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Capítulo 9
Neil abrió aún más sus ojos cuando llegó el auto con la novia, no pudo evitar sentir un vuelco en el estómago. Era la primera vez que se sentía así. El enlace sería en la pequeña capilla cercana al pueblo. Muchas veces de niño la visitaba en los viajes familiares o las vacaciones de verano del Real colegio San Pablo, si le hubieran dicho que ese sería el lugar de su boda jamás lo hubiera creído.
Todos los preparativos habían corrido a cargo de él, su tío y el toque femenino había sido elegido por Candy y Dorothy.
Sentía sudar sus manos. Es verdad que alguna vez estuvo comprometido con Candy pero esta vez era totalmente diferente si pudieran escuchar su corazón sabrían que estaba totalmente enamorado de la mujer por la cual esperaba.
—Es hora de que entres a la iglesia —mencionó el obispo. El solo asintió con la cabeza y antes de que lo hiciera Candy se acercó a él y le susurró: —No te preocupes ella también te ama sólo debes tener paciencia y abrirá su corazón a ti —le guiñó el ojo.
Esas palabras le hicieron saber que no se estaba equivocando.
En la capilla sólo se encontraban unos pocos familiares, los más allegados de ambas familias.
Blair llevaba un velo sobre la cara, el cual impedía que miraran claramente su rostro. Había hecho todo lo posible por sabotear su matrimonio pero ningún intento resultó. No es que no se quisiera casar con el hombre que la esperaba en el altar, desde que lo conoció le llamó tanto la atención, cada carta que le mandaba era con una gran ilusión, y en la segunda carta que envió decidió poner un perfume sutil, si era inteligente él sabría que era una mujer quien mandaba todas aquellas frases sobre el tiempo.
Algunas veces lo observaba en algún rincón del hotel, lo veía dar órdenes y si no le parecían como estaban las cosas él mismo las hacía. Eso le hizo aún más fijarse en él, no solo era un rico orgulloso tenía la humildad suficiente para hacer cosas que no eran su trabajo. Tiempo es lo que hubiese querido para conocer más al hombre hacia el que se encaminaba con la melodía que tocaba Terry en un piano que se encontraba en la pequeña capilla. Lo miro a lo lejos ahí parado tan perfecto y bien vestido con un traje escoces. La noche anterior había estado apunto de huir sin que nadie la viera, pero su amiga Candy, que había ido a su casa para ayudarla a arreglarse al igual que Dorothy.
Candy tenía insomnio al saberse tan cerca de Terry Grandchester, le había confesado Albert, que el joven asistiria a la boda, en su cama daba vueltas sin poder dormir
"creo que estoy más nerviosa que la novia, debo calmarme” se paró y fue a la cocina a prepararse un té para tratar de conciliar el sueño, en esos instantes escuchó un ruido —¡Oh Dios mío un fantasma! ¡no por favor! —masculló. Y en esos instantes escuchó a Blair decir: —Estúpida maleta te tienes que descomponer ahora. La chica metía sus pertenencias en la valija a toda prisa tratando de no ser descubierta.
—¿A dónde vas con esa maleta? —preguntó Candy, haciéndola pegar un grito.
—¡Candy! yo… este..
—No te preocupes, yo he huido alguna vez en mi vida así, en la noche tratando de no ser descubierta, pero ven tomemos un té y charlemos un poco si después de hablar decides irte yo misma te ayudare.
—Está bien, aceptó —Blair, respondió con su cara sonrojada de la pena por ser descubierta.
—Por lo que me has contado, desde que conociste a mi primo sentiste algo muy especial por él y los sentimientos son correspondidos. Se que tienes el orgullo herido como mujer por la decisión que se tomó sin consultarte pero piensalo bien, fue capaz de dar toda su fortuna por ti, la que le heredó su padre.
—Pero no quiero que sacrifique todo por mi.
—No es un sacrificio, es un acto de amor, cuando amas eres capaz de hacer cualquier cosa por esa persona, él tiene otra parte de herencia que le dejó la tía abuela y todo lo que ha hecho en el consorcio con mi tío es su propia fortuna.
Además tu misma me dijiste que en un sueño tu madre te dijo que el tiempo te traería el amor, y el reloj que eligió el es el de tus sueños, yo pienso que no hay casualidades tu madre donde este te ha unido a él.
