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Los días siguientes, Terry acompañó a Candy en su entrevista con Slim. Permaneció en silencio tomando notas mentales mientras su esposa hablaba con el muchacho que lucía físicamente desgastado.
—Cuéntame, que fue exactamente lo que pasó en Central Park.
Slim se acomodó en su asiento y comenzó su relato:
—Mi calvario comenzó durante las vacaciones de verano, cuando fui acusado de violar y quitarle la vida a una joven por resentimiento social. Yo negué las acusaciones y me defendí diciendo lo que realmente había sucedido, pero nadie me creyó. —miró a Candy —Le juro por Dios que yo no lo hice.
—Te creo —Candy le retuvo la mirada —, sin embargo, quiero que me digas, ¿por qué declaraste que tú lo hiciste?
—El detective Leagan vino conmigo y me dijo que si yo me declaraba culpable frente a la fiscal, la abogada a cargo de mi defensa, podía conseguir negociar la sentencia. Al principio me negué, porque no quería cargar la culpa de algo que no hice.
—¿Qué te hizo cambiar de opinión?
—Él me dijo que podía salir libre.
—¿Qué fue exactamente lo que te propuso?
—Dijo que si yo me declaraba culpable del crimen, la abogada a cargo de mi caso, Susana Marlowe, se encargaría de hacer que me remitieran a una clínica psiquiátrica en donde me diagnosticarían como una persona mentalmente incapacitada y que solo pasaría seis meses recluido en ese lugar y luego saldría libre para retomar mi vida en el momento justo donde la dejé.
—¿Qué pasó luego? —preguntó Candy al ver que se quedó en total silencio.
—Hice todo cuanto me pidió, pero ellos no cumplieron su parte.
—Pero según tu reporte clínico dice, que tú guardabas una gran cantidad de ira en tu interior en contra de las personas de alta sociedad, te diagnosticó ademas con depresión y un trastorno de desapego que en cualquier momento podía llevarte a una esquizofrenia, que seria un gran error y un peligro para la sociedad ponerte en libertad, dice además que necesitabas atención médica urgente.
—Lo sé —dijo el joven apretando los puños —cuando ingresé al psiquiátrico, comenzaron a medicarme con una especie de drogas que me hacían escuchar voces y ver cosas inexistentes, fue entonces que me di cuenta del grave error que cometí al creer en aquellas personas. Por esa razón, cuando las enfermeras me entregaban las pastillas, fingía tomarlas y me comportaba como alguien desequilibrado —se quedó en silencio por unos segundos.
Candy sonrió. No cabía duda que el muchacho frente a ella era un valiente.
—¿Que pasó luego?
—Un año mas tarde, fui evaluado por otro médico —Slim apretó los labios —pero para mi desgracia, él se dio cuenta que yo solo estaba fingiéndome desequilibrado, así que tras pasarle el reporte a la fiscal, esta se encargó de pedirle al juez que me remitieran a una cárcel de máxima seguridad.
—La vida en la cárcel no es fácil —continuó relatando Slim —sufrí todo tipo de abuso, los cuales iban desde físicos, emocionales y verbales. Muchas veces deseé acabar con mi vida, pero cada vez que lo intenté, un rayo de luz y esperanza se asomaba, era como si de pronto, Dios se acordara de mi en medio de aquel infierno, sin embargo, la realidad me golpeaba.
—¿A que te refieres exactamente? —preguntó la rubia abogada sintiendo un fuerte nudo en su garganta.
—La abogada Marlowe llegaba a la cárcel para decirme que existía una posibilidad muy grande para que yo quedara en libertad.
—¿Y qué fue lo que te propuso, entonces hacer?
—Quería que yo me presentara frente a un gran jurado y me declarara nuevamente culpable por lo que me condenaron, que les dijera además que estaba arrepentido por lo que había hecho y que haría cualquier cosa que me pidieran para que me concedieran la libertad condicional —apretó los puños —yo me negué a hacer tal cosa, ¿por qué habría de creer en la palabra de esa abogada que lo único que hizo en el pasado fue engañarme?, por nada del mundo iba a cometer el mismo error dos veces, así que pedí que me trasladaran a otra cárcel del país, pero siempre era lo mismo —frotó su rostro —afortunadamente en la última cárcel que estuve, Dios envío un angel que me ayudó cuando mas lo necesité. Gracias a él, puede tener unos meses de paz, pero como siempre, satanás envió a uno de sus demonios para atacarme y terminé gravemente herido.
