Hola chicas. Les cuento que este capítulo me causó mucha indecisión escribir. Se que Sara Lagan no es uno de nuestros personajes preferidos del candymundo, es más, estoy casi segura que es uno de los más molestos que hay en la historia. Pero mi mente no pudo evitar volar y tratar de entender a una mujer de su época.
¿Se imaginan tener que cumplir a cabalidad ciertos estándares de la sociedad y sin poder refutar nada? Es por eso que quise darle unos momentos de amor y quien más que el seductor señor Albert para complacerla y que además tenía una vida muy, pero muy misteriosa y que traté de encajar de la mejor manera en esta historia. Denle una oportunidad.
Este one shot es la parte final del albertfic "El secreto de Albert" si no lo has leído te dejo aquí el enlace
¿Se imaginan tener que cumplir a cabalidad ciertos estándares de la sociedad y sin poder refutar nada? Es por eso que quise darle unos momentos de amor y quien más que el seductor señor Albert para complacerla y que además tenía una vida muy, pero muy misteriosa y que traté de encajar de la mejor manera en esta historia. Denle una oportunidad.
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La anciana matriarca estaba realmente molesta. El tiempo pasaba y la actitud de Albert no cambiaba. Incluso su ausencia en la última tardeada que ofreció la familia Ardlay para unos invitados especiales fue por demás descortés. Haría un último intento por persuadir a su terco sobrino.
«toc, toc»
–Adelante
–William, ¿será que podemos hablar?
–Claro tía-abuela, pero ¿por qué te has levantado? El doctor Lenard dijo que tenías que seguir en reposo por unas semanas más. ¿Acaso el tema a tratar es tan urgente?
–Así es William.
La anciana dio un largo suspiro antes de hablar.
–Lo que sucede es que tu actitud me tiene preocupada en sobremanera
–¿Mi actitud, tía-abuela?
La mujer carraspeó, tenía que ser muy firme en lo que diría pero a la vez muy sutil para que el patriarca no diera por zanjado el tema antes de tan siquiera tocar el asunto.
–Hijo. ¿Por qué has sido tan descortés con la hija de los señores Carnegie? Ellos vinieron a visitarnos para mantener una charla amena y cordial contigo, pero tú simplemente no apareciste y esa escueta disculpa que enviaste con Georges fue por demás insulsa.
¡La joven Margaret vino especialmente para departir una tarde de té contigo!
El patriarca se acercó y le dio un dulce beso en la frente a su tan querida abuela, acto seguido le dijo.
–Querida abuela, yo no sabía de tu invitación personal a la señorita Margaret y tenía compromisos ya adquiridos para ese día. Además, ¿no te parece que ya estoy muy grandecito como para que me estés buscando pareja?
–¡Por lo mismo! ¿Cuando piensas sentar cabeza y darle un heredero a tu linaje? Te recuerdo que Candice a pesar de ser tu hija adoptiva, no lleva nuestra sangre y jamás podría ser la sucesora del patriarcado. Este se pasa de William a William y para eso ¡necesitas casarte! ¡tener hijos! «sollozos»́ Creo que moriré sin arrullar entre mis brazos a otro pequeño William «sollozos» no sabes cómo mis brazos anhelan tener otro niño a quien acurrucar y a quien amar.
–Cálmese por favor, tía-abuela. Venga por favor.
El hombre se preocupó sobremanera al ver sollozar así a su anciana tía. Sabía que en varias ocasiones había apelado al llanto como manera de soborno emocional, pero ahora la notó diferente. El semblante de la mujer era de auténtica tristeza. Con dulzura la sacó del despacho y pidió la ayuda de la servidumbre para que su tía fuera llevada nuevamente a su recámara.
–Mery, por favor, lleve a la tía.abuel a sus aposentos y cuídela. No se ha sentido muy bien en estos últimos días. Si es necesario vuelvan a llamar al doctor Lenard para que nos visite.
–Sí señor.
