~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~
CAPITULO 3
~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~
Central Park South, Manhattan, junio de 1918
Terry, había pasado mucho tiempo observando el paquete, que Riley le dejó en la recepción del edificio.
El guapo actor, se había resistido a descubrir lo que yacía dentro de aquella caja, cuidadosamente sellada, no porque no estuviera interesado en lo que contenía, sino más bien estaba evitando abrirla, porque tenía miedo de encontrarse con lo que estaba allí...
Su estado emocional, ya de por sí era un caos... ¿Qué objeto tenía martirizarse aún más?
—No puedo dormir... —anunció Angus, mientras aparecía en la estancia y hacía que Terry, se olvidara de la lucha interna que sostenía en aquellos momentos.
—Cenaste demasiado... —recriminó el actor—. Quizás es por eso, que no puedes conciliar el sueño.
—No... Lo que pasa es que tengo miedo... Y no quiero estar solo... —expresó el niño, mientras su hermano mayor, se levantaba del sofá y lo acompañaba, de vuelta a la habitación—. Quédate conmigo, Terrence... Por favor, quédate aquí...
—La cama es muy pequeña, Angus... Pero... Acercaré aquel sofá y me acostaré cerca de ti... ¿Te parece?
Angus le sonrió y luego le dijo:
—Sí... Pero... ¿No te vas a ir, cuando yo me duerma, verdad?
—No, no me iré... Me quedaré aquí contigo, no te preocupes.
Minutos después, Terry apagó la luz de la lámpara y de inmediato se acostó sobre el sofá. Por un momento, pensó en cerrar los ojos y descansar, pero justo cuando parecía que ya todo estaba bien, Angus volvió a levantarse de la cama y ésta vez, anunció:
—Terrence... Quiero vomitar...
¡Demonios!
Se dijo Terry con espanto, al tiempo que se levantaba del sofá y se acercaba hacia su hermano, para auxiliarlo. Rápidamente, lo llevó al cuarto de baño y en cuestión de segundos, sucedió lo inevitable.
Solo esto me faltaba...
Pensó Terry, presenciando el tormentoso momento, por el cuál atravesaba su hermano.
Le espantó de sobremanera, observar a Angus en aquella situación, sin embargo, no lo demostró, en vez de lucir temeroso, se dedicó ayudar al pequeño en todo momento.
Una vez que la "fatalidad" concluyó, Terry llevó su mano hacia la frente del chiquillo y se aseguró de que no tuviera fiebre. Él, le tenía pavor al hecho de que una persona presentara síntomas tan agresivos, sabía que el virus de la influenza, podía presentarse en cualquier momento... Y eso lo asustaba de sobremanera.
Sin embargo, para su fortuna, Angus gozaba de una temperatura normal y todo parecía estar en orden.
—Te lo dije en la cena Angus, era demasiada comida, para un estómago tan pequeño, como el tuyo...
Le llamó la atención Terry, conforme lo ayudaba a recostarse nuevamente en la cama.
—Tenía mucha hambre...—se disculpó el chiquillo.
—No volverás a cenar de esa manera jamás... ¿Entendido? Nada de pedir dos postres... —Angus frunció el ceño y luego se cruzó de brazos—. No te digo que no comas lo que te gusta, solo te digo que no te excedas... —la voz autoritaria de Terry, le removió viejos recuerdos al pequeño, su mente recordó al Duque de Grandchester, regañándolo por la misma razón—. No te enojes conmigo, no volvamos a lo mismo... —pidió Terry.
—No estoy enojado... —el niño observó a su hermano y le preguntó—. ¿Tú estás enojado?
—No, no lo estoy...
Los ojos de Angus, lucían cansados... Sin embargo, no se rendían y seguían abiertos, observando a su hermano mayor...
—No vas a irte... ¿Verdad? —preguntó.
—No, Angus, no me iré... —expresó Terry, alborotándole el cabello y haciéndolo sonreír —. Duérmete ya y no te preocupes por nada... Yo estaré aquí... A tu lado.
El actor, arropó al pequeño y luego lo observó cerrar los ojos.
Cuidar de un niño... ¿Era así de difícil? Se preguntaba el actor con incredulidad, sintiéndose confundido... Qué ya se duerma, por favor… Rogó internamente...
Minutos después, cuando Angus por fin se durmió, Terry intentó hacer lo mismo, pero para su mala suerte no lo logró y pasó toda la noche, dando vueltas sobre aquel incómodo sofá...
