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CAPITULO 2
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Broadway, Nueva York, junio de 1918
—Angus... —le llamó Terry, conforme se acercaba cuidadosamente hacia él—. Escúchame... —pidió con calma, mientras el niño negaba, moviendo la cabeza—. Vamos... No llores más... Por favor... —rogó con impaciencia, sin embargo su petición fue inútil, porque Angus no dejó de llorar.
Terry, no sabía qué más hacer para tranquilizarlo, así que decidió rodearlo con sus brazos y enredarlo con fuerza en un abrazo. Angus se resistió una y otra vez al contacto, pero al final, cuando sus fuerzas fueron insuficientes, terminó por rendirse y dejó que Terry lo elevara y lo llevara hasta un cómodo sofá.
—Angus... —murmuró Terry, intentando que el chiquillo dejara de cubrirse el rostro—. Lo que te dije estuvo muy mal... —aceptó él, avergonzado por su inmadura actitud—. Perdóname, por favor... —pidió, al tiempo que el niño comenzaba a calmarse—. Sé que no quieres estar conmigo, pero te pido que no llores más... —Angus retiró las manos de su rostro y entonces, Terry agregó...—. Ya no llores, ó terminarás luciendo unos espantosos ojos de jitomate...
— ¿Ojos de jitomate? —preguntó el asustado niño.
—Sí... Cuando la gente, llora por mucho tiempo, sus ojos se ponen rojos... —dijo Terry—. Muy rojos e hinchados... Tanto como un jitomate... ¿Te ha pasado eso, alguna vez?
Angus negó con su cabeza.
—Nunca me ha pasado... —respondió limpiándose las lágrimas—. ¿Y a ti?
—A mí sí...
— ¿De verdad?
—Sí...
— ¿Cuantas veces?
—Al menos un par... —contestó el actor con honestidad, observando cómo Angus reía y se tallaba los ojos para retirar las lágrimas—. Bien, así está mejor... —le dijo, ofreciéndole un pañuelo limpio.
Angus lo tomó y luego sonrió, mostrándose mucho más amigable.
— ¿Voy a vivir aquí? —preguntó el chiquillo, observando el camerino—. Es un cuarto muy pequeño y ni siquiera tiene una cama...
Terry negó con la cabeza y después rió sin poder evitarlo.
—No... Claro que no vivirás aquí... —le respondió él, mientras guardaba sus pertenencias y las colocaba en un morral—. Vivirás en mi departamento.
—Y... ¿Qué es este lugar?
—Es mi centro de trabajo.
— ¿Qué haces aquí?
Terry sonrió divertido, ante aquella ronda de preguntas y después le dijo:
—Soy actor... Y ésta es una compañía de teatro ¿Alguna vez has ido al teatro?
Angus negó, moviendo su pequeña cabeza y cuestionó:
— ¿No seré un problema para ti? —preguntó con inocencia—. ¿No te enojarás por llevarme a tu casa?
—No... —Terry se acercó hasta él y lo tomó de la barbilla, para que el pequeño, lo mirara...—. Angus, tú no eres un problema y nunca lo serás... —expresó, con la intención de que el niño comprendiera que él lo cuidaría—. Eres mi hermano menor, y voy cuidar de ti... Olvida lo que dije hace un rato... Estaba enojado y cuando estoy enojado digo tonterías...
Angus esbozó una pequeña sonrisa y tímidamente aceptó...
—Yo también estaba enojado.
—Sí... —admitió Terry—. También me gritaste y me dijiste tonterías...
El niño volvió a reír y luego lanzó otra cuestión:
— ¿De verdad tú eres mi hermano?
—Sí... Lo soy...
—Pero... ¿Por qué vives tan lejos? ¿Por qué yo nunca te había visto?
—Porque así es la vida... El destino, no permitió que tú me conocieras antes... —Angus hizo un gesto, como dejando ver que no comprendía lo que él decía y Terry agregó—. Ya lo entenderás luego, Angus...
—Y... ¿Ya nos vamos ir a tu casa? —cuestionó, ilusionado.
