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Hola chicas aqui les dejo este pequeño y sencillo minific inspirado en el precioso fanart de mi amiga Oladys
Adoro los días de lluvia, pero mucho más el hecho de que es la excusa perfecta para no regresar a la oficina, así puedo disfrutar de una linda tarde de té de con mi adorada esposa, es increíble lo bien que se siente tenerla entre mis brazos, es como si no necesitara nada mas en el mundo más que sentir su calor muy cerca de mí y verme en sus bellos ojos inquietos y vivaces. Recordé entonces el momento en que fuimos presentados aquella tarde de té en la mansión Andley.
Había sido una temporada difícil, primero me presente abruptamente en el fallido compromiso de Neal con mi protegida Candy ¿Cómo podría permitir que ese rufián se saliera con la suya? No de ninguna manera, mucho menos después de que Candy me viera de la forma en la que lo hizo y como suplico porque no cometiera yo tal injusticia ¿Podría permitirlo?¡Jamás! Si bien era cierto que muchas cosas se hacían a en mi nombre en esa ocasión no lo podría permitir. Fue una sorpresa para todos que el tío abuelo William resultara ser yo, ese vagabundo que había puesto la honra de Candy en entredicho. No fue fácil mantener mi rostro enfadado ante la cara de berrinche de mi querido sobrino, esa no se la esperaba y creo que todos les quedo más que claro que si alguien se atrevía a meterse con ella tendría que enfrentar mi furia, siempre la defendería de quien fuera….Gracias a ella estaba vivo y a salvo.
Creo que ese día provoque un gran alboroto pero eso poco me importaba si Candy estaba libre de aquel absurdo compromiso, nunca la obligaría a atar su vida a alguien que no amaba, no necesitaba hacerlo, era mi protegida y como tal tenia la libertad absoluta de elegir. La tía por poco muere del disgusto pero no le quedo más remedio que darme el lugar que merecía el de Patriarca del Clan. Sabía que nadie se opondría a mis órdenes, aunque ese fue el día que se desato mi suplicio, perdí mi libertad tan amada.
Reuniones y mas reuniones llegaron a mi vida, viajes a diversas partes del mundo, el tiempo parecía correr con tanta lentitud y al final de cada evento social o reunión de trabajo estaba yo…Mas solo que nunca, solo había una persona que me hacia reír con sus cartas y esa era precisamente Candy, a veces pensaba que esa chica alegre e inquieta jamás podría cambiar. Fue una tarde de lluvia mientras me encontraba en San Paulo Brasil que me encontré en mi habitación con un terrible dolor de cabeza, el calor era sofocante y pensé en salir a caminar por las transitadas calles de esa peculiar ciudad, solo podía pensar en Candy, en lo mucho que me gustaría que ella pudiera ver ese lugar, bueno a decir verdad en cada viaje sentía el anhelo de compartir con ella todas esas experiencias nuevas, un paisaje, una calle, todo me hacia imaginar la cara que pondría si pudiera ver todo aquello. Por otra parte estaban los recuerdos de las cartas de mi tía Elroy pidiéndome que me atreviera a conocer chicas, bueno no cualquier chica si no una dama de sociedad con la que pudiera formalizar para formar una familia, pero la cuestión era que no tenía el mínimo interés de comprometer mi soltería.
Yo era feliz así, no necesitaba a ninguna mujer a mi lado que solo complicaría más mi existencia, al menos eso pensaba en esos momentos. El exceso de trabajo me distraía un poco de aquella insistencia de mi tía para que me casara, daba gracias a Dios por haberme dado la excusa perfecta para seguir evadiendo ese punto en el que no quería ni pensar. Solo imaginar a todas esas mujeres desesperadas por conseguir mi atención me daba nauseas, no quería compartir mi vida con una dama que no podría disfrutar de las cosas simples como lo hacía yo.
Cuando regrese a Chicago las cosas fueron más difíciles para mí, no era sencillo tener a mi tía todo el tiempo tras de mis pasos, no perdía ocasión para llevar a chicas en edad casadera a la mansión con el pretexto de tomar el té, una costumbre que en realidad me desagradaba y no entendía, pero bueno me supongo que eso era demasiado importante para ella. Cada vez me era más difícil ocultar mi cara de fastidio al escucharlas hablar “William es un honor ser tu invitada” “William eres tan encantador” Creo que esas mujeres eran unas muy buenas actrices, jamás les mostré el mas mínimo interés y mucho menos las invite a tomar el té, además ¡No me gusta que me digan William! Pero ¿Cómo podrían saberlo? No tenían ni la mas mínima idea de quién era yo, seguramente ( no puedo evitar reír al imaginarlo)seguramente si supieran que mi mascota era una mofeta saldrían corriendo despavoridas, ojala algún día hubiera tenido el valor de llevarla conmigo ¡eso habría sido tan divertido!