Candy apretó los puños ante la indignación que las palabras de aquel muchacho le causaron. Era mas que evidente que se habían ensañado con él por su color de piel y su condición social...¡Por Dios del cielo! ¿Qué culpa tenia él de tener la piel mas oscura y de haber sido abandonado por sus padres, al igual que ella?, y encima, acusado de un delito que no cometió, engañado por un detective corrupto y una abogada incompetente que lo único que hizo fue poner su cabeza en bandeja de plata para que la fiscal le destrozara sus sueños luego que una testigo lo señalara como el autor intelectual del crimen, maltratado por otros reos, al punto de recibir una paliza que lo dejó mal herido.
—Cuando le comenté al único oficial confiable todo el maltrato al que era sometido día tras día, me aconsejó que para mantenerme a salvo mientras mis heridas sanaban, lo mejor era que permaneciera aislado en una celda de castigo, yo no quería, puesto que anteriormente había estado en ellas y los guardias de las cárceles utilizaron grilletes demasiado cortos como para que pudiera incorporarme, apretaban las esposas con tanta fuerza que me sangraban las muñecas y los tobillos. Las celdas eran un congelador y estaban manchadas de orina y heces. Me inmovilizaban en la celda y me sometian a registros a cuerpo desnudo, pero el guardia me dijo que nada de eso me pasaría mientras él estuviera a cargo de mi vigilancia.
Terry apretó los puños. Lamentablemente aquella era una política estatal destinada a causar grave dolor o sufrimiento mental o físico, y que podría considerarse una forma de tortura psicológica en presos que cargaban con experiencias pasadas de trauma o deficiencias psicosociales, y sufrían un daño irreparable hasta el punto de desarrollar depresión o tendencias suicidas.
Independientemente de la razón por la cual, aquellas personas estuvieran tras las rejas, dicho trato le parecía inhumano, además aquello estaba prohibido por el Derecho Internacional y de los preceptos de Naciones Unidas en donde dejaban claro que las llamadas Reglas Mandela, que estipulan el aislamiento indefinido solo se podían aplicar en circunstancias excepcionales y nunca durante más de quince días consecutivos, ya que, no se podía sobreestimar el devastador impacto que los largos periodos de aislamiento tenían en el bienestar físico y mental de un preso. Ese trato tan duro y contrario al derecho internacional, estaba teniendo lugar a diario en muchas cárceles de los Estados Unidos.
—Así que —continuó Slim —tan pronto me dieron de alta de la enfermería, me metía en una pelea con preso nuevo —suspiró —esos quince días aislado de todos, fueron un verdadero descanso para mi. Mientras estuve en aquel lugar, el oficial me llevaba libros para que me entretuviera leyendo —cerró los ojos y sonrió —de vez en cuando me llevaba golosinas y las cartas que la señora María.
—Y si estabas tan a gusto en ese lugar, ¿por qué pediste tu traslado a esta cárcel?
—En su última carta, la encargada del orfanato me decía que ya no le sería posible venir a visitarme por falta de recursos económicos, pero que estaría en constante oración para que Dios hiciera el milagro de enviar a un abogado de buen corazón que se hiciera cargo de mi caso y me sacara de aquí —Slim alzó el rostro y los vio —y tal parece que finalmente, Dios se acordó de mi.
—Me alegra mucho escuchar que sigues creyendo en Dios a pesar de todas las cosas por las que te ha permitido pasar a tan temprana edad.
—No fue siempre así —confesó el joven.
—¿Y qué te hizo cambiar de parecer?
—Al principio, me llené de rabia en su contra por abandonarme cuando mas lo necesité, pero luego, y gracias al oficial que me ayudó, comprendí que todo era parte de un propósito.
Candy sonrió. George sin duda había hecho un excelente trabajo con el chico. No solo se había ganado su confianza, sino que le había ayudado para que creyera nuevamente en Dios, un ser supremo y justo, y el mejor abogado por excelencia.
—Cuéntanos más sobre las cosas que suceden en este lugar —intervino Terry rompiendo el silencio en el que permaneció hasta entonces.
Slim comenzó a relatarles con lujo de detalle todo lo que había visto desde su llegada hasta ese día.
@@@@@@
—Al ser esta una presión federal de máxima seguridad, nos mantienen en régimen de aislamiento prolongado que constituye un trato cruel, inhumano, degradante, que viola nuestros derechos en todo tiempo.