—No lo había pensado de esa manera.
—Se que seras feliz al lado de Neil, él ha cambiado mucho.
—¿Cambiado? —Si el de niño era muy diferente, cuando su padre murió su vida cambió al darse cuenta que la que creyó su madre no lo fue, entendió porque siempre lo trató con indiferencia y la predilección que tenía por su hermana. Estoy de acuerdo que pudieron ser las cosas diferentes más románticas quizás, pero si él no hubiera actuado así, tal vez ahora serias la señora Campbell, te ibas a sacrificar por tu padre.
—Tienes razón no había visto las cosas de esta manera.
—Anda tomate este té, debes descansar mañana debes ser una hermosa novia.
Candy la había hecho ver de diferente manera las cosas.
La mañana transcurrió entre risas cómplices de Blair, Candy y Dorothy, arreglando a la futura señora de Lagan.
*
*
*
—¿Quién entrega a esta novia? —preguntó el obispo. —Yo —declaró su padre subiendo el tul del velo del rostro de su hija y entregando su mano a Neil Lagan.
Neil se tranquilizó al verla esbozar una pequeña sonrisa. Ella respiró hondo. La ceremonia fue corta pero a su vez muy linda.
Mientras el obispo hablaba sobre el significado del amor en el servicio las miradas de varios se cruzaron.
Terry y Candy se miraron por unos segundos, ella no pudo soportar su mirada y la desvió, él esbozó una sonrisa de lado. Albert tomó de la mano a Dorothy, y ella lo permitió sonriendo, era algo que anhelaba desde hace mucho tiempo.
—Los declaro marido y mujer ante ustedes les presento al señor y señora Lagan Arnold.
Todos aplaudieron, Neil no quiso incomodar a Blair y besó su frente. Ella sintió sus cálidos labios haciéndola sonrojar. La recepción había sido en los jardines de la villa Ardlay.
—Sé que es algo muy sencillo, pero espero que todo sea de tu agrado Blair — le susurro Neil al oído.
—Todo es perfecto —Me alegra escucharlo.
Había llegado la hora de partir, no viajarian lejos pues en unos días será el memorial de la tía abuela. Terry Granchester les ofreció su villa unos días como lugar para pasar su luna de miel. Para Neil fue una sorpresa que él lo ofreciera pero después entendió que también era plan con maña, sería la manera perfecta de pasar esos días en la villa Ardlay muy cerca de Candy.
Antes de subir al auto Blair lanzó el ramo cayendo a las manos de Dorothy, Albert la miró y sonrió.
Durante el corto camino ninguno mencionó nada en el carro, al llegar a la villa Granchester sirvientes los recibieron y los llevaron a su habitación. Terry había dejado instrucciones de que se les atendiera en lo que necesitaban y los dejaran solos para no importunar a la pareja en su luna de miel.
Al llegar a la habitación que les había sido preparada Blair no pudo evitar decir: —¡Los dos dormiremos en la misma habitación! —preguntó tragando saliva, sintió nervios que fueron muy evidentes hacia Neil. Él lo interpretó de una manera diferente que hizo que se le encogiera el corazón, lo cual le disgustó mucho.
—Cambiate —mencionó secamente, te espero en la biblioteca.
—Si está bien —respondió temerosa se había dado cuenta del disgusto inmediato de Neil.
Mientras tanto Neil en la gran biblioteca de Los Granchester, se acercó a la colección de libros que había elogiado días atrás con Terry presente. Tomó el libro con pasta de cuero con mucho cuidado, era la novela de Romeo y Julieta un clásico y se sorprendió al abrirlo. Un sobre cayo de este, lo levantó y observó que era una carta dirigida a Candy, suposo que era una carta que no se había animado a enviar Terry Grandchester, por lo que pudo observar tenía fecha y sello del correo de más de año y medio atrás. “Seguramente el se arrepintio y la recuperó” pensó mientras la tomaba y la depositaba en el bolso derecho de su pantalón. —Esta carta la debe tener su dueña y yo me encargare de eso —sonrió ante su plan. Y en el bolso izquierdo de su pantalón sacó un anillo de oro con diamantes y una esmeralda.
