Hoy hubo capítulo doble, nos leemos el lunes chicas.
Video Presentación
Capítulo 1
Capitulo 2
Capítulo 3
CAPÍTULO 4
Terry esperaba su turno para descender del barco, las plataformas estaban llenas y en el muelle había un tumulto de gente que apenas y se podía caminar, buscaba con la mirada si alguien llevaba un cartel con su nombre ya que según le dijeron lo estarían esperando para llevarlo al hotel.
Cuando al fin piso suelo norteamericano aterrizo a su realidad, su vida en Londres tendría un receso, no sabía que le deparaba el destino mientras estuviera en ese país, lo cierto es que lo disfrutaría al máximo su estadía, el proyecto lo tenía muy entusiasmado.
«Los cambios siempre son buenos»se repetía una y otra vez.
Terry al fin pudo ver a un chico que tenía un letrero con su nombre, suspiro aliviado, no quería verse en la necesidad de tomar un taxi y tener que preguntar por los lugares a donde tenía que ir, camino apresurado hasta dónde el chico.
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¿Es usted el señor Terence Grandchester? ̶ cuestiono el adolescente. Terry asintió ̶ lo estábamos esperando, venga el auto esta por allá, sus pertenencias serán llevadas al hotel más tarde.
Terry camino junto al jovencito en dirección a un auto negro, cuando llegaron abordo el coche, volteo al muelle para dar un último vistazo al navío, sus ojos se abrieron como platos al ver que a unos metros de distancia se encontraba otro auto, donde ya hacían un grupo de jóvenes, entre ellos se encontraba Candy White, no pudo evitar mirarla, sintió un leve escalofrío.
«Deja de pensar en ella, no la volverás ver nunca más»
El auto arranco, alejándose del muelle y dejando a la señorita White solo como un recuerdo que pronto olvidaría en cuanto su mente comenzara a concentrarse en lo que verdaderamente lo había traído a América, la construcción del rascacielos más emblemático de Nueva York.
Terry sabía que no todo sería perfecto a su llegada, por un momento pensó que señor W.A.A lo recibiría personalmente para su sorpresa se encontró con la noticia de que era un empresario muy ocupado y que residía en la ciudad de Chicago, y que solo iba a la ciudad de Nueva York en ocasiones muy especiales que requirieran su presencia.
Tuvo que ser atendido por alguien que se había quedado a cargo, ya que algunos de los altos mandos de la empresa recién llegaban de un largo viaje y no se presentarían hasta el próximo lunes. Se sintió frustrado ya que había hecho un largo viaje como para que ahora no fuese atendido como era el protocolo.
«Que descortesía».
Terry no tuvo más remedio que poner su mejor cara, en realidad se encontraba molesto, el hombre de apellido Parker le mostro las instalaciones de la constructora, incluyendo el estudio de arquitectura, lugar donde Terry pasaría gran parte del tiempo y se dio cuenta que era un espacio que tendría que compartir con algún colega.
«Arq. C.W.A, ¡grandioso!, tendré compañía».
Refunfuño internamente al ver las letras que había en la placa de metal en la puerta. No es que no supiera trabajar en equipo, pero hubiera preferido estar solo, como en Londres, lo único que esperaba es que su compañero de estudio no se convirtiese en una molestia para él. Después de la breve reunión lo llevaron al hotel donde se hospedaría.
«Algunas de las oficinas se están remodelando, así que por ahora algunos de los directivos de la compañía se encuentran
atendiendo sus asuntos desde la comodidad de sus casas». Terry recordó lo que le habían dicho.
̶ Que tipo tan pesado es ese tal Parker y bueno parece que hay todo un caos con eso de la remodelación, a buena hora acepte este proyecto. ̶ Se quejó.
Desde la ventana de su habitación miraba el bullicio de la gran ciudad, pensaba en que bebía encontrar un lugar donde vivir, y en cuanto más pronto mejor.
«Tengo que estar tranquilo». Se repetía una y otra vez, mientras respiraba profundamente.
Cerró las cortinas, arrastro la silla que había frente al pequeño escritorio, abrió la libreta de cuero, saco su pluma y comenzó a escribir una carta para su novia anunciándole que había llegado bien y que en cuanto estuviera instalado se lo haría saber, hojeo la libreta como buscando algo que evidente no halló, abrió su maleta de viaje y tampoco estaba ahí lo que buscaba.
«¿Dónde diablos la deje?»
Terry se llevó un mano a la cabeza, como si eso le fuese a ayudar a recordar.
«¿Cuándo fue la última vez que vi la foto de Susana?»
Como si un rayo lo hubiese golpeado, sus recuerdos vinieron a su mente.