—Sí... Ya nos vamos... —el joven observó la maleta que Riley había dejado sobre el sofá, la cargó con su mano e inmediatamente después, ofreció su mano libre a su hermano.
El niño, ni siquiera lo pensó y muy pronto, tomó la mano que Terry le extendía... Se agarró muy fuerte de ella y después dibujó una enorme sonrisa en su rostro. Lo hizo así, porque finalmente, él se sentía protegido.
Tomar la mano de Terry y sentir su calidez, le otorgó una enorme satisfacción. En ese momento, él era el niño más feliz del mundo, y nadie podría decir lo contrario.
Observarlo desde lejos y ver como se marchaba, era lo único que le quedaba por hacer.
Ella, tenía muchas ganas de correr detrás de él, detenerlo y hablarle para decirle que estaba allí, apoyándolo... Sin embargo su mente, la obligó a desistir y olvidarse de sus deseos...
No era del todo conveniente, presentarse frente a Terry así como así; ella lo sabía, primero tenía que darle su espacio, y dejarlo entender las noticias que recién habían llegado a su vida.
No podía ser egoísta y aparecer de la nada...
¿Qué sentido tenía agobiarlo más?
—El joven Terrence, hizo exactamente, lo que usted me dijo... —expresó Riley Coxon, quién se encontraba a su lado, observando a los dos hermanos Grandchester.
—En un inicio, Terry puede mostrarse necio y muy orgulloso —dijo ella—. Pero al final, resulta que a pesar de su rebeldía, es incapaz de eludir sus responsabilidades...
—Lo conoce muy bien... ¿Verdad?
—Lo conozco lo suficiente, para saber que él no permitiría que alguien más, se hiciera cargo de una de sus obligaciones... —respondió la muchacha, esbozando una melancólica sonrisa.
—El Duque de Gradchester, creía lo mismo... Y por ello, no quiso que nadie más fuera el tutor de Angus
—Es muy lamentable lo que pasó con la familia Grandchester... Lo siento muchísimo...
—Fue una verdadera tragedia... Algo espantoso de lo que difícilmente nos recuperaremos... —Riley respiró hondo y luego dijo...—. Es de no creerse... La guerra y sus atrocidades ya no son suficientes para matar a las personas... Ahora, también tenemos que lidiar con ese inestable virus.
— ¿Qué saben ustedes sobre la pandemia?
—Solo que es letal y que nadie sabe como detenerla...
—Está por todos lados...
—Aquí también están enfermando, eso yo no lo sabía...
—Sí, los primeros casos aparecieron hace un par de meses... Se están tomando todas las providencias, para evitar nuevos casos, pero aún así, los enfermos siguen aumentando... —Candy observó al asistente y con curiosidad preguntó...—. ¿Angus estuvo en contacto con el virus?
—Sí... Estuvo expuesto, pero inexplicablemente, él no enfermó... A él, solo le tocó ver como su familia enfermaba.
—Por Dios... Pobre Angus... —susurró Candy—. Debió ser muy difícil para él.
—Es un niño fuerte... Pero solo Dios sabe, cuanto le afectó la tragedia...
— ¿Cómo se comporta?
—Le he visto tranquilo, y en otras ocasiones melancólico... No habla de la muerte, pero sé que piensa en ella... Por las noches no puede dormir y cuando por fin concilia el sueño, despierta llorando.
—Pobre pequeño...
Tanto Riley, como Candy, guardaron silencio y después, de varios segundos, el hombre se dispuso a despedirse de la joven.
—Ya debo irme, mi esposa e hija, deben estar esperándome.... —anunció él—. Pero antes de marcharme, quiero que sepa que agradezco infinitamente, el que haya venido desde tan lejos, para atender a mi llamado. Estaré eternamente agradecido por sus consejos...
—He brindado mi ayuda con gusto, por favor, no me lo agradezca —Candy sonrió y después dijo...—. Angus está con quién tiene que estar, y con eso, es suficiente, para mí.
—No se olvide de que usted, también es su tutora... Siempre que lo desee, puede visitarlo y asegurarse de que el niño está bien.
—Claro, no me olvidaré de procurarle y estar al pendiente.
