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Capítulo uno
Londres, 1933
Una rubia dama pecosa atendía el pequeño dispensario, procurando atender a la gran cantidad de personas que en ese momento necesitaban de ayuda, una parte de ella siempre anheló haber podido estudiar para ser enfermera, pero nunca pudo, se casó siendo muy joven y luego la llegada de los hijos la mantuvieron demasiado ocupada.
Si, muy ocupada y feliz, no podía negarlo, Anthony fue un esposo amoroso, apasionado, que le dio tres hermosos hijos una preciosa hija y quince años de felicidad y armonía, antes de morir en ese lamentable accidente a caballo, fue duro para ella verse viuda de pronto, teniendo que hacerse cargo de sus jóvenes hijos.
Si no hubiera sido por el constante apoyo de Bert, el famoso tío abuelo, además de su suegro Vicent a quien la rubia pecosa amaba como a un padre, ella posiblemente hubiera tenido que pelear mucho mas de lo que ya le tocó hacer, no era para menos, la tía abuela quien parecía iba a enterrar a todos, se empeñó con querer quitarle a sus hijos, alegando que ella misma los iba a criar.
Si claro, como si Candy lo fuera a permitir, ya bastante con lo que hizo cuando eran unos chiquillos para separarla de Anthony, como para que después quiera quitarles a sus propios hijos, eso si que no, por eso terminó mudándose a Inglaterra, estaba cansada de tanto pelear, sin embargo, pronto regresarían, porque la rubia pecosa extrañaba su tierra, sus madres y su hogar de Pony.
Pronto terminó de organizar a los pacientes que serian atendidos, era muy querida y respetada en el lugar, pues pese a ser tan menuda y dulce, era también implacable cuando se trataba de defender sus ideales.
Nunca faltaba una nueva enfermera o un nuevo doctor, que al verla atendiendo a los demás, quería hacerla a un lado, viéndola de menos, o peor aún, no dar a los pacientes la atención que merecían, no tardaban ni de hacer un pequeño mal comentario, cuando la señora Andrew viuda de Brown les hacía ver su suerte.
Ella misma con su propia fortuna, (claro recibida de su muy querido Bert) fundó el pequeño dispensario y no permitiría que ningún disque profesional pasara sobre ella y mucho menos sobre los pacientes por los que ella de la nada había fundado ese lugar.
En el empleaba a varias doctoras, enfermeras y unos pocos médicos, quienes le respetaban, ya que todos aquellos que no actuaban conforme a los valores con los que fue creado el dispensario, eran simplemente despedidos, muchos habían llegado a trabajar atraídos por el buen salario, creyendo que los que mantenían el lugar no se aseguraban del buen trato a los pacientes, por lo mismo eran despachados ipso facto.
Se mantenía activa todo el día y aun así tenía energías para llegar a su casa después del mediodía a atender a sus cuatro hijos, uno de ellos ya próximo a entrar a Harvard, no es que lo necesitara, el joven era todo un Andrew, un experto en los negocios, además de heredero no solo de su padre, si no también de su abuela, la señora Rosemary y de su abuelo, el almirante Vicent Brown.
Candy llegó a su casa esperando que ese día finalmente regresara su hijo mayor Anthony, quien acompañaba a sus tíos Bert y Archie en un viaje de negocios desde hacía varias semanas, ella lo extrañaba a morir, pero comprendía la necesidad de viajar de su primogénito.
Como no ser así, siendo nieto de un almirante de barco y sobrino del patriarca de su familia, quienes siempre se la han vivido viajando, el mismo joven había nacido en medio del mar, en uno de los barcos de su abuelo, luego fueron incontables los tantos viajes en que lo acompañaron.
Entro en su casa, ansiando ver al resto de su prole, la primera en recibirla fue la hermosa Rosemary, una preciosa joven de diecisiete años, rubia como ella.
―mamá, bienvenida, chicos llego mamá, ―gritó sin reparos la joven, después de abrazar a su madre.
―mami, ―fue el grito del mas pequeño de la casa, tirándose a los brazos de la rubia pecosa.
―Benjamín, mi tesoro, ―respondía la rubia, besando las rosadas mejillas de su rubio pecoso de apenas siete años.
―mamá, ―saludo Vicent, el tercero de sus hijos, abrazando también a su madre, igual de rubio que sus hermanos, también el más tranquilo de los cuatro.