El había dicho que la boda sería en dos semanas porque quería a su asistente Jonas presente. Mandó un telegrama diciéndole que se casaba y necesitaba lo que su padre le había dejado en una caja fuerte, le dio todas las instrucciones y el joven Jonas le había traído el anillo y aretes que le dejara su padre junto con una segunda carta.
“Querido hijo si estas en este lugar es porque has leído mi primera carta y este es un regalo para ti y la que fuese tu esposa en un futuro. Eran las joyas de tu verdadera madre, toda mi vida las he atesorado y descuide la joya más hermosa que me dio, que eres tú. Úsalas para la mujer a la que ames.”
Después de unos minutos llegó Blair y entró a la biblioteca lo miro de espaldas observando un gran cuadro donde se encontraban dos hombres y una mujer. Lo miro con detenimiento era mucho más alto que ella, de hombros anchos y su cabello castaño rojizo era algo que le llamaba mucho la atención, algunas veces se había imaginado pasando sus dedos por él, en esos instantes él la escucho entrando y se volvió a mirarla.
—Nos divorciamos al cabo de dos años —soltó como cubeta de agua fría en su rostro.
—¡Qué has dicho! —Se sintió muy desconcertada ante su declaración.
—Esto ha sido una equivocación lo vi en tu rostro hace unos momentos cuando vi el horror en tu mirada, no pensé que yo te disgustara tanto. Tal vez en otras circunstancias las cosas hubieran sido muy diferentes, por un momento pensé que sentías algo por mi, todas tus cartas significaron tanto para mi, cada una de ellas llegaba en el momento preciso a mi vida. No quería que te casaras con Edwin Campbell a la fuerza y tal vez yo en mi estupidez hice lo mismo, pensé en mis deseos y necesidades; no pensé que tus deseos o lo que tú querías. Solo quería salvarte de ese estupido.
—Necesito estar sola unos minutos —fue lo que atino a decir ella. Lo necesitaba con urgencia había permitido que sus emociones la dominaran.
—Te daré el tiempo que necesites, saldré a caminar un rato.
Ella se dejó caer en el sillón de cuero, entre miles de pensamientos que alguna vez tuvo de cómo sería el día que se casará, jamás se imaginó que sería así. Observó una mesita con botellas de cristal cortado. —Nunca he tomado pero creo que este es el día en que necesito una de esas cosas —mencionó en voz alta y se dirigió a las licoreras.
Después de varios tragos observó una pequeña cajita de terciopelo verde sobre una mesita; se acercó a ella y la abrió era un hermoso anillo de esmeralda, —será para mí se preguntó —mm…. no creo arrastraba sus palabras—. Seguramente esto es para Candy, ella está aquí en Escocia debe ser un regalo de Terry para ella, se le debió olvidar guardarlo. ¡Que hermoso es!
Cerró la cajita y la dejó de donde la había tomado, se encaminó al sillón y se dejó caer nuevamente, solo que calculo mal y azotó en el piso —¡Auch! si que dolió —después rió a carcajadas ella sola por unos minutos y más tarde acostada en el piso se puso a llorar.
Empezaba a cerrar sus ojos cuando de repente el sonido de la puerta la sobresaltó, se incorporó de golpe y lo miró, sus ojos se abrieron desorbitadamente al verlo. La mirada de Neil no era dura más bien era de preocupación al encontrarla en el piso sentada. Ella estaba toda ruborizada y sus labios esbozaron una sonrisa. El se la devolvió apenas curvando los suyos.
Neil sospechó que estaba ebria, lo supuso al ver el vaso en una mesita al lado del sillón.
Ella lo miraba fijamente con sus preciosos ojos marrones y su recogido de cabello todo despeinado de haber estado acostada en el piso.
—Deberías tener cuidado con el alcohol, señorita —le dijo mientras tomaba el vaso de cristal y lo olía. No había estado equivocado, ella había estado bebiendo en lo que él había salido a caminar y añadió—: Dime crees que está bien hacer esto, al menos lo hubiéramos hecho juntos —aguanto una risita por unos instantes pensó al ver que sus inmensos ojos empezaban a llenarse de lágrimas.
El se acercó a ella y la ayudó a incorporarse. La cercanía de él la ponía muy nerviosa aunque más que nervios era una sensación en el estómago que nunca antes había experimentado. Lo miró de cerca y observó que tenía unos labios seductores y unos hermosos ojos color ámbar que contrastaba con su piel cetrina. Observó que su cabello estaba alborotado seguramente por el viento a la hora de su caminata.
