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Saludos a todas, un gusto estar con las Estrellas de Broadway en este espacio, acá les dejo esperando sea de su agrado.
-Gracias por venir chico. No esperaba menos de ti. ¿Revisaste el archivo? ¿Y, te engancho? La verdad me da un poco igual si lo hizo…-Decía un sereno hombre maduro, entrelazando sus dedos.
-Sí, sí, estoy dentro.- Afirmaba sin tanta atención una barítona y decidida voz- Pero debes dejarme hacerlo a mi modo, con mi gente, quiero acceso a lo que más pueda, confidencial por lo que te entendí y solo te rindo cuentas a ti. Si, puedo con eso!. - Levantándose del sofá de cuero marrón, bajó sus Ray-Ban polarizados Caravan titanium, giró sobre sus talones y salío.
Un suspiro tan largo y profundo fue el cierre de esa charla junto con un deseo de un poco paz -Espero hacer lo correcto, hijo.- Espetó el capitán de servicios élite de inteligencia al retrato enmarcado de su joven unigénito fallecido que reposaba en su biblioteca, apretó su alianza de oro y contuvo un lastimero sollozo, pues también había enviudado unos pocos años atrás.
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-Rin, rin, rin.- Un sonido incesante, otra vez la empezarían a molestar -¿Qué rayos? ¿Qué día era hoy?- Se preguntó, tanteando entre la cama y mesa de noche hasta que como pudo a ciegas dio con el infernal aparato y desvió la llamada. Pero, ipso facto empezó a sonar el teléfono local. Pocas personas llaman a ese número, pues pocas personas lo tenían, imaginaba quién era pero se haría la desentendida igualmente. Colocándose la almohada sobre su alborotada cabellera rubia cobriza, sabía que no pararía de llamar. Así que sentándose en su cama Queen ssss, cubierta con sábanas de algodón egipcio de 800 hilos, subió su antifaz de seda negra para atender:
-¿Cuál es la emergencia?- Pregunta aun somnolienta, obteniendo una desagradable y aguda crítica con plus, un regaño por no atender al primer llamado, a lo que ella solo agregó –Se le ofrece algo concreto o puedo seguir durmiendo ya?-
-Uy, uy ¿Amanecimos de malas piedrita? ¿Te falta tu dosis de hojas de té diarias?...-Mientras esta se reía sin ganas por lo bajo, al otro lado de la línea una voz grave y sarcástica esta vez se limitó a informar la premura de su siguiente reunión, donde ahondaran más detalles, colgando y dejándola con unas cuantas preguntas en el aire.
Para la convocatoria del otro miembro del equipo le basto enviar una precisa nota de voz.
A las 10:30am estacionó su Jeep Renegade del año, color plata, bajó su 1,89 de estatura de fibra y músculos, resultado de horas de arduo ejercicio. Entró a paso decidido en una sencilla cafetería con ambiente hogareño atendida por sus propios dueños, una pareja en la edad de oro y que, a su parecer, servían la mejor variedad de bocadillos . Para el, destacaba el inigualable café tinto, siendo sobrepasado en sabor y olor solo por el de su abuela. Es un lugar poco transitado, pero la calidad de su servicio se ganó su asidua asistencia , volviéndose así el lugar de algunas de sus reuniones de trabajo, como hoy.
Siguió Directo a la mesa de fondo, ya allí estaban sus compañeros sentados y estoicos.
-¡Así me gusta chicos! Puntuales. –Cambio un poco el semblante al enfatizar en la palabra puntuales, mirando a través de sus lentes de sol a las dos personas en la mesa, ratificando la hora del reloj Patek Philippe , Nautilus en oro blanco que portaba en su bronceada muñeca del brazo izquierdo.
-Vamos al grano- rodando los ojos, respondía la misma voz de la llamada, personificada en una curvilínea chica, 1,60 de estatura , tez cremosa , llena de pecas, amante de toda clase de té y las motocicletas Dukati.
Sin inmutarse, el recién llegado les lanzó dos juegos de carpetas, una para cada uno. –Vayan ilustrándose.- dijo lacónico.
Ansiosos comenzaron a hojearlas, estudiando las distintas escenas de los respectivos crímenes.
