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—¡Si! —comenzaron a vitorear los inquilinos deduciendo acertadamente que el inglés pelearía junto a ellos. Mientras celebraban un triunfo, Terrence daba órdenes a los secuaces de Carl Stuart.
—Tú, ven aquí —se dirigió a John —ayuda a tu jefe y lárguense de aquí en este mismo instante, a no ser que quieran romper el trato que acabamos de hacer. Ustedes deciden —el tono de su voz es gélido.
En silencio Candy observó todo la escena y en cuanto los hombres se marcharon, vio como su padre llamaba con un movimiento de mano al tal Terrence Graham. Sin perder tiempo, fue tras ellos, para enterarse por si misma que diablos estaba pasando y de donde había salido aquel monumento de hombre. Karen le había dicho quien era, sin embargo, su instinto que le gritaba que lo que acababa de ver no era propio de un abogado común; al menos, su hermano no era así.
Albert, por su parte, los siguió en total silencio; preguntándose, ¿Quién era ese hombre que decía llamarse Terrence Graham?, ¿De donde había salido? Y, ¿Por qué razón se puso como una fiera en contra de los representantes de la constructora King, quienes según lo que acababa de escuchar eran los nuevos dueños de todo aquello?
"Todo esto es muy extraño" —pensó mientras ingresaba sigilosamente a la oficina de su padre. Se paró junto a Candy quien estaba en silencio observando y escuchando como su padre y aquel individuo discutían.
—Le pedí que no usara la violencia —William Ardley se veía molesto —Usted no tiene una condena idea que clase de gente es esa.
—Era necesario licenciado Ardley —Terrence lo miró a los ojos —No iba a permitir que esas escorias lastimaran a nadie. 《Una escoria, reconoce a otra》 —pensó. Aunque dudaba mucho que aquel grupo de sabandijas lo hubiesen hecho. Eran menos que unos simples renacuajos dentro del basto océano.
—El señor Brower y usted le mintieron a esa pobre gente —reprochó el hombre mayor con la mirada clavada en él.
—Le aseguro que no lo hicimos licenciadoArdley —se defendió el castaño.
—No me venga con el cuento que el señor Brower vendió a espaldas suya —espetó William Ardley con enfado.
—El no vendió, lo obligaron a hacerlo —replicó Terrence una octava mas alta. Estaba molesto y su malestar aumentó con las palabras del hombre frente a él.
—Vaya que tiene agallas el ingles —le susurró Candy muy bajito a su hermano mayor
—Se ve furioso —le respondió Albert de la misma forma.
—Voy a recuperar todo al precio que sea —advirtió Terrence.
—Dudo mucho que pueda hacer algo al respecto —intervino finalmente Albert
—¿Y tú, quién es?
—Albert Ardley, abogada del bufette Marlowe —se presentó el rubio ante la mirada que recibió de parte del castaño.
—Yo soy, Candice Ardley —dijo de pronto la rubia con una sonrisa que le llegó hasta las orejas. No iba a quedarse ahí siendo tratada como un objeto más.
—Señor Graham, —Volvió a hablar Albert —si la constructora King tiene consigo los documentos que acreditan que ellos son los nuevos dueños, no hay nada que usted puede hacer al respecto.
—Si ellos quieren guerra, guerra tendrán —respondió el castaño saliendo del lugar. Candy fue tras él.
—Oiga, oiga —lo detuvo —¿Cuál es la verdadera razón por la cual quiere recuperarlo todo?
—Eso es algo ajeno a su interés, señorita Ardley. —Terrence la miró por el rabillo del ojo. Si había algo que odia, era la gente entrometida; y aquella joven lo era y mucho.
—No tiene porque ser tan grosero —Candy apretó los labios.
—Odio las injusticias —replicó Terrence al ver como el rostro de la joven se había tornado de un precioso color escarlata que hacía contraste con su blanca piel
—¡Ahhh! Un justiciero defensor de los derechos de los indefensos —respondió Candy enseñadora
—Bravo, bravo —se burló Albert detrás de su hermana menor —Un Robin Hood de la vida real —aplaudió —¿Quién lo diría?
—No estoy de humor para tus ironías —Terrence giró el rostro y clavó sus profundos ojos azules, en en los azul celeste de Albert —regresa con tus amos —dijo inexpresivo.
—Lo haré cuando me digas que hay detrás de todo este asunto —replicó Albert sin inmutarse.
—En ese caso, te aconsejó que busque un lugar en donde pueda sentarse, para que no te canse mientras esperas una respuesta de mi parte —replicó Terrence girándose sobre sus talones y emprendiendo la marcha.
