Hace años, tuve un gato muy mimado llamado Onassis; no era muy travieso, pero tenía fascinación por las cosas brillantes.
Se subía a mi cómoda y me robaba los aretes y los anillos... cuando yo quería salvar mis prendas ya él salía corriendo por ahí, absoutamente imposible de alcanzar.
Quizá algún día sepa a dónde se los llevó, mientras tanto, sigo especulando.
Y a ustedes ¿Alguna vez un gato les ha robado algo, que no sea el corazón?
De la serie "UN PERSONAJE, UN GATO"
Princess era una hermosa gatita de raza "Ragdoll" de hermoso pelaje mullido, y de una delicada gama de colores que iban desde el blanco pasando por el suave beige y llegando a un coqueto "antifaz" color chocolate que le llegaba hasta las orejas.
Eso sin mencionar sus hermosos ojos azul cielo que enamoraban a cualquiera que la miraba, y su delicada voz, de maullido suave y casi imperceptible.
Llegó a la mansión blanca de la familia Andrew en Lakewood, como regalo de bienvenida que un pariente lejano quisiera hacerle a la nueva miembro legal de la familia, durante su presentación oficial.
Pero pasó que la jovencita rubia ya tenía una mascota, y desafortunadamente entre ellos no lograron hacer buenas migas.
Antes de que a Tía Elroy se le ocurriera alguna barbaridad con el precioso animalito, y apoyado por su hermano y su primo; al refinado adolescente de cabello castaño no le supuso ningún esfuerzo decidir hacerse cargo de tal preciosidad.
Su docilidad, su gracilidad y su elegancia, habían prácticamente enamorado a su querido dueño desde el primer momento en que la vio; eso y la forma como se abandonaba en total relax cuando él la tomaba entre sus brazos, hasta llegar a parecer una verdadera muñeca de trapo maleable y mullida.
Solía levantarla por la pancita y ella, se relajaba y se dejaba colgar entre sus manos con los ojos chinitos y un suave ronroneo, y dejaba que él la tomara así, llevándola y trayéndola por toda la casa, divertido de ver a la gatita tan dócil y tan confiada a sus manos.
Princess no era una nena malcriada, o al menos eso era lo que su dueño siempre ponderaba; pero, hay que decir la verdad; no estaba hecha para otra cosa que no fuera ser amada y mimada.
Solía reposar todas las tardes en un hermoso cojín púrpura de terciopelo que su amo había mandado a elaborar especialmente para ella.
Pero por las noches, dormía entre las sábanas de seda de la cama de su dueño, hasta que, de la forma más delicada a “besitos”, lo despertaba para que le hiciera de desayunar.
Él debía mantener el arenero limpio a toda hora, pues su “nena” no se sentaba ahí si estaba sucio, y se ponía muy nerviosa si no tenía dónde ocuparse de sus "asuntos".
Tenía un ratón de hule que chillaba graciosamente cada vez que ella jugueteaba con él, pero si veía un ratón de verdad ¡Sálvese quien pueda!
Generalmente era su amo quien tenía que venir escoba en mano a espantar a la bestia infernal que tenía a su nena crispada de los nervios, toda erizada y bufando, desde el más alto anaquel de la cocina.
Ella premiaba el valor de su héroe con cariñosos sobajeos y ronroneos.
Sí, ser amada y mimada. Princess no estaba hecha para otra cosa.
Y su dueño la amaba; y la mimaba, y le daba lo mejor de su atención; tanto que a veces lograba encelar a su propia novia al ver que había más atenciones para su "mascota" que para ella.
- Mascota no… - solía corregirla él suave pero firmemente mientras dedicaba al animalito las caricias que ya quisiera para ella – ¡Mi hija! Ya te lo he dicho. Y acostúmbrate, porque ese es un hecho que no va a cambiar.
La pobre joven se limitaba a sonreír delicadamente, resignándose más que aceptando, a que su felina competencia era superior que ella misma a la hora de los afectos del ser amado.
Princess, que no era nada tonta; desde temprano había percibido pronto la cercanía de otra hembra en su entorno. Una hembra que despedía feromonas como si se encontrara en constante celo esperando la atención del macho que al parecer, ni se inmutaba en percibirlas.
¡Cómo sufrió Princess cuando su querido amo tuvo que partir a otras tierras sin ella! Afortunadamente no fue por mucho tiempo, pero su felicidad de tenerlo nuevamente con ella, se veía ensombrecida al percibir a aquella hembra que, aparentemente, no cejaba en su empeño de competir por su amo.
Al principio, como toda hembra alfa a la que le invaden su territorio; Princess fue hostil, y buscaba como a propósito interrumpir en los, ya de por sí escasos, escarceos románticos de aquella tan singular pareja; sintiéndose triunfante al notar lo fácil que le resultaba ganar la atención de su querido y elegante amo, dejando a la otra a un lado como si en realidad no existiera. Pero pronto se dio cuenta que el juego no era divertido.
Que la joven humana de sedosa cabellera nocturna dejaba de insistir fácilmente y se limitaba a simplemente estar ahí y contemplarlo.
Que él le tomara una mano de vez en cuando le hacía resplandecer la mirada, tan azul como la suya propia… pero, era tan poco ¡Y a la vez tanto!
Pronto se dio cuenta Princess que ahí no había competencia, que aquella hembra no jugaba a ser la favorita, sino que se limitaba simplemente ser y estar ahí para él, cuando él la requiriera, cuando la necesitara.
Para lo que fuera, no importaba; sólo que al menos la notara.
Que la joven estaba siempre ahí, atenta a él, a sus palabras, a sus movimientos, a sus atenciones ¡Igual que ella!
Y que cuando él la acariciaba o la tomaba entre sus brazos, ella también parecía relajarse toda como si fuera una muñeca de trapo, dispuesta a que él la tomara, la llevara y la trajera a su antojo; abandonada, totalmente entregada, totalmente confiada a él, tal como hacía ella.
No era divertido ver a alguien entristecer de tanto amor, y sobretodo entendió que si fuera a ella a quien su amo no le prestara su atención y sus mimos, talvez estaría tan triste como aquella.
Así, como si hubiera adivinado de cierta manera que, sólo habiendo armonía entre ella y aquella humana es como habría felicidad en aquel hogar, Princess decidió que sería su amiga y jugaría con ella; y en lugar de pelearle el cariño de su amo, lo compartirían y a su vez se ganaría el suyo, para así poder hacerse felices mutuamente, teniéndolo a él.