El guapo hombre rubio se encerró en su despacho para meditar los últimos acontecimientos. Hace menos de una semana, Sara había hecho una reflexión igual, pero ¿cómo contraer matrimonio con una persona a quien de seguro no amaría? ¿le sería infiel a su esposa? Ahora podía comprender perfectamente a Candy. Lo que antes era difícil de entender, ahora era un panorama claro. Y es que la ojiverde se había negado a la insinuación de cualquier pretendiente romántico; a pesar de continuar con su vida cotidiana, el corazón de su pequeña se había quedado encadenado a aquel mocoso problemático que conociera en el colegio.
–Ay Candy, ahora entiendo porque refugiabas tu corazón en el Hogar de Pony, tal cual como yo lo hago ahora en este despacho de Lakewood. A estas alturas hasta me he vuelto un cínico. Saludo y estrecho la mano de Rogger Lagan con tanta naturalidad que a veces hasta me espanta.
¿Cuántas veces había compartido una copa de coñac con el señor Lagan? Sin duda demasiadas. Al principio sentía remordimiento y eso fue justamente lo que lo orilló a ayudarlos con la financiación de los Resorts en La Florida; después el coraje y la envidia se comenzó a apoderar de su corazón al pensar que ese hombre era quien disfrutaba de la mujer que él solo tenía unas cuantas veces; y por último la vanidad le instaló en él. Se sentía seguro y autosuficiente de saber que él era quien hacía vibrar el cuerpo y alma de ella.
Pero la verdad era que el tiempo de parar toda aquella locura había llegado El tendría que dar un heredero al linaje Ardlay..
[suspiro] –Sara, Sara… Quien creyera que el tercero de la discordia en nuestra relación ni siquiera es Rogger. El tercero en este triángulo amoroso siempre fue el raciocinio. Al parecer llegó la hora de decir adiós a esto que me trae a la vida.
****Flashback******
–¿Qué te sucede cariño? Desde hace rato denoto una tristeza en tu mirada.
[suspiro] –¿Sabes que hoy Eliza me anunció que está embarazada?
–¡Vaya! eso sí que es bueno. Neal por fin está sentando cabeza al frente de los hoteles en La Florida y Eliza convertida en toda una señora de sociedad.
–¡Claro que lo es! … pero me ha hecho caer en cuenta de algo. ¡Mírame Albert!, muy pronto seré… abuela. ¿Con qué cara puedo mirar a mi hija y pedirle que sea una buena madre y esposa?
–Sara… mi amor….
Ella lo interrumpió, era una mujer orgullosa, pero tenía que decirlo –¿Sabes algo? después de todos estos años te puedo decir que me hubiese gustado tener la libertad que le diste a Candy para elegir. Ella siempre supo que no encajaba en esta sociedad; y no porque le faltara porte o elegancia. Esa niñita tuvo el coraje que a muchas mujeres nos hace falta.
[suspiro] A mi no me quedó más que aceptar a Rogger como esposo y… cumplir con esos estándares que se nos impone desde la cuna. A veces quisiera… correr…
Los ojos de la bella mujer entristecieron, era hora de acabar con ese sueño. Abandonó el lecho prohibido que compartía hace ya algunos años con el hombre cabeza del clan, tomó sus ropas y comenzó a vestirse con algo de nerviosismo, pues ese día su conciencia le había dado una bofetada en la cara.
–Sara, espera. ¿No te parece que debemos dialogar de este tema?
–No Albert, ya va siendo hora de que tanto tú como yo dejemos este juego de los amantes y nos concentremos en las prioridades. Nos guste o no, nosotros somos pilares de nuestras familias y no sería justo que todo se derrumbara por algo que… que no tiene futuro.
El rubio no podía refutar nada; pues todo lo que Sara decía era verdad. Él jamás se iría en contra de su familia. Jamás lo hizo y ahora no sería el causante de un escándalo que podría arruinar a toda la familia. Antes que ser simplemente Albert era el patriarca y cabeza de todo un clan y como tal tenían que ser sus actos. Vivir aquel idílico romance prohibido con Sara Lagan ya había sido bastante riesgoso no solo para él; incluso para ella era mucho más peligroso y deshonroso.
