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Hola mis bellas niñas, estamos cerca del final y espero que la administración nos ayude con un par de días más para presentar nuestros trabajos terminados. De no ser así...
Bueno, estamos en la recta final, espero me sigan
Bueno, estamos en la recta final, espero me sigan
¿A QUÉ JUEGAS, CANDY?
CAPÍTULO CINCO ME TOCÓ PERDER
El galeno de anteojos, cabello gris y contextura robusta examinaba detenidamente la golpeada humanidad del joven castaño. Su especialidad era la cardiología, pero había escuchado tan angustiada a la señorita White por su celular que no lo pensó dos veces y salió en su ayuda.
El joven estaba realmente lastimado, pero para su buena suerte aparentemente no tenía ningún golpe severo en sus órganos vitales. Salvo por la lesión en sus costillas que ameritaba reposo absoluto, el resto de los moretones irían desapareciendo con el pasar de las semanas; no obstante era necesario más exámenes.
Candice estaba bastante nerviosa con la situación, el agente de Terence, el señor Robert Hathaway, había llegado hace unos momentos y la expresión de su cara no era para nada agradable. La joven no era tonta, a simple vista se notaba que la recuperación de Terence tomaría más de un mes y el rodaje de su película estaba ya en puertas. Tratando de sonar positiva comenzó a llenar de simples preguntas al doctor.
—¿Y doctor? ¿Cómo lo ve? ¿No se vé tan mal? ¿O sí?
—Bueno, por el momento dejemos descansar al joven. Acompáñeme al corredor para platicar con calma.
Tanto Candice como Robert se miraron a la cara con bastante angustia. Por un momento pensaron que algo no estaba bien con Terence y eso los puso nerviosos.
—Bueno, verán, a decir verdad está bastante lastimado, seguramente tiene alguna fisura en sus costillas, la nariz está rota y su mandíbula está algo desencajada, pero por suerte, la fuerte contextura del joven le ha permitido sobrellevar bien semejante pelea y aparentemente no tiene comprometido ningún ´órgano vital.
Candice, usted sabe que mi especialidad es la cardiología y sobre eso te puedo asegurar que su corazón bombea como el de un toro de lidia. Con el vendaje que le he colocado y el calmante que le inyecté podrá descansar hasta que venga un especialista y lo traslade a una clínica para los exámenes de rigor.
Robert Hathaway abrió sus ojos en clara señal de alerta. Su mano peinó su cabellera castaña de forma inquietante como si ese acto le ayudara a buscar una solución a semejante problema que estaba por caerle encima.
—Doctor, mi pupilo no puede salir de este departamento, eso es impensable. Si la prensa se llega a enterar de este incidente, se lo comeran vivo ¿Existe alguna forma en que esos exámenes sean realizados de manera ambulatoria?
—Señor Hathaway, le recomendaré un excelente doctor cuya clínica privada le servirá para sus propósitos. Mire, aquí le dejo su nombre y teléfono. Él y su hija manejan muy bien este asunto de la discrecionalidad, además de ser excelentes profesionales.
—¿¡Es que no me entiende!? ¡Terry no puede salir de este apartamento! Eso sería firmar su sentencia de muerte en el mundo del espectáculo y nuestros contratos se irían al carajo
La rubia intervino con suavidad para tratar de calmar los ánimos en el ofuscado profesional.
—¡Cálmese, señor Hathaway! Por favor, tratemos de encontrar una solución a todo esto. Lo principal es que Terry debe hacerse los chequeos médicos. Bajo ningún concepto él puede empezar a rodar una película de acción con todo su cuerpo magullado.
El galeno acomodó sus lentes y con la seriedad que lo caracterizaba, acotó.
—Será mejor que escuche a la señorita White, pues ella tiene toda la razón. La estructura muscular del joven es perfecta, pero está estropeada y para empezar un trabajo tan exigente como el que él realiza, debe estar su organismo al 100% y totalmente chequeado. ¿No querrá que él sufra una descompensación en medio del set? ¿verdad?