Este, por su parte, se retiró momentáneamente de la discusión que empezaron, solo para hacer algo de lo que dependía su vida, buscar en la barra su amado café tinto. -¿Cómo lidiar con la vida sin él?- Pensaba. El no esperaría que le tomaran su pedido sentado, ya que el lugar estaba algo congestionado -¿Qué importan ya los que me reprochan mi vicio al café? ¿Es algo excesivo? Si, ¡Quizás!-
Mientras esperaba la caliente bebida, allí de pie aunque recostado en el mostrador, cambiando su peso de un pie a otro, cavilaba -Estos delitos, son demasiado peculiares. ¡Eran imágenes tan difíciles de describir! Los cuerpos, estaban en escenarios que transmiten una paz, por así decirlo, algo enfermiza. – Confiaba que el sagrado líquido oscuro lo ayudara a despejarse. -
Eran distintas personas, siempre encontradas en los lugares que parecían disfrutar en vida, según distintas averiguaciones. A veces en sus patios o sus sofás, muertos, solos, pero… ¿No tan solos?... No sabía bien como si quiera pensarlo. Volteó solamente al escuchar el llamado de su orden, la que agradeció con una sonrisa escueta.
De vuelta a la mesa, escuchó una voz varonil y calibrada, proveniente de un hombre con alopecia androgénica, abundante barba, mirada voraz, no tan alto , no tan bajo, su compañero de trabajo, alardeando -Dejé a una hermosa morena que calentaba mi cama deseando más, así que espero que encontremos rápido a este renegado social…- Aseveró.
-¿Cómo puedes gustarle a alguien, si dices esas cosas, viendo imágenes de cadáveres?- Decía la rubia chica dando pequeños sorbos a su infusión.
-¡Vamos!- enfatizó el trigueño claro -Soy irresistible.- Dejando ver una perfecta dentadura blanca en su sonrisa.
Habiendo él pinchado a la joven, esta empezaba a exaltarse, pero fue interrumpida o más bien imposibilitada de escupir su respectivo veneno, por la llegada del jefe. No sin dejar de regalarle una mofa de arcada a su calvo compañero.
-Bien.- Dijo con profunda voz, integrándose -Tenemos 5 muertes en 1 mes y 20 días en un radio localizado en la zona clase media alta de la ciudad. 4 de ellas sin autopsias por su condición, sin patrón de edades, géneros, todo lo que hay hasta ahora, como ya habrán leído, es el común denominador de presentar un diagnóstico de enfermedades terminales. Desde luego, tenemos descartado cierta clase de asesinos seriales, esto es algo más elitesco. El examen toxicológico del último fallecido reveló la ingesta de pentobarbital sódico.
Dejando la chica su taza medio vacía y agrandando sus perspicaces ojos esmeraldas, agregó:
-La administración de ese fármaco en humanos ha sido aprobada para tratar las convulsiones y la sedación preoperatoria.
-Sí.- Contratacó este con su humeante café reposando en la mesa. -Pero en nuestro caso ha sido administrada para una muerte indolora y en minutos.- Cruzando sus largas y atléticas piernas.
-¿Todo esta investigación es personal, por el hijo del capitán? –presiono ella, afable.
-Esa es el génesis del caso.- Dando un largo sorbo a su tinto con la marítima mirada turbia.
-¿Debemos descartar que se trata de una red? Si son profesionales de la medicina ¿Es alguien que ha perdido su licencia? ¿Cómo consigue el fármaco?.- continuo ella.
Terry, conciso y autoritario, Comenzaremos por los hospitales a los que asistían los fallecidos, los últimos controles médicos. Vamos a cerrar el ángulo y perfilar.
Pecosa, dedícate a todo lo que puedas sacar con tu magia digital, y tú, García, ve con tus artes de seducción o bueno tus manipulaciones emocionales a engatusar al personal de hospitales, a los vecindarios de las víctimas, lo que consigas que hable para conectarlo. Sin llevártelos a la cama en caso que sea femeninas, recuérdalo.-
Carcajeándose el aludido, afirma-Yo no manipulo. - Y lo otro, pues se me da natural jefe.- Respondió con sorna, acariciando su bien cuidada barba.
-Lo que sea. Ah y desde luego, paguen la cuenta que voy tarde. Correré con los gastos cuando celebremos que tenemos en nuestras manos a los que están detrás de esto, nos volvemos ver cuando tengamos algo sólido- Ordenó, retirándose.
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Manejando iba, como siempre, a un poco más de los límites permitidos, el detective Terence Graham, con su mente trabajando a mil por hora, era un sabueso natural, aunque a veces sus métodos no eran los más éticos, siempre había un bien común y era lo que importaba. Al menos, así se justificaba él.