La mujer terminó de arreglar su peinado y de manera apurada quiso abandonar la habitación; sin embargo el fuerte agarre del rubio no la dejó.
–Espera. ¿Te irás así nomás?
Ella escondió su mirada. No quería prolongar más ese dolor que le estaba causando alejarse de él.
–Será mejor que no digamos nada. Es hora de que busques una esposa a tu altura para que continúes con tu linaje y yo me convierta en lo que todos esperan que sea, la matrona Lagan que cuidará y velará por su familia y por sus nietos…. a lado de Rogger.
Él supo que ya no había marcha atrás. La abrazó fuertemente a su pecho y aspiró el cálido aroma de sus cabellos. Quería guardar ese instante en su retina y en su mente; pues sabía que ya no habría otro encuentro entre ellos. La mujer sollozó, pero luego sacó esa altanería que la distinguía y alzó su cabeza para limpiar esas lágrimas que surcaban su rostro. Le dio un tierno beso y dijo.
–Adiós, señor Ardlay.
*****Fin del flashback******
Luego de esa reflexión, el rubio tomó una de las decisiones más complicadas de su vida.
El guapo hombre de negocios se embarcó en una gira de viajes que casi nadie podía comprender, pero que solo él sabía la razón. Con el nuevo rumbo económico que se estaba dando en el país, las fortunas más grandes se comenzaron a desmoronar y realmente fueron pocas las familias que se mantuvieron a flote. Entre ellas figuraba la aún poderosa familia Ardaly, y todo gracias al buen manejo que Albert había tenido en los negocios.
Sudamérica fue uno de los horizontes que el magnate divisó para mantener y ampliar su fortuna.
Aquellos viajes interminables sirvieron para mantener la distancia entre aquella pareja que un día cruzó la línea de lo permitido y le robaron minutos de amor a la vida. Entre idas y venidas el patriarca terminó por vender aquella casa de Lakewood; pues sentía que ya no había un motivo real para volver. Aquella mansión de las rosas se había convertido en un recuerdo agridulce para él.
TRES AÑOS DESPUÉS
–¡Bert! ¡Bert! ¿en realidad eres tú? ¡Dios no lo puedo creer!
–¡Vamos pequeña! Ja, ja, ja, Ni que estuviera tan anciano como para que no me puedas reconocer. ja, ja, ja
–Es que tu visita es una verdadera sorpresa. Aunque ya me lo habías anticipado en una carta, casi no lo podía creer. Ya me había acostumbrado a recibir tan solo cartas tuyas para contarme tu vida, pero saber que vendrías a visitarme sí que es una auténtica sorpresa.
–Bueno, llevas algunos años aquí en Inglaterra que ya hasta estaba pensando en que Terry te tendría raptada.
Los rubios rieron de buena gana ante el jocoso comentario del patriarca.
–Las giras de Terry son extensas y aprovechamos al máximo el tiempo que podemos estar juntos; y bueno, en mi estado entenderás que es muy poco juicioso viajar.
–Así veo, al parecer tú y él han estado muy, pero muy ocupados– Decía el rubio acariciando el pronunciado vientre de Candice.
–¡Albert! Haces que me sonroje
–Ja, ja, ja para nada pequeña. En el amor no hay que sentir vergüenza y mucho más cuando este da hermosos frutos.
Con una taza de té entre sus manos y un pedazo de pastel, los grandes amigos se pusieron al corriente de sus vidas.
–Dime Bert, ¿cómo te va con Luciana?
–Vamos bien, creo que por fin nos estamos acoplando como pareja. Incluso estamos pensando que ya es hora de tener bebés.
Candy dudó en preguntar, pero un pequeño brillo en esas celestes pupilas la animó.
–Albert… ¿Eres feliz con Luciana?