Cuando el reloj marcó que ya eran las ocho de la mañana, Terry se dispuso abandonar el sillón. Lo hizo, agradecido, de que ese, fuera su día de descanso, porque de otra forma estaría en serios problemas...
El actor negó con su cabeza ante el recuerdo de su hermano y su caótica forma de vomitar, luego se acercó a la cama, para cerciorarse de que todo estuviera bien. El pequeño ya tenía los ojos abiertos y le miraba con atención.
— ¿Cómo te sientes, Angus?
—Tengo mucha hambre...
—Ya lo creo... Debes tener el estómago vacío —dijo Terry, sin poder evitar reírse.
El joven tocó el rostro del niño y al notar que su temperatura seguía siendo normal, se sintió totalmente aliviado... No había señales de una infección o algo parecido, Angus se veía tan repuesto como lucía el día anterior.
—Te prepararé un desayuno rápido... —avisó Terry—. Luego iremos a la calle, porque hay que comprarte algunas cosas...
— ¿Qué cosas?
—Ropa, zapatos... Ese tipo de artículos...
— ¿Un juguete también?
Terry afirmó y luego sonrió con diversión.
—Sí... Un juguete también... —aclaró él—. Anda... Cámbiate de ropa y luego ve hacia la cocina... ¿De acuerdo?
—Sí, Terrence...
— ¿Sabes? Terrence es un nombre que muy largo... —le dijo el muchacho—. ¿Por qué mejor, no me llamas Terry?
— ¿Terry?
—Sí... Simplemente Terry... Así me llaman mis amigos y la gente cercana.
—Está bien... Te llamaré Terry... —dijo el pequeño Angus, regalándole una sonrisa.
Después de tomar el desayuno, salieron del apartamento y bajaron a la planta baja, luego se dirigieron rumbo a uno de los almacenes que se encontraba cerca de la zona y se abastecieron de lo necesario.
Terry no gozaba de la mejor etapa económica de su vida, pero tenía algún dinero ahorrado, y pensó en ayudarse con el, para proveer de lo necesario a su hermano..
Al regresar al edificio, la Señora Brown, ya los esperaba y con impaciencia, se acercó a ellos, para anunciar:
—Han venido a buscarle, joven Terrence —dijo la mujer, deteniendo los pasos del muchacho y lod de su hermano.
— ¿Quién? —cuestionó Terry, observándole con suspicacia—. ¿Es alguien que usted conozca?
—Es una chica... Y no... No la conozco —expresó un tanto sorprendida, pues Terry jamás llevaba chicas allí.
— ¿Una chica?
—Sí... Ella, me dijo que es amiga suya y cuando yo le dije que usted no estaba, me respondió que de todas formas esperaría...
— ¿Amiga mía eh? ¿Cómo es? ¿Es bonita? —preguntó con toda la intención de escandalizar a la “metiche” mujer.
—Es una muchachita rubia, con cabello rizado y unos bonitos ojos verdes... —los ojos azules de Terry, brillaron al escuchar aquellas palabras y la Señora Brown con picardía agregó—. Sí la conoce ¿Verdad?
— ¿Dónde está ella?
—Debe estar arriba, esperando a que usted llegue...
—Bien, gracias Señora Brown... —respondió el joven.
Terry no lo pensó por más tiempo, así que tomó la mano de Angus y lo encaminó hacia el elevador.
—Ven, tenemos que subir... —le anunció Terry, mientras Angus corría para seguirle el paso.
— ¿Te está buscando una muchacha bonita? —le cuestionó Angus, al tiempo que subían el elevador.
—Eso dice la Señora Brown... —respondió Terry con nerviosismo, sintiendo como las manos le temblaban.
— ¿Puedo sacar un juguete?
—No, ya vamos a llegar... Sacarás el contenido de esa bolsa, hasta que estés en casa.
Cuando al fin, llegaron al piso deseado, salieron del ascensor de inmediato. Una vez afuera, los ojos de Terry, viajaron por el corredor, buscando la puerta de su departamento, en donde como ya lo había previsto, se encontraba su adorada rubia, sentada y recargada sobre la puerta.
—Hola... —dijo Candy, levantándose de golpe, mientras observaba a los hermanos Grandchester, acercándose a ella.
—Hola... ¿Y tú quién eres? —cuestionó Angus, observándola.