Estando en la biblioteca aquel medio día, la joven de pronto sintió un ligero empujoncito a un costado; al fijarse vio a la elegante gatita dándole una amistosa cabezadita por las pantorrillas.
- Princess ¿Qué haces? - preguntó Annie alejándose un poco sin lograr que la gatita deje de hacer lo que hacía - ¡Ah ya sé! Archie me abrazó cuando llegué; es por su aroma ¿verdad?
No podía ser otro el motivo; esa gata nunca había sido cariñosa con ella ¿por qué iba a comenzar ahora? A Annie hace años que le parecía que más bien la detestaba.
Sin mucho ánimo, tomó un libro y se dirigió hacia una butaca cerca de la ventana, dispuesta a sentarse a leer para matar el tiempo, hasta que Archie se acordara que ella había ido de visita.
Pero Princess parecía estar decidida a ganársela ¿qué haría ahora? ¡Ah sí! Su regazo, ningún humano se resiste a un gato ronroneandole en el regazo.
- ¡Princess! - exclamó Annie, cuando sintió el peso de la gata caer sobre sus rodillas – No hagas eso, ya te dije ¡No soy Archie!
Tomó delicadamente con ambas manos a la gata que de inmediato se relajó aflojando toda la figura, y la colocó en el suelo alfombrado, donde quedó acostada unos segundos hasta recuperar su tono muscular.
La gata quedó mirando a Annie, quien con un suspiro cruzaba las piernas y se disponía a su lectura. Princess movió las orejas contrariada y se estiró, desperezándose.
¿No funcionó? No importa. Estrategias era lo que le sobraban.
Mientras Annie volteaba una página, unos largos bigotes se interpusieron en su campo de visión.
Volteó la cara y se topó con los ojos azules de Princess, que desde el ancho espaldar de la butaca, curioseaba lo ella que hacía.
- ¡Vete Princess! - resopló Annie mientras se volteaba violentamente; la gatita perdió el equilibrio cayendo sobre su regazo, tropezándole el libro de entre las manos, que fue a caer lejos de ella en la alfombra.
- ¡Princess no seas mala! - exclamó Annie levantándose a recoger el libro - ¡Qué gatita...!
Justo cuando iba a agarrar el libro, la gatita lo manoteó alejándoselo. Annie intentó alcanzarlo pero por dos ocasiones la felina repitió la broma, jugueteando con ella, haciendo que la joven cayera de rodillas.
- ¡Compórtate! - exclamó Annie al ver a Princess manotear de nuevo el libro que comenzaba a malograrse – ¡Deja de hacer eso o le diré a Archie que...! ay pero a quién quiero engañar - suspiró de pronto cayendo sentada sobre sus talones como una japonesa - aunque yo pudiera mostrarle lo mala que eres conmigo, él jamás me creería. Porque él te prefiere a ti, yo no existo. Mira, estoy de visita hace rato y tengo que venir a la biblioteca a esperar que él se desocupe y pueda dedicarme un poquito de atención; eso si no vienes tú a interponerte como siempre lo haces.
Princess, sentada sobre sus cuartos traseros, parecía escucharla.
- Ya no sé ni para qué vengo… - continuó Annie – a veces creo que solamente vengo a importunarlo; que lo interrumpo, que lo molesto. A veces siento que me atiende solo porque, innegablemente, Archie es un caballero y le toca; pero creo que francamente él preferiría no tener que hacerlo.
Princess se recostó sobre sus patas sin dejar de mirarla; siguiendo el vaivén de las delicadas manos de la joven mientras gesticulaba al hablar.
¿Qué era eso que le brillaba tanto?
- Soy muy boba; yo sé que él no siente por mí lo mismo que yo por él. A veces quisiera no volver más ¿sabes? Mirar a Archie a los ojos y decirle ¡Esto se terminó! ¡Ya estoy harta de ser siempre yo la que te busca y la que te espera! Y luego decirle a mi madre que nos vayamos a cualquier parte, y no volver nunca ¡Nunca más! Pero… - la joven se interrumpió al ver cómo Princess movía de un lado a otro y de arriba abajo su cabeza; la gatita seguía la trayectoria de sus efusivas manos con los ojos muy abiertos y las pupilas dilatadas, - ¿Qué tienes Prin…? ¡Ah, es por esto!
Annie se quitó el solitario de diamante que hace casi un año llevaba en el anular izquierdo; colocó sus manos sobre su regazo mientras sostenía el anillo y lo miró largo rato.
¡Era una pieza de orfebrería preciosa!
Un aro de oro que asemejaba la enredadera de un rosal; en su cúspide, se levantaba un capullo abierto que era el receptáculo del hermoso diamante octagonal, que refractaba la luz que se colaba por la ventana de la biblioteca, arrancándole llamativas iridiscencias plateadas y violáceas.
Las pupilas de Princess parecían dar vueltas locas, hipnotizada por los destellos que despedía la joya que bailaba en las manos de la joven.
¡Oh sí! ¡Pero cómo brilla…!
- Ni siquiera sé por qué me dio esto… - murmuró Annie batiendo el brillante anillo ante la curiosa gatita – Oro de 24 quilates y un diamante ruso de quilate y medio ¡Debió haber costado una fortuna!... pero, creo que en realidad ese es el único valor que tiene: el monetario…
No notó Annie, que la gata delicadamente se incorporaba con los ojos como platos.
¡¡Briiiillaaaa…!!
- En realidad creo que lo hizo solo porque era lo que se esperaba de él; francamente no creo que se vaya a casar conmigo. Si yo pudiera Princess… si yo tuviera el suficiente valor, te aseguro que tomaría este anillo y lo… ¡¡¡PRINCESS NOOOOO!!!
Pobre Princess.
De verdad que ella intentó ser la princesita que se esperaba que fuera, pero no pudo resistirse más. Es que era tan bonito ¡Y tan brillante!
Mientras Annie hablaba, confesando a la gata todo lo que llevaba por dentro; Princess, ya ciega de embeleso, no había podido guardar más compostura.
Sin pensarlo siquiera, se abalanzó a las manos de Annie, arrebatándole el carísimo anillo de compromiso y, con él en el hocico, salió corriendo, estirándose cuan larga era en cada impulso; en franca carrera escapando de la angustiada joven que, con el corazón en la boca y con lágrimas en los ojos, se olvidó de los modales y las buenas maneras, y salió corriendo casi tan rápido como la gata, medio resbalando con la carpeta persa de la biblioteca y tropezando el preciado globo terráqueo de Stear que se abrió en dos, como un coco, al caer al piso.