«En el barco cuando me recosté en el camastro y…»
El rostro de aquella joven chica apareció de nuevo en sus pensamientos, por haberla estado mirando a escondidas se le olvido por completo el retrato que le dio Susana y el cual llevaba una dedicatoria al reverso.
«Soy un imbécil»
Se recrimino a si mismo por su distracción, había extraviado el retrato de su novia por mirar a otra chica, la cual en su vida volvería a ver.
Terry tomo su saco, iría al puerto a las oficinas navieras, tal vez alguna buena alma había encontrado el retrato de su novia y lo entrego por si alguien lo reclamaba.
Como no sabía moverse en la ciudad tomo un taxi, el cual tardo bastante en llegar al puerto, en cuanto llego lo primero que hizo fue ir a la oficina de objetos extraviados, para su mala fortuna la respuesta fue negativa, nadie había encontrado el retrato y le dijeron que lo más probable era que hubiese caído al mar.
El joven ingles no tuvo más remedio que resignarse e irse con las manos vacías, al final, era su culpa por poner más atención en otras cosas, o más bien en otra persona. Como no tenía ganas de estar encerrado entre cuatro paredes decidió dar un paseo por la ciudad, en el camino se compró un helado, ya que el calor de ese día era muy intenso, se sentó en una banca de un parque a disfrutar de su frío postre.
Cuando al fin termino de comer el último pedazo de barquillo, se puso de pie y se marchó, pregunto por la estación del metro más cercana, al llegar abordo el metro, como no sabía moverse en el trasporte termino llegando a la estación gran central.
«Hubiera regresado en taxi»
No entró en pánico, salió del vagón y fue hasta el vestíbulo principal, sus ojos se quedaron maravillados al ver la impresionante
arquitectura que lo rodeaba.
«Es mucho más impresionante de lo que imagine»
Los pasajeros iban y venían por el vestíbulo, pasaban al lado de Terry con prisa para llegar a los andenes, los rayos del sol se filtraban por los enormes ventanales que junto con la iluminación artificial hacían que las columnas y paredes tomaran un color dorado al igual que el suelo.
En el centro se encontraba el punto de información que atendía a los viajeros, sobre este un hermoso y gran reloj, Terry se fue acercando sin apartar la mirada del reloj, le había llamado la atención los grabados que tenía, eran bellotas y hojas de roble.
Terry camino hacia el cubículo, detrás de este se encontraban unas escaleras inspiradas en las de la opera de parís, miro que había una pequeña fila de viajeros solicitando información, se formó, mientras esperaba su turno levanto la vista y admiro la bóveda con un color aguamarina tan similar a sus ojos, en ella estaban pintadas las constelaciones del zodiaco en un hermoso tono dorado.
«Debe ser pan de oro», Susurró.
Daba pequeños pasos hacia delante, casi por inercia, su atención estaba centrada en el techo y como casi todo turista comenzó a buscar la constelación de su signo.
«¡Ahí está!»
Se emocionó, sonrió como cuando era un niño y veía las estrellas junto a su padre, volvió a dar un paso ahora más apresurado, su cuerpo se estrelló con violencia con el de alguien más, Terry alcanzo a detener del brazo de esa persona antes que cayera, el bolso no corrió con la misma suerte y fue a dar al suelo.
̶ ¡Ay, por dios!, esto no me puede estar pasando ̶ una voz femenina se quejó sobresaltada, se agacho para recoger sus pertenencias.
̶ ¡Lo siento!, no fue mi intención ̶ Terry se disculpó, estaba muy apenado al grado de que también se agacho para ayudar a la dama a recoger sus cosas.
̶ No tenga cuidado, es que llevo precisa y… ̶ respondió la dama que no dejaba de parlotear, Terry tomo una barra de labial y se la entregó.
Cuando levanto la vista quedo sorprendido de ver que era la mismísima Annie Britt quien estaba justo delante de él.
̶ Annie, ¿Qué estás haciendo? ̶ otra voz resonó en sus oídos, volteo a su costado derecho.
Lo primero que visualizaron sus ojos fueron un par de zapatillas color beige, levanto la vista con lentitud, pudo apreciar unas pantorrillas envueltas en medias de seda, luego se encontró con la tela color lila de un vestido, siguió subiendo la mirada recorriendo la figura femenina hasta que finalmente llego al rostro, la postal que encontró le pareció sacada de algún novela de romance, el rostro angelical de una chica hizo que por un momento todo a su alrededor pareciera detenerse, como si las personas se hubiesen quedado congeladas en el tiempo, incluso Annie Britt.
En una pose muy pulcra y seria, se encontraba frente a él la chica del barco, «Candy, así te llamas». Terry estaba literalmente boquiabierto, ella siquiera le regalo una mirada.
̶ Candy, lo siento es que sabes que soy distraída y…
̶ Annie, nos va a dejar el tren ̶ la joven de ojos verdes apresuro a su amiga, Annie se puso de pie.
