ENTRE CHOCOLATES Y CEREZAS
DISCLAIMER: Los personajes de Candy Candy pertenecen a sus autoras Mizuki/Igarashi. Fanfic realizado sin fines de lucro.
Quiero agradecer a mi amiga Lyn por la edición.
Tambien un especial agradecimiento a Lizvet por su guía y apoyo al momento de escribir este fanfic. Sin ella no hubiese podido terminar
Candy no sabía si seguía soñando o en realidad Albert había estado en su habitación, cuando noto donde estaba el tirante de su camisón -¡Qué vergüenza!- Decía para ella misma -seguro estoy despeinada y Albert salió corriendo de la habitación para no reírse de mi- En las mañanas su cabello no le gustaba colaborar con ella y siempre se alborotaba y tenía que ser justo Albert quien la viera ¡Aaaah! ahogo un grito frustrada, esa no era la forma en que debía empezar su día.
Mejor se apresuraba no quería que Albert se molestara por retrasarse. Luego de un rápido baño y una pequeña pelea con su cabello, estaba parada frente a su closet, si tan solo Albert le hubiese dicho a donde irían se podría arreglar acorde a la ocasión.
¿Qué había dicho el en la cena? “mañana hará sol, aunque correrá un poco de aire”. ¡Claro seguro sería al aire libre! Además los dos amaban los días de campo y salir a caminar, si llevaría sus pantalones favoritos, zapatillas para caminar y un lindo yersey. Un momento, pero, ¿y si iban a otro lugar y ella desentonaba? ¿Y si en lugar de eso la llevaba a recorrer la ciudad y se detenían a comer en algún restaurant de los que tanto les gustaba? Argg Albert no tendría que ser tan misterioso.
Entre su ropa vio un lindo vestido que Annie le había regalado hace un tiempo, “se te vera hermoso en un día de frio” le había dicho su amiga y tenía razón! Era Azul con un escote cuadrado, mangas tres cuartos tallado de la cintura y con vuelo hasta un poco arriba de las rodillas, lo complementaría con unas lindas medias gruesas negras, una bufanda y unas botas de medio tacón negras. ¡Perfecto! Si saldrían a caminar no tendría problema o si irían de paseo por la ciudad se verían bien. Adoraba más a su hermana debía hacérselo saber luego.
Mientras tanto el pobre Albert veía al jardín desde una de las ventanas del comedor. Realmente estaba perdido en sus pensamientos, el día de hoy tenía que poner todo su esfuerzo en mostrarle a Candy que no era su hermano, tampoco quería ser su amigo, quería ser un hombre que la amaba con locura y haría todo por ella. No dejaría que ningún hombre se la llevara de su lado y que viera lo hermosa que estaba por las mañanas ¡No! Esas mañanas serían para él y para nadie más. Salió de sus pensamientos en el momento en que ella entró al comedor, ¡que hermosa se veía! Ese vestido resaltaba la bella mujer que era. Le encantaba verla de azul, era perfecta, ya sea recién levantada o como estaba en ese momento, sus risos los llevaba sueltos realzando sí se podía más su belleza.
Candy no se había dado cuenta del escrutinio al que era sometida, pues se quedó en silencio al verlo con esos pantalones vaqueros negros algo gastados, zapatos casuales y esa camisa azul manga larga -que guapo se ve- pensaba -¡Parece que vamos a juego!- y se dio cuenta que lo último lo dijo en voz alta.
Albert sonrió y noto que iban a juego, Perfecto así todos notarían que iba con el. –Tienes razón Candy espero no te moleste-
-No, no, Solamente hacía el comentario- reía tontamente. -Pero te falta algo- mientras se acercaba a él con una sonrisa- ¡Feliz día de la amistad adelantado!- y le entregaba un paquete.
Albert solo pudo sonreír y acepto el presente le encantaba recibir regalos de Candy ya que siempre le daba algo que se tomaba el tiempo de escoger para él. -Gracias Candy- le dijo mientras la atraía hacia él y le daba un abrazo.