Archie había terminado de hacer las llamadas que cada día le agendaban para que poco a poco se fuera ocupando de lo que pronto sería suyo.
Hace poco menos de un año, cuando había anunciado a su familia que pediría la mano de Annie, su tío William le había sugerido que comenzara a ocuparse, de a poco, de algunos bienes de las compañías.
Familiarizarse. Aprender a manejar las cuentas, responsabilizarse.
Después de todo, algún día recibiría su parte de la herencia; ya tenía que aprender a hacerse cargo de sus asuntos, en especial si pensaba casarse en breve.
Al joven le pareció bien, le agradó la idea y lo hacía gustoso.
Con la satisfacción de la labor cumplida, Archie se levantó de su escritorio y se estiró largamente.
Miró por la ventana y sonrió al reconocer la espalda de su primo Anthony trasplantando algunos capullos.
¡El día estaba precioso! Seguramente que a Annie le encantaría salir sólo los dos a dar una caminata por la campiña.
Sí, no era mala idea. Así podría conversar con ella de lo que, hace días le venía dando vueltas en la cabeza.
Le urgía, de verdad le urgía hablar con Annie.
Salió de su habitación y bajó sonriente la escalera; seguro que Annie estaba leyendo en la biblioteca, eso le daba tiempo de aprovechar aquel antojable trozo de pie de limón que había sobrado de la cena en la noche anterior.
No fuera a ser que el glotón de su hermano se le adelantara.
Justo doblando el recodo hacia la cocina, le llegó un ruido seco de la biblioteca, se detuvo pero… nah, seguro que no era nada.
- ¡Eh eh! ¡Quieto ahí no muevas ni un músculo! – Archie abrió la puerta de la cocina y se topó con que Stear ya estaba sentado ante la mesa, dispuesto a devorar aquel trozo de pie de limón por el que él venía – Suelta esa cuchara y aléjate lentamente.
- No molestes Archie, déjame comer – respondió Stear, abriendo la boca para probar una suculenta cucharada.
- ¡Que no! – dijo el castaño arrebatándole el platillo y la cuchara que estaba a punto de meterse a la boca – yo guardé este pedazo de pie anoche, es mío y lo pienso compartir con Annie. No te voy a dar.
- ¡Archie no seas así! No he dormido nada estuve toda la madrugada en el taller y…
- Perdona ¿Eso es culpa mía? ¿No, verdad? Ponte a hacer algo productivo.
- ¡Pero tengo hambre!
El castaño se acercó a abrir una despensa.
- Pan… mantequilla… queso. Ahí, hazte un sándwich. – le dijo mientras le ponía lo necesario sobre la mesa y le acercaba un cuchillo.
Stear tomó el cuchillo y comenzó a preparar su sándwich sin dejar de murmurar barbaridades diversas, mientras Archie, muy divertido y sin atisbo de generosidad, disfrutaba de la crema del pie que, helado, sabía todavía mejor.
- ¿Qué, no que lo ibas a compartir con Annie? ¡Glotón! – dijo Stear, dándole un mordisco furioso a su sándwich mientras salía de la cocina.
¡Es verdad, Annie!
Debía seguir en la biblioteca esperándolo.
Pobre, siempre tenía que estar esperándolo. Sinceramente que tenía paciencia de santa, otra chica con toda seguridad hace años que le habría montado tal berrinche… Pero no ella, no su Annie.
Su Annie era una dama. Una señorita muy bien educada.
Annie era una flor, una princesa… hablando de eso ¿Dónde andará Princess que hace horas que no la veía?
No importa, estará jugando en el jardín.
Se encaminaba a la biblioteca pensando en cómo Annie disfrutaría ese pie.
Ella no suele comer esas cosas, dice que cuida la figura; pero nunca se resiste si es él quien se lo da en la boca…
Annie salió tras de Princess que se le escabullía entre las patas de los sillones de la sala; alcanzó ella a cerrar la puerta principal, si la gata salía al jardín, al campo ¡perdería su anillo para siempre!
- Princess… por favor Princess no corras más - suplicaba Annie en susurros - ¡No seas mala conmigo Princess dame mi anillo!
La gata no la escuchaba; la engatusó literalmente, haciéndole creer que iría hacia un lado pero enfiló hacia el otro, y subió a todo correr por la escalera hacia la planta alta.
Annie la siguió lo más rápido que pudo, lamentando haberse puesto zapatos tan incómodos aquel día.
No alcanzó a toparse con Stear que en ese preciso momento, pasaba por ahí hacia la biblioteca masticando un insípido sándwich de queso...
Archie pasó por el mismo camino llevando su pie de limón en la mano, sonriente, hacia la biblioteca. De pronto, un sonido lo hizo levantar la vista.
No alcanzó ni a preguntar qué demonios estaba pasando.
Apenas alcanzó a levantar los brazos dejando el pie de limón caer por ahí, con el plato haciéndose trizas por el suelo y la crema embarrando la alfombra…
Annie lamentó haberse puesto esos zapatos aquel día ¡Oh, sí que lo lamentó!
Cuando, en su apuro, no vio el ratón de hule que había quedado tirado en uno de los escalones, ya casi en la planta alta. Lo pisó, el bicho chilló, ella dio un resbalón.
El barandal de la escalera le quedó chico y no alcanzó a sujetarse…
Archie levantó los brazos tratando de proteger a Annie en su caída ¡Y casi no la alcanza!
Al recibirla entre sus brazos, por la fuerza del impacto él mismo perdió el equilibrio cayendo de rodillas, pero lo había logrado; Annie estaba a salvo.
Instintivamente la aferró a su pecho, con el corazón desbocado.
Ella, con los ojos cerrados y el pecho agitado, resollaba por recuperar el aliento.
No supo bien qué pasó, mantenía los párpados bien apretados; talvez esperando sentir el golpe.
Cuando se dio cuenta, se aferraba a un fragante cuello y un par de brazos la sujetaban fuertemente contra un pecho que palpitaba desaforado.
La joven abrió los ojos y lentamente levanto la vista; cual no fue su sorpresa al toparse con los ojos castaños de Archie que, abiertos de par en par, la miraban azorados.
- A… Archie…- balbuceó la joven.
El, como despertando de un sueño, la sentó en su regazo y tembloroso, le tomaba ya las manos, ya el rostro.