—Yo me llamo Candy... Y soy amiga de tu hermano... —respondió insegura, sintiendo sobre ella, la mirada penetrante de Terry.
— ¿Eres su novia? —preguntó el pequeño.
La rubia negó con su cabeza y luego Terry buscó hacer callar a su hermano, abrió la puerta del departamento y le dijo:
—Angus... Toma las bolsas y lleva la comida a la cocina. Anda... En seguida te alcanzamos.
Angus afirmó con su cabeza y Terry dirigió su mirada hacia la rubia, cuyas mejillas estaban cubiertas de un bochornoso rubor.
—Ni siquiera me dejó responderte... —dijo el actor, al tiempo que se acercaba a la chica—. Hola Candy... —saludó extendiendo su mano, para ofrecérsela—. ¡Qué sorpresa verte por aquí!
—Hola de nuevo... —respondió ella, estrechando su mano con la de Terry—. Perdón por presentarme así, sin invitación...
—Oh no... Tú no necesitas invitación, Candy... No te disculpes por eso... —respondió el actor, observando cómo la muchacha se sonrojaba aún más.
—Yo... Siento mucho lo que sucedió con tu familia... Y deseaba venir y ofrecerte mis condolencias.
—Gracias... ¿Cómo te enteraste de lo que sucedió? —cuestionó él, con interés.
—El Señor Riley Coxon me envío una carta... Y yo, he querido viajar para verlos... A ti y a tu hermano... Él me explicó que el niño podría necesitar de mi ayuda —dijo la rubia—. Pero bueno al final, todo salió como ambos esperábamos y tú te has quedado con él... Me alegro mucho...
—Sí... Bueno... Yo decidí que lo mejor era que Angus se quedara conmigo.
—Estaré algunos días en Nueva York... —añadió Candy—. Y si lo deseas, puedo ayudarte con el niño... Claro... Solo el tiempo que tú creas prudente...
—Eso suena muy bien... —mencionó Terry sin poder dejar de observar a la chica... Ella, lucía mucho más bonita de lo que él recordaba, y aquello lo inquietaba de sobremanera —. ¿Quieres pasar y tomar una taza de té?
— ¿No será mucha molestia? —preguntó ella.
—Molestia sería que no pasaras... —respondió él—. De verdad me molestaría mucho, si no entras conmigo y me acompañas...
Candy sonrió y entonces aceptó la invitación.
—Toma asiento, Candy... Enseguida vuelvo.
—Sí... Gracias... Terry...
Angus jugaba con uno de los cochecitos que su hermano le había comprado y hacia ruidos, mientras lo hacía rodar por los sillones. Estaba muy entretenido, pero al ver a Candy frente a él, dejó de jugar y se acercó a ella.
— ¿Vas a quedarte?
—Sí, solo por un momento... —respondió la rubia, mientras estudiaba al niño e interiormente aceptaba, que era muy parecido a Terry. Angus volvió a su juego y Candy, deseando capturar nuevamente su atención, le preguntó... —. ¿Cuál es tú nombre?
El niño la miró y respondió:
—Angus...
—Es un nombre muy bonito...
—A mí no me gusta... —recriminó el chiquillo—. ¿Tú cómo te llamas?
—Yo me llamo Candice... Pero... Mis amigos me dicen Candy...
—Mi hermano se llama Terrence, pero dice que sus amigos le llaman Terry... Tú eres su amiga... ¿Tú le llamas así?
Candy sonrió y luego asintió con su cabeza.
—Sí... Así le llamo... —la rubia observó al niño y luego le preguntó—. ¿Puedo jugar contigo?
Angus le sonrió y rápidamente sacó otro de los cochecitos que le había comprado Terry y se lo ofreció a la rubia.
— ¿A qué quieres jugar? —preguntó Angus.
—A las carreras ¿Te parece? —Candy se levantó de su asiento y le indicó al niño que la siguiera. Angus la miró divertido y siguió cada una de las instrucciones que ella le daba, al final, cuando ambos se encontraron en un espacio libre, Candy anunció la carrera y tanto Angus, como ella, dejaron que los coches corrieran.
— ¡Yo gané! —exclamó Angus con júbilo—. ¡Vamos a jugar otra vez! —pidió contento, mientras corría y recuperaba los pequeños autos.