—Lo averiguaré, juro que lo haré —le gritó Albert mientras se alejaba.
—Has lo que quieras, me tiene sin cuidado —respondió el castaño sin girarse siquiera.
*******************
Días después..
Con sus pensamientos mas calmados, Terrence ingresó a la oficina del licenciado Ardley.
—Buenos días licenciado Ardley.
—Buenos días —respondió el hombre secamente.
—Le ofrezco una disculpa por mi comportamiento de hace unos días.
—Aceptadas —respondió el hombre mayor.
Terrence rompió el silencio que los rodeó por algunos minutos.
—¿Por qué tienen esos rostros de funeral?
—Es por la demanda contra la farmacéutica King —respondió Karen
—¿Qué con ella?
—La fecha de la nueva audiencia está a las puertas y el licenciado Ardley no tiene un solo testigo... Se acabó —dijo Karen cargando unas carpetas.
—Puedo hecharle un vistazo a esos archivos, quizás pueda encontrar algo que los ayude —dijo Terrence dispuesto a cumplir lo que se había propuesto el día anterior.
—Solo el licenciado Ardley puedo autorizarlo —Karen se encogió de hombros.
—Dáselos Karen —respondió William Ardley con un movimiento de mano desde su escritorio.
Mas veloz que un rayo, Karen comenzó a extraer archivo tras archivo.
—Estos son suficientes —Terrence impidió que Karen pusiera un archivo mas frente a él.
Harto de ver que los bufones de la constructora King llegaban día tras día a intimidar a los inquilinos del edificio Magnolia, Terrence le pidió al licenciado Ardley que lo acompañara a hacerle una visita a aquel mal nacido.
—¿A dónde vamos? —preguntó un confundido William Ardley.
—Le haremos una visita al gerente general de la constructora King —respondió Terrence.
—Dudo mucho que ese hombre nos atienda, no tenemos una cita.
—Pero tenemos esto —Terrence sacó un sobre de color manila de su portafolio y se lo mostró.
William Ardley lo miró a los ojos.
—Usted no puede ejercer derecho en los Estados Unidos.
—Y según usted, ¿por qué no puedo hacerlo?
—No está inscrito en el colegio de abogados
Gracias por leer
Retaliación
By Rossy Castaneda
Capítulo 7 Parte 1
By Rossy Castaneda
Capítulo 7 Parte 1
—¡Si! —comenzaron a vitorear los inquilinos deduciendo acertadamente que el inglés pelearía junto a ellos. Mientras celebraban un triunfo, Terrence daba órdenes a los secuaces de Carl Stuart.
—Tú, ven aquí —se dirigió a John —ayuda a tu jefe y lárguense de aquí en este mismo instante, a no ser que quieran romper el trato que acabamos de hacer. Ustedes deciden —el tono de su voz es gélido.
En silencio Candy observó todo la escena y en cuanto los hombres se marcharon, vio como su padre llamaba con un movimiento de mano al tal Terrence Graham. Sin perder tiempo, fue tras ellos, para enterarse por si misma que diablos estaba pasando y de donde había salido aquel monumento de hombre. Karen le había dicho quien era, sin embargo, su instinto que le gritaba que lo que acababa de ver no era propio de un abogado común; al menos, su hermano no era así.
Albert, por su parte, los siguió en total silencio; preguntándose, ¿Quién era ese hombre que decía llamarse Terrence Graham?, ¿De donde había salido? Y, ¿Por qué razón se puso como una fiera en contra de los representantes de la constructora King, quienes según lo que acababa de escuchar eran los nuevos dueños de todo aquello?
"Todo esto es muy extraño" —pensó mientras ingresaba sigilosamente a la oficina de su padre. Se paró junto a Candy quien estaba en silencio observando y escuchando como su padre y aquel individuo discutían.
—Le pedí que no usara la violencia —William Ardley se veía molesto —Usted no tiene una condena idea que clase de gente es esa.
—Era necesario licenciado Ardley —Terrence lo miró a los ojos —No iba a permitir que esas escorias lastimaran a nadie. 《Una escoria, reconoce a otra》 —pensó. Aunque dudaba mucho que aquel grupo de sabandijas lo hubiesen hecho. Eran menos que unos simples renacuajos dentro del basto océano.
—El señor Brower y usted le mintieron a esa pobre gente —reprochó el hombre mayor con la mirada clavada en él.
—Le aseguro que no lo hicimos licenciadoArdley —se defendió el castaño.
—No me venga con el cuento que el señor Brower vendió a espaldas suya —espetó William Ardley con enfado.