He sido testigo de como las rigurosas condiciones de aislamiento han llevado a algunos presos a causarse autolesiones graves e incluso suicidarse; otros sufren de ansiedad, depresión, insomnio, hipertensión, paranoia extrema, distorsiones en la percepción y la psicosis.
—¿Cómo son las celdas, aquí?
—Muy parecidas a las cedas de castigo de otras prisiones —Slim suspiró y continuó —son espacios con paredes sólidas y una cámara con barrotes, tipo compartimento estanco, entre ellos y una puerta de metal macizo, para asegurarse que no tenemos contacto con otros presos. En la pared hay una única ventana, en forma de ranura, que nos permite ver un trozo de cielo o una pared de ladrillos.
—Los muebles de las celdas son de cemento moldeado y consisten en un catre, una mesa y un taburete fijos al suelo o a la pared, así como una ducha y un retrete. Las comidas y las duchas tienen lugar dentro de las celdas, y las consultas médicas, incluidas las de salud mental, se realizan a menudo por teleconferencia.
—Slim, ¿Estas preparado para una nueva batalla legal? —cuestionó Terry cuando finalizó
—Claro que si.
—Bien —Terry curvó sus labio.
—Muchas gracias —Slim juntó sus manos —no tienen idea lo mucho que le he pedido a Dios para que alguien creyera mi versión de los hechos.
—Estarás bien, te lo prometo —Candy le dedicó una dulce sonrisa —pronto estarás fuera de este infierno y los responsables de que hallas terminado en este sitio pagaran todo el sufrimiento que te han causado no solo a ti, sino a todos los que te aman.
—Gracias, licenciada Ardley, licenciado Granchester, ustedes son unos verdaderos ángeles.
—Ella si lo es, yo estoy muy lejos de serlo —respondió Terry serio.
Desde que conoció la trágica infancia de Candy, se juró que haría pagar muy caro a quienes la lastimaron y para conseguirlo se convertiría en despiadado demonio de ser necesario.
—Ambos lo son para mi —replicó el joven con la voz entre cortada.
—Considérame entonces un angel justiciero con una gran necesidad de saciar mi sed de justicia —Terry abrazó a Candy.
Gracias por leer
Sed De Justicia
By Rossy Castaneda
Capítulo 4
By Rossy Castaneda
Capítulo 4
Los días siguientes, Terry acompañó a Candy en su entrevista con Slim. Permaneció en silencio tomando notas mentales mientras su esposa hablaba con el muchacho que lucía físicamente desgastado.
—Cuéntame, que fue exactamente lo que pasó en Central Park.
Slim se acomodó en su asiento y comenzó su relato:
—Mi calvario comenzó durante las vacaciones de verano, cuando fui acusado de violar y quitarle la vida a una joven por resentimiento social. Yo negué las acusaciones y me defendí diciendo lo que realmente había sucedido, pero nadie me creyó. —miró a Candy —Le juro por Dios que yo no lo hice.
—Te creo —Candy le retuvo la mirada —, sin embargo, quiero que me digas, ¿por qué declaraste que tú lo hiciste?
—El detective Leagan vino conmigo y me dijo que si yo me declaraba culpable frente a la fiscal, la abogada a cargo de mi defensa, podía conseguir negociar la sentencia. Al principio me negué, porque no quería cargar la culpa de algo que no hice.
—¿Qué te hizo cambiar de opinión?
—Él me dijo que podía salir libre.
—¿Qué fue exactamente lo que te propuso?
—Dijo que si yo me declaraba culpable del crimen, la abogada a cargo de mi caso, Susana Marlowe, se encargaría de hacer que me remitieran a una clínica psiquiátrica en donde me diagnosticarían como una persona mentalmente incapacitada y que solo pasaría seis meses recluido en ese lugar y luego saldría libre para retomar mi vida en el momento justo donde la dejé.
—¿Qué pasó luego? —preguntó Candy al ver que se quedó en total silencio.
—Hice todo cuanto me pidió, pero ellos no cumplieron su parte.
—Pero según tu reporte clínico dice, que tú guardabas una gran cantidad de ira en tu interior en contra de las personas de alta sociedad, te diagnosticó ademas con depresión y un trastorno de desapego que en cualquier momento podía llevarte a una esquizofrenia, que seria un gran error y un peligro para la sociedad ponerte en libertad, dice además que necesitabas atención médica urgente.