Terry sonrió, al escucharlo gritando y riendo... No le sorprendía para nada que Angus ya estuviera entendiéndose con Candy, porque ambos eran muy parecidos, sin embargo, sí le tomó por sorpresa observarlo tal cual era, un niño de cinco años, que se divertía y jugaba sin comportarse como un pequeño adulto.
—Terry... —le llamó Angus con alegría—. Candy me enseñó un nuevo juego... ¿Quieres jugar tú también?
El castaño afirmó con su cabeza y tomó el cochecito que su hermano le ofrecía, se colocó a un lado de Candy y luego dejó que el juguete rodara.
— ¡También te gané, Terry!—exclamó Angus con felicidad.
Terry, le sonrió y luego le propuso sacar sus otros juguetes, hizo esa propuesta, con la esperanza de que el pequeño, les diera un momento de paz a él y a Candy... Pero... Claro... Angus tenía otros planes...
El niño, no lo pensó dos veces y al escuchar la propuesta de su hermano, tomó la mano de Candy y se la llevó a la estancia, para enseñarle cada uno de los juguetes que Terry le había comprado. Finalmente, al actor, no le quedó más que sentarse en uno de los sofás y observar cómo su “querido hermanito” se apropiaba de la hermosa joven de la que él, aún seguía perdidamente enamorado.
Después de la demostración de juguetes, Angus siguió acaparando a la rubia, logrando así, que la pareja de jóvenes, no tuviera oportunidad de cruzar más de un par de frases.
—Ya tengo que irme... —anunció Candy, después de ver el reloj, ya eran poco más de las seis de la tarde y ella le había dicho a George que no tardaría... Debe estar muy preocupado pensó con cierta pena, por hacerlo esperar.
—No.... Candy, no te vayas... —reclamó Angus de inmediato, haciendo sonreír a la muchacha.
—Prometo volver mañana ¿Te parece? —Candy lo vio fruncir el ceño y de inmediato aclaró —. Si tú quieres, mañana, vendré a cuidarte, te acompañaré mientras Terry se va a trabajar...
— ¿De verdad, hermano? —preguntó a Terry.
—Sí, claro... —contestó él.
—Está bien... Puedes irte... —dijo Angus—. Pero vuelve mañana...
Ambos jóvenes rieron, ante la exigencia del pequeño y luego, de que Candy se despidió de él, Terry la acompañó hacia la puerta.
— ¿En qué hotel te estás hospedando? Puedo acompañarte hasta allá, si tú quieres... —propuso Terry.
—Estoy muy cerca de aquí, me hospedo en el Hotel Plaza... —la rubia le miró y luego dijo—. George vendrá por mí, no te preocupes él ya debe estar abajo, esperando...
La mandíbula de Terry se tensó ante aquella declaración ¿Quién demonios es George? Se preguntó con molestia.
— ¿Quién es George? —preguntó Angus, con curiosidad—. ¿Es tu novio?
Candy río sin poder evitarlo y luego negó con su cabeza.
—No... No... George, es mi guardián... —observó al incrédulo Terry y luego le cuestionó—. ¿Recuerdas al hombre que me llevó al Colegio San Pablo? —Terry afirmó y ella añadió...—. Bueno, él es George, Albert le pidió que me trajera aquí, a Manhattan...
El ceño fruncido de Terry se suavizó y luego sonrió hacia la rubia.
—De acuerdo... Entonces... ¿Nos veremos mañana?
—Sí, claro... ¿A qué hora deseas que venga?
—Debo ir al teatro al medio día, así que...
— ¿A las once, está bien?
—Esa hora es perfecta...
—Bien... Ya debo irme...
—Te acompaño al lobby... —insistió el castaño—. Angus, tú quédate aquí... Y saca las cosas que compramos...
—No... Yo también quiero despedir a Candy... —dijo el chiquillo, tomando la mano de Terry—. No me quiero quedar solo... Yo voy contigo...
Candy observó suplicante al joven actor, como pidiéndole que complaciera a su hermano. Terry obviamente no pudo negarse, así que muy a su pesar, llevó a Angus con él y ambos fueron con Candy hacia la planta baja, donde finalmente se despidieron de ella y la observaron marcharse en un elegante automóvil.
Continuará...
_______________________________________________________
Ni modo, les tocó un reencuentro de lo más civilizado a estos dos rebeldes... Con ese pupilo que tienen, es imposible que actúen con más soltura... Ya veremos qué les depara el final de la historia... ¡Gracias por leer!