-Pero Albert ábrelo. Te lo di ahora porque sé que te quedara bien- Decía ella emocionada.
El abrió el paquete envuelto en un papel color verde y un lazo en forma de moño lo complementaba, al desenvolverlo se encontró con una bufanda con diferentes tonos de azul. ¡Candy ¿tú la hiciste?! - decía mientras la examinaba y noto que la bufanda de ella llevaba era igual. -Ahora si iremos a juego princesa- sonreía -comamos rápido y nos vamos antes que se haga tarde.
Desayunaron rápido y en la puerta los esperaba un auto deportivo color gris, era uno de los pocos gustos caros que Albert disfrutaba darse. Se colocó la bufanda y no podía evitar sentir el aroma de Candy en ella, ¿le gustaría a ella su regalo?
Candy recordó en ese momento que no llevaba los chocolates que había dejado en la cocina, le pidió un momento y corrió a la cocina por ellos. Ya con ellos en mano Albert la ayudo a subirse al auto y emprendieron el camino.
-Albert, dime a donde iremos- decía Candy emocionada desde el asiento del copiloto, en un movimiento involuntario tomo del brazo a Albert para que notara su curiosidad. Este contacto hizo que Albert tuviera un leve estremecimiento y perdió por un pequeño momento el control de auto. Tenía que tener cuidado con sus reacciones, tenían que llegar vivos a su destino.
-Vamos Candy estamos a penas a media hora de distancia, no te desesperes- le decía mientras retiraba su brazo pero con un movimiento rápido tomo la mano de Candy entre la suya, apoyándose en la palanca de cambios. Se sentía tan bien estar así, los dos juntos y de esa forma.
Candy no quitaba la vista del lugar donde sus manos estaban unidas y se recordó que tenía que respirar, ¿sería posible que Albert la viera como mujer y no como su pequeña hermana? Le dedico una sonrisa y se volvió a acomodar en su lugar, disfrutando el viaje. Y se emocionó cuando descubrió a donde se dirigían.
-¡El Parque Botánico de Chicago!- grito emocionada.
Estacionaron el auto, y entraron al parque, era hermoso, había estado nevando los últimos días así que el panorama era blanco. Candy estaba feliz, el día estaba soleado como había dicho Albert.
Corría un viento helado, los hacía sentirse vivos y esperaban poder pasar un hermoso día acompañados.
Albert llevaba con él una canasta donde tenía todo para un picnic, sabía lo que le gustaba a Candy y pensaba encontrar un buen lugar para comer, ya que el parque era realmente grande.
Los pequeños lagos que rodeaban el parque tenían una leve capa de hielo, y las bancas para descansar se encontraban libres de nieve para que los turistas pudiesen usarlas.
Albert se detuvo a observar a Candy, era toda una visión en ese paisaje blanco, sabía que había sido una excelente idea venir, aunque hiciera un poco de frio.
-¡Albert una ardilla!- gritaba Candy emocionada mientras caminaban por los senderos, una pequeña ardilla estaba buscando sus nueces escondidas entre la nieve. No podía evitar tomar fotografías de todo lo que veía.
-¿Te gusta Candy?-
-¡Oh! Albert es perfecto, No pudiste escoger un mejor lugar- decía acercándose a él y le dio un abrazo espontaneo que Albert recibió de buena gana –ponte a mi lado, tomare una foto de los dos- decía ella posicionando la cámara del celular.
Después de caminar un poco abrazados, Candy preguntó rompiendo el cómodo silencio -¿ya habías venido antes?-.
