En la iglesia de Santa Maria Renne Pace, Terry había entrelazado sus manos mientras observaban todo. Como dos recién enamorados, habían paseado por Via del Governo Vechhio, para admirar los edificios del Renacimiento. Habían comido en un bar desde donde se veían unas fuentes barrocas. Durante la sobremesa, Terry la había besado los dedos uno a uno, y su corazón se había llenado de amor y necesidad.
Candy parpadeó, incapaz de retener en su mente las imágenes que le producían en ese momento un dolor insoportable. Estaba todavía conmocionada. Nada la podría haber preparado para el devastador descubrimiento de que la rubia que estaba besando a Terry en Escocia cinco años antes, y Tania Denali, la chica que Eleonor Grandchester quería para su hijo, eran la misma persona.
Candy nunca le había preguntado a Terry nada de la mujer con la que la había traicionado. No había querido saber nada más. En aquel tiempo, su matrimonio había sido una especie de honor. Había archivado ese episodio en el pasado, donde tenía que estar, sin imaginarse que Terry pudiera seguir teniendo relación con la mujer. Había preferido pensar que aquella rubia despampanante era sólo una aventura pasajera...
Lo paradójico era que no se podía imaginar a Terry con una mujer de esa clase. Tania , que contaba con la aprobación de su madre, debía proceder de una familia aristocrática. Además, era una mujer muy guapa, y eso era más difícil de soportar. Pero lo que no podía entender Candy, era la relación que Terry tenía con esa mujer.
Cinco años antes, Terry había sido amante de Tania, a pesar de no haber anulado su matrimonio, por lo que no se podía casar de nuevo. Lo cual le planteaba otra pregunta a Candy. ¿Por qué Tery había dejado que el matrimonio se prolongara durante tanto tiempo? No encontraba explicación del porqué Terry había querido seguir siendo un hombre casado.
¿Pero qué más daba? Ya le había dicho que no estaba embarazada. Desde ese momento, seguro que se habría sentido libre de cualquier obligación hacia ella. Sabiendo que era libre para iniciar un divorcio, probablemente habría invitado a Tania a que fuera con él a Milán. Estaba claro que no esperaba que Candy fuera a recibirlo al aeropuerto.
Perdida en Roma, casi sin dinero en el bolsillo, sin saber siquiera cómo llegar a la Villa en transporte público, Candy no tuvo más remedio que ceder ante las circunstancias. Tenía que volver y hacer las maletas, aunque tuviera que ver otra vez a Terry. Después de comprar una tarjeta para llamar por teléfono, se puso a la cola en una cabina.
No esperaba que fuera Terry el que respondiera el teléfono. Pero en el momento que él escuchó su voz temblorosa, empezó a hablar en italiano, tan rápido que ella no podía seguirle. Era Terry, y a la vez no parecía él. Parecía estar fuera de control.
-- Quiero que envíes un coche a buscarme, pero no quiero que vengas tú -- le dijo Candy.
-- ¿Dónde estás? -- Le preguntó Terry-. Per amor de Dios.... he estado muy preocupado.
-- La verdad es que no sabes representar nada bien el papel de adúltero, Terry. Creo que tu vida va a ser más fácil cuando estemos divorciados -- murmuró Candy, con contundencia.
-- Por favor, dime dónde estás --insistió Terry. Candy se lo dijo y añadió:
-- Si vienes en el coche, yo no me subiré -- no quería un enfrentamiento con él en un sitio tan pequeño. Una limusina apareció en menos de diez minutos. El jefe de seguridad de Terry, la vio y le abrió la puerta para que entrara en la parte de atrás.
--La buscamos por todo el aeropuerto -- suspiró el chófer --. El señor Grandchester se puso muy nervioso y no quería volver a casa hasta encontrarla.
Cuando la puerta se cerró, Candy se sorprendió al ver que compartía su asiento con un oso de peluche bastante grande, que llevaba una miniatura en sus brazos. El osito parecía tan triste y abandonado como ella misma. Aquella era la forma de despedirse de Terry, la forma que tenía de decirle que no había madurado lo más mínimo. ¿Pero por qué tenía aquel osito un bebé en sus brazos? ¿Estaría tratando de hacer un chiste que ella no entendía?
Candy, la verdad, no conocía bien a los hombres. No entendía cómo Terry podía ser capaz de hacer el amor con ella de forma tan apasionada y después irse con Tania. Tampoco sabía cómo le iba a decir que llevaba un hijo suyo en sus entrañas... Se durmió en el coche. Cuando despertó, estaban en la Villa y la llevaba Terry en brazos.
-- ¡Bájame!
--Pensé que te había perdido... nunca he estado tan asustado en mi vida --gruñó Terry, apretando sus brazos alrededor de ella -- No me hagas esto nunca más.
--No estaré aquí para hacerlo -- le recordó ella. Terry la dejó sobre un sillón muy cómodo que había en su dormitorio. Candy se quedó mirándolo. Tenía un aspecto de lo más triste. Nunca antes había visto que una persona pudiera cambiar tanto en tan pocas horas. Tenía los botones de la camisa desabrochados, la corbata para un lado y no se había afeitado. Estaba pálido, como un cadáver, y tenía la mirada extraviada --.Me mentiste... --le dijo Candy
¿Cuándo te mentí?
--Cuando te pregunté quién era Tania, no me dijiste la verdad -- Terry le acarició su pelo alborotado.
--Aquel día estaba pensando en Ricky... no me acordé que Tania fue la mujer que viste en Escocia.
- ¿No te acordaste? -repitió Candy.
--No pensé que te fueras a acordar... Está bien, no quería hablar de ello otra vez. A ninguno nos gusta recordar nuestros errores --se justificó Terry
--. Lo que viste aquel día entre Tania y yo, fue un momento de debilidad, de tentación, que acabó al día siguiente. Entre nosotros no ha habido nada más desde aquel día.
-- ¿Piensas de verdad que me lo voy a creer? --suspiró Candy, desesperada.
Se viene el Fin...