— ¿Le puedo pedir un ultimo favor, Señorita White?
—Por supuesto que sí...
—No se aleje del joven Terrence, por favor... No le abandone en este momento, en el que la necesita tanto...
Candy asintió con su cabeza, y después respondió:
—Haré todo lo que pueda para ayudarlo...
—Solo tiene que ir a su apartamento y golpear sobre la puerta... —dijo Riley, pícaramente—. Con eso, le brindará la ayuda suficiente... Le alegrara la vida, estoy seguro de eso...
Candy sonrió y con timidez respondió:
—Quizás lo visite después... Me gustaría que primero conviviera con su hermano.
—Sí, claro... Mire... No importa si lo hace ahora o mañana... Lo que importa es que lo haga... Visítelo... Demuéstrele su apoyo, porque él también está sufriendo... —pidió Riley, conforme le ofrecía su mano—. Señorita White... Ha sido un verdadero gusto conocerla...
Candy tomó la mano del hombre y la estrechó con firmeza.
—El gusto ha sido mío... Gracias por confiar en mí... Cuídese y cuide mucho a su familia.
—Usted también, Señorita White, cuídese mucho, por favor...
Después de aquella despedida, Riley se marchó y Candy, por su parte se quedó allí, observando la majestuosa avenida...
— ¿Quiere que la lleve al hotel, Señorita? —preguntó la voz de George Johnson, haciendo que la rubia muchacha, se asustara—. Disculpe, Señorita Candy... La he tomado por sorpresa...
—Estaba distraída, viendo las marquesinas... —se excusó ella, riendo por haberse asustado.
— ¿La llevo al hotel?
—Sí... Quiero descansar por un rato.
—Bien, entonces, acompáñeme por favor... El auto está estacionado, muy cerca de aquí.
Candy hizo una afirmación con su cabeza y luego se dejó guiar por George, un descanso le ayudaría a relajarse y a pensar sobre la visita que planeaba hacerle a Terry.
Central Park South, Manhattan
El camino de vuelta a su casa, había sido el más largo y tedioso que le había tocado vivir...
Primero en el teatro, Robert Hathaway y algunos de sus compañeros, le habían bombardeado con una serie de preguntas.
Después, al salir a la calle, las personas que llegaban a reconocerlo, lo estudiaban, y no dejaban de observarlo a él y a Angus... Se sintió acosado y odió que su hermano, también fuera víctima de la gente entrometida.
— ¿No tienes un automóvil? —preguntó el niño, a mitad del camino.
—Tenía uno... —dijo Terry, y luego confesó...—. Pero tuve que venderlo...
— ¿Por qué?
—Porque... No servía... —mintió él, pues dudaba que su pequeño hermano, entendiera sobre los problemas financieros que le dejó la enfermedad de Susana—. No tardaremos en llegar, no te preocupes... Si estás cansado, podemos parar y tomar un descanso...
—No estoy cansado, pero caminas muy rápido... —reclamó el chiquillo.
—Entonces, caminaré más despacio ¿De acuerdo?
Angus afirmó con su cabeza y en cuanto Terry bajó la velocidad de sus pasos, comenzó a disfrutar del paseo. No se quejó para nada, aún y cuando estaba hambriento y sediento, caminó con entusiasmo hasta llegar hacia dónde Terry vivía.
—Pero... ¿Quién es este pequeño? —preguntó la casera del edificio, en cuanto los vio llegar.
—Soy su hermano... —respondió Angus, sin siquiera darle oportunidad de contestar al actor.
— ¡Oh por Dios! ¿De verdad? —preguntó ella, estudiando minuciosamente al niño.
—Sí... Su hermano menor... —aclaró él.
— ¿Qué dice, Señora Brown? ¿Nos parecemos? —preguntó Terry, mientras la mujer afirmaba con su cabeza.
—Se parecen mucho... —contestó ella, pellizcando la mejilla del pequeño—. Este niño podría ser su hijo... Terrence.
—No... Por Dios... Soy muy joven para eso... —dijo Terry, haciendo sonreír a la Señora Brown.