-No Candy- decía sin soltarla, colocando la canasta en el suelo cuando cruzaban un puente que conectaba a una pequeña isla –Siempre he querido venir pero nunca he tenido el tiempo y ¿sabes? quería venir contigo- Candy levanto su vista y se perdió en esos bellos ojos azules que la miraban intensamente –Sabía que contigo podría disfrutar de esta hermosa vista ya que a los dos nos encantan los lugares abiertos- no estaba seguro si arriesgarse o mejor guardar todos sus sentimientos, pero viendo lo hermosa que estaba, solamente pensaba en cómo sería probar sus labios así que opto por cambiar de tema – Candy tu bolsa se ve algo pesada ¿quieres que te ayude?
-¿Qué bolsa? Aaa no no Albert no te preocupes, no pesa nada ven vamos, ¿cuál es el lugar del que me hablaste donde podríamos comer? mira que llevamos ya medio día caminando y estoy segura que no hemos recorrido la mitad del parque, además tú debes estar cansado de llevar esa canasta- Decía Candy en ese momento casi sin respirar, ya que se le había olvidado hasta su nombre-
-Jajajaja no te preocupes Candy no pesa mucho, no había mencionado ningún lugar, pero veo que al cruzar este puente podremos ir a comer debajo de esos árboles-
Llegaron rápido al lugar, era una pequeña isla, donde se podía ver una parte del bosque que está dentro del parque y también se veía el hermoso lago levemente congelado. Albert extendió primero una manta para que ellos se pudieran sentar. El sol no calentaba mucho pero tampoco permitía que el frío hiciera de las suyas.
Se sentaron a comer unos sandiwiches, Candy sonrió al recordar su promesa hace algunos años, también llevaba un termo con un delicioso chocolate caliente. Ella estaba más que feliz, era un día perfecto. Al terminar de comer recogieron todo y Albert saco una manta algo gruesa.
-Ven siéntate con migo veo que te ha dado un poco de frio- le decía. Ella contenta se acercó al lugar donde estaba sentado y el la arropo con la manta, pero no le pareció correcto cubrirse solo ella.
-Toma Albert- le decía mientras le ofrecía un extremo de la manta - cubrámonos los dos, esto esta calientito.- Él sonrió y de buena gana se sento a su lado. Así estuvieron hablando, el tiempo pasaba sin siquiera ellos sentirlo. Estaban tan cómodos, Albert bajo su vista, pues Candy llevaba se había quedado callada, no podía ver bien sus ojos, pero sabía que algo le preocupaba. Estaba a punto de preguntarle que le sucedía cuando Candy hablo con una voz un poco temblorosa.
-Sabes Albert, mañana es el día de San Valentín y estaba leyendo que en Japón las mujeres les hacen chocolates a alguien especial, y pues, veras, yo...- Candy no sabía cómo decirle, había practicado tanto, y ahora las palabras simplemente se negaban a salir. Levanto su vista y se encontró con un Albert emocionado, invitándola a continuar, así que saco un poco de valor y acerco su bolsa, y saco un paquete.
Albert abrió sus ojos, podía notar que estaba nerviosa pero ¿Por qué? Se moría de la curiosidad pero la dejo hablar
– Tomé unas clases en la chocolatería para poder hacerte esto- le decía mientras extendía una caja de color dorado, se notaba que era echa a mano Albert extendió su mano y la tomo mientras veía a Candy emocionado – Espero te guste, los hice yo misma, si no te gustan puedes tirarlos, o regalarlos – decía nerviosa.
Albert seguía sin poder hablar, esto era más de lo que esperaba, cuidadosamente desato el lazo y retiro la tapa, dentro habían unos pequeños chocolates, se miraban deliciosos.
– ¿Tú los hiciste Candy? – fue lo único que pudo decir, la rubia asintió emocionada, con toda la delicadeza que pudo Albert tomo uno con sus dedos y luego la volteo a ver como pidiendo permiso, Candy estaba emocionada y nerviosa, esperando por su reacción, se llevó el chocolate a la boca y lo probo. ¡Era lo más delicioso que había probado nunca! al llegar a la cereza no pudo evitar cerrar sus ojos y disfrutarlos.
Candy notaba todos sus gestos al notar que el cerro los ojos, no sabía si era porque le gustaba o porque trataba de ocultar el desagrado al probarlos.