Valiéndose de algunos conocidos de dudosa reputación, obtuvo en las horas siguientes, algunos nombres de distribuidores en los bajos fondos del pentobarbital , morfina, debía tener una charla sobre sus clientes.
Esta muerte asistida debía parar…si, debía. Así lo dictaba el sentido común, su religión, aunque no muchos lo supieran, él era un hombre muy creyente, desde pequeño, su adorada abuela era una mujer muy devota y se lo inculco siempre.
Contaba con un equipo idóneo para los casos: Candice, para los amigos pecosa, para él, piedrita, al ser su piedra en el zapato, y desde luego el donjuán García. Llevaban un buen tiempo trabajando juntos, destacando en lo que hacían, esta vez no sería la excepción.
Entre tantos tumbos y seguimientos escucha timbrar su iPhone viéndolo en el soporte magnético sobre la rejilla del aire acondicionado, “Piedrita” arrojaba la pantalla.
Con una sonrisa optimista, pensó que esa chica era buena… respondió por los AirPods -¡Buenas noticias jefe!- con voz cantarina y algo atropellada -La farmacia de una fundación perteneciente al hospital central de la ciudad tuvo hace meses un incremento en pedidos del fármaco e indagando más, alegan que se quebraron varios frascos por una reagrupación en su depósito, algo rebuscada la excusa ¿No?
-Bien, así que nos delimitamos al hospital central por ahora.-
-Sí, ya García está por allá “pescando”.
–Excelente. -Desconectado la llamada.
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El anteriormente nombrado, con sus grandes, vivaces y oscuros ojos, estaba sentado en la sala de espera de la quimioterapia y radioterapia. Había pasado un poco más de 48 horas continuas indagando.
Ahora, observando la pesadumbre a su alrededor, no podía evitar preguntarse silenciosamente: ¿Qué haría él ante un diagnostico terminal?… ¿Lloraría por morir o celebraría la vida? No se imaginaba perdiendo de a poco sus facultades, si ni siquiera podía hablar de cuando perdió el cabello -¿Será que me falta humanidad?- Musitó, mirando de espalda un habitó de una monja, lo último que le faltaba, ¿Dios lo estaba juzgando o probando? Que importaba, la señora ya se alejaba a paso veloz.
Ensimismado y jugueteando con sus largos dedos pero de pronto, en su mirada se cuela la salida de una enfermera que dejaba sola a una joven, debilitada, piel algo grisácea, acentuadas ojeras, al parecer no tenía un acompañante, ya que nadie se inmutó por ella, la vio tambalearse, apenas logrando sostenerse de la pared y se apresuró:
-¿Se siente usted bien? –con voz melosa.
-¿Usted qué cree?- Mientras daba pesados suspiros.
-Oh, no fue mi intención. Permítame escoltarle, por favor –Dijo con una brillante sonrisa y caballerosos gestos, a lo que la joven, respondió con una inspección minuciosa, que lo hubiera sido más, pero no tenía fuerzas ya para negarse.
-Solo hasta que aborde el taxi.- él le mostro su placa y ella solo asintió e iniciaron una lenta caminata.
-Podría llevarle hasta su casa, si me lo permite.- Ella le dio una mirada a la que él no estaba acostumbrado, siempre con una dama habían copas y eternos guiños de por medio, pero esto, era como una molestia fusionada , algo a lo que no daba forma.
-¡Auch!- Dijo el, fingiendo dolor en el pecho dramático y juguetón ante su silencio -¿Escuche un sí?- solo eso me aliviará!
-Supongo que cancelaré el taxi- respondió un poco más relajada.
Una victoria algo agridulce. ¿Qué lo habrá llevado a ofrecerse a llevar a la chica llamada Annie? Diagnosticada con linfoma No Hodgkin de crecimiento rápido, terminaba otro ciclo de quimioterapia en 1 semana, lo hacía por su madre, pero ella estaba tan cansada, no quería más, su tiempo de vida era poco, o eso le resumió en el trayecto.
Él, afirmaba en su mente que de verdad le faltaba algo de humanidad. Esa muchacha abatida, atada con hilos tan delgados a la vida y de paso, obligada a ser fuerte por alguien más. ¿Siempre era lo mismo con los humanos? Vivos los unos para los otros en una danza eterna de odio y amor ¿No? Es que, ¿No era injusto para ella? Era como un nuevo tipo de maldad recién descubierto, uno que desearía no entender, pero era tarde... Él, solo se limitó a oírla, no era digno, no era ético decirle algo.