— ¿Y... Su hermano se va quedar aquí? —preguntó ella con interés.
—Sí, se quedará conmigo, por algún tiempo...
—Muy bien, si necesitan algo, solo pídanlo, por favor...
—Gracias, Señora Brown.
— ¿Hay algún recado para mí? —preguntó el muchacho, mientras ella afirmaba con su cabeza.
—Sí... Un hombre, dejó este paquete...
Terry observó la parte superior del paquete y de inmediato reconoció la letra de Riley Coxon.
—De acuerdo... Gracias, Señora Brown... La veremos luego... Que tenga una linda tarde...
—Ustedes, también, querido...
Terry tomó la mano de Angus y lo encaminó hacia los ascensores.
— ¿Tienes agua en tu casa? —preguntó el niño, mientras entraban al elevador.
—Por supuesto... ¿Por qué lo preguntas? ¿Tienes sed?
—Sí... Mucha...
— ¿Por qué no lo dijiste antes?
—Porque no quería que te enojaras.
—Angus... Yo no me iba enojar si me decías que deseabas un helado o una soda... —Terry le obligó a mirarlo y luego le dijo—. Siempre que necesites algo, dímelo... Yo lo conseguiré ¿De acuerdo?
—De acuerdo... —Angus se llevó las manos a la barriga y luego dijo—. Tengo mucha hambre...
—En cuanto lleguemos, te prepararé um emparedado y más tarde, bajaremos a cenar.
— ¿En dónde cenaremos?
—En uno de los restaurantes que hay sobre la avenida... ¿Cuál es tu platillo favorito?
Angus lo pensó por algunos segundos y luego dijo:
—El pavo y el puré de patatas...
—Estoy seguro que encontraremos algo parecido.
El elevador se detuvo en el piso donde Terry vivía, y en cuanto el actor abrió las puertas, Angus salió corriendo.
— ¿Cuál es tu puerta?
—Es aquella... —señaló Terry, sacando sus llaves para poder abrirla—. Anda Angus... Pasa... —le dijo él, mientras el pequeño ingresaba al apartamento—. No es tan grande como el palacio, pero te prometo que será temporal, buscaré un departamento más grande...
—Tu casa es bonita... —aceptó Angus, mientras le echaba un vistazo al departamento—. Me gustará vivir aquí, contigo, hermano... —agregó el pequeño, sin siquiera ser consciente de lo que sus palabras provocaban en Terry.
Hermano...
Eso era tan nuevo para él... Nunca antes, alguien le había llamado de esa manera. Se sentía raro al ser llamado así, pero también le resultaba muy agradable, escuchar la vocecita de Angus, hablándole con ternura.
Terry respiró hondo y luego dejó libre el aire contenido... Observó a su pequeño hermano, corriendo por el apartamento y pensó en lo mal que se había comportado con él.
El niño, no tiene la culpa... Se dijo convencido... No puedo juzgarlo por ser hijo de ellos... Él es diferente... Él no es como aquellas personas...
Internamente, se prometió no volver hacerlo y se exigió tener la mayor de las paciencias con aquel ser, que por obra del destino, estaba a su cuidado.
—Tengo sed... —dijo Angus, con timidez.
—Ven... —respondió Terry—. Voy a decirte dónde está la cocina... Para que tomes agua cuando quieras...
El chiquillo saltó del sofá donde estaba y rápidamente, tomó la mano de Terry.
— ¿También me harás un emparedado?
—Sí, claro...
— ¿Luego saldremos a cenar? ¿Verdad?
—Sí... Por supuesto...
Angus sonrió contento... Se sentía tan feliz...
Él, no entendía del todo, el sentimiento que le estaba embargando, ya que era muy pequeño, para comprenderlo, lo único que sabía, era que contaba con Un hermano grande... Un hermano al que no conocía, pero el cuál lo acompañaría y le cuidaría.
Un hermano que lo querría y que no lo dejaría solo nunca más.
Continuará...
________________________________________________________
Después de la tormenta viene la calma... Eso dicen ¿Verdad? Veremos si ese dicho, aplica para Terry también... ¡Gracias por su atención!
