Como cada mañana desde hace unos días, le observó garabatear en un viejo cuaderno, él díscolo, contrario a su costumbre no me dejar ver qué es lo que escribe.
Albert, hoy tampoco me vas a compartir que escribes en ese cuadernillo con tanta dedicación? Recuerdas nuestra promesa de compartirnos todo- Trato de chantajearlo, pero no funciona esta treta. Y sólo, me obsequia con ese par de cielos que tiene como mirada.
No, lo olvido Candy, ¡Jamás, olvidaría una promesa así! No te empeñes, no es nada importante, sólo garabatero “cosas”
Dime, ¿Qué tipo de cosas, Albert? Anda, no seas malito, por favoooooooooooor- Insisto con todo mi irresistible encanto y tampoco funciona.
Y entonces, al no funcionar mis métodos de persuasión, me veo obligada a utilizar “otros”. Me lanzo sobre él, tratando de arrebatarle el cuadernillo. Pero es Albert, es más ágil y reacciona con prontitud a mi ataque.
-No te da pena Candy? Te comportas como un parvulito caprichoso- Me reta, mientras guarda en su bolsillo el cuadernillo y se marcha. –Pequeña, me marcho es hora de ir a laborar-
-¿A laborar? ¿Pero cómo? ¡Hoy es su día libre! Albert, me está ocultando algo- Y mi mente, empieza a armar las escasas piezas de un rompecabezas (Y lo digo de verdad, hasta jaqueca me dio de tanto pensar).
-Mmmm qué sospechoso… ¿Qué decía el cuadernillo? ¿Mar? ¡Ahhhhhhhhhh! ¿Acaso Albert, se ha enamorado de alguien? Y por eso no me permite ver lo que escribe, son cartas de amor- Y el sólo pensar que él, pueda estar enamorado me rompe el corazón y tengo ganas de llorar.
El resto del día, lo paso sin ánimo y sin la menor gana de salir a ningún lado, me correo la duda de esa mujer que me ha robado el corazón de mi Albert y mis lágrimas fluyen sin querer.
-¿Mar? ¿Qué puede tener esa Mar, qué no pueda tener yo?- Y me miro al espejo que me da la dolorosa respuesta- ¡Eres una flacucha sin chiste Candice White Andry! ¡Y luego, con esas ridículas coletas, ¿Quién se va a fijar en ti?- Y entonces, vuelven a mí, las últimas palabras antes de marcharse –Candy te compartas como una niña-
Lo oigo subir las escaleras a nuestro pequeño departamento y corro a la cama, no quiero que me vea despierta y finjo que duermo.
-¡Buena noche, pequeña!- Oigo su voz cantarina, es como la de un gorrión que entona su felicidad trinado.
-¿Candy estás durmiendo?- Se acerca y no puedo evitarlo, me hierve “el buche”, estoy celosa y no puedo seguir mi teatro.
-¡No, estaba dormida!- Hasta que usted, señor me despertó- Hecha una furia le enfrento- Es usted un inconsciente señor! ¿Acaso no piensa en los demás?-
-White Andrey, ¿Me quiere decir a qué se debe esa actitud en usted? Además, ¿Por qué me habla de usted y me señorea? ¿Y qué hice para parecerle un inconsciente? Acláramelo, porque no le comprendo señorita White- Fingiendo enojo, pero más bien, divertido.
¿Has llorado, pequeña? ¿Pero por qué? ¿Qué te ha sucedido?- Me cuestiona alarmado y es que olvidé que había llorado toda la tarde.
-Importa el por qué? Si usted, no me quiso compartir lo que escribe en ese cuadernillo, porque habré de explicarle mis “cosas”- En el tono de voz más indignado del que soy capaz.
-Tanto drama por qué no te dejé ver el cuadernillo? ¡Ay, Candy eres una niña!- Me retas con suavidad y vulneras mi actitud defensiva.
-Entiendo, Albert que si no me quisiste compartir tu cuadernillo fue porque es algo muy personal- Casi claudicando, pero me invaden de nuevo los celos y ataco una vez más.
-¿Y seguro la pasó muy contento en compañía se esa Mar? ¿No es así caballero? ¿Por eso, llegó tan tarde a casa?- Le espeto, con los ojos hinchados y rojizos y la cabellera hecha una melena leonesa.
Te levantas y sacas del bolsillo de tu chaqueta, el culpable de este dramático día y me lo extiendes –Ten, lee. Es tuyo-
Titubeo y a la vez, me avergüenzo de mi conducta para con él –Albert, pero ya te dije que entiendo que en ese cuadernillo escribas algo muy personal- La verdad, pese a mi curiosidad nata, temo más el contenido en ese cuaderno infernal.
-Candy, lee. Es algo que escribí para ti. ¿No recuerdas qué día es hoy? Bueno, más bien ¿Qué día fue hoy? No tenía mucha plata, además quise obsequiarte algo muy mío y personal- Me dices con esa dulzura en tu mirada que derrite al témpano más gélido del mundo.
-¿Pa pa para mí? ¿Mi cumpleaños? Entonces, ¿Esa Mar?-
-Lee- Me ordenas y obedezco.
Desdoblo el cuadernillo, y allí con la caligrafía más pulcra y hermosa leo:
Tus ojos verde Mar,
Me tienen hechizado
Y tu sonrisa franca
bálsamo para mi alma….
-¿Un poema?- Abro desmesurada mis ojos perpleja- ¿Un poema de tu autoría Albert? Es que no me esperaba este detalle tan hermoso- Y el llanto empieza a fluir de nuevo en mí, pero esta vez de felicidad.
-¡Vamos pequeña, no llores! ¿Acaso escribo tan mal? Bueno, la verdad es que no sé escribir, ni siquiera estoy seguro que se trate de un poema, pero está escrito con el alma.
Me arrojo a sus brazos llena de felicidad- Y él murmura a mis oídos -¡Feliz cumpleaños mi pequeña Circe! Este Ulises, se declara vencido ante tu encanto!-