Terry, había pasado mucho tiempo observando el paquete, que Riley le dejó en la recepción del edificio.
El guapo actor, se había resistido a descubrir lo que yacía dentro de aquella caja, cuidadosamente sellada, no porque no estuviera interesado en lo que contenía, sino más bien estaba evitando abrirla, porque tenía miedo de encontrarse con lo que estaba allí...
Su estado emocional, ya de por sí era un caos... ¿Qué objeto tenía martirizarse aún más?
—No puedo dormir... —anunció Angus, mientras aparecía en la estancia y hacía que Terry, se olvidara de la lucha interna que sostenía en aquellos momentos.
—Cenaste demasiado... —recriminó el actor—. Quizás es por eso, que no puedes conciliar el sueño.
—No... Lo que pasa es que tengo miedo... Y no quiero estar solo... —expresó el niño, mientras su hermano mayor, se levantaba del sofá y lo acompañaba, de vuelta a la habitación—. Quédate conmigo, Terrence... Por favor, quédate aquí...
—La cama es muy pequeña, Angus... Pero... Acercaré aquel sofá y me acostaré cerca de ti... ¿Te parece?
Angus le sonrió y luego le dijo:
—Sí... Pero... ¿No te vas a ir, cuando yo me duerma, verdad?
—No, no me iré... Me quedaré aquí contigo, no te preocupes.
Minutos después, Terry apagó la luz de la lámpara y de inmediato se acostó sobre el sofá. Por un momento, pensó en cerrar los ojos y descansar, pero justo cuando parecía que ya todo estaba bien, Angus volvió a levantarse de la cama y ésta vez, anunció:
—Terrence... Quiero vomitar...
¡Demonios!
Se dijo Terry con espanto, al tiempo que se levantaba del sofá y se acercaba hacia su hermano, para auxiliarlo. Rápidamente, lo llevó al cuarto de baño y en cuestión de segundos, sucedió lo inevitable.
Solo esto me faltaba...
Pensó Terry, presenciando el tormentoso momento, por el cuál atravesaba su hermano.
Le espantó de sobremanera, observar a Angus en aquella situación, sin embargo, no lo demostró, en vez de lucir temeroso, se dedicó ayudar al pequeño en todo momento.
Una vez que la "fatalidad" concluyó, Terry llevó su mano hacia la frente del chiquillo y se aseguró de que no tuviera fiebre. Él, le tenía pavor al hecho de que una persona presentara síntomas tan agresivos, sabía que el virus de la influenza, podía presentarse en cualquier momento... Y eso lo asustaba de sobremanera.
Sin embargo, para su fortuna, Angus gozaba de una temperatura normal y todo parecía estar en orden.
—Te lo dije en la cena Angus, era demasiada comida, para un estómago tan pequeño, como el tuyo...
Le llamó la atención Terry, conforme lo ayudaba a recostarse nuevamente en la cama.
—Tenía mucha hambre...—se disculpó el chiquillo.
—No volverás a cenar de esa manera jamás... ¿Entendido? Nada de pedir dos postres... —Angus frunció el ceño y luego se cruzó de brazos—. No te digo que no comas lo que te gusta, solo te digo que no te excedas... —la voz autoritaria de Terry, le removió viejos recuerdos al pequeño, su mente recordó al Duque de Grandchester, regañándolo por la misma razón—. No te enojes conmigo, no volvamos a lo mismo... —pidió Terry.
—No estoy enojado... —el niño observó a su hermano y le preguntó—. ¿Tú estás enojado?
—No, no lo estoy...
Los ojos de Angus, lucían cansados... Sin embargo, no se rendían y seguían abiertos, observando a su hermano mayor...
—No vas a irte... ¿Verdad? —preguntó.
—No, Angus, no me iré... —expresó Terry, alborotándole el cabello y haciéndolo sonreír —. Duérmete ya y no te preocupes por nada... Yo estaré aquí... A tu lado.
El actor, arropó al pequeño y luego lo observó cerrar los ojos.
Cuidar de un niño... ¿Era así de difícil? Se preguntaba el actor con incredulidad, sintiéndose confundido... Qué ya se duerma, por favor… Rogó internamente...
Minutos después, cuando Angus por fin se durmió, Terry intentó hacer lo mismo, pero para su mala suerte no lo logró y pasó toda la noche, dando vueltas sobre aquel incómodo sofá...