―alguna novedad, ―indagó Candy.
―tía Annie llamó, dice que pasaran en un mes a visitarnos, ya que ella y tío Archie acaban de llegar con tía Paty y tío Stear a Escocia, ―informó Rose.
―qué raro, ―se quedó pensativa la rubia.
―no te preocupes tanto mamá, Anthony llegará pronto, ―trató de tranquilizarla Vicent, sabiendo que su madre estaba preocupada por su hermano mayor, quien ya debería haber vuelto a casa, si sus tíos estaban en Escocia.
―es que se supone que el vendría antes de que ellos llegaran a la villa, bueno, tienes razón tesoro, ahora vamos a ver, ¿ya han comido?
Candy se envolvió en las labores cotidianas, esperando noticias de su primogénito, sabía que su hijo no la preocuparía sin razón, que por mucho que amara viajar era muy protector y no le daría motivos para hacerlo.
Se alegró que sus queridos primos y cuñadas ya se encontraran descansando en la villa de Escocia con sus hijos, vio una fotografía que tenia enmarcada sobre la chimenea, en la que se encontraban los seis, después de un paseo al zoológico, cuando acababan de conocer a Paty.
Su mente comenzó a llenarse de recuerdos, por lo que se dirigió a su cuarto y sacó un álbum lleno de fotografías, como la que tomaron después de la cacería en que fue presentada, también fue la última, después de que ella casi muriera por evitar que Anthony cayera del caballo.
En la otra fotografía estaba Candy con yeso en ambas piernas, la tía abuela sin importarle que ella estuviera así y sin importarle tampoco que, salvó la vida de su sobrino favorito, envió a Anthony, Stear y Archie a Londres, al Real Colegio San Pablo, en un intento para separarla del rubio menor.
A ella la abandonó prácticamente sola en la mansión de las rosas, por lo que Candy como pudo escapó y se fue al hogar de Pony a recuperarse, conto con la ayuda de Albert, sin saber que su amigo vagabundo era en verdad el gran tío abuelo William, la persona que la adopto.
Tardo un poco en recuperarse, tomando en cuenta las lesiones, pero con la ayuda de un medico que conocieron en el camino, el doctor Martin, quien después de hablar con ella decidió instalar su clínica en el pueblo junto a su esposa, su recuperación fue definitiva y en unos meses volvió a correr feliz y a subir árboles como solía hacerlo antes.
Paso sus dedos sobre la fotografía en que aparecía junto a Paty, con su uniforme del Colegio San Pablo, al cual ingresó en marzo, después de recuperarse por completo, durante todos esos meses sus cartas enviadas a sus primos y a Anthony no fueron entregadas a estos, todo por orden de la tía abuela.
La misma tía abuela se encargó de asegurarse de que Candy fuera alejada de los chicos, alegando que era una mala influencia para sus primos, lo que las monjas cumplían al pie de la letra, sin saber que estos siempre se encontraban de miles de formas.
Aun recordaba cómo se reencontró y reconcilio con Annie, la unión de las tres chicas y la triste separación, cuando al inicio de las vacaciones de verano el tío abuelo William y Vicent los habían retirado a ella, Anthony, Stear y a Archie del colegio, sin avisar a nadie.
Ni a Albert ni a Vicent les gustó lo que Anthony y sus primos les contaban en sus cartas sobre la forma en que trataban a la pecosa y de como Eliza y Neal siempre buscaban humillarla, no se perdieron el hecho de que las mismas monjas la trataban con desprecio y desdén, siendo solo una de ellas, la hermana Margaret quien era amable con ella.
William dejo a los Leagan en el colegio y les informó mediante una carta que el clan ya no costearía sus colegiaturas, también dejó una extensa carta a la directora, recordándole sus deberes como cristiana, sin olvidar que la acusó a ella y a las monjas ante sus superiores por sus prejuicios que iban en contra de sus votos como religiosas.
La única que no recibió reprimenda por eso fue la hermana Margaret, las demás tuvieron que estar en un retiro de penitencia por su nefasto y anticristiano comportamiento.
Esa fue la primera vez que Candy se sintió realmente en familia, con una familia que la quería, Albert le reveló su identidad a ella y a sus primos, quedando todos muy sorprendidos, el junto a Vicent se los llevaron a visitar primero a los padres de Stear y Archie, luego a África.