-Llegamos- declaró ella, con una voz que era más débil que la del pasillo y la de la salida.
Le ayudó, cargándola con suma delicadeza hasta su habitación, volvió a su auto por el bolso deportivo de ella el cual estaba mal cerrado , sobresalía una toalla rosa, cuando empujó para cerrarlo, el cierre no corría, sonó un papel que se atascó, quería tener cuidado de no romperlo y lo tuvo que sacar, sin evitar leerlo tal vez por u profesión, automáticamente ensanchando sus labios.
-¡Bingo!- miro al cielo, entregó el bolso a la criada de la chica que recibía a una Dulce monja, a la cual se inclinó pidiéndole este la bendición. Habiéndose ya despedido con formalidad de Annie, deseándole una pronta mejoría y quedando a la orden ante cualquier eventualidad dejándole su número privado, por lo que salió pisando a fondo el acelerador de su Audi Q8 e-tron negro, convocando vía telefónica a sus compañeros a reunirse a la brevedad e instándoles a tener algo de comer, ya que no había parado de indagar en casi 3 días saltándose por ello su acostumbrada alimentación balanceada.
En la noche, estaban en el departamento con decoración minimalista de Piedrita ya que todos los equipos tecnológicos que se necesitaban, estaban allí en su piso perfectamente organizados , ella se negaba a moverlos, claro, si querían contar con su apoyo. Graham se lo consentía porque era un As en su rama.
-Llegas tarde.- Increpó la ojiverde -Sin despegar la vista de sus pantallas
.-No me digas que ya encontraste sustituta a la morena en plena investigación? Digo porque traes una expresión de esas.
-No, ¡Es algo mejor! –Aseguró-Hice una buena obra y Dios me ha recompensado instantáneamente.- Mostrando así una tarjeta que sacó de su billetera negra Montblanc, notando la caja de pizza en la mesa central.
-Lo sé, lo sé. Me bendice el cielo. Pero, ¿No podían permitirse una cena más elaborada? , frunciendo el ceño, Algo que no tuviera piña con anchoas, por ejemplo.-Abatido se dejó caer en el sofá.
Ignorándolo, ella leyó la tarjeta de papel couché que le arrebató- “pentobarbital sodico” y un número telefónico
-¿Qué tal jefe?- expectante.
-Mmmh- Dijo pensativamente Terry, que se encontraba sentado revisando unos expedientes alternos en su Ipad Air. Escogen a sus víctimas en fases terminales, imagino que indagan sus expectativas de vida en esas salas y saltan a la yugular.
García, dudaba un poco sobre si debía hablar, desde que estuvo en la sala del hospital y en contacto con Annie, quedó con una insistente opresión en su pecho, no obstante, se animó:
-Bueno, a decir verdad, la joven de quien obtuve la información por así decirlo, se veía hecha polvo.
-Eso no nos corresponde - soltó Terry, desprovisto de emoción palpable.
A lo que García, mirando a una de las pantallas de Candy, con un tono de voz algo impropio, las manos en los bolsillos y con esa misma extraña sensación, se dejó llevar
-¿Y si nos corresponde alargar el sufrimiento de alguien? Hablamos del derecho a decidir cómo queremos que sea el final de nuestras vidas, ellos saben que ya no les queda mucho tiempo, sus rostros no son los mismos, se debilitan, no tienen lo que usted y yo tenemos. -Hizo una pequeña pausa, ahora mirando el suelo, apretando los puños
-¿No estamos siendo cómplices de una tortura mayor al extender un sufrimiento por algo que es tan inevitable como morir? Siempre han existido las eutanasias y muertes asistidas médicamente, aunque se practicaran lejos del ojo público.
Hubo un silencio de parte de Terry, más largo que cuando va a decir algo importante, más corto que cuando va a decir algo suspicaz, hasta que, al fin habló:
-El cristianismo considera que solo Dios puede dar y quitar la vida a su debido tiempo y cualquier intervención humana al respecto es impensable. -Pasándose las manos por el espeso y castaño cabello antes de continuar.