—¡Carajo! —masculló el inconforme
—Tómelo con calma, señor Hathaway; además, la señorita White se ha ofrecido a ser la enfermera del joven a tiempo completo. Confíe en sus habilidades, aunque es una excelente arquitecta, tiene un don innato para la enfermería. Gracias a sus extremos cuidados es que su padre, el señor Jeremías White, sigue vivo y dando lata. Bueno, me retiro, y por favor señor Hathaway, no eche en saco roto mis recomendaciones.
—¡Gracias por venir tan rápido, Dr. Lenar!
—Tranquila, niña. Sabes que yo los estimo bastante.
Robert estaba bastante ofuscado con la situación. Sabía del carácter huraño y distante de Terence, pero jamás imaginó que se iría a los golpes con un magnate multimillonario. No sabía bien el motivo de la pelea, pero que una hermosa mujer estuviera al pendiente de todo le hizo suponer que todo se trataba de un lío de faldas.
Caminaba de un lado a otro tratando de encontrar una salida salomónica a todo, pero simplemente estaba cerrado. Cuando Candice trató de hablarle, éste reaccionó de muy mala manera.
—Señor Hathaway, por favor, tratemos de tranquilizarnos. Lo primero es llamar al otro doctor que nos ha recomendado el doctor Lenar.
—¡Es que usted no entiende! Si los periodistas se llegan a enterar de la tamaña estupidez que él hizo con ese magnate, ¡su carrera se va al caño! Tenemos contratos firmados para la realización de sagas completas, pero parece que nada de eso le importó a este idiota.
—¿No le parece que está siendo demasiado cruel con Terry?
—¡Cállese! usted no sabe lo que dice. ¡Estoy casi seguro que usted es la causante de todo este desastre!
Parado en el quicio de la puerta, Terence había escuchado la forma tan grosera en la que su agente le había hablado a la muchacha.
—¡Basta, Robert! ¡No te permito que le hables así a Candice! Fui yo quien decidió meterse en ese rollo personal con Ardlay. Ella no tiene nada que ver en esto, así que te pido que moderes tu forma de hablarle a mi novia
Si Robert estaba alterado con todo ese problema de los golpes, la reciente información lo dejó de piedra. Cuando se enteró del pleito de su pupilo, lo primero que hizo fue averiguar el nombre del millonario con quien se había peleado. El apellido Ardlay brilló en su portátil y la rubia salió a relucir como la novia formal del magnate.
—¿¡Ella es tu novia!? ¡justo ella! Y dime, gran tonto ¿Cómo le dirás a la prensa que tu novia es también la novia del millonario con el cual te fuiste a los golpes?
—¡Es mi vida privada y no tengo porqué ventilarla a los cuatro vientos!
—¡Santo dios, Terry! ¿Acaso te batieron el cerebro en esa pelea? Tú eres el próximo James Bond, de tí se hablará por mucho tiempo porque te eligieron sobre Henry Cavill, así que tu vida ya no es tan privada como crees. Todos querrán saber quien conquistó el corazón del “agente 007” y tú no puedes salir con un chorro de babas a decir que no se metan en tu vida.
—Pues si mis fans de verdad aprecian mi talento, tendrán que entender que mi trabajo, siempre será para ellos, pero en mi vida personal solo importa Candy que es la mujer que amo y sobre eso no hay discusión.
Candice se sentía tremendamente mal ante semejante problema. Ahora no solo tenía encima los inconvenientes con William y el préstamo a la constructora, sino que el daño colateral hacia Terence era realmente serio. Había tomado la decisión de quedarse a lado del amor de su vida, pero al parecer eso no le haría para nada bien a su carrera actoral que estaba avanzando con total esplendor.
Con un tono más conciliador, obligó al castaño a regresar a la cama para que continuara con su reposo.
—Terry, por favor, regresa a la cama. Debes descansar hasta que venga el especialista. Ya lo ubiqué y en una hora estará aquí, así que debe encontrarte recostado cumpliendo la orden del Dr. Lenar.
—Está bien, haré caso a mi linda enfermera personal. ¿Me acompañas, Pecosa?
—Desde luego.
Una vez que el efecto de los calmantes hicieron su magia sobre la pobre humanidad del muchacho, Candice quiso entablar una conversación más tranquila con Robert. Le pidió que la acompañara a la sala de su departamento y explicó su posición.