—Déjame pasar —mencionó ella.
—No subirás así, puedes caer por las escaleras voy a llevarte a tu habitación.
—¡Mi habitación! que acaso no es de los dos —se atrevió a decir.
—Deja de discutir anda vamos —la levantó en brazos y ella recostó su rostro en su pecho, se sentía tan protegida juraría que podía escuchar el latido de su corazón.
Pero en un instante se sintió como si alguien o algo le susurra al oído “No te confíes las apariencias engañan” y recordó sus palabras “nos separaremos”
Al llegar a la habitación él la depositó en la cama y en esos instantes ella lo aprisiono con sus brazos al cuello, su cercanía la aturdía. Se acercó a su mentón y prosiguió hasta sus labios. En esos instantes Neil pudo sentir que sus labios eran como una fruta dulce y madura, él sería capaz de comerla a besos; pero su cordura pudo más y se volteo. Besarla sería aprovecharse de su estado y después ella seguramente se lo reprocharía. Si de verdad pensaba en separarse de ella en dos años solo debían ser amigos y nada más.
—Trata de dormir — le dijo él acomodándola nuevamente en la cama. Tomó una cobija y una almohada y se dirigió a otra habitación. —seguramente en esta villa debe haber otra habitación con cama y si no dormiré en el sofá en el cuarto de la chimenea, debía alejarse de ella pues para él tenerla tan cerca era una tentación.
A la mañana siguiente ella se despertó con un fuerte dolor de cabeza, tenía la boca seca se dirigió al baño y lavó su rostro regresó a la habitación y cayó en cuenta que Neil no estaba.
Se alistó y salió a buscarlo, poco a poco empezó a recordar lo que había pasado —¡Por Dios! —gritó al recordar que fue ella la que se abalanzó sobre él y lo besó.
Llegó al comedor pensando que tal vez estaría ahí, pero no fue así. —Le sirvo su desayuno señorita —preguntó la mucama.
—No, no estoy bien, de casualidad ha visto a mi esposo
—Aquí estoy querida —declaró Neil entrando al comedor.
Ella hubiese querido que el piso se abriera y la tragara, se sentía tan apenada por lo sucedido. Él le dio un vaso con un remedio y le mencionó al oído —tómalo te sentirás mucho mejor, es para la resaca.
—A mi si tráigame el desayuno muero de hambre —declaró Neil.
—Creo que tomaré esto e iré a recostarme un poco, siento que la cabeza me va a estallar.
—Está bien, después de desayunar subiré y tomaré mi maleta para irme a otra habitación.
—¡No! no lo hagas, tú dijiste que debemos guardar las apariencias, no te vayas de la habitación, puedes dormir en el piso o el sofá.
—Esta bien si eso es lo que quieres, así lo haremos.
Ella se recostó y cerró los ojos sin dormir. Lo escuchó entrar a la alcoba, él al pensar que estaba dormida se quitó la camisa y de reojo ella lo vio. “Oh por Dios, esto será más difícil de lo que pienso” se dijo así misma.
Mientras él se estaba bañando recordó el anillo que vio en la biblioteca, era realmente bello.
Se puso de pie y se dirigió hacia el ventanal de la habitación. Cerró los ojos y lo imagino duchandose sacudió la cabeza ante ese pensamiento era mejor que saliera de ese lugar.
Miro el saco de Neil en el piso, lo levantó, abrió su maleta para acomodarlo y se dio cuenta que había un estuche de terciopelo verde como el que había visto la noche anterior leyó la pequeña nota al lado le sobre. —¡No puede ser verdad! —acomodo todo en su lugar y salió corriendo hacia la biblioteca, entró agitada buscando la cajita de terciopelo, el anillo ya no estaba seguramente Neil ya lo había tomado.
Miro el cuadro nuevamente y se dio cuenta de la similitud de los aretes que acaba de ver y del anillo en la mano de la mujer en medio de los dos hombres.
Ella había dado por sentado que era una joya de la familia Granchester cuando por minutos desde el piso recostada vio el parecido de las joyas que portaba la mujer de la pintura y el anillo de la pequeña cajita.
Continuara...