-Aquí estamos hablando que no podemos normalizar este tema, al que evidentemente, tomarán como moda las clases que puedan pagarlo. En nuestro caso, las victimas gozaban de cierta estabilidad económica, buscan un suicidio indoloro para acortar su vida frente a un diagnostico terminal, pero: ¿Qué pasará cuando no sea esta la causa? ¿Qué pasa si algún chico inestable, con problemas de identidad o depresión, consigue el dinero? ¿También puede decidir?
-Jefe- Habló Candy, comedida -Existen antecedentes de la práctica de la eutanasia en la historia: en la isla italiana de Cerdeña, está el mito de "La acabadora", una mujer que acudía a las casas de los pueblos rurales para dar el empujón final en las personas enfermas que así lo deseaban. -Y en sur américa existía ancestralmente un personaje el "Despenador", era alguien a quien se podía llamar cuando una persona estaba enferma o sufriente y no moría, entonces iba la persona a la casa del sufriente, hacia un movimiento muy preciso y lo desnucaba.
-Oigan…- Interrumpió Terry, ásperamente.- No podemos jugar a ser Dios.
-No están jugando a ser Dios –Habló García- Serian especie de Escoltas a la Muerte!
Por largos minutos, Un silencio ensordecedor inundo la estancia. Un silencio lleno de lo que el mundo ignora y necesita seguir ignorando para mantener un falso equilibro y por sobre todo, con una justicia utópica.
- Candy rastrea el número, exclamo Terry, planeando así su movida final, dando por zanjado el tema.
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Graham, se convertiría en un enfermo de fase terminal. Al día siguiente de comunicarse con el número de la tarjeta, recibe una respuesta temprano. No pensó que morderían el anzuelo y aquí estaba, dándoles una dirección de encuentro.
A las 3pm suena el timbre, abre la puerta con el perfecto aspecto de un moribundo, la verdad se sentía un poco así, invita a pasar a una señora algo mayor con aspecto amable y común, las manos venosas, ojos miel , lentes redondos , un cristo colgando en su pecho.
-Un gusto conocerle, gracias por atender a mi llamado. ¡Estoy desesperado! – Dijo, revolviendo su cabello al articular. -Tienen que ayudarme ¡Quiero morir!- Afirmo mientras daba vueltas en círculos descalzo por el desordenado lugar. -No puedo más…le Señalo el arma en el sofá, - no tengo el valor. Ayúdeme- Dándole después su expediente médico que indicaba 3 meses de vida, siendo optimistas.
-Está usted muy vulnerable…-Dice la señora en un tono suave, su mirada reflejaba agudeza, sentido de realidad, tranquilidad y viendo el arma antes señalada
– No soy asesina ni similar ¿Entiende? Esto es para ayudar a las personas, a casos como el suyo. Sí, y solo si tienen la certeza, escogen el lugar y proporcionamos un rápido paso.
-¿Pero tiene pago?- Está asintió. -
Terry tenía un micrófono. En la calle, estaba una camioneta con Candice y García, grabando y esperando la señal.
-Ya veo, por dinero no se preocupe, lo conseguiré. Solo quiero acabar rápido con esto, mientras la gentil mujer leía su informe médico.-Es el momento, dijo a lo bajo, incomodó, dando la señal de entrada.
-Dra. Pauline Gidns - declaró mientras García sacaba las esposas.- Queda usted detenida - La galena, estaba sin palabras, pero su actitud y gestos no cambiaron en lo más mínimo. Así que, Terry, se vio en el deber de preguntarle:
-¿Entiende usted lo que está a punto de pasar?-
-Son ustedes lo que no entienden, cariños míos…-Dejándolos sin palabras mientras se dirigían al vehículo.
Simultáneo a esto habían incautado en sus residencias fármacos, laptops, pasaportes, expedientes físicos de pacientes, grandes sumas de efectivo. Realmente, cosas de novatos o muy confiados.
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En la sala de interrogatorios, ella, estaba convencida más allá de toda religión o doctrina que la gente cuando sufría necesitaba ayuda y habiendo agotado todo, seria maldad, egoísmo no ayudarlos a fallecer. Lo hace porque en sus 68 años no ha habido nada que le pruebe que alguien no merezca el derecho a decidir su muerte.
Su primera vez la recuerda como si fuera ayer, ayudo a dar ese paso a una devota enfermera, su madre, la cual estaba desahuciada y sufriendo lo indecible.