—Señor Hathaway, sé que mi presencia en la vida de Terry le incomoda, pero le puedo asegurar que yo no me interpondré en su carrera. Mi relación sentimental con William Ardlay está llegando a su fin. No seré un escándalo para ustedes, incluso puedo mantenerme entre las sombras si gusta, pero no me pida separarme de él porque no lo haré, no lo dejaré.
[suspiro] —Señorta White, discúlpeme si fuí grosero con usted, pero yo estimo demasiado a Terry y esta situación me sobrepasó. Cuando su carrera empezó fue muy difícil que el fantasma de una madre alcohólica no lo enterrara en vida y por eso siempre lo he cuidado de los escándalos. Él nació para ser actor y no sería justo que todo su esfuerzo se vea opacado por un escándalo sensacionalista.
Él ha batallado muy duro para llegar a donde está, y si hay algo que admire de él es su determinación.
Créame que de nada serviría exigirle a usted o a él que se mantengan alejados. Lo conozco demasiado bien como para entender la resolución en su mirada. Si usted ha decidido estar a su lado, él no se alejará, porque en realidad está enamorado.
La chica sonrió de oreja a oreja. En un principio pensó que Hathaway sería una pared de concreto en la relación entre ellos, pero el hombre estaba realmente preocupado por Terry y su cariño hacia él era honesto. Bastante más calmado, él le habló de forma conciliadora..
—Solo le pido que sean prudentes en el tiempo que él tenga que quedarse aquí en su apartamento. Yo me las arreglaré con un doble de escena para distraer a los reporteros mientras Terry se recupera de esos moretones.
—¿Un doble?
—Así es, señorita. Existen escenas donde se usan dobles para la cámara, aunque me será un tanto difícil con Terry, pues prácticamente él hace todas las escenas de riesgo, pero si tenemos un sustituto para cuando no desea que lo aborden a la salida de los hoteles. En fin, yo me encargo de los reporteros entrometidos. Por lo pronto le dejo en sus manos la salud del cabezotas de Terry, confío en que usted sabrá cuidar muy bien de él. Aquí le dejo mi tarjeta platinum, por favor cargue a ella todos los gastos médicos sin restricciones.
—Gracias, señor Hathaway
—Llámeme Robert y yo la llamaré Candy, ¿le parece?
—Okey, Robert.
Después de la conversación que mantuvo con Hathaway, una aparente calma regresó al corazón de la rubia; sin embargo, aún estaba el hecho de que tenía pendiente la conversación con William y tarde que temprano tendría que hacerle frente a ello.
A la mañana siguiente, la rubia respiró algo aliviada cuando el doctor le manifestó que las heridas corporales del castaño no eran tan graves, sí eran de consideración, pero no habían malogrado sus órganos vitales; no obstante uno de los golpes en su cabeza sí había afectado la visión del ojo izquierdo, por lo cual debía ser revisado de forma meticulosa durante la semana en curso. Sus costillas estaban muy lastimadas, pero con el reposo correspondiente, sanarían de forma adecuada.
—Te das cuenta que te preocupaste sin razón aparente, ¡Pecosa entrometida!
—¡Ash, Terry! Tienes el ojo izquierdo tan inflamado que ya pareces uno de esos boxeadores después de haber terminado una pelea en el ring.
[Carcajada] —¿Acaso piensas que soy Rocky? ¡Córtame el párpado Adrian! Ja, ja, ja. Te diré la verdad, Pecosa, ésta fue una muy buena pelea para los dos, realmente la necesitábamos.
—¡Ustedes los hombres son unos bárbaros!
—Las culpables son ustedes y las hormonas, cariño.
—¿¡Qué!?
El hombre acarició seductoramente la mano de la muchacha. Un beso sugerente fue a parar a la palma de ella logrando que ligeros temblores la recorrieran de pies a cabeza. La mirada cobalto se fijó de manera profunda en las verdes iris de ella y su voz tranquila se transformó a una sedosa y seductora caricia para sus oídos. ¿Cómo podía este hombre trastocarla de tal manera? —se preguntaba
—¿Sabes? A través de los siglos, los estandartes de guerra se han izado mayormente por conquistar tierras lejanas y por el amor a una mujer, las espadas se alzan al cielo por la victoria, ansiando que el premio mayor sea una dama. Mira a Aquiles, el mejor guerrero de la historia, pero llegó Briseida a su vida y su convicción se fue al carajo. El famosísimo caballo de troya sólo fue importante para ir por ella y eso es lo que justamente me pasa a mí contigo. Todo se va al carajo cuando tú apareces y te vuelves el centro de mis pensamientos. Te quedaste grabada en mi pecho desde aquella vez en el colegio, cuando acariciaste mi rostro y dijiste que cuidarías de mi.