- Pero qué… ¡Qué demonios haces Annie! – Exclamó él sujetándole el rostro - ¿Estás bien? ¡Dios mío, pero qué es lo que pasó!
- Archie… lo siento mucho, yo… - Annie no sabía ni qué decir; no terminaba de definir si sentía miedo o vergüenza.
- ¿¡Estás bien mi amor, estás bien!? – volvió a preguntar él con el rostro de la muchacha entre las manos.
- Sí, sí estoy bien, estoy… - ¿lo había escuchado bien? - Archie… me… ¿me has llamado “mi amor”? – él sonrió enternecido.
- ¿Y cómo más he de llamarte? ¿Mujer Maravilla? – sus mejillas se tiñeron de carmín - ¿Se puede saber qué estabas haciendo? ¿Es que ahora pretendes volar? ¿O es que vas a sorprenderme así cada día? Si es así, avísame, para decirle a Stear que me preste uno de los cascos que usa cuando prueba sus inventos.
Annie rió suavemente.
- Es que… si te lo digo no vas a creerme.
En ese instante, Archie sintió un golpecito sobre su cabeza, al mismo tiempo que se escuchaba un maullido de Princess.
Annie levantó la mirada ¡Ahí estaba la sinvergüenza! La miraba desde el pasillo de la planta alta, sacando la cabeza por entre la balaustrada del pasamanos.
- Gata malvada ¡Casi me matas! Archie, Princess…
Cuando ella dirigió su mirada de nuevo hacia Archie, él tenía entre sus dedos el anillo de compromiso que había dado a Annie hace un año.
Princess lo había soltado al maullar, y le había caído justo sobre la cabeza.
Ahora el joven miraba a su prometida con el ceño fruncido, mostrándole el anillo y con la pregunta en la mirada.
- ¡Ay Archie no vayas a enojarte por favor! – rogó la muchacha – yo puedo explicártelo si me dejas. No me preguntes porqué, pero me quité el anillo un momento y entonces Princess me lo robó y salió corriendo. Yo la perseguí y entonces…
- Ay esta gatita traviesa... - murmuró é con una risita - siempre le han gustado las cosas brillantes. Ya he perdido la cuenta de todos los juegos de llaves que se me han desaparecido… Lo importante es que tú estás bien - dijo él, mientras tomaba la mano izquierda de Annie y volvía a colocar el anillo en su dedo – Por cierto, Annie hay algo de lo que deseaba hablarte ¿Te gusta septiembre?
- ¿Qué si me gusta septiembre? ¿Qué si me gusta como para qué?
- ¿Cómo que “para qué” tontita? ¡Para la boda por supuesto! ¿O qué, ya no te quieres casar conmigo?
-¿¡Lo dices en serio!? – exclamó ella ahogando un grito - ¡Archie, oh Archie! ¡Sí, sí me gusta septiembre! ¡Me encanta septiembre! ¡Septiembre es mi mes favorito, Archie!
Annie se abrazó al cuello de Archie mientras este reía.
Anthony había estado en el jardín toda la mañana, trasplantando algunos de sus mejores ejemplares de rosas blancas, rosadas y rojas, para mantenerlas en el invernadero, mientras Archie y Annie fijaban una fecha para su boda.
Ya su primo les había confiado que sugeriría a Annie septiembre; si ella aceptaba, ya solo faltaba que escogiera las rosas para su ramo, y pensando en eso es que era su trabajo.
La había visto leyendo desde la ventana de la biblioteca, llevando dos macetas se dirigía a la casa para mostrárselas.
Iba silbando una conocida tonada cuando ingresó a la casa y alcanzó a ver a Archie y Annie, sentados en el piso cerca de la escalera, besándose apasionadamente.
No dijo ni hizo nada; como si la cosa no fuera con él y con la misma tonada en los labios, el discreto rubio dio media vuelta regresando por dónde había venido, y salió al jardín, a entretener a la Tía Elroy con algún pretexto mientras ese par decidían irse a un lugar más privado.
Cuando de pronto…
¡¡¡¿ ALGUIEN PUEDE EXPLICARME QUÉ LE PASO A MI GLOBO TERRÁQUEO?!!!
Los jóvenes se separaron asombrados al escuchar tremendo grito desde la biblioteca.
Annie se llevó una mano al rostro con expresión culpable.
- Yo tengo que explicarle lo que pasó… - Archie soltó una carcajada.
- ¿A Stear? No le hagas caso.
- Pero es que yo lo tiré y…
En ese momento, una masa tibia y peluda se instaló en el regazo de Annie, ronroneando fuertemente, dándole delicadas cabezadas amistosas en el pecho mientras maullaba delicadamente.
- ¡Gata mala! – regañó la joven – Archie, tu gata no me quiere, siempre me hace maldades y mira todo lo que me hizo pasar hoy.
- De qué hablas Annie ¿mi nena? ¡Pero si ella es un ángel!
- ¿¡Estás hablando en serio!?
- Claro que sí ¡Mírala! – la gatita sobajeaba su cuerpo contra el pecho de Annie, mientras la peluda cola le acariciaba delicadamente el rostro y le ronroneaba con cariño - ¿Ves? ¡Princess te adora!
- Me adora… - repitió ella, no muy convencida.
- Sí, te adora... igual que te adoro yo.
- Ay Archie – suspiró ella con mirada soñadora – No más de lo que te adoro yo.
Los jóvenes volvieron a besarse dulcemente; mientras la gata dormitaba sobre el regazo de la joven, amasando delicadamente la falda de su vestido.
Afuera, la melodía que Anthony silbaba seguía escuchándose a lo lejos.
Stear salía de la biblioteca refunfuñando, con su globo terráqueo partido en dos, a buscar pegamento y algunos tornillos.
La boda sería en septiembre, y de pronto, en medio de aquel beso y esas caricias, a Annie y Archie les pareció que, aunque ya era abril, septiembre se veía tan lejano todavía...
Princess muy oronda sobre el regazo de Annie, se dio cuenta de que ya la había hecho.
Es que es un hecho innegable; nadie puede resistirse a un gato ronroneando en su regazo.
Mucho menos si era una Ragdoll tan adorable como ella.
Gracias por leer
Si desean leer a los "gatos" del año pasado:
LYON, EL ASTUTO
SILVIA LA TRAVIESA
RANDOLPH EL ADUSTO
UN GATO COMÚN
UMA LA BRILLANTE
Se subía a mi cómoda y me robaba los aretes y los anillos... cuando yo quería salvar mis prendas ya él salía corriendo por ahí, absoutamente imposible de alcanzar.