̶ Gracias caballero ̶ agradeció Annie y se marchó a paso acelerado con su amiga. Terry no tuvo tiempo de responder, se puso de pie, las miro alejarse entre la multitud.
«¿Qué fue eso?». Terry seguía desconcertado por lo que acaba de pasar, su corazón estaba acelerado.
̶ El tipo esta guapísimo ̶ Annie susurró al oído de su amiga.
̶ Siquiera me fije en él ̶ respondió Candy, indiferente. La joven Britt se volvió para mirarlo
.̶ Sigue ahí, no deja de mirar hacia acá, notaste la cara que puso al verte, lo dejaste boquiabierto, creo que lo impresionaste ̶ Annie expresó emocionada.
̶ Annie ya te dije, no le preste atención ̶ bajaron por las escaleras hasta llegar al pasillo que las llevaría al andén donde abordarían el tren.
̶ Eres demasiado aburrida ̶ Annie reclamó su poco entusiasmo.
̶ No es que sea aburrida, pero sabes que yo… ̶ Candy arrastro las últimas palabras, como si le pesaran.
̶ Eso es absurdo Candy, aún no tienes un anillo en tu dedo ̶ le recordó señalando su dedo. Candy entorno los ojos ̶ sabes que tengo razón ̶ Annie levanto ambas cejas.
̶ Sera mejor apresurarnos o no llegaremos a Poughkeepsie y se quedarán esperándonos en la estación ̶ Candy trato de darle vuelta a la conversación de su amiga.
̶ Solo a ti se te ocurre viajar hasta Poughkeepsie precisamente el día que llegamos de un viaje tan largo ̶ refunfuño Annie.
̶
Annie, sabes que el lunes comienzo a trabajar y con el proyecto del edificio me será mucho más difícil visitar a mamá Paulette y a María, además quiero entregar personalmente los obsequios a los niños de la clínica ̶ explico Candy.
̶ Ya entendí Candy, pero… tienes que admitir que el tipo era guapísimo ̶ Annie la miro sonriente. Candy no respondió al comentario de su amiga y siguió caminando.
«¡Sí Annie, el tipo es guapísimo!»
Dijo Candy en sus adentros, sin imaginar que aquel joven caballero las había seguido hasta donde le fue permitido por el control de seguridad, y la miraba a la distancia.
«Esto no puede ser una casualidad, ¿o sí?»
Un remolino de emociones que Terry desconocía lo habían invadido.
̶ Su boleto por favor ̶ un hombre le cerró el paso.
-¿Qué? ̶ Terry parecía no entender lo que ocurría.
̶ No puede entrar aquí al menos que tenga un boleto para abordar el tren ̶ explicó el uniformado.
̶ Lo siento, no tengo un boleto, soy extranjero y me perdí ̶ Terry seguía confundido, «¿por qué la seguí hasta aquí?», recriminaba su comportamiento.
̶ Entiendo, tiene que subir al vestíbulo principal y acudir el centro de información, es el que tiene un gran reloj en el techo… ̶ el hombre dio indicaciones, sus palabras apenas eran audibles para Terry quien seguí mirando a la joven, hasta que finalmente se perdió de su alcance visual.
Candy y Annie abordaron el tren rumbo a Poughkeepsie, casi en cuanto partió el tren Annie se quedó dormida sobre su hombro, Candy recargo la frente en el cristal de la ventana, miraba los últimos rayos de sol perderse sobre los techos de las casas y edificios, aun costado del río Hudson.
«El día se va apagando y la ciudad se ilumina con luz falsa»
La sonrisa de Candy se desvaneció, las luces de la gran ciudad parecían danzar sobre la superficie del rio, distorsionándose por el movimiento que hacían las embarcaciones que fluían por el caudal, hasta que finalmente se perdieron detrás del tren, de noche no se podía apreciar el paisaje, solo cuando estaban apuntó de llegar a las estaciones las luces intermitentes de los poblados aparecían como pequeñas luciérnagas bailando a la distancia.
Solo basto un abrir y cerrar de ojos para que sobre el cristal de la ventana apareciera reflejado el rostro de aquel apuesto joven.
«Estoy segura que es el mismo joven del barco»
Pensó Candy, mientras recordaba las palabras que le había dicho su amiga cuando le conto de como la miraba en el bar Alba del navío, el solo pensar en esa miraba agua marina hacia que los vellos de los brazos se le erizaran.
Candy puso su mano sobre el cristal con la intención de borrar la imagen que le pareció tan real, pero no logro su objetivo ya que el rostro de aquel hombre lo tenía grabado en la cabeza.
«Candy, no debes, no puedes»
Se recrimino en silencio, mientras mordía su labio inferior y pensaba en el compromiso que ya tenía con otra persona.
Continuará...