—Lo sé —dijo el joven apretando los puños —cuando ingresé al psiquiátrico, comenzaron a medicarme con una especie de drogas que me hacían escuchar voces y ver cosas inexistentes, fue entonces que me di cuenta del grave error que cometí al creer en aquellas personas. Por esa razón, cuando las enfermeras me entregaban las pastillas, fingía tomarlas y me comportaba como alguien desequilibrado —se quedó en silencio por unos segundos.
Candy sonrió. No cabía duda que el muchacho frente a ella era un valiente.
—¿Que pasó luego?
—Un año mas tarde, fui evaluado por otro médico —Slim apretó los labios —pero para mi desgracia, él se dio cuenta que yo solo estaba fingiéndome desequilibrado, así que tras pasarle el reporte a la fiscal, esta se encargó de pedirle al juez que me remitieran a una cárcel de máxima seguridad.
—La vida en la cárcel no es fácil —continuó relatando Slim —sufrí todo tipo de abuso, los cuales iban desde físicos, emocionales y verbales. Muchas veces deseé acabar con mi vida, pero cada vez que lo intenté, un rayo de luz y esperanza se asomaba, era como si de pronto, Dios se acordara de mi en medio de aquel infierno, sin embargo, la realidad me golpeaba.
—¿A que te refieres exactamente? —preguntó la rubia abogada sintiendo un fuerte nudo en su garganta.
—La abogada Marlowe llegaba a la cárcel para decirme que existía una posibilidad muy grande para que yo quedara en libertad.
—¿Y qué fue lo que te propuso, entonces hacer?
—Quería que yo me presentara frente a un gran jurado y me declarara nuevamente culpable por lo que me condenaron, que les dijera además que estaba arrepentido por lo que había hecho y que haría cualquier cosa que me pidieran para que me concedieran la libertad condicional —apretó los puños —yo me negué a hacer tal cosa, ¿por qué habría de creer en la palabra de esa abogada que lo único que hizo en el pasado fue engañarme?, por nada del mundo iba a cometer el mismo error dos veces, así que pedí que me trasladaran a otra cárcel del país, pero siempre era lo mismo —frotó su rostro —afortunadamente en la última cárcel que estuve, Dios envío un angel que me ayudó cuando mas lo necesité. Gracias a él, puede tener unos meses de paz, pero como siempre, satanás envió a uno de sus demonios para atacarme y terminé gravemente herido.
Candy apretó los puños ante la indignación que las palabras de aquel muchacho le causaron. Era mas que evidente que se habían ensañado con él por su color de piel y su condición social...¡Por Dios del cielo! ¿Qué culpa tenia él de tener la piel mas oscura y de haber sido abandonado por sus padres, al igual que ella?, y encima, acusado de un delito que no cometió, engañado por un detective corrupto y una abogada incompetente que lo único que hizo fue poner su cabeza en bandeja de plata para que la fiscal le destrozara sus sueños luego que una testigo lo señalara como el autor intelectual del crimen, maltratado por otros reos, al punto de recibir una paliza que lo dejó mal herido.
—Cuando le comenté al único oficial confiable todo el maltrato al que era sometido día tras día, me aconsejó que para mantenerme a salvo mientras mis heridas sanaban, lo mejor era que permaneciera aislado en una celda de castigo, yo no quería, puesto que anteriormente había estado en ellas y los guardias de las cárceles utilizaron grilletes demasiado cortos como para que pudiera incorporarme, apretaban las esposas con tanta fuerza que me sangraban las muñecas y los tobillos. Las celdas eran un congelador y estaban manchadas de orina y heces. Me inmovilizaban en la celda y me sometian a registros a cuerpo desnudo, pero el guardia me dijo que nada de eso me pasaría mientras él estuviera a cargo de mi vigilancia.
Terry apretó los puños. Lamentablemente aquella era una política estatal destinada a causar grave dolor o sufrimiento mental o físico, y que podría considerarse una forma de tortura psicológica en presos que cargaban con experiencias pasadas de trauma o deficiencias psicosociales, y sufrían un daño irreparable hasta el punto de desarrollar depresión o tendencias suicidas.
Independientemente de la razón por la cual, aquellas personas estuvieran tras las rejas, dicho trato le parecía inhumano, además aquello estaba prohibido por el Derecho Internacional y de los preceptos de Naciones Unidas en donde dejaban claro que las llamadas Reglas Mandela, que estipulan el aislamiento indefinido solo se podían aplicar en circunstancias excepcionales y nunca durante más de quince días consecutivos, ya que, no se podía sobreestimar el devastador impacto que los largos periodos de aislamiento tenían en el bienestar físico y mental de un preso. Ese trato tan duro y contrario al derecho internacional, estaba teniendo lugar a diario en muchas cárceles de los Estados Unidos.