–Luciana se lleva de maravilla con la tía-abuela y es la mujer perfecta que siempre quiso para ser la señora Ardlay. Su ascendencia italiana la tiene fascinada. Es ese amor maduro y sereno del que todos hablan. Es ese amor que todos dicen que un día llega a tu puerta para entrar en tu corazón y darte la paz y la tranquilidad que tanto buscas y anhelas. Eso es Luciana para mí.
La rubia apretó los labios para no dejar salir ese comentario que le estaba quemando la garganta. Sin embargo él lo notó y le dijo.
–Vamos, Candy, dilo. Tus pecas se notan mucho más cuando pones ese gesto curioso en tu carita.
–¿Por qué Luciana no te acompañó en este viaje?
–Mmmm, pensé que sería un viaje agotador para ella; además no los conoce y quería tener un tiempo a solas con mi pareja favorita de rebeldes del San Pablo.
–¿Sabes que desde que Terry y yo nos reencontramos no podemos estar mucho tiempo separados?
–¿Y qué quieres insinuar, pequeña? Sabes… no todos somos tan arrebatados como ustedes.
–Bueno… es que se me hace extraño que quieras estar en este pedazo del mundo, pero… solo.
–Ja, ja, ja bueno sabes bien que siempre he sido un solitario vagabundo. Además, tengo que viajar a Londres en una semana, por asuntos de negocios y dudo que a Luciana le hubiese gustado acompañarme, los estragos de la guerra la espantan.
–¡Oh! tal vez y te encuentres con Eliza y su esposo. Me enteré que están en Inglaterra.
–¡Ni Dios lo quiera! Es mi sobrina y la quiero, pero no soporto a su esposo. Es tan snob.
La semana en compañía de Candy y Terry pasó volando y su viaje a Londres ya no lo podía retrasar. Luego de abrazos por parte de Terry y lloros por parte de Candy, él se marchó.
Le gustaba Londres, aunque los estragos de la guerra eran palpables en cada calle, la ciudad estaba renaciendo de la nada. Su apoyo como Industrial sería de gran ayuda y beneficio para la ciudad. Estaba en la entrada del hotel registrándose cuando de repente la vio pasar. No podía creerlo ¡era ella! ¿qué hacía ahí?
–¿Sara?
–¡Eh! ¿Albert? ¿Qué haces aquí?
–Es… es que las empresas Ardlay están colaborando con el avance de la ciudad. Pero… pero ¿tú qué haces aquí?
–Estoy acompañando a mi hija Eliza, ella está nuevamente de encargo. A pesar de las circunstancias actuales, se empeñó en acompañar a su esposo y pues, no podía dejarla sola en su estado.
–¿Aceptas tomar un café conmigo?
–Creo… creo que…
–¡Vamos Sara! Llevamos algún tiempo sin vernos y sería bueno ponernos al corriente.
Él le ofreció su brazo y ella lo tomó con mucho nerviosismo. Llevaban algunos años sin verse, pues cada vez que él estaba en Chicago, ella no visitaba a la tía-abuela.
–¿Cómo le va a Neal con la administración de los hoteles?
–Bien. De hecho lo hace mejor que su padre. Desde que Rogger falleció ha tomado el control total de toda la cadena hotelera.
La charla continuó por horas sin que ellos se percataran el avance del tiempo. Parecía que los años no habían pasado y que recién se hubiesen dejado de frecuentar.
La noche los sorprendió y Sara decidió que era tiempo de regresar al hotel.
–Albert, ha sido muy gratificante volverte a ver, pero creo que es hora de regresar al hotel. Eliza debe estar preocupada por mi ausencia.
Él solo sonrió. No podía creer la ironía de la vida. Había huido a Londres para no toparse con ella y en un capricho del destino, ella estaba ahí. No pudo evitar que en su mente se instalara un oscuro deseo. Nuevamente le ofreció su brazo para escoltarla hasta su habitación. Estando en la entrada de su suite , ella se giró para despedirse de una manera sencilla; sin embargo él utilizó sus fuertes brazos para detener su andar.
–Albert… por favor. Este no es el lugar adecuado.
–¿Y crees que mi suite lo sería?– le dijo acercando su cara al rostro asustado de ella.