Quizá algún día sepa a dónde se los llevó, mientras tanto, sigo especulando.
Y a ustedes ¿Alguna vez un gato les ha robado algo, que no sea el corazón?
De la serie "UN PERSONAJE, UN GATO"
PRINCESS, UNA MUÑECA ADORABLE
Princess era una hermosa gatita de raza "Ragdoll" de hermoso pelaje mullido, y de una delicada gama de colores que iban desde el blanco pasando por el suave beige y llegando a un coqueto "antifaz" color chocolate que le llegaba hasta las orejas.
Eso sin mencionar sus hermosos ojos azul cielo que enamoraban a cualquiera que la miraba, y su delicada voz, de maullido suave y casi imperceptible.
Llegó a la mansión blanca de la familia Andrew en Lakewood, como regalo de bienvenida que un pariente lejano quisiera hacerle a la nueva miembro legal de la familia, durante su presentación oficial.
Pero pasó que la jovencita rubia ya tenía una mascota, y desafortunadamente entre ellos no lograron hacer buenas migas.
Antes de que a Tía Elroy se le ocurriera alguna barbaridad con el precioso animalito, y apoyado por su hermano y su primo; al refinado adolescente de cabello castaño no le supuso ningún esfuerzo decidir hacerse cargo de tal preciosidad.
Su docilidad, su gracilidad y su elegancia, habían prácticamente enamorado a su querido dueño desde el primer momento en que la vio; eso y la forma como se abandonaba en total relax cuando él la tomaba entre sus brazos, hasta llegar a parecer una verdadera muñeca de trapo maleable y mullida.
Solía levantarla por la pancita y ella, se relajaba y se dejaba colgar entre sus manos con los ojos chinitos y un suave ronroneo, y dejaba que él la tomara así, llevándola y trayéndola por toda la casa, divertido de ver a la gatita tan dócil y tan confiada a sus manos.
Princess no era una nena malcriada, o al menos eso era lo que su dueño siempre ponderaba; pero, hay que decir la verdad; no estaba hecha para otra cosa que no fuera ser amada y mimada.
Solía reposar todas las tardes en un hermoso cojín púrpura de terciopelo que su amo había mandado a elaborar especialmente para ella.
Pero por las noches, dormía entre las sábanas de seda de la cama de su dueño, hasta que, de la forma más delicada a “besitos”, lo despertaba para que le hiciera de desayunar.
Él debía mantener el arenero limpio a toda hora, pues su “nena” no se sentaba ahí si estaba sucio, y se ponía muy nerviosa si no tenía dónde ocuparse de sus "asuntos".
Tenía un ratón de hule que chillaba graciosamente cada vez que ella jugueteaba con él, pero si veía un ratón de verdad ¡Sálvese quien pueda!
Generalmente era su amo quien tenía que venir escoba en mano a espantar a la bestia infernal que tenía a su nena crispada de los nervios, toda erizada y bufando, desde el más alto anaquel de la cocina.
Ella premiaba el valor de su héroe con cariñosos sobajeos y ronroneos.
Sí, ser amada y mimada. Princess no estaba hecha para otra cosa.
Y su dueño la amaba; y la mimaba, y le daba lo mejor de su atención; tanto que a veces lograba encelar a su propia novia al ver que había más atenciones para su "mascota" que para ella.
- Mascota no… - solía corregirla él suave pero firmemente mientras dedicaba al animalito las caricias que ya quisiera para ella – ¡Mi hija! Ya te lo he dicho. Y acostúmbrate, porque ese es un hecho que no va a cambiar.
La pobre joven se limitaba a sonreír delicadamente, resignándose más que aceptando, a que su felina competencia era superior que ella misma a la hora de los afectos del ser amado.
Princess, que no era nada tonta; desde temprano había percibido pronto la cercanía de otra hembra en su entorno. Una hembra que despedía feromonas como si se encontrara en constante celo esperando la atención del macho que al parecer, ni se inmutaba en percibirlas.
¡Cómo sufrió Princess cuando su querido amo tuvo que partir a otras tierras sin ella! Afortunadamente no fue por mucho tiempo, pero su felicidad de tenerlo nuevamente con ella, se veía ensombrecida al percibir a aquella hembra que, aparentemente, no cejaba en su empeño de competir por su amo.
Al principio, como toda hembra alfa a la que le invaden su territorio; Princess fue hostil, y buscaba como a propósito interrumpir en los, ya de por sí escasos, escarceos románticos de aquella tan singular pareja; sintiéndose triunfante al notar lo fácil que le resultaba ganar la atención de su querido y elegante amo, dejando a la otra a un lado como si en realidad no existiera. Pero pronto se dio cuenta que el juego no era divertido.
Que la joven humana de sedosa cabellera nocturna dejaba de insistir fácilmente y se limitaba a simplemente estar ahí y contemplarlo.
Que él le tomara una mano de vez en cuando le hacía resplandecer la mirada, tan azul como la suya propia… pero, era tan poco ¡Y a la vez tanto!
Pronto se dio cuenta Princess que ahí no había competencia, que aquella hembra no jugaba a ser la favorita, sino que se limitaba simplemente ser y estar ahí para él, cuando él la requiriera, cuando la necesitara.
Para lo que fuera, no importaba; sólo que al menos la notara.
Que la joven estaba siempre ahí, atenta a él, a sus palabras, a sus movimientos, a sus atenciones ¡Igual que ella!
Y que cuando él la acariciaba o la tomaba entre sus brazos, ella también parecía relajarse toda como si fuera una muñeca de trapo, dispuesta a que él la tomara, la llevara y la trajera a su antojo; abandonada, totalmente entregada, totalmente confiada a él, tal como hacía ella.
No era divertido ver a alguien entristecer de tanto amor, y sobretodo entendió que si fuera a ella a quien su amo no le prestara su atención y sus mimos, talvez estaría tan triste como aquella.
Así, como si hubiera adivinado de cierta manera que, sólo habiendo armonía entre ella y aquella humana es como habría felicidad en aquel hogar, Princess decidió que sería su amiga y jugaría con ella; y en lugar de pelearle el cariño de su amo, lo compartirían y a su vez se ganaría el suyo, para así poder hacerse felices mutuamente, teniéndolo a él.