Neil abrió aún más sus ojos cuando llegó el auto con la novia, no pudo evitar sentir un vuelco en el estómago. Era la primera vez que se sentía así. El enlace sería en la pequeña capilla cercana al pueblo. Muchas veces de niño la visitaba en los viajes familiares o las vacaciones de verano del Real colegio San Pablo, si le hubieran dicho que ese sería el lugar de su boda jamás lo hubiera creído.
Todos los preparativos habían corrido a cargo de él, su tío y el toque femenino había sido elegido por Candy y Dorothy.
Sentía sudar sus manos. Es verdad que alguna vez estuvo comprometido con Candy pero esta vez era totalmente diferente si pudieran escuchar su corazón sabrían que estaba totalmente enamorado de la mujer por la cual esperaba.
—Es hora de que entres a la iglesia —mencionó el obispo. El solo asintió con la cabeza y antes de que lo hiciera Candy se acercó a él y le susurró: —No te preocupes ella también te ama sólo debes tener paciencia y abrirá su corazón a ti —le guiñó el ojo.
Esas palabras le hicieron saber que no se estaba equivocando.
En la capilla sólo se encontraban unos pocos familiares, los más allegados de ambas familias.
Blair llevaba un velo sobre la cara, el cual impedía que miraran claramente su rostro. Había hecho todo lo posible por sabotear su matrimonio pero ningún intento resultó. No es que no se quisiera casar con el hombre que la esperaba en el altar, desde que lo conoció le llamó tanto la atención, cada carta que le mandaba era con una gran ilusión, y en la segunda carta que envió decidió poner un perfume sutil, si era inteligente él sabría que era una mujer quien mandaba todas aquellas frases sobre el tiempo.
Algunas veces lo observaba en algún rincón del hotel, lo veía dar órdenes y si no le parecían como estaban las cosas él mismo las hacía. Eso le hizo aún más fijarse en él, no solo era un rico orgulloso tenía la humildad suficiente para hacer cosas que no eran su trabajo. Tiempo es lo que hubiese querido para conocer más al hombre hacia el que se encaminaba con la melodía que tocaba Terry en un piano que se encontraba en la pequeña capilla. Lo miro a lo lejos ahí parado tan perfecto y bien vestido con un traje escoces. La noche anterior había estado apunto de huir sin que nadie la viera, pero su amiga Candy, que había ido a su casa para ayudarla a arreglarse al igual que Dorothy.
Candy tenía insomnio al saberse tan cerca de Terry Grandchester, le había confesado Albert, que el joven asistiria a la boda, en su cama daba vueltas sin poder dormir
"creo que estoy más nerviosa que la novia, debo calmarme” se paró y fue a la cocina a prepararse un té para tratar de conciliar el sueño, en esos instantes escuchó un ruido —¡Oh Dios mío un fantasma! ¡no por favor! —masculló. Y en esos instantes escuchó a Blair decir: —Estúpida maleta te tienes que descomponer ahora. La chica metía sus pertenencias en la valija a toda prisa tratando de no ser descubierta.
—¿A dónde vas con esa maleta? —preguntó Candy, haciéndola pegar un grito.
—¡Candy! yo… este..
—No te preocupes, yo he huido alguna vez en mi vida así, en la noche tratando de no ser descubierta, pero ven tomemos un té y charlemos un poco si después de hablar decides irte yo misma te ayudare.
—Está bien, aceptó —Blair, respondió con su cara sonrojada de la pena por ser descubierta.
—Por lo que me has contado, desde que conociste a mi primo sentiste algo muy especial por él y los sentimientos son correspondidos. Se que tienes el orgullo herido como mujer por la decisión que se tomó sin consultarte pero piensalo bien, fue capaz de dar toda su fortuna por ti, la que le heredó su padre.
—Pero no quiero que sacrifique todo por mi.
—No es un sacrificio, es un acto de amor, cuando amas eres capaz de hacer cualquier cosa por esa persona, él tiene otra parte de herencia que le dejó la tía abuela y todo lo que ha hecho en el consorcio con mi tío es su propia fortuna.
Además tu misma me dijiste que en un sueño tu madre te dijo que el tiempo te traería el amor, y el reloj que eligió el es el de tus sueños, yo pienso que no hay casualidades tu madre donde este te ha unido a él.
—No lo había pensado de esa manera.
