CAMINO DE ESPINAS
Capitulo cinco.
Laceraciones.Los paseos en motocicleta de Candy y Terry se hicieron más frecuentes. La rubia cuando veía que se abrían las puertas del elevador solo esperaba a ver quién salía por ellas, si era Albert Candy tomaba el casco, lo saludaba cordialmente y pasaba de largo. El rubio no puede evitar poner los ojos en blanco porque es tan obvio que Candy solo espera a que llegue ese momento. La rubia se montaba en el ascensor y esperaba impaciente a que llegara hasta el sótano donde se encuentra el estacionamiento. Cuando las puertas se abren lo primero que ve es a Terry recargado en su moto esperándola; ella ni tarde ni perezosa se coloca su casco, lo sujeta bien y suben los dos a la máquina, Terry la hace rugir en repetidas ocasiones girando el acelerador con su mano. Los paseos cada vez se hacen más extensos y los chicos los disfrutan al máximo.
Mientras ellos salen de paseo, Albert entra en la habitación que tienen destinado para realizar su trabajo, comienza a examinar la memoria que les dio Wolton esa misma noche. Las carpetas están ordenadas por números, entonces comienza a abrir una por una y queda verdaderamente horrorizado y asqueado, las imágenes que muestra son de niñas de escasos dos o tres años de edad totalmente desnudas y maquilladas como si fueran mujeres mayores. Las poses de las menores son toscas y desagradables para una persona normal, pero para un pederasta o un pedófilo son exquisitas y de buen gusto ya que les llena el ojo para llevar acabo sus perversiones más bajas y satisfacer sus bajos instintos. Prosigue revisando las demás carpetas y se da cuenta que están numeradas según la edad de las mujeres. Llega hasta la edad más alta que es entre veinticuatro y treinta años, su mano tiembla un poco, pero le da clic al ratón y se abre la carpeta mostrando los rostros de todas las chicas. Albert busca entre todas ellas un rostro conocido, pero no lo encuentra; no sabe si sentirse contento o contrariado porque ella no está entre todas esas mujeres. No puede evitar soltar un montón de improperios y malas palabras hacia el malnacido de Wolton.
Por el momento se siente aliviado de que Susana no sea víctima de este horrendo hombre que según él y Terry es el primer eslabón de una organización que se dedica al secuestro y la trata de blancas.
Albert sale de la habitación y va directamente a la barra y toma un poco de wiski en un vaso y dirige sus pasos a la terraza, ahí se encuentra Terry sentado en una tumbona con una cerveza en sus manos y con la mirada perdida en las luces que alumbran la oscuridad.
—¿Qué pasa? Le dice de repente Terry.
—Acabo de terminar de revisar la usb.
—¿Y qué encontraste?
—Pura mierda. A veces no sé como es que llegamos a todo esto. —El castaño frunce el ceño y no sabe cómo interpretar las palabras de su amigo, ya que está seguro que no encontró referente a Susana, —No me mires de esa manera, esto se ha convertido en una bola de nieve que crece cada vez más, suspira contrariado.
El rubio observa a Terry mientras se pone de pie y se aproxima hasta donde se encuentro, le coloca la palma de su mano en el hombro.
—Cuando comenzamos este camino sabíamos que iba a estar plagado de un montón de espinas y también sabíamos que muchas veces estas se nos enterrarían en la carne y en el alma y nos lastimarían hasta el tuétano. Por eso en repetidas ocasiones te hable de prepararnos psicológicamente para que lo que tuviéramos que vivir no nos afectara demasiado.
Albert sacude la cabeza y se ríe amargamente —Amigo, yo ya estoy tan jodido que casi llego a la locura.
—Debes mantenerte fuerte y estable porque sabe dios que más nos encontremos.
En ese instante suena el celular de Terry, en la pantalla aparece un número que el dispositivo marca como desconocido, los jóvenes saben de quien se trata, el castaño contesta con voz es seria.
—¿Qué ahí Wolton?
—Necesito que vengas.
—Solo yo o también quieres que vaya Albert.
—Te necesito solo a ti por ahora.
—Voy en camino. —Terry dio clic en colgar y miro a Albert. La confusión se apodero de los dos.
—¿Qué quedra ese bastardo a estas horas?
—No lo sé. Es algo bastante raro. —Terry analiza los hechos por unos segundos. —Solo hace un par de horas que estuvimos con él.
—Lleva contigo la nueve milímetros.
—Ir armado no es buena idea Albert, bien sabes que sus perros tienen buen olfato.
—Entonces voy contigo y te espero afuera.
—No es buena idea, mejor quédate aquí con Candy y cuídala, —Albert tiene un mal presentimiento y Terry también lo siente entonces le dice contundente.