El corazón de Candice golpeteaba de forma alocada ante las palabras del castaño.
La mirada de él le decía cuanto ella significaba en su vida . De pronto, la imagen de aquellos hombres liados en una violenta gresca vino a su mente. ¿Acaso ella era tan digna e importante como para merecer esa confrontación entre dos extraordinarios hombres? ¿Era posible que ella sin desearlo tan siquiera, había jugado con los dos? Tuvo que mover su cabeza de forma brusca para liberar su mente de tantas preguntas.
—Sabes preciosa, a veces los hombres somos un volcán de testosterona buscando por donde ebullir, y en nuestra mente cerrada, los puños se convierten en la única válvula de escape. Pero algo sí te digo, a pesar de que en ésta contienda fui el vencedor, estoy pensando en pedir una nueva disputa.
—¡Hombre terco! ¡Ni se te ocurra! Aún tendremos que regresar a la clínica para más estudios, así que no actuarás como un gorila golpeándose el pecho. ¡Te lo prohíbo! Si es necesario, ¡te amarraré a la cama! No voy a permitir que te vuelvas a lastimar de esta manera.
El castaño sonrió ladinamente, la advertencia de Candice iba muy en serio. A pesar de que las palabras de la muchacha sonaban amenazadoras, a él le encantó la protección que ellas vinculaban. Esa preocupación que la rubia le demostraba lo tenía cautivado.
Suspiró pensando en una gran verdad que muchas veces no se la decía abiertamente por simple machismo. A los hombres les gusta sentirse cuidados y mimados por la mujer que aman. Lo mejor de esa golpiza era ser atendido por las cálidas manos de Candice.
—Pecosa, si sigues regañándome así, te vas a parecer a aquellas monjas fastidiosas del colegio San Pablo. Mejor ven aquí y bésame.
—Terry, tu boca está lastimada.
—¿Acaso crees que eso me importa? Mi mejor medicina es el sabor de tus labios sobre esta boca que solo te desea ¿Sabes algo, Candy? Tú siempre has sido ese remanso de paz en mi atolondrada vida, le diste color a mis días grises. Es poco decir que eres mi cielo, mi luz, que en un beso tuyo siempre encuentro mi paz.
Créeme, todo esto que te he dicho no es nada en comparación a lo que mi alma siente por ti.
Ella se sentó en el borde de la cama y no pudo evitar acariciar sus castañas hebras desordenadas. La mano traviesa del joven no dudó en acariciar su pierna y pegarla hacia su cuerpo. Candice se sentía como malvavisco, cada vez que él le hablaba de esa forma tan única y la miraba con esos cobaltos profundos como el océano, simplemente se desarmaba. Sus delicados dedos acariciaron con cuidado la masculina boca y como si fuera el suave toque de una mariposa , lo besó.
Mientras lo besaba con extrema ternura, los ojos de Candice comenzaron a llorar quedamente. ¿Cómo pudo pensar que podía ser feliz en los brazos de otro hombre? Presa de un dolor agudo, agachó su rostro para que él no la viera llorar, no quería que Terence viera la vergüenza reflejada en su rostro. Como pudo se recostó a su lado y lo abrazó para sentir su calor.
Aunque él no la viera llorar, estaba claro que podía sentir su pena.
—No llores, mi amor. —le dijo mientras acariciaba su cabellera dorada. —El caprichoso destino nos puso en esta ruleta, ninguno quería hacerle daño al otro, al contrario, todo lo que hicimos fue pensando en el bienestar de quien se ama.
—¡Es que yo no me lo perdono, Terry! …Nunca debí darle alas a William. Debí rechazarlo y así nada de esto estuviera ocurriendo.