—Se que seras feliz al lado de Neil, él ha cambiado mucho.
—¿Cambiado? —Si el de niño era muy diferente, cuando su padre murió su vida cambió al darse cuenta que la que creyó su madre no lo fue, entendió porque siempre lo trató con indiferencia y la predilección que tenía por su hermana. Estoy de acuerdo que pudieron ser las cosas diferentes más románticas quizás, pero si él no hubiera actuado así, tal vez ahora serias la señora Campbell, te ibas a sacrificar por tu padre.
—Tienes razón no había visto las cosas de esta manera.
—Anda tomate este té, debes descansar mañana debes ser una hermosa novia.
Candy la había hecho ver de diferente manera las cosas.
La mañana transcurrió entre risas cómplices de Blair, Candy y Dorothy, arreglando a la futura señora de Lagan.
*
*
*
—¿Quién entrega a esta novia? —preguntó el obispo. —Yo —declaró su padre subiendo el tul del velo del rostro de su hija y entregando su mano a Neil Lagan.
Neil se tranquilizó al verla esbozar una pequeña sonrisa. Ella respiró hondo. La ceremonia fue corta pero a su vez muy linda.
Mientras el obispo hablaba sobre el significado del amor en el servicio las miradas de varios se cruzaron.
Terry y Candy se miraron por unos segundos, ella no pudo soportar su mirada y la desvió, él esbozó una sonrisa de lado. Albert tomó de la mano a Dorothy, y ella lo permitió sonriendo, era algo que anhelaba desde hace mucho tiempo.
—Los declaro marido y mujer ante ustedes les presento al señor y señora Lagan Arnold.
Todos aplaudieron, Neil no quiso incomodar a Blair y besó su frente. Ella sintió sus cálidos labios haciéndola sonrojar. La recepción había sido en los jardines de la villa Ardlay.
—Sé que es algo muy sencillo, pero espero que todo sea de tu agrado Blair — le susurro Neil al oído.
—Todo es perfecto —Me alegra escucharlo.
Había llegado la hora de partir, no viajarian lejos pues en unos días será el memorial de la tía abuela. Terry Granchester les ofreció su villa unos días como lugar para pasar su luna de miel. Para Neil fue una sorpresa que él lo ofreciera pero después entendió que también era plan con maña, sería la manera perfecta de pasar esos días en la villa Ardlay muy cerca de Candy.
Antes de subir al auto Blair lanzó el ramo cayendo a las manos de Dorothy, Albert la miró y sonrió.
Durante el corto camino ninguno mencionó nada en el carro, al llegar a la villa Granchester sirvientes los recibieron y los llevaron a su habitación. Terry había dejado instrucciones de que se les atendiera en lo que necesitaban y los dejaran solos para no importunar a la pareja en su luna de miel.
Al llegar a la habitación que les había sido preparada Blair no pudo evitar decir: —¡Los dos dormiremos en la misma habitación! —preguntó tragando saliva, sintió nervios que fueron muy evidentes hacia Neil. Él lo interpretó de una manera diferente que hizo que se le encogiera el corazón, lo cual le disgustó mucho.
—Cambiate —mencionó secamente, te espero en la biblioteca.
—Si está bien —respondió temerosa se había dado cuenta del disgusto inmediato de Neil.
Mientras tanto Neil en la gran biblioteca de Los Granchester, se acercó a la colección de libros que había elogiado días atrás con Terry presente. Tomó el libro con pasta de cuero con mucho cuidado, era la novela de Romeo y Julieta un clásico y se sorprendió al abrirlo. Un sobre cayo de este, lo levantó y observó que era una carta dirigida a Candy, suposo que era una carta que no se había animado a enviar Terry Grandchester, por lo que pudo observar tenía fecha y sello del correo de más de año y medio atrás. “Seguramente el se arrepintio y la recuperó” pensó mientras la tomaba y la depositaba en el bolso derecho de su pantalón. —Esta carta la debe tener su dueña y yo me encargare de eso —sonrió ante su plan. Y en el bolso izquierdo de su pantalón sacó un anillo de oro con diamantes y una esmeralda.
El había dicho que la boda sería en dos semanas porque quería a su asistente Jonas presente. Mandó un telegrama diciéndole que se casaba y necesitaba lo que su padre le había dejado en una caja fuerte, le dio todas las instrucciones y el joven Jonas le había traído el anillo y aretes que le dejara su padre junto con una segunda carta.