La tía abuela solo pudo refunfuñar, pues Albert le dejó una carta en donde le ponía los puntos sobre las ies, recordándole que el comportamiento de Eliza y Neal en contra de Candy, solo demostraba el poco respeto que le tenían como patriarca del clan.
No conformándose con eso, envió una misiva similar a cada miembro del clan, recordándoles que Candy era su hija, sin importar que era adoptada y que, si alguien le faltaba el respeto, era porque no lo respetaban a él, desde ese momento tanto la tía como la familia Leagan se guardaron sus opiniones muy para dentro.
Cuando regresaban a América, Candy nuevamente tuvo un feo presentimiento y no quiso que viajaran por Italia como tenían previsto, al contrario, esperaron y se fueron en barco directamente, lo que los salvó, pues ya comenzaban los terribles aires de guerra y justo el tren para el viaje que compraron hasta los boletos, fue atacado por una bomba.
William se sintió profundamente agradecido con Candy, pues los había salvado a todos con su presentimiento, tal como salvó a Anthony el día de la cacería.
Cuando estaban ya casi por llegar a New York, Anthony pidió muy serio a William y a Vicent que le permitiera casarse con Candy de inmediato, él les explico que, aunque él la esperaría toda la vida, temía que la tía abuela inventara nuevamente algo para separarlos.
Los hombres lo meditaron un buen tiempo, pero el mismo George les dio la respuesta, al recibir un telegrama de este, en donde les informaba que la señora Elroy estaba haciendo movimientos para anunciar un compromiso entre Eliza y Anthony.
George hábilmente había bloqueado los intentos de Elroy de anunciar en los periódicos de Chicago el supuesto compromiso, pero se estaba quedando sin tiempo, la tía abuela creía que si hacia el anuncio, la boda tendría que realizarse, pues Anthony era un caballero y no dejaría que la reputación de Eliza se dañara.
Albert de inmediato respondió a George con unas simples palabras:
―publicar en los principales periódicos: “regresan de Europa el patriarca del clan Andrew, junto a su hija, la ahora señora Candice Brown y su esposo el joven Anthony Brown”
La tía abuela nuevamente tuvo que tragarse su rabia, por mucho que intento, no logró separarlos, no pudo ni alegar la juventud de los recién casados, con Candy con casi dieciséis años, Anthony con dieciocho, ya que ella misma intentó casar a su sobrino sin importar su edad.
Ante sus incesantes intentos por separarlos y crear discordia, el joven matrimonio se mudó a Lakewood, prohibiendo la entrada a los Leagan, de paso Anthony advirtió a su tía abuela que si volvía a interferir en su matrimonio se llevaría a Candy muy lejos y no los volverían a ver ni a ellos ni al hijo que ya la pecosa llevaba en su vientre.
La amenaza surtió efecto, además de la maternidad de Candy, la tía abuela adoró a los hijos de Anthony, por lo que se comportaba educadamente con la pecosa para no perderlos.
Paso la pagina en que estaba Elroy cargando a William Anthony Junior de días de nacido, para encontrarse con la fotografía de Stear, de solo recordarlo sentía que se le paraba el corazón, cuando Archie encontró la carta que dejó su hermano, le llamo de inmediato, Candy no perdió tiempo y se comunicó con su suegro, para fortuna el se encontraba en New York en esos momentos y pudo interceptar a Stear antes que subiera al barco que lo llevaría a Francia a enlistarse.
Vicent llevo a Stear a conocer a los soldados que regresaban de la guerra, a que viera con sus ojos la realidad de estos, ya sin el romanticismo que le infundían al lema de hay que defender a los inocentes.
Platicar con ellos fue un shock para Stear, comprendiendo que su partida al campo de batalla no significaba ayudar, si no matar a otros que como el, pero con el uniforme contrario, pensaban igual, defender a los suyos.
Su tío le hizo ver la mejor forma para ayudar, por lo que gracias a su tío Vicent, comenzó a trabajar en ayudar a los soldados que volvían y necesitaban ayuda, pues estos regresaban heridos, mutilados, terriblemente lastimados y, por si fuera poco, sin dinero.