Unos meses después de los fallidos intentos de mi tía por conseguirme una novia me fui de viaje, no sin antes pasar a visitar a Candy, ella estaba convirtiéndose en una mujer muy hermosa aunque a mí me seguía pareciendo un marimacho que trepaba arboles más rápido de lo que yo lo hacía, bueno puede ser que la deje ganar en un par de ocasiones, solo espero que nunca lo sepa. El caso es que esa tarde en cuanto me vio llegar salió corriendo como era su costumbre y sentí algo distinto, quizá porque tenía demasiado tiempo sin verla o ¿Seria acaso porque cambio su peinado? No lo sé pero la tome en mis brazos y cerré mis ojos disfrutando su compañía, era como estar nuevamente bajo el cálido techo del Magnolia. Después de saludarnos decidimos caminar hacia la colina, ella no dejaba de hablar sin parar, no sé cómo podía soportarlo, me mantenía callado sonriendo de vez en cuando ente sus ocurrencias, ella siempre seria la misma.
-Bien-dijo poniéndose frente a mí-¿Qué es lo que quieres decirme?
-Candy-suspire al saber que ella me conocía más que nadie-Es mi tía Elroy
-¿Le sucede algo?-pregunto con preocupación
-No-sonreí-Ella solo….solo quiere casarme eso es todo
-¿Casarte?-rio de buena gana-Debería hacerlo tío abuelo William, esta usted ya demasiado viejo para esperar
-No te rías…No sabes lo que han sido estos días-dije molesto-Infinidad de señoritas han desfilado en el salón de te
-Vamos no puede ser tan malo-dijo algo divertida-Albert…tu domaste aquel león ¿recuerdas?
-Creo que mi tía es más temible que eso-reí con ella, no podía enfadarme con Candy nunca aunque quisiera hacerlo
-¿A que le temes?-cuestiono con curiosidad
-No lo sé, solo creo que aun no estoy preparado-respondí
-Algún día conocerás a alguien, la veras a los ojos y te darás cuenta que es la indicada, no podrás evitarlo alguna chica te robara el corazón sin remedio-dijo algo seria y siguió caminando
-Espero que aun falte mucho para ese día-repuse siguiéndola
-Por el momento no te enojes con la tía, creo que solo quiere lo mejor para ti-continuo hablando-Podrás soportarlo
-No quiero perder mi libertad-murmure sintiéndome un tonto
-Albert no seas bobo-dijo sonriendo-mejor regresemos ya casi es la hora del té-bromeo y salió corriendo colina abajo
No me quedo más remedio que seguirla, pasamos una tarde agradable hasta que George llego a recogerme y nos despedimos, tal vez era demasiado mi anhelo de seguir junto a Candy, pero me pareció ver que su mirada estaba triste mas temí preguntar, la abrace y bese su frente antes de subir al auto. Candy tenía razón ¿Cómo pude ser capaz de enfrentar a un león y no podía controlar ese miedo de pertenecer a alguien? Nuevamente los viajes e infinidad de negocios me apartaron de mi familia pero sobre todo de aquella amiga a la que tanto echaba de menos. Una noche mientras revisaba mi correo descubrí una nota de Candy, era algo muy breve pero me dejo algo inquieto toda la noche.
“Albert:
Pasare unos días en Lakewood con Madame Elroy, creo que aun no pierde las esperanzas de que me convierta en una dama. Suerte para ella.
Candy”
No daba explicación alguna pero era inquietante imaginarlas juntas, ellas tan solo eran completamente diferentes, pobre de mi tía Elroy, solo esperaba que no enfermara de tanto disgusto que sin duda aquella pequeña revoltosa le daría. Pasaron algunos meses y extrañamente ni mi tía ni Candy se pusieron en contacto conmigo, solo rogaba al cielo porque ambas estuvieran bien. Solo George me daba palabras de aliento diciéndome que todo estaba bien. Los días seguían pasando y yo deseaba poder regresar cuanto antes, así que en la primer oportunidad regrese a Chicago, al llegar me encontré con mi tía que estaba de muy buen humor y yo respire tranquilo al menos sobrevivo a Candy.