“Querido hijo si estas en este lugar es porque has leído mi primera carta y este es un regalo para ti y la que fuese tu esposa en un futuro. Eran las joyas de tu verdadera madre, toda mi vida las he atesorado y descuide la joya más hermosa que me dio, que eres tú. Úsalas para la mujer a la que ames.”
Después de unos minutos llegó Blair y entró a la biblioteca lo miro de espaldas observando un gran cuadro donde se encontraban dos hombres y una mujer. Lo miro con detenimiento era mucho más alto que ella, de hombros anchos y su cabello castaño rojizo era algo que le llamaba mucho la atención, algunas veces se había imaginado pasando sus dedos por él, en esos instantes él la escucho entrando y se volvió a mirarla.
—Nos divorciamos al cabo de dos años —soltó como cubeta de agua fría en su rostro.
—¡Qué has dicho! —Se sintió muy desconcertada ante su declaración.
—Esto ha sido una equivocación lo vi en tu rostro hace unos momentos cuando vi el horror en tu mirada, no pensé que yo te disgustara tanto. Tal vez en otras circunstancias las cosas hubieran sido muy diferentes, por un momento pensé que sentías algo por mi, todas tus cartas significaron tanto para mi, cada una de ellas llegaba en el momento preciso a mi vida. No quería que te casaras con Edwin Campbell a la fuerza y tal vez yo en mi estupidez hice lo mismo, pensé en mis deseos y necesidades; no pensé que tus deseos o lo que tú querías. Solo quería salvarte de ese estupido.
—Necesito estar sola unos minutos —fue lo que atino a decir ella. Lo necesitaba con urgencia había permitido que sus emociones la dominaran.
—Te daré el tiempo que necesites, saldré a caminar un rato.
Ella se dejó caer en el sillón de cuero, entre miles de pensamientos que alguna vez tuvo de cómo sería el día que se casará, jamás se imaginó que sería así. Observó una mesita con botellas de cristal cortado. —Nunca he tomado pero creo que este es el día en que necesito una de esas cosas —mencionó en voz alta y se dirigió a las licoreras.
Después de varios tragos observó una pequeña cajita de terciopelo verde sobre una mesita; se acercó a ella y la abrió era un hermoso anillo de esmeralda, —será para mí se preguntó —mm…. no creo arrastraba sus palabras—. Seguramente esto es para Candy, ella está aquí en Escocia debe ser un regalo de Terry para ella, se le debió olvidar guardarlo. ¡Que hermoso es!
Cerró la cajita y la dejó de donde la había tomado, se encaminó al sillón y se dejó caer nuevamente, solo que calculo mal y azotó en el piso —¡Auch! si que dolió —después rió a carcajadas ella sola por unos minutos y más tarde acostada en el piso se puso a llorar.
Empezaba a cerrar sus ojos cuando de repente el sonido de la puerta la sobresaltó, se incorporó de golpe y lo miró, sus ojos se abrieron desorbitadamente al verlo. La mirada de Neil no era dura más bien era de preocupación al encontrarla en el piso sentada. Ella estaba toda ruborizada y sus labios esbozaron una sonrisa. El se la devolvió apenas curvando los suyos.
Neil sospechó que estaba ebria, lo supuso al ver el vaso en una mesita al lado del sillón.
Ella lo miraba fijamente con sus preciosos ojos marrones y su recogido de cabello todo despeinado de haber estado acostada en el piso.
—Deberías tener cuidado con el alcohol, señorita —le dijo mientras tomaba el vaso de cristal y lo olía. No había estado equivocado, ella había estado bebiendo en lo que él había salido a caminar y añadió—: Dime crees que está bien hacer esto, al menos lo hubiéramos hecho juntos —aguanto una risita por unos instantes pensó al ver que sus inmensos ojos empezaban a llenarse de lágrimas.
El se acercó a ella y la ayudó a incorporarse. La cercanía de él la ponía muy nerviosa aunque más que nervios era una sensación en el estómago que nunca antes había experimentado. Lo miró de cerca y observó que tenía unos labios seductores y unos hermosos ojos color ámbar que contrastaba con su piel cetrina. Observó que su cabello estaba alborotado seguramente por el viento a la hora de su caminata.