Estando en la biblioteca aquel medio día, la joven de pronto sintió un ligero empujoncito a un costado; al fijarse vio a la elegante gatita dándole una amistosa cabezadita por las pantorrillas.
- Princess ¿Qué haces? - preguntó Annie alejándose un poco sin lograr que la gatita deje de hacer lo que hacía - ¡Ah ya sé! Archie me abrazó cuando llegué; es por su aroma ¿verdad?
No podía ser otro el motivo; esa gata nunca había sido cariñosa con ella ¿por qué iba a comenzar ahora? A Annie hace años que le parecía que más bien la detestaba.
Sin mucho ánimo, tomó un libro y se dirigió hacia una butaca cerca de la ventana, dispuesta a sentarse a leer para matar el tiempo, hasta que Archie se acordara que ella había ido de visita.
Pero Princess parecía estar decidida a ganársela ¿qué haría ahora? ¡Ah sí! Su regazo, ningún humano se resiste a un gato ronroneandole en el regazo.
- ¡Princess! - exclamó Annie, cuando sintió el peso de la gata caer sobre sus rodillas – No hagas eso, ya te dije ¡No soy Archie!
Tomó delicadamente con ambas manos a la gata que de inmediato se relajó aflojando toda la figura, y la colocó en el suelo alfombrado, donde quedó acostada unos segundos hasta recuperar su tono muscular.
La gata quedó mirando a Annie, quien con un suspiro cruzaba las piernas y se disponía a su lectura. Princess movió las orejas contrariada y se estiró, desperezándose.
¿No funcionó? No importa. Estrategias era lo que le sobraban.
Mientras Annie volteaba una página, unos largos bigotes se interpusieron en su campo de visión.
Volteó la cara y se topó con los ojos azules de Princess, que desde el ancho espaldar de la butaca, curioseaba lo ella que hacía.
- ¡Vete Princess! - resopló Annie mientras se volteaba violentamente; la gatita perdió el equilibrio cayendo sobre su regazo, tropezándole el libro de entre las manos, que fue a caer lejos de ella en la alfombra.
- ¡Princess no seas mala! - exclamó Annie levantándose a recoger el libro - ¡Qué gatita...!
Justo cuando iba a agarrar el libro, la gatita lo manoteó alejándoselo. Annie intentó alcanzarlo pero por dos ocasiones la felina repitió la broma, jugueteando con ella, haciendo que la joven cayera de rodillas.
- ¡Compórtate! - exclamó Annie al ver a Princess manotear de nuevo el libro que comenzaba a malograrse – ¡Deja de hacer eso o le diré a Archie que...! ay pero a quién quiero engañar - suspiró de pronto cayendo sentada sobre sus talones como una japonesa - aunque yo pudiera mostrarle lo mala que eres conmigo, él jamás me creería. Porque él te prefiere a ti, yo no existo. Mira, estoy de visita hace rato y tengo que venir a la biblioteca a esperar que él se desocupe y pueda dedicarme un poquito de atención; eso si no vienes tú a interponerte como siempre lo haces.
Princess, sentada sobre sus cuartos traseros, parecía escucharla.
- Ya no sé ni para qué vengo… - continuó Annie – a veces creo que solamente vengo a importunarlo; que lo interrumpo, que lo molesto. A veces siento que me atiende solo porque, innegablemente, Archie es un caballero y le toca; pero creo que francamente él preferiría no tener que hacerlo.
Princess se recostó sobre sus patas sin dejar de mirarla; siguiendo el vaivén de las delicadas manos de la joven mientras gesticulaba al hablar.
¿Qué era eso que le brillaba tanto?
- Soy muy boba; yo sé que él no siente por mí lo mismo que yo por él. A veces quisiera no volver más ¿sabes? Mirar a Archie a los ojos y decirle ¡Esto se terminó! ¡Ya estoy harta de ser siempre yo la que te busca y la que te espera! Y luego decirle a mi madre que nos vayamos a cualquier parte, y no volver nunca ¡Nunca más! Pero… - la joven se interrumpió al ver cómo Princess movía de un lado a otro y de arriba abajo su cabeza; la gatita seguía la trayectoria de sus efusivas manos con los ojos muy abiertos y las pupilas dilatadas, - ¿Qué tienes Prin…? ¡Ah, es por esto!
Annie se quitó el solitario de diamante que hace casi un año llevaba en el anular izquierdo; colocó sus manos sobre su regazo mientras sostenía el anillo y lo miró largo rato.
¡Era una pieza de orfebrería preciosa!
Un aro de oro que asemejaba la enredadera de un rosal; en su cúspide, se levantaba un capullo abierto que era el receptáculo del hermoso diamante octagonal, que refractaba la luz que se colaba por la ventana de la biblioteca, arrancándole llamativas iridiscencias plateadas y violáceas.
Las pupilas de Princess parecían dar vueltas locas, hipnotizada por los destellos que despedía la joya que bailaba en las manos de la joven.
¡Oh sí! ¡Pero cómo brilla…!
- Ni siquiera sé por qué me dio esto… - murmuró Annie batiendo el brillante anillo ante la curiosa gatita – Oro de 24 quilates y un diamante ruso de quilate y medio ¡Debió haber costado una fortuna!... pero, creo que en realidad ese es el único valor que tiene: el monetario…
No notó Annie, que la gata delicadamente se incorporaba con los ojos como platos.
¡¡Briiiillaaaa…!!
- En realidad creo que lo hizo solo porque era lo que se esperaba de él; francamente no creo que se vaya a casar conmigo. Si yo pudiera Princess… si yo tuviera el suficiente valor, te aseguro que tomaría este anillo y lo… ¡¡¡PRINCESS NOOOOO!!!
Pobre Princess.
De verdad que ella intentó ser la princesita que se esperaba que fuera, pero no pudo resistirse más. Es que era tan bonito ¡Y tan brillante!
Mientras Annie hablaba, confesando a la gata todo lo que llevaba por dentro; Princess, ya ciega de embeleso, no había podido guardar más compostura.
Sin pensarlo siquiera, se abalanzó a las manos de Annie, arrebatándole el carísimo anillo de compromiso y, con él en el hocico, salió corriendo, estirándose cuan larga era en cada impulso; en franca carrera escapando de la angustiada joven que, con el corazón en la boca y con lágrimas en los ojos, se olvidó de los modales y las buenas maneras, y salió corriendo casi tan rápido como la gata, medio resbalando con la carpeta persa de la biblioteca y tropezando el preciado globo terráqueo de Stear que se abrió en dos, como un coco, al caer al piso.
