Un cansado resuello inundó la solitaria caseta de enfermeras por parte de la jefa de las mismas. Posteriormente, se escuchó el cerrar de una carpeta que contenía los reportes laborales.
La muerte de la señora Miller había dejado un gran vacío. Sus familiares apenas pudieron ser localizados, lo que indicaba que el cuerpo inerte seguía tendido en una cama.
A ella, Candice White se dispuso a ir; no por morbo, sino por promesa. Debía vestirla, maquillarla un poco y peinarla antes de que sus hijos llegaran y se la llevaran a depositar en su última morada.
Otra nueva sorpresa, ¿verdad? Que la siempre vivaracha, sonriente y positiva rubia de rizados cabellos y coletas prefiriera pasar tiempo con aquellos que poco vivir les quedaba. Bueno, era todavía noble de su parte: elegirlos justamente a ellos y brindarles lo mejor en sus últimos momentos. Algo que los familiares no podían por estar sumamente ocupados con sus quehaceres.
El suyo, ella lo haría excelentemente bien. Desde ofrecer una sonrisa en cuanto llegara a la puerta de la habitación 102 y mantenerla así todo el tiempo que durara su presencia frente a la fenecida mujer, ¿que escuchaba las revoltosas palabras de la torpe enfermera?
— Es para amenizar el ambiente, mi querida señora. No me gusta verla tan seria; tan callada. Además, debo prepararme para contarle al señor Ritz que ha decidido adelantarse en el camino. ¡Pobrecito! Sin duda llorará de saberla perdida; pero aquí entre nos —, Candy inclinó el torso para dejar a centímetros su boca de un oído y continuar diciendo con un fugaz toque de tristeza: — no tardará mucho en seguirla. Quiso tanto a su buena amiga que la seguirá para continuar esa charla que dejaron pendiente. ¡Hasta yo estoy intrigada por saber qué pasó después de que el señor Miller los encontrara en aquel baile! Bueno, es obvio que la perdonó, se casaron, tuvieron hijos y fueron felices algunos años. Qué malo que la tuberculosis se lo llevara e interrumpiera su idilio. Pero ahora estará contento de tenerla a su lado. ¿Cómo dijo? — Candy se preguntó de repente; y así se autocontestaba: — Oh sí, mil disculpas, señora querida. Prefiere aguardar por el señor Ritz para retomar el romance que no pudieron realizar en vida. ¡Qué loco! Pero me imagino que así es el verdadero amor.
Y quedaría demostrado con una presencia: justo la del señor Ritz, que ayudado por su nieto, llegaba adonde su amiga para llorarle y prometerle alcanzarla.
De aquella escena tan conmovedora, dos seres eran espectadores; y en lo que uno sonreía, el otro se molestaba y espetaba:
— ¡Abuelo! ¡La abuela sigue viva! ¡Compórtate, por favor! Señorita Candy, ayúdeme a llevarlo a su habitación.
— ¡No! — gritó el hombre mayor. — No quiero apartarme de ella —; y como chiquillo se aferró al cuerpo que dormía eternamente.
— Sé que la quisiste; pero si llegan sus hijos, habrá malos entendidos.
— En eso, tiene razón su nieto, señor Ritz. Vamos a su habitación.
Aprovechando que la rubia enfermera se agachaba para ayudarlo a ponerse de pie, el paciente pidió secretamente un favor.
El nieto solo vio el asentamiento de cabeza por parte de Candy, que minutos después, entregaría un mechón de aquel cabello lacio y canoso.
Thank you all!!
Terryfic, continuación de la serie Candy Candy
Room Zero Parte 3
Última edición por Citlalli Quetzalli el Jue Abr 06, 2023 7:27 pm, editado 1 vez