Existe algo llamado destino.
Inevitable.
Que despierta como las luces de las luciérnagas en verano.
Que no entiende de tiempo ni de espacio.
Que siempre está allí.
En cada respiración, en cada minuto, en cada parpadeo, en cada canción.
Que renace cuando se creía muerto, algo suave y áspero y tibio y frío.
Que tiembla como la llama ambarina de la vela en la noche oscura.
Un viaje, un camino, un lugar o mil lugares o todos a la vez.
Un algo dentro, incomprensible, intangible, imprevisible.
Un suspiro, un grito, un temblor. Un roce, un sabor.
Si pudiese encerrarte no serías mío.
Me pierdo en el oro de tus pupilas y me robas la razón.
Me elevas y me llenas, me torturas y deseas.
Si pudiese olvidarte, no serías tú.
Eres el mar, el cielo, la arena y la roca.
Tormenta, calma, nieve, sal.
Día, noche, hierro y pan.
Hoy, mañana, ayer y más allá.
Aún sin estarlo, estás. Tu perfume, tu mirar.
Rocío, caramelo, fulgor, resplandor.
Perder, encontrar, luchar, descansar.
Pasión, deseo, ternura, siseo.
Conquista, encuentro, abandono, anhelo.
Eres todo, eres más, infinito sueño.
Existe algo llamado destino.
Lleva tu nombre, lleva el mío.