La misma tía abuela estuvo involucrada en la ayuda, todo por estar cerca de Stear después de creerlo ya en la guerra, Paty, quien había llegado a Chicago para estar a salvo, no pudo mas que alegrarse de no perder quizá para siempre al joven.
Podría decirse que esta sería la segunda boda, si no se hubiera casado antes el gran tío abuelo William, con una bella enfermera que conoció en África, para contrariedad de la tía abuela, pero nuevamente la llegada de los hijos de la pareja calmó el enojo de la señora.
Y fue la llegada de las bendiciones lo que apuró las siguientes bodas, las cuales fueron realizadas en un solo acto, una boda doble, Stear y Paty, Archie y Annie, se casaron en forma fugaz, partiendo luego hacia Lakewood, para que no se notara que ya iban las jóvenes recién casadas con pan en el horno.
Pronto los jóvenes tuvieron que mudarse para seguir sus caminos, Stear ingresó al MIT para estudiar ingeniería, Archie y Anthony ingresaron a la universidad también, pero ellos para estudiar derecho y negocios.
Los seis jóvenes se quedaron en una enorme mansión de los Andrew cerca de la universidad y las empresas, con el suficiente espacio para que cada pareja tuviera privacidad, pero sin que se alejaran los unos de los otros, criando a los niños juntos en sus primeros años.
Si bien es cierto las tres parejas fueron prolíficas, solo Candy y Anthony tuvieron cuatro hijos, aunque por poco y se quedan solo con tres, Candy tomo el brazalete de Vicent, el cual guardaba en el álbum junto a su fotografía de recién nacido.
Nuevamente gracias a Eliza tuvo un terrible disgusto, al atreverse la pelirroja a intentar besar a Anthony frente a ella, sin importarle que estuviera embarazada, no conforme con eso empujó a Candy al pasar junto a ella luego de ser rechazada por el rubio menor, causando que la rubia pecosa cayera de bruces.
Tales hechos hicieron que el parto se adelantara y hubiera complicaciones, las que causaron según palabras de los médicos, que Candy no pudiera volver a ser madre, sin embargo, cuando ya Vicent tenia casi nueve años, Candy milagrosamente volvió a quedar embarazada de Benjamín, el ultimo de sus hijos.
Después de un incidente tan grave, Eliza fue expulsada del clan sin contemplaciones, ni la tía abuela pudo excusarla en esa ocasión, pues sus actos fueron realmente criminales, bastante tenía con que no la mandaran presa.
Benjamín, su pequeño, unas lágrimas escaparon de las bellas esmeraldas de la rubia pecosa, al pensar en que su pequeño nunca sabría lo maravilloso que era su padre, pues a diferencia de sus hermanos, el no lo recuerda, el niño tenia apenas un año y medio cuando Anthony murió.
―mamá, ―unos golpes en la puerta anunciaron que Rose ingresaría en pocos segundos.
―dime hija, ¿Qué pasa?, ―preguntó Candy, limpiando su rostro.
―mami, ―susurro la joven al notar las lagrimas de su madre y el álbum de fotografías junto a ella.
―no es nada hija, no te preocupes, solo me ganó la nostalgia, a veces pasa, pero dime, ¿Por qué me buscabas?
―bueno esto seguramente te alegrará, ha llegado un telegrama de Anthony, ven, no lo hemos abierto para que tú lo hagas, ―habló la joven a su madre, sabiendo que noticias de su hermano mayor de seguro la animarían.
Ambas rubias bajaron al salón en donde ya se encontraban Vicent y Benjamín, esperando a que Candy leyera el telegrama enviado por su hermano mayor.
Candy tomó el telegrama con una enorme sonrisa, esperando que en el seguramente su hijo le avisaba que llegaría al día siguiente y el horario del tren en que viajaría, pero su sonrisa desapareció al leer el papel, poniéndose blanca y dejando caer el telegrama de sus manos, mientras se desvanecía.
“Madre, los espero en Gretna Green, para que nos acompañen en nuestra boda, Ely está ansiosa por conocerlos, te ama Anthony”.
Continuará…
Nota: si aun sufren por la suerte de Eliza, les tengo noticias suyas más adelante.
Esta historia nos ofrece la oportunidad de una vida feliz de Candy y Anthony, al menos hasta que el murio, veamos que mas sucede.