Archie había terminado de hacer las llamadas que cada día le agendaban para que poco a poco se fuera ocupando de lo que pronto sería suyo.
Hace poco menos de un año, cuando había anunciado a su familia que pediría la mano de Annie, su tío William le había sugerido que comenzara a ocuparse, de a poco, de algunos bienes de las compañías.
Familiarizarse. Aprender a manejar las cuentas, responsabilizarse.
Después de todo, algún día recibiría su parte de la herencia; ya tenía que aprender a hacerse cargo de sus asuntos, en especial si pensaba casarse en breve.
Al joven le pareció bien, le agradó la idea y lo hacía gustoso.
Con la satisfacción de la labor cumplida, Archie se levantó de su escritorio y se estiró largamente.
Miró por la ventana y sonrió al reconocer la espalda de su primo Anthony trasplantando algunos capullos.
¡El día estaba precioso! Seguramente que a Annie le encantaría salir sólo los dos a dar una caminata por la campiña.
Sí, no era mala idea. Así podría conversar con ella de lo que, hace días le venía dando vueltas en la cabeza.
Le urgía, de verdad le urgía hablar con Annie.
Salió de su habitación y bajó sonriente la escalera; seguro que Annie estaba leyendo en la biblioteca, eso le daba tiempo de aprovechar aquel antojable trozo de pie de limón que había sobrado de la cena en la noche anterior.
No fuera a ser que el glotón de su hermano se le adelantara.
Justo doblando el recodo hacia la cocina, le llegó un ruido seco de la biblioteca, se detuvo pero… nah, seguro que no era nada.
- ¡Eh eh! ¡Quieto ahí no muevas ni un músculo! – Archie abrió la puerta de la cocina y se topó con que Stear ya estaba sentado ante la mesa, dispuesto a devorar aquel trozo de pie de limón por el que él venía – Suelta esa cuchara y aléjate lentamente.
- No molestes Archie, déjame comer – respondió Stear, abriendo la boca para probar una suculenta cucharada.
- ¡Que no! – dijo el castaño arrebatándole el platillo y la cuchara que estaba a punto de meterse a la boca – yo guardé este pedazo de pie anoche, es mío y lo pienso compartir con Annie. No te voy a dar.
- ¡Archie no seas así! No he dormido nada estuve toda la madrugada en el taller y…
- Perdona ¿Eso es culpa mía? ¿No, verdad? Ponte a hacer algo productivo.
- ¡Pero tengo hambre!
El castaño se acercó a abrir una despensa.
- Pan… mantequilla… queso. Ahí, hazte un sándwich. – le dijo mientras le ponía lo necesario sobre la mesa y le acercaba un cuchillo.
Stear tomó el cuchillo y comenzó a preparar su sándwich sin dejar de murmurar barbaridades diversas, mientras Archie, muy divertido y sin atisbo de generosidad, disfrutaba de la crema del pie que, helado, sabía todavía mejor.
- ¿Qué, no que lo ibas a compartir con Annie? ¡Glotón! – dijo Stear, dándole un mordisco furioso a su sándwich mientras salía de la cocina.
¡Es verdad, Annie!
Debía seguir en la biblioteca esperándolo.
Pobre, siempre tenía que estar esperándolo. Sinceramente que tenía paciencia de santa, otra chica con toda seguridad hace años que le habría montado tal berrinche… Pero no ella, no su Annie.
Su Annie era una dama. Una señorita muy bien educada.
Annie era una flor, una princesa… hablando de eso ¿Dónde andará Princess que hace horas que no la veía?
No importa, estará jugando en el jardín.
Se encaminaba a la biblioteca pensando en cómo Annie disfrutaría ese pie.
Ella no suele comer esas cosas, dice que cuida la figura; pero nunca se resiste si es él quien se lo da en la boca…
Annie salió tras de Princess que se le escabullía entre las patas de los sillones de la sala; alcanzó ella a cerrar la puerta principal, si la gata salía al jardín, al campo ¡perdería su anillo para siempre!
- Princess… por favor Princess no corras más - suplicaba Annie en susurros - ¡No seas mala conmigo Princess dame mi anillo!
La gata no la escuchaba; la engatusó literalmente, haciéndole creer que iría hacia un lado pero enfiló hacia el otro, y subió a todo correr por la escalera hacia la planta alta.
Annie la siguió lo más rápido que pudo, lamentando haberse puesto zapatos tan incómodos aquel día.
No alcanzó a toparse con Stear que en ese preciso momento, pasaba por ahí hacia la biblioteca masticando un insípido sándwich de queso...
Archie pasó por el mismo camino llevando su pie de limón en la mano, sonriente, hacia la biblioteca. De pronto, un sonido lo hizo levantar la vista.
No alcanzó ni a preguntar qué demonios estaba pasando.
Apenas alcanzó a levantar los brazos dejando el pie de limón caer por ahí, con el plato haciéndose trizas por el suelo y la crema embarrando la alfombra…
Annie lamentó haberse puesto esos zapatos aquel día ¡Oh, sí que lo lamentó!
Cuando, en su apuro, no vio el ratón de hule que había quedado tirado en uno de los escalones, ya casi en la planta alta. Lo pisó, el bicho chilló, ella dio un resbalón.
El barandal de la escalera le quedó chico y no alcanzó a sujetarse…
Archie levantó los brazos tratando de proteger a Annie en su caída ¡Y casi no la alcanza!
Al recibirla entre sus brazos, por la fuerza del impacto él mismo perdió el equilibrio cayendo de rodillas, pero lo había logrado; Annie estaba a salvo.
Instintivamente la aferró a su pecho, con el corazón desbocado.
Ella, con los ojos cerrados y el pecho agitado, resollaba por recuperar el aliento.
No supo bien qué pasó, mantenía los párpados bien apretados; talvez esperando sentir el golpe.
Cuando se dio cuenta, se aferraba a un fragante cuello y un par de brazos la sujetaban fuertemente contra un pecho que palpitaba desaforado.
La joven abrió los ojos y lentamente levanto la vista; cual no fue su sorpresa al toparse con los ojos castaños de Archie que, abiertos de par en par, la miraban azorados.
- A… Archie…- balbuceó la joven.
El, como despertando de un sueño, la sentó en su regazo y tembloroso, le tomaba ya las manos, ya el rostro.