Cuando el reloj marcó que ya eran las ocho de la mañana, Terry se dispuso abandonar el sillón. Lo hizo, agradecido, de que ese, fuera su día de descanso, porque de otra forma estaría en serios problemas...
El actor negó con su cabeza ante el recuerdo de su hermano y su caótica forma de vomitar, luego se acercó a la cama, para cerciorarse de que todo estuviera bien. El pequeño ya tenía los ojos abiertos y le miraba con atención.
— ¿Cómo te sientes, Angus?
—Tengo mucha hambre...
—Ya lo creo... Debes tener el estómago vacío —dijo Terry, sin poder evitar reírse.
El joven tocó el rostro del niño y al notar que su temperatura seguía siendo normal, se sintió totalmente aliviado... No había señales de una infección o algo parecido, Angus se veía tan repuesto como lucía el día anterior.
—Te prepararé un desayuno rápido... —avisó Terry—. Luego iremos a la calle, porque hay que comprarte algunas cosas...
— ¿Qué cosas?
—Ropa, zapatos... Ese tipo de artículos...
— ¿Un juguete también?
Terry afirmó y luego sonrió con diversión.
—Sí... Un juguete también... —aclaró él—. Anda... Cámbiate de ropa y luego ve hacia la cocina... ¿De acuerdo?
—Sí, Terrence...
— ¿Sabes? Terrence es un nombre que muy largo... —le dijo el muchacho—. ¿Por qué mejor, no me llamas Terry?
— ¿Terry?
—Sí... Simplemente Terry... Así me llaman mis amigos y la gente cercana.
—Está bien... Te llamaré Terry... —dijo el pequeño Angus, regalándole una sonrisa.
※ ※ ※ ※ ※
Después de tomar el desayuno, salieron del apartamento y bajaron a la planta baja, luego se dirigieron rumbo a uno de los almacenes que se encontraba cerca de la zona y se abastecieron de lo necesario.
Terry no gozaba de la mejor etapa económica de su vida, pero tenía algún dinero ahorrado, y pensó en ayudarse con el, para proveer de lo necesario a su hermano..
Al regresar al edificio, la Señora Brown, ya los esperaba y con impaciencia, se acercó a ellos, para anunciar:
—Han venido a buscarle, joven Terrence —dijo la mujer, deteniendo los pasos del muchacho y lod de su hermano.
— ¿Quién? —cuestionó Terry, observándole con suspicacia—. ¿Es alguien que usted conozca?
—Es una chica... Y no... No la conozco —expresó un tanto sorprendida, pues Terry jamás llevaba chicas allí.
— ¿Una chica?
—Sí... Ella, me dijo que es amiga suya y cuando yo le dije que usted no estaba, me respondió que de todas formas esperaría...
— ¿Amiga mía eh? ¿Cómo es? ¿Es bonita? —preguntó con toda la intención de escandalizar a la “metiche” mujer.
—Es una muchachita rubia, con cabello rizado y unos bonitos ojos verdes... —los ojos azules de Terry, brillaron al escuchar aquellas palabras y la Señora Brown con picardía agregó—. Sí la conoce ¿Verdad?
— ¿Dónde está ella?
—Debe estar arriba, esperando a que usted llegue...
—Bien, gracias Señora Brown... —respondió el joven.
Terry no lo pensó por más tiempo, así que tomó la mano de Angus y lo encaminó hacia el elevador.
—Ven, tenemos que subir... —le anunció Terry, mientras Angus corría para seguirle el paso.
— ¿Te está buscando una muchacha bonita? —le cuestionó Angus, al tiempo que subían el elevador.
—Eso dice la Señora Brown... —respondió Terry con nerviosismo, sintiendo como las manos le temblaban.
— ¿Puedo sacar un juguete?
—No, ya vamos a llegar... Sacarás el contenido de esa bolsa, hasta que estés en casa.
Cuando al fin, llegaron al piso deseado, salieron del ascensor de inmediato. Una vez afuera, los ojos de Terry, viajaron por el corredor, buscando la puerta de su departamento, en donde como ya lo había previsto, se encontraba su adorada rubia, sentada y recargada sobre la puerta.
—Hola... —dijo Candy, levantándose de golpe, mientras observaba a los hermanos Grandchester, acercándose a ella.
—Hola... ¿Y tú quién eres? —cuestionó Angus, observándola.