—Si me pasa algo, ya sabes que hacer.
—Si amigo, no te preocupes. Te estaré esperando.
El castaño toma su cazadora de cuero, se la coloca a toda prisa y se introduce en el ascensor, marca la clave para que lo lleve hasta el sótano donde se encuentra su motocicleta, cuando llega de inmediato se sube y la enciende. Entonces se dirige hacia afuera y ve como comienzan a estrellarse unas finas gotas de lluvia en el pavimento y no puede evitar pensar en Candy.
Toma hacia la izquierda y avanza con cuidado sobre las avenidas de la gran manzana por unos treinta minutos hasta llegar a una zona donde se encuentran varias bodegas que tienen anuncios de procesadoras de alimentos, pero eso solo es una fachada.
Terry Espera unos cuantos minutos en la calle cerca de la entrada a un garaje, observa de reojo las cámaras que están por doquier y entonces se abre la puerta del lugar, conduce atreves de la rampa de entrada que da a una curva hasta llegar al extremo donde siempre deja su vehículo. Da el último acelerón a la máquina y la apaga, deja las llaves puestas en el switch de encendido mientras tanto un hombre corpulento que se dedica a la seguridad del club se acerca a él y le indicaciones.
—El jefe te está esperando, entra. —Terry no le contesto solo continuo con su andar, ya se sabía el camino. A lo largo del estacionamiento podía apreciar un sin número de automóviles último modelo y de las marcas más ostentosas del mercado. Sabía de antemano que la fiesta dentro del club esta pesada y con eso se refiere a todo de todo. Cuando se adentró al lujoso salón el olor a hierba se coló por sus fosas nasales, una mujer desnuda con una bandeja en las manos se acercó al castaño.
—Hola Terry, —¿quieres un trajo?
—Ah, no gracias, Dominic. Estoy bien —El castaño le sonríe a la chica. Ella es una de tantas mujeres que supuestamente trabajan para Wolton. Desde que se adentraron en este mundo de perversión los jóvenes han visto un montón de situaciones donde ellos no pueden hacer mucho, solo seguir adelante con lo que tiene planeado.
Uno de los gorilas de seguridad se le acerco a Terry, —Ve de una vez a la oficina del jefe y deja de perder el tiempo. O traes cash para un servicio, te puedo conse…
—No, gracias no me interesa. —Le contesta tajante. Continua con su camino hasta llegar a la puerta del despacho, toca la puerta, solo para hacerle saber que va a entrar. Terry de ninguna manera quiere importunarlo si se encuentra con alguna chica en su regazo.
Wolton se encuentra detrás de su escritorio, tiene puestos sus anteojos que usa para leer y en sus manos un montón de papeles. Terry piensa que tal vez sea una charla muy larga, porque cuando este hombre habla de dinero, el tema es interminable.
Ya habían pasado un poco más de un par de horas desde que Terry se había marchado, Albert seguía en la terraza observando el amanecer. Era una de las cosas que más le gustaba, apreciar a la naturaleza en todo su esplendor y las apreciaba más si el clima se comporta tan amigable como en esos momentos ya que la lluvia se había detenido hace un buen rato.
Escucha como las puertas corredizas se abren entonces aparece Candy, avanza varios pasos hasta llegar a la barandilla, queda de espaldas a Albert, la chica también disfruta de la magnífica postal que les regala el comienzo de un nuevo día. “La gran ciudad desde ese lugar se ve espectacular” piensa la rubia. La chica viste su pijama de mangas cortas y un short flojo que Terry le regalo, lleva su cabello totalmente recogido y atado en un rodete alto en su cabeza.
—¿Cuando llegara Terry? —le pregunto la rubia con voz acongojada.
El rubio mira su reloj de pulsera —Ya no debe tardar. —Suspira y se pone de pie, se aproxima a ella. No puede evitar mirarla de arriba abajo, sus ojos se posan detrás de su cuello y el desconcierto se apodera de él.
La toma bruscamente de la muñeca de su mano haciéndola girar. El rubio la encara, los ojos de Albert despiden fuego y Candy no sabe lo que le pasa.
—¿Qué te pasa? ¡me lastimas Albert!
—¿De dónde salió eso? —Le toquetea fuertemente con los dedos en su cuello para que ella sepa de qué habla. No cesa de apretar la muñeca de su mano
—Te dijo que me duele ¡SUELTAME! —Candy trata de zafarse de su agarre sus ojos comienza a anegarse de agua.
—¡No! hasta que obtenga una respuesta.
—¡Por favor Albert, no me lastimes, por favor! —Candy estaba totalmente horrorizada.
Continuará….
Espero que la lectura haya sido de tu agrado.
Gracias por acompañarme en esta gran aventura.