-¿Te gustó?- pregunto nerviosa, Albert abrió sus ojos y le dio una hermosas sonrisa
-¡Están deliciosos Candy, es lo más sabroso que he probado! – Le decía mientras acariciaba su rostro con una mano, -Toma come uno – le decía mientras colocaba uno frente a sus labios, Candy sonrió emocionada ¡le habían gustado! Inocentemente abrió su boca para que él le diera el pequeño chocolate Albert se puso un poco nervioso ante ese acto, pero le coloco el chocolate en su boca, mientras ella lo veía con esas dos hermosas esmeraldas, al sentir el contacto del chocolate en su boca cerro los ojos.
Albert estaba nervioso, ¿acaso Candy no se daba cuenta de cómo lo ponía al hacer esto? Ella disfrutaba el chocolate con sus ojos cerrados sin notar la turbación del pobre rubio.
-Debo decir que me salieron deliciosos- decía Candy abriendo los ojos, pero se detuvo al notar sus ojos algo oscurecidos y viéndola muy intensamente. -¿ Qui… Quieres otro? - preguntaba ella algo nerviosa- Toma, abre la boca- le decía como si fuera a alimentar a un bebe.
Albert sonrío, dejaría que lo alimentara todo lo que ella quisiera, abrió su boca y cuando Candy coloco el chocolate el beso con sus labios los dedos de ella. Esto hizo que Candy se estremeciera, pero le encanta el sentimiento, le gustaba la intimidad que se creaba entre ellos, de ahora en adelante aprendería a hacer pequeños postres para Albert y así poder alimentarlo.
Albert sonreía al comer el chocolate sin evitar cerrar sus ojos, cuando lo comía sentía que eran los sentimientos de Candy, dulces y tiernos. Sentía que con el relleno sabor a cereza Candy le decía que lo amaba, ¿acaso estaba loco? Sintió como Candy se movió de su lugar y pudo sentir las manos de ella posarse en sus mejillas, abrió sus ojos de golpe pensando que estaba soñando.
Ella lo miraba algo sonrojada, cuando lo vio cerrar los ojos no sabía que paso, pero quería saber a qué sabían sus besos, a que sabía el, sin saber de dónde sacó el valor se arrodillo quedando frente a él, mientras Albert tenía los ojos cerrados tomo su rostro con ambas manos, cuando el abría sus bellos ojos azules ella se dio cuenta de lo que hacía ¿y ahora? ¿Qué pensaría de ella?
Cuando ella intento retirar sus manos, él con delicadeza posó sus manos sobre las de ella mirándola con intensidad. Poco a poco se fue acercando sus rostros sin romper aquella conexión que se había forjado entre sus miradas. ¿Sería posible? ¿El cielo había escuchado sus plegarias y ella le correspondía?
Cuando Candy sintió como él se acercaba, se sintió desfallecer, y supo en ese momento que no tenía el más minio deseo de separarse de él. En un acto de nerviosismo se mordió ligeramente el labio inferior y ese detalle inocente a Albert se le figuro de lo más, erótico.
Sin poder esperar más Albert quería cerrar el pequeño espacio que lo separaba de poder tocar el cielo y al ver como ella cerraba lentamente sus ojos, sonrió y la beso.
Y ahí en esa pequeña isla rodeados de un paisaje blanco y al aire libre. Olvidaron todo, se olvidaron de lo que los rodeaba y se perdían en un beso que ambos anhelaban. Se perdían en un beso con sabor a chocolate y cerezas.
Albert no lo podía creer, ese beso era tímido, era sin la más mínima experiencia ¿sería posible? ¿Era el primer beso de Candy?
Candy no sabía qué hacer, se sentía tan bien, el tenia posados sus labios sobre los de ella, ¿se daría cuenta que era su primer beso? estaba nerviosa pero quería más, sabía que había más. Sintió como Albert movía lento sus labios sobre los de ella y con su lengua la invita a abrirlos ella suspiro y con algo de temor los separo.