—Angus... —le llamó Terry, conforme se acercaba cuidadosamente hacia él—. Escúchame... —pidió con calma, mientras el niño negaba, moviendo la cabeza—. Vamos... No llores más... Por favor... —rogó con impaciencia, sin embargo su petición fue inútil, porque Angus no dejó de llorar.
Terry, no sabía qué más hacer para tranquilizarlo, así que decidió rodearlo con sus brazos y enredarlo con fuerza en un abrazo. Angus se resistió una y otra vez al contacto, pero al final, cuando sus fuerzas fueron insuficientes, terminó por rendirse y dejó que Terry lo elevara y lo llevara hasta un cómodo sofá.
—Angus... —murmuró Terry, intentando que el chiquillo dejara de cubrirse el rostro—. Lo que te dije estuvo muy mal... —aceptó él, avergonzado por su inmadura actitud—. Perdóname, por favor... —pidió, al tiempo que el niño comenzaba a calmarse—. Sé que no quieres estar conmigo, pero te pido que no llores más... —Angus retiró las manos de su rostro y entonces, Terry agregó...—. Ya no llores, ó terminarás luciendo unos espantosos ojos de jitomate...
— ¿Ojos de jitomate? —preguntó el asustado niño.
—Sí... Cuando la gente, llora por mucho tiempo, sus ojos se ponen rojos... —dijo Terry—. Muy rojos e hinchados... Tanto como un jitomate... ¿Te ha pasado eso, alguna vez?
Angus negó con su cabeza.
—Nunca me ha pasado... —respondió limpiándose las lágrimas—. ¿Y a ti?
—A mí sí...
— ¿De verdad?
—Sí...
— ¿Cuantas veces?
—Al menos un par... —contestó el actor con honestidad, observando cómo Angus reía y se tallaba los ojos para retirar las lágrimas—. Bien, así está mejor... —le dijo, ofreciéndole un pañuelo limpio.
Angus lo tomó y luego sonrió, mostrándose mucho más amigable.
— ¿Voy a vivir aquí? —preguntó el chiquillo, observando el camerino—. Es un cuarto muy pequeño y ni siquiera tiene una cama...
Terry negó con la cabeza y después rió sin poder evitarlo.
—No... Claro que no vivirás aquí... —le respondió él, mientras guardaba sus pertenencias y las colocaba en un morral—. Vivirás en mi departamento.
—Y... ¿Qué es este lugar?
—Es mi centro de trabajo.
— ¿Qué haces aquí?
Terry sonrió divertido, ante aquella ronda de preguntas y después le dijo:
—Soy actor... Y ésta es una compañía de teatro ¿Alguna vez has ido al teatro?
Angus negó, moviendo su pequeña cabeza y cuestionó:
— ¿No seré un problema para ti? —preguntó con inocencia—. ¿No te enojarás por llevarme a tu casa?
—No... —Terry se acercó hasta él y lo tomó de la barbilla, para que el pequeño, lo mirara...—. Angus, tú no eres un problema y nunca lo serás... —expresó, con la intención de que el niño comprendiera que él lo cuidaría—. Eres mi hermano menor, y voy cuidar de ti... Olvida lo que dije hace un rato... Estaba enojado y cuando estoy enojado digo tonterías...
Angus esbozó una pequeña sonrisa y tímidamente aceptó...
—Yo también estaba enojado.
—Sí... —admitió Terry—. También me gritaste y me dijiste tonterías...
El niño volvió a reír y luego lanzó otra cuestión:
— ¿De verdad tú eres mi hermano?
—Sí... Lo soy...
—Pero... ¿Por qué vives tan lejos? ¿Por qué yo nunca te había visto?
—Porque así es la vida... El destino, no permitió que tú me conocieras antes... —Angus hizo un gesto, como dejando ver que no comprendía lo que él decía y Terry agregó—. Ya lo entenderás luego, Angus...
—Y... ¿Ya nos vamos ir a tu casa? —cuestionó, ilusionado.
—Sí... Ya nos vamos... —el joven observó la maleta que Riley había dejado sobre el sofá, la cargó con su mano e inmediatamente después, ofreció su mano libre a su hermano.