-William-dijo al verme-mañana tenemos visitas para el té
-Tía lo siento mucho-trate de disculparme
-No hay excusas para que no asistas-interrumpió con su dominante voz y después desapareció de vista
Al día siguiente trate a toda costa de evitar estar en la mansión para cuando la hora del té llegara, no quería conocer a ninguna mujer, no quería casarme y mucho menos atar mi vida a la de nadie. Solo quería ver a Candy y darle todos aquellos obsequios que le había traído de mis viajes, pero no me fue sencillo escabullirme, parecía como si todo mundo hubiera conspirado en mi contra, armándome de valor fui hacia la mansión para enfrentarme a ese león que tenia por tía.
Entre muy despacio al salón de té, sentía una extraña adrenalina correr por mis venas y fue entonces que escuche a mi tía reír con alguien más, seguramente una dama aburrida que pretendía ser la señora Andley, descubrí que mis sospechas eran ciertas vi a una chica de espaldas, su pelo era precioso y mi corazón empezó a latir con fuerza ¿Sería posible que Candy tuviera razón? No lo sé….Solo sé que en cuanto se giro y me vi en sus ojos comprendí las palabras dichas por mi mejor amiga “Cuando la veas a los ojos sabrás que es la indicada” Y así sucedió, desde esa tarde ame la hora del té, disfrute de su compañía y de su conversación, estaba prendado de su sonrisa y su sencillez y ni que decir de lo bella que era ¿Cómo es que estuve ciego tanto tiempo? No existía nada más maravilloso que saber que perteneces a alguien y no hay más dulce prisión que estar casado con la mujer que amas, con esa que pone tu mundo de cabeza sin siquiera proponérselo.
No paso mucho tiempo para formalizar nuestra relación, me imagino que muchas personas esperaban que no fuera un noviazgo largo y puedo decir con orgullo que no lo fue. Fui suyo desde la primera vez que me vi en sus ojos…Ahora después de tantos años espero impaciente junto a algunos pastelillos que he preparado para ella, pensando en su cara de sorpresa al descubrirme en nuestro pequeño departamento para compartir nuevamente una tarde de té.
-Albert-escucho su alegre voz y mi corazón salta de dicha
-Candy….estoy esperando por ti-digo con emoción mientras ella corre a mis brazos como siempre lo ha hecho desde que era una niña
Gracias por leer
!!!Espero que les guste¡¡¡
Una tarde de té
Adoro los días de lluvia, pero mucho más el hecho de que es la excusa perfecta para no regresar a la oficina, así puedo disfrutar de una linda tarde de té de con mi adorada esposa, es increíble lo bien que se siente tenerla entre mis brazos, es como si no necesitara nada mas en el mundo más que sentir su calor muy cerca de mí y verme en sus bellos ojos inquietos y vivaces. Recordé entonces el momento en que fuimos presentados aquella tarde de té en la mansión Andley.
Había sido una temporada difícil, primero me presente abruptamente en el fallido compromiso de Neal con mi protegida Candy ¿Cómo podría permitir que ese rufián se saliera con la suya? No de ninguna manera, mucho menos después de que Candy me viera de la forma en la que lo hizo y como suplico porque no cometiera yo tal injusticia ¿Podría permitirlo?¡Jamás! Si bien era cierto que muchas cosas se hacían a en mi nombre en esa ocasión no lo podría permitir. Fue una sorpresa para todos que el tío abuelo William resultara ser yo, ese vagabundo que había puesto la honra de Candy en entredicho. No fue fácil mantener mi rostro enfadado ante la cara de berrinche de mi querido sobrino, esa no se la esperaba y creo que todos les quedo más que claro que si alguien se atrevía a meterse con ella tendría que enfrentar mi furia, siempre la defendería de quien fuera….Gracias a ella estaba vivo y a salvo.
Creo que ese día provoque un gran alboroto pero eso poco me importaba si Candy estaba libre de aquel absurdo compromiso, nunca la obligaría a atar su vida a alguien que no amaba, no necesitaba hacerlo, era mi protegida y como tal tenia la libertad absoluta de elegir. La tía por poco muere del disgusto pero no le quedo más remedio que darme el lugar que merecía el de Patriarca del Clan. Sabía que nadie se opondría a mis órdenes, aunque ese fue el día que se desato mi suplicio, perdí mi libertad tan amada.