[suspiro] —No te castigues por eso, Candy, cualquier mujer se fijaría en él. William es un buen hombre, el mejor de los hombres, hasta tu padre lo prefiere. Él es el perfecto filántropo, millonario, guapo y yo solo soy el buscapleitos con ínfulas de galán que lleva a cuestas el fantasma de una madre alcohólica.
La chica se incorporó para verlo directo a la cara. Ella no volvería a permitir que el castaño se vuelva a autocastigarse por decisiones que no estaban a su alcance.
—¿Por qué tienes que castigarte por las decisiones de tu madre? Ella decidió esa vida y tú no pudiste evitarlo, al contrario de lo que piensas, fuiste un hijo maravilloso que la cuidó hasta su final. Nadie tiene porqué reprocharte algo en tu comportamiento. Tú eres único e irrepetible, Terry, y por la pureza de tu alma es que mi corazón te eligió. ¡Mírate! Eres imponente, arrogante, hermosamente viril, de noble corazón, pero lo mejor que tú tienes es ese valor de levantarte de entre las cenizas. Tienes ese coraje de seguir adelante aunque el mundo te dé la espalda. Eres simplemente inolvidable y por eso fue un terrible error pensar en que te podría reemplazar por un amor de consuelo. Cada día de mi vida te volveré a elegir, Terry Granchester por sobre cualquiera, tenlo por seguro.
El hombre quedó mudo ante lo expresado por la chica. Ella había hablado desde el fondo de su corazón y sus palabras habían traspasado su alma como si fuese una flecha de amor. En ese instante el muchacho se dio cuenta que el sentimiento que había nacido entre ellos definitivamente era de esos que se incrustan en el corazón para no salir jamás.
—Ven aquí Candy, acuéstate a mi lado. Hoy solo te necesito a tí.
Ella silente obedeció y se dejó acurrucar por él.
La mirada impertérrita de Jeremías White decía más que mil palabras. Caminaba con paso firme a través del enorme y lujoso vestíbulo. La espigada y correcta figura de Georges Villers, lo recibió.
—Buen día, señor White, ¿En qué podemos ayudarlo?
—Buen día Georges, necesito hablar con William. Por favor, anúnciele de mi visita.
—Lo siento mucho, señor White, pero el señor Ardlay no se encuentra aquí por el momento, está en uno de sus viajes de negocios.
El hombre de grueso bigote blaco frunció su ceño. Si algo detestaba en esta vida eran las mentiras, y mucho más cuando éstas eran tan evidentes que caían en la descripción de ridículas.
—¿Acaso piensas que soy un tonto, Georges? Recuerda que yo estuve en el club y sé perfectamente que a tu jefe le dieron una paliza, así que dudo mucho que esté en un viaje de negocios. De seguro está en reposo, al igual que el otro zángano, así que ve y dile que quiero hablar con él. Necesito aclarar un asunto muy serio y no me moveré de aquí hasta cumplir con mi objetivo.
—Entiéndame, señor White, la orden que tengo del mismísimo señor Ardlay es que no desea ver ni hablar con nadie. Además, es inútil que lo espere aquí, realmente él no está aquí.
—Si William no está aquí, entonces ¿dónde está? Te lo repito, Georges, necesito hablar con él sí o sí. La felicidad de mi pequeña Candy está en juego y no descansaré hasta que todo quede perfectamente claro.
En la discreta habitación de una clínica privada, William Ardlay miraba por la ventana el agradable atardecer. Aunque el paisaje era hermoso, lo que él veía era bastante deprimente. Su mente solo proyectaba escenas de Candice sonriente entre sus brazos.
Para su desgracia, el hombre se había enamorado de una mujer que nunca había dejado de pensar en otro y aquel día de la confronta ella sin decirle nada, se lo dijo todo.
No era un tonto, sería estúpido pelear contra la corriente. Desde el día de la pelea, no había conversado una sola palabra con Candice, ni ella lo había buscado para platicar. Para él era claro que ella estaba junto a Granchester, cuidando de sus heridas como lo había hecho en el pasado.
Sumergido en sus recuerdos, no escuchó la puerta de su habitación abrirse, ni mucho menos los pasos de una mujer que discretamente entró y se paró a su lado. —Hola, William —pronunció la dulce voz.