—Yo me llamo Candy... Y soy amiga de tu hermano... —respondió insegura, sintiendo sobre ella, la mirada penetrante de Terry.
— ¿Eres su novia? —preguntó el pequeño.
La rubia negó con su cabeza y luego Terry buscó hacer callar a su hermano, abrió la puerta del departamento y le dijo:
—Angus... Toma las bolsas y lleva la comida a la cocina. Anda... En seguida te alcanzamos.
Angus afirmó con su cabeza y Terry dirigió su mirada hacia la rubia, cuyas mejillas estaban cubiertas de un bochornoso rubor.
—Ni siquiera me dejó responderte... —dijo el actor, al tiempo que se acercaba a la chica—. Hola Candy... —saludó extendiendo su mano, para ofrecérsela—. ¡Qué sorpresa verte por aquí!
—Hola de nuevo... —respondió ella, estrechando su mano con la de Terry—. Perdón por presentarme así, sin invitación...
—Oh no... Tú no necesitas invitación, Candy... No te disculpes por eso... —respondió el actor, observando cómo la muchacha se sonrojaba aún más.
—Yo... Siento mucho lo que sucedió con tu familia... Y deseaba venir y ofrecerte mis condolencias.
—Gracias... ¿Cómo te enteraste de lo que sucedió? —cuestionó él, con interés.
—El Señor Riley Coxon me envío una carta... Y yo, he querido viajar para verlos... A ti y a tu hermano... Él me explicó que el niño podría necesitar de mi ayuda —dijo la rubia—. Pero bueno al final, todo salió como ambos esperábamos y tú te has quedado con él... Me alegro mucho...
—Sí... Bueno... Yo decidí que lo mejor era que Angus se quedara conmigo.
—Estaré algunos días en Nueva York... —añadió Candy—. Y si lo deseas, puedo ayudarte con el niño... Claro... Solo el tiempo que tú creas prudente...
—Eso suena muy bien... —mencionó Terry sin poder dejar de observar a la chica... Ella, lucía mucho más bonita de lo que él recordaba, y aquello lo inquietaba de sobremanera —. ¿Quieres pasar y tomar una taza de té?
— ¿No será mucha molestia? —preguntó ella.
—Molestia sería que no pasaras... —respondió él—. De verdad me molestaría mucho, si no entras conmigo y me acompañas...
Candy sonrió y entonces aceptó la invitación.
—Toma asiento, Candy... Enseguida vuelvo.
—Sí... Gracias... Terry...
Angus jugaba con uno de los cochecitos que su hermano le había comprado y hacia ruidos, mientras lo hacía rodar por los sillones. Estaba muy entretenido, pero al ver a Candy frente a él, dejó de jugar y se acercó a ella.
— ¿Vas a quedarte?
—Sí, solo por un momento... —respondió la rubia, mientras estudiaba al niño e interiormente aceptaba, que era muy parecido a Terry. Angus volvió a su juego y Candy, deseando capturar nuevamente su atención, le preguntó... —. ¿Cuál es tú nombre?
El niño la miró y respondió:
—Angus...
—Es un nombre muy bonito...
—A mí no me gusta... —recriminó el chiquillo—. ¿Tú cómo te llamas?
—Yo me llamo Candice... Pero... Mis amigos me dicen Candy...
—Mi hermano se llama Terrence, pero dice que sus amigos le llaman Terry... Tú eres su amiga... ¿Tú le llamas así?
Candy sonrió y luego asintió con su cabeza.
—Sí... Así le llamo... —la rubia observó al niño y luego le preguntó—. ¿Puedo jugar contigo?
Angus le sonrió y rápidamente sacó otro de los cochecitos que le había comprado Terry y se lo ofreció a la rubia.
— ¿A qué quieres jugar? —preguntó Angus.
—A las carreras ¿Te parece? —Candy se levantó de su asiento y le indicó al niño que la siguiera. Angus la miró divertido y siguió cada una de las instrucciones que ella le daba, al final, cuando ambos se encontraron en un espacio libre, Candy anunció la carrera y tanto Angus, como ella, dejaron que los coches corrieran.
— ¡Yo gané! —exclamó Angus con júbilo—. ¡Vamos a jugar otra vez! —pidió contento, mientras corría y recuperaba los pequeños autos.