Reuniones y mas reuniones llegaron a mi vida, viajes a diversas partes del mundo, el tiempo parecía correr con tanta lentitud y al final de cada evento social o reunión de trabajo estaba yo…Mas solo que nunca, solo había una persona que me hacia reír con sus cartas y esa era precisamente Candy, a veces pensaba que esa chica alegre e inquieta jamás podría cambiar. Fue una tarde de lluvia mientras me encontraba en San Paulo Brasil que me encontré en mi habitación con un terrible dolor de cabeza, el calor era sofocante y pensé en salir a caminar por las transitadas calles de esa peculiar ciudad, solo podía pensar en Candy, en lo mucho que me gustaría que ella pudiera ver ese lugar, bueno a decir verdad en cada viaje sentía el anhelo de compartir con ella todas esas experiencias nuevas, un paisaje, una calle, todo me hacia imaginar la cara que pondría si pudiera ver todo aquello. Por otra parte estaban los recuerdos de las cartas de mi tía Elroy pidiéndome que me atreviera a conocer chicas, bueno no cualquier chica si no una dama de sociedad con la que pudiera formalizar para formar una familia, pero la cuestión era que no tenía el mínimo interés de comprometer mi soltería.
Yo era feliz así, no necesitaba a ninguna mujer a mi lado que solo complicaría más mi existencia, al menos eso pensaba en esos momentos. El exceso de trabajo me distraía un poco de aquella insistencia de mi tía para que me casara, daba gracias a Dios por haberme dado la excusa perfecta para seguir evadiendo ese punto en el que no quería ni pensar. Solo imaginar a todas esas mujeres desesperadas por conseguir mi atención me daba nauseas, no quería compartir mi vida con una dama que no podría disfrutar de las cosas simples como lo hacía yo.
Cuando regrese a Chicago las cosas fueron más difíciles para mí, no era sencillo tener a mi tía todo el tiempo tras de mis pasos, no perdía ocasión para llevar a chicas en edad casadera a la mansión con el pretexto de tomar el té, una costumbre que en realidad me desagradaba y no entendía, pero bueno me supongo que eso era demasiado importante para ella. Cada vez me era más difícil ocultar mi cara de fastidio al escucharlas hablar “William es un honor ser tu invitada” “William eres tan encantador” Creo que esas mujeres eran unas muy buenas actrices, jamás les mostré el mas mínimo interés y mucho menos las invite a tomar el té, además ¡No me gusta que me digan William! Pero ¿Cómo podrían saberlo? No tenían ni la mas mínima idea de quién era yo, seguramente ( no puedo evitar reír al imaginarlo)seguramente si supieran que mi mascota era una mofeta saldrían corriendo despavoridas, ojala algún día hubiera tenido el valor de llevarla conmigo ¡eso habría sido tan divertido!
Unos meses después de los fallidos intentos de mi tía por conseguirme una novia me fui de viaje, no sin antes pasar a visitar a Candy, ella estaba convirtiéndose en una mujer muy hermosa aunque a mí me seguía pareciendo un marimacho que trepaba arboles más rápido de lo que yo lo hacía, bueno puede ser que la deje ganar en un par de ocasiones, solo espero que nunca lo sepa. El caso es que esa tarde en cuanto me vio llegar salió corriendo como era su costumbre y sentí algo distinto, quizá porque tenía demasiado tiempo sin verla o ¿Seria acaso porque cambio su peinado? No lo sé pero la tome en mis brazos y cerré mis ojos disfrutando su compañía, era como estar nuevamente bajo el cálido techo del Magnolia. Después de saludarnos decidimos caminar hacia la colina, ella no dejaba de hablar sin parar, no sé cómo podía soportarlo, me mantenía callado sonriendo de vez en cuando ente sus ocurrencias, ella siempre seria la misma.
-Bien-dijo poniéndose frente a mí-¿Qué es lo que quieres decirme?
-Candy-suspire al saber que ella me conocía más que nadie-Es mi tía Elroy
-¿Le sucede algo?-pregunto con preocupación
-No-sonreí-Ella solo….solo quiere casarme eso es todo
-¿Casarte?-rio de buena gana-Debería hacerlo tío abuelo William, esta usted ya demasiado viejo para esperar
-No te rías…No sabes lo que han sido estos días-dije molesto-Infinidad de señoritas han desfilado en el salón de te
-Vamos no puede ser tan malo-dijo algo divertida-Albert…tu domaste aquel león ¿recuerdas?