El niño, ni siquiera lo pensó y muy pronto, tomó la mano que Terry le extendía... Se agarró muy fuerte de ella y después dibujó una enorme sonrisa en su rostro. Lo hizo así, porque finalmente, él se sentía protegido.
Tomar la mano de Terry y sentir su calidez, le otorgó una enorme satisfacción. En ese momento, él era el niño más feliz del mundo, y nadie podría decir lo contrario.
※ ※ ※ ※ ※
Observarlo desde lejos y ver como se marchaba, era lo único que le quedaba por hacer.
Ella, tenía muchas ganas de correr detrás de él, detenerlo y hablarle para decirle que estaba allí, apoyándolo... Sin embargo su mente, la obligó a desistir y olvidarse de sus deseos...
No era del todo conveniente, presentarse frente a Terry así como así; ella lo sabía, primero tenía que darle su espacio, y dejarlo entender las noticias que recién habían llegado a su vida.
No podía ser egoísta y aparecer de la nada...
¿Qué sentido tenía agobiarlo más?
—El joven Terrence, hizo exactamente, lo que usted me dijo... —expresó Riley Coxon, quién se encontraba a su lado, observando a los dos hermanos Grandchester.
—En un inicio, Terry puede mostrarse necio y muy orgulloso —dijo ella—. Pero al final, resulta que a pesar de su rebeldía, es incapaz de eludir sus responsabilidades...
—Lo conoce muy bien... ¿Verdad?
—Lo conozco lo suficiente, para saber que él no permitiría que alguien más, se hiciera cargo de una de sus obligaciones... —respondió la muchacha, esbozando una melancólica sonrisa.
—El Duque de Gradchester, creía lo mismo... Y por ello, no quiso que nadie más fuera el tutor de Angus
—Es muy lamentable lo que pasó con la familia Grandchester... Lo siento muchísimo...
—Fue una verdadera tragedia... Algo espantoso de lo que difícilmente nos recuperaremos... —Riley respiró hondo y luego dijo...—. Es de no creerse... La guerra y sus atrocidades ya no son suficientes para matar a las personas... Ahora, también tenemos que lidiar con ese inestable virus.
— ¿Qué saben ustedes sobre la pandemia?
—Solo que es letal y que nadie sabe como detenerla...
—Está por todos lados...
—Aquí también están enfermando, eso yo no lo sabía...
—Sí, los primeros casos aparecieron hace un par de meses... Se están tomando todas las providencias, para evitar nuevos casos, pero aún así, los enfermos siguen aumentando... —Candy observó al asistente y con curiosidad preguntó...—. ¿Angus estuvo en contacto con el virus?
—Sí... Estuvo expuesto, pero inexplicablemente, él no enfermó... A él, solo le tocó ver como su familia enfermaba.
—Por Dios... Pobre Angus... —susurró Candy—. Debió ser muy difícil para él.
—Es un niño fuerte... Pero solo Dios sabe, cuanto le afectó la tragedia...
— ¿Cómo se comporta?
—Le he visto tranquilo, y en otras ocasiones melancólico... No habla de la muerte, pero sé que piensa en ella... Por las noches no puede dormir y cuando por fin concilia el sueño, despierta llorando.
—Pobre pequeño...
Tanto Riley, como Candy, guardaron silencio y después, de varios segundos, el hombre se dispuso a despedirse de la joven.
—Ya debo irme, mi esposa e hija, deben estar esperándome.... —anunció él—. Pero antes de marcharme, quiero que sepa que agradezco infinitamente, el que haya venido desde tan lejos, para atender a mi llamado. Estaré eternamente agradecido por sus consejos...
—He brindado mi ayuda con gusto, por favor, no me lo agradezca —Candy sonrió y después dijo...—. Angus está con quién tiene que estar, y con eso, es suficiente, para mí.
—No se olvide de que usted, también es su tutora... Siempre que lo desee, puede visitarlo y asegurarse de que el niño está bien.
—Claro, no me olvidaré de procurarle y estar al pendiente.