—Déjame pasar —mencionó ella.
—No subirás así, puedes caer por las escaleras voy a llevarte a tu habitación.
—¡Mi habitación! que acaso no es de los dos —se atrevió a decir.
—Deja de discutir anda vamos —la levantó en brazos y ella recostó su rostro en su pecho, se sentía tan protegida juraría que podía escuchar el latido de su corazón.
Pero en un instante se sintió como si alguien o algo le susurra al oído “No te confíes las apariencias engañan” y recordó sus palabras “nos separaremos”
Al llegar a la habitación él la depositó en la cama y en esos instantes ella lo aprisiono con sus brazos al cuello, su cercanía la aturdía. Se acercó a su mentón y prosiguió hasta sus labios. En esos instantes Neil pudo sentir que sus labios eran como una fruta dulce y madura, él sería capaz de comerla a besos; pero su cordura pudo más y se volteo. Besarla sería aprovecharse de su estado y después ella seguramente se lo reprocharía. Si de verdad pensaba en separarse de ella en dos años solo debían ser amigos y nada más.
—Trata de dormir — le dijo él acomodándola nuevamente en la cama. Tomó una cobija y una almohada y se dirigió a otra habitación. —seguramente en esta villa debe haber otra habitación con cama y si no dormiré en el sofá en el cuarto de la chimenea, debía alejarse de ella pues para él tenerla tan cerca era una tentación.
A la mañana siguiente ella se despertó con un fuerte dolor de cabeza, tenía la boca seca se dirigió al baño y lavó su rostro regresó a la habitación y cayó en cuenta que Neil no estaba.
Se alistó y salió a buscarlo, poco a poco empezó a recordar lo que había pasado —¡Por Dios! —gritó al recordar que fue ella la que se abalanzó sobre él y lo besó.
Llegó al comedor pensando que tal vez estaría ahí, pero no fue así. —Le sirvo su desayuno señorita —preguntó la mucama.
—No, no estoy bien, de casualidad ha visto a mi esposo
—Aquí estoy querida —declaró Neil entrando al comedor.
Ella hubiese querido que el piso se abriera y la tragara, se sentía tan apenada por lo sucedido. Él le dio un vaso con un remedio y le mencionó al oído —tómalo te sentirás mucho mejor, es para la resaca.
—A mi si tráigame el desayuno muero de hambre —declaró Neil.
—Creo que tomaré esto e iré a recostarme un poco, siento que la cabeza me va a estallar.
—Está bien, después de desayunar subiré y tomaré mi maleta para irme a otra habitación.
—¡No! no lo hagas, tú dijiste que debemos guardar las apariencias, no te vayas de la habitación, puedes dormir en el piso o el sofá.
—Esta bien si eso es lo que quieres, así lo haremos.
Ella se recostó y cerró los ojos sin dormir. Lo escuchó entrar a la alcoba, él al pensar que estaba dormida se quitó la camisa y de reojo ella lo vio. “Oh por Dios, esto será más difícil de lo que pienso” se dijo así misma.
Mientras él se estaba bañando recordó el anillo que vio en la biblioteca, era realmente bello.
Se puso de pie y se dirigió hacia el ventanal de la habitación. Cerró los ojos y lo imagino duchandose sacudió la cabeza ante ese pensamiento era mejor que saliera de ese lugar.
Miro el saco de Neil en el piso, lo levantó, abrió su maleta para acomodarlo y se dio cuenta que había un estuche de terciopelo verde como el que había visto la noche anterior leyó la pequeña nota al lado le sobre. —¡No puede ser verdad! —acomodo todo en su lugar y salió corriendo hacia la biblioteca, entró agitada buscando la cajita de terciopelo, el anillo ya no estaba seguramente Neil ya lo había tomado.
Miro el cuadro nuevamente y se dio cuenta de la similitud de los aretes que acaba de ver y del anillo en la mano de la mujer en medio de los dos hombres.
Ella había dado por sentado que era una joya de la familia Granchester cuando por minutos desde el piso recostada vio el parecido de las joyas que portaba la mujer de la pintura y el anillo de la pequeña cajita.
Continuara...
Última edición por Saadesa el Miér Abr 24, 2024 1:41 am, editado 3 veces