-Creo que mi tía es más temible que eso-reí con ella, no podía enfadarme con Candy nunca aunque quisiera hacerlo
-¿A que le temes?-cuestiono con curiosidad
-No lo sé, solo creo que aun no estoy preparado-respondí
-Algún día conocerás a alguien, la veras a los ojos y te darás cuenta que es la indicada, no podrás evitarlo alguna chica te robara el corazón sin remedio-dijo algo seria y siguió caminando
-Espero que aun falte mucho para ese día-repuse siguiéndola
-Por el momento no te enojes con la tía, creo que solo quiere lo mejor para ti-continuo hablando-Podrás soportarlo
-No quiero perder mi libertad-murmure sintiéndome un tonto
-Albert no seas bobo-dijo sonriendo-mejor regresemos ya casi es la hora del té-bromeo y salió corriendo colina abajo
No me quedo más remedio que seguirla, pasamos una tarde agradable hasta que George llego a recogerme y nos despedimos, tal vez era demasiado mi anhelo de seguir junto a Candy, pero me pareció ver que su mirada estaba triste mas temí preguntar, la abrace y bese su frente antes de subir al auto. Candy tenía razón ¿Cómo pude ser capaz de enfrentar a un león y no podía controlar ese miedo de pertenecer a alguien? Nuevamente los viajes e infinidad de negocios me apartaron de mi familia pero sobre todo de aquella amiga a la que tanto echaba de menos. Una noche mientras revisaba mi correo descubrí una nota de Candy, era algo muy breve pero me dejo algo inquieto toda la noche.
“Albert:
Pasare unos días en Lakewood con Madame Elroy, creo que aun no pierde las esperanzas de que me convierta en una dama. Suerte para ella.
Candy”
No daba explicación alguna pero era inquietante imaginarlas juntas, ellas tan solo eran completamente diferentes, pobre de mi tía Elroy, solo esperaba que no enfermara de tanto disgusto que sin duda aquella pequeña revoltosa le daría. Pasaron algunos meses y extrañamente ni mi tía ni Candy se pusieron en contacto conmigo, solo rogaba al cielo porque ambas estuvieran bien. Solo George me daba palabras de aliento diciéndome que todo estaba bien. Los días seguían pasando y yo deseaba poder regresar cuanto antes, así que en la primer oportunidad regrese a Chicago, al llegar me encontré con mi tía que estaba de muy buen humor y yo respire tranquilo al menos sobrevivo a Candy.
-William-dijo al verme-mañana tenemos visitas para el té
-Tía lo siento mucho-trate de disculparme
-No hay excusas para que no asistas-interrumpió con su dominante voz y después desapareció de vista
Al día siguiente trate a toda costa de evitar estar en la mansión para cuando la hora del té llegara, no quería conocer a ninguna mujer, no quería casarme y mucho menos atar mi vida a la de nadie. Solo quería ver a Candy y darle todos aquellos obsequios que le había traído de mis viajes, pero no me fue sencillo escabullirme, parecía como si todo mundo hubiera conspirado en mi contra, armándome de valor fui hacia la mansión para enfrentarme a ese león que tenia por tía.
Entre muy despacio al salón de té, sentía una extraña adrenalina correr por mis venas y fue entonces que escuche a mi tía reír con alguien más, seguramente una dama aburrida que pretendía ser la señora Andley, descubrí que mis sospechas eran ciertas vi a una chica de espaldas, su pelo era precioso y mi corazón empezó a latir con fuerza ¿Sería posible que Candy tuviera razón? No lo sé….Solo sé que en cuanto se giro y me vi en sus ojos comprendí las palabras dichas por mi mejor amiga “Cuando la veas a los ojos sabrás que es la indicada” Y así sucedió, desde esa tarde ame la hora del té, disfrute de su compañía y de su conversación, estaba prendado de su sonrisa y su sencillez y ni que decir de lo bella que era ¿Cómo es que estuve ciego tanto tiempo? No existía nada más maravilloso que saber que perteneces a alguien y no hay más dulce prisión que estar casado con la mujer que amas, con esa que pone tu mundo de cabeza sin siquiera proponérselo.
No paso mucho tiempo para formalizar nuestra relación, me imagino que muchas personas esperaban que no fuera un noviazgo largo y puedo decir con orgullo que no lo fue. Fui suyo desde la primera vez que me vi en sus ojos…Ahora después de tantos años espero impaciente junto a algunos pastelillos que he preparado para ella, pensando en su cara de sorpresa al descubrirme en nuestro pequeño departamento para compartir nuevamente una tarde de té.
-Albert-escucho su alegre voz y mi corazón salta de dicha
-Candy….estoy esperando por ti-digo con emoción mientras ella corre a mis brazos como siempre lo ha hecho desde que era una niña
Gracias por leer 
y desde entonces sus tardes para tomar el te son sencillamente deliciosos al estar con la persona que mas ama en el mundo su adorada esposa awww
]
digo Candy se reformo por un buen motivo...
creo eso le faltó a mi tía ... darme un buen motivo!!!!! 