— ¿Le puedo pedir un ultimo favor, Señorita White?
—Por supuesto que sí...
—No se aleje del joven Terrence, por favor... No le abandone en este momento, en el que la necesita tanto...
Candy asintió con su cabeza, y después respondió:
—Haré todo lo que pueda para ayudarlo...
—Solo tiene que ir a su apartamento y golpear sobre la puerta... —dijo Riley, pícaramente—. Con eso, le brindará la ayuda suficiente... Le alegrara la vida, estoy seguro de eso...
Candy sonrió y con timidez respondió:
—Quizás lo visite después... Me gustaría que primero conviviera con su hermano.
—Sí, claro... Mire... No importa si lo hace ahora o mañana... Lo que importa es que lo haga... Visítelo... Demuéstrele su apoyo, porque él también está sufriendo... —pidió Riley, conforme le ofrecía su mano—. Señorita White... Ha sido un verdadero gusto conocerla...
Candy tomó la mano del hombre y la estrechó con firmeza.
—El gusto ha sido mío... Gracias por confiar en mí... Cuídese y cuide mucho a su familia.
—Usted también, Señorita White, cuídese mucho, por favor...
Después de aquella despedida, Riley se marchó y Candy, por su parte se quedó allí, observando la majestuosa avenida...
— ¿Quiere que la lleve al hotel, Señorita? —preguntó la voz de George Johnson, haciendo que la rubia muchacha, se asustara—. Disculpe, Señorita Candy... La he tomado por sorpresa...
—Estaba distraída, viendo las marquesinas... —se excusó ella, riendo por haberse asustado.
— ¿La llevo al hotel?
—Sí... Quiero descansar por un rato.
—Bien, entonces, acompáñeme por favor... El auto está estacionado, muy cerca de aquí.
Candy hizo una afirmación con su cabeza y luego se dejó guiar por George, un descanso le ayudaría a relajarse y a pensar sobre la visita que planeaba hacerle a Terry.
※ ※ ※ ※ ※
Central Park South, Manhattan
El camino de vuelta a su casa, había sido el más largo y tedioso que le había tocado vivir...
Primero en el teatro, Robert Hathaway y algunos de sus compañeros, le habían bombardeado con una serie de preguntas.
Después, al salir a la calle, las personas que llegaban a reconocerlo, lo estudiaban, y no dejaban de observarlo a él y a Angus... Se sintió acosado y odió que su hermano, también fuera víctima de la gente entrometida.
— ¿No tienes un automóvil? —preguntó el niño, a mitad del camino.
—Tenía uno... —dijo Terry, y luego confesó...—. Pero tuve que venderlo...
— ¿Por qué?
—Porque... No servía... —mintió él, pues dudaba que su pequeño hermano, entendiera sobre los problemas financieros que le dejó la enfermedad de Susana—. No tardaremos en llegar, no te preocupes... Si estás cansado, podemos parar y tomar un descanso...
—No estoy cansado, pero caminas muy rápido... —reclamó el chiquillo.
—Entonces, caminaré más despacio ¿De acuerdo?
Angus afirmó con su cabeza y en cuanto Terry bajó la velocidad de sus pasos, comenzó a disfrutar del paseo. No se quejó para nada, aún y cuando estaba hambriento y sediento, caminó con entusiasmo hasta llegar hacia dónde Terry vivía.
—Pero... ¿Quién es este pequeño? —preguntó la casera del edificio, en cuanto los vio llegar.
—Soy su hermano... —respondió Angus, sin siquiera darle oportunidad de contestar al actor.
— ¡Oh por Dios! ¿De verdad? —preguntó ella, estudiando minuciosamente al niño.
—Sí... Su hermano menor... —aclaró él.
— ¿Qué dice, Señora Brown? ¿Nos parecemos? —preguntó Terry, mientras la mujer afirmaba con su cabeza.
—Se parecen mucho... —contestó ella, pellizcando la mejilla del pequeño—. Este niño podría ser su hijo... Terrence.
—No... Por Dios... Soy muy joven para eso... —dijo Terry, haciendo sonreír a la Señora Brown.