Esto provoco en Albert un dejo de orgullo al saber que era quien le enseñaba a besar, y cuando sintió como ella se dejaba guiar. Entro en su boca y perderse en ella, sentir que ambos sabían a chocolates y cerezas, era mucho más de lo que podía esperar.
Se detuvo recordando donde estaban. Lentamente se separó de ella y la vio aun con los ojos cerrados y sus labios ligeramente hinchados. No pudo evitar suspirar y sonreír. -Candy- la llamo suavemente.
¡Ella seguía en las nubes! ¡Su príncipe la había besado y vaya beso! cuando escucho como la llamo, poco a poco abrió sus ojos y se encontró con el rostro de su amado y no pudo evitar sonrojarse.
-TE AMO- le dijo el sin evitar sonar un poco nervioso, ¡era ahora o nunca!
Candy sonrió y se perdió en su mirada sabiendo que lo que decía era verdad. -Yo también te amo- le dijo muy suavemente pero con una gran sonrisa. -Lo hago desde hace mucho tiempo y esperaba que con mis chocolates pudieras entender lo que no te podía decir con palabras-
-Pues más clara no podías ser mi Princesa, estaban deliciosos y ahora entiendo que es ese toque extra que sentí, era tu amor- y sin esperar más tomando sus manos Albert le pregunto –
Candy, mi princesa. ¿Quisieras ser mi novia?
Candy solo pudo asentir y cruzando sus brazos en su cuello lo abrazo, cuando pudo encontrar su voz dijo muy suavemente –Si mi príncipe, quiero ser tu novia- Le decía cerca de su oído.
Albert se puso de pie y la ayudo a ella a imitarlo, empezó a buscar en la bolsa de su chaqueta y saco una pequeña caja de terciopelo larga. Se la entregó un poco nervioso. Candy la tomo también nerviosa, abriéndola con cuidado adentro había una pulsera de oro blanco con un pequeño dije con dos corazones entrelazados, con pequeñas piedras una de color verde y la otra de color azul.
-Espero que te guste princesa, la vi y pensé en ti- decía mientras tomaba su mano y colocaba la pulsera.
-¡Albert es hermosa! ¡Gracias!- Le decía mientras cruzaba sus brazos alrededor de su cuello y lo besaba emocionada y feliz. Descubriendo que no quería separarse ni un momento de él.
-Wow Candy- decía Albert sonriendo y sosteniéndola por la cintura – Si así me agradecerás siempre, ten por seguro que siempre tendré regalos para ti-
-¡Oh! Albert Lo siento- Decía apenada
No te preocupes me encanta que me beses y ¿sabes? Sé que me volveré adicto a ti- Le decía acercándola a él y volviéndose a perder en un beso.
A lo lejos escucho unos pasos y recordó de nuevo que estaban en un lugar público, con ella siempre perdía la noción del lugar y el tiempo.
-Vamos Candy creo que ya se está haciendo tarde y hace mucho frio- decía mientras recogían todo en un silencio cómodo.
-Te seré sincero – le decía mientras empezaban a caminar abrazados- Estaba nervioso por la pulsera, pues la mande a hacer pensando en los dos, y que pronto pudieras, aceptar mis sentimientos-
Mientras se detenía en un largo puente en forma de arco.
-Albert, somos unos tontos- decía sonriendo- ninguno se dio cuenta de los sentimientos de cada uno.
-Si mi princesa, pero ahora nada nos separará-
Y diciendo esto con un lago levemente congelado y un bello fondo blanco. Se volvían a unir, con un beso sabor a cerezas y chocolate.
FIN…
¡Albert!- Decía Candy un poco nerviosa al terminar el beso- ¿¿Que les diremos a los chicos en la cena de mañana??...
¡GRACIAS POR LEER Y NOS VEMOS EN EL SIGUIENTE FIC!