Era una agónica batalla que no le ganaría a la muerte, y ella una joven aprendiz de los conocimientos de su progenitora, pensó en alterar los medicamentos hasta que consiguió morfina para administrársela en una dosis letal.
Así lo acordaron, no fue fácil, pero su propia ascendiente lo imploraba así que expiándose las culpas en nombre del amor , fueron a la playa, allí ella quería despedirse y partió, la soñó luego riendo, en paz.
En ese momento comprendió que era un Don dar esa tranquilidad a los sufren en vez de dejarlos ser devorados por una enfermedad, pudiendo acortarles su aflicción y dejarles ir sin pasar por tanto.
Después, se mudó, licenciándose en enfermería y posteriormente estudió medicina. Paso por varios países y por mucho tiempo hizo su práctica sin tachaduras.
Presencio muchas veces a pacientes suplicar a sus familiares que los dejarán ir, negándose a tratamientos desgastantes que no le darían calidad de vida.
Entonces, decidió que donde se les permitía a las personas elegir, intervendría.
- Hasta que llegó a esta ciudad, donde quizás no tomó previsiones suficientes.
Además, ella sabía que su momento de elección, también llegaría.
Su asistente, era una religiosa inmigrante Sor Lane, la cual no dudo, a pesar de su título de monja, en abandonar el país cuando identifico a García con Annie en urgencias y su casa, alegando problemas familiares, sin mayor aviso.
El capitán Villers, que había presenciado todo desde fuera, interrumpió la última ronda de preguntas con los ojos enrojecidos, ya que había visto antes de ella llegar, un video de su hijo, enfermo terminal, diagnosticado así en el hospital donde laboraba la detenida.
Pidió a todo el mundo salir y quito la visibilidad externa del vidrio, apago cámaras y micrófonos, podía permitirse esta acción por su rango y respeto ganado a lo largo de su intachable carrera.
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Terry no sabe muy bien que fue lo que ellos allí discutieron, pero el capitán al salir se veía tan aliviado.
-Gracias Graham, sabía que lo harías aunque esta vez fue tiempo record, toda una hazaña - Me dijo antes de servirme un café, mientras Terry sopesaba lo extraño que se veía su superior, como si ahora fuera confidente, amigo íntimo o hermano de la soledad…¿Realmente esa doctora es un escolta a la muerte?
- Me siento feliz que la atrapáramos, aunque con un sabor amargo en la boca.
-Entiendo. Feliz vida Terence- le respondió Villers, con pausas y voz plana.
Él nombrado solo pudo mirar cómo se alejaba lentamente.
La doctora, a la par salía del cuarto de interrogatorios. Su expresión intacta, cara en alto, hombros rectos, un caminar de pasos cortos con García de guía.
-Que inmoral de mi parte habiendo querido tanto a mi abuela…-Se repetía para sí mismo, sin salir aun de la oficina, no podía, no, porque él no era mejor que ella.
Años atrás, recordó vívidamente, como su abuela pasó sus últimos años en sufrimiento “Quiero morir, ojala Dios me llevé y me libre de este pesar, quiero descansar”, sus frases más cotidianas. Un día la vio escupir sangre y al otro ya no podía caminar, hasta que él agarro su almohada y…
-¡Terry! Terry- Escucho la dócil voz de Candy- Necesito que cumplas tu promesa y nos invites algo para olvidar que actuamos como monstruos- Haciéndole un puchero –Él parpadeo varias veces, enfocó, se recompuso, sonriéndose de medio lado, asintió y salieron.
Permitiéndose ahora, volver sus marítimos ojos una última vez a la médico, chocando sus miradas, mientras el propio Villers se subía para conducir y "escoltar" el vehículo donde la iban a trasladar.
García se despedía luciendo satisfecho, agradecía la invitación, pero tenía asuntos con faldas descuidadas que demandaban su atención, pero antes, tuvo que decir:
-Libre Albedrio.- Con resignación -Recomiendo que sigas caminando, Terence.-
Solo esa frase necesito el castaño para entender un par de cosas, sobre él, la vida, sus recuerdos y por encima de todo para saber que ni el capitán ni la doctora iban a volver de ese viaje. Divisó el cielo estrellado -¿Escoltas a la Muerte?- Sopesó, dejando ir por ahora sus pecados, para luego ofrecer galante su brazo a Candy, porque irían a celebrar la existencia.
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Última edición por ambar graham el Dom Abr 09, 2023 3:49 am, editado 1 vez
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