Terry sonrió, al escucharlo gritando y riendo... No le sorprendía para nada que Angus ya estuviera entendiéndose con Candy, porque ambos eran muy parecidos, sin embargo, sí le tomó por sorpresa observarlo tal cual era, un niño de cinco años, que se divertía y jugaba sin comportarse como un pequeño adulto.
—Terry... —le llamó Angus con alegría—. Candy me enseñó un nuevo juego... ¿Quieres jugar tú también?
El castaño afirmó con su cabeza y tomó el cochecito que su hermano le ofrecía, se colocó a un lado de Candy y luego dejó que el juguete rodara.
— ¡También te gané, Terry!—exclamó Angus con felicidad.
Terry, le sonrió y luego le propuso sacar sus otros juguetes, hizo esa propuesta, con la esperanza de que el pequeño, les diera un momento de paz a él y a Candy... Pero... Claro... Angus tenía otros planes...
El niño, no lo pensó dos veces y al escuchar la propuesta de su hermano, tomó la mano de Candy y se la llevó a la estancia, para enseñarle cada uno de los juguetes que Terry le había comprado. Finalmente, al actor, no le quedó más que sentarse en uno de los sofás y observar cómo su “querido hermanito” se apropiaba de la hermosa joven de la que él, aún seguía perdidamente enamorado.
Después de la demostración de juguetes, Angus siguió acaparando a la rubia, logrando así, que la pareja de jóvenes, no tuviera oportunidad de cruzar más de un par de frases.
—Ya tengo que irme... —anunció Candy, después de ver el reloj, ya eran poco más de las seis de la tarde y ella le había dicho a George que no tardaría... Debe estar muy preocupado pensó con cierta pena, por hacerlo esperar.
—No.... Candy, no te vayas... —reclamó Angus de inmediato, haciendo sonreír a la muchacha.
—Prometo volver mañana ¿Te parece? —Candy lo vio fruncir el ceño y de inmediato aclaró —. Si tú quieres, mañana, vendré a cuidarte, te acompañaré mientras Terry se va a trabajar...
— ¿De verdad, hermano? —preguntó a Terry.
—Sí, claro... —contestó él.
—Está bien... Puedes irte... —dijo Angus—. Pero vuelve mañana...
Ambos jóvenes rieron, ante la exigencia del pequeño y luego, de que Candy se despidió de él, Terry la acompañó hacia la puerta.
— ¿En qué hotel te estás hospedando? Puedo acompañarte hasta allá, si tú quieres... —propuso Terry.
—Estoy muy cerca de aquí, me hospedo en el Hotel Plaza... —la rubia le miró y luego dijo—. George vendrá por mí, no te preocupes él ya debe estar abajo, esperando...
La mandíbula de Terry se tensó ante aquella declaración ¿Quién demonios es George? Se preguntó con molestia.
— ¿Quién es George? —preguntó Angus, con curiosidad—. ¿Es tu novio?
Candy río sin poder evitarlo y luego negó con su cabeza.
—No... No... George, es mi guardián... —observó al incrédulo Terry y luego le cuestionó—. ¿Recuerdas al hombre que me llevó al Colegio San Pablo? —Terry afirmó y ella añadió...—. Bueno, él es George, Albert le pidió que me trajera aquí, a Manhattan...
El ceño fruncido de Terry se suavizó y luego sonrió hacia la rubia.
—De acuerdo... Entonces... ¿Nos veremos mañana?
—Sí, claro... ¿A qué hora deseas que venga?
—Debo ir al teatro al medio día, así que...
— ¿A las once, está bien?
—Esa hora es perfecta...
—Bien... Ya debo irme...
—Te acompaño al lobby... —insistió el castaño—. Angus, tú quédate aquí... Y saca las cosas que compramos...
—No... Yo también quiero despedir a Candy... —dijo el chiquillo, tomando la mano de Terry—. No me quiero quedar solo... Yo voy contigo...
Candy observó suplicante al joven actor, como pidiéndole que complaciera a su hermano. Terry obviamente no pudo negarse, así que muy a su pesar, llevó a Angus con él y ambos fueron con Candy hacia la planta baja, donde finalmente se despidieron de ella y la observaron marcharse en un elegante automóvil.
Continuará...
_______________________________________________________
Ni modo, les tocó un reencuentro de lo más civilizado a estos dos rebeldes... Con ese pupilo que tienen, es imposible que actúen con más soltura... Ya veremos qué les depara el final de la historia... ¡Gracias por leer!