—El no vendió, lo obligaron a hacerlo —replicó Terrence una octava mas alta. Estaba molesto y su malestar aumentó con las palabras del hombre frente a él.
—Vaya que tiene agallas el ingles —le susurró Candy muy bajito a su hermano mayor
—Se ve furioso —le respondió Albert de la misma forma.
—Voy a recuperar todo al precio que sea —advirtió Terrence.
—Dudo mucho que pueda hacer algo al respecto —intervino finalmente Albert
—¿Y tú, quién es?
—Albert Ardley, abogada del bufette Marlowe —se presentó el rubio ante la mirada que recibió de parte del castaño.
—Yo soy, Candice Ardley —dijo de pronto la rubia con una sonrisa que le llegó hasta las orejas. No iba a quedarse ahí siendo tratada como un objeto más.
—Señor Graham, —Volvió a hablar Albert —si la constructora King tiene consigo los documentos que acreditan que ellos son los nuevos dueños, no hay nada que usted puede hacer al respecto.
—Si ellos quieren guerra, guerra tendrán —respondió el castaño saliendo del lugar. Candy fue tras él.
—Oiga, oiga —lo detuvo —¿Cuál es la verdadera razón por la cual quiere recuperarlo todo?
—Eso es algo ajeno a su interés, señorita Ardley. —Terrence la miró por el rabillo del ojo. Si había algo que odia, era la gente entrometida; y aquella joven lo era y mucho.
—No tiene porque ser tan grosero —Candy apretó los labios.
—Odio las injusticias —replicó Terrence al ver como el rostro de la joven se había tornado de un precioso color escarlata que hacía contraste con su blanca piel
—¡Ahhh! Un justiciero defensor de los derechos de los indefensos —respondió Candy enseñadora
—Bravo, bravo —se burló Albert detrás de su hermana menor —Un Robin Hood de la vida real —aplaudió —¿Quién lo diría?
—No estoy de humor para tus ironías —Terrence giró el rostro y clavó sus profundos ojos azules, en en los azul celeste de Albert —regresa con tus amos —dijo inexpresivo.
—Lo haré cuando me digas que hay detrás de todo este asunto —replicó Albert sin inmutarse.
—En ese caso, te aconsejó que busque un lugar en donde pueda sentarse, para que no te canse mientras esperas una respuesta de mi parte —replicó Terrence girándose sobre sus talones y emprendiendo la marcha.
—Lo averiguaré, juro que lo haré —le gritó Albert mientras se alejaba.
—Has lo que quieras, me tiene sin cuidado —respondió el castaño sin girarse siquiera.
*******************
Días después..
Con sus pensamientos mas calmados, Terrence ingresó a la oficina del licenciado Ardley.
—Buenos días licenciado Ardley.
—Buenos días —respondió el hombre secamente.
—Le ofrezco una disculpa por mi comportamiento de hace unos días.
—Aceptadas —respondió el hombre mayor.
Terrence rompió el silencio que los rodeó por algunos minutos.
—¿Por qué tienen esos rostros de funeral?
—Es por la demanda contra la farmacéutica King —respondió Karen
—¿Qué con ella?
—La fecha de la nueva audiencia está a las puertas y el licenciado Ardley no tiene un solo testigo... Se acabó —dijo Karen cargando unas carpetas.
—Puedo hecharle un vistazo a esos archivos, quizás pueda encontrar algo que los ayude —dijo Terrence dispuesto a cumplir lo que se había propuesto el día anterior.
—Solo el licenciado Ardley puedo autorizarlo —Karen se encogió de hombros.
—Dáselos Karen —respondió William Ardley con un movimiento de mano desde su escritorio.
Mas veloz que un rayo, Karen comenzó a extraer archivo tras archivo.
—Estos son suficientes —Terrence impidió que Karen pusiera un archivo mas frente a él.
Harto de ver que los bufones de la constructora King llegaban día tras día a intimidar a los inquilinos del edificio Magnolia, Terrence le pidió al licenciado Ardley que lo acompañara a hacerle una visita a aquel mal nacido.
—¿A dónde vamos? —preguntó un confundido William Ardley.
—Le haremos una visita al gerente general de la constructora King —respondió Terrence.
—Dudo mucho que ese hombre nos atienda, no tenemos una cita.
—Pero tenemos esto —Terrence sacó un sobre de color manila de su portafolio y se lo mostró.
William Ardley lo miró a los ojos.
—Usted no puede ejercer derecho en los Estados Unidos.
—Y según usted, ¿por qué no puedo hacerlo?
—No está inscrito en el colegio de abogados
Gracias por leer
, me tiene intrigada esta historia, y la pecosa embobada con semejante bombón 
