debían acabarse de una buena vez. Bajan hasta alcanzar el vehículo de Karen y arrancar lo más rápido que pueden.
Terry está crispado de los nervios, sigue en su rostro fresca la fotografía de Candy en ese periódico, derramando lágrimas, ella no iba a casarse con otro que no fuera él ¡No lo permitiría!
Varios minutos después, llegan al hospital San Jose, justo en pleno cambio de turno de mediodía. Acompañado de Karen el actor se prepara para encarar a Susana de una buena vez, ponerlas a ella y a su madre en su lugar, pero antes de entrar a la habitación, ambos se detienen para escuchar una conversación.
—..¿Crees que se den cuenta, madre?
—Una buena fuente me ha dicho que ha bebido hasta caer en la borrachera. Ni debe darse cuenta de todo lo que ha pasado.
—Me da vergüenza atarlo a punta de engaños. Lo de la pierna no fue su culpa.
—¡Te lo debe Susana! La tía de la muchachita me ha pagado muy bien por insistirnos en separar a ese par.
—Si no fuera por eso créeme que no hubiera accedido. Me entrego a Terrence en charola de plata.
—¡Y te salió perfecta la actuación del intento de suicidio!
Esa mención provocó la alarma en Terry ¿Todo había sido un engaño? ¿La tía abuela de Candy pago para que se separaran? Las lágrimas lo traicionaron al escuchar eso, pero no eran de tristeza, eran de rabia al saber que realmente los habían engañado.
—Me moría de miedo de que no me creyera —La voz de Susana de repente de lástima, cambio a una risa cruel —Pero la hubieras escuchado cuando me dijo que se iba a ir para que me quedara yo con Terrence ¡Fue tan sencillo!
—Eso le pasa a los que son ingenuos, hija. Y esa muchachita resultó de lo más estúpida.
La puerta se abre de golpe, ambas mujeres descubren a un lloroso pero enervado Terrence observándoles. Una de las venas de su cuello palpitaba de forma notoria y más manos las llevaba apretadas. Susana palidece y entra en pánico, lo había escuchado todo.
—Ustedes ¡Malditas! —Grita Terrence mientras es detenido por Karen. No pensó ninguno que aquello había sido un cruel engaño —¡Son unas vendidas! ¿como se atrevieron a hacerme esto?
—Te... Terry.... —Tartamudea Susana —Yo... puedo explicarlo.
—¿Qué es lo que pretendes explicar? ¿Qué me separaste de Candy? ¿Y aún tienes la desfachatez de burlarte de ella por su inocencia? —Grita furioso —¡Eres una basura Susana!
—Te... Terry por favor. No tenías futuro con ella, su tía nos pago porque quiere casarla con otro y...
—¡Cállate Susana! —Vocifera la señora Marlowe —Actuas igual que esa mocosa White.
—No... Susana no es como mi Candy. Ella jamás me engañaría de esa forma tan asquerosa y despreciable —Contesta Terry. Si fuera por él, se quedaría a discutir sobre lo que habían hecho, pero no habia nada que hacer.
—Terry... en serio lo hice porque te amo.
—Tu no amas a nadie. Alguien que ama no hace tal atrocidad.
—Los romeos y su convicción sobre el amor —Murmura la señora Marlowe astiada —¿Acaso piensas que la gente vive de eso en el mundo real, muchacho? Aquí sobrevive el ágil, y aquí hemos ganado todos. La tía de la tal Candice va a casarla con un rico, Susana te tiene a ti y la dinero ¡Es más que suficiente!
—No... yo no pienso como ustedes —Dice el joven golpeando una pared —Por mi pueden irse al carajo.
—¿Qué?
—Tienes el dinero y las primeras planas ¿No, Susana? Confórmate con ellas, porque no tendrás nada más que. eso. A mi no.
—¡No puedes hacerme eso! ¡Yo salve tu vida!
—Y te lo agradezco, pero no te pertenezco por ello. Además, alguien ya te pago por destruirme —Dice el joven mientras derriba un jarrón con rosas al suelo.
—¡Detente! Ellas no valen la pena.