—¡Candy! ¿Cómo supiste dónde encontrarme?
—Creo que fue... el destino
—¿El destino? ¿Qué quieres decir con eso?
—Estaba en la administración de esta clínica y sin querer vi tu nombre en una de las carpetas de la secretaria. Bueno, me las apañé para averiguar el número de tu habitación y aquí estoy.
—Ya veo ¿Terry está aquí?
—Sí, le están haciendo unos exámenes.
—Caramba…de tantas clínicas privadas que existen en esta ciudad, y tengo que volver a coincidir en un lugar con Granchester.
William regresó su mirada hacia la ventana. La última persona que esperaba ver ahí era a Candice y mucho menos acompañando a Terence como su enfermera particular. De una u otra manera esa verdad le estaba taladrando el corazón. De la forma más distante que pudo, habló.
—¿Qué quieres, Candy?
—Yo...Quiero pedirte disculpas por todo esto. Sé que en gran parte soy culpable de todo este problema. Yo debí ser…ser…
El hombre no dejó que ella terminara la frase. Su rostro transfigurado por el dolor de la mentira se giró para mirarla de frente. Su voz áspera resonó en la habitación para finalizar la frase que ella dudaba en terminar.
—¿Honesta? ¿Sincera? ¿Fiel? ¿Leal? ¿menos falsa? Dime Candy, ¿cuál de todas esas palabras es la que encaja más en tu absurda disculpa.
—William, sé que estás muy molesto conmigo, pero debo decirte que nunca fui falsa. Yo te quiero, y te quiero mucho, pero…
—Pero resulta que no soy el maldito patán, buscapleitos de Granchester quien te tiene toda embelesada y por quien estás totalmente enamorada . ¿no es así?
Candice suspiró profundamente, sus ojos empezaron a cristalizarse ante las duras palabras de él. Era evidente que el resentimiento era el que hablaba por la boca de William. Apretó su bolso tratando de tomar el valor necesario para terminar de sincerarse.
—Así es, tienes toda la razón. Estoy totalmente enamorada de Terry aunque al resto del mundo le parezca una estupidez, yo lo amo a pesar de todo.
William, cuando acepté tu cariño mi intención era seguir mi vida sin Terry y tal vez hubiéramos tenido un agradable matrimonio, pero la realidad es que el fracaso hubiera sido nuestro destino porque mi cariño hacia ti solo es de amigos, de buenos amigos.
William apretó sus puños ante la sinceridad de Candice. Nunca una mujer lo había mandado a la zona del amigo de forma tan directa. De ser el poderoso magnate había pasado a ser un triste perdedor. Tuvo que tragarse su orgullo masculino y fingir una estúpida sonrisa. Tragando seco, habló.
—¿Entonces te irás tras los pasos de Granchester? ¿Abandonarás la constructora de tus padres por ese imbécil?
—Sí, me iré con él —fue la categórica respuesta de la rubia ante la fiera mirada celeste que el rubia le lanzaba.
—Bien. Dicen que el agua hay que dejarla correr, y créeme que yo no te detendré, pero tengo una pregunta. Dime Candy, si estabas tan segura de que lo amabas ¿por qué carajos me hiciste pensar que yo te interesaba cómo hombre? ¿Qué te hizo aceptar mis avances?
La rubia agachó su cabeza. William había dado con el punto neurálgico de su oscura decisión. Mordió sus labios para no llorar y evitar hacer de ese dilema un problema mayor; sin embargo, William no estaba dispuesto a quedarse con esa duda clavada en el pecho. Agarrando fuertemente el brazo de la rubia, de nueva cuenta, la volvió a increpar.
—¡Habla, Candy! ¿Por qué carajos lo hiciste? ¿A qué jugabas, Candy?
—¡Basta! —Resonó una voz desde el umbral de la puerta de la habitación. —Fui yo. Yo la obligué.
La muchacha llevó una de sus manos al rostro y tapó sus labios para ahogar un pequeño grito. William por fin sabría toda la verdad.
Continuará….
Gracias por seguir mis letras
No te pierdas el final 
Última edición por SHALOVA el Lun Abr 29, 2024 11:21 am, editado 1 vez