— ¿Y... Su hermano se va quedar aquí? —preguntó ella con interés.
—Sí, se quedará conmigo, por algún tiempo...
—Muy bien, si necesitan algo, solo pídanlo, por favor...
—Gracias, Señora Brown.
— ¿Hay algún recado para mí? —preguntó el muchacho, mientras ella afirmaba con su cabeza.
—Sí... Un hombre, dejó este paquete...
Terry observó la parte superior del paquete y de inmediato reconoció la letra de Riley Coxon.
—De acuerdo... Gracias, Señora Brown... La veremos luego... Que tenga una linda tarde...
—Ustedes, también, querido...
Terry tomó la mano de Angus y lo encaminó hacia los ascensores.
— ¿Tienes agua en tu casa? —preguntó el niño, mientras entraban al elevador.
—Por supuesto... ¿Por qué lo preguntas? ¿Tienes sed?
—Sí... Mucha...
— ¿Por qué no lo dijiste antes?
—Porque no quería que te enojaras.
—Angus... Yo no me iba enojar si me decías que deseabas un helado o una soda... —Terry le obligó a mirarlo y luego le dijo—. Siempre que necesites algo, dímelo... Yo lo conseguiré ¿De acuerdo?
—De acuerdo... —Angus se llevó las manos a la barriga y luego dijo—. Tengo mucha hambre...
—En cuanto lleguemos, te prepararé um emparedado y más tarde, bajaremos a cenar.
— ¿En dónde cenaremos?
—En uno de los restaurantes que hay sobre la avenida... ¿Cuál es tu platillo favorito?
Angus lo pensó por algunos segundos y luego dijo:
—El pavo y el puré de patatas...
—Estoy seguro que encontraremos algo parecido.
El elevador se detuvo en el piso donde Terry vivía, y en cuanto el actor abrió las puertas, Angus salió corriendo.
— ¿Cuál es tu puerta?
—Es aquella... —señaló Terry, sacando sus llaves para poder abrirla—. Anda Angus... Pasa... —le dijo él, mientras el pequeño ingresaba al apartamento—. No es tan grande como el palacio, pero te prometo que será temporal, buscaré un departamento más grande...
—Tu casa es bonita... —aceptó Angus, mientras le echaba un vistazo al departamento—. Me gustará vivir aquí, contigo, hermano... —agregó el pequeño, sin siquiera ser consciente de lo que sus palabras provocaban en Terry.
Hermano...
Eso era tan nuevo para él... Nunca antes, alguien le había llamado de esa manera. Se sentía raro al ser llamado así, pero también le resultaba muy agradable, escuchar la vocecita de Angus, hablándole con ternura.
Terry respiró hondo y luego dejó libre el aire contenido... Observó a su pequeño hermano, corriendo por el apartamento y pensó en lo mal que se había comportado con él.
El niño, no tiene la culpa... Se dijo convencido... No puedo juzgarlo por ser hijo de ellos... Él es diferente... Él no es como aquellas personas...
Internamente, se prometió no volver hacerlo y se exigió tener la mayor de las paciencias con aquel ser, que por obra del destino, estaba a su cuidado.
—Tengo sed... —dijo Angus, con timidez.
—Ven... —respondió Terry—. Voy a decirte dónde está la cocina... Para que tomes agua cuando quieras...
El chiquillo saltó del sofá donde estaba y rápidamente, tomó la mano de Terry.
— ¿También me harás un emparedado?
—Sí, claro...
— ¿Luego saldremos a cenar? ¿Verdad?
—Sí... Por supuesto...
Angus sonrió contento... Se sentía tan feliz...
Él, no entendía del todo, el sentimiento que le estaba embargando, ya que era muy pequeño, para comprenderlo, lo único que sabía, era que contaba con Un hermano grande... Un hermano al que no conocía, pero el cuál lo acompañaría y le cuidaría.
Un hermano que lo querría y que no lo dejaría solo nunca más.
Continuará...
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Después de la tormenta viene la calma... Eso dicen ¿Verdad? Veremos si ese dicho, aplica para Terry también... ¡Gracias por su atención!