—Asi es, Karen... no valen la pena. —Escupe furioso el joven dándose la vuelta —Esperó que con lo que les pagaron puedan vivir bien con su conciencia. Porque yo me iré por otro camino... Adiós Susana.
—Espera... —Susana se intenta bajar de la cama para perseguirlo, pero cae en su infructuoso intento —¡No me dejes Terry, yo te amo!
—Si... ya me dijiste que me amabas. Y te informo que yo a ti no te amo —Contesta el joven abandonando la habitación sin voltear a ver a Susana.
—¡Terryyyyyy! —Grita Susana al ver como el joven se iba de brazo de Karen.
Todos ese tiempo había sido engañado. Todas sus lágrimas y tristeza se debieron a una vil trampa, debía hacerle caso a Karen y buscar a Candy antes de que esa boda se llevará a cabo.
Sin embargo, fue una sorpresa enorme que al pasar por las escaleras en donde se separó de su pecosa, se encontrará con un rostro conocido.
—¿Archie?
.....
El rubio llevaba días dormido, de cuando en cuando se agitaban sobre la cama y su vigilante estaba al pendiente de que despertara. Necesitaba que abriera los ojos y tomara el lugar que le correspondía, que hiciera justicia y demostrará que era un hombre de una buena vez.
El hombre entre sueños, escuchaba una risa cantarina y un rostro conocido. Cambiaban en un enorme campo de rosas, y al final una extensa luz que resplandecía. Se agita al ver que en ese camino de luz estaba ese rostro conocido por el cual lloraba cuando se sentía solo.
—¡Rose! —Llamaba entre carreras, intentando alcanzar a esa mujer rubia de ojos verdes que iba de la mano con un muchacho rubio y un poco más joven —¡Hermana, esperame por favor, no me dejes!
—No es tu momento, Bert —dice la mujer al tiempo que se da la vuelta para encararlo —Cuidalos bien, hermanito.
—¿A quienes?
—A Archie y a Stear —Comenta el muchacho rubio de ojos azules que le acompañaba —Y tío...
El gesto del muchacho es triste, pero sin embargo no deja de sonreirle.
—Protege a Candy por favor. Ella se ve más bonita cuando ríe que cuando llora.
Con esa mención, el rubio abre los ojos extensamente, toda una serie de imágenes aparece en ráfaga sobre su cabeza, cada una dolía más que la otra. No puede evitar llevarse las manos a la cabeza y gritar con esa horrible sensación.
—William... ¡William, despierta! —Exclama el hombre pelinegro tomándolo de los hombros con angustia. Le dolía verlo de ese modo.
Cuando lo encontró en la calle atropellado pensó que iba a morir y tuvo que llevárselo en ese instante. No sabía cómo había llegado a Chicago y como había sobrevivido todo ese tiempo, pero se alegraba de haberlo hecho a tiempo de todas las atrocidades que la tía abuela pretendía. Él era el único que podía detenerla.
Pasan unos minutos y el rubio se calma, respira calmado y sus ojos están derramando lágrimas. Trata de enfocarse en el lugar en donde está, se topa con un hombre de rostro puntiagudo y pelo negro alborotado, se estruja los ojos porque lo reconoce.
—Amigo, gravas a Dios has despertado. Me tenías con la angustia de no haberte encontrado por semanas y....
—¿George? —Murmura con la voz temblorosa —¿Eres tú?
—¿Me recuerdas? —Pregunta el caballero con una sonrisa nerviosa —¿Sabes quién eres?
—Si... —Traga en seco y cierra los ojos de nueva cuenta. Porque entre sus memorias recuerda a una chica de ojos verdes llorando entre sus brazos. Recuerda a la buena Candy cuidando de él en medio de su amnesia e indigencia.
Recuerda las últimas palabras del muchacho rubio entre sus sueños... recordó las últimas palabras de sobrino Anthony.
—...Soy William Albert Ardley.
Continuará....
BANDOLERAS DE TERRY, NO BUSCAMOS SUPERAR A NADIE, SINO A NOSOTRAS MISMAS.
y el próximo será mejor 