–¡Basta! ¡Eliza y su esposo pueden regresar en cualquier momento!
–Eso lo soluciono en un minuto.
–¿De qué hablas? ¿qué haces?
El hombre tomó el teléfono de la suite e hizo un par de llamadas. Una sonrisa surcó su varonil rostro y acto seguido colgó.
–Solucionado
–¿Qué está solucionado?
--No te preocupes, Georges sabe que hacer.
Albert la tomó de su cintura y la pegó a su cuerpo. Si no decía lo que tenía en su pecho se ahogaría.
–¿Tienes idea de la cantidad de viajes que he hecho para no verte? Me vine a meter a esta ciudad con el único propósito de no regresar a Chicago y resulta que tú estás ¡en mí mismo hotel! Esto es una burla de la vida y honestamente esta vez seré yo quien me burle del destino.
–¿De qué hablas Albert?
El ya no dijo nada, cerró la puerta de la suite y se introdujo en ella sin esperar el permiso de la aturdida mujer. La tomó de su nuca y besó sus labios con aquel fuego que lo estaba consumiendo desde que la divisó en la entrada del hotel.
–Por favor… no me hagas esto, Albert. Vete ahora.
–Shhh, no me detengas. He deseado besarte desde que te vi en la entrada del hotel
–Albert…
–Déjame robarle unos momentos de felicidad a la vida. No me detengas. Sé que mañana no estarás en mi cama, así que déjame hacerte el amor.
Empezó a despojarla de su vestido, pero ella sintió vergüenza de su desnudez. Comenzó a cubrirse; sin embargo él no la dejó.
–No lo hagas, quiero verte
–No me veas… yo… yo… ya estoy… vieja. No me gusta como me veo.
Él sonrió. Vaya que la mujer no tenía ni la más remota idea de cómo su desnudez lo excitaba. Besando el lóbulo de su oreja le dijo.
–Señora mía, usted no sabe lo que sus pechos le hacen a mi entrepierna. Déjame descubrirte como esa amalgama perfecta entre experiencia y belleza.
Tomó la mano de ella y luego de besarla en la palma hizo que lo tocara.
–¡Oh sí! Te extrañé tanto mi amor.
Los sedosos y experimentados dedos de ella tocaron su inflamada masculinidad llevándolo al lugar donde solo ella podía. Se dejó acariciar y besar por aquellos labios masculinos con los que había soñado por los últimos 3 años. Se había refugiado en el cuidado de su nieto, pero tenía que aceptar que aún era una mujer que aún sentía y solo ese hombre la hacía vibrar y sentía el mismo cosquilleo de hace mucho más de tres años.
–Abrázame fuerte y hazme el amor– fueron las palabras que salieron de sus ya hinchados labios.
Ella ya no era una jovencita y su cuerpo ya no tenía la firmeza de antes, pero vaya que las manos de él la hacían estremecer. Mientras él besaba sus muslos, ella enredaba sus dedos en su cabellera rubia exigiendo que su boca tomara aquel sitio íntimo que prácticamente se derretía ansioso por ser devorado. Él estaba perdido entre su cuerpo, definitivamente esa mujer lo enloquecía. Era verdad que había sido el mismo demonio en la vida de Candy, pero ¿qué podía hacer? él simplemente la amaba.
Tomó a la mujer y la acostó en la blanca cama. Alzó sus brazos sobre su cabeza y la apresó a su merced.
–Oh sí, no tienes ni idea de cuánto he deseado volver a tener así.
–Ámame Albert, solo ámame.
Y así fue, él la tomó y la hizo suya a placer sin importar el mañana.
Besos y suspiros se apoderaron de ellos sin detenerse a pensar en que mañana nuevamente tendrían que ser solamente el patriarca y la señora Lagan. ¿Qué sería de ellos? quien sabe, pues ni ellos mismos eran capaces de apartarse el uno del otro.
FIN
Nota: es una pena que no salga la canción, pero escúchala y deja que tu mente te transporte a la habitación de esos amantes.