—Así que —continuó Slim —tan pronto me dieron de alta de la enfermería, me metía en una pelea con preso nuevo —suspiró —esos quince días aislado de todos, fueron un verdadero descanso para mi. Mientras estuve en aquel lugar, el oficial me llevaba libros para que me entretuviera leyendo —cerró los ojos y sonrió —de vez en cuando me llevaba golosinas y las cartas que la señora María.
—Y si estabas tan a gusto en ese lugar, ¿por qué pediste tu traslado a esta cárcel?
—En su última carta, la encargada del orfanato me decía que ya no le sería posible venir a visitarme por falta de recursos económicos, pero que estaría en constante oración para que Dios hiciera el milagro de enviar a un abogado de buen corazón que se hiciera cargo de mi caso y me sacara de aquí —Slim alzó el rostro y los vio —y tal parece que finalmente, Dios se acordó de mi.
—Me alegra mucho escuchar que sigues creyendo en Dios a pesar de todas las cosas por las que te ha permitido pasar a tan temprana edad.
—No fue siempre así —confesó el joven.
—¿Y qué te hizo cambiar de parecer?
—Al principio, me llené de rabia en su contra por abandonarme cuando mas lo necesité, pero luego, y gracias al oficial que me ayudó, comprendí que todo era parte de un propósito.
Candy sonrió. George sin duda había hecho un excelente trabajo con el chico. No solo se había ganado su confianza, sino que le había ayudado para que creyera nuevamente en Dios, un ser supremo y justo, y el mejor abogado por excelencia.
—Cuéntanos más sobre las cosas que suceden en este lugar —intervino Terry rompiendo el silencio en el que permaneció hasta entonces.
Slim comenzó a relatarles con lujo de detalle todo lo que había visto desde su llegada hasta ese día.
@@@@@@
—Al ser esta una presión federal de máxima seguridad, nos mantienen en régimen de aislamiento prolongado que constituye un trato cruel, inhumano, degradante, que viola nuestros derechos en todo tiempo.
He sido testigo de como las rigurosas condiciones de aislamiento han llevado a algunos presos a causarse autolesiones graves e incluso suicidarse; otros sufren de ansiedad, depresión, insomnio, hipertensión, paranoia extrema, distorsiones en la percepción y la psicosis.
—¿Cómo son las celdas, aquí?
—Muy parecidas a las cedas de castigo de otras prisiones —Slim suspiró y continuó —son espacios con paredes sólidas y una cámara con barrotes, tipo compartimento estanco, entre ellos y una puerta de metal macizo, para asegurarse que no tenemos contacto con otros presos. En la pared hay una única ventana, en forma de ranura, que nos permite ver un trozo de cielo o una pared de ladrillos.
—Los muebles de las celdas son de cemento moldeado y consisten en un catre, una mesa y un taburete fijos al suelo o a la pared, así como una ducha y un retrete. Las comidas y las duchas tienen lugar dentro de las celdas, y las consultas médicas, incluidas las de salud mental, se realizan a menudo por teleconferencia.
—Slim, ¿Estas preparado para una nueva batalla legal? —cuestionó Terry cuando finalizó
—Claro que si.
—Bien —Terry curvó sus labio.
—Muchas gracias —Slim juntó sus manos —no tienen idea lo mucho que le he pedido a Dios para que alguien creyera mi versión de los hechos.
—Estarás bien, te lo prometo —Candy le dedicó una dulce sonrisa —pronto estarás fuera de este infierno y los responsables de que hallas terminado en este sitio pagaran todo el sufrimiento que te han causado no solo a ti, sino a todos los que te aman.
—Gracias, licenciada Ardley, licenciado Granchester, ustedes son unos verdaderos ángeles.
—Ella si lo es, yo estoy muy lejos de serlo —respondió Terry serio.
Desde que conoció la trágica infancia de Candy, se juró que haría pagar muy caro a quienes la lastimaron y para conseguirlo se convertiría en despiadado demonio de ser necesario.
—Ambos lo son para mi —replicó el joven con la voz entre cortada.
—Considérame entonces un angel justiciero con una gran necesidad de saciar mi sed de justicia —Terry abrazó a Candy.
Gracias por leer
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podrán hacer justicia , contra esos desgraciados 