- Pero qué… ¡Qué demonios haces Annie! – Exclamó él sujetándole el rostro - ¿Estás bien? ¡Dios mío, pero qué es lo que pasó!
- Archie… lo siento mucho, yo… - Annie no sabía ni qué decir; no terminaba de definir si sentía miedo o vergüenza.
- ¿¡Estás bien mi amor, estás bien!? – volvió a preguntar él con el rostro de la muchacha entre las manos.
- Sí, sí estoy bien, estoy… - ¿lo había escuchado bien? - Archie… me… ¿me has llamado “mi amor”? – él sonrió enternecido.
- ¿Y cómo más he de llamarte? ¿Mujer Maravilla? – sus mejillas se tiñeron de carmín - ¿Se puede saber qué estabas haciendo? ¿Es que ahora pretendes volar? ¿O es que vas a sorprenderme así cada día? Si es así, avísame, para decirle a Stear que me preste uno de los cascos que usa cuando prueba sus inventos.
Annie rió suavemente.
- Es que… si te lo digo no vas a creerme.
En ese instante, Archie sintió un golpecito sobre su cabeza, al mismo tiempo que se escuchaba un maullido de Princess.
Annie levantó la mirada ¡Ahí estaba la sinvergüenza! La miraba desde el pasillo de la planta alta, sacando la cabeza por entre la balaustrada del pasamanos.
- Gata malvada ¡Casi me matas! Archie, Princess…
Cuando ella dirigió su mirada de nuevo hacia Archie, él tenía entre sus dedos el anillo de compromiso que había dado a Annie hace un año.
Princess lo había soltado al maullar, y le había caído justo sobre la cabeza.
Ahora el joven miraba a su prometida con el ceño fruncido, mostrándole el anillo y con la pregunta en la mirada.
- ¡Ay Archie no vayas a enojarte por favor! – rogó la muchacha – yo puedo explicártelo si me dejas. No me preguntes porqué, pero me quité el anillo un momento y entonces Princess me lo robó y salió corriendo. Yo la perseguí y entonces…
- Ay esta gatita traviesa... - murmuró é con una risita - siempre le han gustado las cosas brillantes. Ya he perdido la cuenta de todos los juegos de llaves que se me han desaparecido… Lo importante es que tú estás bien - dijo él, mientras tomaba la mano izquierda de Annie y volvía a colocar el anillo en su dedo – Por cierto, Annie hay algo de lo que deseaba hablarte ¿Te gusta septiembre?
- ¿Qué si me gusta septiembre? ¿Qué si me gusta como para qué?
- ¿Cómo que “para qué” tontita? ¡Para la boda por supuesto! ¿O qué, ya no te quieres casar conmigo?
-¿¡Lo dices en serio!? – exclamó ella ahogando un grito - ¡Archie, oh Archie! ¡Sí, sí me gusta septiembre! ¡Me encanta septiembre! ¡Septiembre es mi mes favorito, Archie!
Annie se abrazó al cuello de Archie mientras este reía.
Anthony había estado en el jardín toda la mañana, trasplantando algunos de sus mejores ejemplares de rosas blancas, rosadas y rojas, para mantenerlas en el invernadero, mientras Archie y Annie fijaban una fecha para su boda.
Ya su primo les había confiado que sugeriría a Annie septiembre; si ella aceptaba, ya solo faltaba que escogiera las rosas para su ramo, y pensando en eso es que era su trabajo.
La había visto leyendo desde la ventana de la biblioteca, llevando dos macetas se dirigía a la casa para mostrárselas.
Iba silbando una conocida tonada cuando ingresó a la casa y alcanzó a ver a Archie y Annie, sentados en el piso cerca de la escalera, besándose apasionadamente.
No dijo ni hizo nada; como si la cosa no fuera con él y con la misma tonada en los labios, el discreto rubio dio media vuelta regresando por dónde había venido, y salió al jardín, a entretener a la Tía Elroy con algún pretexto mientras ese par decidían irse a un lugar más privado.
Cuando de pronto…
¡¡¡¿ ALGUIEN PUEDE EXPLICARME QUÉ LE PASO A MI GLOBO TERRÁQUEO?!!!
Los jóvenes se separaron asombrados al escuchar tremendo grito desde la biblioteca.
Annie se llevó una mano al rostro con expresión culpable.
- Yo tengo que explicarle lo que pasó… - Archie soltó una carcajada.
- ¿A Stear? No le hagas caso.
- Pero es que yo lo tiré y…
En ese momento, una masa tibia y peluda se instaló en el regazo de Annie, ronroneando fuertemente, dándole delicadas cabezadas amistosas en el pecho mientras maullaba delicadamente.
- ¡Gata mala! – regañó la joven – Archie, tu gata no me quiere, siempre me hace maldades y mira todo lo que me hizo pasar hoy.
- De qué hablas Annie ¿mi nena? ¡Pero si ella es un ángel!
- ¿¡Estás hablando en serio!?
- Claro que sí ¡Mírala! – la gatita sobajeaba su cuerpo contra el pecho de Annie, mientras la peluda cola le acariciaba delicadamente el rostro y le ronroneaba con cariño - ¿Ves? ¡Princess te adora!
- Me adora… - repitió ella, no muy convencida.
- Sí, te adora... igual que te adoro yo.
- Ay Archie – suspiró ella con mirada soñadora – No más de lo que te adoro yo.
Los jóvenes volvieron a besarse dulcemente; mientras la gata dormitaba sobre el regazo de la joven, amasando delicadamente la falda de su vestido.
Afuera, la melodía que Anthony silbaba seguía escuchándose a lo lejos.
Stear salía de la biblioteca refunfuñando, con su globo terráqueo partido en dos, a buscar pegamento y algunos tornillos.
La boda sería en septiembre, y de pronto, en medio de aquel beso y esas caricias, a Annie y Archie les pareció que, aunque ya era abril, septiembre se veía tan lejano todavía...
Princess muy oronda sobre el regazo de Annie, se dio cuenta de que ya la había hecho.
Es que es un hecho innegable; nadie puede resistirse a un gato ronroneando en su regazo.
Mucho menos si era una Ragdoll tan adorable como ella.
Gracias por leer
Si desean leer a los "gatos" del año pasado:
LYON, EL ASTUTO
SILVIA LA TRAVIESA
RANDOLPH EL ADUSTO
UN GATO COMÚN
UMA LA BRILLANTE
Última edición por Wendolyn Leagan el Vie Abr 07, 2017 5:33 pm, editado 1 vez